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El Catoblepas, número 48, febrero 2006
  El Catoblepasnúmero 48 • febrero 2006 • página 12
Materiales para la historia social de la ciencia

Boris Mijailovich Zavadovski fue el único de los delegados soviéticos al congreso de Londres que había confirmado verdaderamente su presencia en el congreso. Ya por entonces era conocido por ser el director del Museo de Ciencias Naturales de Moscú, también conocido como Museo de Ciencias Naturales K. A. Timiriazev, que abrió sus puertas el 7 de mayo de 1922, momento en el que era dirigido por el subdepartamento de biología de la Universidad Comunista Y. M. Sverdlov. (Cuando se inauguró el museo, N. K. Krupskaia escribió: «cuando vi el museo de historia natural en la Universidad Sverdlov, organizado por el camarada Zavadovski y su grupo, pensé cuánto le hubiera gustado a Ilich un museo como este», en Sovetskii muzei, 1934, nº 1, pág. 5). Boris Mijailovich Zavadovski nació el día 1 de Enero de 1895, según el calendario ruso, el día 13 según nuestro calendario, en Yelisavetgrado, Kirovogrado en la época soviética, la misma ciudad en la que nació Boris Mijailovich Hessen (1893-1936), y el premio Nobel Igor Evgenevich Tamm (1895-1971), con quienes mantuvo estrecha amistad. Estudió Fisiología animal en la Universidad de Moscú, y en la Universidad Popular Shanyavsky, con el famoso biólogo molecular y genetista Nicolai Konstantinovich Koltsov (1872-1940). Trabajó como asistente de la cátedra de fisiología en la Universidad de Odessa y a partir de 1920 en la Universidad Comunista Sverdlov, de Moscú. Por estos años estudió con el Premio Nobel Iván P. Paulov (1849-1936), y comenzó la organización del Museo antes mencionado, que aún existe en Moscú. Boris M. Zavadovski fue un gran especialista en el campo de la fisiología y la endocrinología, y defensor de la teoría genetista, con una importante dedicación a la investigación experimental y a la innovación tecnológica en la explotación industrial de los animales, y en la medicina, mediante el estudio del metabolismo de las hormonas en el organismo. Gran divulgador y promotor de la ciencia, creó el Laboratorio de biología experimental en 1920, y fue elegido miembro de la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas en 1935. Su gran dedicación a la investigación y la divulgación le llevó a muchos eventos internacionales, entre ellos el Congreso de Londres, pero con el ascenso de Trofim Denisovich Lisenko (1898-1976), en parte gracias a él mismo, que apoyó su entrada en la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas en 1936, comenzó la gran disputa que le llevaría al ostracismo. Zavadovski combatió activamente a Lisenko durante los años cuarenta, hasta la famosa sesión de la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas que tuvo lugar entre el 31 de julio y el 7 de agosto de 1948, en donde Zavadovski fue uno de los primeros acusados por Lisenko, junto con el biólogo alemán August Weisman (1834-1914) (de quien B. Zavadovski también se distancia), el propio Koltsov, el hermano de Boris, Mijail Mijailovich Zavadovski, con quien hizo muchos trabajos experimentales, etcétera. Su decidida crítica a Lisenko provocó que fuera despojado de todas sus responsabilidades, entre ellas, la de la dirección del Museo, lo que abundó en su prematuro deterioro físico. Murió el 31 de marzo de 1951 a la edad de 56 años. (Nota: Todos estos datos biográficos están extraídos del artículo del profesor M. V. Kasatkin, del Museo Timiriazev de Moscú, «Académico Boris Mijailovich Zavadovski», escrito con ocasión del 110 aniversario de su muerte. Agradecemos al autor y a la dirección del Museo Timiriazev el haber podido contar con esta privilegiada fuente de información, y al profesor Benito Fernández la traducción de dicho artículo del ruso al español. También hemos revisado la tercera edición inglesa de la Gran Enciclopedia Soviética.)

