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El Catoblepas, número 70, diciembre 2007
  El Catoblepasnúmero 70 • diciembre 2007 • página 13
Libros

Al presentarse en Oviedo
La fe del ateo, de Gustavo Buenoindice de la polémica

Tomás García López

Palabras introductorias a la presentación del libro de Gustavo Bueno,
La fe del ateo, en el Club de Prensa Asturiana,
de La Nueva España, el 28 de noviembre de 2007

Gustavo Bueno, La fe del ateo, Temas de Hoy, Madrid 2007, 382 páginas Muy buenas tardes:

A aquellos políticos y profesores universitarios o de enseñanza secundaria que desean ardientemente la jubilación de Gustavo Bueno, o pretenden reducir sus obras posteriores a 1996 a escritos menores, insignificantes académicamente hablando, en fin, a meras conjeturas ideológicas (eikasías), y que, además, osan representar a su autor encadenado al fondo de la caverna platónica, (véase, a modo de ejemplo, la reseña hecha por Silverio Sánchez Corredera del libro de Gustavo Bueno, La Fe del Ateo, en el suplemento de La Nueva España del jueves 15 de noviembre de 2007), a todos ellos tenemos que decirles que el filósofo Gustavo Bueno sigue gozando de excelente salud académica.

Fíjense ustedes lo que significaría aceptar esa grosera demarcación de la obra del filósofo Gustavo Bueno, ¡quedarían fuera de juego filosófico obras suyas tales como: España frente a Europa (1999), España no es un mito (2005), Televisión: apariencia y verdad (2000), Telebasura y democracia (2004), El mito de la Izquierda (2003), Panfleto contra la Democracia (2004), La vuelta a la caverna (2004), El mito de la Felicidad (2005), Zapatero y el Pensamiento Alicia (2006), libro que presentamos en el marco de esta acogedora sala, precisamente hace un año, y La fe del ateo, libro que presentaremos ahora!

Nuestro dictamen es justo lo contrario: son ellos los que, atados al mito de la Europa «sublime», al mito de la Izquierda, al fundamentalismo democrático, al mito de la Paz «perpetua», al mito de la telebasura y al mito de la felicidad «canalla», son incapaces de leer estas obras por miedo a perder su sillón de encadenados.

Como quiera que muchos de ellos han sido alumnos de Gustavo Bueno, ¿no estarán procediendo con la misma insolencia que mostró Ánito, cuando abandonó el magisterio de Sócrates, porque éste acababa de reprocharle su confusa teoría de la virtud, tal y como nos lo relata Platón en su diálogo Menón?

Conviene recordar que Ánito contribuyó, junto con otros «personajillos» de la democracia ateniense, a la acusación, condena y muerte de Sócrates. Pero los que nos dedicamos a la enseñanza de la Filosofía sabemos que no consiguieron aniquilarlo y que, por el contrario, ellos son filósofos cero.

Vayamos al asunto central que nos reúne hoy aquí: la presentación del último libro del filósofo Gustavo Bueno.

La fe del ateo no es un oxímoron que contenga estériles juegos de palabras en su interior, La fe del ateo es una obra de filosofía académica, tanto o más, si cabe, que las anteriores a 1996, entre las que mencionaremos aquí, por su oportunidad: El animal divino (1985) y Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión (1989).

En efecto, las treinta y cuatro primeras páginas de este libro La fe del ateo son un ejercicio académico de diáiresis, término con el que Platón, fundador de la Academia, designa en su diálogo El sofista, la parte lingüística del quehacer filosófico, consistente en definir palabras y en dividir los conceptos genéricos en clases.

