Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas • número 116 • octubre 2011 • página 3
1. Una revolución en nombre de Fernando VII
Como se suele interpretar comúnmente, la independencia del Paraguay tendría lugar el 14 y 15 de Mayo de 1811, cuando una conspiración, inspirada principalmente por el Doctor José Gaspar Rodríguez de Francia y a cuya cabeza militar se encontraban los capitanes Pedro Juan Caballero y Juan Bautista Rivarola, el alférez Vicente Ignacio Iturbe y su hermano el teniente Juan Manuel Iturbe, asestaría el golpe revolucionario que independizó al Paraguay del dominio español. Un hecho natural y lógico, se dirá, una vez que la conciencia nacional paraguaya se hallaba fuertemente arraigada. Así, Alfredo du Graty señala en 1862 que «el sentimiento de independencia hacía grandes progresos en el Paraguay, y los partidarios de la emancipación comprendieron que para fundarla bastaría proclamarla. De este modo fue que una revolución pacífica, bajo la dirección de José Gaspar de Francia y sostenida por las tropas a las órdenes del Comandante Pedro Juan Caballero, puso fin, el 14 y 15 de Mayo de 1811, a la dominación española» (Alfredo M. du Graty, La República del Paraguay. Traducción de Carlos Calvo. Besanzon, Imprenta de José Jacquin, 1862, págs. 57-58).
Sin embargo, pese a que la historiografía en general afirma que el 14 de mayo de 1811 se proclamó la independencia del Paraguay, nosotros hemos defendido una tesis alternativa en nuestro libro La independencia del Paraguay no fue proclamada en Mayo de 1811 (Servilibro, Asunción 2011). Tesis que no es novedosa, pues autores como Blas Garay señalan, tras describir el golpe revolucionario del 14 y 15 de mayo que asentaría junto al gobernador Velasco al Doctor José Gaspar Rodríguez de Francia y al capitán español Juan Valeriano Ceballos, que este triunvirato había formado no un gobierno independiente, sino una Junta en nombre del Rey de España Fernando VII:
«Acordada la revolución sobre un plan dado por el Dr. Francia, se resolvió esperar para hacerla que volviera D. Fulgencio Yegros de Itapúa, con sus 200 soldados; pero noticioso Caballero en la mañana del 14 de Mayo de 1811 de que estaban sus planes descubiertos, se resolvió a arriesgar el todo por el todo; y aquella misma noche hizo dar la señal convenida, que era un intempestivo toque de campanas en la catedral, y acompañado de Iturbe se adelantó, con tres compañías de infantería y tres de artilleros, a tomar el cuartel, que no ofreció resistencia, pues su jefe, el oficial Mauricio José Troche, estaba con los conjurados. Intimaron en seguida al gobernador que resignase el mando hasta ver lo que sobre su régimen futuro disponía la provincia en Congreso general, y habiéndose negado a ello, se le propuso que admitiera dos adjuntos en el mando, en lo cual tampoco quiso convenir. Pero cuando al amanecer del 15 vio las piezas de artillería dirigidas contra el Palacio del Gobierno y a los revolucionarios dispuestos a resolver por la fuerza su oposición, accedió a que se le nombrasen dos consocios, que fueron el Dr. D. José Gaspar Rodríguez de Francia y D. Juan. Valeriano Zeballos, constituyéndose aquel mismo día losares en un gobierno provisorio mientras el Congreso se reunía para establecerlo definitivo.
El 17 de Mayo se publicó un bando, que daba a conocer la instalación del nuevo gobierno y sus propósitos, que no eran los de entregar la provincia a ningún extraño poder y sí conservarla para D. Fernando VII» (Blas Garay, Compendio elemental de Historia del Paraguay. Madrid, Librería y Casa Editora A. de Uribe y Cía, 1896, págs. 162-163.)
De hecho, la revolución del 14 de mayo no fue realizada sin más contra las autoridades españolas, sospechosas de querer mercadear con la provincia, sino también contra la Junta que se había formado en Buenos Aires el 25 de mayo de 1810 tras deponer al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, quien después del caos generado tras las invasiones inglesas del Río de la Plata en 1806 y 1807, había proclamado unos días antes la pérdida de España al haber sido ocupada casi toda ella por los franceses. Junta que, nombrada a su vez en defensa de la soberanía de Fernando VII, quería hacerse reconocer como autoridad legítima en todo el virreinato. Asunción rechazó tal pretensión y el gobernador Bernardo de Velasco convocó Cabildo abierto, tal y como se había hecho siempre desde la fundación de la ciudad, para discutir sobre la situación de Buenos Aires, el 24 de julio de 1810. El Cabildo fijó como líneas de actuación el reconocimiento al Consejo de Regencia, depositario de la soberanía del Rey de España, Fernando VII, aún prisionero por Napoleón, y mantener amistad con la Junta de Buenos Aires, aun sin reconocer su autoridad mientras el soberano no lo ordenase.
