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El Catoblepas, número 63, mayo 2007
  El Catoblepasnúmero 63 • mayo 2007 • página 2
Rasguños

En torno a la distinción
«morfológico/lisológico»

Gustavo Bueno

Se ofrecen algunas precisiones sobre una distinción que ya ha sido utilizado de pasada en exposiciones anteriores, orales o escritas, del autor

§1. Contexto de la distinción

La distinción entre «lo morfológico» (μορφή = figura) y «lo lisológico» (λισσος,ή,όν = liso) se establece, en principio, en contextos gnoseológicos, es decir, desde una perspectiva gnoseológica, en sentido amplio (también noetológico, como distinción que afecta no solamente a las ciencias positivas, sino también a la filosofía, a la metafísica, &c.), como distinción entre términos correlativos de naturaleza gnoseológica, en sentido amplio, tales como conceptos (tecnológicos, científicos) o Ideas, cadenas de proposiciones, definiciones, clasificaciones o modelos, transformaciones o concatenaciones circulares de transformaciones (analíticas, sintéticas) dadas en el proceso de «racionalización institucionalizada» de un campo determinado.

Sin embargo, la distinción, al afectar también a los propios campos tratados por ella, podrá ser interpretada, con más o menos rigor, en contextos ontológicos, es decir, como referida a los campos mismos, como distinción susceptible de ser entendida desde una perspectiva ontológica.

§2. Referencias de la distinción

1. La distinción morfológico/lisológico aparece utilizada en el «Prólogo» (no en algunas de sus entradas) del Diccionario filosófico de Pelayo García Sierra (Pentalfa, Oviedo 2000, pág. 18), a propósito de la clasificación de las disciplinas filosóficas. Utilizada, pero no denominada exactamente: en lugar de la oposición morfológico/lisológico, aquel prólogo decía morfológico/amorfo, es decir, apareciendo en lugar del término «lisológico», el término «amorfo», que sólo de un modo negativo y muy grosero –aunque suficiente en la ocasión para formular una clasificación denotativa– podría caracterizar a «lo lisológico», que es amorfo en tanto no es morfológico, según los «parámetros» implícitos, sin perjuicio de que pudiera tener otro tipo de conformación. Más aún, en el citado Prólogo, el término «amorfo» va acompañado de un paréntesis aclaratorio [«abstracto»] que sigue siendo negativo, respecto de los «parámetros» en los que tiene lugar la morfología de referencia (que también puede ser abstracta respecto de otras referencias).

2. Cuatro años más tarde («Propuesta de clasificación de las disciplinas filosóficas», El Catoblepas, junio 2004), se sustituye el término «amorfo» por el término «lisológico», al exponer el criterio 5 de clasificación [«morfológico/lisológico»], que aparece utilizado, en conexión a veces con el término «abstracto», pero con un sentido de término correlativo, no absoluto, por negación, de «morfológico». En el artículo citado de El Catoblepas, se tuvo en cuenta, o se advirtió, de la posibilidad de que los conceptos o Ideas pudieran alcanzar la condición lisológica sin desbordar los límites de un género porfiriano («sin por ello desbordar»); advertencia que seguía siendo ambigua, porque podría sugerir que el «estado lisológico» de algún concepto nunca podría desbordar los límites del género porfiriano (hubiera sido más preciso añadir a la advertencia: «sin por ello desbordar necesariamente…»).

3. En el Curso de Filosofía de la Música impartido (en su primera parte) durante los meses de abril y mayo del presente año, en el Conservatorio Superior de Música de Oviedo, también fue utilizada la distinción entre la perspectiva lisológica y la perspectiva morfológica como criterio de gran alcance en el análisis del «discurso musical», lo que requirió establecer, a veces como respuesta a preguntas de asistentes al curso, precisiones importantes sobre la distinción que nos ocupa.

4. El presente rasguño pretende ofrecer una exposición más detallada y global de la distinción entre los estados morfológicos y sus correlativos, los estados lisológicos, así como de sus interrelaciones. Una exposición más completa y global, pero no definitiva; el asunto no queda «agotado», ni mucho menos, teniendo en cuenta las implicaciones noetológicas de la distinción, así como sus implicaciones con la teoría de la racionalización de las conductas institucionales «logomórficas» –por ejemplo, las instituciones mitológicas– o incluso de las conductas etológicas «raciomorfas» y, por supuesto, sus implicaciones con los análisis gnoseológicos estrictos de las ciencias positivas, y en particular, con la Teoría del Cierre Categorial.

