Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
[Gustavo Bueno y Tomás García, 2014]
Introducción
Glosar los rasgos personales y los méritos objetivos de don Gustavo Bueno Martínez es una tarea muy fácil, siempre que el nudo que tengo en la garganta no me juegue una mala pasada.
Y es una tarea muy fácil porque tanto sus virtudes académicas como sus virtudes éticas son tan notorias, tan sobresalientes, tan ostensibles que sólo los miopes o los miserables son incapaces de apreciar, debido, precisamente, en unos casos a la miseria filosófica y en otros a la miseria moral con la proceden, o ambas cosas a la vez.
Pero al mismo tiempo es una tarea sumamente difícil dada la premura con la que tenemos que actuar en esta ceremonia. ¡La grandeza de don Gustavo no puede condensarse en unos pocos minutos!
Virtudes éticas
Empecemos por sus virtudes Éticas.
Don Gustavo es la plena realización de la FORTALEZA, la «reina de las virtudes éticas».
La Fortaleza se divide en Firmeza y Generosidad.
Pues bien, don Gustavo fue firme y generoso en grado sumo a lo largo y ancho de su vida, no sólo porque se esforzara en conservar «su ser en virtud del solo dictamen de la razón» y ayudar a los demás a mantener el suyo con normalidad, sino porque llevó a tal extremo estos principios éticos, tanto en el ámbito familiar a través del amor conyugal y paterno filial, como en el entorno profesional mediante la amistad, que podemos proclamarle con toda justicia, vía eminentia, como un modelo indiscutible de Fortaleza para ser admirado y emulado en el transcurso de nuestras vidas.
Su Firmeza se fundó en potentes criterios filosóficos, orientados siempre hacia la implantación política de la filosofía, y los fue elaborando in medias res a lo largo del proceso constructivo de su inconmensurable sistema filosófico, por la sencilla razón de que los principios sobre los que se asientan esos criterios no pueden ser artículos inamovibles de fe, más apropiados para la implantación gnóstica de la filosofía.
Nunca renunció a ellos, aunque esto le ocasionara más de un vituperio. Los cumplió con la misma «disciplina militar» con la que impartió la docencia.
Platón, de quien don Gustavo tomó sus líneas maestras, defendió en su diálogo de ancianidad Las Leyes, que uno de los síntomas de corrupción de la democracia ateniense fue la pérdida de la disciplina militar en el sistema educativo de Atenas y por esta razón propuso restaurarla con el fin de imponérsela no sólo a los varones sino también a las mujeres.
Otro síntoma de corrupción democrática la vio Platón en el uso indebido de la música y en la mezcla de los géneros musicales (Himnos suplicatorios, Trenos funerarios, Peanes militares, Ditirambos dionisiacos y Nomos a modos musicales), cuyo conocimiento y observancia tenía que formar parte de su plan de estudios para los guardianes de la ciudad (polis).
Dio muestras de generosidad en todo momento tanto en el seno familiar como en el campo de la docencia.
Por ejemplo, atendió a su mujer de forma exquisita los diez años que estuvo impedida en silla de ruedas y sin poder hablar, paseando, viendo la televisión o jugando con ella, en compañía a veces de otros familiares y amigos, a costa de renunciar a parte del tiempo que tenía para leer, estudiar o escribir.
Y atendió siempre a sus alumnos y seguidores más allá del horario lectivo que le asignaban.
Soy testigo presencial de la cantidad de horas extras que nos «regaló» a los alumnos de los cursos 1965-66 y 1966-67 de la entonces Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Oviedo que, voluntariamente, acudíamos a su Departamento para recibir de él explicaciones extra sobre Lógica Matemática o sobre autores tales como Bertrand Russell, Wittgenstein, Carnap, Moritz Schlick, Popper, Freud, Piaget, Adorno, Marx... entre otros, que don Gustavo había mencionado en sus clases y de los que nosotros, pobres, poco sabíamos.