Yendo al libro que nos ocupa, eso es, precisamente, lo que hace Gustavo Bueno con las ideas de Fe (fe natural, fe humana, fe religiosa), de Ateísmo, que subdivide en ateísmo politeísta (óntico) y ateísmo monoteísta (ontológico); y dentro de este último subgénero distingue entre ateísmo católico, judío y musulmán, con diferentes acentos o coloraciones: anarquista, nazi, comunista, liberal…; prosigue su ejercicio de división y definición con la distinción entre ateísmo existencial, que a su vez puede ser total (monista) o parcial (agnóstico o «vergonzante»), y esencial, que también puede ser parcial, tomando las formas de deísmo, ateísmo de la omnisciencia divina, ateísmo de la omnipotencia divina y panteísmo, o total (de este último nos ocuparemos más adelante); finalmente, distingue entre ateísmo negativo y ateísmo privativo (perder la fe religiosa). Igual estilo académico aplica al concepto de Religión: hay religiones primarias (númenes animales), religiones secundarias (dioses imaginarios), y religiones terciarias (Dios único y verdadero), valiéndose de su obra El animal divino.

Perdónenme por haberles abrumado con la descripción de todas estas clases de Fe, de Ateísmo y de Religión, apuntadas en el prólogo del libro. Ha sido preciso para demostrar lo que me propongo, a saber: que este libro, La fe del ateo, tiene potencia para clasificar, y en su caso reducir, a todos los demás libros que, sobre estos temas, circulan por nuestro entorno.

Permítanme, a modo de aclaración, una pequeña muestra: Elogio del ateísmo de Gonzalo Puente Ojea y La vida eterna de Fernando Savater son ejemplos de ateísmo negativo (monista, univocista), Hablemos de Dios de Victoria Camps y Amelia Valcárcel lo es de ateísmo privativo y vergonzante.

Propongo yo ahora a los profesores universitarios o de enseñanza secundaria, que creen haber reducido el libro de Gustavo Bueno, La fe del ateo, a una simple conjetura ideológica, que comparen estas treinta y cuatro páginas del prólogo con las veintitrés del capítulo primero, «La ilusión de creer», del libro de Fernando Savater, La vida eterna, o con las veintiocho del capítulo seis, «Fe y profecías», del libro de Gonzalo Puente Ojea, Elogio del ateísmo, o con las veintidós del capítulo octavo, «Fe e increencia» del libro de Victoria Camps y Amelia Valcárcel, Hablemos de Dios, cuyos contenidos giran en torno a la misma temática; comprobarán, a su pesar, que desde cada uno de esos apartados es imposible clasificar a los demás libros, incluyendo, claro está, La fe del ateo; y si no tienen capacidad clasificatoria, tampoco tendrán potencia reductora.

Pues, ¡señores míos!, en eso consiste, precisamente, la condición académica de la Filosofía: en poder clasificar y en poder reducir al contrario. Por lo tanto, no sugieran una oposición de perspectivas filosóficas («Gustavo Bueno ha preferido situarse en otra perspectiva», nos dice Silverio Sánchez Corredera en el suplemento de La Nueva España del 15 de noviembre de 2007), donde no la hay. La fe del ateo es una obra de Filosofía académica de la Religión, La vida eterna de Fernando Savater es una «novela religiosa», todo lo «proverbial» que usted quiera Sr. Sánchez Corredera, pero es un escrito literario; Hablemos de Dios de Victoria Camps y Amelia Valcárcel es una verdadera «cursilería epistolar»; y Elogio del ateísmo un impenetrable libro de «monismo ateológico».

Prosigamos; hechas las clasificaciones oportunas el profesor Bueno nos conduce al núcleo central del prologo que, a mi juicio, es la definición del Ateísmo esencial total, perspectiva desde la que se sitúa. «El ateísmo esencial es la negación de la idea misma de Dios… no niega propiamente a Dios, niega la idea misma de Dios y con ello por supuesto, el argumento ontológico» (La fe del ateo, pág. 20); «El ateísmo sostiene que la idea de Dios es una pseudoidea o una paraidea, una idea compleja inconsistente» (La fe del ateo, pág. 21).

Adquiere, no obstante, condición de idea aureolar, como otras muchas ideas («Europa sublime», «Globalización incoada»…), analizadas magistralmente por Gustavo Bueno en dos de los libros incluidos en el «índice» antes comentado: España frente a Europa y La vuelta a la caverna.

