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El Catoblepas, número 172, junio 2016
  El Catoblepasnúmero 172 • junio 2016 • página 11
Artículos

¿Presenció Santicaten el fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera?

Jeroni Miquel Mas Rigo

El autor analiza las distintas contradicciones del relato del empresario uruguayo.

Introducción

Este artículo tiene un doble objetivo: por una parte, demostrar que el escritor, cineasta y empresario uruguayo Joaquín Martínez Arboleya, que firmaba con el seudónimo de Santicaten, mintió al relatar que presenció el fusilamiento, en Alicante, del fundador de Falange Española, José Antonio Primo de Rivera, y, por la otra, poner de manifiesto las facilidades que dan, en la actualidad, algunas editoriales (que parecen no tener más finalidad que la venta de libros, sin importarles la calidad del producto) para publicar textos que pasan por investigaciones científicas y que no gozan del menor rigor histórico, cuando no bordean el puro plagio.

Algunos datos biográficos de Santicaten

Joaquín Martínez Arboleya nació en Montevideo, el 30 de diciembre de 1900,{1} y desempeñó un papel fundamental en la actividad cinematográfica franquista en América, entre 1937 y 1938, con una misión propagandística por Brasil, Uruguay y Argentina, encargada directamente por los dirigentes del bando sublevado. Según el retrato del profesor E. Díez Puertas, Martínez Arboleya era un:

«fascista de personalidad avasallante, vengativo de sonrisa eterna, generoso con los amigos e implacable con sus muchos enemigos, hombre de éxito lleno de rencores y frustraciones y personaje oscuro por declararse enemigo de la hipocresía y los tapujos y ser, al mismo tiempo, uno de los grandes propagandistas del Cono Sur.»{2}

No se sabe a ciencia cierta cuándo Santicaten llegó a España, aunque se dice que fue a finales de los años veinte.{3} No obstante, en el prólogo su libro, Porque luché contra los rojos, afirma que en la Semana Santa de 1923 se hallaba en Sevilla. Más adelante (pág. 15), escribe: «Año 1931. Llegué a Madrid pocos días después del abandono voluntario del trono por el bienamado señor que yo vi pasar trotando sobre brioso caballo, por la muy sevillana calle de las Sierpes, ocho años atrás.»

Al parecer, en Madrid, cerca de la Gran Vía, montó una empresa dedicada al cine sonoro y pretendía establecer vínculos comerciales cinematográficos entre España e Hispanoamérica. En la mañana del 9 de julio de 1936, se aleja de Madrid por unos días, con la finalidad de establecer contactos comerciales en el Levante. En Valencia se entera del asesinato de Calvo Sotelo y llega a Alicante en las primeras hora del día 17, víspera del golpe de estado de los militares sublevados. En la madrugada del día 18 es detenido por agentes de la Comisaría de Investigación y Vigilancia, como sospechoso de tramar algo contra la seguridad del Estado. El 23 de julio, gracias a las gestiones del vicecónsul de Uruguay, logra la libertad y un permiso de residencia para 90 días. En octubre, le sería prorrogado el permiso por otro período de tres meses. El 11 de diciembre, a bordo del caza torpedero británico Achattes, abandona Alicante y desembarca en Marsella. Desde esta ciudad se traslada al Marruecos español y, el 10 de enero de 1937, se incorpora al partido falangista, alistándose en la Bandera de Marruecos, y participa en la conquista de Málaga. Posteriormente, el Alto Mando le confía«servicios especiales en misiones internas y en el exterior».{4} Estas misiones consistían en encargarse de la propaganda franquista en Sudamérica. Así, en 1937 montó un documental que llamó Alma y nervio de España y que se exhibió en Buenos Aires. También rodó Noticiario Especial para América y Voluntad: la Falange en Argentina.{5}

A fines de 1938, según relato del propio protagonista, abandona España y llega a Buenos Aires, en el mes de noviembre, después de haber obtenido del Gobierno de Burgos la baja total de servicios. Pasarían años antes de que volviera a pisar tierra española.

En 1946, se instaló en Uruguay de forma definitiva con la intención de convertir su país en una potencia cinematográfica. Martínez Arboleya, a partir de ese momento, pasó a convertirse en un magnate de los medios uruguayos, en parte por su matrimonio con María Elvira Salvo, que le permitió participar del Grupo Salvo (que controlaba emisoras de radio), y en 1959 consiguió la concesión del Canal 4 Montecarlo Televisión.{6}

Cuando falleció, a los 83 años, tenía publicados más de 40 libros y había sido, en la década de los 70, el autor uruguayo más leído.{7}

Porque luché contra los rojos

En 1961, Joaquín Martínez Arboleya publica, bajo el seudónimo de Santicaten y en Montevideo, Porque luché contra los rojos. Se trata de un breve libro (a penas 90 páginas) en el que relata sus vivencias en la España republicana, con un marcado subjetivismo y de clara finalidad de propaganda anticomunista. No olvidemos que estamos en plena Guerra Fría.

