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El Catoblepas, número 105, noviembre 2010
  El Catoblepasnúmero 105 • noviembre 2010 • página 5
Voz judía también hay

Despertares

Gustavo D. Perednik

De gestos positivos, inéditos y habitualmente muy fugaces

Maikel Nabil SanadMaikel Nabil Sanad

Suelo compartir con mis estudiantes un fenómeno con el que me topo frecuentemente en España, y al que me permito llamar de chanza «el síndrome de los siete segundos». Es así: un estudiante inquiere sobre la veracidad de algún aspecto de la mitología judeofóbica, habitualmente sobre el mito del dominio judío mundial. Procedo a responder que, si dominamos, debemos de ser masoquistas, ya que en los últimos dos milenios y pico hemos gobernado el mundo para ser asesinados, discriminados y expulsados. La reacción del estudiante es impasible: «Ah, no lo había pensado …[siete segundos]… pero ¿no es cierto que dominan?».

Pareciera que lo traba en sus prejuicios judeofóbicos una especie de catatonia. Su eventual despertar dura apenas un momento, después del cual recobra su descanso mental sobre el colchón de agresivos preconceptos sobre los judíos e Israel.

Recordemos los despertares de la película homónima de 1990, basada en un capítulo de la autobiografía del neurólogo Oliver Sacks. Éste descubrió en 1969 los efectos de una droga en pacientes catatónicos, víctimas de la epidemia de encefalitis letárgica de 1917.

Algunos despertares son tan imprevisibles como aquéllos. Así, Fidel Castro declaró en una muy difundida entrevista en The Atlantic (7-9-10), que ningún otro grupo sufrió tanta persecución como el pueblo judío; que el derecho de Israel a existir es incuestionable; y que Ajmadineyad debería dejar de negar el Holocausto, ya que se trata de un genocidio que no tiene parangón, Castro dixit.

Otro ilustre despertar, que podría anunciar el amanecer de una nueva Europa fue el de Angela Merkel (17-10-10) quien anunció el fracaso del multiculturalismo. Según la canciller alemana, los cuatro millones de inmigrantes turcos en su país deben esforzarse en aprender alemán y respetar las normas de la sociedad en que han elegido vivir. Previsiblemente, los «progres» suicidas por doquier criticaron su postura y la tacharon de xenófoba y fascista.

No gozó de esa crítica la opinión del primer ministro turco, Recep Erdogán quien, en el transcurso de una reciente visita a Alemania declaró que «la asimilación es un crimen contra la humanidad». Por algo en Turquía les espera la cárcel a quienes hablen mal «del país» o aludan al genocidio armenio. Erdogán no esconde que «Las mezquitas son nuestros cuarteles y los minaretes son nuestras bayonetas». Pero el despertar ante sus bravatas es breve, y terminan siendo censurados quienes se defiendan de ellas.

Así les ocurre a quienes logran desembarazarse de un mito en el que han estado largamente sumidos: el despertar les dura poco.

Uno menos ilustre pero similarmente ilustrativo tuvo como protagonista a un nazi argentino setentón, que responde al nombre de Gabriel Ruiz de los Llanos.

En 1974 editó un texto titulado Si te dicen que he muerto, desconfía, en el que se leen los poemas Adolf Hitler, La desgracia de la democracia, y El orden bajará de un carro policial. Un año después fue el poeta del semanario argentino El Caudillo, en el que publicaba versos como Rompan todo: «Cuánta humillación a manos de la canalla usuraria./ Despleguemos generosos nuestro odio múltiple y multicolor./ Demos paso a nuestro odio blanco y negro./ Fuego y fuego./ Subamos nuestro odio todo rojo./ Ese odio magistral para sacar mercaderes de los templos./ … Es justo que paguen con la sangre./ Acordonar el barrio. Nadie se va sin previo aviso….»

Sorprendentemente, Ruiz despertó en 1984. Pidió perdón a la comunidad judeoargentina, y escribió el libro El antisemita, en el que confiesa la génesis de su enfermedad. Más tarde, publicó La mala fe, en el que descarga su diatriba contra el cristianismo.

Hacia esa época comenzó a dictar conferencias en instituciones judías, a las que terminó conociéndolas desde adentro… para regresar en el año 2000 a su catatonia nazi, y escribir el panfleto Avanza el enemigo. Hoy en día, sigue autodefiniéndose como nazi, y como musulmán divulgador del Corán.

