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El Catoblepas, número 63, mayo 2007
  El Catoblepasnúmero 63 • mayo 2007 • página 9
Artículos

Filosofía de la adolescencia

Aitor Álvarez Fernández

Comunicación al XIV Congreso INFAD (convocado por la Asociación Nacional de Psicología Evolutiva y Educativa de la Infancia y la Adolescencia) celebrado en la localidad pontevedresa de Poio, el 27 de abril de 2007

El propósito del presente trabajo consiste en establecer una definición funcional de la Idea de Adolescencia (previa crítica de las definiciones sustanciales al uso tan propias de la psicología evolutiva piagetiana y de la biología) que conducirá a entender esta etapa de la ontogenia como una figura antropológica. La funcionalidad de esta definición exigirá tomar parámetros en cada cultura o sociedad sin que ello deba conducir al relativismo cultural. [Ideas sustanciales de Adolescencia, Ideas funcionales de Adolescencia{1}, definiciones de Adolescencia por metábasis{2}, definiciones de Adolescencia por catábasis{3}, relativismo cultural, antropología comparada, conceptos de adolescencia e Ideas de Adolescencia.]

1. Planteamiento de la cuestión

¿Qué es la Adolescencia? Para muchos la pregunta les resultará retórica y no dudarán en responder con total convencimiento.

Los psicólogos evolutivos de marcada influencia piagetiana la identificarán con aquel período del desarrollo ontogenético en que se empiezan a construir sistemas de pensamiento abstracto, los etólogos apelarán al inicio de los rituales de cortejo con los miembros del sexo opuesto mientras que los biólogos recurrirán a la modificación de determinados caracteres fisiológicos y muchos otros podrán responder que es el momento de la vida en el cual el joven busca su «identidad» (como si fuera necesario esperar hasta los 12-13 años para solicitar el D.N.I.) o aquel en que tiene lugar su proceso de «maduración» (cuando este proceso únicamente puede ser entendido si hablamos de plátanos, peras o manzanas).

Todas estas definiciones adolecen del mismo problema, a saber, recurren a criterios formales cayendo, por ende, en una sustancialización de la Idea de Adolescencia que la aleja de las condiciones materiales a partir de las cuales tiene lugar la conformación de sus diferentes modulaciones (sin perjuicio del marcado carácter metafísico de la primera y las dos últimas); son, además, definiciones obtenidas por metábasis que únicamente toman en consideración un único criterio (biológico, psicológico, &c.) y que se consideran susceptibles de aplicación universal.

En este ensayo se pretenderá establecer una definición funcional de Adolescencia, obtenida mediante catábasis y que, además, tome en consideración las características de los diferentes círculos culturales en los que se determina.

2. Crítica de las definiciones sustanciales de adolescencia. reflexiones sobre el relativismo cultural

1. La problemática existente en el período adolescente no puede entenderse dentro de la inmanencia del campo biológico o psicológico sino que será condición sine qua non recurrir a una explicación en términos antropológicos. ¿Cómo explicar sino que, mientras en unas sociedades los adolescentes tratan de rebelarse contra sus adultos, en otras se integran y colaboran perfectamente en las diferentes actividades que requiere su vivir diario tomando como pautas de comportamiento a seguir el ejemplo proporcionado por sus mayores?

En las sociedades democráticas (sostenidas por el mercado pletórico), la aspiración mayoritaria de los jóvenes consiste en alcanzar la «Felicidad» (aunque no sepan si están hablando de la felicidad de Aristóteles, de la felicidad de Santo Tomás o de la felicidad de Schopenhauer{4}) lo cual se encuentra determinado por el contexto cultural en que se desarrollan como ocurre con muchas otras pautas de vida que han proscrito el término esfuerzo de su vocabulario.

Es sumamente significativo que «los jóvenes españoles son los que mantienen el grado de felicidad más alto de Europa (según resultado del informe Juventud en España 2004 realizado por el INJUVE-Instituto de la Juventud y el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales). ¿Tendrá que ver este resultado con el bajo índice de lectura de los jóvenes españoles?» (Bueno, 2005). El informe PISA 2003 ha puesto de manifiesto el lamentable estado en que se encuentran la comprensión de la escritura y los conocimientos matemáticos y científicos de los jóvenes españoles de 15 años obteniendo puntuaciones que los colocan en los últimos puestos de la OCDE{5}.

