Nódulo materialistaSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org


 

El Catoblepas, número 78, agosto 2008
  El Catoblepasnúmero 78 • agosto 2008 • página 4
Los días terrenales

Notas para una clasificación
de las izquierdas mexicanas en el siglo XX

III. Sobre la Mesa del 47 y la Mesa del 83
(1) La Mesa del 47

Ismael Carvallo Robledo

Se analizan dos eventos ideológico-políticos dados dentro del bloque de la tercera generación de la izquierda mexicana –la de la revolución socialista–: la Mesa de 1947, y la Mesa de 1983

Señal

«A mí me parece que lo que, al final de la década de 1970 llamamos crisis del marxismo es algo demasiado complejo como para ser encerrado en una metáfora de estirpe capitalista. Porque a lo sumo podría decirse que lo que está en crisis no es tanto el marxismo cuanto cierta interpretación ingenua y dogmática del mismo, una interpretación metafísica y no dialéctica. Es por respecto a éstas interpretaciones, y únicamente en esa relación, donde alcanzaría algún sentido el concepto de crisis. Si sobreentendemos por marxismo dogmático aquella interpretación del mismo según la cual se trata de «la ciencia universal homogénea y definitiva de la realidad y de la historia que puesta al servicio de la también universal clase proletaria (no se precisa si se trata de clase distributiva o atributiva) victoriosa va a enterrar en pocos años a partir de la fecha la prehistoria de la humanidad, para instaurar el socialismo y, con él, el dominio del hombre sobre la naturaleza y sobre sí mismo», entonces es evidente que el marxismo está en crisis a partir de la Segunda Guerra Mundial sobre todo. La Guerra Mundial y sus consecuencias inmediatas (la revolución china; la organización del Tercer Mundo, el desarrollo de la novísima revolución tecnológica, el planteamiento de los problemas demográficos y ecológicos a una luz nueva, la eclosión de las culturas nacionales y la influencia de las culturas viejas orientales) está en la raíz inmediata de esa crisis. Crisis interna cuya manifestación más dramática acaso pueda cifrarse en el conflicto chino-soviético y en los conflictos surgidos entre los estados socialistas y entre las diferentes corrientes del movimiento comunista internacional. Crisis externa, determinada por la ‘recuperación’ del capitalismo, su desafío a la forma socialista y la necesidad de introducir nuevos componentes en el cuadro excesivamente sumario de la interpretación tradicional. Desde las perspectivas marxistas tradicionales, se tratará de reducir la importancia de esta crisis entendiéndola (podríamos decir) no como crisis del sistema de variables controladas por la concepción marxista, sino como, a lo sumo, una crisis de la determinación de ciertos parámetros (geográficos, tiempos, ritmos); crisis de parámetros, sin embargo, que, al extenderse y mantenerse, obligarían a poner en duda (como pura ideología utópica y anticientífica) al sistema en su conjunto. Desde perspectivas no marxistas, y descontando las fórmulas de la ideología capitalista tradicional, ni siquiera cabría hablar de crisis de parámetros: el marxismo es uno de los procedimientos regulares que el poder utiliza desde siempre (por ejemplo, desde la aparición del Estado). El marxismo es ya, en su esencia, el Gulag. El Gulag no es una desviación o una corrupción (una crisis del marxismo), sino su verdad genuina. Todo este complejo magma de voces cuyo rumor común es la «condena al poder» –y al que colaboran anarquistas y epicúreos, hippies y hare krisnas, humanistas y pedagogos no directivistas, ‘nuevos filósofos’– tiende a considerar hoy al marxismo como un componente más de ese llamado poder, metafísico y liberador, del cual se consideran como titulares tanto a Darío como a Alejandro, tanto a Hitler como a Stalin, tanto a Pío XII como a Mao. Todo este complejo de voces es a mi juicio uno de los resultados más ridículos atribuible a la absoluta falta de rigor filosófico, que la sociedad de consumo hace posible.» Gustavo Bueno, En algún sentido todos somos hoy marxistas, entrevista de junio de 1979.

«Sólo una plena conciencia histórica del presente nos permite penetrar y superar el pasado a través de un conocimiento que será tanto más objetivo y científico cuanto más elevado sea el nivel cultural de la clase innovadora y más desarrollado su espíritu crítico, su sentido de las distinciones. ‘Se condena en bloque el pasado –dice Gramsci- cuando no se logra diferenciarse de él, o al menos cuando las diferenciaciones son de carácter secundario y se agotan por lo tanto en el entusiasmo declamatorio’.» José Aricó, Presentación del primer número de Pasado y Presente, junio de 1963.

Introducción

Mesa redonda de los marxistas mexicanosPor atinada sugerencia de Víctor García-Colin, librero y viejo amigo, llegó a mis manos el interesante libro La izquierda en los cuarenta, editado en 1985 por Ediciones de Cultura Popular y el Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista (CEMOS, editores de la revista Memoria{1}). Se trata de la recopilación de los documentos presentados en el seminario que, organizado precisamente por el CEMOS en octubre de 1983 bajo el título ‘La Mesa Redonda de 1947 y la situación de la izquierda hacia la mitad de los años cuarenta’, tuvo como propósito reunir a estudiosos y protagonistas –tanto en los cuarenta como en los años sucesivos– de la izquierda socialista mexicana en torno de la que a la postre hubo de convertirse en la emblemática Mesa Redonda de los Marxistas Mexicanos; una mesa que, del 13 al 22 de enero de 1947 y por convocatoria de Vicente Lombardo Toledano (1894-1968; político marxista y dirigente de la clase obrera mexicana e iberoamericana; fundador de la CTM –Confederación de Trabajadores de México–, de la CTAL –Confederación de Trabajadores de América Latina– y, como veremos, del Partido Popular-Partido Popular Socialista), reunió a dirigentes e intelectuales marxistas, comunistas y socialistas en la Sala de Conferencias del Palacio de Bellas Artes y en el Salón de Actos del Sindicato Nacional de Telefonistas para discutir, según la propia convocatoria de Lombardo, sobre los ‘Objetivos y táctica del proletariado y del sector revolucionario de México en la actual etapa de la evolución histórica del país’.

El interés –histórico, político, ideológico– que a mi juicio tienen estas dos mesas de discusión, que en adelante habrán de ser referidas por nosotros como la Mesa del 47 y la Mesa del 83, me llevó a buscar y encontrar en el Centro de Estudios Filosóficos, Políticas y Sociales «Vicente Lombardo Toledano» las actas de aquella Mesa del 47 (la edición que tengo a la vista es de 1982, con lo cual estamos en posibilidad de suponer que los participantes de la Mesa del 83 pudieron haber trabajado con estos materiales).

Ambos eventos, la Mesa del 47 y la Mesa del 83, se inscriben dentro de la órbita político-ideológica de lo que, según nuestros análisis, hemos rotulado como la tercera generación de la izquierda mexicana: la izquierda de la revolución socialista.

Y es posible verlos también como los polos críticos –en el sentido de nudos históricos– de un bloque político ideológico, el de la izquierda socialista, replegado dialécticamente sobre el fondo económico político de reorganización, apuntalamiento y fortalecimiento del sistema capitalista mexicano y de post-guerra en dos puntos históricos de inflexión fundamentales y decisivos para el curso del siglo XX: el fin de la segunda guerra mundial y de la expansión del poderío del imperialismo de los Estados Unidos, por cuanto a la Mesa del 47; y la caída de la Unión Soviética, del socialismo real, y del nacimiento de la ideología de la globalización como bóveda de sentido (de sentido a lo que no tiene sentido, que es el sistema capitalista) del régimen del neoliberalismo-democrático, por cuanto a la Mesa del 83.

