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El Catoblepas, número 71, enero 2008
  El Catoblepasnúmero 71 • enero 2008 • página 19
Libros

De revoluciones y derrotas

Carlos Moreno Guerrero

Sobre la obra multimedia Integral Sacristán, Edición de Joan Benach, Xavier Juncosa y Salvador López Arnal, Ediciones de Intervención cultural/El Viejo Topo, Barcelona 2006

Manuel Sacristán Luzón (1925-1985)

Manuel Sacristán Luzón (1925-1985) ha sido uno de los intelectuales comunistas más influyentes durante el franquismo, y autor de una de las más sólidas contribuciones al marxismo en la España de la segunda mitad del siglo XX. La escasez de su obra{1} no impidió que se convirtiera en vida en un autor de culto, con un prestigio legendario.

Tras la conmemoración del veinte aniversario de la muerte de Manuel Sacristán en el año 2005, y quizá como fruto más interesante, se ha presentado a principios de 2007 Integral Sacristán. Se trata de una obra multimedia en la que están presentes los temas, intereses y actividades a los que Sacristán dedicó su vida, y que aporta una imagen de conjunto de la biografía y bibliografía del autor{2}, así como de la historia política y cultural en la que ambas se insertaron. Es un tipo de trabajo que carece de precedentes en España, salvo en el mundo de la música, si bien es muy frecuente en otros países, por ejemplo en Francia, con obras similares, sobre Deleuze, Morin o Levi-Strauss, entre otros. Sacristán no dejó indiferente a nadie que se le acercara. Harán bien sacristanistas y sacristanófobos en contrastar sus posiciones y disfrutar con el original y atractivo Integral Sacristán.

Integral Sacristán consta de 4 DVD y un libro. Los DVD contienen ocho documentales monográficos plenos de interés, realizados por Xavier Juncosa, con pertinentes textos e imágenes introductorias, y con el montaje de cerca de un centenar de entrevistas a familiares, discípulos, amigos y compañeros. Los documentales tienen una duración total de trece horas, dedicados a la juventud de Sacristán, a la lucha antifranquista, al filósofo, al marxista, a su estancia en México, a los movimientos sociales, al maestro y a Giulia. Los DVD incluyen cinco documentos sonoros, con una duración aproximada de cinco horas, que recogen conferencias impartidas por Sacristán entre 1978 y 1983, entre otras, la importante El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia (1978). Los referidos soportes audiovisuales están acompañados del libro Del pensar, del vivir, del hacer. Escritos sobre Integral Sacristán, en el que se recogen 43 breves ensayos sobre los aspectos tratados en los documentales. La mayoría de esos artículos se han escrito para esta ocasión y no aportan nada relevante a lo ya conocido, más allá de su función puramente introductoria. Por el contrario, los documentales aportan una innovadora, atractiva y cálida forma de acercamiento al Sacristán personaje, a su círculo y a su obra. Los documentales están sobriamente realizados, inteligentemente montados y poseen el ritmo preciso para mantener la atención del espectador; también aciertan a aportar suficientes indicios sobre el contexto y la calidad del testimonio de cada entrevistado. En todo caso, la mayor parte del material audiovisual presentado es indirecto, sobre Sacristán, siendo lamentablemente escaso el protagonizado directamente por el propio filósofo. En cuanto al fondo de la obra, el tono dominante en el tratamiento de Sacristán es el propio del sentimiento de admiración de sus discípulos y compañeros de la revista mientras tanto, última trinchera o burbuja social de sus posiciones grupusculares revolucionarias. Integral Sacristán nos brinda una ocasión para reconsiderar con cierta perspectiva crítica algunos aspectos de la vida y obra de Sacristán.

