Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
[Gustavo Bueno plantea sugerencias en la intervención de V. Fasano, en los XX Encuentros de Filosofía, 2015]
Gracias a las sugerencias de un amigo cercano, el profesor Víctor Martínez Patón, en el año 2011 empecé a leer los textos de Gustavo Bueno, recientemente fallecido en el umbral de los noventa y dos años. Aunque Bueno era un filósofo muy popular en España debido a su participación en debates públicos de todo tipo, en Italia era desconocido y de hecho ninguno de sus artículos ni libros tienen traducción al italiano, ni siquiera los más importantes como Ensayos materialistas (Madrid, 1972), El mito de la cultura (Barcelona, 1996), Telebasura y democracia (Barcelona, 2002) o El mito de la izquierda (Barcelona, 2003).
Por mis circunstancias e intereses personales, soy abogado de la Rota Romana y profesor de la Universidad Pontificia Santo Tomás de Aquino en Roma, una de las obras de Bueno que más me interesó fue La Fe del Ateo, enla cual Bueno se presenta como «ateo católico», categoría también propuesta y defendida por pensadores contemporáneos italianos como Oriana Fallaci.
Efectivamente el término ateísmo, aunque con frecuencia se presenta como unívoco, en realidad es análogo y por ello puede resultar incluso equívoco. Existen muchas acepciones de ateísmo y en La fe del ateo Gustavo Bueno sostuvo que pueden llegar a ser totalmente opuestas entre sí:
«No es lo mismo, en efecto, ser ateo judío, que ser ateo católico o ateo musulmán, de la misma manera que los emigrantes de diversos países que, ya en Londres, han olvidado sus idiomas respectivos para hablar inglés, conservan unas veces el acento pakistaní, otras el acento indonesio y unas terceras el acento ceilandés. El ateísmo tiene también, según esto, diferentes «acentos» o coloraciones: la coloración propia del ateísmo judío, el acento propio del ateísmo católico o quizá el color del ateísmo mahometano» (G. Bueno, La fe del ateo, Madrid, 2007, pág. 17).
Yo tampoco sé cuál puede ser el color del ateísmo mahometano, pero las guerras y las matanzas que se están produciendo en los últimos años cada vez con mayor recrudecimiento en el Cercano Oriente me llevaron a descubrir la evidente actualidad de una entrevista a Gustavo Bueno del día 16 de septiembre de 2001, unos días después de los ataques del 11 de septiembre de 2001.
Ya en aquel momento el profesor Gustavo Bueno advirtió y recordó que tampoco el terrorismo es una categoría homogénea y que no todos los terrorismos se pueden reconducir entre sí. Teniendo en cuenta que es un error grave considerar que todos los terrorismos son iguales, él mencionó en primer lugar el caso del terrorista individual, el que por ejemplo tira una bomba. Este terrorista sin duda mata, pero el suyo es el acto de un hombre aislado, probablemente marcado por un trastorno de personalidad, cuyo comportamiento podría ser objeto de análisis psiquiátrico. Para Gustavo Bueno, una segunda forma de terrorismo está representada, por ejemplo, por la organización vasca conocida como ETA. En este caso se trata de un terrorismo planificado con un objetivo preciso y, por más que este objetivo pueda ser calificado como de «estúpido», como podría ser el de crear una República independiente vasca, ni cambiaría el orden mundial ni implicaría ningún beneficio colectivo o individual; en definitiva el terrorismo vasco mataría sólo para establecer una reforma administrativa.
Junto con esos dos tipos de terrorismo habría uno tercero, el musulmán, con profundas raíces de orden religioso. Mientras que el terrorista individual y el terrorismo planificado se hacen, matemáticamente hablando, a partir de un número de individuos cuantitativamente despreciables, el terrorismo musulmán es de otro orden, debido a que el número de sus potenciales reclutas no es para nada despreciable. No existiendo una faz visible del islam, el terrorismo vinculado a él podría extenderse en todos los países islámicos y hoy podemos decir que potencialmente podría extenderse también en todos los países occidentales en los que hay comunidades islámicas, respecto de las cuales Occidente debería cambiar su actitud, sin ceder a una tolerancia laxa.
La distancia entre Gustavo Bueno y la religión era grande y muy reflexivamente establecida, pero desde su visión amplia, de hecho, puso en guardia a todos los cristianos contra el concepto de tolerancia tan extendido hoy en las democracias occidentales. Para explicar su pensamiento recordó una frase que había escuchado de una profesora de religión católica: «Soy cristiana, pero no voy a misa y me divorcio». Para Gustavo Bueno, aquellos que emiten tales declaraciones ya no son cristianos, sino simples deístas. Gustavo Bueno no creía en Dios ni en el Espíritu, porque su razonar le conducía a la Materia, pero cumplía el deber ético del ser humano de buscar la verdad y de contársela a todos quienes quisieran oírle o leerle.
Cierto es que Gustavo Bueno fue un ateo singular y como «ateo católico» juzgó que la tolerancia, considerada por las democracias occidentales como una virtud, no es más que indiferencia, admisión de la derrota. Se convierten en tolerantes sólo aquellos que pierden su fuerza política y moral. Los musulmanes no son tolerantes, así como durante la Edad Media no lo fueron San Raimundo de Peñafort ni el Beato Raimundo Lulio, ahora elevados a los altares.
Creo que hoy podemos afirmar que Gustavo Bueno pertenece precisamente a esa estirpe de filósofos longevos y fecundos como San Raimundo de Peñafort, profesor de Filosofía y Teología en la Universidad de Barcelona. Como recordó el profesor Tomás García López el 22 de octubre de 2014 con ocasión de un homenaje a Bueno por su noventa cumpleaños, si
«aquel ilustre filósofo catalán, nacido en el Castillo de Peñafort [...], se distinguió por su defensa de España frente al Islam», «el ilustre filósofo riojano Gustavo Bueno se caracteriza por su defensa de España frente a Europa» (Tomás García López, Pinceladas impresionistas para un homenaje a Gustavo Bueno, El Catoblepas, nº 164, pág. 3, 2015).
Aun salvando la distancia que como «creyente» me separa de un «católico ateo», nada me impide reconocer la grandeza filosófica de Gustavo Bueno y de su materialismo filosófico, que constituye un arsenal crítico insoslayable contra las banalidades y supersticiones postmodernas.
Vincenzo Fasano