Glosa caracterizadora

Queremos acotar aquí muy rápidamente aquello a lo que nos queremos referir cuando decimos que la globalización funge como bóveda de sentido para algo que carece de él (el sistema capitalista); a lo único que da sentido nematológicamente es a la necesidad del imperio realmente existente de occidente: Estados Unidos. Y para ello ofrecemos aquí las líneas con las que el profesor Gustavo Bueno concluye su libro La vuelta a la caverna. Terrorismo, guerra y globalización:

«Concluimos: la ideología de la Globalización habría cristalizado en el proceso de conjurar el terror (o la angustia) a punto de desatarse ante la inminencia de un caos económico y social, consecutivo al derrumbamiento de la Unión Soviética y de la función de muro de contención que ésta ejercía contra cualquier tipo de caos social anarquista, urbano o tercermundista. El comunismo disciplinaba a los trabajadores, burócratas, profesores y empleados, siguiendo métodos que él mismo había tomado de la empresa capitalista. Pero el mismo comunismo, constituido en un bloque enfrentado al bloque occidental, había acabado constituyéndose como un recinto opaco, que frenaba la «voluntad monista» de control propia del capitalismo. Derrumbado el comunismo, las amenazas de un caos de clases sociales, pueblos, naciones, imperios, arrecia…
La ideología de la Globalización se nos presenta, desde esta perspectiva, como un característico mito apotropaico destinado a proteger del terror de desencadenarse en quienes se dejan arrastrar por la contemplación de un caos que empieza a entreverse por todos lados. Pero también la Globalización se nos presenta como un mito confortable, como una versión secular del mito de la comunión de los santos, o del mito que aún resuena en la Novena Sinfonía («abrazaos millones») convertido hoy en el himno de la Unión Europea…
Por ellos, «Globalización» es mucho más que una descripción de procesos tales como los de la deslocalización de empresas, el ajetreo turístico cosmopolita o la bolsa continua; la Globalización es también mucho más que una teoría científica. Es una ideología de defensa, una ideología destinada a guarecer a quienes la mantienen de la amenaza del caos que acecha continuamente en una sociedad planetaria, pero no por ello armónica…
Mediante la Idea de la Globalización todos podremos considerarnos cobijados e intercomunicados en el ámbito de una suerte de Esfera eleática en cuyo ámbito ya no sea posible el caos. Por ello, sólo podrá entenderse que se dirigen contra la Globalización aquellos hombres que se mueven en el «eje del mal» y por ello deberán ser exterminados. Porque la Humanidad globalizada, bajo la dirección de Estados Unidos, es la misma expresión del bien sobre la Tierra: ‘Dios bendiga a América’.»{2}

En efecto, un año antes de la Mesa del 47, Miguel Alemán llegaba a la presidencia de la república como abanderado del PRI (en 1929, Plutarco Elías Calles fundaba el Partido Nacional Revolucionario; en 1938, Lázaro Cárdenas lo transformó en Partido de la Revolución Mexicana; en enero de 1946, Manuel Ávila Camacho lo transformó definitivamente –hasta hoy– en Partido Revolucionario Institucional, de modo tal que Alemán es el primer presidente de México de la «revolución institucionalizada»). Y con Alemán habría de cobrar efecto una reorganización económica y política que cumplió un doble propósito: por un lado, la industrialización y modernización de la economía mexicana, y, por el otro, el freno decidido al cardenismo (un freno que, aunque prefigurado ya, hubo de retrasarse durante el paréntesis de la segunda guerra mundial).

En el contexto internacional, la Mesa del 47 estaba además enmarcada en un esquema cuya singularidad estribaba en el final de la segunda guerra mundial y en el inicio de la guerra fría y del anticomunismo norteamericano que en México habría de encontrar recepción y orgánica articulación, precisamente, con el entrante presidente de la república, don Miguel Alemán (en su gobierno es creada la Dirección Federal de Seguridad, copia al calco del FBI norteamericano). Esta era la circunstancia política que había llevado a Lombardo a lanzar la convocatoria para discutir sobre los objetivos y tácticas del proletariado y del sector revolucionario en la evolución histórica del México de esos momentos; el problema fundamental era el de encontrar la mejor manera de evitar la delicuescencia política, ideológica e histórica de la Revolución mexicana. A resultas de ese coloquio, cobró vida, bajo la dirección de Lombardo Toledano, el Partido Popular, transformado más tarde en Partido Popular Socialista.

Un año antes de la Mesa del 83, por su parte, Miguel de la Madrid Hurtado, del PRI, era electo presidente de México para dirigir el rumbo del Estado de 1982 a 1988. Cuando José López Portillo, del PRI, le entregaba la banda presidencial, le entregaba también la bomba de tiempo política derivada de la nacionalización de la banca que aquél había decretado tres meses antes de dejar el poder. Al entrar de la Madrid, en el país había una inflación que crecía al 100% al año en promedio y un incremento del 20% en el empleo informal, todo esto acompañado de drásticas caídas en los niveles de producción nacional.

Este es el contexto interno en el que se dio inicio a la aplicación ortodoxa de las políticas neoliberales que desde de la Madrid hasta el día de hoy, en 2008, han marcado el rumbo político y económico nacional.

Seis años después de la Mesa del 83, el socialismo realmente existente desaparecía y el fraude electoral de Carlos Salinas de Gortari, del PRI, era fraguado en México para afianzar aún más al bloque neoliberal-tecnocrático-democrático en suelo nacional. De la convergencia de esa doble dialéctica –interna y externa– habría de surgir la cuarta generación de la izquierda mexicana, la de la revolución democrática, dejando de lado, acaso ya de por vida, a la razón socialista, razón histórica ésta que, precisamente, había sido el motor de discusión ideológica y política de las Mesas que aquí estamos comentando.

Algunos de quienes participaron o pertenecían a los círculos aledaños a esa Mesa del 83, como Roger Bartra, son hoy defensores del liberalismo político, de la «izquierda moderna» (es decir, de la socialdemocracia) y del fundamentalismo democrático, y nutren las planas mayores de las revistas que hoy por hoy acogen al pensamiento progresista y blando, socialdemócrata y liberal, no marxista y políticamente correcto, no dialéctico y armonista, a saber: Nexos y Letras Libres. Todo ello, por lo demás, muestra patente de lo que una sociedad de consumo hace posible.

Obviamente, estos liberales y defensores de la izquierda moderna, abominan, desde la quietud de su pensamiento, de Andrés Manuel López Obrador y de las corrientes que en torno de su figura están organizadas y que están configurando lo que, según nuestros análisis, hemos rotulado como la quinta generación de la izquierda mexicana.

En estas terceras notas para la clasificación de las izquierdas mexicanas, me dispongo a ofrecer un análisis comentado de esas dos Mesas de debate en orden a esclarecer, acaso sólo de una manera preliminar y aproximativa, los componentes dialécticos que las determinaron.

En una primera parte nos abocaremos a analizar el contenido de la Mesa del 47. En una entrega subsecuente haremos lo propio con la Mesa del 83. Hemos de decir no obstante que, en el caso de la primera, la del 47, el análisis no podrá ser exhaustivo en vista de la imposibilidad práctica que tenemos para revisar las 603 páginas de que constan las Actas en cuestión.

