Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
[Gustavo Bueno e Iker Izquierdo]
Murió Gustavo Bueno y, al contrario de lo que él pensaba, ese día sí que pasó algo, porque su muerte obligó a mucha gente a posicionarse, a tener que dar la cara, a dar la medida de lo que verdaderamente valen, pues la realidad les ha exigido enfrentar la inmensa figura del filósofo riojano.
Muchos han decidido callar, muchos de los que a diario vociferan desde sus columnas de periódico o desde los micrófonos de sus radios, desde los púlpitos políticos desde los que sermonean al pueblo, rasgándose las vestiduras porque España es un «páramo cultural», han hecho mutis por el foro. Quizás hayan sido los más prudentes, porque otros cuyo estatus u orgullo les exige comentar todo lo que ocurre en el país han tenido que salir a la plaza y torear el mihura del Materialismo Filosófico, el sistema creado por Gustavo Bueno. Y no han salido bien parados en su mayoría. Si tuviéramos que medir el estado de la tauromaquia según este parámetro solo nos queda decir que no hay toreros.
La muerte de Gustavo Bueno ha servido, una vez más, para entender la situación general del país, de nuestro país, de España, tan querida por don Gustavo, a la que dedicó tantos esfuerzos de estudio y análisis, un par de obras maestras de la filosofía con mayúsculas. Fue precisamente una de estas obras, «España frente a Europa», verdadero tratado filosófico y tratado filosófico verdadero, la que curiosamente nos hizo descubrir, para asombro de los que en un principio, por ignorancia, creíamos que España era un país «ilustrado», por democrático y europeo, que en realidad nuestro país era una inmensa caverna platónica poblada en su mayoría por cavernícolas.
Don Gustavo había tocado una de las vacas sagradas de la caverna hispánica y los cavernícolas no se lo perdonaron. Pero Bueno, que venía ya toreando morlacos desde hacía décadas (tomismo desfasado, marxismo degradado, postmodernismo, etc.), no se iba a arredrar ante el reto, comprometido como estaba con la tarea vital del filósofo según la estableciera Platón en su luminoso mito: sacar a cuantos se pueda de la caverna y mostrarles la luz a través de un arduo estudio. Y por ello, Bueno siguió destruyendo vacas sagradas en sus últimos años: la democracia, la izquierda y la derecha, el progresismo, el deporte…
La buena noticia hay que buscarla entonces en la cantidad de discípulos, amigos y afines que ha dejado el filósofo y a los que ahora nos toca continuar con su tarea, por amor a España y por compromiso filosófico. Nos toca seguir su ejemplo de firmeza y generosidad, no sucumbir ante los avatares de la vida y sacar a cuantos cavernícolas podamos de la caverna.
Tendremos, como tuvo don Gustavo, cavernícolas encantados de haberse conocido que negarán estar viviendo en la caverna o incluso que admitan vivir en ella y por comodidad la prefieran a la empinada cuesta y a la cegadora luz del exterior. Peores serán los que crean haber visto la luz, pero que en realidad no son sino tramoyistas, algunos de los cuales, por autodesprecio que proyectan sobre los demás, han vituperado al filósofo en vida y lo han despachado con sutil malevolencia en el momento de su muerte.
Para ello, solo queda seguir estudiando con esfuerzo sus obras, pero también las ciencias del presente y sin despreciar tema alguno, por humilde u odioso que parezca, teniendo en cuenta que nos alzamos a hombros de gigantes y que la realidad del presente en marcha nos marca necesariamente la dirección de nuestros esfuerzos filosóficos, pues es condición esencial del materialismo filosófico el no convertirse en filosofía perennis. La mies es mucha y la tarea del filósofo es interminable, pues desatar un nudo lleva mucho tiempo mientras que los embrollos se multiplican rápidamente.
La labor de Gustavo Bueno fue inmensa, titánica: la construcción de un sistema filosófico en español, contra viento y marea. En una época de destrucción del rigor y el sistematismo, don Gustavo se empeñó en levantar su catedral por encima de la cochambre de la realidad. A muchos nos cambió la vida en diferentes grados, y me consta que para bien. Solo nos queda agradecerle infinitamente el trabajo que ha realizado, retomar su tarea y desear que la vida nuestro país cambie para bien como cambió nuestra vidas.
Gracias por todo, don Gustavo.