A propósito de estas horas extra recuerdo una simpática anécdota con la que, al mismo tiempo, quiero rendir mi pequeño homenaje a doña Carmen, su esposa: Estaba don Gustavo dándonos esas explicaciones complementarias que tenían lugar después de las clases reglamentarias y que solían alargarse hasta más allá de las dos del medio día, cuando, un buen día, se presentó doña Carmen Sánchez al filo de las tres de la tarde en el Departamento para recordarle a su esposo que ese día tenían invitados a comer. Aquello fue una justa amonestación a todos los que estábamos allí, y a la vez una orden y un mandato («ordeno y mando») doméstico más que razonable. Don Gustavo, con aquella sonrisa irónica y pícara que le caracterizaba, encogiéndose de hombros nos dijo: «No me queda más remedio que someterme a la dulzura de la obediencia».
¡Y tanto, como que doña Carmen tenía toda la razón del mundo!
Este es uno de los muchos ejemplos de entrega generosa que podría yo poner, por no referirme a otros muchos como las conferencias y seminarios vespertinos, abiertos al gran público, y a los que doña Carmen solía acudir, o la asistencia política y auxilio institucional nocturno que dispensó a sus alumnos ante acontecimientos políticos relacionados con la libertad de manifestación y la libertad de asociación política prohibidas.
Pero al mismo tiempo, supo combinar estos abundantes actos de generosidad con una inquebrantable firmeza pedagógica, exigiéndonos «disciplina militar académica» hasta un punto tal que aprobar sus asignaturas, y no digamos ya sacar sobresaliente, nos costaba «sangre sudor y lágrimas». O dicho en términos «bélicos», sus medidas exigentes fueron una verdadera declaración de guerra permanente contra la deserción académica, la desidia estudiantil y la indolencia ética.
Don Gustavo y doña Carmen constituyeron una unidad sustancial bajo la forma de una «educación para la Fortaleza».
¿Cuáles fueron los resultados de esta unión?:
-Cinco hijos como cinco soles, a cual más brillante en sus respectivas profesiones.
-Cinco nietos como cinco rosas, a cual más fragante. El mayor de ellos, Lino Camprubí Bueno, ya ha dado muestras de su valía filosófica en España, en los Estados Unidos y ahora en Berlín; y los otros cuatro desprenden aromas en el mismo sentido desde sus respectivos estudios de ingeniería, turismo o música.
-Y, a otra escala, una multitud de seguidores hispanohablantes, surgidos de su dilatada vida filosófica como profesor, conferenciante, escritor, tertuliano, personaje continuamente entrevistado... al lado de su mujer. Estos seguidores van desde sus alumnos directos a jóvenes y adultos pertenecientes a estudios y profesiones de lo más variado: desde la Filosofía, incluso la Teología, hasta la Física, la Química, la Biología, la Geología, las Matemáticas..., la Medicina, la Psicología, la Psiquiatría, la Antropología, la Lingüística, la Pedagogía, la Sociología, la Política, la Historia, la Geografía, el Derecho, las Ciencias Empresariales, la Economía..., la Ingeniería, la Arquitectura, la Escultura, la Pintura , el Dibujo, el Cine, la Televisión, la Radio, el Periodismo, la Informática, las Ciencias de la Información..., la Música, la Literatura, el Teatro, el Deporte..., distantes ya de aquellas décadas prodigiosas de los sesenta y setenta, en las que don Gustavo ejercía su magisterio en la Universidad de Oviedo.
Por esta dinámica razón ha surgido el afortunado término de «oleada», sugerido por don Gustavo y desarrollado por Sharon Calderón Gordo Iglesias para agrupar este fluir continuo de seguidores.
[Gustavo Bueno y Tomás García, 2005]
El vocablo oleadas, a diferencia del término generaciones, acuñado por Ortega y Gasset a partir de Tácito, se refiere a las múltiples relaciones filosóficas mantenidas con el maestro en función de los criterios terciogenéricos del Materialismo filosófico, antes que a través de vínculos biológicos o psicológicos propios de la idea orteguiana de generación, y que a juzgar por las recientes incorporaciones a las olas de esta corriente filosófica, fundada por don Gustavo, la autora de este espléndido trabajo sobre las tres primera oleadas del Materialismo Filosófico, que redactó y expuso en la Escuela de Filosofía de Oviedo en el salón de la Fundación Gustavo Bueno en el año 2005, recibiendo la aprobación total del Maestro, y un prolongado aplauso por parte de todos los asistentes a la sesión, tendrá que actualizar, a mayor gloria del Materialismo Filosófico y de su fundador.