En la solapa de la cubierta se encuentra esta advertencia: «Este libro debe leerse y juzgarse tal como ha sido escrito: en forma objetiva. No es un relato trivial ni una mención de hechos. Se trata de un alegato en defensa de las formas de vida que deben regir el género humano.» Al final del libro (pág. 89), insiste en el carácter propagandista de la obra: «este libro que es la auténtica expresión de mi creencia sobre el porque se debe luchar contra el virus ponzoñoso que nos amenaza constantemente desde la fría región siberiana.»

El autor relata un hecho, que presenció por casualidad, y que para él fue trascendental: el fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera. Presenciar esa ejecución fue determinante para, en sus palabras, pasar a luchar contra los rojos:

«Allí se produjo mi conversión. Allí sentí por vez primera la necesidad de luchar contra todo lo odioso que me circundaba. Mis 35 años de vida dentro de los conceptos más dispares de todo aquello que me asfixiaba, me dieron la pauta de mi propia inutilidad en el futuro si era ya inevitable que tanta barbarie triunfase. Por vez primera sentía hervir la sangre en una necesidad imperiosa de defensa o de deseo de luchar al menos para no caer inerme al golpe siniestro de la traidora y oprobiosa rebelión de las masas incontrolables, juguetes fáciles de la retorcida y siniestra mentalidad marxista, dosificada, adaptada y practicada a gusto y mesura de los dirigentes comunistas de cualquier país del mundo, fieles servidores de los amos supremos de Rusia. Allí, en aquel juicio popular de un Tribunal del Pueblo, no había aparentemente nadie que no fuera español.

»Hombres calmos y siniestramente conocedores en su calma de lo que estaban haciendo, así como mujeres chillonas y lamentablemente comparables a arpías descocadas y sucias, mataban a un español tan español como todos los que pretendían juzgarlo, por el delito de ser eso: ESPAŅOL.» (pág. 64).

El fragmento que hemos transcrito nos da una idea del talante ultraderechista y maniqueo del converso. Los marxistas españoles asesinan a José Antonio Primo de Rivera, no por su participación activa en el golpe de estado del 18 de julio, sino por ser español; luego, los asesinos solo aparentemente son españoles; en realidad, son siervos de Rusia. En el fondo, el fusilamiento del líder falangista es solo un pretexto para acusar a los marxistas de antinacionales y de agentes de una potencia extranjera. Insistimos en que hay que contextualizar las palabras de Santicaten en la situación de Guerra Fría, que se vivía con especial intensidad en los inicios de los sesenta (la crisis de los misiles en Cuba fue en 1962).

Es curioso que Santicaten, anteriormente, hubiera atribuido a José Antonio unas opiniones similares a las suyas. Según él, el fundador de Falange, en el juicio celebrado ante un Tribunal Popular, había reprochado a los jueces el que dejaran «de ser españoles para servir una causa extraña, una causa que amenazaba convertir España en una continuación de Rusia hundiéndose antes, todos ellos, en el fango de la traición y de la vergüenza.» (pág. 60). Ni que decir tiene que eso es pura invención del autor.

El fusilamiento de José Antonio según Santicaten

Martínez Arboleya, aunque no lo diga expresamente, quiere sugerir al lector que asistió al juicio de José Antonio en Alicante. Así escribe:

«Mañana fría de noviembre. Ya hacía seis días que José Antonio Primo de Rivera, vehemencia en la palabra y en el gesto, realizaba su auto defensa ante un Tribunal del Pueblo. Encarcelado, como se ha indicado anteriormente, casi de inmediato después que el Frente Popular se apoderó del Poder y aherrojado en la antigua Fortaleza de Alicante, convertida en presidio, el Jefe Supremo de la Falange Española y de las J.O.N.S. (Juntas Obreras Nacional Sindicalistas), estaba a un paso del ajusticiamiento.»

Pero es seguro que no asistió al juicio. Es suficiente con señalar que, por una parte, el juicio duró dos días, no seis, y, por la otra, que tuvo lugar en el salón de actos de la prisión provincial, no en la antigua Fortaleza de Alicante (se refiere al Castillo de Santa Bárbara, que desde inicios del mes de agosto se habilitó para la custodia de los muchísimos detenidos que se hacinaban en el Reformatorio y en los vapores Jaime II y Sil).{8} Ni siquiera acierta con el significado de J.O.N.S.: Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista.