1. La Mesa del 47

Hemos de comenzar, sin mayores consideraciones, reproduciendo íntegramente el texto con el que Lombardo Toledano convocó a tan sustantiva Mesa de debate. El texto es como sigue:

México, D.F., 23 de enero de 1947.
Muy estimado compañero:
Hace algunos días, en el curso de una reunión, expresé la idea de que, ante la evidente confusión por que atraviesa el movimiento de izquierda del país –ya que en su seno se manifiestan diversas y encontradas corrientes de opinión y en consecuencia contradictorias concepciones sobre la estrategia y la táctica que el proletariado y el movimiento revolucionario deben aplicar en la etapa presente– se hacía imprescindible la realización inmediata de la más amplia y profunda discusión sobre estas cuestiones.
La observación cuidadosa del desarrollo de los acontecimientos políticos en nuestro país y particularmente de la situación que existe en el movimiento obrero, así como las opiniones que he recibido de numerosos compañeros, que han afirmado en la idea que primeramente presenté como una simple sugestión y me han resuelto a hacer la invitación formal para que se lleve a cabo dicha discusión.
Este cambio de impresiones, para que sea fructuoso, ha de realizarse, creo yo, a la luz de los principios científicos y las experiencias históricas que deben normar la acción revolucionaria del proletariado.
Por tanto, estoy invitando muy cordial y fraternalmente a algunas instituciones de izquierda y a algunas personas cuya opinión estimo valiosa para el propósito indicado, a que participen en una serie de conferencias de mesa redonda en torno a este tema general:
«Objetivos y táctica de lucha del proletariado y del sector revolucionario de México en la actual etapa de la evolución histórica del país.»
A nadie puede escapar la vastedad de este tema y los múltiples problemas que abarca, por lo cual, de lo que se trata en realidad es de hacer una discusión, tan sumaria y exhaustiva como sea posible, que permita encontrar puntos de vista comunes que a su vez puedan determinar una acción común en el movimiento obrero y en el movimiento revolucionario en general. Para esto es indispensable, sin duda alguna, hacer un análisis concienzudo de la situación internacional, del proceso económico, político y social de nuestro país en los últimos tiempos y caracterizar, del modo más profundo, el momento en que nos encontramos. Por esta razón, he considerado conveniente hacer esta invitación con la anticipación que las circunstancias permiten, para que quienes intervengan en esta conferencia de mesa redonda, puedan disponer de cierto tiempo para preparar sus exposiciones. Como iniciador de la reunión, y como militante del movimiento revolucionario de mi país, haré, en la primera sesión, una presentación de mis puntos de vista, que pueda servir de base para las discusiones.
Creo que la reunión podrá desarrollarse en el mayor espíritu de fraternidad y de libertad para que todos los compañeros invitados expongan franca y extensamente sus opiniones. En documento anexo remito a usted la lista de las personas que están siendo invitadas.
La conferencia se llevará a cabo los días 10, 13, 14, 15 y 16 de este mes de enero, a partir de las diez de la mañana, en el local que se indicará próximamente. De acuerdo con las condiciones del local, creo conveniente que cada una de las instituciones invitadas –que son el Partido Comunista Mexicano, Acción Socialista Unificada, el Grupo «El Insurgente» y el grupo marxista de la Universidad Obrera– nombre hasta seis de sus miembros como sus representantes en la conferencia.
Además de las personas participantes, considero que es factible y conveniente que asistan a la reunión, como observadores, otros camaradas del movimiento revolucionario y político del país, por lo cual pido a ustedes que me den a conocer los nombres de las personas que estimen deben ser invitadas, para lo que no habrá otras limitaciones que las de capacidad del local y el orden que debe privar en la reunión. Asimismo, pienso que deben hacerse los arreglos necesarios para que el proletariado, el pueblo y la Nación puedan conocer una versión exacta de las discusiones.
Agradecería a usted se sirviera manifestarme, en el plazo más breve, si está de acuerdo con esta cordial invitación que hago con el ánimo de contribuir a la resolución de la crisis por la que atraviesa el movimiento revolucionario de nuestro país.
Muy fraternalmente,
Vicente Lombardo Toledano

2. Los integrantes de la Mesa Redonda fueron los siguientes:

Grupo marxista de la Universidad Obrera. Delgados. Propietarios: Vicente Lombardo Toledano, Enrique Ramírez y Ramírez, Miguel Mejía Fernández, Humberto Lombardo Toledano, Rodolfo Dorantes y Carmen Otero y Gama. Suplentes: Federico Silva, Estela Carrasco, Joel Marroquín y María Teresa Puente.

Partido Comunista de México. Delegados. Propietarios: Dionisio Encina, Jorge Fernández Anaya, Blas Manrique, Carlos Sánchez Cárdenas, Abel Cabrera L., y Prisciliano Almaguer. Suplentes: Alberto Lumbreras, Estela Jiménez Esponda.

Grupo marxista «El Insurgente». Delegados. Propietarios: Leopoldo Méndez, José Revueltas, Luis Torres, Moisés Rogelio Díaz, Eduardo Alonso y Jesús Miranda. Suplente: Luis Salazar, José Alvarado y Abraham Gutiérrez.

Acción Socialista Unificada. Delegados. Propietarios: Alberto Bremauntz, Valentín Campa, Hernán Laborde, licenciado José María Suárez Téllez, ingeniero Manuel Meza A. y Miguel A. Velasco.

Sociedad Francisco Javier Mina{3}. David Alfaro Siqueiros

Personas invitadas individualmente. Licenciado Narciso Bassols, licenciado Víctor Manuel Villaseñor, senador Juan Manuel Elizondo, Agustín Guzmán V., Francisco de la Garza, Gaudencio Peraza, ingeniero Gontrán Noble y Rafael Carrillo.

3. El contexto interno

Como ya indicamos al inicio de este documento, el contexto interno en el que la Mesa del 47 tuvo lugar estaba marcado por el triunfo en 1946 de Miguel Alemán como candidato del PRI a la presidencia de la república. De su mano se abrió paso el desarrollismo capitalista y la así llamada modernización económica pro-empresarial.{4}

Alemán hizo del «impulso industrializador» el dispositivo económico-político, pero también ideológico, de la emancipación nacional, pero en las antípodas de la emancipación nacional anti-imperialista y nacionalista que Cárdenas había impulsado y hecho culminar con la expropiación petrolera del 38. En una estrategia de freno al avance nacional popular y «socialista» del cardenismo, el gobierno de Alemán (1946-1952) se abrió paso como eslabón de continuidad del ortograma político de contención y de «unidad nacional» promovido por el sucesor de Cárdenas, Manuel Ávila Camacho{5}:

«La promoción de la ‘paz de clases’ mediante una mezcla de pactos sociales y represión, el impulso al papel del capital privado en la agricultura, la apertura de la economía al capital extranjero y la profundización de las relaciones con Estados Unidos eran medidas ya planteadas por Ávila Camacho. El debilitamiento del ejido, por ejemplo, ya se había iniciado con las modificaciones a la legislación agraria realizadas en 1942-1943. El culto al produccionismo y los intentos por restarle libertad de maniobra al movimiento obrero ya estaban en curso durante la segunda guerra mundial, como puede verse en las modificaciones a la Ley Federal del Trabajo hechas en 1943 y el Pacto Obrero-Patronal de 1946. Incluso la purga de la izquierda de la burocracia federal y las empresas estatales, supuestamente característica del sexenio de Alemán, se había iniciado en los primeros años del período de Ávila Camacho con la cacería de brujas anticomunista realizada en el sindicado de maestros.»{6}

La dialéctica de Estados en base a la cual se dibujaba el contexto internacional de la guerra fría, sobre todo en lo que atañe al anticomunismo de Estados Unidos, tuvo, como ya hemos también dicho, repercusiones inevitables en la dialéctica de clases del México de Alemán. En su gobierno, Estados Unidos tuvo «entrada libre» para sus mecanismos y agentes de inteligencia infiltrados en el país con el propósito de frenar el comunismo internacional y de desactivar también las redes de intereses alemanas, italianas y españolas.