Mientras, el 24 de septiembre de 1810 la Junta de Buenos Aires facultó a Manuel Belgrano para someter la provincia del Paraguay con un ejército de setecientos hombres. Sin embargo, un ejército de cinco mil paraguayos derrotó a Belgrano en Paraguarí, el 9 de enero de 1811, mientras el gobernador Bernardo de Velasco huía de forma cobarde del frente y anunciaba la derrota, lo que puso en fuga a numerosas familias españolas de Asunción. El teniente coronel Manuel Atanasio Cabañas, junto al coronel Pedro Gracia y otros mandos caracterizados como el comandante de escuadrón Juan Manuel Gamarra, derrotaron a Belgrano, quien se vio obligado a huir, siendo hostigado y nuevamente derrotado con estrépito en Tacuary, el 9 de marzo de ese mismo año. Cabañas firmó el armisticio con Belgrano, quien hubo de abandonar la provincia.
Estas dos victorias militares fueron el preludio de la revolución del 14 de Mayo de 1811, en la que, al igual que había sucedido en España en 1808 y estaba sucediendo en toda América, los «españoles americanos» habían de «reasumir la soberanía» del Rey de España Fernando VII, secuestrado por Napoleón. Como señala Efraím Cardozo: «El Paraguay no había hecho sino reasumir la parte de su soberanía que había recaído en él al ser deshecho el Poder Supremo de la Nación» (Efraím Cardozo, Paraguay Independiente [1949]. Servilibro, Asunción, 2010, pág. 44). Un principio emanado de las teorías escolásticas que consideraban la soberanía popular como originaria –proveniente de Dios–, no enajenable y que otorga derecho al pueblo a rebelarse contra la tiranía de un monarca ilegítimo, tal como había señalado Francisco Suárez en sus obras De legibus (1612) y Defensio fidei (1613). Tal era el caso de José I Bonaparte, considerado desde la doctrina escolástica como tyrannus ab origine. Tal y como señalará posteriormente el Doctor Francia, auténtico adalid de la revolución del 14 de mayo, en su discurso del Congreso de 17 de Junio de 1811:
«La naturaleza no ha criado a los hombres esencialmente sujetos al yugo perpetuo de ninguna autoridad civil, antes bien hizo a todos iguales y libres en pleno Derecho. Si cedieron su natural independencia, creando sus jefes y magistrados, y sometiéndose a ellos, para los fines de su propia felicidad y seguridad, esta autoridad debe considerarse devuelta, o más bien permanente en el Pueblo, siempre que esos mismos fines lo exijan. Lo contrario sería destructivo de la sociedad misma, y contra la intención general de los mismos que la habían establecido» («Documento leído en el Congreso del 17 de junio de 1811», extraído del Archivo Nacional de Asunción, Sección Historia, Vol. 213. Citado en Alfredo Viola, El Dr. Francia defensor de la independencia del Paraguay [1992]. 2º edición. Servilibro, Asunción 2009, pág. 33, nota 23.)
De hecho, la presunta «revolución» del 14 de mayo no fue un hecho realizado sólo contra los españoles, sino contra la junta que se había formado en Buenos Aires en defensa de la soberanía de Fernando VII y contra las autoridades virreinales del Río de la Plata, consideradas afrancesadas y por lo tanto enemigas de España. La revolución de Buenos Aires fue rechazada en Asunción pero también en Montevideo, donde el flamante virrey Francisco Javier de Elío fue reconocido como tal por Asunción, así como a las Cortes de Cádiz que elaborarían la Constitución de 1812. Elío planeaba conseguir ayuda de Portugal para luchar contra el gaucho José Gervasio Artigas en la Banda Oriental.
