Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
El Catoblepas • número 67 • septiembre 2007 • página 11
El vivo debate en curso sobre la cuestión de la educación para la ciudadanía ha puesto de manifiesto que dicha asignatura constituye un nuevo y potente vehículo para la transmisión de ideología en los centros escolares, así como el tipo de contenido ideológico que puede comportar. Pero la ideología es patente en otras asignaturas sólidamente asentadas en la enseñanza, desde la literatura hasta las ciencias sociales, entre ellas la historia.
El ensayo de Rafael Zaragoza La democracia y el mercado en los textos de bachillerato es un agudo y brillante análisis de cómo se percibe la democracia y el mercado en los manuales más importantes de Historia del mundo contemporáneo, publicados entre los años 2000 y 2005, por las editoriales Vicens Vives, Bruño, Mc Graw Hill, Akal, Editex, Anaya, Oxford, SM y Santillana. La investigación de Rafael Zaragoza es más amplia y profunda que el precedente estudio de Manuel Jesús González El empresario y la economía de mercado: Breve recorrido por los textos de Historia, Geografía y Economía utilizados en los Centros de Enseñanza Media (Círculo de Empresarios, Madrid, 2003). Con anterioridad se habían evidenciado por diversos autores las mixtificaciones ideológicas del franquismo y del nacionalismo fraccionario en los textos escolares de historia.
Rafael Zaragoza demuestra, apoyado en una amplia y convincente selección de citas de los libros de texto analizados, que hay una interpretación histórica que impregna todos los manuales, de una forma más o menos velada, vinculada al marxismo, y al motor histórico de la lucha de clases, y a los postulados de las izquierdas, y que da lugar a una monocorde lectura antiliberal de la historia. La enseñanza de la historia transmite una impugnación de dos instituciones nucleares de las sociedades abiertas: la democracia liberal, por ser formal, y el capitalismo, por ser la causa de la desigualdad y de la pobreza. El citado libro de Manuel Jesús González acreditó que esa impugnación ya venía realizándose desde los años 90. Se ha señalado por diversos autores que en la última etapa del franquismo la lectura de la Historia se había sesgado a favor de la izquierda, situación que se prolonga hasta hoy.
El enfoque de los manuales se basa en un no confesado y rudimentario marxismo y en algunos de sus subproductos (entre otros: progresismo, indigenismo, antiglobalización, pacifismo y ecologismo). Ese punto de vista, más que un instrumento para la explicación histórica, constituye una metafísica maniquea y una utopía política mesiánica, totalitaria e inmune a la realidad, pues se mantiene pese a haber sido ampliamente refutada por los hechos. Además de la crítica del enfoque global de los manuales, Rafael Zaragoza resalta en los mismos otras particularidades: sus escandalosas omisiones de hechos, la asunción acrítica de mitos, sus contradicciones y falsedades, y la ignorancia en cuestiones económicas, de las que se enumera un amplio catálogo. Zaragoza denuncia que los manuales adoctrinan al alumno al silenciar la existencia de interpretaciones alternativas en la valoración de los hechos históricos, y al cercenar las posibilidades de discusión y crítica que tal circunstancia comporta. El autor repasa los principales hechos históricos contemporáneos y sobre ellos confronta la diversa capacidad explicativa del esquema rígido dominante en los manuales con la versión histórica distinta que ofrece un más complejo y actualizado enfoque liberal, político y económico.
Frente al énfasis de los manuales en lo negativo de la Revolución Industrial y en la perversidad de la sociedad capitalista, el autor aporta elementos para una visión más compleja y acertada, y pondera el crecimiento y las mejoras de la nueva sociedad, y compara la situación del proletariado con la situación del campesinado del que procedía o con las condiciones y el exterminio de grupos sociales bajo las revoluciones socialistas. Desde ese juicio de la industrialización capitalista, en los manuales se observarán con simpatía todas las utopías supuestamente emancipatorias.
Respecto del golpe de estado bolchevique de octubre de 1917 y de la dictadura totalitaria posterior, se evidencia cómo los manuales hacen suyo el discurso oficial y la propaganda revolucionaria, sin distinguir entre discursos ideológicos y realidades, y se sintetizan por Zaragoza los datos positivos sobre la verdadera naturaleza de la dictadura sobre el proletariado. En los manuales se suele omitir el capítulo del terror de masas y el totalismo derivado de la revolución rusa, salvo para el periodo de Stalin.
El libro de Rafael Zaragoza cuestiona seriamente la interpretación de los manuales, que asumen la propia del nacionalismo y la de la izquierda totalitaria de la época, al atribuir la responsabilidad de la I Guerra Mundial al fracaso del sistema liberal, ignorando el papel fundamental que en la misma jugaron el nacionalismo y las ideas colectivistas de superioridad racial, territorial o nacional.