Las agencias encargadas de tales actividades eran, por un lado, el FBI, la cual obtuvo el control sobre las actividades de inteligencia en toda la región hispanoamericana, camufladas, como bien sabemos, detrás de las agregadurías civiles o legales en las embajadas norteamericanas correspondientes, y, por el otro, la Comisión de Comunicaciones Federales, que realizaba la supervisión de las transmisiones internacionales como la de la radio Abwehr de los nazis{7}. Uno de los resultados inmediatos de esta «política de cooperación bilateral México-Estados Unidos» fue precisamente la creación de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), que fue la agencia de inteligencia del estado mexicano creada bajo los designios del coronel Carlos Serrano.

Toda la estrategia del Frente Popular que había cobrado fuerza con el cardenismo, y que había sido mantenida bajo la consigna de «Unidad Nacional» durante la guerra, fue desmantelada en el gobierno de Alemán; en el régimen que bajo su mandato se reorganizaba comenzaría a desvanecerse la tradición revolucionaria que daba contenido y vertebraba esa unidad nacional. El alemanismo fue la solución de continuidad anti-cardenista al interior del PRI; fuera del PRI el anti-cardenismo encarnó en el Partido Acción Nacional y en la organización de la oligarquía empresarial con sus centros de educación y formación ideológica correspondientes: la Universidad Iberoamericana, el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM, mejor conocido como el Tec de Monterrey) y el Instituto Tecnológico Autónomo de México (el ITAM){8}.

Ahora bien, lo cierto es que el problema de la industrialización sí colocó en una encrucijada a la izquierda socialista y comunista mexicana en la última etapa de la década de los 40, pues, en un inicio sí hubo apoyo –y de hecho unánime– al proyecto «modernizador» de Alemán en tanto que por su través habría de orquestarse un necesaria industrialización capitalista en el contexto de la posguerra:

«para la gran mayoría de la izquierda, la modernización capitalista no sólo era inevitable sino eminentemente deseable, siempre que siguiera ciertas líneas maestras. Una mayor inversión en la manufactura y el desarrollo de la infraestructura necesariamente acrecentarían la autonomía e independencia del país, disminuirían su subordinación al imperialismo estadounidense y acelerarían la eliminación de todos aquellos obstáculos ‘semifeudales’ o ‘feudales’ que le impedían a México abandonar su estatus semicolonial.»{9}

4. La intervención inicial de Lombardo: apertura de la discusión

Hombre de su tiempo, Lombardo ofrece una exposición desarrollada con el rigor al que quedaba sometido quien estaba inmerso (y a mucho honra, diríamos en su caso) dentro de la órbita de influencia del marxismo-leninismo y del movimiento obrero internacional y, que de hecho, mostraba una –para esos tiempos– considerable formación teórica, histórica y filosófica: y es que, siendo de formación marxista, no podría ser de otra manera pues, como bien señalaba Labriola, para Marx –y para quien se formase y se forme dentro de las coordenadas de su influencia, que es de las más potentes y dilatadas hasta el día de hoy– su política fue como inherente a su crítica de la economía, que era a su vez su modo de tratar la historia.

Y hemos de decir que se trataba de un sistematismo, de un método al fin y al cabo, respecto del que, en efecto, no podemos dejar de reconocer sus límites críticos (pero sin negar en bloque el pasado, porque, para volver una vez más con Labriola, si bien comprender es superar, superar es sobre todo haber comprendido): como lo son los límites ontológicos que hoy podemos perfectamente entender al detectar, en su manifestación ideológica dogmática, cerrada, el monismo ontológico e histórico ejercitado y trabajando detrás de los análisis del materialismo histórico y el Diamat soviético –un monismo según el cual todo está relacionado con todo–, que eran las herramientas de Lombardo Toledano; la ruptura con ese monismo ontológico fue desarrollada, nos parece, tanto por Althusser, por vía de su propuesta de materialismo aleatorio, como, con la más acabada coherencia y potencia crítica de la que hasta hoy quien esto escribe tiene noticia, por la teoría del pluralismo ontológico materialista del profesor Gustavo Bueno{10}. Pero un sistematismo el de Lombardo, decimos, que efectivamente echamos de menos hoy en día cuando el diletantismo, la improvisación periodístico-literaria, la ramplonería y la ausencia total de consistencia y rigor teórico y filosófico es lo que caracteriza a los «nuevos teóricos» y analistas, destilados y simplones –y no hay cosa peor que ser «un simple»–, de la «izquierda moderna»{11}.

Fundamentando sus posiciones con los postulados tanto de Marx y Lenin como de Stalin, la estructura de la ponencia de Lombardo es como sigue (los rótulos de cada sección –A, B, C, &c.– no son de Lombardo sino nuestros, y los hemos utilizado para efectos de claridad y ordenación; en su ponencia, los subtemas solamente aparecen consecutivamente):

A. Cuestiones preliminares
La vieja controversia
Las desviaciones de izquierda y de derecha
En 1947, la desviación de izquierda, la más peligrosa

B. Cuestiones de teoría y método: el materialismo, el materialismo histórico y el materialismo dialéctico
Necesidad de una teoría política
La doctrina del materialismo dialéctico
Una teoría y un método
El materialismo
El método dialéctico
El materialismo histórico
Tres maneras de negar el marxismo
Como se niegan estos principios y por quienes
El marxismo no es un dogma
El marxismo debe aplicarse a la realidad

C. Cuestiones internacionales I: Estructuras económicas y bloques geopolíticos
Caracteres del mundo en 1947
Formas de transición del capitalismo al socialismo
Remanentes del fascismo
Formas peculiares de organización económica y política
Situaciones en los países semi-coloniales
América Latina
Objetivos del mundo colonial
Cuestiones internacionales II: El imperialismo norteamericano y América Latina
El imperialismo norteamericano
Efectos económicos del crecimiento de los monopolios
Efectos políticos del crecimiento de los monopolios
El movimiento obrero en América Latina
El programa de la CTAL
Cuestiones internacionales III: La Unión Soviética
El fortalecimiento del socialismo
Cuestiones internacionales IV: Conclusiones analíticas
Diversidad del desarrollo económico y democrático
Esquemas simplistas del desarrollo democrático

D. Cuestiones revolucionarias y del proletariado mundial
Hay diferentes grados en el desarrollo de las revoluciones
Variedad de objetivos inmediatos del proletariado
Objetivos del proletariado en el mundo colonial
Objetivos del proletariado en los países semi-coloniales
Diversidad de estrategia y táctica
Nuevas formas de organización del proletariado

E. Cuestiones nacionales: sobre los objetivos revolucionarios en México: la Revolución mexicana. Cárdenas, Ávila Camacho y Alemán
¿Cuáles son los objetivos de México?
Es necesario caracterizar la Revolución mexicana
¿Quién debe dirigir la Revolución mexicana?
Situación económica de México
Desequilibrio entre el desarrollo agrícola y el industrial
La contradicción tiene que resolverse
El proletariado debe encabezar la revolución democrático-burguesa
Aliados y enemigos de la clase obrera
La táctica es la Unidad Nacional
El pacto obrero industrial y sus enemigos
Los regímenes de Cárdenas y Ávila Camacho
Ante un cruce de caminos
Los instrumentos de lucha del pueblo
Las fuerzas regresivas y las fuerzas revolucionarias
La situación de la CTM
Objetivos del PNR, del PRM y del PRI
Las tareas para la clase obrera

F. Cuestiones sobre el partido político: el Partido Popular
El instrumento: un gran partido popular
Un partido de tipo nuevo
Llamamiento

El núcleo de su planteamiento se expresaba en los términos del dilema histórico entre el desarrollo nacional independiente (por vía de la revolución industrial nacionalista organizada dentro de los límites de la fase democrático-burguesa de la Revolución mexicana de esos momentos) y el desarrollo sometido a los designios de los nuevos imperialismos, sobre todo el de Estados Unidos.