2. Las continuas frustraciones y «crisis de la adolescencia» no vendrán determinadas aliorrelativamente por las modificaciones fisiológicas sino por la imposibilidad de adaptarse a los requerimientos de ciertos cánones establecidos culturalmente. Los contenidos culturales, además, son quienes determinan la explicación de las variaciones fisiológicas pudiendo, incluso, llegar a interpretarse el clítoris como un pene en miniatura (Bueno, 1998) en función de la idiosincrasia de la cultura envolvente. También explicitarán y conformarán el tipo de adulto que se espera para esa sociedad. De ahí que en nuestra sociedad edades fisiológicas elevadas se yuxtapongan con edades psicológicas bastante precoces y asistamos, por tanto, a una sacralización de la juventud con lo que a ello se le asocia, a saber, «victimismo e inocencia para que las personas puedan disfrutar de las ventajas de la libertad en las sociedades abiertas al tiempo que consiguen escabullirse de todos sus inconvenientes» (Errasti, 2002). Se pretenderá, pues, evitar todo tipo de responsabilidad individual. La consecución de dicha correspondencia fisiológica y psicológica constituye el objetivo prioritario de no pocos sujetos.

Los resultados saltan a la vista: «el individuo (adolescente y adulto) se siente intolerablemente ultrajado por cualquier molestia o mala suerte a la que le toca enfrentarse, y puede estar exigiendo permanentemente ser compensado (lo cual refleja pautas de comportamientos propias de la niñez o Adolescencia psicológicas)» (Errasti, 2002).

3. Considerar que la Adolescencia se define por ser el período ontogenético en que se construyen sistemas de pensamiento abstracto que se «despegan» de la realidad supone prescindir del material empírico a partir del cual cobra sentido la explicación de dichos procesos sin perjuicio de que, además, se excluyan otro tipo de consideraciones pertinentes (biológicas, &c.). Los niños salvajes que se han criado aislados del resto de humanos (e.g. Víctor de Aveiron y Geni) no llegarán a desarrollar este estadio de desarrollo cognitivo o, cuanto menos, presentarán serias dificultades.

4. Las definiciones etológicas harán hincapié en ciertos componentes co-genéricos (conductas de cortejo, inicio de prácticas sexuales reflexivas, &c.) que, sin dejar de actuar, se reorganizan a escala específicamente humana mediante el proceso conocido como inversión antropológica. En las sociedades democráticas, las actividades sexuales se han llegado a constituir como mero objeto de consumo y disfrute que, con independencia de las valoraciones que pueda suscitar, pone de relieve la influencia de los componentes culturales sobre los componentes dados a escala etológica (fenómeno que se encuentra en relación directa con el aumento de la difusión de toda suerte de material pornográfico).

A continuación, presentaremos algunos ejemplos de esta inversión antropológica dada en función de los respectivos círculos culturales envolventes:

4.1. En Mangaya «ambos sexos tienen relaciones sexuales antes de la pubertad. Después de ella, ambos disfrutan de una intensa vida sexual premarital. Las muchachas reciben diferentes pretendientes nocturnos en la casa de sus padres, y los muchachos compiten con sus rivales para ver el número de orgasmos que pueden conseguir. A las muchachas mangayanas no les interesan las declaraciones amorosas románticas, las caricias prolongadas o los juegos amorosos preliminares» (Harris, 1998).

4.2. En muchas sociedades de Melanesia y Nueva Guinea las pautas bisexuales eran consideradas como una obligación sagrada y un deber práctico. «Como los hombres de la India hindú, los etoro creen que cada hombre tiene sólo una provisión limitada de semen. Cuando ésta se agota, el hombre muere (...) El semen sólo puede ser adquirido de otro hombre. Los niños etoro obtienen su suministro teniendo relaciones orales con hombres mayores. Pero está prohibido que los muchachos jóvenes tengan relaciones entre sí y, como la esposa excesivamente interesada en el sexo, el adolescente rijoso es tenido por brujo y condenado por robar a sus pares sus reservas de semen. Tales jóvenes descarriados pueden ser identificados por el hecho de que crecen más rápido que los chicos normales» (Harris, 1998).