El Conde de Linhares, representante de la diplomacia portuguesa del Príncipe Regente Juan VI, entonces en Río de Janeiro tras la invasión napoleónica, ofreció al Consejo de Regencia español en 1810 socorrer la Banda Oriental y Paraguay, como pretexto para apoderarse de ellos e invocar los derechos a la Corona de España de la esposa del príncipe, la hermana de Fernando VII Carlota Joaquina, un plan que databa de los tiempos de los bandeirantes paulistas, y que la provincia del Paraguay había sufrido especialmente por medio de invasiones y saqueos. Ello fue motivo suficiente para oponerse al acuerdo del gobernador Velasco. La idea de una triple alianza entre Asunción, Montevideo y Río de Janeiro, sostenida en los círculos realistas del Paraguay, provocó el movimiento del 14 de mayo de 1811 para deponer al gobernador Velasco.
Velasco se aprestaba a recibir los auxilios del capitán general de Río Grande do Sul, Diego de Souza, bajo la condición de que la Provincia del Paraguay cayese en manos de Carlota Joaquina. El teniente de dragones José de Abreu, emisario de Diego de Souza, atestigua que el gobernador Velasco quería poner la Provincia del Paraguay en manos de Portugal, pues tras llegar el 9 de mayo de 1811 a Asunción, Velasco le «aseguró que todo su empeño era, ponerse a los pies de la Serenísima Señora doña Carlota, pues que no reconocía otro sucesor a la corona y dominio de España» («Informe de José de Abreu sobre el suceso del 14 de mayo», citado en Coronel D. E. M. Luis Vittone, El Paraguay en la lucha por su independencia. Asunción, Imp. Militar, Dir. Public., 1960, pág. 182.).
Dispuesto a marchar el día 15 de mayo por la mañana para transmitir sus comunicaciones a Souza, Abreu afirma que el 14 de mayo, a las ocho de la tarde, la guardia del gobernador se atrincheró en el cuartel al mando del capitán Pedro Juan Caballero y los hermanos Iturbe, quienes a las once de la noche conminaron por carta al gobernador Velasco a deponer su actitud servil hacia Portugal. Tras una breve refriega frente al fuerte, Velasco se refugió en su residencia. En la mañana del 15 de mayo los soldados salieron del cuartel y tomaron posiciones en la plaza, accediendo Velasco a entregar el poder, «después de lo cual izaron una bandera en la Plaza, con salva de 21 cañonazos gritando todos ¡viva la Unión!» (Coronel D. E. M. Luis Vittone, op. cit., pág. 187.). La unión del virreinato, se supone.
El 16 de mayo llegaba desde su quinta de Ibiray el alma de la revolución, el Doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, catedrático del Real Colegio de San Carlos desde 1789, abogado, alcalde de primer voto del Cabildo en 1808 y hombre de gran prestigio y sabiduría, «el más ilustrado de la provincia». De la inteligencia y prestigio de Francia da cuenta que fue seleccionado como uno de los tres diputados que representarían al Virreinato del Río de la Plata en las Cortes de Cádiz en 1809, aunque no llegaría a viajar a España. Francia y el capitán español Juan Valeriano Ceballos serían nombrados miembros de la Junta por el propio gobernador Velasco, formando así un triunvirato donde los dos primeros vigilan que Velasco no vuelva a traicionar a la provincia. El Teniente Coronel Fulgencio Yegros, el militar más caracterizado, llegaría el 21 de mayo para ser designado gobernador.
Pese a que la conspiración revolucionaria se llevaba preparando con el objeto de hacerla estallar en varios lugares de la provincia el 25 de mayo (en clara imitación de la revolución de Buenos Aires un año atrás), la noticia de que era aceptada la ayuda del emisario Abreu, el 13 de mayo, precipitó la revolución. Afirma Cardozo: «sí puede sostenerse que la desesperada apelación al auxilio portugués precipitó violentamente y fuera de tiempo los acontecimientos ocasionantes de la emancipación paraguaya [...]. Si hubo quienes todavía vacilaban en las filas paraguayas sobre el partido a tomar, ya no dudaron cuando el 13 de mayo cundió la noticia de la actitud de la clase gobernante. La connivencia con Portugal, bajo el manto de la princesa Carlota Joaquina fue así la causa ocasionante de la revolución, que ya nada ni nadie pudo detener y que estalló el 14 de mayo de 1811» (Efraím Cardozo, «La princesa Carlota Joaquina y la independencia del Paraguay», en Revista de Indias, Año XIV, Nº 57-58. Madrid, Julio-Diciembre 1954, págs. 378-379).