En un contexto internacional marcado por el fin de la segunda guerra mundial y el antagonismo geopolítico de dos sistemas de organización histórico-universal, el socialismo y el capitalismo, conjugado con un contexto nacional determinado por el triunfo de Miguel Alemán, del PRI, al frente de un régimen considerado como de burguesía progresista y desarrollista-capitalista; y ante la inoperancia ideológico-política del partido fruto de la Revolución mexicana, el PRI, modulación en la que, a diferencia de sus antecesores (el PNR y el PRM), la presencia de los postulados revolucionarios comenzaban a su juicio a difuminares, la unidad nacional, considerada todavía como el propósito táctico incorporado a una estrategia política anti-imperialista, sólo podría seguirse manteniendo más que en la medida en que la fase democrático-burguesa de la Revolución mexicana fuese encabezada por el proletariado, a efectos de acelerar con la revolución industrial el desarrollo de las fuerzas productivas en consonancia con las relaciones de producción, y producir así un régimen nuevo e impedir que el país cayera en la órbita del imperialismo extranjero y de sufrir una regresión histórica. El PRI ya no era a su juicio capaz de encontrar salida a este dilema:

«En cuanto a la organización política, el PRI, el Partido Revolucionario Institucional, es una organización inoperante. El Partido Nacional Revolucionario, el PNR, representó en un tiempo un progreso en la vida política del país, frente a la multiplicidad de los partidos que existían en los diversos estados de la República, porque aun cuando el PNR no fue un partido de masas del pueblo, permitió a los propios detentadores del poder, y principalmente a su fundador, el general Plutarco Elías Calles, realizar la política de unidad para él y para sus propios colaboradores, frente a esta divergencia y pluralidad de partidos locales. El PRM, el Partido de la Revolución Mexicana, a su turno, representó un paso mucho más avanzado respecto del PNR, porque por la primera vez en la historia de la vida política del país, las grandes organizaciones sociales partic= iparon en la dirección de la lucha electoral y también en la dirección de la lucha contra la reacción y contra los enemigos del progreso de México.
El PRM fue creado para fines concretos. Estos fines se lograron, y como el PRM después de eso no fue disuelto para reemplazarlo con un órgano en consonancia con las nuevas necesidades históricas, sino que se mantuvo de un modo nominal y reapareció sin autoridad moral en las justas electorales que se presentaron, fue desacreditándose paulatinamente…
El PRI fue creado para asociar, para reunir a las fuerzas progresistas y enfrentarlas en la campaña electoral contras las fuerzas que pretendían llevar a la Presidencia de la República un agente del imperialismo extranjero. Pero por eso, por haber sido un esfuerzo tardío para revivir al viejo PRM, la función cumplida por el PRI fue una función muy restringida. El licenciado Miguel Alemán fue electo por la inmensa mayoría del pueblo mexicano; pero no se puede decir que el PRI haya sido el conducto para esa elección. La victoria del licenciado Alemán no se realizó al través del PRI. Se realizó sobre el PRI, por encima del PRI y por encima de sus órganos establecidos. No puede hablarse, en consecuencia, tampoco, de que exista en México, en los actuales momentos, un partido o una serie de partidos que agrupen a las grandes masas populares.»{12}

En este análisis final estaba anunciada ya la solución de continuidad revolucionaria –de la Revolución mexicana–, «el instrumento», a saber: un gran partido popular cuyas características fundamentales serían la de no ser un partido marxista –puesto que ya existía el Partido Comunista Mexicano–, ser un partido independiente del gobierno y ser, además y ante todo, un frente revolucionario.

El programa de lo que a la postre fue el Partido Popular (creado en junio de 1948; fue hasta 1960 cuando, anclados con mayor fuerza en los principios marxistas-leninistas, que), tendría como líneas directrices, precisamente, el logro definitivo de las metas y los objetivos inmediatos de la Revolución mexicana:

«en la esfera nacional, el partido ha de luchar por la emancipación de la nación, por el desarrollo económico del país, por la revolución industrial de México, por la elevación del nivel de vida del pueblo, por el perfeccionamiento de las instituciones democráticas.
En la esfera internacional, el partido debe luchar principalmente por la conservación de la paz, por la exterminación del fascismo, por la independencia de los países coloniales, por la emancipación de los países semi-coloniales, por la políticas de la Buena Vecindad y por la unidad de la América Latina.»{13}

El idealismo y el monismo ontológico, propios igualmente de aquella época, pueden también apreciarse en esta declaración programática de Lombardo. En 1949, José Revueltas publicaría su novela Los días terrenales, que sería atacada con virulencia por la plana mayor de los marxistas mexicanos, precisamente porque a través de ella trabajaba en Revueltas una crítica al idealismo y el optimismo del marxismo monista de su tiempo.

5. La intervención de José Revueltas

José Revueltas participó en la Mesa del 47 como representante del grupo El Insurgente el día 21 de enero. Su ponencia fue reseñada al día siguiente en el periódico El Popular; para principios de febrero, el mismo periódico daría inicio a la publicación íntegra de todas las intervenciones. La de Revueltas aparecería en el n. 3157, del 22 de febrero, y en el n. 3162, del 27 de febrero. Algunos fragmentos fueron luego publicados en La Cultura en México, el 22 de julio de 1970, así como en Xilote, en el número de julio-octubre de 1972{14}.

Revueltas organizó su participación destacando de la ponencia de Lombardo lo que era para él el nudo crítico del desenvolvimiento histórico de México hasta esos momentos: el nudo crítico del carácter nacional de la revolución democrático-burguesa.