Quizá el documental titulado El joven Sacristán sea el mejor acabado y el más interesante de la serie. Es una obra coral, con aportaciones de personas cercanas a Sacristán, aunque con información y puntos de vista distintos. Ese documental cubre parte de lo que puede entenderse como primera etapa de la vida de Sacristán, los años de formación, en los que deslumbró por su inteligencia y su capacidad de trabajo, de Falange, y de la experiencia de la enfermedad a raíz de una tuberculosis renal, etapa ideológica que entendemos que se extiende hasta 1954. El padre de Sacristán fue responsable del SEU en Barcelona. Sacristán militó activamente en la organización juvenil y en la universitaria de Falange hasta 1946-1947, cuando a raíz de una oscura acción en la que participó con otros falangistas, posiblemente relacionada con contactos con trabajadores anarquistas, fue excluido de la línea oficial de Falange. El falangismo de Sacristán fue auténtico, radical, joseantoniano. Su relación con el falangismo, si bien al final con alguna influencia orteguiana, se mantuvo hasta 1954, tras ser el factótum de importantes revistas de Falange como Quadrante (1947-1948) y Laye (1950-1954), revistas del régimen franquista. El periodo falangista de Sacristán, a juicio de Josep María Castellet, ha sido «mitificado», mientras que Emilio Lledó reclama «piedad» para la etapa azul de un hombre lleno de grandeza y que fue muchas veces una víctima. Juan Ramón Capella, uno de los principales discípulos de Sacristán, trata en el documental de blanquear dicha etapa de su maestro, en línea con lo que ya había escrito en su biografía –hagiografía, si no queremos engañarnos– de Sacristán, en la que señaló que el falangismo de su maestro «se entiende bien en el contexto del estado totalitario y de la raíz familiar paterna», y añadió muy serio –sin que, al parecer, se le cayera la cara de vergüenza-: «entrar en la órbita de Falange fue cosa del destino; salir de ella cuestión de consciencia»{3}. Juan Carlos García Borrón, amigo del joven Sacristán, recuerda que su falangismo fue «bastante entusiasta». A lo largo de su vida Sacristán guardó un silencio absoluto sobre su etapa falangista, y cuando se le inquirió sobre la misma trató de escurrir el bulto{4}. César Alonso de los Ríos ha llegado a señalar que «el caso de Sacristán tuvo muchos parecidos con el de Günter Grass»{5}, juicio que nos parece excesivo pues aunque ambos casos tienen alguna relación (ambos ocultaron su pasado y ambos se presentaron como una conciencia moral crítica), tienen diferencias sustanciales, entre otras que Grass no sólo ocultó su alistamiento voluntario en el temible cuerpo de combate Waffen-SS, hecho que no tiene paralelo en Sacristán, sino que, además, mintió al afirmar que estuvo destinado en el ejército regular{6}.

Un segundo gran periodo ideológico de la vida de Sacristán se extiende desde 1954, fecha de su viaje a Alemania para estudiar lógica y del inicio de su conversión al comunismo, hasta 1978, fin de su militancia en el partido comunista.

Tras terminar sus licenciaturas de filosofía y derecho, entre 1954 y 1956 Sacristán se especializó en lógica matemática con Heinrich Scholz en la Universidad de Münster. En ese espacio de tiempo, junto a sus estudios lógicos, se inició en el marxismo y en el comunismo, iniciación cuyos curiosos detalles narra Vicente Romano en uno de los documentales. Al regresar a España en 1956, comenzó su trabajo universitario y una muy intensa actividad política comunista. Sacristán transitó del fascismo al comunismo, manteniendo siempre una constante antiliberal. Comentando ese hecho, señala Jesús Núñez, uno de sus principales amigos y compañero de estudios: «Sacristán necesitaba una fe interna, una disciplina intelectual, y la verdad es que pasó de la Iglesia católica{7} y del falangismo tibio al comunismo». Una explicación distinta de la radicalidad de los planteamientos ideológicos de Sacristán la aporta en su entrevista el histórico líder obrerista del PSUC Gregorio López Raimundo, quien manifiesta que en los militantes comunistas procedentes de la Falange, y alude a Sacristán y a Valverde, percibía una «necesidad, incluso física, de radicalidad» en sus posiciones, para que no pudieran ser catalogados por su historia anterior.

