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El Catoblepas, número 172, junio 2016
  El Catoblepasnúmero 172 • junio 2016 • página 1
Artículos

La sutileza de José Luis Pozo Fajarnés en su análisis de las tres encíclicas de Benedicto XVI

Tomás García López

Comentarios al artículo publicado en el número 170 de El Catoblepas

Tomás García, en el turno de preguntas de la intervención de Jose Luis Pozo Fajarnés en los XXI Encuentros de Filosofía en Oviedo (2016)

Acabo de leer el «sutilísimo» artículo de José Luis Pozo Fajarnés: «La sutil crítica de Benedicto XVI a las democracias y a las culturas», cuya exposición oral en los XXI Encuentros de Filosofía de Oviedo de 2016 llevaba como subtítulo: «O por qué Benedicto XVI apaga la televisión cada vez que sale Francisco», y me siento obligado («nobleza obliga») a manifestar mi admiración ante esta nueva entrega de un producto, sacado de este filón de oro que ha encontrado Fajarnés en el análisis de las encíclicas papales, hecho desde el Materialismo Filosófico, empresa «filosófico-minera» en la que, de alguna manera, me hallo gustosamente inmerso. Recuérdese que en la primera de estas entregas se ocupó de sacar a la superficie la beligerante destrucción de los «modernistas» efectuada por San Pío X en su Carta Encíclica Pascendi Domini Gregis.

También Lino Camprubí ha bajado a esta «mina», con ocasión del XII Curso de Verano de Santo Domingo de la Calzada del año 2015 «Hombre y Cosmos», y aunque desde otro enfoque pero con los mismos instrumentos prospectivos y extractivos del Materialismo Filosófico, entró en estos estratos eclesiásticos, descubriendo que el Papa Francisco en su Lettera Enciclica sulla cura della casa comune Laudato si, contribuye, poderosamente, a la «invención del medio ambiente global», (que así se tituló su espléndida lección), en la «línea blanda» o «indefinida» de la Iglesia Católica: ecologismo integral, pacifismo mundial, dialogismo global, indigenismo, fundamentalismo multicultural, reformismo litúrgico, armonismo religioso…, en suma, la línea teológicamente extravagante y filosóficamente divagante contra la que se alzaron Pío X de forma contundente, y más sutilmente Benedicto XVI, (los papas de los que se ocupa J. L. P. Fajarnés), en nombre de la Teología dogmática y de la Filosofía escolástica de Santo Tomás de Aquino.

Pues bien, de entre las muchas virtualidades que aprecio en este segundo escrito de Fajarnés son dignas de ser mencionadas, a mi juicio, las siguientes cuestiones:

I. Del análisis de la encíclica Deus Caritas est, destaco:

a) La tesis del reduccionismo que Lutero hace de la Teología de la Caridad y la Gracia, y consecuentemente de la Filosofía escolástica que lleva incorporada, a una vulgar Psicología del amor, tesis a la que llega después de realizar un agudo análisis lingüístico de los términos de la discordia protestante, que van desde los conceptos griegos (eros, agapé, epileumena, filia), latinos (charitas, charis, diligere, dilectio), alemanes (liebe, nächsten liebe) y, naturalmente, españoles (caridad, amor divino, gracia santificante, amor fraterno, solidaridad, igualdad), en sentido recto, a los vocablos correspondiente del inglés y del francés en sentido oblicuo.

b) También es digna de resaltar la deficiencia que J. L. P. Fajarnés descubre al contrastar el uso que Benedicto XVI hace del término «descender», en su encíclica Deus Caritas est, con el «anabaino» platónico del mito de la caverna, y el «altruismo» de los cazadores cooperativos del «animal divino» de Gustavo Bueno, libro éste que el papa no ha tenido, o no ha podido tener en cuenta, aunque conozca, de primera mano, el artículo «Dios la razón» del mencionado filósofo español.

II. En cuanto a su análisis de la encíclica Spe salvi, remarco lo siguiente:

a) El descubrimiento del pluralismo de Benedicto XVI frente al sustancialismo de Lutero, que entiende la idea de hipostasis en sentido subjetivo y la idea de prueba (elencos) como convicción subjetiva. Y, además, J. L. P. Fajarnés añade que este sustancialismo subjetivista ha contaminado a los católicos alemanes en general, y a sus obispos en particular, ya que son apreciables, al respecto, síndromes de Estocolmo, nunca mejor dicho, en los escritos pastorales de los ministros teutones de la Iglesia Católica.

b) Subrayo, también, su interpretación de la incorporación que Benedicto XVI hace de la idea baconiana de progreso, para anular su eficacia, desde la tesis materialista de la inversión teológica, o su consideración de la mirada papal a la filosofía kantiana, viendo él un subjetivismo de la fe (fe racional = fe del individuo) en el pietismo de Kant, que Benedicto XVI rechaza en nombre de la racionalidad divina y que le lleva a defender, sin ambages, la ciudad de Dios de san Agustín frete a la nematología de los «Estados democráticos».

III. Respecto a su análisis de la tercera de las encíclicas de Benedicto XVI, Caritas in veritate, señalo el acierto de Fajarnés al explicar la tesis de este papa sobre la cohesión de la Iglesia Católica, fundada en la fuerza de la Gracia que le confiere unidad e identidad, frente a la diversidad cultural de las naciones políticas, movidas, necesariamente, por sus intereses nacionales, en términos de fuerza centrípeta (la Humanidad unida por la fuerza de la Gracia) y fuerzas centrífugas (las culturas, las naciones), haciendo entrar en juego la doctrina de los Derechos Humanos, que siendo una derivada del Principio antrópico cristiano, netamente sobre-naturalista en virtud de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, frente al Principio antrópico pagano, de índole naturalista y basado en la simple homomensura, se habría corrompido en función de una especie de alienación que lo separó de su nexo originario sobrenatural , incorporando elementos propios del principio antrópico naturalista, con el fin de que la doctrina actual de los Derechos Humanos pudiera servir de nematología ideológica para las democracias modernas homologadas («homomensuradas»).

Fajarnés llega a esta conclusión tras ejercitar, magistralmente, una sagaz symploké entre las ideas de Verdad, Caridad, Gracia (Charis), Amor, Solidaridad, Amistad y Paz con el auxilio de la doctrinas de las «estructuras metafinitas» y del «mito de la Cultura» de Gustavo Bueno.

IV. Por último, en su escrito reluce más que el sol la calificación de «papa clarificador», que Fajarnés le otorga a Benedicto XVI, por poner aquellos términos bíblicos y teológico-filosóficos, desquiciados por los cristianos reformados, en su sitio, «cribando las ecualizaciones» gratuitas y los oscuros «emborronamientos» de los protestantes, según sus propias palabras.

Pero este noble reconocimiento no le impide a J. L. P. Fajarnés mostrar las deficiencias filosóficas de Benedicto XVI, derivadas, naturalmente, del espiritualismo que ejercita y representa y que él puede apreciar, etic, desde la atalaya del Materialismo Filosófico a lo largo y ancho de su recorrido por las tres encíclicas de Benedicto XVI.

Final

Por mi parte, tan sólo me queda añadir a estas cuatro consideraciones que este trabajo de José Luis Pozo Fajarnés habrá que tenerlo muy en cuenta a la hora de abordar cualquier tratamiento sobre el «mito de la Gracia».

Tomás García López
Oviedo, mayo de 2016

 

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