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El Catoblepas, número 174, agosto 2016
  El Catoblepasnúmero 174 • agosto 2016 • página 47
Artículos

La vida como sistema

Joaquín Macías López

Gustavo Bueno fue un Maestro en el más amplio sentido de la palabra. Dedicó su vida a forjar un gran sistema filosófico y una Escuela que lo desarrollase.

Gustavo Bueno y Joaquín Macías López[Joaquín Macías López durante la lectura de sus tesis, 15 de enero de 2016, Oviedo. Entre el público asistente a la ceremonia de lectura puede verse a Gustavo Bueno, Tomás García, Gustavo Bueno Sánchez, Pedro Barbado y Rubén Franco]

Gustavo Bueno -«Don Gustavo»- fallecía el pasado día 7 de agosto. No por esperada -por los que ya sabíamos de su deteriorado estado de salud- la noticia resultó menos sobrecogedora.

Gustavo Bueno fue un Maestro en el más amplio y profundo sentido de la palabra. Fundó una Escuela de Filosofía (la conocida como Escuela de Filosofía de Oviedo) y fue artífice de un Sistema Filosófico (el Materialismo Filosófico) que son desde hace ya décadas dos referentes inexcusables de la Filosofía Española Contemporánea.

Los que fuimos -y seguimos siendo- discípulos de D. Gustavo, sentimos por él una admiración casi reverencial. Su enorme capacidad de trabajo, su mente preclara, su lucidez, su ironía, su certera agudeza para identificar y discriminar problemas y temas de discusión, así como las virtudes éticas que siempre le acompañaron -magistralmente glosadas por Tomás García en su Discurso fúnebre pronunciado en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Santo Domingo de la Calzada el pasado 8 de agosto-, hicieron de él un ser irrepetible y digno del mayor aprecio.

Gustavo Bueno concebía la Filosofía en términos sistemáticos, lo que le llevó a ocuparse de las cuestiones más diversas. La Idea de Razón, tal como él la entendía, le obligaba necesariamente a confrontar su propia forma de pensar con otras alternativas posibles. De ahí esa continua labor de taxonomista que Don Gustavo ejercitaba constantemente, que conducía a que las otras filosofías quedasen reducidas y pudieran ser reinterpretadas y reordenadas desde las propias coordenadas de Bueno, pero no así a la inversa.

Y es que la Filosofía de Bueno no elude el carácter dinámico y polémico de la realidad, sino que lo refleja y analiza dialécticamente. Aquí «no todo vale», sino que las Ideas tienden a organizarse en sí mismas de acuerdo con criterios lógico-materiales que son objetivos. Y si la realidad es dinámica, el propio pensamiento ha de serlo también, puesto que forma parte de ella. Y por esto nos atrevemos a decir que Bueno hizo gala de una coherencia difícilmente igualable tanto en el plano de la teoría como en el de la acción vital. Su sólida formación lógica le llevó a analizar críticamente doctrinas y conceptos que se presentaban ante la opinión pública como auténticas verdades absolutas e incuestionables, como grandes «vacas sagradas», como dogmas, en definitiva. Las aceradas críticas de de D. Gustavo a las Ideas de Patria, Estado, Nación, Imperio, etc. dentro de un Sistema en el que «no es lo mismo ocho que ochenta» (por decirlo, si se nos permite, con una expresión coloquial que él utilizó en más de una ocasión en los debates públicos), le condujeron, entre otras cosas, a ser un firme defensor de la Idea de España como Nación Política, de la realidad de España como una de las grandes Naciones que han conformado el presente en el que vivimos en términos histórico-universales. Una España católica e imperial, entendidos estos términos desde la perspectiva de un catolicismo ateo, y de un imperio generador -en contra del tópico de la Leyenda Negra.

Bueno mostró siempre una gran firmeza y determinación a la hora de defender sus planteamientos. Desde la óptica del relativismo, de la sofística, de la posmodernidad, o, sencillamente, de la pseudofilosofía, esto resultó inasumible o inconcebible. Sin embargo, el rigor y el respeto a los principios llevaron a Bueno a desplegar una fidelidad inquebrantable a lo que podríamos considerar como una verdadera filosofía -independientemente de que ésta sea la filosofía verdadera-, esto es, un saber crítico y de segundo grado, que no puede confundirse con las síntesis enciclopédicas, la mera doxografía, o los fundamentalismos (en cualquiera de sus variantes).

En la edición facsimilar que realizó en 2009 la Fundación Gustavo Bueno de un escrito suyo publicado en 1955, es decir, cuando el joven Bueno contaba treinta y un años de edad, podemos leer, manuscrita en un margen, esta cita del Fausto de Goethe:

¡Wie alles sich Zum Ganzen webt
Eins in dem andern wirk unlebt!
[¡Cómo se entretejen todas las cosas para formar el Todo obrando y viviendo lo uno en el otro!].

Hay (al menos, así nos lo parece) una sobriedad y una renuncia casi ascéticas en la obra de Bueno -que le obligan constantemente a ir «a las cosas mismas»-que se entremezclan con el proyecto ilimitado y abrumador del cierre del sistema.

Pero en cualquier caso, tal y como él mismo nos enseñó, si entendemos esa totalidad en términos armonistas, o univocistas, sustantivándola, habremos recaído, indefectiblemente, en la Metafísica.

Y es que en la Filosofía, a diferencia de las ciencias, no existe el cierre. Que así sea.

Descanse en paz, Maestro.

Gijón, 15 de agosto de 2016

 

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