Después de elogiar la intervención y las caracterizaciones sistemáticas de Lombardo, y de condenar seguidamente la realidad –la brutal realidad en sus palabras– de que no había habido hasta esos momentos en México una aplicación consecuente, científica y certera de los principios del marxismo por ninguno de los grupos que se arrogaban precisamente la titularidad de tales doctrinas, Revueltas pasaba luego a señalar la clave de la cuestión en los términos usados por Lombardo en relación con las desviaciones de izquierda y de derecha:

«El análisis realizado por el compañero Lombardo Toledano, acerca de la presente etapa histórica, se sustenta sobre una doble consideración de tipo estratégico y táctico, a la vez, con todas sus naturales derivaciones políticas. Esta doble consideración consiste, primero, en el planteamiento de la revolución democrática de México y en el estudio de los factores que han hecho posible la existencia de tal dilema; y, segundo, en el planteamiento de los métodos que hay que poner en juego para el uso adecuado de las fuerzas sociales que lo resolverán. ‘O nuestro país logra superar las actuales dificultades –dice el compañero Lombardo–, acelerando con la Revolución Industrial el desarrollo de las fuerzas productivas para ponerlas en consonancia con las necesidades del pueblo, con las fuerzas, con las relaciones de producción, para superar esta contradicción en una forma de síntesis creadora que produzca un régimen nuevo, o el país puede caer en la órbita del imperialismo extranjero y sufrir las consecuencias de una regresión histórica’.»{15}

Frente al dilema histórico en el que se encontraba la Revolución democrática mexicana (avance o retroceso de los principios fundamentales de la Revolución), Lombardo identificaba dos desviaciones. La desviación de derecha consistía en pretender basar la actividad revolucionaria en un «fatalismo geográfico histórico» del que se derivaba la imposibilidad del cumplimiento de tales objetivos de la revolución democrática sin un entendimiento con el imperialismo. Revueltas hacía aquí la acotación de que ese fatalismo no era nuevo, encontrando en Sebastián Lerdo de Tejada la acuñación de la frase –que luego habría de ser atribuida también a Porfirio Díaz– según la cual «la desgracia de México es estar lejos de Dios y muy cerca de los Estados Unidos». Y acotaba también que ese fatalismo había provocado, durante la Segunda Guerra Mundial, todo un sistema de revisión (de revisionismo) de los principios fundamentales del marxismo en México.

La desviación de izquierda, según Lombardo (pormenorizado por Revueltas), consistía en la afirmación de que había llegado ya el momento de luchar por parte del proletariado y de las fuerzas revolucionarias que pudieran unirse contra todos aquellos que quisieran obstaculizar el cumplimiento inmediato, directo, mecánico, de los objetivos de la Revolución mexicana. Esta desviación era la que adoptaba la forma práctica del oportunismo sectario, de la fácil demagogia populachera y de la irresponsabilidad, y que había sido caracterizada por Dimitrov –según Revueltas– del modo siguiente: se manifiesta especialmente en la apreciación exagerada de la revolucionarización de las masas, en la apreciación exagerada del ritmo con que se apartan de las posiciones del reformismo, y en el intento de saltar las etapas difíciles y los problemas complicados del movimiento.

Y luego Revueltas da un paso más que Lombardo y arremete contra quienes a su juicio representaban esa desviación de izquierda, de ese sectarismo-oportunismo, en México: el Partido Comunista, algunos líderes del Partido Acción Socialista Unificada, Valentín Campa y David Alfaro Siqueiros.

Aplicando después el esquema materialista histórico de la tensión entre fuerzas productivas y relaciones de producción sobre la que se dibuja la dialéctica de clases, Revueltas hace una sucinta y apretada exposición de la dialéctica histórica de formación de la nacionalidad mexicana a partir de fines del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX. En los términos del materialismo filosófico, la problemática que Revueltas ponía sobre la mesa es la problemática fundamental de todas las repúblicas americanas y de España misma al día de hoy: el problema de la nación política, en contraposición con las naciones étnicas, como problema histórico y filosófico, es decir, como problema universal (porque universal fue el imperio del que son fruto: el imperio español). Para Revueltas, en todo caso: la Revolución Democrático-burguesa Mexicana (las mayúsculas son de él), desde sus orígenes en la revolución preburguesa de 1810, ha sido siempre una Revolución Nacional, una revolución donde la nacionalidad al tiempo que se gesta, reclama su derecho a la existencia, su derecho a establecerse y desarrollarse.{16}

Una Revolución Nacional (se trata del proceso de racionalización –holización– de las estructuras del Antiguo Régimen bajo el canon de la nación política) que atravesaría todo el siglo XIX y que encontraría dos períodos de concentración y solución de contradicciones dialécticas (contradicciones que hoy estamos en posibilidad de apreciar como dadas con arreglo a la trabazón de la dialéctica de clases y la dialéctica de Estados como motor de la historia): el período 1810-1821 y el período Reforma-Porfirismo:

Por cuanto al período de concentración histórica de 1810-1821, Revueltas sostenía que:

«Puestas en marcha por la revolución pre-burguesa de 1810, las fuerzas de la nacionalidad mexicana ya no podían detenerse fácilmente en el camino de la lucha por su existencia. Después de 1821, en que la contradicción dialéctica de 1810 fue resuelta en un sentido regresivo, chocaron entre sí en una guerra a muerte, de un lado las clases nacionales y del otro las clases antinacionales.

El grupo social representado por los terratenientes liberales, por los profesionistas progresistas, por los jornaleros de la ciudad y los jornaleros del campo, obtuvo considerables progresos en el período histórico posterior a lo que se conoce como Consumación de la Independencia. Estos progresos tenían su expresión en las leyes de desamortización de bienes de manos muertas y de la abolición de fueros, en la Constitución Política de la República, adoptada en 1857, y en las Leyes de Reforma expedidas por el Presidente Juárez desde Veracruz. En suma, el conjunto de estas disposiciones representaba uno de los golpes más poderosos asestados al poder del feudalismo y de la Iglesia.»{17}

Por cuanto al período de concentración histórica Reforma-Porfirismo, sostenía que la solución de continuidad de la Reforma, a pesar de sus logros positivos, propiciaría no obstante un reforzamiento del latifundismo civil –creando de hecho una nueva clase de terratenientes– que, al tiempo de despojar a la iglesia de tierras desocupadas productivamente, despojó también a las comunidades indígenas (reduciéndolos a parias y evitando su incorporación política y económica a la dialéctica de clases de la nación política mexicana); la Reforma juarista revolucionaria (en términos de Revueltas), habiendo sorteado en el terreno de la dialéctica de Estados la batalla contra la Intervención y el Imperio, llegaba a un límite histórico que producía una nueva contradicción dialéctica llamada a tomar cuerpo en el futuro en una fase superior económico-política que, más tarde, estallaría nuevamente en la Revolución de 1910: el porfirismo:

«La etapa histórica, conocida en México con el nombre de porfirismo, desarrolla en sus consecuencias lógicas, y consolida, al mismo tiempo, los principios de la Reforma, agudizando así las contradicciones que le legara el inmediato pasado anterior. Se produjo bajo el porfirismo un proceso de acumulación territorial que devino rápidamente en feudalismo, y aparecieron en el escenario económico, para proyectarse más tarde en el escenario histórico y político, dos fenómenos nuevos de singular importancia, y desconocidos hasta entonces: el imperialismo, por una parte, y la clase obrera, por otra, acompañada de una débil, maltrecha e incipiente burguesía nacional.»{18}

Lo importante, para Revueltas, en todo caso –y sobre esto quería atraer la atención–, era apreciar en perspectiva el arco histórico 1810-1910 en donde era puesto de relieve el hecho de que la nacionalidad mexicana como tal no había podido cristalizar en una unidad consistentemente trabada; se trataba del problema histórico de la nación política.

Si el porfirismo había sido la solución de continuidad regresiva aunque lógica, según las premisas económico políticas configuradas con la Reforma, del mismo modo en que en 1821 la contradicción de 1810 se había resuelto –a juicio de Revueltas– en una síntesis negativa (aplicando el principio marxista según el cual la historia también puede avanzar por el peor de sus costados), no por ello el desarrollo histórico habría de dejar de plantear nuevas contradicciones; contradicciones que en las postrimerías del XIX habrían de desembocar, anudadas igualmente por el problema de la nación política como problema fundamental, en la Revolución de 1910:

«Sobrevino, de esta manera, la gran Revolución Democrática Mexicana de 1910, que se echaba a cuestas la enorme tarea, aun no consumada después de un siglo de luchas y tres siglos de opresión, de integrar definitivamente la nacionalidad y transformar, también definitivamente, las caducas y regresivas relaciones de producción.»{19}

Ahora bien, plantados en 1947, el dilema histórico era visto por Revueltas como el dilema del carácter nacional que, en las nuevas circunstancias mundiales, cabía atribuirle a la Revolución Democrática en México. Y para él estaba incurriéndose en el error al confundir las tareas del proletariado en su lucha por la dirección de la Revolución Democrático-burguesa con las tareas del proletariado en su lucha por una revolución socialista.