Su carrera académica –fue profesor de Lógica e Historia de la Filosofía, de Fundamentos de Filosofía y de Metodología–, fue injusta y gravemente obstaculizada durante el franquismo por su significación comunista, y hubo de esperar a la democracia para que se le nombrara catedrático de Metodología de Ciencias Sociales en la Universidad de Barcelona. Con ser abrumadores los testimonios de la infrecuente excelencia de su magisterio académico –por su dominio de la materia, capacidad pedagógica, fuerza expresiva, poder de síntesis, habilidad y eficacia comunicativa– son legendarias sus conferencias y charlas. En esos actos parecía que había una especie de «carga eléctrica», como dice Mosterín, con salas completamente llenas, con gente en los pasillos y de pie; nadie tosía ni bostezaba. Cada palabra se escuchaba con una mezcla de interés y de ansiedad... Ese ambiente de las conferencias de la época es común a las de otros personajes, tales como José Luis López Aranguren, Carlos Castilla del Pino, Gustavo Bueno, Enrique Tierno o Ramón Tamames, transformados por los estudiantes universitarios en símbolos y maestros del antifranquismo intelectual. La influencia intelectual de Manuel Sacristán fue muy profunda en minorías dirigentes comunistas y, en general, progresistas, especialmente en Cataluña.

En los periodos en que se le impidió la docencia intensificó sus tareas de traductor. Su labor editorial, en rigor podría hablarse de su política editorial, fue sobresaliente, como consejero, prologuista, compilador y traductor, labor ésta en la que ha dejado más de un centenar de importantes títulos sobre marxismo, política, filosofía, lógica, ciencias sociales y literatura, de autores como Nestlé, Hull, Copleston, Quine, Adorno, Habermas, Hasenjaeger, Bunge, Galbraith, Schumpeter o Heine. Aplicó un riguroso criterio filológico, histórico y crítico, a sus traducciones y lecturas de los clásicos marxistas: Marx, Engels, Lenin, Kosrch, Gramsci, Lúkacs, Labriola, y en su dirección de la traducción de las obras de Marx y Engels para la editorial Grijalbo, edición que desafortunadamente quedó interrumpida en el volumen 12.

Como profesor y traductor, jugó un papel importante en la introducción de la lógica y de la filosofía de la ciencia en España. En 1964 publicó Introducción a la lógica y al análisis formal, primer y excelente manual de lógica formal desde la guerra civil, y La tarea de Engels en el Anti-Dühring{8}, un ensayo que se ha convertido en una pieza clásica de las ciencias sociales en nuestro país y que resume las principales preocupaciones teóricas y prácticas de Sacristán.

Su compromiso político comunista le llevó a asumir puestos de responsabilidad en los máximos órganos de dirección del PCE y del PSUC, de los que fue su más destacado intelectual orgánico. Dimitió de sus cargos en el PCE y en el PSUC en 1970, por discrepancias con la dirección, si bien mantuvo su militancia hasta 1978, al considerar irreversible la infiltración de valores burgueses en dichos partidos.

Al tratar en 1979 sobre la crisis del marxismo, aludió Sacristán a que su principal causa exógena era la masiva percepción del fracaso de la revolución de 1917, y añadió »pero quiero decir que la consciencia generalizada de que aquello es un fracaso desde el punto de vista de la tradición emancipatoria, o de que haberlo tomado por socialismo es un error, una tragedia, está llegando a ser excesivo»{9}. Durante muchos años Sacristán no criticó el terror de masas y los crímenes y errores soviéticos, ni el de otras revoluciones comunistas. Y cuando lo empezó a hacer, en los años setenta, casi nunca lo hizo público, todo lo más en pequeños círculos. Sacristán siempre fue muy cauteloso en la crítica del socialismo real. Como ha señalado su discípulo y biógrafo Juan Ramón Capella: Manolo decía en ocasiones «que no siempre se puede decir toda la verdad a la gente porque la verdad la puede desmoralizar»{10}, lo que cuestiona la «veracidad» de Sacristán. La primera vez que conocemos que Sacristán condenó con la necesaria crudeza y claridad los crímenes soviéticos fue verbalmente en 1978 –si bien no se publicó esa condena hasta años después de su muerte–, ante unas decenas de personas, en una mesa redonda sobre el estalinismo{11} celebrada en el convento de los padres capuchinos de Sarriá (Barcelona). En esa mesa redonda, Sacristán relativizó la continuidad entre leninismo y estalinismo, y condenó al segundo: «el estalinismo ha sido una tiranía sobre la población soviética, una tiranía asesina sobre el proletariado soviético y conservar la nostalgia de eso es estúpido y criminal». Pero la invención del terror sistemático y de masas como instrumento de gobierno es una creación inicial de Lenin, y la innovación de Stalin consistió en la extensión de la utilización del terror al interior del Partido Comunista, con las denominadas purgas de dirigentes. Por lo demás, en esa mesa redonda de 1978, tras recordar Sacristán su conformidad con la frase de Engels de que «una revolución es el acto más autoritario que existe», no tuvo empacho en reconocer todavía a esas alturas históricas: «Yo estoy por la dictadura del proletariado, que considero imprescindible» –pese a no ignorar que el terror ha sido inherente a todas las revoluciones comunistas del siglo XX–.

