Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas • número 64 • junio 2007 • página 11
En 1927 y en Barcelona, iba a publicarse la primera antología de poesía, producida y editada en España, que incluyera una porción importante de los personajes centrales de la vanguardia local argentina: Francisco Luis Bernárdez, Oliverio Girondo, Jorge Luis Borges, Norah Lange, Francisco Piñero, Leopoldo Marechal y otros, junto a poetas clásicos, modernistas y algunos desconocidos o irrelevantes. El sello responsable fue Editores Maucci de Barcelona, caracterizado por libros baratos, de bolsillo y de autores masivos como Emilio Salgari.
La contratapa del Nuevo Parnaso Argentino devela, no sólo que los parnasos eran la gran apuesta de la editorial –porque los tenía brasileiro (sic), antillano, peruano, chileno, uruguayo, ecuatoriano, &c.– sino que el único nuevo parnaso es el argentino. La referencia biográfica del editor conocida hasta ahora{1} aseguraba que «Emanuelle Maucci, nacido en la Toscana alrededor de 1850, había aprendido el oficio de editor en su primera emigración a Buenos Aires y México, conocimientos que aplicaría en Barcelona a partir de su radicación en esta ciudad en 1892, manteniendo distribuidoras en las ciudades del nuevo mundo donde se había formado».
Si bien la información es parcialmente correcta, en todo caso resulta incompleta porque atiende exclusivamente a los libros producidos en Cataluña por esa editorial –que son en su totalidad en castellano. Uno de los hermanos de Emanuelle permaneció en Buenos Aires, otro en México y un posible pariente cercano en Cuba; los dos primeros fundaron sendas Maucci Hermanos, que efectivamente distribuían pero también editaban, y el tercero la Editorial José López Rodríguez, en La Habana.
Pero las casas de América y de España tenían tanta independencia entre sí que, en 1922 Maucci Hermanos de Buenos Aires publica un Nuevo Parnaso Argentino de responsabilidad de J. E. Gramajo y, en 1927, Casa Editora Maucci de Barcelona, la antología del mismo nombre que mencionamos en el primer párrafo, sin que una haga referencia a la otra.
Si ambas recopilaciones son Nuevos Parnasos es obvio que existió un primer Parnaso Argentino, recogido por el crítico de arte y mentor en Europa de varias generaciones de artistas plásticos, José León Pagano, radicado durante largo tiempo en París. El Parnaso de Pagano, publicado en Barcelona por primera vez en 1904, tuvo enorme éxito y varias ediciones. Por ello, según menciona el compilador del Nuevo Parnaso barcelonés en el prólogo, en 1926 el señor Maucci le solicitó que actualizara aquella obra, actividad que consideró inadecuada por lo que propuso hacer un libro nuevo.
Ese prólogo omite, sin embargo, que ya existía otro Nuevo Parnaso Argentino, publicado en 1922 por la editorial Maucci Hermanos de Buenos Aires, que insólitamente no mencionaba el (primer) Parnaso de León Pagano, lo que sí hará el Nuevo… de Barcelona.
Es posible que el señor Maucci de Barcelona no haya considerado interesante el Nuevo Parnaso de Gramajo, publicado en 1922 porque repetía el criterio estético del de León Pagano, lo que no iba a concitar demasiado interés en España donde los escritores parnasianos, es decir vinculados al modernismo, eran ampliamente conocidos y, por ello, haya decidido encargar el propio.
El Nuevo Parnaso Argentino publicado por Editorial Maucci de Barcelona en 1927 fue recopilado y anotado por Juan Valentín de Pedro Antón, conocido como Valentín de Pedro, nacido en Tucumán, Argentina, en 1896, en el humilde hogar de dos inmigrantes españoles: Juan de Pedro, natural de Quintanar de la Sierra, Burgos, y Joaquina Antón, oriunda de Casarejos, Soria.
Valentín, uno de los múltiples personajes curiosos y casi desconocidos que transitaron los círculos intelectuales argentinos en la primera mitad del siglo XX, hizo sus estudios secundarios en Buenos Aires, donde se adiestró como taquígrafo, profesión con la que sirvió a Rubén Darío cuya biografía escribirá muchos años después.
Adolescente aún entró en el ambiente literario al obtener un premio en un concurso de la revista PBT, pero su perfil de vida parece indicar que, más que un intelectual, fue un bohemio: aventurero, apasionado por las gestas heroicas, amante de la farándula, de la noche, de las mujeres y de la patria de sus mayores.
