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El Catoblepas, número 153, noviembre 2014
  El Catoblepasnúmero 153 • noviembre 2014 • página 7
La Buhardilla

Barack Obama, empatía y memoria histórica

Fernando Rodríguez Genovés

Desde la llegada al poder de Barack Hussein Obama, la Administración norteamericana que preside está empeñada en cambiar el propio país. Para tal propósito, la apelación a la empatía constituye una efectiva arma de destrucción masiva de identidad y de crecimiento de alienaciones.

Obama

«No la toques ya más, que así es la rosa...»
Juan Ramón Jiménez

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A la empatía, constructo ideológico (ilusorio) concebido con un propósito inequívocamente promocional de credos alteristas{1} —simplificado en el postulado idealizador y falsario de ponerse en el lugar del otro (alter)—, más tarde o más temprano, le llega el momento de entrar en política, sea por la puerta grande o la pequeña. Son muchos los atractivos y señuelos que contiene este imaginario ilusionante para atrapar a una opinión pública, a un público y a un electorado, receptivos y propicios, previamente sensibilizados y macerados por las narcóticas ensoñaciones de la corrección política, el pensamiento único, la cursileríay el sentimentalismo sin fronteras.

Henos ante una proposición netamente «buenista»: rebosa buenas intenciones por babor y estribor, y aspira a erigirse en principio totalizador incontestable en la ética y las «ciencias humanas», de manera que quien se atreva a cuestionar, aun suavemente, las pretendidas bondades inherentes a la empatía, queda situado inmediatamente en el pelotón de los insensibles y los despiadados, de los egoístas e inmorales, y de ahí directamente al paredón de fusilamiento cívico-social. Caza blanca, caza negra, lo importante en la pose empática es que atrape individualistas, materialistas y antipáticos… Además de quedar bien, como alguien estupendo.

La empatía rezuma, por todos los poros de su epidermis doctrinal, delirio socializante e igualitarismo moral. La sola apelación a tal ilusión convoca la asamblea de sujetos en un totus tuus (los individuos serían así intercambiables y transferibles entre sí), un cónclave o aquelarre que, de materializarse, acabaría componiendo un mapa social indiferenciado y manipulable, de totum revolutum, fácilmente maleado por la ingeniería social.

Para sus apologistas, empatizar los unos con los otros supone «empatarlos» (épater le bourgois), esto es, buscar el empate como resultado del trato entre individuos (una variación conceptual e ideológica del consenso, de la paridad, de la redistribución, etc.), o el «hacer tablas», es decir, que no haya quien gane ni pierda (ni vencedores ni vencidos) en la partida de la vida, en la que, en vez de las partes y la singularidad, dominen el todo y la uniformidad. Todo esto en teoría, claro está. Pues esta es la ilusión labrada por el alterismo empatizador y deslocalizador, para el cual uno debe abdicar, por propia voluntad, de la legítima propiedad a fin de que los otros okupen su lugar (que no sería propiamente suyo, sino del otro, del expropiado: o sea, un lío…), redistribuyendo así los espacios y roles. Y si no, la cosa se cambia por «voluntad general».

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De entre los dirigentes políticos (no digo «líderes») a escala mundial, Barack Obama, a día de hoy todavía Presidente de los Estados Unidos de América, es quien de manera más explícita ha enarbolado la bandera de la empatía como arma política y partidista. Así lo ha hecho saber en muchas de sus intervenciones públicas y así está expuesto en su libro de memorias políticas, La audacia de la esperanza. El ascenso que protagonizó en el año 2009 a la cima de poder en Washington estuvo revestido desde el primer momento de un mensaje regeneracionista, casi diríase mesiánico. Tanto durante la campaña electoral como en sus acciones presidenciales mismas ha dejado claro que su programa político es tan neto como ambicioso: cambiar América, ¿En qué dirección? Hacia el este, naturalmente. Tomando Europa (la «Vieja Europa») como modelo social, político y económico de referencia. Un brusco viraje que a bastantes votantes del presidente demócrata, probablemente, habrá complacido (cada vez menos, según las últimas estadísticas), así como a un gran número de europeos (de eso estoy seguro), aunque no a todos (de esto último no estoy menos seguro).

