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El Catoblepas, número 48, febrero 2006
  El Catoblepasnúmero 48 • febrero 2006 • página 16
Artículos

Firmeza ante el iconoclasmo mahometano

Gustavo Bueno Sánchez

Publicado en el diario El Comercio, Gijón 14 de febrero de 2006, página 30

El pasado mes de diciembre la cumbre de la Organización de la Conferencia Islámica, que reúne hoy a 57 estados musulmanes, reunida en La Meca, condenó la publicación, tres meses antes y en un periódico danés, de unos dibujos de ambiente mahometano, que ellos consideran ofensivos. De manera bien organizada, en plena yihad reconquistadora («La guerra santa significa la conquista de los territorios no musulmanes, es deber de todo hombre mayor de edad y útil acudir voluntario a esta guerra de conquista en la que la meta final no es otra que la de extender la ley coránica de un extremo al otro de la Tierra»), saltó la chispa al decretarse el boicot a los productos de Dinamarca y de Noruega (los dibujos habían sido reproducidos por un periódico de allí). «En defensa de la libertad de prensa» reprodujeron el 1º de febrero estos dibujos France Soir y Die Welt. El 4 de febrero fueron incendiadas las embajadas de Dinamarca y Noruega en Damasco por centenares de enfervorecidos sarracenos sirios. Al día siguiente miles de mahometanos libaneses incendian el consulado danés en Beirut... el día 6 de febrero mueren seis manifestantes en Afganistán, Líbano y Somalia, al repeler las autoridades sus ataques a representaciones de países cristianos. Cuatro afganos fanatizados murieron tiroteados el 8 de febrero por las fuerzas represoras de las violentas protestas contra bases militares y embajadas europeas: en los enfrentamientos intervienen activamente las tropas españolas asentadas en Afganistán en «misión de paz» (el día anterior habían sido quemadas en Irak varias banderas, entre ellas la de España)...

Hace quince años los ministros de asuntos exteriores de los 45 estados que formaban parte en 1990 de la Organización de la Conferencia Islámica, adoptaron en El Cairo la «Declaración de Derechos Humanos en el Islam», que apartándose de la Declaración de la ONU de 1948 (algunos todavía la pregonan «Universal»), establece la ley de la sharia como «la única fuente de referencia» para la protección de los derechos humanos en países islámicos. Jomeini ya lo había dictado años antes: «El gobierno islámico está sometido a la ley del Islam, que no emana ni del pueblo ni de sus representantes, sino directamente de Dios y su voluntad divina. La ley coránica, que no es otra que la ley divina, constituye la entidad de todo gobierno islámico y reina enteramente sobre todas las personas que están bajo ella.»

Sobre todo entre los católicos, algo menos entre los protestantes (Su Graciosa Majestad sigue siendo Papisa de la Iglesia anglicana), la alianza entre el trono y el altar quedó fracturada sólo hace poco más de dos siglos, tras la Revolución Francesa, cuando sobre los Estados preexistentes se constituyeron las Naciones políticas, formadas por el pueblo soberano, por los ciudadanos libres de cadenas medievales, supersticiosas y teocráticas. No han desaparecido entre nosotros las religiones, pero los Estados se han ido proclamando laicos y las creencias religiosas, al menos en teoría, prefieren verse como asunto particular de cada ciudadano, como privada e inviolable es la devoción que cada cual sienta por un equipo de fútbol, una marca de ropa o unas músicas determinadas.

El respeto por las creencias ajenas, por extravagantes y gratuitas que sean, es un modo cómodo de facilitar la convivencia tolerante, en la que de hecho se desprecia al infeliz que está imbuido en tales embustes, a cambio de que no se altere la eutaxia. De esta manera conviven entre nosotros varios miles de iluminados que se crean superiores pues forman parte de la secta cienciológica del profeta Hubbard, otros miles de raelianos que esperan con ardor los encuentros en la tercera fase pregonados por su profeta Rael, miles de creyentes preparados una y otra vez para un fin del mundo que se atrasa a pesar de los anuncios del profeta José Smith...

En tiempos de la Unión Soviética supusieron algunos de sus ideólogos que los países islamizados, debido a su atraso precapitalista, podrían saltarse algunas fases del curso histórico y alcanzar directamente el socialismo, un «socialismo islámico» en el que poco a poco iría actuando el «ateísmo científico» para erradicar supersticiones indignas del «hombre nuevo». Estados Unidos tuvo que responder potenciando grupos fundamentalistas islámicos... Afganistán aceleró en efecto el derrumbe del «socialismo real». Mientras, Francia creía haber encontrado en los países islámicos el espacio donde expandir su siempre frustrada francofonía imperial, aún al precio de dotar al «socialdemócrata» Saddam Hussein hasta de una central nuclear, prudentemente destruida en 1981 por la aviación israelí...

No deja de causar asombro que tantos y tantos despistados que se dicen «de izquierdas», cegados de antijudaísmo y antinorteamericanismo, se hayan convertido en ardorosos defensores de la religión terciaria más vigorosa del presente, en la que cientos de millones de sus fieles están en guerra santa contra el resto de la humanidad, para librarla del politeísmo y del materialismo, reduciéndola a la sharia y la teocracia.

No es «islamofobia» recordar la deriva en las últimas décadas de los regímenes islámicos «laicos» hacia la ortodoxia fundamentalista, la construcción de mezquitas en Europa financiadas directamente por potencias extranjeras (¿dónde queda que la religión es asunto privado?), el iconoclasmo talibán afgano destruyendo las estatuas de Buda en Bamyan, el 11-S, el 11-M, los miles y miles de sarracenos que esperan gozosos el momento de inmolarse por su causa... ¿Y por qué es ridiculizar a Mahoma dibujar una suerte de San Pedro entre nubes, que agobiado ante la llegada de suicidas al paraíso advierte: «Parad, parad... ¡se nos han agotado las vírgenes!»? ¿Y por qué es ridiculizar a Mahoma un dibujo donde el turbante es una bomba? En internet pueden verse sin dificultad videos de propaganda donde niños y jóvenes forrados de dinamita y cinturones bomba recitan el Corán y en nombre de su profeta se aprestan a la yihad...

Desde la superioridad que nos da la civilización actual, la única realmente existente, debieran combatirse de frente los dogmas religiosos islámicos (como desde el cristianismo hicieron en el siglo XIII los dominicos), dogmas incompatibles con las democracias asentadas en la Declaración de los Derechos Humanos de 1948, para lograr así la emancipación de tantos millones de hombres que hoy no son personas libres. Pero si no tenemos fuerzas para tanto, y tampoco queremos ser coranizados, ni sometidos a la sharia, deberemos empezar por poner en su sitio a los profetas, a Mahoma, a José Smith, a Hubbard, a Rael, y a sus creyentes, y no respetar, es decir, no tener miedo, las creencias que quieren imponernos.

 

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