Los condicionamientos de su trabajo político clandestino, las enfermedades, la expulsión de la Universidad, el trabajo alimenticio de traducción, y en suma las condiciones precarias de su vida, contribuyen a explicar las dificultades que tuvo para centrarse en el desarrollo de su propia obra, así como las características de ocasionalidad y brevedad de sus escritos (prólogos, introducciones, artículos, lecturas o intervenciones político-culturales). Esas condiciones de vida y, como señala Castilla del Pino{12}, «sus muy complicados problemas (consigo mismo, con los que le rodeaban, con su identidad como intelectual y político)» ocasionaban un agudo sufrimiento a Sacristán, cuyo «drama se transparentaba bien a su pesar». Hay un lugar común idealista sobre Sacristán que se reitera una y otra vez en los documentales: «no dejó una obra a la altura de su talento», dice Antoni Doménech, y reiteran varios más.

Se explica muy bien en los documentales, especialmente por Jacobo Muñoz, el énfasis sacristaniano en diferenciar los dos planos del marxismo: el plano del compromiso político moral con la tradición emancipatoria de la clase obrera y el plano de la fundamentación científica de una práctica política. Sacristán concibió el marxismo como «un intento de vertebrar racionalmente, con la mayor cantidad posible de conocimiento y análisis científico, un movimiento emancipatorio», si bien criticó el marxismo cientificista, y llegó a señalar que le parecía «mucho menos falso decir que el marxismo es una religión que el marxismo es una ciencia»{13}.

En su opúsculo Sobre el lugar de la Filosofía en los estudios superiores{14} sostuvo Sacristán que la filosofía no es un saber sustantivo superior a los saberes positivos de las ciencias, subrayó el carácter ideológico de los sistemas filosóficos, y mantuvo que la filosofía es una reflexión crítica, histórica y metodológica sobre los saberes positivos. Esas tesis polémicas fueron extensamente contestadas por Gustavo Bueno en El papel de la Filosofía en el conjunto del saber{15}, que defendió la filosofía académica y sistemática como una geometría de las Ideas. Esa discusión está pésimamente tratada en los documentales, pues Javier Muguerza, algo airado y nada filosófico, se limita a afirmar –sin razonamiento alguno– que en la polémica con Bueno «toda la razón le asistía a Manolo» y que la propuesta de Bueno era «absolutamente retardataria»; y se muestra infantilmente desconsiderado con Bueno por boca de otro, algo que sin duda le califica, pues supone que Sacristán debió tomar la contestación de Bueno como algo «pintoresco, y no le hizo maldito caso, cosa que hizo bien».