Veamos, a continuación, cómo relata Santicaten el fusilamiento de J. A. Primo de Rivera:

«Fue al alba. Al pié [sic] de la Fortaleza formó cuadro la muchedumbre de milicianos, hombres y mujeres, dispuestos a presenciar el espectáculo.

»Cuando quisieron vendarle los ojos, José Antonio, ya inmortal, rechazó el ofrecimiento con gallardo gesto, meneando la cabeza imperativamente y diciendo un ¡NO! Tan fuerte que su voz debió haber quedado colgada en los luceros que pálidamente brillaban aún en el cielo.

»Cara al pelotón, miró con fijeza las bocas de los ocho fusiles que le apuntaban. Su cuerpo se erguía como queriendo zafar sus brazos de los grilletes que aferraban sus manos por la espalda y su grito de ¡ARRIBA ESPAŅA!, se confundió con la descarga de sus verdugos.

»Se quebró su cuerpo, cayendo doblado, empapadas en sangre sus rodillas. La chusma allí reunida gritó obscenidades; ni un grito, ni un ay, en el mártir, en el primer gran mártir de aquella guerra infame.

»La orden de ejecución preveía esa primera etapa de deleite a los triunfadores del momento.

»Allí estaba. EL, José Antonio, sólo con España, su madre, su amante, y amada España a la que quiso salvar. Allí estaban ellos, representantes genuinos del bárbaro poder eslavo que quería dominar el mundo valiéndose de ignorantes y enceguecidas masas que para completar su odio, mataban con crueldad, sin el menor asomo de instintos humanos, vilmente.

»Petrificado, hipnotizado, veía yo hacer, impotente en mi terrible soledad. Fui allí confundido en la masa aceptando el convite de un huésped de mi modesta pensión a quien se le atribuían grandes sospechas de ser soplón. Estaba allí por miedo a hacerme sospechoso de él, a la delación de mis recónditos pensamientos, a la auto traición [sic] de mí mismo que ya empezaba a sentir la necesidad de hacer algo en contra de todo aquello que asfixiaba mis sentimientos, que sin duda eran contrarios, cada día con más violencia, a tanta abyecta forma de entender la vida. Estaba harto, todo en mí se reblaba y, sin embargo, estaba allí petrificado, hipnotizado, medio muerto de miedos quizás.

»José Antonio recibió la descarga en las piernas, no le tiraron ni al corazón ni a la cabeza: lo querían primero en el suelo, revolcándose de dolor. No lo lograron. El héroe cayó en silencio, con los ojos serenamente abiertos. Desde su asombrado dolor, miraba a todos sin lanzar un quejido, pero cuando el miliciano que mandaba el pelotón avanzó lentamente, pistola martillada en mano y encañonándolo en la sien izquierda le ordenó que gritase Viva la República -en cuyo nombre cometía el crimen? recibió por respuesta otro ¡ARRIBA ESPAŅA!

»Volvió entonces a rugir la chusma azuzando a la muerte. Rodeo el miliciano el cuerpo del caído y apoyando el caño de la pistola en la nuca de su indefensa víctima, disparó el tiro de gracias.

»Amanecía.» (págs. 61-63).

El libro, aunque publicado en 1961, como queda dicho, no tuvo la menor repercusión en España. Ése es un dato que, como mínimo, resulta sospechoso. ¿Cómo es posible que la propaganda franquista no se hiciera eco del relato del fusilamiento del líder falangista? Pero todavía resulta más sospechoso que el autor tardase 25 años en publicar dicho relato, sobre todo si tenemos en cuenta que durante la guerra formó parte del aparato propagandístico de los sublevados. Pero lo que resulta ya del todo increíble es que ni siquiera lo comentase a sus amigos falangistas.{9} Díez Puertas no ve claro el relato de Santicaten:

«Teniendo en cuenta que Martínez Arboleya es un consumado propagandista quizás su confesión tan tardía debería ser cuestionada o tal vez consideró más seguro no explicar cómo es que tuvo acceso a la ceremonia del fusilamiento de José Antonio.» (pág. 12).