El caso de Sand

Un caso mucho más edificante es el de un egipcio del veinticinco años de edad, Maikel Nabil Sand, quien hasta ahora no había cumplido con el servicio militar en su país porque estaba concluyendo sus estudios universitarios. Ya graduado de veterinario, ha publicado en su blog una larga nota (20-10-10) que no tiene precedentes en el mundo árabe. Siguen los principales párrafos:

«El lunes 18 de octubre me fue entregada la orden de reclutamiento al ejército. Deberé presentarme en la base próxima a mi domicilio el viernes, y de allí seré trasladado a la academia de oficiales para el servicio obligatorio de tres años.
Soy activista político desde el 2005; apoyo consistentemente los derechos humanos y las libertades individuales. Me expresado incontables veces por escrito y oralmente en contra del régimen militar que gobierna Egipto desde 1952. Siempre defendí el derecho de Egipto e Israel de convivir en paz, y bregué por el fin de la hostilidad entre los dos países. En mi opinión, el maltrato sistemático al que Egipto sometió a Israel fue una injusticia, como lo fue el superfluo involucramiento egipcio en la guerra de 1948.
Los ataques egipcios contra el derecho de Israel de navegar libremente en aguas internacionales también fueron un error, como el apoyo del régimen egipcio a los terroristas que perpetraron actos de violencia contra civiles israelíes.
En 2009 establecí el movimiento contra el alistamiento obligatorio, el primero de Egipto con principios pacifistas.
Después de mucho pensarlo, decidí que voy a negarme a ser enlistado. Asumiré las consecuencias sean cuales fueren, y sé que serán graves, ya que soy el primer egipcio en expresar objeción de conciencia. Entre las muchas causas de mi decisión, menciono:
Soy pacifista, me niego a portar armas, y me niego a unirme a fuerzas militares. No estoy dispuesto a socavar mis principios, sea cual fuere el precio. Tampoco estoy dispuesto a ser un peón en la carrera armamentista y en los derramamientos de sangre de nuestra región.
Por sobre todo, estoy al tanto de publicaciones contra mí por parte del ejército y la sección de inteligencia, en donde se me acusa como si yo fuera un agente extranjero.
Debido a esas publicaciones, temo por mi vida y por mi seguridad en el marco de las Fuerzas Armadas, especialmente bajo las presentes circunstancias que impiden control sobre lo que ocurre dentro del ejército, y en las que el tribunal militar no es neutral y forma parte del mismo establishment que me acusa de subversión y traición.
No debe entenderse que deserto del servicio a la seguridad del país. Me opongo a la orden de enrolamiento, pero no huyo de ella.
Vivo en el mismo domicilio que aparece en mi documento de identidad, y en el remitente de las cartas que envié al Ministro de Defensa, al Primer Ministro, a los dos jefes del Parlamento, y al presidente de la República, Hosni Mubarak.
La policía puede venir a detenerme en el momento en que lo desee. Y estoy dispuesto a entregarme en cuanto salga una orden de detención contra mí.
La libertad tiene un precio, y soy un hombre libre. No me niego a pagar el precio de mi libertad. Perderé mis derechos políticos para siempre, no podré viajar al exterior por mucho tiempo, no conseguiré trabajo por mi falta de documento de alta del ejército. Y seré blanco de constante acoso por parte de la policía, y puesto en prisión por mucho tiempo. Pero gracias a sacrificios como ése se han construido grandes democracias en Europa y América.»

La prensa egipcia publicó la nota con severas críticas, y con deliberadas distorsiones al texto original, distorsiones que Sand ya ha denunciado. Algunos diarios se apresuraron en acusar al «cristiano copto, parte de un complot sionista», y otros epítetos conocidos. Se ha abierto en Facebook un grupo de detractores de Sand.

Es difícil prever qué ocurrirá con este novedoso despertar. Tiene el potencial de alentar a voces democráticas en los países árabes, y también el de generar la reacción violenta del establishment. Como aquella de unos cuantos energúmenos que irrumpieron en la Universidad Autónoma de Madrid (7-6-10) e impusieron su terror en el claustro a fin de acallar voces judías. Nadie se los impidió, porque todos prefirieron reposar en su catatonia habitual.

 

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