Sin ir más lejos, en el último curso de Filosofía: Democracia y corrupción (julio de 2016), en Santo Domingo de la Calzada pudimos apreciar la presencia de jóvenes inquietos y dispuestos a sumarse al cauce filosófico del Materialismo Filosófico como Pablo, Clara, Álvaro Saavedra y el propio nieto de Gustavo Bueno, que lleva su nombre y su apellido, que, además de estudiar ingeniería, parece inclinado a la filosofía; o la del no tan joven Julián Gómez Brea, que desde su doble condición de abogado y empresario ya ha dado muestra de estar en este cauce filosófico.
Pero la fortaleza humana tiene, inexorablemente, un límite, porque siguiendo con la doctrina del filósofo hispano-holandés Espinosa:
«La fuerza con la que el hombre persevera en la existencia es limitada, y resulta infinitamente superada por la potencia de las causas externas». (Espinosa, Ética, 4ª parte, proposición III).
Virtudes académicas
En cuanto a las virtudes académicas, comencemos por aclarar que don Gustavo entendía por académica la filosofía ejercitada en la Academia de Platón. Una filosofía que consistía en la construcción sistemática de un tramado de ideas en continuo estado de ajuste (symploké). Ideas que resultaban de las incompatibilidades entre los conceptos de otros saberes: matemáticos, artesanales, políticos, militares, lingüísticos, pedagógicos, estéticos, mitológicos..., personalizados en los protagonistas con los que Platón discutió es sus diálogos y a quienes redujo, dialécticamente, por la sencilla razón de que su sistema era más potente que el de sus adversarios.
Esto es, precisamente, lo que hizo Gustavo Bueno a lo largo de su vida filosófica, de forma oral, primero en la Universidad, a la que llegó en 1960 provisto de unas primeras armas filosóficas conseguidas en su etapa de Catedrático de filosofía y Director del Instituto Nacional de Enseñanza Media Lucia de Medrano de Salamanca, mediante sus clases magistrales, sus seminarios, sus conferencias..., y desde la década de los noventa hasta su muerte en la Fundación que lleva su nombre, porque, incomprensiblemente, la Universidad de Oviedo le «negó la voz», a través de sus fecundas lecciones, sus prolíficas teselas, sus fructíferos comentarios a las lecciones de los demás, pronunciadas también en el Salón de la Fundación Gustavo Bueno...
Pero, al igual que ocurrió con Platón la actividad académica de don Gustavo se prolongó y se ha materializado en sus números escritos: libros, artículos, rasguños, reseñas...
Aquí tan sólo mencionaremos algunos de ellos, aquellos que se centran en cuatro grandes temas de nuestro presente en marcha sobre los que existe una gran confusión, y sobre los que don Gustavo quiso contribuir a su aclaración. Me refiero al ámbito de la Política, a la esfera de la Religión, al campo de la Ciencia, y al reino de la Cultura.
La filosofía política de Gustavo Bueno cuenta con varios libros emblemáticos como el Primer ensayo sobre las categorías de las «Ciencias Políticas», que nació en la Rioja, gracias al buen hacer de Pedro Santana, España frente a Europa, verdadero azote contra el europeísmo sublime de Ortega y Gasset y sus seguidores, España no es un mito contra las mitologías secesionistas...
De todos estos escritos se desprende un tratamiento esencial, magistralmente realizado a través del análisis del núcleo, cuerpo y curso de las ideas de Estado, Imperio y Nación.
¡Cuántos problemas políticos hubiéramos evitado si nuestros legisladores, gobernantes y jueces hubieran tenido en cuenta estos potentes análisis de las ideas de Estado, Imperio y Nación!