Este texto de Zavadovski es uno de los más peculiares e interesantes del libro Science at the crossroads. Un texto escrito en 1931 que anticipa muchas de las cuestiones que van a estar atormentando a la biología durante el siglo XX. Zavadovski fue uno de los principales participantes en el congreso sobre las ciencias biológicas que tuvo lugar en la entronización del Lisenkoismo en 1947. Zavadovski se enfrentó entonces con Lisenko claramente y quien criticó importantes aspectos gnoseológicos de su famoso discurso. Pero mucho antes había previsto teóricamente los problemas a los que se enfrentaba la biología dentro y fuera de su país. La cuestión del reduccionismo metodológico, gnoseológico, frente a la vinculación ontológica, la necesidad de apelar a métodos específicos, la defensa de la separación de las ciencias, por su campo, por sus métodos, por sus leyes, por sus teorías, es desde luego muy actual y muy cercano al planteamiento del materialismo filosófico. Al mismo tiempo, se observa su estrecha vinculación con la tradición del materialismo dialéctico. Pero tampoco aquí Zavadovski es ingenuo. El planteamiento se acerca a las posiciones de los llamados dialécticos, a la que pertenecía el propio Hessen, que se oponía al mecanicismo más reduccionista. Este es un debate todavía no resuelto en el seno del materialismo, y tal vez insoluble por la falta de atención a estas cuestiones clave. La «dialéctica» obliga a aceptar que aun suponiendo la unidad ontológica de todo lo real, como materia, es necesario sin embargo separar gnoseológicamente los campos del saber, aunque parece entenderse que de modo provisional, porque el materialismo dialéctico marxista aspira a alcanzar un conocimiento absoluto de todo, lo que Gustavo Bueno ha llamado el «gnosticismo gnoseológico», y esto obliga a entender que esa separación gnoseológica, metodológica, es una etapa que se superará en «el último análisis». Sin embargo, esta separación parece determinada de modo irreversible por la propia diversidad de movimientos de la materia sobre la que se establece, al fin y al cabo, el criterio para la diversidad de las ciencias. Zavadovski toma en consideración aquí a muchos de los problemas filosóficos y políticos que abriría la biología moderna, la eugenesia, la sociobiología y da respuesta a ellos con ideas hoy ya clásicas, pero de las que no se ha podido tampoco salir desde entonces, aunque al menos hoy son universalmente aceptadas, más aún cuanto mejor se conoce la estructura genética de la vida. En todo caso, estas cuestiones son planteadas por el autor desde el esquema de discusión establecido para el tratamiento de la relación entre lo físico y lo biológico. Zavadovski estaría ejercitando un análisis fácilmente comprensible desde las coordenadas de la teoría de los conceptos conjugados de Gustavo Bueno, en donde el vitalismo y el mecanicismo aparecerían como perspectivas metaméricas, y reduccionistas, mientras que Zavadovski claramente intenta argumentar y justificar gnoseológicamente un modelo diamérico de relación entre estos dos elementos, basándose en la perspectiva del materialismo dialéctico, un esquema que seguramente no acaba de cuajar debido a la renuncia expresa a cualquier tipo de planteamiento teleonómico en el campo de la biología, pues si la biología se entiende como una forma particular de movimiento de la materia, la cuestión que queda por establecer es cuál es la naturaleza de ese movimiento y por qué da como resultado una realidad material disociable de «lo físico». El texto que ofrece Science at the Crossroads parece ser un resumen abreviado de lo que había preparado para el congreso, lo mismo que ocurrió con otros ponentes. [Pablo Huerga Melcón, Gijón, 28 de enero de 2006. Agradezco a Benito Fernández, Leticia Camarero, Araceli Lucas y Esther Castro, su ayuda en la elaboración de este trabajo. PHM]

Lo «físico» y lo «biológico»
en el proceso de la evolución orgánica

Boris Mijailovich Zavadovski

Edición a cargo de Pablo Huerga Melcón del trabajo presentado por este autor soviético al II Congreso Internacional de Historia de la Ciencia (Londres 1931)

La cuestión de las relaciones entre las ciencias físicas y biológicas, incluida en el programa del presente Congreso, forma parte del problema general de las relaciones entre diferentes cosmovisiones en la solución de las tareas presentes de la ciencia natural{1}. Esta cuestión ha recibido repetidamente distintas soluciones, de acuerdo con las particulares condiciones de la experiencia del trabajo de la humanidad, la condición de sus fuerzas materiales de producción, y sus relaciones productivas socioeconómicas, que han estado cambiando constantemente en el curso de la historia humana. Por esta razón el alcance de mi tema no me permite contestar a la cuestión propuesta en toda su amplitud, y sugiere la decisión de tratar con algunas cuestiones de principio que llevan a la solución del problema como un todo, examinando la cuestión de las relaciones entre las ciencias físicas y biológicas en la solución de algunos problemas teóricos simples de la biología. Me centraré especialmente en el problema de la teoría de la evolución orgánica, porque analizando este problema será posible hacer algunas observaciones sobre otras cuestiones planteadas en el programa del Congreso: las relaciones de la teoría y la práctica en el trabajo científico, y el papel del método histórico en la solución de los problemas de la ciencia natural.