§3. Confrontación de la distinción morfológico / lisológico con otras distinciones conocidas: concreto / abstracto, definido (preciso) / indefinido (vago), epicrítico / protopático, materia/forma, &c.

1. Parece, como hemos dicho, que hay una gran probabilidad de sobrentender una correspondencia estricta entre morfológico y concreto, por un lado, y lisológico y abstracto, por otro. Acaso esta correspondencia puede mantenerse cuando lo concreto, en el contexto de la oposición concreto/abstracto, se toma en un sentido relativo (correlativo), pero no cuando lo concreto se toma en un sentido absoluto, lo que ocurre en expresiones tales como «realidad concreta» –«análisis concreto de la realidad concreta»–, «individual y concreto», «hombre concreto de carne y hueso» (mediante las cuales se enfrentaba a quienes supuestamente se mantenían en el ámbito de las «abstracciones inhumanas» promovidas por «la sociedad» o «el Estado»).

Sin embargo, la idea de lo concreto individual, tan utilizada en la literatura marxista de la época soviética (en España particularmente por Manuel Sacristán y su grupo), arrastra una metafísica sustancialista, la metafísica del individuo irrepetible, dado hic et nunc, sujeto lógico absoluto que no puede ser predicado de ningún otro sujeto. Pero desde una perspectiva no sustancialista (sin perjuicio de su sustancialismo actualista), habría que reconocer que el individuo concreto del sustancialismo metafísico sigue siendo abstracto, es decir, separado o disociado de su entorno natural o social. El propio Marx ya advirtió a quienes comenzaban sus análisis económico históricos de una sociedad por la población, por el conjunto de sus individuos: sabía que este conjunto de individuos era ya un abstracto segregado de un curso histórico preciso, que era más concreto que los individuos y situaciones concretas que incorporaba como partes.

Un organismo individual es, en efecto, tan abstracto si cabe como lo es el grupo al que pertenece, o como lo es la serie constituida por la estirpe de sus progenitores y sucesores (el phylum). Su propia figura concreta es una abstracción que se mantiene a distancia de los flujos concretos de intercambio metabólico con el medio (su «figura concreta» es tan abstracta como la del barco de Teseo). Ni siquiera cabría definir lo «individual y concreto» por su condición idiográfica (enfrentada a la condición nomotética), porque aquella condición requiere una definición más precisa de las coordenadas de lugar y tiempo, de las relaciones e interacciones cambiantes con otros individuos, &c.

Dicho de otro modo: lo que llamamos «concreto» es un tipo de abstracto al que denominamos «concreto» convencionalmente, cuando reúne ciertas condiciones implícitas y casi nunca bien definidas. Por ejemplo, condiciones relativas a la determinación de los invariantes del sujeto concreto en las transformaciones a las que está sometido (el Sol de nuestro sistema solar sólo se define como un «individuo concreto» cuando se deja de lado su posible condición de elemento de la clase de los soles que constituyen el «poblado del Sol» de algunas sociedades primitivas).

Lo concreto, en suma, requiere la abstracción de muchas conexiones, interacciones o relaciones, es decir, el corte de las mismas; un corte que poco tiene que ver con el «corte epistemológico» de Bachelard-Althusser, y que tiene mucho que ver con la praecissio que los escolásticos reconocían en los conceptos «precisivamente inmateriales».

En cualquier caso, la abstracción no es un proceso unívoco. Tradicionalmente se reconocían dos tipos de abstracción, según la relación holótica que lo abstracto mantuviese con lo concreto de referencia: la abstracción total y la abstracción formal.