4.3. Las ceremonias de pubertad masculinas de muchas sociedades tribales de Nueva Guinea y Melanesia consisten en la institucionalización de prácticas homosexuales (principalmente masculinas) con el objetivo de evitar el crecimiento demográfico y de formar guerreros aptos para librar feroces batallas contra sus enemigos.

5. Las definiciones anteriores proceden por metábasis de tal modo que considerarán universal tanto el proceso ontogenético que deriva en la Adolescencia como los rasgos unívocos que indican el comienzo de esta nueva identidad (pensamiento abstracto, modificación de ciertos caracteres fisiológicos, &c.).

6. Las consideraciones precedentes muestran la necesidad de entender la Adolescencia como una figura antropológica. En contra de lo que las definiciones sustancialistas pudieran promover, el individuo no existe aislado (a la manera del individuo «volante» avicénico) sino que necesariamente co-existe con otros y es, a partir de este proceso de continua interacción, donde deberemos situar el quid de la pregunta por el ser de la Adolescencia.

7. Esta situación, lejos de conducirnos al relativismo cultural, nos permitirá comprobar la mayor potencia que presentan unos criterios frente a otros. La dialéctica interna entre las diferentes Instituciones culturales dista mucho de resolverse de manera semejante a como sucedería en el País de las Maravillas donde, no olvidemos, los pit-bull no muerden, el fuego no quema y los partidarios de la clitoridectomía y los defensores de los principios éticos{6} podrán solucionar sus diferencias al modo habbermasiano.

Para ilustrar algunas de estas situaciones, presentaremos diferentes ceremonias de entrada o salida de la Adolescencia:

7.1 Ceremonias de entrada femeninas

Los nativos fulas, mandikas, soninkes, &c. llevan a cabo la ablación del clítoris de sus mujeres como parte de las ceremonias de pubertad femeninas.

«Y, de este modo, 135 millones de mujeres de todo el mundo han sufrido la clitoridectomía, y las que han tenido peor suerte (y disfrutan de más identidad cultural, dirán algunos) han sufrido la extirpación de los labios menores e incluso la ablación de los labios mayores y su posterior cosido (cosido que será abierto y cerrado a demanda del esposo). Los efectos de esas mutilaciones van más allá del momento de su ejecución puesto que es frecuente que estas mujeres mutiladas sufran infecciones crónicas, hemorragias intermitentes, abscesos, trastornos renales, quistes, efectos dañinos sobre su sexualidad, complicaciones añadidas en los partos, &c. Las razones que dan los nativos para justificar estas mutilaciones son muy variadas, aunque se repiten en culturas muy diversas: que el clítoris es la parte masculina del cuerpo de la mujer y hay que extirparlo para que no se confundan hombres y mujeres, que si el clítoris toca el pene del hombre éste morirá, que los genitales femeninos no mutilados son feos y voluminosos, que pueden crecer y resultar incómodos colgando entre las piernas, que si la cabeza del niño toca el clítoris durante el parto el niño morirá, que las mujeres no mutiladas no son fértiles o no pueden concebir, &c.» (Alvargonzález, 2002).

7.2 Ceremonias masculinas

A) En los wonghi de Nueva Guinea «parte de la ceremonia consiste en la fractura traumática de un diente; tras la operación, se da a los novicios nombres nuevos, indicadores del paso de la adolescencia a la virilidad. Mientras están fracturando el diente producen un fuerte zumbido con un instrumento denominado «tono bramador» (una bramadera), que los profanos no pueden ver; a las mujeres se las excluye bajo pena de muerte» (Bueno, 1998).

B) Entre los urabuna de Australia central «el novicio sufría las operaciones de circuncisión y subincisión, aprendía algunas ceremonias totémicas y recibía instrucciones de conducta» (Bueno, 1998).