Este relato nunca fue recogido por un autor serio, franquista o no. Ha tenido que llegar un publicista, que no historiador,{10} que, carente del menor sentido crítico y de respeto hacia sus lectores, convencido de haber descubierto un filón para sus ventas, lo ha reproducido en cuatro, nada menos, de sus obras. Escribe el publicista: «¿Puede alguien asegurar así, con un mínimo de rigor, que Martínez Arboleya no hubiese estado en aquel patio como un espectador más?»{11}

Pues sí, por supuesto, cualquier historiador puede afirmar, con total seguridad, que Martínez Arboleya, no presenció el fusilamiento de J. A. Primo de Rivera. Veamos las inexactitudes del relato de Santicaten:

a) Que José Antonio se negó a que le vendaran los ojos. No hay un solo testimonio que corrobore que quisieran vendarle los ojos.

b) Que miró con fijeza las bocas de los ocho fusiles. El pelotón estuvo formado por seis milicianos anarquistas, cuatro guardias de asalto, un sargento y tres soldados del Quinto Regimiento (comunistas).{12} Si, el jefe del pelotón, el anarquista Guillermo Toscano, llevaba pistola, y otro miliciano, Andrés Gallego, tiró el fúsil por negarse a «matar a machos», tenemos que eran doce, y no ocho, las bocas de fuego del pelotón.{13}

c) Que llevaba grilletes. No hay un solo testimonio que avale esa afirmación. Según declaró Guillermo Toscano,{14} José Antonio no iba esposado y que levantó el brazo derecho al tiempo que gritaba «¡Arriba España!». Es más, momentos antes de la ejecución dio la mano al director de la prisión y a los oficiales de prisión.

d) Que recibió la primera descarga en las piernas. Tampoco existe testimonio alguno que ratifique esa declaración. El publicista, al que antes hemos hecho referencia, aporta, en su última obra (2016), una fotografía con el siguiente comentario: «Detalle de la parte inferior de la pared, frente a la cual fusilaron a José Antonio, donde se distinguen los numerosos impactos de bala que confirman los disparos efectuados a la altura de las piernas (recreación de Carlos Salom a partir del archivo histórico del NO-DO. Número 1143B. Edición del 30 de noviembre de 1964).» Si lo que se aprecia en la fotografía son impactos de bala, hay que señalar que hay más de 60, lo cual implicaría que hubo más de cinco descargas únicamente a las rodillas de Primo de Rivera. Del todo inverosímil.

Curiosamente, Santicaten no menciona que José Antonio fue fusilado con otros cuatro condenados. Es ése un detalle que difícilmente hubiese omitido si realmente hubiese presenciado la ejecución.

Según diversos testimonios, la primera descarga (hubo cuatro o cinco) fue exclusivamente para el líder falangista. Otro de los fusilados, herido de muerte, se fue arrastrando lentamente, mientras los del piquete cargaban de nuevo, junto a José Antonio, hacia la puerta de la enfermería. Allí, tendido ya sobre los dos primeros escalones, lo remataron.{15}

e) Que el miliciano que le dio el tiro de gracia (es decir, Toscano) le ordenó que gritase «¡Viva la República!» es otra aseveración que carece de respaldo alguno. Y es imposible que sea cierta; pues, de ser así, ¿cómo hubiese obtenido Guillermo Toscano, en el juicio que lo condenó a muerte en 1941, el aval favorable de Miguel Primo de Rivera? Eso sin tener en cuenta, ¿qué le importaría a un anarquista que gritase «¡Viva la República!»?

f) Pero el argumento principal, y que no deja lugar a dudas, es que Santicaten afirma que el fundador de Falange fue ejecutado «Al pié [sic] de la Fortaleza». Ya hemos dicho, al hablar del juicio, que José Antonio no estuvo encarcelado ni fue juzgado «en la antigua Fortaleza de Alicante», sino en la Prisión Provincial de Alicante. La ejecución tuvo lugar el 20 de noviembre de 1936, a las 6.40 h, en el patio número cinco de la prisión.

Es imposible que, si hubiese presenciado el fusilamiento,confundiera el Castillo de Santa Bárbara con la Prisión Provincial.

Definitivamente, Joaquín Martínez Arboleya no presenció la ejecución de José Antonio Primo de Rivera. Naturalmente, pudo tener algún tipo de información del acto. Así es cierto, que después de las descargas, el público asistente estalló en algazara. Pero es del todo falso que «allí se produjo mi conversión.» Sin embargo, su inventada narración es presentada, insólitamente, por el publicista como un hecho histórico.

Para finalizar, queremos dejar constancia que sin el bombardeo de la aviación nacional efectuado sobre la capital alicantina, en la madrugada del 5 de noviembre de 1936, el destino de José Antonio pudo haber sido otro.{16}Como declaró Guillermo Toscano ante el fiscal de la Audiencia Territorial, en la Prisión Provincial de Granada, el cinco de Junio de 1941:

«Cree el declarante que de no haberse excitado la población de Alicante, por los bombardeos de aviación, no se hubiera precipitado, como se precipitó, el juicio y la sentencia ante las manifestaciones públicas que acudían al Gobierno y a la Cárcel pidiendo desde la primera vez que fue a Alicante la aviación Nacional, y acaso hubieran sucedido las cosas de otro modo.»