La última etapa ideológico política de Sacristán, se extiende entre 1978 y 1985, participando teórica y prácticamente en relacionar el ideal comunista con los nuevos movimientos sociales extraparlamentarios. Cuando las principales fuerzas políticas españolas estaban trabajando en los problemas de la transición a la democracia, Sacristán –que tenía una concepción clasista y relativista de la democracia como «forma de gobierno, de dominio político de clase»– se centró en lo que consideraba una «crisis civilizatoria» y se ocupó de promover nuevos focos de radicalismo revolucionario comunista, cada vez más minoritarios, y en esa línea: contribuyó a la fundación de una de las primeras organizaciones ecologistas, el Comité Antinuclear de Cataluña (1978), y de la revista Materiales (1977-1978); criticó el eurocomunismo, por ser una rectificación de derechas del ideario comunista y, en general, las posiciones reformistas de comunistas y socialdemócratas.

Entre 1979 y 1985 dirigió la revista mientras tanto, que había contribuido a fundar, y cuyo objetivo fue la reconsideración del comunismo marxista, tratando de integrar las aportaciones de los movimientos sociales ecologistas y feministas en un proyecto rojo /verde /violeta, al que pretendió sumar los elementos provenientes de los movimientos pacifistas y libertarios. Muchos colores, sin duda, y sin sujeto revolucionario operativo a la vista alguno, más allá del fuego sagrado antisistema mantenido por el progresivo aislamiento del grupúsculo intelectual que tenía como centro de referencia la revista.

Sacristán se definió siempre como un revolucionario, y tras pasar en su juventud por la aspiración a la revolución «pendiente» nacional-sindicalista, el resto de su vida fue un revolucionario comunista. Y por mucho que en sus enfoques del marxismo hablara de la necesaria fundamentación científica de la revolución comunista, en sus escritos políticos encontramos que, como en otros autores marxistas, esa fundamentación es puramente intencional, nunca ejercitada, puro idealismo. De hecho, en sus análisis políticos concretos –y más abajo damos alguna muestra– utiliza los conceptos inoperantes de una escolástica marxista petrificada. Y así, en los años ochenta del siglo XX, sigue hablando Sacristán de la necesidad de la revolución comunista, de proletariado, de dictadura, y de otros viejos conceptos leninistas para objetivos también intencionalmente emancipatorios. Al no tener en cuenta los trascendentales cambios producidos en el terreno económico, en las estructuras sociales y políticas, y en las ideologías, a lo largo del siglo XX, y particularmente después de la segunda guerra mundial, su postulación de la necesidad de una revolución comunista es literalmente incomprensible, máxime si se tiene en cuenta que la historia de las revoluciones comunistas del siglo XX nos enseña que en todos los casos se trató de siniestras utopías totalitarias, inhumanas e ineficaces.

El capitalismo fue para él la esencia del mal, y el anticapitalismo furibundo es una de sus señas de identidad desde su juventud joseantoniana. Ignoró Sacristán que la historia del siglo XX demuestra que, como afirma Gabriel Tortella, «el capitalismo tenía flexibilidad bastante para acomodar a la clase obrera en su empuje por acceder a los centros de poder y al nivel de vida de las clases medias»{16}, algo que ya había observado Eduard Bernstein, de ahí el éxito del reformismo socialdemócrata europeo en la consecución de eficiencia económica, bienestar y libertad.

En la última entrevista realizada a Sacristán, en diciembre de 1984{17}, analizó la situación española tras las elecciones de 1982, que dieron la mayoría absoluta al PSOE, análisis que da idea de su discutible sentido de realidad: el rasgo principal que destaca es el «hundimiento del PCE», «que es la desgracia más grande de este país» y «la base del hundimiento de toda la izquierda»; en segundo lugar, sostiene que el resultado se ha producido por «la traición» del PSOE, y añade «un partido socialdemócrata está hecho para eso, para evitar que haya un triunfo de los trabajadores»; en tercer término, mantiene que el resultado electoral demuestra que «la población española estaba bastante más dominada ideológicamente por los cuarenta años de dictadura de lo que creíamos». Junto al anticapitalismo, el antisocialismo democrático es otra de las constantes de su pensamiento, en el que hay vetas de catastrofismo, sectarismo, maniqueísmo, rayando en ocasiones el «pensamiento» paranoico.