7.3 Contra el relativismo cultural

Este tipo de ceremonias que tan a menudo nos encontramos dentro de la antropología comparada deberían obligar a muchos relativistas culturales a replantearse sus posiciones e, incluso, a avergonzarse de las mismas. El desarrollo actual de la ciencia ha puesto de relieve que todas esas creencias no son más que vulgares delirios y, por tanto, indignos del menor respeto (menos merecerá quien, en nombre del respeto y la tolerancia al pluralismo cultural, nos acuse de etnocentrismo). Otro tanto deberá decirse a propósito de su incumplimiento de los principios éticos; más aún, el mayor respeto que se le podría proporcionar a estas gentes, lejos de permitirles seguir realizando unos «profundos» rituales que únicamente emic cobrarán sentido, consistirá en obligarles a rehusar todo este tipo de prácticas y a aprender Filosofía, Matemáticas, Español, Inglés, Biología, Historia, &c.

La defensa de este tipo de prácticas amparándose en el relativismo cultural, por tanto, es una actitud de mala fe que, en muchas ocasiones, no persigue más que el deseo de mantener a estos pueblos sumidos en una gran ignorancia para poder hacerse con (y explotar) las materias primas que se encuentran en esos territorios. Por otro lado, la tolerancia de semejantes Instituciones culturales conlleva, implícitamente, la intolerancia hacia las nuestras; dicho en otras palabras «o apoyas a unas Instituciones o estás contra ellas sin que quepa tercera opción».

3. Propuesta de una definición funcional de adolescencia

La Adolescencia comprende la fase ontogenética situada entre la infancia y temprana edad adulta. Estos dos últimos estadios se tomarán como variables independientes y, en función de los valores que les asignemos, la adolescencia adquirirá concepciones bien distintas (en muchos casos, enfrentadas a muerte entre sí).

La variable independiente «infancia» se define en un campo fisiológico, etológico o psicológico a partir de caracteres eminentemente negativos: inmadurez muscular, sexual o intelectual, así como la carencia en los primeros estadios del lenguaje articulado, o la incapacidad de caminar (Bueno, 1998). Por tanto, la adolescencia comenzará en el momento en que dichos caracteres comiencen a remitir.

La variable «temprana edad adulta» ya no podrá ser definida en esos términos sino que nos remitirá al campo antropológico donde deberemos considerar los aspectos infraestructurales, estructurales y superestructurales. De este modo, la entrada en la edad adulta no podrá considerarse, en modo alguno, universal lo que significa que el concepto de adolescencia ya no podrá ser dibujado en el terreno de la biología o en el de la «psicología evolutiva» (Bueno, 1998).

Esta situación conducirá a la necesidad de posicionarse ante los diferentes valores que tomará esta variable debido a la inexistencia de su carácter universal y axiológicamente neutro y objetivo (como si de los ciclos lunares se tratase) a pesar de lo que puedan pensar los psicólogos evolutivos de marcado influjo piagetiano.

No se podrá reaccionar de la misma manera, alegando que ambos son «adolescentes», ante las brutales acciones caníbales de un sara que ante un asesinato cometido en una sociedad como la nuestra; en el primer caso, el antropólogo podrá experimentar un gran interés por el estudio de las pautas culturales que subyacen a dichas acciones mientras que, en la segunda situación, deberán aplicarse las condenas oportunas establecidas en el código legal aprobado en la nación formal considerada y dejarse de tonterías como que el adolescente no es todavía pleno responsable de sus actos y que, por tanto, necesita ser «reeducado», otra oportunidad, &c.

En esta línea, Gustavo Bueno rechaza explícita y firmemente la benevolencia y compasión que se les concede a los adolescentes («protegidos» por la Ley del menor), tras haber cometido un asesinato, alegando que necesitan ser «reeducados» o ayudados por los profesionales pertinentes dado que la fase ontogenética por la que atraviesan les impide ser plenamente responsables de sus actos (lo cual se encuentra directamente relacionado con el predominio cultural de un victimismo que exonera de cualquier tipo de responsabilidad a quien debe dar cuenta de actuaciones reprobables).

