Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
[Manuel Camacho Solís. 1946-2015]
Sin embargo, es verdad que Maquiavelo ha descubierto algo y no sólo teorizado sobre lo real. ¿Pero cuál era el fin de tal descubrimiento? ¿Un fin moralista o político? Se suele decir que las normas de Maquiavelo para la actividad política «se aplican, mas no se dicen».
Antonio Gramsci.
I
Las consideraciones que siguen se organizan en función del propósito siguiente: se trata de establecer, en un ejercicio preliminar y aproximativo, un cuadro de interpretación que nos permita ponderar el significado teórico y político de los trabajos que Manuel Camacho Solís desarrollara en su época de docencia en El Colegio de México, realizados en orden a la comprensión de las claves, variables, horizontes ideológicos y tendencias entre medio de cuya combinatoria tuvo lugar la compleja dialéctica de configuración política del Estado mexicano moderno, entendido como el que surge como expresión institucional de la Revolución mexicana, y que se mantuvo durante el siglo XX con diversidad de transformaciones en su morfología política, social, económica, cultural e ideológica con una singularidad y estabilidad dignas de caso de estudio.
La convicción que subyace a este trabajo es la de que en aquéllos textos quedó expuesta, tanto en su fundamento doctrinario como en su proyección de largo plazo, la matriz estratégica en la que quedaría dibujada la trayectoria política -y obviamente que personal- de Manuel Camacho, en un grado tan íntimo que es en realidad imposible, tal es nuestra tesis, comprender todo lo que hizo después como funcionario público y como político en su sentido más amplio -es decir, el que combina la dirigencia, la organización, la ideología, la táctica, el conflicto permanente, el combate, el parlamentarismo, la negociación incómoda y la «pequeña política», para decirlo con Gramsci- al margen de lo que en esa obra temprana suya quedó expuesto y desarrollado con una potencia y un rigor intelectuales de primer orden, y escrito con ese nervio y esa pasión estratégica gramsciana tan única, que solo se entiende al leerlo y que es a la vez teórica y práctica, atenazada por el nervio de la revolución y por el dramatismo implícito en el contacto con la trama de la historia la constatación y estudio de la cual nos ha permitido apreciar su estampa, la de Manuel Camacho, como la de un verdadero político intelectual, y de los más importantes que ha habido en mucho tiempo.
Dirigida sobre todo a los estudiantes o a los especialistas de la academia, su obra temprana no ha tenido la difusión debida, o necesaria, o merecida, siendo más bien sus trabajos más tardíos, desarrollados en medio del fragor de la lucha política, partidista, de gabinete o en campaña, los que han gozado de mayor conocimiento público. Dejando de lado su trabajo periodístico, importante también pero cifrado en otra escala, habría que decir que Cambio sin ruptura (Alianza, 1994), La encrucijada. Y después del antiguo régimen, ¿qué? (Océano, 2001), Diálogos nacionales. ¿Es posible un pacto nacional? (UNAM, 2001), Actualidad de Juárez (UNAM, 2004) y El desacuerdo nacional. Orígenes, consecuencias y propuestas de solución (Aguilar, 2006) son sin duda alguna títulos conocidos por una amplia mayoría de la opinión pública y política, o por el ciudadano informado.
Se trata de trabajos en donde la reflexión autobiográfica (La encrucijada, El desacuerdo nacional) se combina con el análisis de coyuntura (Cambio sin ruptura), la propuesta programática o el esfuerzo de coordinación y concertación política e intelectual (Diálogos nacionales, Actualidad de Juárez). Ahí Manuel Camacho se nos presentaba como un político que hizo públicos sus proyectos y programas, interpretados a la doble luz de la historia y la teoría, particularmente de la ciencia política y la economía, con un lenguaje y una tesitura de notable moderación en cuanto a la utilización de categorías y conceptos, con el ánimo de acercarse a los lectores sin la rigurosidad o aridez de las extensas y agotadoras notas al pie de página, o de las demasiadas citas de autores de la ciencia política, o del marxismo o de la economía o de las relaciones internacionales, o de los cuadros explicativos, la utilización de todo lo cual es común en los trabajos de naturaleza académica, y tanto más si se trata, como es el caso, de El Colegio de México.
