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El Catoblepas, número 174, agosto 2016
  El Catoblepasnúmero 174 • agosto 2016 • página 36
Artículos

Música de Bach para despedir a Bueno

José María García de Tuñón Aza

El autor rememora la ceremonia de despedida que se le dedicó a Gustavo Bueno en Santo Domingo de la Calzada durante el día ocho de agosto de 2016.

Ceremonia de despedida a Gustavo Bueno[Ceremonia de despedida a Gustavo Bueno celebrada en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Santo Domingo de la Calzada]

Con música de Juan Sebastián Bach, el compositor que le encantaba a Gustavo Bueno Martínez, en palabras de su nieta Livia Camprubi Bueno, que interpretó un movimiento de una partita para violín del citado compositor, fue despedido el pensador -palabra que al parecer no le gustaba mucho a Bueno-. La despedida del filósofo, a golpe de polémica, titulaba algún periódico, o el certero e incómodo filósofo español, titulaba otro, tuvo lugar en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Santo Domingo de la Calzada, localidad donde reposan ahora sus restos al lado de los de su esposa Carmen Sánchez Revilla. En el acto del adiós, intervinieron varios familiares, ente ellos la nieta más pequeña Jimena Orejas Bueno que recitó un poema que le había enseñado su abuelo y que con alguna frecuencia le mandaba que lo recitara porque al filósofo también le gustaba la poesía. El poema que enseñó a su nieta, titulado Madrigal, cuyo autor era el poeta Gutierre de Cetina, lo había leído un día de verano cuando de su biblioteca sacó un libro, publicado en 1910, que contenía Las cien mejores poesías (líricas) de la lengua castellana, escogidas por Marcelino Menéndez Pelayo. Jimena, con los ojos llenos de lágrimas por la muerte de su querido abuelo, recitó el poema:

Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados
¿por qué, si me miráis, miráis aislados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no perezcáis menos hermosos.
¡Ay tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos
ya que así me miráis, miradme al menos.

Terminó el acto el hermano del filósofo, el doctor Fernando Bueno Martínez quien pronunció unas palabras que tituló, Elegía a la muerte de mis hermanos: «La vida de Carmen se extinguió no hace tres días. Su esposo Gustavo, tranquilo y silencioso, siguió sus pasos y ambos se diluyeron en el viaje eterno.». Terminó sus palabras con el deseo de que sus hermanos descansaran en paz.

Mientras la ceremonia de despedida de los restos mortales del filósofo se celebraba en su tierra natal de Santo Domingo de la Calzada, Oviedo, la ciudad en la que llevaba viviendo desde el año 1960 hacía mutis por el foro. Muchos organismos oficiales y no tan oficiales, de Asturias, a raíz de la muerte del más grande pensador -palabra que repetía el periodista Ignacio Camacho- español que ha tenido España, sin duda alguna, desde la muerte de Ortega. El Sócrates asturiano, escribió el catedrático de Sociología, Amando de Miguel. Bueno, el Kant, el Hegel y el Marx español, incluso llegando a superarlos, escribió la doctora en filosofía y traductora de Gustavo Bueno, Nicole Holzenthal, El filósofo español más relevante del último medio siglo, escribió el periodista Herman Tertschquien, al mismo tiempo, lamentaba que el Ayuntamiento de Oviedo, como institución, silenciara la muerte del que, sin duda, era su paisano más ilustre.

Creo que el periodista del ABC se ha quedado corto. Habría que añadir la ausencia en este acto, en este adiós -donde sí estuvo presente el presidente de La Rioja y el alcalde aquella localidad-, de alguna representación del Principado de Asturias, que preside el socialista Javier Fernández, y aunque sí asistió el rector de la Universidad de Oviedo donde Bueno era catedrático emérito, título que nunca se extingue, tampoco institucionalmente a la Universidad se le conoce alguna declaración de condolencia de quien, junto con Clarín, Benito Feijoo, fue, posiblemente, el catedrático más ilustre que tuvo la Universidad ovetense. Una Universidad que a su jubilación le negó un aula para seguir enseñando a sus alumnos por lo que tuvo que dar clases en la escalera. También he echado de menos declaraciones de algún representante cualificado de la Iglesia asturiana. No olvidemos, para ello recomiendo que lean el artículo de Bueno publicado en el nº 84 de la revista digital El Catoblepas, de febrero de 2009, donde el filósofo expresa su admiración por el Papa. Benedicto XVI, al que considera un tomista, un filósofo y un teólogo, por la lección magistral pronunciada por éste el 2 de septiembre de 2006 en la Universidad de Regeusburg. Años antes, por escribir otro ejemplo, con motivo de la encíclica del Papa Juan Pablo II Fides et ratio, desde su casa de Niembro donde falleció, Bueno hizo una lectura crítica para los lectores de diario La Nueva España en unas declaraciones que hace al periodista Javier Neira.La valoración de Bueno fue muy alta porque consideró que el Papa recuperaba los valores clave del pensamiento católico olvidados especialmente tras el concilio Vaticano II, unos valores filosóficos que distinguen a la Iglesia del resto de las creencias y religiones y sin los cuales se convertiría en una secta más. «Se escucha -decia- otra vez el órgano en vez de la guitarra propia de esas misas étnicas de ahora».

