Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
[Gustavo Bueno y Raúl Angulo]
Alguna vez Gustavo Bueno comparó su actividad de geómetra de las ideas con la de un compositor, y su sistema filosófico con una sinfonía inacabada de la que, al igual que la Sinfonía inacabada de Schubert, tan solo están hechos los dos primeros movimientos (a pesar de lo cual, la Sinfonía inacabada se considera una de las mejores obras de Schubert). Sin embargo, Bueno limitaba el alcance de esta analogía al advertir que, a diferencia de lo que ocurre con las composiciones musicales, en el caso de un sistema filosófico ya se sabe desde el principio que está inacabado{1}, dada la necesidad que tiene la filosofía (si quiere ser potente) de engarzarse con la continua reorganización de los fenómenos que llevan a cabo las técnicas, las ciencias y los mitos.
Fueron varios los «temas» audaces y geniales de la sinfonía inacabada que compuso Gustavo Bueno. Por el año 2000 el «tema» que más fascinación me causó fue el interpretado en El animal divino (2ª edición, 1996). Según este libro, las religiones tendrían un fondo de verdad, que no habría que poner en los dioses y mucho menos en Dios, ni tampoco en la proyección de una supuesta naturaleza, sino en el trato con ciertos animales del paleolítico. Tal entrelazamiento de ideas no diré que me sacó de mi «sueño dogmático», como afirmó Kant al leer a Hume, sino que más bien hizo que dejara de ser un imbécil (al menos en estos asuntos), ya que a partir de su lectura me di cuenta del modo ingenuo en que me planteaba las cuestiones relativas a las religiones. Y no es porque entonces mi ingenuidad derivase de una actitud «acrítica» con la religión católica heredada, dado que por entonces ya había apreciado las inconsistencias internas del catolicismo y la vinculación de los relatos de la Biblia con los mitos de los pueblos vecinos a Israel. Puede afirmarse, por tanto, la existencia de individuos que se dicen «críticos» y a la vez son ingenuos, porque de ingenua, comparada con las tesis expuestas en El animal divino, puede calificarse la posición deísta que yo por entonces mantenía, posición que se resume en la tesis de que algún ser perfecto, bueno y sabio tiene que existir, aunque este ser no se preocupase por un insignificante mamífero que habita en un planeta llamado Tierra.
Con todo, la actividad de Gustavo Bueno como «compositor de ideas» tendría en mi caso la mayor repercusión a partir del establecimiento en 2009, dentro de las numerosas actividades que impulsa la Fundación Gustavo Bueno, de la Cátedra de la Filosofía de la Música, cátedra en la que se sitúa el Proyecto Ars Hispana, dedicado a recuperar la música española e hispanoamericana de los siglos XVI al XIX. El propio Gustavo Bueno había ofrecido ya en 2007 en el Conservatorio de Oviedo un «Curso de Filosofía de la Música» organizado en doce lecciones. El propósito de este curso era purificar la expresión «filosofía de la música» de todos aquellos sentidos confusos, problemáticos o meramente poéticos que se le han ido adhiriendo a lo largo de la historia, proponiendo una teoría desde las coordenadas del materialismo filosófico que sea específicamente filosófica y no se disuelva en los conceptos técnicos y científicos de la música. El núcleo de tal teoría es que el «espacio musical» es un volumen tridimensional delimitado por las alturas sonoras, la duración sonora y la intensidad sonora{2}.
Fueron los libros El mito de la cultura y España frente a Europa los que impulsaron, en concreto, el Proyecto Ars Hispana. Estos textos nos permitieron huir de algunas posiciones en las que están enquistadas las disciplinas reunidas en torno a eso que en nuestras universidades y conservatorios se llama «musicología». Una de estas posiciones consiste en entender la «música española» como una emanación (o «seña de identidad»{3}) de una sustancia previa e inmutable, que se identifica con la «nación», «genio», «cultura» o incluso «raza», lo que le otorgaría a esta música unas propiedades invariables y «propias» (en el sentido de exclusivas). El materialismo filosófico ofrece los instrumentos necesarios para no caer en una concepción megárica de las culturas (como si estas fuesen esferas autónomas o independientes), lo que ha llevado al Proyecto Ars Hispana a no obsesionarse por las supuestamente nefastas «influencias foráneas» en la música española, ni a emitir juicios de valor basándose en la distinción entre lo «auténtico» (aquello inspirado en lo «propio», como serían los cantos populares, el folklore, etc.) y lo «inauténtico» (aquello inspirado en lo «ajeno», como sería la ópera italiana). Prueba de esta orientación fue el «Concierto y presentación de la edición de los cuartetos inéditos (1785) de Cayetano Brunetti (1744-1798)» que la Fundación Gustavo Bueno organizó junto al Conservatorio de Oviedo el 17 de mayo de 2011 (acto al que asistió, por cierto, un entusiasmado Gustavo Bueno, maravillado por la belleza de la música de Brunetti, compositor al que por entonces no conocía){4}. Cayetano Brunetti, músico nacido en Fano (Estados Pontificios), aunque residente en Madrid ya desde los 16 años, ha sido descrito como un «músico italiano que trabajó en España» y su música, por tanto, ha sido considerada como «inauténticamente» española. Sin embargo, desde la perspectiva de El mito de la cultura y otros importantes textos del materialismo filosófico (destaquemos, por ejemplo, Ensayo de una teoría antropológica de las instituciones), la música de Brunetti ha de entenderse tan española (institucionalmente hablando, dada su imbricación en las instituciones de la nación histórica) como la música de otros compositores contemporáneos nacidos en España, como José Lidón (1848-1827) o Melchor López (1742-1821).