Entre toda la variedad de opiniones existentes en la ciencia burguesa sobre la cuestión de las relaciones de las ciencias físicas y biológicas, es posible distinguir dos tendencias básicas y mutuamente excluyentes: primero, la que tiende a identificar las dos, reduciendo los fenómenos biológicos a leyes de carácter físico, y segundo, la que establece un agudo contraste de lo biológico frente a lo físico, como dos entidades opuestas. En el último caso, lo «físico» se refiere a las fuerzas materiales de la naturaleza inorgánica, o a los factores «mecánico-físiológicos» en movimiento dentro del organismo, reducibles en último análisis a las mismas leyes del movimiento molecular; mientras que lo «biológico» se refiere a las diversas fuerzas vitales de carácter no material y no espacial, que «no son ni el resultado, ni la combinación de lo físico y lo químico –i. e., en último análisis, de los fenómenos físicos». [69]

A pesar de la multiformidad y variedad de las fuerzas e intereses contradictorios que concurren en las condiciones capitalistas de producción, no hay sin embargo dificultad para establecer el predominio de la interpretación del materialismo mecánico en el período de apogeo del capitalismo como sistema económico, y cuando la cultura material se desarrollaba rápidamente como resultado de los éxitos de la ciencia y de la técnica –hasta el fin del siglo XVIII, y durante el siglo XIX; como tampoco hay dificultad para comprender el renacimiento de modos idealistas, vitalistas e incluso místicos, a medida que se produce el desarrollo de las contradicciones económicas y la agudización de la lucha de clases en la sociedad burguesa.

Estas tendencias adquieren fuerza especial en el período presente de declive y decadencia general del capitalismo, que encuentra su expresión también en aquellas contradicciones que están impidiendo el más fructífero desarrollo de la ciencia natural y de la técnica bajo los métodos burgueses de producción; y cuando, por otra parte, el desarrollo del conocimiento científico revela la imposibilidad de reducir la totalidad de los fenómenos complejos de la naturaleza a una fórmula simple de leyes físicas o mecánicas. Estas tendencias caracterizan la desilusión general de la sociedad burguesa en las posibilidades de la cultura material y el reconocimiento de la imposibilidad de resolver los problemas científicos que han madurado mientras se permanezca dentro del marco del sistema capitalista (cf. El informe del Ministro Prusiano, Dr. Becker{2}, «Educational questions in the period of the crisis of material culture»).

Esta lucha entre dos cosmovisiones encuentra su reflejo natural en las corrientes existentes de la doctrina evolucionista, que tratan de resolver el mismo problema de las relaciones de lo «físico» y lo «biológico» como factores de la evolución orgánica. En este caso, lo «físico» frecuentemente se identifica con las condiciones «externas» circundantes, y lo biológico con las fuerzas vitales autónomas, «internas», «entelequias» o «dominantes», inmanentes e inherentes a la vida como tal, en contraste con las leyes materiales «físicas» de la naturaleza.

La característica principal de esta lucha, y de la consiguiente fluctuación en las relaciones entre las ciencias físicas y las biológicas a través de toda la historia de la ciencia natural, es el uso acrítico de las concepciones de lo «físico» y de lo «biológico», de lo «externo» y de lo «interno», y la ausencia de cualquier tipo de criterio filosófico metodológico, que distingue a la abrumadora mayoría de los representantes de la ciencia empírica.

Así, dentro del contexto de la concepción «biológica» misma, no siempre hay una distinción suficientemente clara entre la idea de lo «bio-fisiológico» como un factor que determina principalmente los procesos del desarrollo individual, del metabolismo y la regulación de la actividad de los organismos (aunque lo «bio-físiológico» también incluye inevitablemente [70] el elemento histórico), y la idea de lo «bio-histórico», como un factor en la formación de las especies y la filogénesis.

No son infrecuentes las tendencias a incluir en lo «biológico» también fenómenos de la historia social de la humanidad, dado que la sociedad humana se entiende como un simple resultado mecánico de la especie biológica humana{3}.

Por otra parte, en el proceso de la evolución orgánica se identifica con frecuencia lo «externo» con lo físico, y lo interno con lo «biológico» –olvidando que lo biológico incluye factores físicos, químicos, y fisicoquímicos, como momento y condición necesaria para su realización, mientras que lo «externo» con relación a un organismo particular, está compuesto a su vez no sólo de las condiciones físicas de naturaleza inorgánica, sino también del entorno biológico de otros organismos, en cuyo medio y en cuya interacción tiene lugar la vida de las especies. Por lo que se refiere al hombre, lo «externo» viene definido principalmente por las relaciones productivas socioeconómicas y las condiciones de las fuerzas productivas materiales que determinan el proceso socio-histórico.

Una de las características más notables de la interminable contradicción en la que ha quedado sumida la ciencia natural empírica actual, es el hecho de que ninguna de las teorías de la evolución existentes en la ciencia burguesa es capaz de mantenerse en sus propias posiciones, sino que acaba aceptando las mismas tesis que trata de refutar.