Todavía menor de edad y con el dinero del premio mencionado, viajó de polizonte en un carguero que iba a España y fue devuelto al puerto de origen al ser descubierto intentando desembarcar. El ritmo de la idea, cuaderno de poesías, que es datado por su hijo{2} como producido en la adolescencia, fue editado como el primer número de una publicación periódica que se anuncia bajo su dirección con el nombre de Colección Sarmiento, publicación mensual, en diciembre de 1916. De aquellos años también es Con las alas rotas, episodio dramático de la guerra de la independencia argentina, tal vez primera incursión en lo que sería su actividad más constante, como director, autor y traductor: el teatro.
En 1917, inicia una serie de viajes –o solo uno, redondo y con escalas–, que hacen dudar sobre las dificultades, operativas y económicas, que imaginamos para aquellos años: va primero a España; luego, por un año, a Venezuela, y regresa a la península ibérica en 1922, donde se establece. La motivación original de esas travesías es dudosa: La farándula lo lleva a la aventura, dirá Luis Merino, vicepresidente del Centro Asturiano de Buenos Aires. En el mismo sentido, podría deducirse que la bohemia lo acercó a la farándula y ésta al teatro, como actividad central durante un importante período de su vida.
En 1920 había aparecido la (presunta) primera obra publicada en España, Cartas de Amor de Clara Matei{3}, donde de Pedro se pone en la piel de una mujer «elegante y alta, de trazos firmes y acusados (…) una dominadora (…) cuyo corazón es movido por la inquietud de amar y la sed insaciable de placer». A partir de entonces y sin interrupción hasta su encarcelamiento, de Pedro publica novelas cortas, galantes, ligeras o sicalípticas, como solían llamarse{4}, en las colecciones semanales tan en boga en España a principios de siglo XX{5}, que había inaugurado Eduardo Zamacois y Quintana en 1907, con El cuento semanal.
El introductor de Valentín en el mundo de La novela corta, La novela con regalo, La novela de bolsillo, Los Contemporáneos y tantas otras colecciones que transitaban de lo meramente atrevido hasta lo decididamente erótico, habría sido su amigo Diego San José, quien cultivaba el género desde 1913. Tampoco puede descartarse que el hecho de que el propio Rafael Cansinos Assens –Mi amiga Maruja– o Ramón del Valle Inclán –Rosita (nº 93 de La novela corta), Rosarito (nº 108), Eulalia (nº 73), La Condesa de Cela (nº 133), genéricamente conocidas como Corte de Amor– y otros autores «serios» cultivasen el género, pueda haberlo legitimado a los ojos de Valentín de Pedro.
Como para balancear esa actividad a través de la que posiblemente se ganaba la vida en su primera etapa española, en 1922 da a conocer otras obras con más pretensión intelectual, como la serie de ensayos denominada España renaciente{6} –en la que ya se ocupa de Cansinos Assens– o la traducción del portugués de la obra de Raúl Brandâo, La farsa, ambas editadas por Calpe ese año.
Hacia 1924, acentúa su inserción en el medio teatral español, lo que incluye la escritura de comedias, la traducción, la dirección y la edición; contemporáneamente publica en La novela pasional y bajo el seudónimo de Valentín de la Villa que usará para las más atrevidas, la novelita La novia del gaucho, lo que llama la atención sobre la continuidad de las temáticas autóctonas en su obra. En ese sentido, el año siguiente da a conocer la obra El caudillo, basada en la vida de Facundo Quiroga, en la colección Los contemporáneos{7}, donde se hace constar que fue estrenada en el Teatro del Centro de Madrid, en febrero de ese año, con un elenco encabezado por María Herrero y Camino Garrigó.
Pero ese mismo año produce un libro, posiblemente por encargo, de un género insólito dentro de la producción de Valentín de Pedro –La Prensa de Buenos Aires (Historia del Gran Diario Argentino; su nacimiento y prosperidad){8}– que tendrá suma importancia en la vida de su autor casi veinte años después, ya que su relación con ese medio gráfico conservador será de gran ayuda para su liberación de las cárceles franquistas y posterior reinserción en su país de origen. A partir de 1927 se convierte en colaborador habitual del diario argentino, con cuentos, relatos de viajes, ensayos y gacetillas sobre las actividades literarias y artísticas españolas.