De todo ello se deduce que ni Paraguay proclamó su independencia el 14 de mayo de 1811, ni previamente Argentina había proclamado su independencia el 25 de mayo de 1810. Ambos bicentenarios celebrados en 2010 y el actual 2011 lo son de las respectivas constituciones de sendas Junta defensoras de los derechos del Rey de España.
2. En Asunción se proclama la independencia americana un 12 de Octubre de 1813
Con la formación de una Junta en defensa de Fernando VII, y una vez depuesto definitivamente el gobernador Velasco tras confirmarse la acusación de traición, el 17 de Junio se acordó convocar un congreso que decretó, al igual que había sucedido en otras partes de América, suspender no sólo el reconocimiento del Consejo de Regencia sino el reconocimiento a la Junta de Buenos Aires mientras no se aclarase su naturaleza; se decretó asimismo la formación de una nueva Junta donde el presidente sería el Teniente Coronel Fulgencio Yegros, junto al Doctor Francia y el capitán Pedro Juan Caballero como personalidades más caracterizadas. Así, el 20 de julio de 1811 la Junta envía una nota a la Junta de Buenos Aires, inspirada por el Doctor Francia, donde se proclama el principio de unidad de toda América:
«La confederación de esta provincia con las demás de Nuestra América, y principalmente con las que comprehendía la demarcación del antiguo Virreinato, debía ser de un interés más inmediato, más asequible y por lo mismo más natural, como de pueblos no sólo de un mismo origen, sino que por el enlace de particulares y recíprocos intereses, parecen destinados por la naturaleza misma a vivir y conservarse unidos» (Julio César Chaves, El Supremo Dictador. Biografía de José Gaspar de Francia [1942]. Buenos Aires, Editorial Ayacucho, 1946, pág. 103.).
En esta nota por vez primera se habla de «Nuestra América» como unidad continental, como pueblos de un mismo origen cuyos intereses recíprocos los destinan a vivir unidos, por lo que es una declaración de independencia del continente americano completo. Así sucede que el Doctor Francia es el precursor del integracionismo americano, lo que le otorga «una dimensión gigantesca que lo ubica en el tiempo y en el espacio muy por arriba de cualquier otro Prócer americano» (Sindulfo Pérez Moreno y Carlos Meo, Stroessner, Edición Latinoamericana, Asunción 1980, pág. 258).
De hecho, el 12 de Octubre de 1811, con la presencia de Manuel Belgrano y Echevarría en representación de Buenos Aires, se firmaría en Asunción un Tratado de Confederación entre las Juntas de Paraguay y Buenos Aires, justo en la efeméride del descubrimiento de América por Cristóbal Colón, en línea con el integracionismo americano de la Nota del 20 de Julio de 1811. Tratado que sin embargo se vería vulnerado en muchas de sus cláusulas. El 24 de febrero de 1813, ante la negativa a comerciar de Buenos Aires, la Junta de Asunción se negó oficialmente a seguir comunicándose con los porteños. Sin embargo, el 20 de febrero de 1813 se intentó que la provincia de Paraguay enviase diputados a Buenos Aires para un congreso a celebrar dentro de todo el ámbito del Virreinato del Río de la Plata. Para tal fin, fue enviado como emisario el Doctor Nicolás de Herrera a Asunción (quien curiosamente había sido miembro de las Cortes de Bayona y había jurado monarca a José I Bonaparte, al rey ilegítimo, lo que le convertía en personaje de dudosa credibilidad). Su objetivo era atraer a la provincia del Paraguay a las Provincias Unidas del Río de la Plata, lo que debía plasmarse en el envío de diputados paraguayos a la Asamblea de 1813.
Sin embargo, el Doctor Francia, con el objeto de darle largas, afirmó que la Junta de Asunción no podía decidir nada sin formar nuevo Congreso, primero fijado para agosto y finalmente para el 30 de septiembre de 1813. Reunidos más de mil diputados en el templo de la Merced y bajo la presidencia de Yegros, se aprobaría una forma de gobierno bajo la autoridad de dos cónsules, el Doctor Francia y el propio Yegros, nuevamente un 12 de Octubre de 1813, efeméride del descubrimiento de América –tesis sin embargo negada por los historiadores paraguayos no en virtud de documentos sino por la ideología indigenista imperante en Paraguay, que considera que la efeméride del 12 de Octubre fue ignominiosa para una América ya preexistente a la llegada de los «europeos», quienes la habrían «destruido» siguiendo las tesis tan habituales de la Leyenda Negra–. Se abandonaba así la defensa de los derechos de Fernando VII y se proclamaba el primer estado independiente de América. Surge «la primera República del Sud». Semejante resolución haría estallar a Herrera, quien menosprecia a Francia en un oficio enviado a Buenos Aires con fecha 7 de Noviembre de 1813 en los siguientes términos:
«El ha persuadido a los paraguayos:
Que la Provincia [del Paraguay por sí] sola es un imperio sin igual.