Obama hope

Veamos dos muestras de este plan transformador de América, directamente relacionadas con el tema de la empatía.

a) El primero tiene que ver con la demolición de uno de los pilares fundamentales de las sociedades abiertas, y que ha sido, hasta la fecha, garantía de calidad de la democracia estadounidense, a saber: la independencia del poder judicial respecto al poder político y las cámaras legislativas. Refiero, por tanto, un elemento idiosincrásico y crucial de la vida americana seriamente revolucionado y alterado por la Administración Obama. En un acto público (17 de julio de 2007) a favor del proyecto Planned Parenthood [Planificación familiar]) declaró el entonces aspirante a Presidente de los Estados Unidos de América lo siguiente:

«necesitamos a alguien que tenga el corazón necesario para reconocer –la empatía para reconocer– lo que es ser madre adolescente; la empatía para entender lo que significa ser pobre, afroamericano, gay, discapacitado o viejo. Ésos son los criterios por los que me voy a guiar a la hora de elegir a los jueces».{2}

Enumerados quedan los colectivos a los que preferentemente haya que hacer justicia. El resto (presuntamente, un compuesto de comunidades privilegiadas) ya tuvo su momento, ahora debe (por justicia distributiva) pagar sus pecados y someterse a una severa purga. He aquí una instrucción política, una ilusión, que choca frontalmente con el juramento del cargo que deben realizar los jueces de la Corte Suprema en el país:

«Yo, [NOMBRE], juro solemnemente que administraré justicia sin hacer distinción entre las personas y reconoceré los mismos derechos a pobres y ricos, y que cumpliré y desempeñaré todas las obligaciones que me correspondan como [CARGO], de conformidad con la Constitución y las leyes de Estados Unidos, con la ayuda de Dios». (United States Code, Título 28, Capítulo I, Parte 453).

Mas, ahora las cosas han cambiado. Ahora es tiempo de reparación, redistribución y alteración. Tiempo de empatía.

b) El segundo asunto interesa a la primacía de los valores que deben orientar la actividad política, la cual en manos de Obama adquiere inevitablemente un sesgo todavía más sectario que previsiblemente partidista. El prontuario que define sus actuaciones en la acción de gobierno ha buscado en todo momento distanciarse de las políticas anteriores a su llegada a la Casa Blanca, en concreto, las puestas en marcha por el demonizado George W. Bush (especialmente, en materia de lucha contraterrorista), pero también por Bill Clinton, miembro del Partido Demócrata, pero, ay, de raza blanca y blandengue. Obama piensa más en sus antepasados que en sus antecesores. Él pretende llevar muy lejos su política.

Obama joke

La política patrocinada por el Partido Republicano durante las legislaturas comandadas por Bush era conocida como «conservadurismo compasivo», cuyo valor moral —la compasión— persigue compensar o suavizar, cuando no humanizar sin más, la frialdad de la acción política y el estricto respeto a las leyes. Con Black Obama, ni el progresismo compasivo ni el conservadurismo compasivo son aceptables. En su lugar, Black Power y empatía. Puestos y dispuestos a cambiar radicalmente las cosas, el valor tradicional de la compasión debe ceder el paso a un afecto nuevo, posmoderno y progresista: la empatía. Una emoción radical.

empatíaempatía

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También en materia cinematográfica han cambiado las cosas en EE UU. Recordemos, por ejemplo, la pasada edición de los Oscar de Hollywood 2013. Estaban nominados dos títulos, los cuales se disputaban, a la cabeza de la carrera, los premios más selectos: Lincoln y La noche más oscura, películas dirigidas, respectivamente, por Steven Spielberg y Kathryn Bigelow.

Obama Lincoln

¿Qué tienen en común ambas cintas? Que se lanzan de plano en la política interior y exterior norteamericana, una de manera explícita (La noche más oscura), la otra de manera implícita, encubierta, casi subliminal (Lincoln). Circunstancia ésta, si no me falla la memoria, que no es muy habitual en los Oscar (acaso tan sólo durante los años de guerras mundiales, en los que la propaganda y el patriotismo dominaban el espacio y el tiempo). Ni siquiera el recuerdo y la estela de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 monopolizaron o determinaron la gala correspondiente a dicho año. El señor de los anillos: La comunidad del anillo (Peter Jackson) batió a la más comprometida y patriótica cinta Black Hawk Derribado (Ridley Scott).