Así, el neolamarquismo, que originalmente basa sus objeciones al darvinismo sobre el referido carácter «acientífico» de la idea de cambio sobre la que Darwin basaba su teoría de la selección, y sus intentos de proporcionar una justificación materialista para los hechos de la variabilidad de organismos y de sus adaptaciones (y consecuentemente para todo el proceso de formación de las especies) en el «directo equilibrio» del organismo con relación a las influencias del entorno físico circundante, transfiere el problema de la adaptación desde el ámbito del estudio racional de las complejas relaciones que surgen entre el organismo y el medio entorno de su existencia, al propio organismo. Así, llega a las concepciones vitalistas y teleológicas de las fuerzas vitales inmanentes que determinan el curso y la dirección del proceso de la evolución.

De la misma manera, la teoría «mecánico-fisiológica» de Nägeli{4}, o la teoría de la Nomogénesis de Berg{5}, a pesar de todos los esfuerzos de los autores para probar el contenido estrictamente científico y materialista de sus construcciones, llega a ideas esencialmente vitalistas del «principio de la perfección», o a la idea de adaptación como la «cualidad primaria físico-química de la materia viva» –ideas que no pueden engañar a nadie con su fraseología aparentemente materialista. [71]

De la misma manera, las teorías francamente vitalistas, que tomaron la bandera de la lucha contra las concepciones del mecanicismo materialista vulgar, tratan de encontrar un camino para el conocimiento de la naturaleza de los fenómenos biológicos a través de fuerzas inmateriales e incognoscibles, contrarias al mundo físico. Por otra parte, están obligados a abogar por el «vitalismo práctico» –i. e., el avance de los mismos métodos mecanicistas de investigación en la actividad práctica del investigador. De esta manera, pasan a las posiciones del mecanicismo vulgar en todas las esferas de acción cognitiva directa, condenando por eso sus fuerzas vitales y entelequias al estéril papel de una tímida cortina para nuestra ignorancia.

Y del mismo modo, el genetista, desarrollando acríticamente las ideas neo-darvinistas de la independencia del plasma germinal de todas las influencias «físicas» del medio externo, llega objetivamente a la posición de la autonomía de lo «biológico» frente a lo «físico». De este modo desciende a las mismas ideas de la autogénesis mantenidas por sus oponentes lamarquistas, o a la concepción de la evolución como el resultado de las combinaciones de genes eternamente existentes –i. e., de hecho, a la negación de la misma idea de la evolución, como un proceso de continuo despliegue de nuevas formaciones en la naturaleza.

Finalmente, el lamarquista, considerando la evolución como el resultado de los cambios somáticos acumulados hereditariamente, introduce la caduca identificación mecanicista de lo «bio-fisiológico» y lo «bio-histórico», olvidando la peculiaridad cualitativa que distingue al huevo, que solo contiene en sí las posibilidades potenciales de posteriores desarrollos en un organismo complejo, y el organismo desarrollado. En último término, este punto de vista es una vez más la negación del verdadero hecho del desarrollo de nuevas formaciones como un proceso histórico independiente, representando el huevo como el modelo en miniatura de la forma futura, por así decir, y reduciendo en realidad el proceso de desarrollo a las funciones de crecimiento.

Las mismas contradicciones internamente insolubles echan a perder los numerosos intentos de resolver el problema de la evolución orgánica por medio de la reconciliación ecléctica de la posición darvinista con las ideas lamarquianas (Haeckel{6}, Plate{7}, Darwin mismo, quien aceptó –no obstante con reservas– la idea lamarquiana de la herencia de caracteres adquiridos, y varias otras), pues la conclusión lógica de la idea lamarquiana de la directa variación adaptativa colectiva de los organismos, en respuesta a la misma influencia del medio externo, significa la inutilidad e impotencia de la selección, como un factor en la formación de las especies –i. e., la negación del darvinismo.

Un ejemplo llamativo de la incapacidad con la que la mayor parte de los representantes de la ciencia burguesa titubea [72] entre, por un lado, la «reducción» mecanicista de los procesos biológicos a lo físico, y por otro lado, el reconocimiento de la autonomía absoluta de lo biológico, es la posición del profesor Muller («The Method of Evolution»){8}. Habiendo probado en primer lugar con lucidez irreprochable el hecho de la dependencia del plasma germinal con respecto a la acción del rayo Röntgen{9} –i. e., con respecto a las influencias físicas del medio externo, tan firmemente negadas hasta muy recientemente por la mayoría de los genetistas– y situándose en general en las posiciones de un correcto darvinista, Muller regresa, sin embargo, no obstante con algunas reservas, a una proposición realmente mecanicista al considerar el proceso de variación como el resultado directo de la influencia de los rayos de Röntgen sobre el plasma germinal. De este modo, reduce el problema de la modificación de los genes, como un factor biológico de la herencia, al momento físico de la expulsión de un electrón de la molécula biológica, olvidando así la profunda peculiaridad cualitativa del proceso biológico comparado con los fenómenos físicos.