Y ante el problema del papel del proletariado en la revolución democrático-burguesa, Revueltas defendía que, si bien coincidía con Lombardo en el hecho de que su papel sí debía ser el de dirección histórica, había no obstante que sopesar primero cuál era el grado de inconsecuencia de la burguesía ante tal proceso histórico y cuál era también su grado de debilidad ante las tareas que tenía frente a sí. Y ante esto, la resolución de Revueltas era como sigue:

«Mientras la burguesía no se convierta en una burguesía antinacional, el proletariado no puede plantearse el arrebatarle la dirección de la revolución democrática, pues el que la burguesía no haya abandonado sus posiciones nacionales indicaría que el antagonismo entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción aun no ha llegado al punto crítico y a la madurez indispensable para que se produzca un cambio.
En el caso opuesto, suponiendo que se pudiera dar el ejemplo de una burguesía que abandonara sus posiciones nacionales sin abandonar sus posiciones democrático-burguesas, pese a ello sería una burguesía reaccionaria, pues la historia de México demuestra que la lucha por la integración nacional es una lucha esencialmente progresista y revolucionaria. Cuando convergen dentro de una misma revolución democrática dos corrientes históricas, una social y otra nacional, que se desarrollan paralelamente, aumenta en forma extraordinaria la posibilidad de las más inesperadas interreacciones, complicaciones y combinaciones, que obligan al proletariado a usar, cuando no a descubrir, las más diversas tácticas de lucha. Por eso es justo afirmar que el problema de la conquista de la dirección de la revolución burguesa por el proletariado, es un problema condicionado por los factores específicos de una situación dada, y que mientras esos factores específicos no se presenten, el proletariado, sin perjuicio de su independencia y de la defensa de sus intereses inmediatos y mediatos, debe compartir con la burguesía la dirección de la revolución democrática, hasta en tanto se crean las condiciones en que por su fuerza, su capacidad de organización y las sólidas ligas con sus aliados naturales, pueda encabezar la Revolución Democrática, consumarla y transformarla en Revolución Socialista.»{20}

6. Otras intervenciones

Valentín Campa. Para Campa, histórico líder ferrocarrilero que participaba por parte de la Asociación Socialista Unificada y cuya intervención tuvo lugar el jueves 16 de enero, los vaivenes de la Revolución no eran tanto el fruto de la falta de un programa claramente definido, sino del simple aburguesamiento y enriquecimiento de las élites que se habían implantado en el seno de la Revolución, como por ejemplo el expresidentes Calles y sus seguidores. La caracterización de Campa no tiene desperdicio:

«Y es aquí donde nosotros, cuando se trata de concretar, diferimos un tanto del compañero Lombardo. Cuando dice, por ejemplo, que el zigzag seguido por la Revolución Mexicana se explica por la falta de nuevas metas o renovación de programa. Creemos que ésa no es la explicación que tienen los zigzags de la Revolución Mexicana. La realidad económica y política demuestra que nuestra Revolución Mexicana sufre constantes ciclos que están determinados por el acumulamiento de riquezas por los que influyen y dirigen la Revolución Mexicana. Tenemos una experiencia que es un impacto en la conciencia del pueblo mexicano: el callismo. Los callistas, inicialmente nuestros maestros de escuela, pequeños agricultores, empleados, algunos obreros, pobres todos, fueron acumulando comodidades, lujos y riquezas hasta convertirse, proporción guardada de su época, en una oligarquía de millonarios que en relación directa con la acumulación de millones transformaban sus opiniones y sus actitudes de carácter político. Hacían concesiones a las fuerzas reaccionarias, hasta llegar no sólo a concesiones al imperialismo, sino a asociaciones con el imperialismo. Hacían concesiones a los latifundistas, hasta llegar no sólo a concesiones a los latifundistas, sino a asociarse con los latifundistas. Y este proceso económico, convertido en un proceso político, explica qué de actitudes revolucionarias antiimperialistas, antifeudales en relación directa con la acumulación de riquezas por el grupo dirigente del régimen. Se iniciaron desviaciones, oportunismos, hasta llegar a constituir toda una línea contrarrevolucionaria, aliados al imperialismo, a los latifundios, contra el pueblo mexicano y contra la clase obrera de México.»{21}

Campa remataba, así, que, ante el incumplimiento cabal de los fines de la revolución democrático-burguesa, la salida no era otra que hacer que el proletariado dirigiera los estadios finales de la revolución.

Por otro lado, Campa presentó sus puntos de vista en torno de la industrialización capitalista del país en unos términos favorables hacia el capitalismo de estado en tanto que mejor forma de industrialización dentro de los límites de la forma política democrático-burguesa. Además, no dejó de enfatizar el sentido dialéctico de su afirmación: la industrialización nacional no era una industrialización en abstracto, sino una industrialización contra el imperialismo. Esta vía estatal capitalista la contraponía al tipo de proceso económico representado por la Fundidora Monclova, empresa que, tras obtener grandes ganancias, fue entregada a capitalistas y funcionarios privados. El capitalismo de estado implicaba para Campa el hecho de que fuesen incorporadas a la propiedad estatal, necesariamente, algunas áreas de la manufactura y de la industria pesada; tesis ésta que ofrecía dificultades considerables a todo proyecto de «unidad nacional», toda vez que mantenía en guardia a cuanto propietario capitalista que pudiese advertir el riesgo de nacionalización:

«Queremos, sin embargo, hacer hincapié en nuestra coincidencia con los compañeros del Partido Comunista en que, además del Plan Clayton que pretende ponernos en un plan de igualdad a México y a los Estados Unidos en las barreras arancelarias, la técnica principal del imperialismo yanqui en este momento es, no tanto (sin negar el peligro que en esto existe), la de mandar los productos de Estados Unidos a México, sino la de controlar la industria de transformación y la industria en general dentro de México. En efecto, hay un ambiente económico y político en la burguesía que dirige a la Revolución, que favorece los planes del imperialismo yanqui para venir en plan de acción, y de acción dizque minoritaria, con sólo el cuarenta y nueve por ciento de las acciones de todas las industrias, cuando en realidad el cuarenta y nueve por ciento de las acciones es parte solamente del control que ellos ejercen, que es absolutamente mayoritario…
Es parte fundamental del objetivo de liberación nacional el formular un programa que vaya desde la lucha contra esta invasión económica paralela al Plan Clayton, hasta entender que la industrialización de México, tiene que ser claramente expuesta como industrialización de lucha contar el imperialismo, con todo el contenido y el sentido de ese objetivo. De lo contrario, no habrá industrialización; tenderemos unidades con un mercado limitado, con la perspectiva de restringirse, pero factorías y unidades industriales controladas por el imperialismo, sin desenvolver el progreso y el nivel de vida del pueblo mexicano, y al contrario, imponiendo un dominio y un monopolio todavía mayor a México y a su pueblo.»{22}

Campa fue también incisivo en sus advertencias ante el modo en que el régimen de Alemán era considerado como «progresista» pues, a su juicio, un análisis de clase de la acumulación capitalista de esos momentos permitiría corroborar el corrimiento a la derecha de Alemán y su gobierno.