No digo ya para aplicarlos al pie de la letra (tampoco ocurrió con La República o Las Leyes de Platón), sino para contrastar las brillantes conclusiones a las que llega Gustavo Bueno con las miserias filosóficas de los legisladores, gobernantes o jueces españoles, y en consecuencia haber llagado a rectificar algunas de las corruptas y democráticas leyes tramitadas en el Parlamento, algunas de las erróneas decisiones gubernamentales, o algunas de las disparatadas sentencias judiciales, ejecutadas por los poderes descendentes de la capa conjuntiva de nuestra Sociedad Política.
La filosofía de la Religión de Gustavo Bueno se asienta sobre su obra magna El animal divino, un ensayo materialista de la Religión, en el que aborda también su esencia procesual, con un núcleo formado a partir de los númenes animales, representados, por ejemplo, en las cuevas prehistóricas de los cazadores salvajes, y con un proceso transicional (divinidades zoocéfalas, esfinges, «animales zodiacales»...) de esa religiosidad primaria numinosa a la religiosidad secundaria de las divinidades mitológicas, propia de las culturas bárbaras de ganaderos, en un curso que conduce al cuerpo de las religiones terciarias de la civilización, cuyos dioses monoteístas unitarios, y principalmente el dios trinitario de la Religión Católica, pierden los componentes zoomorfos y antropomorfos para convertirse en dioses teológicos con el auxilio de la filosofía.
Completa don Gustavo su tratamiento de la Religión con otros escritos de largo alcance como La fe del ateo, Dios salve la Razón, Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión..., en los que, además de fundamentar, magistralmente, su ateísmo esencial total (Dios es una idea mal formada, aureolar, puesto que no puede ser al mismo tiempo omnisciente, omnipotente y providente), sale en defensa de la excelencia histórica e institucional de la Iglesia Católica.
Gustavo Bueno vio en la Iglesia Católica (el Espíritu Santo) la salvaguarda de la racionalidad humana frente a la degeneración de la razón: supersticiones, delirios gnósticos, escepticismo, nihilismo, fundamentalismo..., y, además, supo destacar el relevante papel que la Iglesia Católica jugó en la constitución de la Ciencia moderna con personajes tan relevantes como el canónigo Copérnico, el padre Saccheri, el monje Mendel, el abate Lemaitre..., y en el desarrollo de las artes: la música, la pintura, la escultura, la arquitectura...
Sensu contrario, precisamente en este ámbito de las artes, son varios los pintores, escultores, arquitectos y literatos que han tomado El animal divino como fuente de inspiración para la realización de sus obras de arte.
¡Cuántos delirios animalistas, zodiacales o extraterrestres, cuántas necedades anticlericales, cuánta impiedad anticatólica gratuita, cuánto relativismo religioso tendencioso, cuánto estéril subjetivismo religioso... hubiéramos evitado en nuestra «piel de toro» de haber tenido en cuenta las profundas reflexiones de Gustavo Bueno sobre Dios y la Religión!
En relación a la Filosofía de la Ciencia, la Teoría del Cierre Categorial de Gustavo Bueno marca un hito en la aportación española a los tratamientos mundiales de este ámbito filosófico.
La autoridad filosófica con la que rotura las nociones de Espacio Gnoseológico y Campo Categorial, o elabora la trascendental cuestión de la Verdad gnoseológica, o demarca la línea divisoria entre aquellas ciencias que pueden cerrar su campo en función de los teoremas o Identidades Sintéticas, construidas en él, que permiten neutralizar las operaciones de los científicos (son los casos de las Matemáticas o la Física, entre otros), y aquellas otras ciencias, por el contrario, que por ser humanas no pueden neutralizar las suyas porque sus «verdades específicas» se resuelven, precisamente, en el mundo de las operaciones (praxis), con independencia de que estas mismas ciencias hayan recurrido a alguna metodología estadística, estructuralista o incluso a alguna otra propia de las ciencias Naturales, como ocurre, por ejemplo, con la Medicina.