El resultado final de esta crisis por la que está pasando la teoría de la evolución en los países capitalistas es el intento de negar completamente el verdadero hecho de la evolución, o considerar la teoría como una de las «hipótesis» posibles, que circula al lado de la leyenda bíblica de la creación del mundo en seis días de trabajo, o finalmente la posición de un franco agnosticismo y desilusión frente a la posibilidad de resolver el problema de la evolución en el nivel actual de conocimiento científico (Johansen{10}, Bateson{11}, y en la URSS, Filipchenko{12}).

Desde el punto de vista socio-histórico, estas escuelas de pensamiento son el resultado y el reflejo en la conciencia de los científicos burgueses de las contradicciones internas socioeconómicas que han constreñido a los países capitalistas, y expresan la imposibilidad del desarrollo posterior normal de la ciencia natural, como de todas las ciencias, en el contexto del sistema capitalista.

Desde el punto de vista metodológico, estas posiciones son el resultado del desprecio exhibido en la actualidad por los naturalistas, entusiasmados por el éxito empírico de sus ciencias y el incremento de su aplicación técnica, con respecto a las tareas de análisis filosófico metodológico y la superioridad de los hechos y conclusiones estudiadas en su especialidad científica. Aunque algunos científicos han tratado de lograr tales generalizaciones filosóficas, las posiciones mostradas en ellas reflejan su incapacidad, en virtud de las limitaciones de clase sobre la línea general de pensamiento, para adoptar la única posición filosófica correcta del materialismo dialéctico.

«Los naturalistas creen liberarse de la filosofía simplemente por ignorarla o hablar mal de ella. Pero, [73] como no pueden lograr nada sin pensar y para pensar hace falta recurrir a las determinaciones del pensamiento y toman estas categorías, sin darse cuenta de ello, de la conciencia usual de las llamadas gentes cultas, dominada por los residuos de filosofías desde hace largo tiempo olvidadas, del poquito de filosofía obligatoriamente aprendido en la Universidad (y que, además de ser puramente fragmentario, constituye un revoltijo de ideas de gentes de las más diversas escuelas y, además, en la mayoría de los casos, de las más malas), o de la lectura, ayuna de todo crítica y de todo plan sistemático, de obra filosófica de todas clases, resulta que no por ello dejan de hallarse bajo el vasallaje de la filosofía, pero, desgraciadamente, en la mayor parte de los casos, de la peor de todas, y quienes más insultan a la filosofía son esclavos precisamente de los peores residuos vulgarizados de la peor de las filosofías.»{13}

Existe también la impresión firme pero incorrecta de que la tarea de la ciencia en general es reducir a toda costa los fenómenos más complejos a los más simples, y que consecuentemente el éxito de las ciencias biológicas es posible sólo bajo la forma de la reducción de los fenómenos de la vida a los más simples principios físicos, mientras las ciencias sociales pueden construir sus leyes sólo confiándose a los logros de la biología. En realidad nosotros vemos que, por ejemplo, el hecho de la herencia, que parecía relativamente simple en los días de Darwin –cuando se trataba en el sentido lamarquiano, el sentido vulgar de la transmisión por herencia de caracteres adquiridos, una interpretación muy atractiva por su aparente simplicidad–, solo ha recibido verdadera explicación hoy mediante las complejas fórmulas del Mendelismo y el Morganismo. Muchos fenómenos físicos importantes han sido descubiertos en primer lugar por biólogos, así como muchas leyes relativas al efecto que esos fenómenos podían causar sobre los organismos vivos fueron establecidas antes de que se conociera su naturaleza física (rayos X, fenómenos de electricidad animal, &c.). Las leyes fundamentales del desarrollo de la sociedad humana que hicieron posible en nuestro tiempo para la población de una sexta parte del globo superar exitosamente las dificultades de lo que podría considerarse una lucha desigual, fueron descubiertas por Marx y Engels 20 años antes de que Darwin formulara las leyes fundamentales de la evolución orgánica.

Todo esto muestra que la verdadera tarea de la investigación científica no es la de la identificación forzada de lo físico y lo biológico, sino la habilidad para descubrir los principios de control cualitativamente específicos que caracterizan los rasgos principales de todo fenómeno dado, y encontrar los métodos de investigación apropiados al fenómeno estudiado. Esto es así porque si dentro del contexto de las mismas ciencias físicas enseñamos a comprender que el agua no representa una simple mezcla mecánica de oxígeno e hidrógeno, sino que constituye una nueva cualidad en las propiedades físicas y químicas del agua, comprenderemos que todos los demás fenómenos de la vida también representan un sistema complejo, cuyo estudio requiere métodos especiales de investigación bio-física y bio-histórica. En cierto modo, estas leyes, como por ejemplo la ley de la selección natural, o las leyes fisiológicas que operan dentro de un organismo, no son más o menos simples o complejas que las leyes físicas [74] que rigen el movimiento del sistema planetario, o el movimiento de los electrones alrededor del núcleo atómico.