Todos esos libros son conocidos más o menos. Tan conocidos como su trayectoria pública, que como bien se sabe no estuvo exenta de polémica y conflicto, así como de asensos y caídas drásticas: Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología, Secretaría General del PRI, crisis electoral y postelectoral de 1988, entronización en el poder del régimen dentro del grupo salinista, Jefe del Departamento del Distrito Federal, búsqueda de la candidatura presidencial, Relaciones Exteriores, crisis múltiple del 94 (EZLN, Colosio), Comisionado para el Diálogo y la Reconciliación en Chiapas, salida del PRI, construcción del Partido de Centro Democrático, candidatura presidencial, incorporación al proyecto histórico de Andrés Manuel López Obrador y alineación con el movimiento de la cuarta generación de la izquierda mexicana (la de la revolución democrática{1}), crisis postelectoral de 2006, defensa del petróleo de 2008, Senador de la República por el PRD.
II
Pero se trata de analizar, como tenemos dicho, su obra temprana, y de encontrar las correspondencias con su desempeño posterior. Desde luego que no se trata de decir que estemos ante la implementación puntual de los pasos de un plan preconcebido. Pero sí que estamos ante un esquema de coordinación casi orgánica entre los planteamientos de un núcleo estratégico, dispuesto en tres textos redactados en el tramo final de la década de los setenta del siglo pasado, y el cuerpo de acciones y de decisiones en cuyo ulterior curso quedó configurada la vida política de Manuel Camacho. Esos textos son El poder: Estado o feudos políticos, de 1974, Los nudos históricos del sistema político mexicano, de 1977 y El futuro inmediato (La clase obrera en la historia de México), de 1980. Los dos primeros fueron publicados en la revista del Centro de Estudios Internacionales del Colmex, el último lo fue por el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM y la editorial Siglo XXI.
Son trabajos realizados en un período de exasperación de las contradicciones históricas del sistema político mexicano, y de agotamiento de sus límites ideológicos, en el que la fórmula del populismo tercermundista de Echeverría y del nacionalismo revolucionario tardío de López Portillo se configuraban como opciones estratégicas a las que el régimen acudió, desde el empirismo político, como salida de la crisis social del 68 (con el antecedente inmediato de la del 58), que le reportó la pérdida de la hegemonía ideológica -que estaba pasando a manos de los «feudos políticos»- acompasada con la debacle en la administración de la economía.
Dos años después del tercer libro de Camacho (El futuro inmediato, de 1980), la nacionalización de la banca remataría la crisis orgánica no ya nada más del sistema político sino del Estado mexicano mismo, catalizando las rupturas al interior de la clase dirigente, polarizando aún más a la sociedad y precipitando los procesos de desdoblamientos político-ideológicos (neopanismo, neocardenismo, revolución democrática, neoliberalismo) llamados a configurar el mapa de opciones históricas en el que aún hoy en día se plantea la disputa por la nación.{2}
Es entonces sólo cuando se aprecian globalmente tanto la obra temprana de Manuel Camacho como lo que hizo después, en un esquema mínimamente sistemático de interpretación histórica, como nos resultan esclarecidas esas conexiones, a veces sorprendentes por certeras y anticipatorias, en virtud de las cuales lo que a muchos pareció ambición personal se nos manifiesta como resultancia de un enroque históricamente necesario, o lo que para otros tantos no fue más que ocurrencia, aparece como la jugada calculada desde hacía mucho tiempo. Todo esto, desde luego, tomando en cuenta los márgenes, las contingencias, los imprevistos y los imponderables de la realidad, de la personalidad, de la ambición y de la vida de un hombre como cualquiera de nosotros. Es decir, tomando en cuenta todo lo que la fortuna depara a un hombre político, para ponerlo en los términos de Maquiavelo.