Que Buenos Aires la adula y linsojea porque la necesita.
Que con el pretexto de la Unión, [Buenos Aires] trata de esclavizar el continente [sudamericano].
Que los pueblos [del Virreinato] han sido violentados para el envío de sus representantes [al Congreso de Buenos Aires]. [...]
En el sobre del oficio que incluyo, se titula el Paraguay: La primera República del Sud, suponiéndose el único pueblo libre, con otras puerilidades que manifiestan el desorden de las cabezas que [aquí] mandan..."» (José Antonio Vázquez, El Doctor Francia visto y oído por sus contemporáneos. Eudeba, Buenos Aires, 1975, pág. 99, Documento 78).
Sin embargo, si el Doctor Francia aseguró que Paraguay era «la primera República del Sud», ello es debido a que en realidad se había adelantado a las pretensiones de Buenos Aires, que en 1816 proclamaría las Provincias Unidas del Río de la Plata (sin incluir a Paraguay y la Banda Oriental). Está claro entonces que el Doctor Francia, con sus proclamas de independencia del continente americano y de la primera república americana independiente, no pensaba en los términos de un país pequeño, aislado y asfixiado, como piensan en realidad los historiadores que hoy estudian retrospectivamente el proceso independiente paraguayo, sino en unos términos históricos de mucho más largo alcance. Pensaba en el marco de la «Provincia Gigante de Indias», una extensión indeterminada que durante el siglo XVI sirvió a España para asegurar los límites del Tratado de Tordesillas frente a Portugal y fortalecer al Virreinato del Perú. Así, tras fundarse Asunción en 1537, ésta se convertiría en «Madre de Ciudades», pues de ella partieron expediciones que fundaron ciudades tales como Santa Cruz de la Sierra (1561), Córdoba de Tucumán (1573), Los Reyes (1543), San Francisco (1553), Santa Fe de la Vera Cruz (1573) y Buenos Aires (1580), entre otras.
«La primera República del Sur», en la descomposición del Virreinato del Río de la Plata, aspiraba así a aglutinar el movimiento emancipador americano. Lejos de cualquier pretensión megalómana, Paraguay reclamaba la recuperación de su estatus de «Provincia Gigante de Indias», del que le habían privado en 1617 al dividirse su territorio para formar la Provincia de Buenos Aires, y que con la fundación del Virreinato del Río de la Plata en 1776 había quedado subordinada casi por completo a los dictados de Buenos Aires. Asunción podría reclamar así su papel histórico de «Madre de Ciudades» en la descomposición virreinal, recuperando su estatus inicial y haciendo girar en torno a ella a sus «hijas» Buenos Aires, Corrientes, Santa Fe, Concepción o Santa Cruz.
Curiosamente, el aventurero español que decía llamarse Marqués de Guaraní, que prometía la recuperación de América para la corona de Fernando VII en 1825, se presentaba como representante del Doctor Francia, a quien atribuía la convocatoria de un congreso de las Provincias Unidas del Río de la Plata y al que habría invitado el Libertador Simón Bolívar al Congreso de Panamá de 1826. Un Doctor Francia que, lejos de ser un brutal tirano, fue elegido dictador democráticamente por el Congreso de Asunción otro 12 de Octubre, esta vez de 1814, dejando marginado a un Fulgencio Yegros poco ducho en temas políticos. Francia sería proclamado Dictador Perpetuo el 30 de mayo de 1816. Pese a que Yegros intentó dar un golpe de mano contra él en 1820, la conspiración fue fácilmente neutralizada y ajusticiados sus protagonistas.