La consideración fundamental que debe tenerse en cuenta en este problema es la imposibilidad de una identificación cruda y simple de estas dos categorías de fenómenos, y la imposibilidad de reducir las leyes biológicas a lo físico, tal como el intento de los vitalistas de comprender los fenómenos del mundo desde el punto de vista de la animación universal de la materia.

Afirmando que la realidad del mundo existe objetivamente fuera de nosotros, el materialismo dialéctico parte de la convicción, justificada por toda la práctica de la actividad humana, de que nuestra conciencia refleja no sólo la realidad objetiva de los hechos directamente percibidos por nuestros órganos de los sentidos, sino también el orden constante de las relaciones que conectan estos hechos entre sí; el hecho y sus relaciones ordenadas con los otros hechos circundantes son considerados por la dialéctica en su absoluta unidad y totalidad. Esto nos exige aceptar no sólo los hechos de semejanza y unidad de estructura de los organismos, sino también que la única explicación racional y posible de estos hechos radica en el reconocimiento de la unidad de su origen y en la ley histórica de desarrollo, que interconecta todos los fenómenos en la naturaleza con los demás. Por lo tanto, para nosotros la evolución es un hecho tan incuestionable como el de la existencia separada del mono y del hombre que percibimos de manera directa.

Estableciendo el hecho del desarrollo, la variación, y el movimiento como las cualidades básicas de la materia, y la unidad de las leyes fundamentales de la dialéctica, que atañen a todas las formas de movimiento de la materia (la ley de la unidad de los opuestos, la ley de la negación de la negación, y la ley de la transformación de la cantidad en cualidad y viceversa), el materialismo dialéctico enfatiza al mismo tiempo con toda su fuerza la extrema multiformidad y las distinciones cualitativas específicas de las diversas formas de movimiento de la materia, y las leyes características de las diferentes etapas del desarrollo de la materia; y consecuentemente la necesidad de la existencia de ciencias independientes especiales que estudian estas diferentes formas de movimiento.

En este sentido, la concepción dialéctica del desarrollo universal –probada por Hegel y reinterpretada de modo materialista por Marx, Engels y Lenin– cubre la teoría darviniana de la evolución orgánica, que es la expresión concreta del proceso dialéctico aplicado a la forma biológica de movimiento de la materia, y al mismo tiempo hace posible superar un número de errores metodológicos y contradicciones sobre estas cuestiones acumulado dentro de los límites de la ciencia natural burguesa.

Precisamente desde este punto de vista, los fenómenos biológicos, conectados históricamente con fenómenos físicos en la [75] naturaleza inorgánica, no solamente no son reducibles a leyes físico-químicas o mecánicas, sino que presentan dentro de sus propios límites como procesos biológicos, leyes diversas y cualitativamente distintas. Por esta razón, las leyes biológicas no pierden en absoluto su carácter material y su cognoscibilidad, requiriendo sólo en cada caso métodos de investigación apropiados a los fenómenos estudiados.

La consecuencia necesaria de lo anterior es una conclusión en lo que se refiere al desarrollo dialéctico de la materia por saltos, relacionada con los cambios revolucionarios cualitativos como un resultado de la acumulación de cambios cuantitativos, y la i= dea de la relativa autonomía del proceso biológico, que tiene lugar no sólo en circunstancias de interacción con las condiciones físicas de su entorno, sino también como resultado del desarrollo de las contradicciones internas latentes en el sistema biológico mismo. Por estos medios son superados los intentos mecanicistas excesivamente simplificados de concebir el proceso biológico de desarrollo como resultado solamente de influencias físicas del medio entorno, o de semejantes procesos físicos y fisico-químicos dentro del organismo mismo, o de sus genes, por los cuales, se dice, es posible explicar los fenómenos más complejos y peculiares de mutaciones, y por lo tanto, todo el proceso de formación de las especies. Al mismo tiempo, este punto de vista también supera la oposición metafísica de lo biológico y lo físico, como un principio absolutamente autónomo e independiente, hasta el punto de que lo biológico es considerado en su indisoluble conexión histórica con los fenómenos físicos (como una forma más alta de movimiento, que surge de las formas inorgánicas inferiores de movimiento de la materia), y también en su conexión dinámica (metabolismo).