Cierra el apartado prologar poniendo sobre el papel la paradoja del Dios religioso: «¿Dios es religioso?», con la que abre, precisamente, su trato con la religión.

Paradoja

A pesar de su ateísmo esencial total, el profesor Bueno dedica las trescientas veintiocho páginas restantes a hablarnos de la religión, con dedicación especial a la religión católica, modalidad de monoteísmo trinitario, opuesto frontalmente al monoteísmo unitario (arrianismo, judaísmo, islamismo). ¿Cómo es eso posible?, o dicho con la fórmula empleada por el Sr. Sánchez Corredera: «¿Cómo comprender, entonces, que desde el ateísmo se dé cuartel a la religión?».

Pues muy sencillo, ¡hombre!, porque su ateísmo esencial total no es una clase de ateísmo indocto, vulgar, simplista, univocista, como el que propugna la FIdA (Federación Internacional de Ateos que, curiosamente, va a celebrar su primer Concilio Ateo, en Toledo, del 7 al 9 de diciembre de 2007), al grito de «¡ateos de todo el mundo uníos!», y desde el que está formulada la pregunta del Sr. Sánchez Corredera; tampoco es un anticlericalismo, y ni mucho menos un laicismo krausista.

Por eso el análisis materialista que el profesor Bueno hace de las interconexiones (symploké) entre las instituciones religiosas y otras muchas instituciones de carácter social, político, económico, artístico, científico o filosófico es fecundo, esclarecedor y, en numerosas ocasiones, sorprendente. (Aquí no podemos mostrarlo).

En conclusión, el filósofo Gustavo Bueno procede justo al revés de como actúa el ateísmo univocista o el ateísmo vergonzante (agnosticismo), que necesitan del anticlericalismo, de la impiedad (asebeia), o del laicismo krausista para encubrir su ignorancia esencial y sus miserias filosóficas.

Y si en el prólogo el profesor Bueno nos muestra la áspera y escarpada subida (ana-baino), que nos conduce a la symploké de ideas indispensables para la Filosofía de la Religión, en los doce capítulos contiguos (doce capítulos como doce «apóstoles» del Materialismo filosófico de la Religión), se coloca a nuestro lado para ayudarnos a descubrir la verdad de las instituciones religiosas, completando así el ciclo académico, porque, ¿no es esto último lo que el filósofo Platón entiende por descender a la caverna (kata-baino)?

¿Quién de nosotros no ha tenido alguna relación, por tangencial que haya sido, con la sociedad civil católica, o ha conocido algún enfrentamiento entre ella y la sociedad política (el Estado), o se ha visto involucrado en algún conflicto derivado de la colisión entre normas éticas y normas morales de índole religiosa, o se ha visto intimidado por el fundamentalismo científico antirreligioso?; ¿quién de ustedes no ha entrado alguna vez en una catedral románica o gótica o ha oído una pieza de música religiosa?; ¿quién no ha visto alguna película americana o europea de tema religioso, o ha escuchado a algún telepredicador?... En fin, ¿hay alguno de los aquí presentes que haya dejado de ser ciudadano por el hecho de no haber recibido las enseñanzas sofísticas de la Educación para la ciudadanía, denunciadas ya, irónicamente, por Platón en su dialogo Protágoras?

Y ¿no son éstas condiciones suficientes para entender lo que el filósofo Gustavo Bueno nos quiere enseñar, mayéuticamente, en sus doce capítulos?

Final

Por nuestra parte saludamos con júbilo la aparición de este nuevo libro. Agradecemos la amabilidad dispensada a la asociación Nódulo Materialista en la organización de este acto por el director del Club Prensa Asturiana, Javier Rodríguez, que, por cierto, nos solicitó, con mucha antelación, un ejemplar de La fe del ateo para tenerlo leído antes de la presentación, cosa que le honra.

Sólo nos quedan, para terminar, palabras de reconocimiento, al autor de La fe del ateo, y, al mismo tiempo, deseos de repetir esta ceremonia próximamente. De manera que ¡hasta el libro que viene!, Don Gustavo, y que cumpla muchos más.

 

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