Pese a los proyectos de Francia, la anarquía se hizo norma en todo el Río de la Plata, convirtiendo en imprudente cualquier acercamiento a los distintos estados embrionarios de América del Sur, como el de la Banda Oriental de Artigas, y el cierre de la aduana de Buenos Aires decretado para obligar al Doctor Francia a ceder en sus pretensiones, provocó el aislamiento del Paraguay respecto al resto del mundo. Pese a la situación de bloqueo a la que se veía sometido el Paraguay por Buenos Aires, con constantes ataques y denegaciones, el Doctor Francia nunca abandonó la perspectiva de una confederación americana. Continuador de la herencia española mediante las Leyes de Indias (hasta donde no fueron derogadas por sus Autos y Decretos Supremos) y por su política de sometimiento de la Iglesia Católica a la autoridad de la República en línea con el Patronato de Indias concedido por el Papa Alejandro VI a la Monarquía Hispánica, Francia nunca renunciaría al proyecto de unidad continental, y sólo tras su fallecimiento en 1840 su sucesor Carlos Antonio López haría efectiva la independencia de «la primera República del Sur», proclamando formalmente la actual República del Paraguay en 1842 y logrando que la misma fuera reconocida formalmente por la propia Confederación Argentina y los países del resto del mundo.
3. La independencia del Paraguay como cuestión de hecho y de derecho
Fallecido el Doctor Francia en 1840, tras un breve período de indecisión y anarquía el Comandante General Mariano Roque Alonso asumió el mando para convocar un Congreso el 12 de marzo de 1841, tras el cual se restableció el gobierno consular en las personas de Carlos Antonio López y el propio Roque Alonso. El nuevo gobierno abrió Congreso General Extraordinario el 25 de Noviembre de 1842, proclamando oficialmente en acta la independencia del Paraguay. Declaración que no añadía nada al hecho de treinta años de vida independiente, pero que permitiría el reconocimiento formal del resto de países que permitiera entablar relaciones diplomáticas efectivas, algo que no se había producido en vida del Doctor Francia. Expirado el poder de los dos cónsules, el 14 de marzo de 1844, una vez que había expirado el poder de los cónsules, Carlos Antonio López fue proclamado presidente de la República, y tras su mandato efectivo comenzó a ser reconocido el Paraguay como estado independiente por los diversos países del mundo: Chile y Bolivia en Junio de 1843; el Brasil, el 14 de septiembre de 1844; el Uruguay, el 14 de junio de 1845, &c. Faltaba sin embargo la Confederación Argentina, que seguía considerando que Paraguay pertenecía aún a las antiguas Provincias Unidas del Río de la Plata y con su bloqueo buscaba reducir al Paraguay al estatus de provincia.
Como medio de llamar la atención sobre este problema al mundo, Carlos Antonio López fundó El Paraguayo Independiente, primer periódico del país, en 1845, en cuyas columnas fue publicando las partes de un libro sobre La soberanía del Paraguay, para que tanto de hecho como de derecho fuera reconocida la soberanía del Paraguay por toda la comunidad internacional. Sin ese reconocimiento formal no era posible el establecimiento efectivo, material, de relaciones diplomáticas, que habían sido negadas durante la Dictadura Perpetua del Doctor Francia.
En la Quinta Parte de su alegato, titulada «La independencia del Paraguay es una cuestión de derecho», Carlos Antonio López aborda los argumentos que Juan Manuel Rosas usó para no reconocer la independencia paraguaya en tiempos del Doctor Francia: «primero, porque la República del Paraguay, cuando era colonia de España, hacía parte del Virreinato, de que aquella ciudad era capital. Segundo, porque el Paraguay al tiempo de la independencia no manifestó querer constituir nacionalidad separada. Tercero, por derecho de fundación y uti possidetis». (Carlos Antonio López, La soberanía del Paraguay [1845]. Asunción, Editorial El Lector, 1996, pág. 235. Negritas del original.) Argumentos que López califica de «miserables», y refuta en virtud de las teorías escolásticas antes citadas. Así, «La delegación de poderes sociales en personas determinadas, la obediencia y sujeción a sus mandatos es un principio de orden para el fin social, la seguridad y felicidad general». Sin embargo, «es siempre en virtud de un pacto más o menos expreso, que los hombres o pueblos se colocan bajo la dependencia de un Gobierno común».