En el periodo de entreguerras, los manuales hablan del ascenso del totalitarismo refiriéndose sobre todo a la derecha, omitiendo la postura revolucionaria totalitaria de la izquierda en Europa. En ese periodo, la confrontación esencial para los manuales se da entre fascismo y antifascismo, como si los antifascistas fueran todos demócratas, mientras que Rafael Zaragoza razona la centralidad de la contradicción entre democracia y totalitarismo (el comunista y, en parte como reacción, el fascista, a los que se han imputado, respectivamente, cien y veinticinco millones de muertos).
En los manuales no hay neutralidad entre las opciones modernas de socialdemocracia e intervencionismo y liberalismo, ni siquiera una información objetiva de ambas soluciones, y así, por ejemplo de la crisis del 29 se incorpora sólo la interpretación keynesiana.
En los textos de bachillerato, en cuanto a la guerra fría, hay prácticamente una equiparación entre el bloque soviético y el bloque occidental, tratando de ocultarse la profunda diferencia entre el totalitarismo del primero y la democracia del segundo, llegando hasta el absurdo de conceder similar importancia y extensión a las listas negras anticomunistas del senador Mc Carthy que a los millones de represaliados por Stalin o de pretender que el único imperialismo existente era el norteamericano.
Frente a la consideración de los manuales de la culpabilidad del capitalismo en la situación del tercer mundo tras la descolonización, Zaragoza subraya la responsabilidad comunista en la gestión de la descolonización, al implantar en muchos de esos países sistemas marxistas que les impidieron el camino de la modernidad, al mercado y a la democracia, manteniéndoles en la pobreza y la falta de libertad. En su defensa del tercer mundo, algunos manuales incluso rechazan el desarrollo capitalista frente a los precedentes “paraísos” preindustriales.
Los textos escolares son hipercríticos con las democracias liberales y el capitalismo, especialmente con los Estados Unidos, a los que atribuyen todos los males. Para occidente sólo muestran conformidad con las políticas de izquierda socialdemócrata keynesiana, y estigmatizan el llamado neoliberalismo inspirado por Milton Friedman, que ha terminado reconfigurando las propias políticas socialdemócratas.
Los manuales no resaltan o niegan la conducta imperial comunista, y tras la muerte de Stalin presentan una imagen de la URSS normalizada e, incluso, positiva, y en el caso de China hablan con normalidad del régimen de Mao, omitiendo el exterminio de decenas de millones de personas en uno de los regímenes más crueles de la historia de la humanidad. En general los manuales no explican satisfactoriamente las causas del colapso del bloque soviético, deploran el liberalismo posterior e incluso añoran el “paraíso” anterior. El consenso de los textos de bachiller en torno a posiciones marxistas y populistas se repite alrededor del subdesarrollo de Iberoamérica, achacando la pobreza a las desigualdades sociales, al mercado y a los EEUU, llegando a justificarse la existencia de guerrillas. Rafael Zaragoza muestra las falacias de dicho análisis y sugiere una distinta explicación.
Los libros de historia del bachillerato perciben la globalización como un fenómeno negativo al suponer el triunfo de la economía de mercado y de sus efectos perversos de desigualdad y pobreza. Zaragoza denuncia que esos textos parecen desconocer que el libre comercio internacional es la fuente de la prosperidad y que su ausencia es lo que impide salir de la miseria, al tiempo que critica la omisión en los manuales de los datos que acreditan los efectos positivos de la globalización en cuanto al crecimiento mundial y a la incorporación de cada vez más millones de personas al desarrollo económico y social.
Los manuales dejan la impresión de que el mercado y la democracia liberal están detrás de la explotación, de la desigualdad social y de todos los males sociales y políticos de la historia contemporánea, como si no se hubiera demostrado que son el más eficaz sistema de intercambio, asignación de recursos y desarrollo compatible con la libertad, y como si fuera recuperable el sistema socialista de planificación estatal, tras su fracaso histórico en la consecución de desarrollo, bienestar y libertad.
El libro de Rafael Zaragoza proporciona al lector mucho más que lo que su modesto título promete. Tiene el infrecuente mérito de cuestionar fundadamente el contenido de los manuales de historia, monopolizado por refritos de una fosilizada razón progresista, y el de sugerir otras posibilidades de reconstrucción de la historia. Al enfoque dominante, Zaragoza opone otro menos épico y lineal pero en muchos aspectos más ajustado a la realidad. Es una herramienta crítica que puede ayudar a los que deseen dejar de comulgar con las ruedas de molino políticamente correctas de la izquierda en el territorio de la historia.