Sus discípulos han clamado contra el olvido en que ha caído su maestro, y hemos visto algunas razones para ello. No le interesó la transición a la democracia ni la Constitución de 1978 que se dio la Nación española, depositó su fe sucesivamente en las dos utopías totalitarias fracasadas del siglo XX y su lucha antifranquista no fue a favor de la democracia sino de una revolución comunista. Lo más perdurable de su legado tal vez sea su breve pero intensa obra escrita, su potente labor de dinamizador e introductor en la España franquista de la lógica formal y la filosofía de la ciencia, su labor como editor y traductor, y especialmente su «filología marxiana».

Muchos de quienes asistimos a sus clases o conferencias experimentamos con él por vez primera lo que es estar ante un verdadero maestro. En su epitafio no desentonarían estas palabras de Scott Fitzgerald: «Yo hablo con la autoridad que da el fracaso.»

Notas

{1} A Heidegger dedicaría Manuel Sacristán su relevante tesis doctoral y su primer libro: Las ideas gnoseológicas de Heidegger, CSIC, Barcelona 1959, reeditado por la editorial Crítica en 1995. Su segundo libro fue Introducción a la lógica y al análisis formal, Ariel, Barcelona 1964. Sus escritos dispersos se recogieron inicialmente en los siguientes volúmenes: Sobre Marx y marxismo. Panfletos y materiales I, Ed. Icaria, Barcelona 1983; Papeles de filosofía. Panfletos y materiales II, Ed. Icaria, Barcelona 1984; Intervenciones políticas. Panfletos y materiales III, Ed. Icaria, Barcelona 1985; Lecturas. Panfletos y materiales IV, Ed. Icaria, Barcelona 1985; y Sobre ecologismo, pacifismo y política alternativa, Ed. Icaria, Barcelona 1987. Posteriormente se han publicado dos libros póstumos, y colecciones de artículos y conferencias, entre otros: Manuel Sacristán, Lógica elemental, Vicens Vives, Barcelona 1996; Manuel Sacristán, El orden y el tiempo, Ed. de Albert Domingo, Trotta, Madrid,1998; Manuel Sacristán Luzón. Escritos sobre El Capital (y textos afines), Salvador López Arnal edit,, El Viejo Topo, Barcelona 2004; Manuel Sacristán Luzón, Seis conferencias. Sobre la tradición marxista y los nuevos problemas, Salvador López Arnal edit., El Viejo Topo, Barcelona 2005; Homenaje a Manuel Sacristán. Escritos sindicales y de política educativa, Salvador López Arnal edit., EUB, Barcelona 1997. Sobre las intervenciones internas en los órganos del PCE y del PSUC puede verse: Manuel Manzanera, Relación de los textos de Manuel Sacristán en los archivos documentales, mientras tanto, número 63, págs. 73 a 87.

{2} Sobre la vida y la obra de Sacristán hay un importante libro de conversaciones con y sobre Manuel Sacristán, de Salvador López Arnal y Pere de la Fuente (eds.), Acerca de Manuel Sacristán, Ediciones Destino, Barcelona 1996. Complementario del anterior es De la primavera de Praga al marxismo ecologista. Entrevistas con Manuel Sacristán Luzón, Francisco Fernández Buey y Salvador López Arnal, eds, Los libros de la Catarata, Madrid 2004. Una reconsideración global de la obra de Sacristán, desde la perspectiva de sus discípulos, se puede encontrar en diversos números monográficos de una de las revistas que fundó: mientras tanto, núms. 30/31, 63 y 89. Véanse también los artículos recogidos en el Dossier Manuel Sacristán Luzón publicado en la revista El Viejo Topo, números 209-210, Julio-Agosto 2005, páginas 51 a 78.

{3} Juan Ramón Capella, La práctica de Manuel Sacristán. Una biografía política, Editorial Trotta, Madrid 2005, pág. 30.