Pero lo que resulta altamente estimulante desde un punto de vista intelectual, en todo caso, es comprobar la amplitud del horizonte de comprensión que en esos textos dibujó Manuel Camacho, ofreciéndonos el mapa histórico de procesos, actores, variables, contradicciones, límites, posibilidades y alternativas de transformación del Estado mexicano y de su sistema político, ejercitando un oficio cartográfico de gran potencia dialéctica la prueba de fuego del cual consiste en poder explicar, porque los comprende, desde las coordenadas propias, los mapas alternativos (y sobre todo los del enemigo). Cuanta mayor sea la capacidad abarcadora del mapa, mayor será la capacidad para explicar la totalidad socio-política y para incorporar también las estrategias y las coordenadas de todas las partes involucradas, incluido el momento crucial de determinación y afirmación de las contradicciones objetivas, es decir, el momento del choque frontal, de la batalla, de la decisión necesaria pero incómoda y preñada de inconvenientes, o de la constatación lúcida aunque desencantada, como cuando, en el prólogo de El futuro inmediato, nos dice Camacho que:
«El objeto mismo de la investigación nos llevó a concentrar el análisis en las luchas políticas que se reflejan en la cúspide del poder y en los procesos que ahí ocurren. El otro aspecto de las luchas sociales, o sea el de las formas específicas de participación obrera o de control obrero ya ha sido tratado con amplitud por otros autores; aunque en casi todos esos estudios queda ausente el análisis de las estructuras de poder y de lo que ocurre en la cúpula de la pirámide política. Esta ausencia frecuente impide explicar cómo al clímax de la espectacularidad de las luchas sobreviene el anticlímax de los resultados que son tan difíciles de prever con el análisis exclusivo de la participación. Quizá por ello prevalezcan tanto las explicaciones ideológicas de esos desenlaces; éstas pueden reforzar las convicciones pero no aclaran las estrategias.» (Manuel Camacho Solís, El futuro inmediato, UNAM/Siglo XXI, 1980, pp. 11 y 12, énfasis añadido.)
Habría que desestimar entonces un supuesto corte, digamos, entre el Manuel Camacho teórico (etapa del Colmex) y el Manuel Camacho práctico (el político), que quedaría más bien re-expuesto en el corte entre su período académico y su período práctico-político, que no es lo mismo. Y esto es así porque su trayectoria estuvo toda ella, de principio a fin, determinada por la conjugación entre teoría y práctica. La teoría política y la reflexión intelectual no fueron externas a su condición de político, eran su centro de gravedad:
«La condición necesaria de la reflexión -nos dice también en El futuro.- es colocarse intelectualmente en la situación concreta de quienes en cada momento histórico han sido partícipes de la dialéctica del poder. Tuvimos cuidado de no imponer prejuicios a la investigación, aunque tampoco nos limitamos a relatar los hechos o a compararlos con la teoría. El escrito intenta alcanzar una síntesis propia en donde intervienen momentos científicos, posiciones políticas y percepciones de la realidad.» (Camacho, Op. cit., p.11)
III
¿En qué consiste entonces ese núcleo a la vez teórico, político y estratégico dibujado por Manuel Camacho en aquéllos textos? Consiste en la comprensión de la anatomía del Estado en general, y desde luego que la del mexicano en particular. Es un ejercicio dispuesto en la escala de la historia, desde la que se endereza la figura del Estado como su sistema fundamental y como la arquitectura maestra de contención de las contradicciones decisivas entre medio de las que se configuran las formas institucionalizadas de la sociedad, y en cuya colisión se iluminan las grandes ideas constitutivas de sus alternativas ideológicas.
Es una comprensión, por tanto, estratégica, vista desde la perspectiva del gobernante (ex parte principis) y de quien quiere y sabe que va a llegar a posiciones de mando, de gobierno y de decisión. No es nada más el reposado análisis del historiador, tan necesario por otro lado; es el análisis del político historiador y del estratega, proyectado en el largo plazo y en función de la eutaxia (buen orden) del Estado, cruzada con la dialéctica y el poder político como variables fundamentales en un bastidor en donde él mismo está observándose en acción.
«El libro intenta ofrecer elementos útiles a la definición de los contenidos estratégicos, tanto del sistema político como de las organizaciones de trabajadores -nos dice nuevamente en El futuro inmediato-. Aun cuando en algunas coyunturas históricas estos contenidos condujeran a posiciones y proyectos diferentes, estamos convencidos de que México carecería de futuro si no lográramos fortalecer a la sociedad, incluso en sus propias contradicciones. El mismo Estado, si ha de fortalecer su autonomía, requiere de la existencia de una estructura social y de una sociedad política participantes, racionales y congruentes.» (Ibíd., p. 12)
Manuel Camacho se movió en una perspectiva de realismo político, en la línea de Maquiavelo, Gramsci, Mosca o Max Weber, y en nuestra tradición en la de Molina Enríquez. La política,{3} para el realista, consiste sobre todo en el ejercicio del poder -que supone siempre un conflicto- instrumentalizado por un grupo social determinado en orden al mantenimiento de una forma igualmente determinada de Estado, ésta o aquélla, pero dispuesta siempre como arquitectura maestra, omnicomprensiva y omniabarcadora de la totalidad de la dinámica social, lo que lo acerca a una postura de factura hegeliana.