Lo abstracto total mantenía, respecto de lo concreto, la relación de un todo distributivo (T gótica) con sus partes (potenciales). La abstracción total se consideraba como el camino más directo para alcanzar el «envolvente» de las especies (respecto de los individuos) o de los géneros próximos (respecto de las especies átomas) o de los géneros superiores (respecto de los subalternos), &c. En realidad, el in-dividuo (a-tomo) de Porfirio-Boecio recibe los predicados a través de la especia átoma. De otro modo, los predicados los recibe la especie átoma a través de los individuos. Si Sócrates recibe el predicado «mortal» lo recibe a título de elemento de la especie hombre, que a su vez lo recibe a través del género animal. Y si la especie átoma («hombre») recibe el predicado mortal, lo recibe a través del individuo incorporado, como «individuo vago», a su constitutivo esencial. Todavía más: a veces se atribuye a un individuo un predicado específico del cual él carece «empíricamente», cuando su carencia se interpreta como una privación y no como una negación (un ciego está privado de la vista, que no se le niega, sino que incluso se le atribuye como predicado virtual, del que sin embargo está privado).

Pero la especie recibe no sólo predicados esenciales, genéricos comunes y específicos («diferencia específica») sino también predicados no esenciales, sino accidentales, aún cuando éstos puedan ser propios, el «cuarto predicable» –es decir, predicados no esenciales pero sí internos o derivados de la esencia– o accidentales externos (accidentes según el «quinto predicable»). Los predicables propios (según el cuarto predicable), al aplicarse al sujeto, forman juicios que tienen cierto parecido con los juicios sintéticos a priori de Kant: no son analíticos, porque no entran en la definición del sujeto, de la especie, y por ello podrían considerarse sintéticos; pero no son exteriores o contingentes, sino internos y aún necesariosal sujeto (Saul Kripke, en su Naming and Necessity, ni siquiera dio beligerancia, al parecer, a la distinción tradicional escolástica entre los predicados esenciales propios, según el cuarto predicable, y los predicados esenciales genéricos o específicos).

Por otro lado, el propio cuarto predicable era una de las cuatro acepciones (la cuarta) del término que enumeró Porfirio. «Lo propio», según una primera acepción, se refería a un predicado que afecta a sólo el sujeto (específico-individual) pero no a todos y siempre (como «gramático», predicado de hombre). «Propio», según la acepción segunda, es un predicado que afecta a todo pero no a sólo (como «bípedo», predicado de hombre); se trata de un predicado genérico-propio. Según su tercera acepción, «propio» afecta a todo, sólo pero no siempre (como «canoso», aunque el ejemplo escolástico es aquí muy malo, predicado de hombre, pero en la vejez). Por último, «propio», según su cuarta acepción, es el predicado que se aplica a todo, sólo y siempre (los ejemplos convencionales eran la risibilidad, o la libertad, en cuanto propiedades de los sujetos humanos).

Ahora bien: todos estos predicados porfirianos (genéricos esenciales, genéricos propios, &c.) desbordaban la especie átoma, tomada como sujeto, hasta el punto de poder anegar esta especie en el género, es decir, hasta el punto de poder borrar su morfología específica; lo que era tanto como decir que estos predicados, obtenidos por abstracción total, podrían considerarse como lisológicos por respecto de las especies. El «número de Avogadro», como predicado de una porción de gas encerrada en una determinada unidad de volumen, a tiempo y presión determinados, es un predicado genérico-lisológico, porque se aplica también a otras porciones de gases encerradas en las mismas condiciones, pero abstrayendo los caracteres específicos del gas (sodio, helio, hidrógeno, &c.). Estos predicados lisológicos mantienen con los morfológicos correspondientes la relación de todo distributivo con las partes potenciales.

Pero desde la perspectiva de la abstracción formal, la que tiene lugar cuando disociamos o separamos no ya el todo distributivo de sus partes potenciales, sino una parte del todo atributivo, o si se prefiere, una parte atributiva de otras partes de ese todo, puede ocurrir que la parte abstraída sea también lisológica, respecto del todo o de otras partes, pero sin por ello desbordar el todo, aunque también puede desbordarlo (la silueta de una escultura puede disociarse de su materia y reproducirse en otros materiales; la melodía de una sonata puede disociarse de su tonalidad determinada y transportarse a otras tonalidades). Pero la trituración de una estatua de bronce, que produce un montón de partículas que no llegasen a asumir la condición de partes materiales, es decir, que mantuviesen la condición de partes formales de aquella estatua de bronce, no desbordaría el campo de esa estatua; sin embargo, al predicar ese montón de partículas de la propia estatua, la estaríamos llevando a cabo mediante un predicado lisológico –que ha borrado la morfología global de la estatua y la de sus miembros– pero al mismo tiempo propio, porque solamente se aplica a esa estatua, sin desbordar los límites de su campo.