¿Qué tienen de diferente entre sí, en cuanto al contenido, los susodichos films? La noche más oscura se mantiene dentro de la tradición del género bélico y no entremezcla explícitamente los asuntos de política interior y exterior. No importa que en la cinta dirigida por Bigelow, buscando a Osama, salga Obama, porque tal circunstancia sólo ocurre en una escena (muy lograda, por cierto), en la que las protagonistas del film, agentes de la CIA, ignoran ostensiblemente la aparición en televisión del presidente mientras hablan de lo realmente importante: cumplir con su misión y cazar al terrorista.

Lincoln, por el contrario, penetra sin contemplaciones en la política doméstica americana desde una perspectiva impúdicamente partidista, a propósito —nada menos— que de la Guerra Civil americana, en la que el enemigo no es una potencia exterior, una fuerza extranjera ni un grupo terrorista, sino el adversario político en la propia nación.

Pelicula Lincoln

En Lincoln la sombra de Barack Hussein Obama y su acción de Gobierno planean subrepticiamente a lo largo de todo el metraje. Si no se trata de una película de encargo (comisionada por la Casa Blanca), está al servicio, sin duda, del actual presidente de los Estados Unidos de América. Sólo encuentro otro caso comparable, en obscenidad y desvergüenza, a éste: Munich (2005), ¡película dirigida también por… Steven Spielberg!

Más que un biopic sobre el Presidente más popular de los Estados Unidos, Lincoln anima un serio enfrentamiento entre el Partido Demócrata y el Partido Conservador a cuenta de la esclavitud de los negros durante el mandato del presidente Abraham Lincoln y la guerra civil.

Obama

Spielberg adapta así el personaje histórico de Abraham Lincoln al patrón de Barack Hussein Obama. Siendo aquél republicano (no éste), se trata de atraerlo a la causa demócrata, la de ayer y la de hoy. Sucede que los políticos demócratas en Washington tienen hoy un problema capital. Es el siguiente: históricamente hablando, fue el Partido Republicano el que abanderó la abolición de la esclavitud en EE UU, mientras que el Partido Demócrata se resistía ferozmente a ello. Pues bien, urge poner remedio a este contratiempo, retorciendo los hechos y manipulando las perspectivas de los mismos. ¿Estará preparando la actual Administración en EE UU una Ley de Memoria Histórica como la perpetrada en España?

Y de la empatía, ¿qué? Muy sencillo: Barack Hussein Obama no desea ponerse en el lugar de Abraham Lincoln y Martin Luther King, sino que éstos se pongan en el lugar de él. Empatía, al caso y al cabo.

Lincoln, producida y dirigida por Steven Spielberg: casi dos horas de película, empeñadas en un propósito deformador, tan fatigoso como irritante. Casi dos horas de divagaciones y disputas entre políticos a ver quién se queda con la paternidad de la famosa enmienda liberadora de la raza negra. ¿Acaso los actuales dirigentes demócratas ambicionan oponer, dividir y enfrentar entre sí, otra vez, el país? Lincoln y Luther King no concibieron jamás semejante cosa, sino más bien todo lo contrario. Pero, no importa. También esta circunstancia será cosa de cambiarla, apuntalando así de «una memoria histórica» de progreso.

Tommy Lee Jones

No sé, no sé, mi querido Tommy Lee Jones. Será así, si se respeta la ley. Tras la presente legislatura, Barack Hussein Obama habrá cubierto los dos mandatos establecidos. No podrá, pues, volver a presentarse a unas nuevas elecciones. Aunque, quién sabe, América está cambiando radicalmente...

Notas

{1} Me tomo la libertad de emplear el neologismo «alterismo»/«alterista» a fin de significar aquella creencia que fija la virtualidad del otro (los demás) más allá de los individuos y por encima de la virtud del yo (uno mismo), una noción de ningún modo equiparable al publicitario tándem «altruismo»/«altruista» y que encaja todavía menos con el equívoco «filantropía»/«filantrópico».

{2} He extraído las citas del libro de Barack Obama de Clifford Orwin, «¿Qué haría Obama si fuera profesor de empatía?»(Cuadernos de Pensamiento Político, nº 29, Enero / Marzo 2011, págs. 51-74).

 

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