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El Catoblepas, número 49, marzo 2006
  El Catoblepasnúmero 49 • marzo 2006 • página 6
Desde mi atalaya

Nueva visión de China

José María Laso Prieto

Sobre los grandes progresos experimentados por la sociedad china

A lo largo de mi vida, he tenido la oportunidad de efectuar cuatro viajes a China con siempre renovadas impresiones. El primer viaje lo realicé en 1980, y tras de una estancia de cuatro días en Japón, atravesé China de norte a sur, incluyendo visitas a las ciudades de Pequín (Beijín) Nanking, Wuxi, Shanghai, Cantón, Hong-Kong y Bangkok. Visité la gran muralla china, las tumbas de los emperadores Ming, la ciudad prohibida, el Templo del Cielo, y el Palacio de Verano.

En 1984, volé hasta Irkuts y, atravesando Mongolia, llegué por ferrocarril hasta Pequín. Después visité la ciudad natal de Confucio, Qui Fo, y desde Yentai, a través del golfo de Bo Hai hasta port Diaren en Manchuria, con regreso por el Transiberiano a Moscú. En un viaje posterior, denominado «viaje por el Impero del Centro», recorrí la cuenca del río Ho-Hong y la parte central del país. Como consecuencia de este viaje me hizo una entrevista el periodista Tino Pertierra, en la que aparecía fotografiado ante la gran muralla y decía que el pueblo chino era el que más me había impresionado en mis viajes.

En un viaje denominado «La ruta de la seda», visite la región autónoma de Sinkiang y la ciudad de Xian, con sus celebres guerreros de terracota.

En un viaje a China precedido de trayecto por el «Triángulo de Oro», visité Manila y de nuevo Hong-Kong y también Macao, cuando esta ciudad iba a ser devuelta a China.

En la década transcurrida desde mi primer viaje al último, observé los grandes progresos experimentados por la sociedad china, desde la reforma económica, con una media de crecimiento de casi un 10% del PIB. Después he leído el amplio relato que el escritor Higinio Polo realiza de la modernización extraordinaria de China, en un amplio reportaje publicado en la revista El viejo topo y que voy a tratar de sintetizar. Dice así:

China ha cambiado. Ofrece una imagen a veces deslumbrante; a veces, confusa, contradictoria, incluso, en ocasiones, anclada en un mundo campesino del pasado. Pero quien la conoció hace quince años y regresa, no puede por menos de quedar atónito ante la magnitud del cambio. En Pequín llama la atención la modernidad de la ciudad. También en Shanghai. Visitar hoy estas ciudades, las hace casi irreconocibles. Son además gigantescas. Pero todo el país lo es. Para un europeo las dimensiones de China confunden. No hay que olvidar que la población china es hoy lo que era la del mundo al inicio del siglo XX. China cuenta con una brillante civilización: la gran muralla, el gran canal, la ciudad prohibida. Su refinada cultura, el vigor y la experiencia de sus campesinos, que inventaron e interpretaron la vida, los inventos que cambiaron el planeta, son muestras de una realidad que sigue entendiendo mal, y mira Occidente con miedo y con codicia. Porque el Occidente capitalista sigue creyéndose el centro de la humanidad, aunque su tiempo ya haya pasado. La previsión de Napoleón de lo que ocurriría cuando China despertase se ha confirmado y la del profesor Gustavo Bueno, que predice que en pocas décadas China será la primera potencia mundial, es creíble.