La Teoría del Cierre Categorial de Gustavo Bueno no tiene parangón alguno con las familias gnoseológicas de cuño descripcionista, teoreticista o adecuacionista, y menos aún con las teorías de otros enfoques de tipo epistemológico, lógico-formal, sociológico, psicológico o historicista.
Aquellos matemáticos, físicos, químicos, geólogos, biólogos..., etólogos, historiadores, juristas, criminólogos, lingüistas, antropólogos, etnólogos, psicólogos, psiquiatras, teóricos de la información..., que han recurrido a esta teoría del Cierre Categorial para sus investigaciones reconocen su fecundidad y su valor objetivo.
¡Cuánta simpleza analítica, cuánto formalismo gnoseológico, cuánto sociologismo, psicologismo o historicismo, cuánta impostura epistemológica, y cuánto fundamentalismo científico asentado sobre estos reduccionismos, hubieran frenado su curso si las consideraciones gnoseológicas de don Gustavo se hubieran estudiado y aplicado más!
Y para cerrar este sucinto recorrido por los cuatro temas candentes de nuestro presente, nos referiremos, brevemente, a su filosofía de la Cultura.
Gustavo Bueno realizó una genial inversión del Reino cristiano de la Gracia en su libro El mito de la Cultura, un esclarecedor ensayo de una filosofía materialista de la cultura, en el que denuncia el uso soteriológico de lo que denomina «cultura circunscrita» al Ministerio de Cultura y sucedáneos, con la intención idealista de elevar la condición «espiritual» humana por encima del reino de la naturaleza.
Don Gustavo solía decir que «hay más cultura en el Ministerio de Agricultura que en el Ministerio de Cultura».
Pues bien, contra este mito salvífico, «narcotizante» («la cultura como opio del pueblo»), Gustavo Bueno desarrolló su potente teoría materialista de la cultura frente a otros enfoques o corrientes como el estructuralismo de Lévi-Strauss, el funcionalismo de Malinowski, el morfologismo de Boas, el difusionismo de Krôeber o el evolucionismo de Morgan.
Ve la cultura como un proceso morfodinámico que va transformando el «estado inicial» de las culturas, estado ágrafo y aislado por definición antropológica, en un mosaico de categorías culturales que atraviesan longitudinalmente a las esferas culturales, porque tanto los rasgos físicos (radiales), culturales (circulares) o angulares habrían alcanzado, tras numerosos estadios intermedios, un nivel de desarrollo tal que desbordarían, enteramente, el aislacionismo inicial entre las culturas para situarnos en el «estado final» del presente, en el que dichas esferas culturales están en continua interdependencia a través, precisamente, de las categorías culturales.
¡Cuántos gastos innecesarios nos hubiéramos ahorrado si el Ministerio de Cultura, las Consejerías de Cultura, las Concejalías de Cultura o las Casas de Cultura se hubieran limitado a considerar la música, la literatura, el teatro, la pintura, la fotografía, el cine... como artes insertas en el proceso morfodinámico de las categorías culturales señalado por don Gustavo!
¡Cuántos «intelectuales» hubieran soslayado sus imposturas mitológicas en torno al reino de la Cultura de haberse dignado a leer con atención el libro de Gustavo Bueno El mito de la Cultura!
Estos cuatro ejemplos de filosofía académica muestran, bien a las claras, el regressus emprendido por don Gustavo a las ideas de Estado, Imperio, Nación, Numen, Dios, Religión, Ciencia, Verdad, Hombre, Cultura... Pero esta filosofía académica, de estirpe platónica, que Gustavo Bueno cultivó, tiene además un recorrido inverso: progresar sobre la realidad circundante con la pretensión de implantarse políticamente, corriendo con ello un riesgo personal ya vaticinado por Platón, el fundador de la Academia, en el libro VII de la República:
«Y si tuviese que competir de nuevo con los que habían permanecido constantemente encadenados, opinando acerca de las sombras aquellas... ¿No daría por reír y no se diría de él, que por haber subido arriba ha vuelto con los ojos estropeados y que no vale la pena ni aún de intentar una semejante ascensión? ¿Y no matarían, si encontraran manera de echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles subir?» (Platón, República, VII, 2, 517 a).
