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El Catoblepas, número 108, febrero 2011
  El Catoblepasnúmero 108 • febrero 2011 • página 13
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Gustavo Bueno y el sarampión en España

Manuel de la Fuente Merás

En torno a una anécdota que ha publicado José Luis Mediavilla

Il miracolo di Hugonell avvenuto a Santo Domingo de la Calzada (Pier Antonio Mezzastris, Oratorio dei Pellegrini, Asis)
Il miracolo di Hugonell avvenuto a Santo Domingo de la Calzada
(Pier Antonio Mezzastris, Oratorio dei Pellegrini, Asis)

El problema de «España» es recurrente en nuestra literatura. Desde el materialismo filosófico se mantiene la tesis que «España» no es susceptible de ser tratada, de un modo responsable, desde coordenadas especiales, bien sean de tipo económico, político, tecnológico o científico, sino desde coordenadas filosóficas. Ello es debido a que las categorías anteriormente citadas se ven desbordadas o rebasadas por el propio objeto-problema de estudio.

Ahora bien, una idea filosófica plantea «problemas filosóficos». Y los problemas filosóficos (es de suponer) tienen una estructura muy distinta a la que es propia de los problemas científicos o técnicos, porque tales problemas se mantienen en el círculo de las categorías. Pero, los filosóficos al desbordar los recintos categoriales y requerir en su planteamiento de perspectivas intercategoriales (o trascendentales) hace que las respuestas a tales problemas no alcancen nunca la resolución «unívoca» (aunque sea parcial) que suele acompañar a las soluciones auténticas dadas a los problemas científicos.

Sin embargo, la condición «trascendental» de las Ideas y de los problemas filosóficos correspondientes no significa que estos problemas no sean, ante todo, problemas prácticos.

Es, a causa de ello, y tras analizar la situación española de los últimos meses con la huelga de funcionarios, la huelga general o el no paro de los controladores entre otras muchas actuaciones significativas, hemos encontrado la respuesta al problema de España ( sin necesidad de declarar el Estado de Alarma) y con él la solución al mismo. Bien es cierto que seremos acusados de dar respuestas al mismo de tipo categorial (médico es este caso) y por tanto de carácter unívoco, pero estamos dispuestos a correr el riesgo.

Carlos II Valga en mi debe, que desde mi natal tierra de Tineo ya en el siglo XVII se dieron respuestas «médicas» a los problemas «unívocos» de España, por aquel entonces personalizados en la figura de Carlos II y su imposibilidad a la hora de concebir un descendiente. Hay que recordar que en 1698 el propio Rey pidió al Inquisidor General, Cardenal Rocaberti que investigara su posible encantamiento. Sabido que en Cangas de Tineo había un Convento que acogía varias monjas posesas y que el capellán, Fray Antonio Álvarez Argüelles, tenía poderes para pedir al Diablo que le revelara cómo, porqué y por quién el Rey estaba hechizado. Al pobre Rey le dieron una serie de aceitosas pócimas que empeoraron su delicada salud y viendo tan mal su estado, doña Mariana de Neoburgo preguntó al Consejo de la Inquisición si aquellos métodos eran adecuados. En respuesta, el Padre Froilán, confesor del rey Carlos II y del inquisidor general y, como no, la persona que había recomendado al propio Fray Antonio, fue procesado.

Es cierto que la solución que proponemos, quizás no entre dentro de lo que podríamos considerar un «ensayo filosófico sobre España», ya que es más bien, como decimos, una respuesta categorial, recogida como un simple anecdotario, que me he permitido reproducir aquí al no ser divulgada{1}, para mi sorpresa, con anterioridad en El Catoblepas.

Según parece, tiempo ha, en las puertas de la casa de los Bueno en Santo Domingo de la Calzada se encontró Fernando Bueno (hermano del filósofo) con Sor Consolación, la maestra de las primeras letras de todas las generaciones de por aquel entonces. Tras los habituales y corteses saludos la hermana se lamentaba de lo malo que se había hecho Gustavito, siendo como era «un niño tan bueno» y «todo por culpa del sarampión»

Como bien decía el doctor Mediavilla en su artículo, Sor Consolación otorgaba, a sabiendas o no, al hecho de pasar el sarampión el «significado antropológico del lenguaje popular, pues dícese de alguien que no ha pasado el sarampión cuando muestra una conducta inmadura o poco responsable

Sin embargo el problema actual de España, según el Doctor nos radiografiaba con acierto, no radica en que Gustavo Bueno hubiese pasado o no de muchacho el sarampión, «sino que, por lo que estamos viendo, en este país –todos nosotros–, todavía no lo hemos pasado».

Y parte de esa culpa la tenemos nosotros, los profesionales de la filosofía (más, seguramente, los que ejercemos en la enseñanza secundaria donde la filosofía es más filosófica, mientras que en la Universidad se convierte en más filológica). Ya por el año 1955 el propio Bueno{2} escribía: «La Filosofía, en el Bachillerato, tiene una misión esencialmente formativa, como instrumento para despertar la vida intelectual, cuyo fin propio es el conocimiento especulativo de la verdad. (…) La naturaleza eminentemente especulativa de la Filosofía constituye, por tanto, el arma más sólida para combatir ese espíritu pragmático que estrangula las almas de la mayor parte de nuestra juventud. Por medio de la Filosofía debemos proponernos estimular los mecanismos puramente especulativos y desinteresados del entendimiento, pues sólo así la persona humana puede desarrollarse libremente y ocupar, con dignidad, el aristocrático puesto que le corresponde en la escala de los seres. Si el profesor de Filosofía, en el Bachillerato, no consigue despertar en el joven el interés limpio y especulativo por los eternos problemas, ha fracasado y, con él, ha fracasado también la formación humana del estudiante».

Sólo nos queda, dejando aparte el sarampión, que como sucede en el milagro de Hugonell, que tan bien conocería Sor Consolación, que todos nos levantemos ante la situación actual de total resignación: tanto los medio muertos (el propio Hugonell en la horca) o los muertos del todo (el gallo y la gallina asados en el plato).

Notas

{1} Recientemente, dicha anécdota ha sido publicada por el Dr. José Luis Mediavilla Ruíz en el número de Octubre de 2010 de la Revista del Colegio de Médicos de Asturias, bajo el título: La soledad del Maestro (págs., 18-19).

{2} Nociones de Filosofía, Quinto curso, Ediciones Anaya, Salamanca 1955, 277 páginas.

 

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