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El hijo del Rey (1927) en La novela semanal y El poder del ejemplo (1928) –ésta nuevamente bajo el seudónimo de Valentín de la Villa–, en La novela sentimental, son dos incursiones en la narrativa erótica contemporáneas al inicio de su propia publicación teatral: La farsa, para la que tomó el nombre la obra de Brandâo que había traducido años antes. Siguiendo la moda imperante y usando el ejemplo las publicaciones periódicas de narrativa, La Farsa dirigida por Valentín de Pedro, difunde el teatro ligero y se edita hasta 1936 con una periodicidad casi sorprendente; llega a tener 463 números –excepción hecha del 107 que no vio la luz.
En 1971 se publicó un volumen antológico sobre La farsa{9} en cuyo prólogo, Manuel Esgueva Martínez, marcado por el prisma franquista en su apreciación ya que se trata de una publicación oficial, dice que «ciertamente las obras del siglo pasado y presente que se recogen en esta colección no responden a un auténtica creación artística (sic), de ahí que presenten muchas veces poca vitalidad y trascendencia manteniéndose ligadas a un cierto formulismo y a contenidos mediocres; aunque tampoco faltan obras de calidad. (…) Predominan las comedias (250) sobre cualquier subgénero. Ya en menor proporción siguen los juguetes cómicos (41) y los dramas y farsas (24). En menor cuantía los sainetes (17) y las zarzuelas (10). La Farsa publica las obras que entonces tenían más éxito y, desde luego, el teatro está orientado hacia lo popular y no a eruditos».
Lo cierto es que, más allá de cualquier prejuicio, la publicación se dedica a difundir el teatro chico, liviano, superficial, bastante lejano a cualquier aspiración de compromiso político o pretensión estética. En La Farsa, Valentín de Pedro da a conocer además sus propias obras, en colaboración, traducciones o adaptaciones de terceros, comedias exitosas de autores contemporáneos y algún clásico. En casi todos los casos se consigna el reparto que las estrenó y entre sus actrices figuran María Guerrero –el número 23, de 1928, se dedica a homenajear a esa actriz y Valentín describe su repercusión en Argentina–, Lola Membrives, Camila Quiroga, &c. Los colaboradores son de la talla de Tomás Borrás, en la adaptación de Fabiola o los mártires cristianos{10}; en la creación de comedias, Alfonso Paso{11} o Rafael Cansinos Assens, en la traducción de El que recibe las bofetadas{12}, de Leonid N. Andreiev.
Adhiere a los postulados republicanos desde el anarquismo y colabora con la Central Nacional de Trabajadores (CNT) de esa filiación. Aparece en Juventud Libre, órgano de la Federación de Juventudes Literarias, en noviembre de 1938, en calidad de «redactor de CNT», como si esto fuera un cargo o condición –un comisariato político. Durante la guerra civil es redactor jefe de El sindicalista y dirige las Escuelas de Profesionales de Espectáculos Públicos{13}, ámbitos en los que según testimonios posteriores a la finalización de la contienda{14} tiene una actitud no discriminatoria respecto de los adversarios políticos. Posiblemente también transmite un programa radial que alentaba a los combatientes.
Concluída la guerra es detenido en la cárcel de Porlier, de Madrid, y condenado a treinta años de prisión. En esa circunstancia se entera de que ha sido padre, producto de una relación mantenida con una joven llamada Aurelia, que le sugiere una novela corta, Pobre Aurelia, publicada en La novela popular, alrededor de 1940.
De su paso por la prisión queda registro en el libro Musa redimida. Poesía de los presos de la Nueva España{15}, recopilado y prologado por el propagandista católico José María Sánchez de Muniaín, quien promovió la inclusión de la poesía entre las actividades del Sistema de Reducción de Penas impuesto por el franquismo. Aunque no se conocen los poemas de Valentín de Pedro, por su localización en el volumen se deduce que tres integraban el capítulo de la poesía religiosa –lo que no deja de ser sorprendente en un anarquista–; uno está dedicado al renglón patriótico, exigüidad explicable dado que era extranjero y nunca se nacionalizó español, y cuatro se incluyen en el renglón de los temas varios.
También es mencionado en De cárcel en cárcel, de Diego San José{16}, su posible introductor en el género erótico, quien fue trasladado a varias prisiones, entre ellas a Porlier, donde se reencuentra, según registra en el Capítulo XIII, con: Valentín de Pedro, Enrique Paradas, Ricardo Ruiz Ferry, Pepe Robledano, Antonio de Hoyos y Vincent, Alberto Marín Alcalde, Juan Antonio Cabero, Mario Arnold, Federico Morena y César García Iniesta.
