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El Catoblepas, número 156, febrero 2015
  El Catoblepasnúmero 156 • febrero 2015 • página 5
Voz judía también hay

Después de Nisman

Gustavo D. Perednik

Editorial Planeta acaba de republicar el libro del autor sobre el Fiscal Nisman recientemente asesinado.

Gustavo D. PerednikGustavo D. Perednik

Hace algo más de una década conocí al Fiscal Alberto Nisman (1963-2015); me contactó después de leer mi artículo en El Catoblepas que aplaudía los frutos de su investigación. Nos encontramos al otro día, y forjamos una querida amistad de la que también derivó mi crónica novelada sobre su vida: Matar sin que se note.

Al momento de conocernos, su ciclópea pesquisa había revelado la culpabilidad del régimen iraní en el atentado contra la comunidad judía de Buenos Aires en 1994, el peor de la historia sudamericana.

Perednik y Nisman

La subsecuente labor del Fiscal Nisman no fue menos reveladora, y merecerá estudio en los manuales de historia. Debió remar contra una corriente de ocultamiento y de perfidia, de incredulidad y de componendas, y siempre priorizó la verdad de los hechos por sobre las elucubraciones hipotéticas: «Te dejo a vos la filosofía y las teorizaciones, Gustavo. A mí me interesan sólo las pruebas».

Alberto se disponía a presentar ante el Congreso argentino, el 19 de enero, los frutos de la tercera etapa de su investigación, la culminación de un trabajo que es ejemplar para los Estados de derecho. En la víspera, lo balearon.

La primera etapa de su esmero había producido el dictamen del 25 de octubre de 2006 que demuestra que Irán es un Estado terrorista; la segunda, el dictamen del 29 de mayo de 2013 que revela cómo los ayatolás lideran una red de terror internacional que ha declarado la guerra a las indefensas sociedades libres. Casi al final de mi libro lo planteo en términos más dramáticos: «la tercera guerra mundial estalló en Buenos Aires».

Hasta aquí, el Estado argentino emerge, en el mejor de los casos, como negligente; en el peor, como encubridor. El fallecido presidente Néstor Kirchner denominó el manejo del Caso AMIA «una desgracia nacional».

La tercera es la derrota

Finalmente, en la tercera etapa, el cuadro desolador se había agigantado. Ya no se trata de la indolencia e ineficiencia estatales, sino de la complicidad de las más altas esferas con un magnicidio. Una tragedia que difícilmente pueda encontrarse en los anales de las democracias.

Ante la enormidad de las sospechas, agravadas por la torpe reacción presidencial ante el asesinato, Argentina se sumió en el estupor. A tal punto, que también en el resto del mundo la muerte del Fiscal Nisman ocupa los titulares de los medios.

Es cierto: no es la primera vez que los argentinos son presa de una ola de pesimismo abarcador. La padecieron en diciembre de 2001, cuando una demoledora crisis financiera hundió a la clase media e hizo caer al gobierno. Pero la actual desazón es diferente. No es de índole económica sino más bien jurídica; ha socavado la confianza de la gente en la ley y la justicia.

Un aspecto especialmente doloroso es que fue abatido un hombre íntegro, que luchaba por la justicia y la verdad a toda costa, sin medir sus propios riesgos. Y las bandas del odio, que siguen encaramadas en el poder, parecen haber salido con la suya, como en una especie de embrión de la Venezuela que se despeñó a la anomia y la corrupción generalizadas.

La incriminación de 289 páginas que Nisman no llegó a presentar y justificar muestra que, con el objeto de blanquear a los terroristas y recuperar a Irán como cliente, la presidenta argentina y su ministro de exteriores, además de escupir sobre la memoria de las víctimas, vendieron la Justicia de su país a los perpetradores, y entregaron al propio Nisman.

El móvil del gobierno no se reduce a los intereses comerciales («trigo por petróleo») sino que sufre el agravante de una visión anacrónica y suicida simplificable bajo el mote de chavismo. Para el mundo de Hugo Chávez, el enemigo es siempre «el imperialismo", y los aliados naturales en la lucha son los regímenes de Siria, Cuba e Irán con los que se avanza hacia el progreso.

Nisman no solía utilizar esos términos, porque no se dejaba arrastrar a ideologizaciones. Sus impecables presentaciones se sostenían privativamente en la verdad de los datos, las pruebas, y la investigación profesional.

En la batalla que acaba de librarse en Buenos Aires ganaron las fuerzas del mal. La víctima directa fue un hombre joven, tenaz e idealista, que creía profundamente en la Justicia y en su propia misión; que estaba convencido de que vencería al terrorismo por vía legal.

Lo voltearon las violentas hordas chavistas aún combativas en Sudamérica que, con poder entre sus manos y carentes de todo escrúpulo, arremeten serviles al régimen medieval de los ayatolás en aras de «la revolución».

El gobierno argentino no trepidó siquiera en establecer contacto indirecto con Mohsen Rabbani, el cabecilla del atentado de 1994, para rubricar así el abandono del reclamo argentino de justicia. Se desviaba de este modo la investigación y se maculaba la Causa AMIA (la tachaban de «paralizada»).

La Justicia argentina, que había sido elevada por Nisman a un reconocimiento internacional, se hunde con su asesinato en el bochorno.

El testimonio más visible del vil acercamiento entre los victimarios y quienes tenían la obligación de representar a las víctimas, fue el memorracho, o Memorando de Entendimiento argentino-iraní, firmado hace dos años en Etiopía. El primero de sus nueve artículos anuncia la creación de una «Comisión de la Verdad» que asociaba a los terroristas con sus víctimas para investigar en conjunto el atentado. El tercer artículo compromete a Argentina a entregar a los iraníes todo el material de la ardua investigación que los incriminaba. El último artículo pide resolver «la controversia» por medio de la consulta mutua. La víctima transformaba su demanda judicial en una «controversia» que sería resuelta amistosamente por «las partes».

Dos años antes aún, se había llevado a cabo la reunión preparatoria en la ciudad siria de Alepo, en un encuentro entonces secreto entre los cancilleres de Irán y de Argentina. Se acordó la impunidad, se puso en marcha una pista falsa, y se estableció el mentado fantoche de «Comisión de la Verdad».

Gracias a Nisman, hoy sabemos que la perversa Comisión no tenía como función investigar sino desparramar hipótesis falsas y desacreditar la causa judicial argentina, incluido el trabajo cabal del fiscal tardíamente célebre.

El trabajo de Nisman a cargo de la Unidad Fiscal ad hoc que contaba con varias decenas de profesionales de excelencia, había desbaratado el ardid más oprobioso que registre la historia argentina. Después de tanto escepticismo y malestar con la Justicia, soplaba una brisa de alivio que daría frutos a las próximas generaciones de argentinos. La brisa devino en tsunami, y la causa AMIA fue enterrada con su heroico defensor.

Para peor, en el actual contexto internacional de sumisión al mal, no hay suficientes voces con fuerza que clamen por la defensa de los derechos humanos y la modernidad frente a la agresión totalitaria.

Agresión totalitaria

 

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