Al mismo tiempo, la metodología dialéctica no elimina de ningún modo el papel de lo externo y lo físico en el proceso de la evolución orgánica, requiriendo sólo una nítida definición de estas concepciones en cada caso, y el reconocimiento de la multiformidad de todas las formas de conexión que existen entre los organismos y su medio externo, entre lo «biológico» y lo «físico». Así lo físico constituye la condición necesaria en el contexto de la cual tiene lugar el proceso biológico, pero al mismo tiempo aquel entra como un aspecto necesario en el proceso biológico como tal. Además, lo «físico» puede ser el estímulo directo de mutaciones en el plasma germinal, siendo así simultáneamente tanto externo como interno en relación con lo «biológico». Finalmente, puede servir como el factor de control que, en el proceso de la selección natural, determina el verdadero curso del proceso de evolución, y por lo tanto, actúa como el creador de formas biológicas. En este sentido, lo «externo» se compone no sólo de las condiciones físicas del medio externo, sino también del entorno [76] biológico que componen los otros organismos y también –en el caso de la evolución del hombre– las relaciones socio-económicas que prevalecen dentro de la sociedad humana.

Diferenciando la concepción de lo biológico como expresión del desarrollo ontogenético, por una parte, y el desarrollo filogenético, por otra, el materialismo dialéctico considera la filogénesis como una forma particular y más compleja de interacción de lo «biológico» y lo «físico» (el organismo y su entorno) y de lo biológico consigo mismo (las relaciones biológicas de organismos). En esta concepción han sido «eliminadas», por así decir, o retiradas a un segundo plano, tanto las leyes puramente físicas del ambiente externo, como las leyes «biofisiológicas» del desarrollo individual, sometiéndose cualitativamente a las nuevas leyes específicas de la biología histórica.

Sólo en virtud de estas nuevas relaciones reguladas por la ley darviniana de la lucha por la vida y de la selección natural, pueden adquirir las variaciones individuales heredadas la fuerza de un factor en la formación de las especies, y pueden recibir explicación materialista racional los fenómenos más complejos de la adaptación biológica (tales como la coloración protectora, el mimetismo, atención para la progenie, y otros instintos, parasitismo, simbiosis, &c.)

Al mismo tiempo, finalmente aquí se colapsan los intentos igualmente estériles de abarcar toda la complejidad y multiformidad del mundo a través de una fórmula matemática simple del movimiento mecánico de las moléculas, o a través de la idea vitalista de un único «principio de perfección», que representa, en efecto, un intento por conocer y explicar el mundo a través de lo inexplicable y lo incognoscible.

Una de las formas de interpretación mecanicista aceptada consciente o inconscientemente sobre la naturaleza de las cosas es el intento mecanicista de transferir las leyes biológicas a la esfera de las relaciones sociales e históricas, en la que una vez más se ha olvidado la ley dialéctica fundamental de la peculiaridad cualitativa de las leyes apropiadas a cada forma de movimiento de la materia. Estos intentos, en el marco del llamado «darvinismo social», tratan de encontrar en la ley biológica de la lucha por la existencia una justificación para la competencia capitalista, la desigualdad racial y de clase, y la guerra como un factor de la «selección». Mientras que revelan con peculiar claridad las limitaciones de clase de la teoría científica, y el papel del científico burgués como el ideólogo que refleja los intereses de su clase, al mismo tiempo esas teorías adolecen del defecto metodológico básico de dejar de comprender todas las condiciones específicas, en el marco de las relaciones productivas socio-económicas, que condicionan las leyes del proceso socio-histórico y que conceden a los factores biológicos una importancia remotamente subordinada. [77]

Al mismo tiempo, incluso permaneciendo dentro del contexto de los factores y leyes biológicas, no podemos sino señalar la interpretación claramente arbitraria de los hechos biológicos por parte de los eugenistas burgueses, quienes intentan considerar la desigualdad social de los hombres como resultado directo de la desigualdad biológica en sus caracteres adquiridos. Pues, aparte de la relatividad y del contenido de clase de la verdadera concepción de un fundamento genético «superior» o «inferior», son precisamente los hechos establecidos biológicamente de la persistencia y capacidad de resistencia de las características hereditarias, en relación a las influencias del medio entorno, y no el punto de vista lamarquiano, el que necesariamente explica el hecho, confirmado por el curso objetivo de la historia, de que, a pesar de las condiciones externas desfavorables –malnutrición multisecular, el desempleo, y otras privaciones conectadas con la pobreza– es en las filas de la clase trabajadora donde surgen siempre nuevos combatientes por un mejor futuro para la humanidad, donde el país que está construyendo el Socialismo ha encontrado inmediatamente sus propios líderes militares, los constructores de la economía nacional, de la ciencia y de la técnica, que han sido capaces de proporcionar los mejores ejemplos de trabajo planificado y de organización de la vida nacional.