En los expedientes militares{17} se consigna que su causa fue revisada y la pena conmutada en junio de 1943, reduciéndosela a doce años; sin embargo en 1941 ya estaba de vuelta en la Argentina. Su liberación, que se produjo el 10 de abril de ese año, en virtud de lo dispuesto en un decreto fechado dos días antes por el que se le otorgó el beneficio de «redención con carácter extraordinario por el resto de la condena que le faltaba por cumplir», fue ordenada por el Subdirector General de Prisiones, señor Fernández Féijoo.
Para que se tomara esa medida que, al no exigirle presentaciones posteriores, autorizaba tácitamente su salida de España, habrían confluido una serie de factores: su participación en el programa de redención de penas; los testimonios ya mencionados de adversarios políticos y funcionarios diplomáticos sobre su conducta no sectaria durante la etapa anterior y, sobre todo, presiones del gobierno y los medios argentinos, como el diario La Prensa, sobre un Franco que necesitaba desesperadamente reinsertar a España en la comunidad internacional… Porque, contradictoriamente con su pasión por la península ibérica, Valentín de Pedro nunca se nacionalizó, razón por la que pudo contar con la protección de su país de origen.
Es su país se dedicará sólo al periodismo y la literatura «seria», produciendo un corte drástico en su actividad creativa, como si el estar en España o en Argentina le condicionase los géneros…, o la imagen que quería proyectar socialmente. Colaboraría con mayor frecuencia en La Prensa{18}, el diario más conservador del país, a pesar de su participación en la contienda española como aporte anarquista; se olvidó completamente del teatro en contradicción con la presencia constante de su mujer, la actriz española María Borigader; reconoció a su hijo pero nunca lo integró realmente a su familia; dejó la bohemia y se insertó en la actividad formal laboral, en una editorial tan tradicional como Sopena.
Sin embargo, su participación en la guerra civil española nunca fue ocultada: escribió entre enero y febrero de 1942 una columna en el diario Crítica denominada Quiebros de la cárcel, y una novela basada en esa terrible experiencia, La vida por la opinión{19}. También colaboró con la revista Leoplán y trabajó, como se dijo, en la Editorial Sopena. En esta última etapa publicaría Próceres argentinos en España{20}; América en las letras españolas del siglo de oro{21}; Vida de Rubén Darío{22}; Rimas, Leyendas, Teatro y Artículos{23} y Antología de la poesía castellana{24}.
Murió en Buenos Aires, el 16 de octubre de 1966, inmediatamente después de la publicación de su último libro, que fue la Antología de la Poesía Castellana.
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A pesar de que las actividades más características de su vida artística (española) fueron el teatro liviano y la narrativa erótica o picaresca, las antologías recopiladas por él, aunque separadas en el tiempo, sugieren que Valentín de Pedro tenía un buen olfato para detectar centros de interés –nichos– hasta entonces desatendidos.
Su antología Los mejores cuentos venezolanos{25} recoge narraciones de los siguientes autores: Manuel Díaz Rodríguez; Pedro Emilio Coll; Rufino Blanco Pombona; Alejandro Fernández García; Urbaneja Achelpohl; José Rafael Pocaterra; Enrique Soublettte; Julio Planchart; Carlos Paz García; Carlos Elías Villanueva; Ramón Hurtado y Marcial Hernández. Aún hoy es reconocida como la primera obra que hizo un muestreo del género en ese país caribeño y que lo valorizó, en un medio que lo menospreciaba .
El material fue recopilado durante un viaje a ese país que hizo entre 1921 y 1922. El prólogo, fechado en el Atlántico-1922 deja a la vista, sin embargo, su falta de formación teórica –afirma que el cuento no es sino una breve novela– y el simplismo de su razonamiento: divide la narrativa en nativa y sensible a las corrientes internacionales, que identifica con el modernismo. Esta afirmación, muy explícita porque hasta la refiere al mago Rubén Darío, nos habilita a afirmar que, hasta la fecha de publicación de esta obra, 1923, Valentín de Pedro desconocía la existencia de corrientes de vanguardia y, particularmente, del ultraísmo.
Cuando prepara, en 1926, el Nuevo Parnaso Argentino, sin embargo, tiene abundante bibliografía vanguardista a la vista, aunque no parece consustanciado con la estética ni mantener contacto directo con los actores del movimiento en Argentina. En todos los casos reproduce poemas de libros ya publicados –Fervor de Buenos Aires y Luna de enfrente de Borges; Veinte poemas para leer en el tranvía y Calcomanías de Girondo– y así sucesivamente.