* * *

Como indicamos en la introducción de este documento, el libro que compila las actas de la Mesa redonda de los marxistas mexicanos consta de 603 páginas, lo que hace prácticamente imposible que seamos capaces, para los efectos de esta entrega de Los días terrenales, de comentarlos pormenorizadamente.

Así que, sin perjuicio de que vayamos a volver a estos materiales en próximas entregas e investigaciones, dejamos hasta aquí esta primera consideración, esperando que haya por lo menos servido para esbozar de manera conspectiva sus contenidos más sobresalientes y representativos.

En la siguiente entrega de esta sección, estaremos analizando el contenido de la Mesa del 83.

Notas

{1} Memoria, revista mensual de política y cultura, editada por CEMOS. Véase el sitio electrónico www.memoria.com.mx

{2} Gustavo Bueno, El mito de la caverna. Terrorismo, guerra y globalización, Ediciones B, Barcelona, España, 2004. Véase igualmente el interesante programa que sobre la Globalización organizó el programa Teatro Crítico (Debate no. 5), el 31 de octubre de 2007, y en donde participan Tomás García López, David Alvargonzález, Joaquín Santiago y Sharon Calderón: http://www.teatrocritico.es/pro/tc05b.htm

{3} Esta sociedad fue organizada por todos quienes participaron en la guerra civil española. Sobre este interesante y singular personaje, nos permitimos remitir a nuestro artículo Xavier Mina, guerrillero, en El Catoblepas, 75, mayo 2008, pág. 4.

{4} El propio Miguel Alemán era empresario; su hijo, Miguel Alemán Velasco, además de haber sido también gobernador del estado de Veracruz por el PRI de 1998 a 2004, es también un empresario poderoso, ex - presidente ni más ni menos que de Televisa; su hijo –y nieto del Miguel Alemán en cuestión-, Miguel Alemán Magnani, es también un acaudalado empresario mexicano.

{5} Tema de futuras investigaciones será el que nos lleve a indagar sobre las causas y consecuencias del hecho de que Lázaro Cárdenas, en vez de haber apoyado e impulsado a Francisco J. Múgica, hombre radical y en algún sentido socialista, como su sucesor, eligió a Manuel Ávila Camacho, hombre gris y conservador. Otro pudo haber sido el rumbo de México de haber estado Múgica al frente del Estado en 1940 sucediendo a Cárdenas.

{6} Barry Carr, La izquierda mexicana a través del siglo XX, Ciudad de México, Ediciones Era, 2000, págs. 151-152.

{7} Ibid., pág. 153.

{8} Véase para mayores datos los artículo de quien esto escribe titulados Los nuevos cargos concretos, El Catoblepas 49, marzo 2006, pág. 4, y Proyecto México: del nacionalismo al neoliberalismo. Más cargos concretos, El Catoblepas 56, octubre 2006, pág. 4.

{9} Barry Carr, Ibid., pág. 161.

{10} Esto es lo que no han sido capaces de entender los sociólogos y politólogos (liberales, socialdemócratas o lo que sea, pues da lo mismo) de nuestros días, quienes, al no tener sistema filosófico alguno, quieren borrar con un brochazo gordo y burdo toda la herencia materialista marxista, engelsiana, leninista, estalinista y soviética (con gratuidad e ignorancia meten a todo esto en el mismo «saco totalitario del Gulag») cuyos puntos de apoyo filosófico-ontológicos sólo pueden ser entendidos, aquilatados y rescatados desde algún sistema filosófico con la potencia crítica y sistemática para ello; pero nunca será posible hacerlo desde la sociología o desde la politología. En esto estriba la fuerza del salto cualitativo histórico-universal del materialismo filosófico de Gustavo Bueno. Y para poner las cosas –las cosas del materialismo filosófico- dentro de sus justos quicios, lo diremos con la misma fuerza con la que Marx se expresaba en su tesis doctoral: desde un punto de vista filosófico, es importante entonces delimitar y esclarecer sus contenidos (del materialismo filosófico, I.C.), puesto que de la manera determinada de este cambio, de este salto cualitativo, puede deducirse la determinación inmanente y el carácter histórico universal de una filosofía.

{11} Decimos esto –respecto del estudio, o más bien del no-estudio en nuestros días del marxismo, del leninismo, del materialismo histórico, &c., como figuras históricas y de pensamiento realmente existentes y acontecidos- con la misma desazón, decepción, y acaso hartazgo, con la que el profesor Gustavo Bueno, en entrevista con Sánchez Dragó, de 1978, sobre el estado de la filosofía en España tras la muerte de Franco, se refería al estudio de la escolástica. Ante la pregunta de Sánchez Dragó «-¿Y a propósito de la escolástica, qué se hizo de ella, colea aún?», el profesor Bueno respondió: «- Yo creo que sí; es más, yo creo que es una pena que ya no se cultive. Por ejemplo, hace unos años, hace todavía diez o doce años, los clérigos que venían a la universidad, pues sabían latín, habían leído a Santo Tomás, a Suárez, y se podía discutir con ellos. Y ahora no sé si es por el concilio vaticano o por lo que sea, pero ahora no saben nada. Ahora no saben absolutamente nada, ni siquiera se les puede atacar; son tan abiertos, es un humanismo tan vago, tan indeterminado, que realmente no hay posibilidad de hablar con ellos. Y en ese sentido, me parece que la escolástica ha perdido su rigor, que está sin duda recluida en algunos núcleos, pero que hablan para sí, que no tienen auditorio; pero yo creo que es una tradición como la música gregoriana, que debería cultivarse –el que sea aficionado a ello-, porque es una tradición importante, además de que es un eslabón cultural sin el cual no se puede entender evidentemente toda la cultura posterior; la filosofía escolástica yo creo que es un eslabón indispensable para entender el ulterior desarrollo del pensamiento». La entrevista a la que nos referimos, y que no tiene desperdicio, puede verse en la siguiente dirección electrónica: http://www.fgbueno.es/med/1978tv03.htm.

{12} Ponencia de Vicente Lombardo Toledano en la Mesa Redonda de los Marxistas Mexicanos, presentada en la Sala de Conferencias del Palacio de las Bellas Artes el 13 de enero de 1947, a las 10:45 horas. Mesa Redonda de los Marxistas Mexicanos, Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales «Vicente Lombardo Toledano», México, D.F., 1982, págs. 67 y 68.

{13} Ibid., pág. 70.

{14} Esto es lo que está consignado en la nota aclaratoria que los editores hicieron de la ponencia de Revueltas que a su vez aparece en el tomo 16 de sus obras completas, ver José Revueltas, México: una democracia bárbara, Ediciones Era, México, 1983.

{15} Intervención de José Revueltas, en Mesa Redonda de los Marxistas Mexicanos, Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales «Vicente Lombardo Toledano», México, D.F., 1982, pág. 372.

{16} Ibid., pág. 376.

{17} Ibid., pág. 379.

{18} Ibid., pág. 380.

{19} Ibid., pág. 381.

{20} Ibid., pág. 384.

{21} Intervención de Valentín Campa, del 16 de enero de 1947, en Mesa Redonda de los Marxistas Mexicanos, Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales «Vicente Lombardo Toledano», México, D.F., 1982, págs. 102-103.

{22} Ibid., pág. 108.

 

El Catoblepas
© 2008 nodulo.org