Este párrafo que hemos transcrito, y que se reproduce por primer vez después de setenta y cinco años, no figura en la declaración "oficial" que firmó Toscano, por la sencilla razón de que fue tachado con lápiz rojo, presuntamente, por el fiscal.

Notas

{1} Cf. Emeterio Díez Puertas, «Santicaten en la guerra civil española», Cuadernos Hispanoamericanos, nº 768 (junio 2014), pág 2. Según este autor, a quien seguimos en la confección de esta nota biográfica, «Joaquín Martínez Arboleya tenía una incierta fecha de nacimiento (30 de diciembre de 1898), una imprecisa fecha de defunción (Montevideo, primeros meses de 1984)». En cambio, según la base de datos de autores de Uruguay, el escritor nació el 30 de diciembre de 1900. Ésta es, en nuestra opinión, la fecha correcta, ya que Santicaten, en su libro Porqueluché contra los rojos, manifiesta que en noviembre de 1936 tenía 35 años.

{2} Ibídem, pág. 3.

{3} Ibídem, pág. 12.

{4}Santicaten: Porque luché., pág. 87.

{5} Cf. Emeterio Díez Puertas, «Santicaten en.», págs. 14-15.

{6} Ibídem, págs. 17-18.

{7} «La parte más resaltable de la obra [de Santicaten] está radicada en sus obras de crítica social, que muestran a las claras una lúcida visión de la sociedad uruguaya de entonces y de todos los tiempos.» Cf. Fernando Pintos (2016), «En recuerdo de un escritor conflictivo y un amigo sincero», < http://www.uruguayinforme.com/news/15122006/15122006_pintos_literatura.php > [consulta 05/06/2016].

{8} V. Ramos, La Guerra Civil (1936-1939) en la Provincia de Alicante, (Alicante 1974), tomo 1º, pág. 134

{9} Según cuenta el propio Martínez Arboleya, en 1938 se entrevistó con Pilar Primo de Rivera.

{10} Des de un punto de vista académico, no podemos considerar historiador a un autor que publica libros de temática histórica sin notas a pie de página, y que se sirve del trabajo de otros autores sin tener la decencia de citarlos, como exige la ética profesional.

{11} Claro que para este publicista, Agapito García Atadell, el famoso asesino socialista que comandaba la Brigada del Amanecer, murió en la horca; José Antonio sólo concedió dos palmas de plata (condecoración falangista); Leopoldo Panizo tenía el carné número 7 de la Falange; Andreu Nin, dirigente del POUM, era un anarquista recalcitrante, y,en el capítulo dedicado a García Lorca, confunde al investigador Ian Gibson con el escritor Andrés Trapiello (págs. 15, 131, 138, 189 y 139 de su último libro).

{12} Declaración prestada el 15 de abril de 1939, en Sevilla, por el cenetista José Pantoja Muñoz, que formó parte del pelotón de ejecución, ante el jefe de la Red Provincial de la Policía Militar y delegado provincial del Servicio de Información e Investigación de FET y de las JONS.

{13} Cómo los números no cuadran, el publicista defiende, con fundamento en unas declaraciones de Miguel Primo de Rivera, que hubo dos piquetes: uno, para José Antonio, y otro para los cuatro vecinos de Novelda (Alicante), que fueron ejecutados en el mismo acto. Pero no hay un solo testimonio directo ni indirecto que refrende esa suposición. Sin duda, la confusión del hermano de José Antonio sobre los dos pelotones proviene del hecho que hubo varias descargas.

{14} Declaraciones efectuadas en la Jefatura del S.I.P.M, en Baza, el 13 de abril de 1939, y en la Prisión central de Burgos, los días 5 y 23 de abril de 1941.Según otro miembro del piquete, Francisco José Pereda, José Antonio se persignó, levantó el brazo derecho y gritó «¡Arriba España!».

{15} Testimonio de un oficial de prisiones, recogido por J. M. Martínez Aguirre, «La bala que mató a José Antonio ha sido encontrada en Alicante», El Español (22-I-1944).

{16} «Lo ha fusilado Alicante, después del bombardeo», dejó escrito Manuel Azaña en sus «Apuntes». Véase el capítulo «Verdad y mentira acerca de la muerte de José Antonio Primo de Rivera», incluido en mi libro digital La manipulación del proceso de José Antonio, Cultiva Libros, 2014.

 

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