Pequín bulle de animación. En la reformada calle Wangfujin, muchedumbres de pekineses pasean o compran, comen en pequeños y agradables restaurantes callejeros. En el Templo del Cielo, miles de turistas chinos van a ver el prodigio de las creaciones de su cultura milenaria. La transformación del país es un fenómeno inusitado, Mientras tanto, en Pequín se preparan los próximos Juegos Olímpicos y se nota en Tiananmen, el corazón del país, con sus parterres de flores inmáculas. Observamos la transformación de la ciudad y la de sus calles, autopistas, barrios y edificios, en los trasportes y en la vida de sus habitantes. En el barrio musulmán de Pequín veo trabajar a las excavadoras y a las grúas: se derriban las viejas casas apiñadas en los estrechos Hutongs se construye la nuera ciudad. Los Hutongs son los viejos callejones de la vida comunitaria. En ellos todo sucedía en la calle: allí se cocinaba, se charlaba, se discutía de asuntos vecinales y de política: se lavaba la ropa los cacharros de cocina. Todavía se hace. La vida en ellos no era fácil: el hacinamiento, la convivencia en estrechos callejones, la falta de infraestructuras adecuadas, la decrepitud de las viviendas, pesa más que las pintorescas estampas de la vida china de antaño, que todavía pueden sorprenderse. Porque además, esa emoción que producen es algo que sólo pueden sentir los turistas. La desaparición de los Hutongs pekineses ha suscitado críticas, sobre todo en los turistas, que creen que con ello se pierde el alma de la vieja cultura china. Sin embargo, para los ciudadanos chinos que vivían en esos precarios y superpoblados hutongs, les parece estupendo pasar a vivir en un piso muevo y moderno.

El cambio en las calles de Pequín hasta Cantón, el bullicioso pueblo chino saborea una prosperidad que es una conquista y una novedad, y llena restaurantes y lugares de recreo, tiendas y centros comerciales, y viaja por su inmenso país, fotografiando las muestras de su cultura, la más antigua del planeta. Millones de chinos se desplazan a Xian o Shanghai, visitan la ciudad prohibida de los emperadores o visitan la gran muralla. Nunca hasta ahora lo hicieron, al menos en cifras tan grandes. Deng-Xiao-Ping, el inspirador de la reforma, insistió: «el socialismo no es pobreza» ya a ello se han aplicado los dirigentes chinos. El viejo socialismo igualitario y pobre, que construyó Mao, está dejando paso a otro tipo de socialismo. Pero los problemas son todavía muchos. Al sur de la gran plaza de Tienammen se ven todavía algunos mendigos. Es cierto que no pueden compararse a las legiones de Homeless que se ven en Nueva York. Sin embargo, la reforma ya ha transformado buena parte de el país. Los recursos con que ahora cuenta eran impensables hace 25 años. China tiene ya capacidad de enviar al espacio cosmonautas y ello enorgullece al país. Tras ello fue lanzada la nave espacial Shenzu VI. China es una de las tres potencias espaciales del mundo. El diario Xinwen Chenbao revelaba que el ingenio lanzado al Cosmos portaría la enseña de la Exposición Universal de Shanghai, que se celebrará en 2010 y que pretende ser el escaparate del pujante desarrollo chino. Pese a todo las contradicciones existen y a menudo son graves. Los desequilibrios muestran las diferencias entre las rentas de las ciudades y del campo. Y entre un segmento de la población civil que ya ha alcanzado niveles de consumo equivalentes a Europa y la evidente austeridad de millones de personas rurales. Esta es una de las causas del gigantesco traslado de poblaciones rurales a urbanas. Mientras el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, proclamaba que en el próximo X Plan Quinquenal, la seguridad social había aumentado y que las prestaciones superarían el retraso de las pensiones de jubilación. Todo ello ascenderá durante el vigente plan de de desarrollo.

El cambio se ve en las calles, desde Pequín hasta Cantón, el bullicioso pueblo chino saborea una prosperidad que es una conquista y una novedad, y llena restaurantes y lugares de recreo, tiendas y centros comerciales, y viaja por su inmenso país, fotografiando las muestras de su cultura, la más antigua del planeta. Millones de chinos se desplazan a Xian o Shanghai, visitan la ciudad prohibida de los emperadores o visitan la gran muralla. Nunca lo habían hecho, menos en cifras tan grandes. El tren que lleva al aeropuerto de Shanghai es impresionante. Circula a 430 kilómetros por hora y llega puntualmente.

 

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