«El Estado en su sentido amplio sería: el «orden» de clases y fuerzas sociales contrarias que busca reproducir en un momento histórico una clase o grupo en el poder por medio de la clase política y las instituciones políticas (gubernamentales y no gubernamentales) de coerción, administración social y dirección.» (Manuel Camacho, «Los nudos históricos del sistema político mexicano», Foro Internacional, núm. 60, abril-junio, 1977, p. 614).
El momento de verdad de la política aparece entonces cuando la decisión gravita en torno de la disyuntiva de ejercer o no, en una coyuntura determinada, la fuerza. El político verdadero es aquél que sabe cuándo se tiene que ejercer la fuerza, cuándo hay que tomar una decisión incómoda, cuándo hay que tomar las armas, cuándo hay que ir a la guerra. Es por eso que la política es una tarea solemne.
Pero la acción política es también cálculo dialéctico y abstracción esquemática, porque el poder se reconstruye en cada momento y en cada momento se puede debilitar. No es nada más el resultado determinado o «sobredeterminado», estático, de la realidad económica, que es lo que alejó a Camacho, como a tantos otros, de los reduccionismos economicistas del marxismo vulgar, encontrando las respuestas de algo así como una ontología de la política, precisamente, en Antonio Gramsci. La acción política es también acción histórica (momento historiográfico), incardinada en un sistema de cálculos políticos (de correlación de fuerzas, categoría de análisis tan cara a Camacho Solís) y de cruce de tendencias organizado en función de la necesidad de configurar un orden, y una forma, que duren en el tiempo.
Ese es el criterio central en todo el pensamiento de Manuel Camacho Solís: la consolidación del Estado nacional para que perdure históricamente como plataforma de conducción del desarrollo social, del crecimiento económico y de la estabilidad política, bien sea en función de los problemas que encara su régimen y la clase política según las alternativas de acción ofrecidas, por un lado, por el empirismo político, y por las de la planeación social por el otro, que es lo que analiza en El poder: Estado o feudos políticos en el contexto de las dos principales crisis de posguerra: 1958 y 1968(Foro Internacional, Vol. 14, núm. 3, Colmex, enero-marzo, 1974), bien sea en función del análisis de la eficacia del sistema político mexicano y de las alternativas estratégicas, también, que durante la década de los setenta estaban abriéndose camino nacional y regionalmente, que es lo que analiza en Los nudos históricos del sistema político mexicano (Foro Internacional, Vol. 17, núm. 4, Colmex, abril-junio, 1977). A todo momento analítico debía seguir siempre el momento programático, el plan de acción, el esbozo de las alternativas, la ruta crítica, la enumeración de las opciones históricas.
En el caso del primero (El poder), Camacho conjuga el enfoque teórico de las clases gobernantes (Maquiavelo, Montesquieu, Mosca, Michels, Mills, Gramsci) con el enfoque estratégico (Maquiavelo, Clausewitz, Joimini, Moltke, Mao) para analizar el problema de configuración de una opción de poder estatal viable en el contexto de las dos crisis que marcaron los años que van de la década de los cincuenta (represión a los ferrocarrileros del 58) a la de los sesenta (octubre del 68) del siglo pasado, que redundaron en un debilitamiento del Estado por vía de la pérdida de su hegemonía social e ideológica y que estaba trasvasándose hacia lo que él denominó «feudos», entendidos como poderes exteriores al Estado que cumplen funciones de mantenimiento del orden social pero que a la vez obstaculizan la consolidación del Estado nacional.
Se trata de los feudos obreros, los feudos financieros, los feudos regionales o locales, o los feudos de los medios de comunicación, que son en realidad expresiones de la diversidad económica e ideológica constitutiva de la sociedad en general, agrupados bien sea en términos gremiales, profesionales, productivos o económicos, y cuya visión parcializada impide la comprensión de la dialéctica global del funcionamiento del Estado en su conjunto, que es la perspectiva -digámoslo una vez más- en la que estaba parado Manuel Camacho Solís.