Y don Gustavo bajó al fondo de la caverna, hasta comprometerse, para ayudar a desencadenar a los allí cautivos por la fuerza de los mitos oscuros, las creencias infundadas, las simples conjeturas, o toda clase de ídolos (specus, tribus, fori, theatri), en actos continuos de generosidad, removiendo con frecuencia la «basura democrática», como Sócrates hiciera con la corrupción demagógica de la democracia ateniense.
Pero don Gustavo escribió además, con el mismo rigor sistemático y con idénticos riesgos otros muchos libros y numerosos artículos, reseñas, comentarios, rasguños... (nobleza obliga indicar aquí, porque así nos lo hizo saber el propio don Gustavo, que muchos de estos escritos no hubieran vista la luz sin la colaboración de Gustavo Bueno Sánchez, en acto recíproco de generosidad hacia su padre), y al mismo tiempo pronunció abundantes conferencias, lecciones, disertaciones, discursos... sobre multitud de asuntos, tantos, que bien podríamos decir, sin temor a exagerar, que «nada de la humano y lo divino le fue ajeno a su pluma y a su verbo, convirtiendo en oro filosófico todo lo que tocaba como escritor u orador.
Empezando por lo segundo, son muchas las lecciones orales con las que enriqueció los cursos de Filosofía de Oviedo y de Santo Domingo de la Calzada, por ceñirnos tan solo a dos muestras de Filosofía políticamente implantada, dados los soportes municipales que tienen dichos cursos.
Pues bien, a través de ellas elaboró una verdadera filosofía de la Teleología, de la Finalidad, una Cosmología, una redefinición del Materialismo... una filosofía sobre el Reino del Hombre, sobre los Fundamentalismos, sobre las Artes y las Ciencias, sobre la Estética de Kant... y una filosofía de la Música.
Con el mismo sistema materialista de los tratamientos anteriores, Gustavo Bueno se propuso dar cuenta de la esencia de la Música, y ¡vaya si lo consiguió!
La esencia de la Música no es, a su juicio, el sonido, éste es tan sólo el núcleo, cuyo origen primitivo podría haber estado en los canturreos de los cazadores salvajes en el interior de las cuevas bajo las pinturas rupestres. Núcleo sonoro al que dota Gustavo Bueno de una estructura tridimensional (volumen sonoro): Altura sonora, duración sonora e intensidad sonora (alto, largo y profundo); y en su desarrollo se va constituyendo el cuerpo musical, que resulta de la incorporación, en ese curso procesual, de las diferencias esenciales no sonoras: partituras (música para los ojos), músicos, orquestas, directores, cuerpos de danza... Teatros, Liceos, Auditorios... público (¿totalidad distributiva?).
Pues bien, este conjunto atributivo de las partes del cuerpo musical está sometido a constantes procesos de combinación, recomposición... anamorfosis, en el curso de las cuales pueden desaparecer partes nucleares, como por ejemplo los canturreos de los cazadores prehistóricos.
Además, aplicando a este tratamiento antropológico y gnoseológico de la música su doctrina de los tres géneros de materialidad don Gustavo afirmó, tajantemente, que la música no puede reducirse a las sensaciones sonoras, simples propiedades secundarias, ni a los hercios (propiedades primarias); lo relevante de las composiciones musicales no estarían ni en las apreciaciones segundogenéricas ni en los soportes físicos primogenéricos, sino en los componentes abstractos terciogenéricos que, siendo de índole incorpórea, en ningún caso son inmateriales. Estos tres géneros ontológicos involucrados en la música, aunque disociables, son, por supuesto, inseparables.
Precisamente en la concesión demagógica al deleite de los sentidos: músicas degeneradas, «operaciones triunfo», danzas tribales o sensuales... para halagar al público, en maniobras de verdadero reduccionismo segundogenérico, está la corrupción de la Música.