Es muy significativo en este sentido el caso de Francisco Piñero, inédito en libro y prematuramente muerto: de Pedro evidentemente tomó la información y dos poemas de los reproducidos del Indice de la Nueva Poesía Americana, de Alberto Hidalgo{26}, que salió el año anterior. No sabe cuándo nació, porque allí no lo dice, e infiere que está muerto porque Hidalgo registra (donde pone la dirección de los vivos) que se le puede escribir al cielo. También es notable el hecho de que el Nuevo Parnaso se prepara en 1926 y habla de Evar Méndez sin mencionar a la revista Martín Fierro; de Borges y Güiraldes se citar a Proa; de Piñero sin recordar la mural Prisma.
Llama a Baldomero Fernández Moreno «el mejor poeta que ha nacido en la República Argentina» y ve, en las manos de Alfredo Bufano, «brillar como una estrella nueva el corazón propio (...) que la generación [de los vanguardistas] busca Argentina adentro». La valoración de Héctor Pedro Blomberg por «su exquisita sensibilidad sabe capturar los temas profundamente poéticos que ofrece el puerto» y de Margarita Abella Caprile, por «su juventud florecida de ritmos [que] nos hace esperar de ella muchas primaveras magníficas», como los anteriores comentarios, debilita las apreciaciones que luego hará de Borges, Girondo o Piñero.
Sin embargo, más allá de la inconsistencia crítica de la presentación que Valentín de Pedro hace a cada uno de los antologados y de una posible sugerencia del editor de que actualizase el Parnaso hasta el último momento, no puede negársele el mérito de haberse atrevido a incluir, junto a poetas masivamente consagrados, a jóvenes de veintitantos años cuya ubicación en la literatura argentina no estaba consolidada y su posición estética era aún cuestionable. Los poetas seleccionados vinculados a la vanguardia argentina son: Luis Franco, Francisco Luis Bernárdez, Norah Lange, Oliverio Girondo, Leopoldo Marechal, Jorge Luis Borges, Francisco Piñero, Brandán Caraffa, Carlos Mastronardi y algún otro.
Un personaje como Valentín de Pedro, autor de novelitas atrevidas y comedias ligeras, aventurero y amante de las tablas y las bambalinas, no de la reflexión teórica, difícilmente habría accedido a la bibliografía necesaria –que no tenía más de dos o tres años– para esa selección sin ayuda u orientación. Es legítimo pensar que alguien, en España, acercó a Valentín de Pedro libros de los autores nuevos y posiblemente el Indice…. de Hidalgo, para que pudiera hacer un Parnaso que justificara llamarse ¡nuevamente! Nuevo.
Y ese amigo generoso fue casi seguramente Rafael Cansinos Assens, patriarca del ultraísmo, amigo de todos los que escribieron en las revistas Prisma, Proa y Martín Fierro, y alguna vez pasaron por Madrid. Cansinos era conocido por de Pedro desde antes de 1922, ya que en ese año incluye un capítulo –Un diálogo sobre lo clásico y lo moderno– en su libro España renaciente, en el que relata un encuentro entre ambos en la Puerta del Sol, a las tres de la mañana.
Por eso, cuando Cansinos dedica un texto crítico al Nuevo Parnaso Argentino{27}, lo hace con una mezcla de regocijo y benevolencia. Le censura delicadamente las desmesuradas valoraciones de los modernistas, las inadecuadas catalogaciones –la de Bufano como vanguardista, por ejemplo–; introduce su bocadillo contra Gómez de la Serna cuando valora la poesía de Girondo como greguerías que podrían escribirse con la grafía de la prosa; pero queda clara su satisfacción por la inclusión de Borges, Piñero y Marechal. De estos dos últimos dice Cansinos: «Si Piñero puede ser considerado el clásico del ultraísmo, Leopoldo Marechal sería el genio romántico transfundido a la modalidad nueva, dejando entrever la riqueza musical de un Hugo instrumentada por un Stravinski.»
Pero, más allá de la posible influencia de Cansinos Assens en la selección de los poetas y poemas vanguardistas incluídos en el Nuevo Parnaso Argentino de Valentín de Pedro{28}, su Antología de la Poesía Castellana, publicada en 1966, ratifica ampliamente la presunción de que la inclusión de Borges, Girondo, Lange, &c. en la selección de 1927 no respondió a su iniciativa ni a sus convicciones estéticas, sino al deseo de agradar a alguien que le había hecho una sutil sugerencia.
