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El Catoblepas, número 174, agosto 2016
  El Catoblepasnúmero 174 • agosto 2016 • página 14
Artículos

Gigante Bueno

José Antonio Cabo

Nota de despedida al filósofo Gustavo Bueno

Retrato a tinta de Gustavo Bueno, por José Antonio Cabo[Retrato a rotulador de tinta de Gustavo Bueno, por José Antonio Cabo]

Nos ha dejado Gustavo Bueno, ahora que corren malos tiempos para la «filosofía administrada» en España. Claro está que la existencia de una crisis de la «filosofía administrada» no implica la desaparición de la Filosofía, ni mucho menos, que continuará por otros canales. También en eso Bueno fue pionero, al llevar la dialéctica a los platós de televisión —y, en los últimos tiempos, a Internet— a pesar de la incomprensión con la que el gremio filosófico solía reaccionar ante sus viajes de vuelta al interior de la caverna platónica. «Odiosum me mundo reddidit logica»{1}, la dialéctica, como a Abelardo, le colocaba en el ojo de la polémica. Pero, ¿acaso podía ser de otro modo?

Estoy seguro de que muchos, que, como yo mismo, no habíamos pisado antes las Facultades del ramo, jamás nos habríamos sentido atraídos al estudio de la Filosofía de no habernos topado con un gigante como Gustavo Bueno, que viene a ser como tropezarse con Platón, Aristóteles, Santo Tomás, Descartes, Spinoza, Hegel, Marx...es decir, con cualquiera de los grandes constructores de sistemas filosóficos que en el mundo han sido. O con el propio Sócrates, pues el profesor Bueno nunca perdía ocasión para «triturar» con ironía nuestras ideas recibidas y hacernos ver nuestra ignorancia, cosa que también a él le granjeó no pocos enemigos. Pero no podía evitarlo, porque al revés que el protagonista del cuento de Oscar Wilde, era un gigante nada egoísta, sino abundante en generosidad y firmeza.

Mi amigo Javier Delgado, colaborador cercano de Bueno muchos años, pronunció en una ocasión una frase que se me quedó grabada a fuego. «No hay que olvidar» —dijo Javier, moderando sabiamente nuestro entusiasmo a la hora de repartir estopa a ciertas vacas sagradas de la Filosofía— «que Bueno dedicó diez años a estudiar a Wittgenstein y nosotros sólo somos enanos subidos a hombros de gigantes». ¡Cuánta razón! La frase la interpreté como una cura de humildad, y recordé a Newton.

Después, indagando sobre ella, supe que la frase no se debe a Newton, como comúnmente se cree, sino que ya en la Edad Media aparece atribuida a Bernardo de Chartres por su discípulo Juan de Salisbury, quien escribe en su obra «Metalogicon» (obra que viene a ser una defensa del lugar de la dialéctica, la gramática y la retórica, en el conjunto del saber) lo siguiente:

«Decía Bernardo de Chartres que somos como enanos a hombros de gigantes. Podemos ver más, y más lejos que ellos, no por alguna distinción física nuestra, sino porque somos elevados por su gran altura.»{2}

Pero, ¿habrá entre nosotros quienes sean capaces de ver más y más lejos que gigantes como Gustavo Bueno? Ese habría sido su deseo. El filósofo nos deja su obra, y con la incitación al estudio nos deja también la libertad, pues los ignorantes siempre son esclavos de algo, aunque sólo sea de sus caprichos. Leer a los grandes filósofos nunca es cómodo, y menos si son tan rigurosos, tan poco amigos de sensiblerías, y tan poco complacientes como Bueno. Ahora, a estudiar. No cabe mejor homenaje a su memoria. Comportémonos como si nos estuviera viendo.

Notas

{1} «La lógica me ha hecho odioso ante el mundo», Pedro Abelardo, Confessio fidei ad Heloisam.

{2} «Dicebat Bernardus Carnotensis nos esse quasi nanos, gigantium humeris insidentes, ut possimus plura eis et remotiora videre, non utique proprii visus acumine, aut eminentia corporis, sed quia in altum subvenimur et extollimur magnitudine gigantea», Juan de Salisbury, Metalogicon libro III, capítulo 4.

 

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