Y esto fue precisamente lo sucedido con el Monarca de España, que en virtud de las doctrinas escolásticas, una vez derribado el monarca el poder fue devuelto al pueblo para organizarse según su conveniencia y no obedecer a un monarca ilegítimo, tyrannus ab origine: «Fue justamente lo que aconteció con el Monarca de España. Diferentes pueblos le reconocieron por su Rey, y conservaron sobre su trono depositadas sus delegaciones políticas, para que cuidase de su felicidad. Invadida España, y dominada por los ejércitos franceses, derribado el Monarca de su solio, y robado el cetro por mano usurpadora, no había vínculos, delegación ni condiciones algunas de pacto o asociación política». Así, «Revertieron a los pueblos sus poderes soberanos, imprescriptibles e inalienables. Ellos tenían la necesidad y el derecho de ser felices, y por tanto el de cuidar de los medios necesarios a ese fin. La elección era libre: prefirieron su independencia». Así que López sentencia: «Tal es el proceso que observaron y siguieron las provincias del Paraguay y de Buenos Aires». (Carlos Antonio López, op. cit., págs. 235-236). En consecuencia, una vez que Paraguay y Buenos Aires han decidido vivir del modo más conveniente a sus intereses, no existe nada del antiguo vínculo común establecido con la Corona de España; los virreyes designados por el monarca fueron sustituidos por gobernantes elegidos por los respectivos pueblos y por nuevas divisiones territoriales.
El derrocamiento de Rosas por el general D. Justo José de Urquiza, gobernador de Entre Ríos, coaligado al general Viraroso, gobernador de Corrientes, el 3 de Febrero de 1852, abriría las puertas al reconocimiento de la independencia, el 17 de Julio de 1852. Quedó así desbloqueada la Aduana de Buenos Aires y se produjo el establecimiento de relaciones diplomáticas efectivas del Paraguay con el resto del mundo. El hijo de Carlos Antonio López, Francisco, posteriormente presidente de la República, firmaría como plenipotenciario el 4 de marzo de 1853 tratados con Inglaterra, Francia, Estados Unidos y Cerdeña en los que se reconocía la independencia de la República del Paraguay, así como la apertura del río Paraguay a la navegación internacional.
4. Epílogo de Richard Alan White
En noticia publicada en el diario ABC el 12 de Octubre de 2011, titulada «En Paraguay se falsificó la historia, según White», se recogen afirmaciones del historiador norteamericano Richard Alan White de una conferencia del día anterior. En ella afirma que la independencia del Paraguay se celebraba tradicionalmente el 12 de Octubre, como así señalaba un decreto firmado el 7 de Octubre de 1848 por Carlos Antonio López, donde se establecía el 12 de Octubre de 1813 como el Día de la Independencia Nacional, fecha en que se declaró «independiente de hecho y de derecho».
Sólo tras la Guerra de la Triple Alianza en la que Paraguay fue derrotado por la coalición formada por Argentina, Brasil y Uruguay, los «legionarios», partidarios de los invasores, proclamaron como efeméride el 14 y 15 de Mayo de 1811, tras entronizarse en el poder en 1870. Según White, se intentaba así borrar el papel de Francia y los López en la construcción de la nación, dejándose todo en manos de una revolución más difusa. Los legionarios eran supervivientes y descendientes de los paraguayos perseguidos tras el intento de derrocar a Francia en 1820.
Las afirmaciones de White fueron contraatacadas desde la Comisión del Bicentenario, afirmando que el documento no era auténtico y que en cualquier caso otro de 1851 lo rectificaba. Pero no conviene olvidar que con el fin de la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870), en la que el triunvirato formado por Brasil, Argentina y Uruguay se enfrentó a Paraguay, el 25 de mayo de 1870 un gobierno títere favorable a los argentinos formado por dos paraguayos opuestos a los López, Carlos Loizaga y Fernando Iturburu, proclamó que había de celebrarse la efeméride como si fuese la independencia ligada a Buenos Aires, destacando que «sólo los intereses criminales y egoístas del Dictador Francia y sus sucesores privaron al pueblo paraguayo de la participación en la grande lucha que dio por resultado la emancipación e independencia de la colonia americana» (José Antonio Vázquez, El Doctor Francia visto y oído por sus contemporáneos. Eudeba, Buenos Aires, 1975, págs. 395-396, Documento 447). Es decir, que obraban como si Paraguay aún formase parte de la Confederación Argentina. Sin embargo, los tratados posteriores ratificaron las fronteras de Paraguay y su supervivencia como nación independiente, ya sin vuelta alguna atrás.