Una segunda posición mantenida habitualmente en la musicología es la de negar que tenga sentido hablar de «música española» con independencia de la «música occidental» o la «música europea». Y aún peor, cuando los musicólogos usan el rótulo de «música española», lo suelen hacer para destacar el supuesto desajuste o falta de homologación musical que existía en España respecto a la música europea, tenida como canónica.En España frente a Europa se ofrecen las claves para dar sentido a la expresión «música española», en cuanto que en este libro se defiende el papel que España desempeñó dentro de la historia universal. En general, el materialismo filosófico se opone a las doctrinas monistas de la Humanidad, aquellas que sostienen que existe una sola Humanidad que va desarrollándose armónica y progresivamente hacia un fin preestablecido. Frente a estas doctrinas monistas del Género Humano, Gustavo Bueno subrayó la incompatibilidad que se da entre los diversos grupos humanos, al tiempo que entendió la Humanidad no como una totalización originaria, sino como un producto de la operación que los imperios universales (entre los que se encuentra precisamente España) ejercen sobre una pluralidad de grupos humanos. La música del imperio español, por tanto, no sería una música étnica entre otras, una música que se impuso a otras músicas étnicas homologables y semejantes en valor(la música de los diversos pueblos aztecas o mayas, por ejemplo)solamente a causa de la violencia genocida de sus ejércitos. A lo que llamamos música española no es a las músicas que distinguen étnicamente, por ejemplo, a los gallegos de los vizcaínos (músicas que, por otro lado, no hunden sus raíces en tiempos remotos originarios), sino a la música civilizada, heredera de las transformaciones de instituciones musicales grecorromanas (intervalos, notación, polifonía, instrumentos...), que España se encargó de difundir por las ciudades de América y cuya «potencia» era notoriamente mayor a la de las músicas étnicas con las que se encontró, sin que esto implique que haya que desdeñar el papel que tuvieron los ejércitos en la difusión y mantenimiento de la civilización hispana.Partiendo de estos supuestos, el Proyecto Ars Hispana no se ha encerrado en ningún momento en los estrechos límites del territorio de la nación española, sino que entre sus objetivos siempre ha estado el estudio y recuperación de la música hispanoamericana. Son numerosas las obras custodiadas en archivos de México, Bolivia y Ecuador que la Fundación Gustavo Bueno, a través del Proyecto Ars Hispana, ha publicado o va a publicar en breve.
Decía Gustavo Bueno que una de las razones por las que la música había sido tan importante para él era «la exigencia de rigor que demanda del intérprete para ejecutar lo que aparece en la partitura»{5}, una exigencia de rigor que le llevó a instaurar la enseñanza de la música a sus alumnas del Instituto Lucía de Medrano de Salamanca (la mayor parte descendientes de campesinos), a pesar de las quejas de los padres por la supuesta inutilidad de tal estudio. Este rigor ha sido también una de las «lecciones» del maestro que hemos procurado seguir, en la medida de lo posible, en el Proyecto Ars Hispana.
Notas
{1} Santos Campos Leza: Conversación con Gustavo Bueno, Senderuela, Logroño (2008), p. 48
{2} El Curso de Filosofía de la Música puede verse completo online.
{3} Una historia del rótulo «seña de identidad» puede leerse en el Proyecto de filosofía en español. Aunque hay constancia del uso de la expresión en 1927, su difusión llegó a partir de la novela autobiográfica Señas de identidad (México, 1966) de Juan Goytisolo Gay. Si bien el título de la novela se refería a las raíces y sucesos del pasado que iluminaban la biografía del escritor, en la España de la transición democrática la expresión adquirió, junto a la de «hecho diferencial», una función ideológico-política reivindicativa de las esencias de las naciones fraccionarias (aquellas que desean constituirse a partir de la secesión de una nación política previamente constituida). Gustavo Bueno saca a la luz el presupuesto metafísico de la expresión «señas de identidad» en su libro España no es un mito: «Cuando, por ejemplo, se habla de las ‘señas de identidad’ de una cultura dada, se alude confusamente unas veces a las señas de identidad sustancial (en cuyo caso las señas de identidad asumen la forma de rasgos constitutivos) y otras veces a las señas de identidad esencial (y entonces desempeñan principalmente la función de rangos distintivos). La ideología metafísica ronda cuando las señas de identidad distintivas tienden a ser interpretadas como señas de identidad constitutivas, es decir, como síntomas de una identidad sustancial (lo que implica una sustantivación de la cultura de referencia)» (Gustavo Bueno: España no es un mito, Temas de Hoy, Madrid 2005, p. 175).
{4} La grabación del acto puede encontrarse en la página web de la Fundación Gustavo Bueno: Concierto y presentación de la edición de los cuartetos inéditos de Cayetano Brunetti
{5} Santos Campos Leza: Conversación con Gustavo Bueno, Senderuela, Logroño (2008), p. 15.