En el caso del segundo (Los nudos históricos del sistema político mexicano), lo que hizo fue poner en contacto, en una interesantísima y densamente desarrollada matriz analítica, los enfoques de la ciencia política comparada (Dahl, Rustow, Huntington, Easton, Linz, O»Donnell) con los del materialismo histórico de tradición italiana (preponderantemente Gramsci, pero también Cerroni y Colletti, además de Sartre, Lefebre y Max Weber) y los estudios sociológicos e históricos de sus colegas mexicanos en el Colmex o la UNAM (Cosío Villegas, Segovia, González Casanova, Solís, Medina, Reyna) para presentar un penetrante ejercicio de disección del sistema político mexicano, que evidenciaba ya rasgos de debilitamiento tanto ideológico como de gestión económica, no se diga política, a fin de visualizar las alternativas inmanentes al sistema político luego del agotamiento tanto del desarrollo estabilizador (que fue la respuesta del régimen a la crisis del 58) como del populismo tercermundista (que fue la respuesta del régimen a la crisis del 68).
La participación política, el crecimiento económico y la modernización de la sociedad se introducen como variables en el juego de organización del Estado y la sociedad mexicanos, ante cuya marcha el sistema político posrevolucionario estaba mostrándose incapaz de mantener el control de la dirección histórica ante la cual incapacidad solo le quedaba, para subsistir, el expediente de la dominación y la coerción (1968, 1971).
El término de «nudo» lo utilizó Camacho en su sentido orográfico -como punto de unión entre dos sistemas montañosos- a fin de evaluar si el sistema en cuestión se encontraba ya en sus límites históricos -que era su convicción de partida- y para, correspondientemente, establecer cuáles eran, en esos momentos, sus posibilidades de transformación y avance.
Entre el modelo liberal, el tecnocrático y el populista de desarrollo político, analiza luego Camacho, en el cruce de matrices y criterios, las cuatro alternativas de organización estatal que a su juicio tenía México en esos momentos frente a sí: la alternativa burocrático-tecnocrático-militar, la alternativa de la revolución socialista, la del nacionalismo autoritario y la de la democracia representativa.
Sus análisis incorporan tal cantidad de variables, de planos y de enfoques, que el resultado termina alcanzando una muy contundente capacidad de comprensión global, en donde todas las alternativas, con un ánimo exhaustivo, están contempladas cual si se tratara, como tenemos dicho, de un gran mapamundi político-estratégico.
El futuro inmediato, de 1980, forma parte del proyecto de investigación sobre La clase obrera en la historia de México que para el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM coordinara don Pablo González Casanova, reuniendo una nómina de 27 especialistas abocados al desglose del proceso largo de organización de la clase obrera nacional, desde los tiempos del virreinato hasta más o menos el fin de la década de los setenta del siglo XX.
Como quedó ya adelantado en las citas que de este libro hemos insertado más arriba, Manuel Camacho se dedicó a estudiar, con la misma perspectiva estratégica, es decir, ex parte principis, la dinámica de funcionamiento del poder del sistema político tanto desde el lado de la clase gobernante como desde el lado de la burocracia sindical, atendiendo entonces a la dialéctica de poder y control político en función de las relaciones del régimen mexicano con los trabajadores organizados a lo largo del siglo XX. Central para el análisis fue entonces el recorrido de la historia del movimiento obrero en su relación con los grupos que se disputaban el poder desde la revolución constitucionalista (fundamentalmente Carranza y Obregón) hasta la CTM de Fidel Velázquez y el Congreso del Trabajo, verdaderos centros de gravedad y de articulación de los trabajadores nacionales y piezas clave dentro del sistema político del Estado mexicano moderno.
En todos los casos, en todas las alternativas analizadas, en todos estos trabajos están presentes tres componentes que son fundamentales, imprescindibles para entender a Manuel Camacho Solís: el Estado, la estrategia (o el pensamiento estratégico) y el poder político como necesidad ontológica. Su realismo es inequívoco, y su claridad era total por cuanto a lo que estaba haciendo y por cuanto a la consciencia de lo que implicaba la acción política y la lucha por el poder del Estado, acercándolo milimétricamente a ese genio que fue Andrés Molina Enríquez, padre, a mi juicio, de la verdadera tradición del análisis político mexicano:
«Los cambios en el equilibrio de poder, que una orientación consciente del desarrollo de la sociedad ocasiona, exigen de mayor poder para evitar que los riesgos creados o existentes echen por tierra el proyecto social y lleven a la derrota de la dirección política que trata de iniciarlo. Es por esto que, para que un proyecto social sea viable a partir de un poder establecido, resulta indispensable -por lo menos- aumentar dicho poder.