Muchos artículos se han publicado en toda la prensa española reconociendo la categoría de este filósofo que, como decía su hermano, nos abandonó tranquilo y sereno. Sin embargo, como excepción, hasta donde he podido leer, uno que se declara alumno suyo, no discípulo, lo quiere dejar muy claro, Fernando Llenín Iglesias, le da un buen meneo en un artículo que publicó en un periódico ovetense. No voy a caer en el error de que por las razones que sean no pueda uno criticar la labor de otra persona fallecida. Claro que se pueda y ejemplos tenemos muchos a lo largo de la historia. Lo que a mí ya no me parece tan normal es que cuando el crítico y el criticado pertenecen a generaciones que se conocieron y coincidieron en la misma era, el crítico no haya aprovechado el tiempo para criticarlo públicamente, como ahora ha hecho, en vida del criticado. En este caso Gustavo Bueno. Tenía que haberlo hecho cuando aún vivía el filósofo y no ahora que se ha muerto y no puede defenderse.

Vuelvo a la postura que adoptó el Ayuntamiento ovetense donde el alcalde socialista, Wenceslao López, autor de unas más que pobres declaraciones, como Pilatos se lavó las manos ante la muerte de un hombre que, entre otros, tiene el título de ser Hijo Adoptivo de la Ciudad de Oviedo. Espero, pues, que ahora que están en el periodo de cambiar el nombre a varias calles de Oviedo, se acuerden del nombre Gustavo Bueno. También que le organicen un homenaje, al menos como el que han organizado al socialista Indalecio Prieto que por su culpa un día ardieron todos los libros que contenía la Biblioteca de la Universidad, que impulsó en el siglo XVI el obispo Valdés-Salas, y que el catedrático de Historia del Derecho Ramón Prieto Bances, declaraba a los pocos días de aquella sinrazón: «Lo que más siento es la desaparición de las dos bibliotecas de la Universidad: la biblioteca general y la biblioteca especial de la Facultad de Derecho». Recuerdo esto ahora porque he leído que la familia estudia trasladar la biblioteca del filósofo a La Rioja. Después del comportamiento que el Principado y el Ayuntamiento han tenido con él, no me extrañaría.

Quiero referirme también al Real Instituto de Estudios Asturianos, del que jamás formó parte de su Consejo y eso que, por ejemplo, entre los muchos libros que escribió tiene uno titulado Sobre Asturias. Sólo unas cortísimas declaraciones de su director, Ramón Rodríguez, y aquí se terminó la historia. Asimismo me ha sorprendido el silencio de la Fundación Princesa de Asturias que parece no haberse enterado de la muerte de quien fue finalista del premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en los años 1989 y 1990. Todo ello muy lamentable.

Vaya, pues, mi más sentido pésame a todos sus hijos. En especial a Gustavo a quien me une desde hace muchos años una sincera amistad. Sabe que conocí y traté, dentro de lo que cabe, a su padre que era todo él sabiduría. Asistí a muchas de sus conferencias y charlas que, normalmente daba en la Fundación que lleva su nombre. Escucharle era una delicia, una maravilla, y ahora me arrepiento de no haberle escuchado en más ocasiones. Descanse en paz, en palabras suyas, este católico en el sentido histórico cultural y como también él decía, era un ateo católico, que no era lo mismo que ser un ateo musulmán.

No quiero finalizar estas letras sin enviar un fuerte abrazo al fiel escudero de Gustavo, el secretario de la Fundación, Tomás García López que siempre le tendré en mi retina tomando notas cuando hablaba su admirado maestro. También un recuerdo al mayor, posiblemente, leal seguidor que ha tenido Bueno, el comunista José María Laso Prieto, al que conocí, traté y visité en su espléndida biblioteca. Fallecido hace algunos años, siempre fue una persona abierta y racional y tuve el honor que me dedicara su conocido libro De Bilbao a Oviedo pasando por el penal de Burgos: «A mi buen amigo José María García de Tuñón, con un fuerte abrazo». Otro para ti, querido amigo, allá donde estés, en recuerdo de aquel que te di el día de tu homenaje en Casa Lobato de Oviedo el 24 de abril de 1998, un día antes de mi cumpleaños. En esa fecha y en ese acto, compartí mesa y mantel con Gustavo Bueno Sánchez. Desde entonces ya han pasado casi 20 años.

 

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