En su última obra, de los vanguardistas del veinte, Valentín de Pedro incluye sólo al chileno Huidobro y con una presentación que suena a reaseguro: «suscitó juicios contradictorios, dejando encendida la tea de la discordia en cuanto a la paternidad de su doctrina». Ratifica su apreciación sobre Baldomero Fernández Moreno y los modernistas pero, sobre todo, reitera una y otra vez un razonamiento que conduce a la sorprendente conclusión de que el modernismo de Darío es el punto «en el que poetas de España y de Hispanoamérica marchan al unísono en la persecución de las altas metas de una poesía de original esencia [y] cuando se afirma la unidad de la poesía de la lengua castellana».
Y eso en los años sesenta, cuando Borges ya había alcanzado un reconocimiento universal que nadie podía ignorar… ni siquiera de Pedro.
Notas
{*} Agradezco la investigación realizada por Marcela Tamer, desde Madrid, en los archivos españoles de la guerra civil y a Jorge Cordones en los archivos del diario La Prensa de Buenos Aires.
{1} Manuel Llamas, Notes sobre l'editorial Maucci i les seves traduccions, en la web.
{2} Agradezco a Valentín de Pedro (h) este dato y al maestro Roque de Pedro, sobrino, su colaboración para la reconstrucción de algunos pasajes de la vida artística del autor del que nos ocupamos en este capítulo.
{3} Caro Raggio, Madrid.
{4} El adjetivo sicalíptico, utilizado solamente en España y ya algo envejecido, se usó por primera vez en 1902, en una publicidad de Las mujeres galantes, insert del periódico El liberal. El Diccionario de María Moliner lo define como «palabra creada para anunciar una obra pornográfica, pensando en las griegas sykon –vulva– y aleiptikós –excitante–.»
{5} Ver: Antología de la novela corta erótica española de entre guerras 1918-1936. Edición de Lily Litvak, Clásicos Taurus, Madrid 1993.
{6} Valentín de Pedro, España renaciente, Espasa Calpe, Madrid 1922.
{7} Año XVII, nº 857, 25 de junio de 1925.
{8} Imprenta Castellana, Valladolid 1925.
{9} Manuel Esgueva Martínez, La Colección Teatral La Farsa, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid 1971.
{10} La Farsa nº 136, Madrid 1930.
{11} ¡Engañala, Constante! Ya no es delito, La Farsa nº 267, Madrid 1932; Las víctimas de Chevalier: juguete cómico en tres actos inspirado en una obra de Andrés Brun (misma publicación, mismo año); Una americana para dos: juguete cómico en tres actos (misma publicación, 1933).
{12} La Farsa nº 250, Madrid 1932.
{13} Expediente del Ministerio de Defensa de España. Repositorio: Archivo de Guadalajara.
{14} Misma fuente que 13.
{15} Ed. Redención, Madrid 1940.
{16} Diego San José, De cárcel en cárcel, Ediciós do Castro, La Coruña 1988.
{17} Expedientes: el mencionado en 14 y el correspondiente al Ministerio del Interior (Repositorio: Centro de Detención Kent).
{18} La primera colaboración realizada desde Argentina, que se registra en el rotograbado de La Prensa es el cuento Almatea en la ciudad sitiada, en la edición del 14 de septiembre de 1941, que trata de dos mujeres en una ciudad sitiada tras la que no se oculta Madrid, o sea el mismo tema de su novela La vida por la opinión.
{19} Ed. de autor 1942. Ilustración de tapa de Sirio 21. Editorial Partenón, Buenos Aires.
{20} Editorial Sudamericana, Buenos Aires 1954.
{21} Compañía Fabril Editora (Colección Mirasol), Buenos Aires 1961.
{22} Compañía Fabril Editora, Buenos Aires 1965.
{23} Compañía Fabril Editora, Buenos Aires 1966.
{24} Editorial Cervantes, Barcelona 1923.
{25} Carlos Sandoval, El cuento venezolano en el siglo XIX, Ficción Breve, Caracas 2005.
{26} Alberto Hidalgo (con prólogos de Borges y Huidobro), Soc. de Publicaciones El Inca, Buenos Aires 1926.
{27} Rafael Cansinos Assens, Obra Crítica, Tomo 1, Biblioteca de Autores Sevillanos, Sevilla 1998.
{28} En el Archivo de Cansinos Assens existen por lo menos treinta cartas de Valentín de Pedro al poeta español, pero no pueden ser consultadas por problemas de derechos.