«Lo que interesa en conclusión, no es ya justificar, ni siquiera explicar, los motivos de los criminales horrendos{7} (alegando infancias desgraciadas o trastornos transitorios{8}); lo que interesa es impedir que el criminal horrendo pueda seguir viviendo después de su crimen. Y esto se extiende también a los menores de edad adolescentes pero con capacidad operatoria. La minoría de edad es sólo una línea convencional trazada en las sociedades democráticas a efectos administrativos. Si un «niño» de catorce años comete un crimen horrendo interesa que no siga viviendo precisamente porque sólo de ese modo puede quedar reconocida, en el terreno de los hechos, la imposibilidad social del crimen horrendo (...) Se dice que la decrepitud orgánica es irreversible, pero que la decrepitud del criminal horrendo es reversible, recuperable, y aquí está la petición de principio. Pues sólo será «reversible» esta decrepitud cuando precisamente no sea reconocida como crimen mortal. Pero otra será la situación si la sociedad de personas establece que el crimen horrendo es el límite sin retorno al que puede llegar la libertad de la persona, y que quien lo comete debe morir, sea por suicidio (como es lo normal), sea por eutanasia procesal{9}»(Bueno, 2004).

«Se trata precisamente de evitar que el criminal siga viviendo, y sobre todo de evitar que pueda ser «rehabilitado» psicológicamente y socialmente olvidando su crimen, puesto que sería precisamente esta rehabilitación la que demostraría que en la sociedad democrática todo está permitido» (Bueno, 2004){10}.

En la proposición LIV de la Ética de Spinoza se pone de manifiesto esta apología de la responsabilidad individual como oposición al citado victimismo: «El arrepentimiento no es una virtud, o sea, no nace de la razón; el que se arrepiente de lo que ha hecho es dos veces miserable o impotente».

4. Pero el criterio antropológico no resulta suficiente

Ahora bien, a pesar de la importancia decisiva que hemos concedido a la consideración de la Adolescencia como figura dada en el campo antropológico la exclusión de otro de tipo de criterios (biológicos, psicológicos, &c.) con vistas a su conformación no estará, en modo alguno, justificada. La Adolescencia será la nueva identidad que surge, dentro del curso ontogenético, como resultado de la convergencia por catábasis de todas estas líneas causales.

La diferente importancia otorgada a cada uno de estos procesos causales desembocará en diferentes concepciones de la Adolescencia. A partir de las características de los diferentes círculos culturales en que este proceso tenga lugar, podremos obtener una rica (por su abundancia) clasificación de figuras antropológicas de la Adolescencia{11}.

La Adolescencia deberá ser considerada como una Idea y no como un concepto dado que puede recorrer transversalmente numerosos campos categoriales (biológico, psicológico, etológico, &c.) sin agotarse en ninguno de ellos. La Idea de Adolescencia únicamente podrá ser comprendida partiendo del material fenomenológico empírico pero no para alejarse del mismo una vez alcanzada la Idea sino para poder estudiarlo con el estatuto ontológico que le corresponde pudiendo alcanzar, de este modo, una mejor comprensión (este regressus/progressus será propio del análisis que sobre las Ideas ha de realizar la Filosofía). Tal es la dialéctica existente entre los conceptos de adolescencia y la Idea de Adolescencia. Este proceder epistemológico aparece perfectamente descrito en el mito de la caverna platónica{12}:

«(...) ¿Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto antes eran fruslerías y que ahora, en cambio, está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente? (...) En primer lugar miraría con mayor facilidad las sombras, y después las figuras de los hombres y de los otros objetos reflejados en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación contemplaría de noche lo que hay en el cielo y el cielo mismo, mirando la luz de los astros y la luna más fácilmente que, durante el día, el sol y la luz del sol (...) Finalmente, pienso, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros lugares que le son extraños, sino contemplarlo cómo es en sí y por sí, en su propio ámbito» (Platón, La República, Cáp.: VII).

5. Conclusiones

Los aspectos más destacados del presente ensayo son:

1. La Adolescencia no es una constante susceptible de ser aplicada de modo unívoco y universal a la totalidad de círculos culturales como sugeriría su hipóstasis o sustancialización derivada de definiciones obtenidas por metábasis.

2. La Adolescencia se entenderá como una función donde los valores de la variable dependiente vendrán determinados por los valores que son asignados a las dos variables independientes: «infancia» y «temprana edad adulta». Su definición se obtendrá por catábasis.

3. Su consideración funcional no justificará la deriva hacia el relativismo cultural dado que no todas las Instituciones culturales merecen la misma consideración.