Si resulta imposible gobernar sin poder, llevar a la práctica un proyecto social sin que exista el poder es el extremo de la ilusión política. Los «profetas desarmados», los estados débiles y los pueblos sin organización siempre han perdido frente a sus adversarios políticos. Las excepciones a esa regla de eficacia política (Gandhi) son casos en que si bien no se utilizó la fuerza política o político-militar de manera directa, de hecho sí se amenazó a los adversarios con la posibilidad de ejercerla.
Una vez constituido el poder, no usarlo y no aplicarlo en renglones sustantivos -y en contra de los poderes en oposición- es el extremo de la ceguera política. Los dirigentes sin objetivos claros, las naciones sin perspectiva y los pueblos sin programa jamás han logrado trascender su momento histórico. La trascendencia, en política, sólo se puede lograr liberando las energías creativas de la sociedad. Si no del conjunto de la sociedad, sí, al menos, de áreas sustantivas de la misma.» (El poder: Estado o feudos políticos, pp. 336 y 337)
Concluimos. En esta obra temprana, que hemos comentado apenas aproximativamente con el ánimo de recuperar tan sólo planteamientos y postulados de gran penetración analítica, y sin los cuales -según hemos querido afirmar- no se puede comprender lo que hizo Manuel Camacho con su vida política; en esta obra tempana, decimos, lo que se lee no es el trabajo de un académico investigando nada más, o preparando un «paper» para hacer puntos en el SNI; tampoco leemos a un erudito o un especialista redactando recomendaciones desde alguna comisión o instituto ad hoc. Lo que leemos en estos textos es a un político intelectual diseñando la estrategia, y preparándose conscientemente para la acción. Un político intelectual como hace mucho que no hay en México, porque o hay intelectuales o pseudo-intelectuales -y a ninguna de las dos clases soporto yo-, o hay políticos sin ideas o con ideas cortas, pero no políticos intelectuales, que era el modelo, precisamente, de Antonio Gramsci, que por sus ideas, por sus teorías y por su acción, murió en la cárcel.
IV
En una entrevista que le realicé hace varios años{4}, me contó Manuel Camacho una anécdota personal de sus tiempos de estudiante en la Universidad de Princeton. Resulta ser que, en conversación con un compañero norteamericano, le preguntó Camacho por el país y la época en la que, de haberle sido posible, le hubiera gustado haber vivido. La respuesta que el amigo le dio fue esta: «en México en los años 30. Era un país, le explicó, con una cultura poderosísima, con unos líderes políticos respetables, con una idea de justicia, con ambición nacional, que además sabían hacer frente a la gran depresión con enorme habilidad. En ese país me gustaría haber vivido.» Sabemos todos que se trata de la época del General Cárdenas, con todo lo que ello implica.
Cuando me contó este recuerdo, se le iluminó el rostro a Manuel Camacho, evidenciando un muy denso, trabajado y consciente orgullo histórico. Ahora que he vuelto a esos textos de su obra temprana lo comprendo aún mejor. He escrito estas líneas en su memoria, a un año de su muerte y con el ánimo de mantener ese orgullo, y esa iluminación, encendidos.
Villahermosa, Tabasco.
Mayo 11, 2016.
Notas
{1} Ismael Carvallo Robledo, «Las generaciones de izquierda en México. Historia, ideología y razón política», El Catoblepas. Revista crítica del presente, no. 122, abril, 2012.
{2} Ver Ismael Carvallo Robledo, «Disputa por la nación», sobre el libro de Rolando Cordera y Carlos Tello La disputa por la nación, reeditado por Siglo XXI, México, en 2010, El Catoblepas. Revista crítica del presente, no. 116, octubre, 2011.
{3} Ismael Carvallo Robledo, «¿Qué es la política?», La clandestina virtud, enero 15, 2016, .
{4} Ismael Carvallo Robledo, «Evocación de Manuel Camacho Solís», El Catoblepas. Revista crítica del presente, número 160, junio, 2015.