{4} En una entrevista de 1966, publicada en el libro de Sergio Vilar, La oposición a la Dictadura. Protagonistas de la España democrática, Ed. Aymá, Barcelona 1976, págs. 238 a 249, Sacristán alude implícitamente a que en 1943 se consideraba incluido entre la «gente que se mantenía en el SEU pero en realidad ya tenía poquísima afinidad ideológica con ninguna clase de fascismo»; y, ante la insistencia del entrevistador en aclarar su pasado azul, se sale por la tangente y manifiesta –parece que haciendo uso de lo que en el psicoanálisis se denomina racionalización como mecanismo de defensa– su interés por la «antibiografía», ya que no le interesan las respuestas centradas en su persona, autobiográficas, y que le parece más interesante contestar de una «manera objetiva, histórica». Curiosamente, Carlos Barral, en sus memorias (Años de penitencia, Alianza, Madrid 1982, págs. 205 y ss) cree recordar que en 1943 vio a Sacristán entre los protagonistas de un asalto de falangistas al cine Metropol de Barcelona, cuando se proyectaba la primera película de propaganda aliada que se pasaba en Barcelona, que ocasionó la suspensión de la proyección de Mujeres en la guerra.

{5} César Alonso de los Ríos, Yo tenía un camarada. El pasado franquista de los maestros de la izquierda, Áltera, Barcelona 2007, pág. 211.

{6} Sobre el deterioro irreversible de la imagen de Grass, pueden verse las razones convincentes de Carlos Castilla del Pino, El drama de Günter Grass, El País, 2 de septiembre de 2006, pág. 13.

{7} Una muestra significativa de lo lejos que estamos de conocer a Sacristán se pone de manifiesto por el hecho de que, en contra de lo señalado por Jesús Núñez, Juan Ramón Capella afirma (La práctica de Manuel Sacristán. Una biografía política, Editorial Trotta, Madrid 2005, pág. 30) que al entrar en el falangismo «Manolo no era creyente». También Gregorio Morán se ha referido a «la inclinación laica» de Sacristán durante la época de Laye, en El maestro en el erial. Ortega y Gasset y la cultura del franquismo, Tusquets, Barcelona, pág. 319. Parece que el testimonio más fidedigno es el de Jesús Núñez, por su absoluta cercanía cotidiana a Sacristán hasta 1956, como vecino, amigo y compañero de estudios.

{8} Ensayo que sirvió de prólogo a la edición de la obra de F. Engels, Anti-Düring, Grijalbo, México 1964.

{9} Esa afirmación la realizó Sacristán en una entrevista realizada en 1979, si bien no se publicó hasta diez años después de su fallecimiento,en mientras tanto, nº 63, págs. 115 a 129; dicha entrevista posteriormente se recogió en De la primavera de Praga al marxismo ecologista. Entrevistas con Manuel Sacristán Luzón, Francisco Fernández Buey y Salvador López Arnal, eds, Los libros de la Catarata, Madrid 2004, págs. 91 a 114, la cita está en la pág. 111.

{10} Juan Ramón Capella, La práctica de Manuel Sacristán. Una biografía política, Editorial Trotta, Madrid 2005, pág. 59.

{11} La mesa redonda se publicó por vez primera en mientras tanto, nº 40, 1990, págs. 147 a 157. Después se ha recogido en: Manuel Sacristán Luzón, Seis conferencias. Sobre la tradición marxista y los nuevos problemas, Salvador López Arnal edit., El Viejo Topo, Barcelona 2005, págs. 27 a 54.

{12} Carlos Castilla del Pino, Casa del Olivo. Autobiografía (1949-2003), Tusquets, Barcelona 2004, págs.312 y 313.

{13} Salvador López Arnal y Pere de la Fuente (eds.), Acerca de Manuel Sacristán, Ediciones Destino, Barcelona 1996, págs. 114 y 113.

{14} Nova Terra, Barcelona 1968, 37 págs.

{15} Ciencia Nueva, Madrid 1970, 319 páginas.

{16} Gabriel Tortella, Los orígenes del siglo XXI. Un ensayo de historia social y económica contemporánea, Gadir, Madrid 2005, págs. 253 y 254.

{17} De la primavera de Praga al marxismo ecologista. Entrevistas con Manuel Sacristán Luzón, Francisco Fernández Buey y Salvador López Arnal, eds, Los libros de la Catarata, Madrid 2004, págs. 211 a 225.

 

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