6. Referencias bibliográficas

Alvargonzález, David: Del relativismo cultural y otros relativismos. El Catoblepas: http://nodulo.org/ec/2002/n008p13.htm

Bueno, Gustavo: Adolescencia: Antropología comparada. En Sociopatología de la Adolescencia, coordinadores: Jose María Segovia de Arana y Francisco Mora Teruel. Madrid (1998).

Bueno, Gustavo: Panfleto contra la democracia realmente existente. La esfera de los libros (2004).

Bueno, Gustavo: El mito de la Felicidad: autoayuda para desengaño de quienes buscan ser felices. Ediciones B (2005).

Errasti, Jose: Introducción a la Psicología de la Personalidad. Promolibro. Valencia (2002).

Espinosa, Benito: Ética demostrada según el orden geométrico, Introducción, traducción y notas de Vidal Peña. Alianza (1987).

García Sierra, Pelayo: Diccionario filosófico. Biblioteca Filosofía en español (2000).

Harris, Marvin: Introducción a la Antropología General. Alianza (1998).

Platón: La República. Introducción, traducción y notas por Conrado Eggers Lan. Biblioteca Clásica Gredos (1998).

Notas

{1} La distinción entre Ideas sustanciales e Ideas funcionales la hemos tomado de Cassirer, Concepto sustancial y Concepto funcional.

{2} «Figura o estrategia, en la línea del progressus, de la dialéctica procesual divergente. En la metábasis, el desarrollo de identidad (según su ley propia) conduce a una configuración que se encuentra «más allá de la serie» y que, aunque no es contradictoria en sí misma, implica la resolución del proceso por «acabamiento» (la continuación indefinida del proceso de lo mismo sería incompatible con este límite)» (García Sierra, 2000).

{3} «Figura o estrategia, en la línea del progressus, de la dialéctica procesual convergente. En la catábasis el desarrollo regular de dos o más procesos mantenidos según una ley de identidad se resuelve por su confluencia (o identidad sintética) en una configuración que constituye el límite externo de los confluyentes («lo distinto se hace lo mismo»)» (García Sierra,2000).
Para una mayor información sobre los procesos de la dialéctica remitimos a Pelayo García Sierra, Diccionario filosófico, Biblioteca Filosofía en español (2000).

{4} Para una exhaustiva crítica de la Idea de Felicidad remitimos a Gustavo Bueno, El Mito de la Felicidad, Ediciones B (2005).

{5} Sobre 30 países los jóvenes españoles ocupan el 23er puesto en comprensión de la escritura, el 24º en cultura matemática y el 22º en cultura científica.

{6} «Los derechos éticos elementales de la persona humana son universales por su estructura lógico-material, a pesar de que hayan sido construidos originariamente en la cultura occidental (...) Si estos derechos éticos son universales, entonces todas las pautas culturales que atenten contra ellos son condenables, no son dignas de respeto y, más que un valor, suponen un contravalor. Por eso no tiene ningún sentido apelar a la tolerancia para defender estas prácticas contrarias a la ética: los principios éticos universales nos exigen tomar una posición intolerante en este asunto» (Alvargonzález, 2002).

{7} Sean adolescentes o adultos.

{8} Muchos de los cuales desaparecen cuando se reduce la condena.

{9} Quien realmente se arrepiente por un asesinato deberá suicidarse dado que su acto no tiene remedio alguno (la eutanasia procesal consiste en una ayuda que la sociedad prestaría a aquellos criminales que no se atreven a suicidarse). Y, obviamente, quien no se arrepiente por semejante atrocidad no merece vivir en una sociedad de personas.

{10} Para una exposición más detallada de esta cuestión, remitimos a Gustavo Bueno: Panfleto contra la democracia realmente existente, 2004 (Págs. 216-224).

{11} Para una exposición más detallada acerca de esta clasificación remitimos a Gustavo Bueno, Adolescencia: Antropología comparada (1998).

{12} Existen numerosas interpretaciones erróneas de este mito que lo han derivado hacia posiciones idealistas. Sin embargo, la posición materialista de Platón se aprecia al advertir que el conocimiento de las Ideas únicamente puede tener lugar a partir de los fenómenos.

 

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