Concluye sus lecciones sobre la Música invirtiendo la doctrina platónica sobre la conexión entre la democracia y la música: Si para Platón la degradación de la educación y de la música son dos claros síntomas de la corrupción de la democracia ateniense, para Gustavo Bueno la corrupción democrática de nuestro presente liquida la filosofía de la educación y la música.
¡Aquí queríamos venir a parar!
Y entre los innumerables escritos, además de los ya mencionados a propósito de la política, la religión, la ciencia y la cultura, que constituyen todos ellos, sin excepción, el cuerpo filosófico de su sistema, por mucho que sus detractores se empeñen en ver «derivas mundanas» en varias de sus últimas obras, sustantivando acaso alguno de sus escritos nucleares , citaremos tan sólo algunos rótulos: los relativos a la Ontología, la Televisión, la Economía Política, la Ecología, la Causalidad, la Filosofía de la Historia, la Historia filosófica de la Filosofía, el Porvenir de la Filosofía, la Revolución lógica del Darwinismo, la Antropología filosófica, la Etnología, la Filosofía Moral, la Felicidad, la Ética, la Psicología, la Educación, el Deporte, la Filosofía del Derecho, el Colectivismo, las Metodologías de las Ciencias Sociales, la Democracia, el «Pensamiento Alicia», la Corrupción, la Guerra, la Globalización, el Terrorismo, el Fundamentalismo, la Filosofía de «El Quijote» la Filosofía de la Arquitectura... en fin, la filosofía de la Ciudad.
En este punto me detengo por imperativo de una especie de catábasis temática por la siguiente razón: sobre la base de su filosofía de la Ciudad tuvo lugar en Santo Domingo de la Calzada el curso de verano 2009 «Filosofía de la Ciudad en el IX, Centenario de Santo Domingo de la Calzada», organizado por el Ayuntamiento de esta ciudad, la Universidad de la Rioja y la Fundación Gustavo Bueno, institución filosófica, en cuya génesis y estructura ha jugado y juega un papel determinante su Presidente Gustavo Bueno Sánchez.
En el transcurso del mismo, además de las tres lecciones magistrales impartidas por don Gustavo, en las que desarrolló y amplió, hasta tomar cuerpo, el contenido de su escrito nuclear de 1989 «Teoría general de la Ciudad», los asistentes al curso pudimos escuchar otras espléndidas lecciones sobre la importancia histórica y cultural de Santo Domingo de la Calzada, ciudad natal de Gustavo Bueno Martínez.
Pues bien, si ustedes los habitantes de esta excelsa ciudad tienen motivos suficientes para estar orgullosos de ser calceatenses, añadan ahora este acontecimiento biográfico de particular distinción: «son ustedes unos españoles privilegiados por ser conciudadanos y convecinos de este ilustre filósofo Gustavo Bueno Martínez, filósofo irrepetible, por la sencilla razón de que es el filósofo del siglo, como lo fueron en su momento Platón en el siglo IV antes de Cristo, Santo Tomás de Aquino en el siglo XIII, o Hegel en el siglo XIX».
Final
La muerte natural y estoica de don Gustavo coincidió, felizmente, con el nacimiento de la Facultad de Filosofía en la ciudad mexicana de León de Guanajuato, cuyos fundadores han querido que sea bajo el patrocinio del Materialismo Filosófico de Gustavo Bueno.
Se trata pues de una implantación política de su filosofía de mayor alcance que las ya existentes de ámbito municipal, y al mismo tiempo es la realización plena de una de las tesis defendidas por Gustavo Bueno en su obra España frente a Europa: La proyección de España en Hispanoamérica.
Todavía pudo don Gustavo celebrar este acontecimiento filosófico en compañía de aquellos alumnos suyos dispuestos a ejercer como profesores en la Universidad mexicana de Guanajuato. Fue su última lección en la Escuela de Filosofía de Oviedo.
Don Gustavo:
«La muerte no es el final. Todos nosotros sabemos que su Filosofía es inmortal».
Tomás García López
Oviedo, septiembre de 2016.