2. También habría que rechazar la correspondencia entre los términos de la distinción morfológico/lisológico con lo términos de la distinción definido/indefinido (vago/borroso). Esta correspondencia (al menos en el caso en el que lo lisológico se asocie a los conceptos o a las ideas generales, en el sentido porfiriano) podría haber sido uno de los motores de la «cruzada» que G. Bachelard emprendió contra las «ideas generales». Las ideas generales, en el sentido de Bachelard, eran precisamente las ideas indefinidas o vagas incompatibles con los métodos científicos. Sin embargo constatamos cómo las ideas o los conceptos pueden ser claros y distintos, como lo es el concepto «número de Avogadro», así como también las ideas o conceptos lisológicos no son necesariamente conceptos oscuros y confusos que hubiera necesariamente que sustituir por conceptos morfológicos correspondientes. El concepto galileano de gravedad es un concepto lisológico, respecto de la morfología de los cuerpos que, ya fueran de plomo, de madera o de mármol, tallados o sin desbastar, caían al mismo tiempo (al menos en el experimento ideal) al ser arrojados desde la balconada de la torre de Pisa; pero el concepto de gravedad galileana, en cuanto concepto operacional, aunque es lisológico no es propiamente un concepto indefinido, oscuro, vago o borroso.

3. También rechazamos la posible ocurrencia de poner en correspondencia la distinción lisológico/morfológico con la distinción protopático/epicrítico utilizada por los neurólogos (a partir de la obra de Henry Head, Studies in Neurology, Londres 1920). Si recurriéramos a los términos que Baumgarten utilizó en su Aesthetica, diríamos que ambas distinciones son gnoseológicas, si bien la oposición lisológico/morfológico pertenecería a la «gnoseología superior» (que se ocupaba de las «leyes del entendimiento») mientras que la distinción protopático/epicrítico pertenecería a la «gnoseología inferior» (que se ocupaba de las leyes de la sensibilidad).

Ahora bien, aunque las sensaciones protopáticas puedan ser lisológicas (respecto de las sensaciones epicríticas más diferenciadas: el rumor o algarabía de la orquesta afinando sus instrumentos puede ocultar protopáticamente percepciones diferenciadas de diversas líneas melódicas), sin embargo no todo lo que es lisológico tiene por qué ser considerado protopático (aún en el terreno del entendimiento), al menos en la medida en la que está dotado de legalidades controladas, aunque éstas se den a otra escala.

4. Por último cabe poner en correspondencia la distinción lisológico/morfológico con la distinción materia/forma. Pero no porque el estado lisológico haya de ser entendido siempre como materia, respecto de la forma que él pudiera recibir en una transformación tecnológica. Por ejemplo, el metal fundido antes de ser vertido en el molde, el barro antes de ser configurado en el torno, asume el valor de estado lisológico respecto del valor morfológico del hacha o del vaso que resultan de la transformación. Podemos afirmar que el sonograma de cinco compases, por ejemplo, de un discurso musical se corresponde con la figura dibujada de esos mismos compases por las notas de la partitura; y que el sonograma se encuentra en estado lisológico respecto del estado morfológico alcanzado por la partitura. Pero carecería de sentido decir que el sonograma desempeña la función de materia y la partitura la función de forma: ambas son representaciones morfológicas de un discurso musical. Por consiguiente, la relación del sonograma a la partitura no es la relación de la materia a la forma, sino la relación de una morfología borrosa a una morfología más clara y distinta.

* * *

En el próximo número se ofrecerá la continuación de este rasguño:

§4. Los dos modos de la distinción morfológico/lisológico.

§5. La distinción morfológico/lisológico como una distinción de estados del campo según el modo primero.

§6. Desarrollo de los dos tipos de transformación (lisado y conformado) según ocho subtipos.

§7. Los procesos de concatenación circular de lisado y conformado como procesos de racionalización de un campo.

§8. Estados lisológicos y morfológicos en el terreno de la conceptuación científica y técnica.

§9. Estados lisológicos y morfológicos en el terreno de la ideación metafísica y filosófica.

 

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