Es absolutamente normal que la clase burguesa industrial, progresiva en su día, muestre en las posiciones de radicalismo materialista formuladas conscientemente un soporte teórico para su lucha contra la influencia de la Iglesia y de la ideología religiosa idealista que sirvió como fundamento a las fuerzas conservadoras del feudalismo. Esta es la razón por la que el núcleo materialista de la teoría darviniana fue inicialmente recibido con aprobación por los ideólogos de la burguesía, como una prueba científica y una justificación de los principios de la libre competencia capitalista. Tan normal como que a medida que aumentan las contradicciones económicas observamos en la literatura científica actual del Occidente burgués intentos cada vez más frecuentes de revisar el darvinismo, y regresar a concepciones claramente idealistas y místicas –llegando inclusive a la abierta persecución de la evolución («el juicio del mono» en América{14}), y la búsqueda en el entorno de la Iglesia y de la Biblia para dar respuesta a los problemas del universo y para la recuperación de la fe decadente en la estabilidad del sistema capitalista.

Todos estos hechos prueban la determinación socio-histórica y de clase de las teorías científicas.

Al reflejar el estado de las fuerzas materiales de producción y las relaciones socio-económicas de la épo= ca histórica particular, las teorías científicas no sólo expresan el estado actual y el nivel de conocimiento alcanzado por la ciencia, sino también la justificación ideológica de los intereses económicos de grupos enfrentados y de clases. Al mismo tiempo representan una guía [78] para la acción en manos de los grupos sociales que comparten la teoría referida. Esta es la razón por la que el proletariado, en lucha por la reconstrucción social de todo el mundo y extendiendo los fundamentos de una nueva sociedad y cultura, se enfrenta con la tarea de revisar críticamente la totalidad de la herencia de la ciencia burguesa recibida por nosotros, y de superar las estructuras teóricas que, no siguiéndose de la verdadera correlación de las cosas, manifiestan al mismo tiempo el carácter de clase y el significado de las formaciones sociales que crearon esta ciencia en el pasado. Esto es necesario no sólo por el interés común del conocimiento de la verdad de nuestro mundo circundante, sino también por los intereses inmediatos de la lucha de la clase trabajadora por su emancipación del yugo económico y de la influencia ideológica de las clases hostiles en los países capitalistas, y por los problemas prácticos de la construcción Socialista en todas las esferas de la economía nacional en la URSS, organizada por el proletariado sobre los fundamentos del estudio científico de las leyes del desarrollo de la naturaleza y de la sociedad humana. En esto radica la causa del profundo interés en, y de la atención a, la teoría científica, a la investigación científica teórica, y a la historia de las ciencias, que ostenta la Unión Soviética.

La definición correcta de las relaciones de las ciencias biológicas y físicas, y en particular la relación de lo «físico» y lo «biológico» en el proceso biológico –por una parte en el desarrollo individual, y por otra en la formación de las especies y la producción de nuevas razas de animales domésticos y de plantas cultivadas– nace de su gran importancia para la solución planificada de los problemas de la agricultura Socialista a gran escala y de la crianza de ganado. Esto requiere la superación tanto de la concepción mecanicista como de la lamarquiana, ampliamente arraigada en la práctica de la mayoría de los criadores de ganado, que buscan la solución de todo el problema en la influencia física artificial sobre el organismo: y del entusiasmo autogenético de los genetistas, que piensan que las tareas del Plan Quinquenal Socialista se alcanzan por la aplicación de los métodos de la moderna genética y selección, ignorando el papel y la importancia del resto del sistema de medidas sociales del hombre basadas en la influencia del contexto físico externo sobre el desarrollo del fenotipo y la posible emergencia de nuevas variaciones hereditarias.

Finalmente, estas conclusiones teóricas son de no menos importancia en la resolución de los problemas prácticos que surgen a partir de la reorganización de todo el sistema de pedagogía y de la reconstrucción científica de la cultura física, la sanidad y la higiene del cuerpo, cuya adecuada solución requiere también en cada ocasión una teoría testada por los hechos y pensada metodológicamente, y contando inter alia también con una [79] definición correcta de las relaciones de las ciencias físicas, biológicas y socio-históricas.

Afirmando la unidad del universo y la multiformidad cualitativa de su expresión en diferentes formas de movimiento de la materia, es necesario renunciar tanto a la identificación simplificada y a la reducción de unas ciencias en otras, como tratan de hacer los defensores de las corrientes positivistas y mecanicistas en la esfera de la ciencia natural, como a la demarcación tajante que traza líneas divisorias entre las ciencias físicas, biológicas y socio-históricas –que frecuentemente toma la forma de admitir la existencia de determinaciones causales de los fenómenos sólo en el ámbito de la ciencia física, mientras se propone buscar en la ciencia biológica soluciones teleológicas, y renunciar completamente en la esfera de los fenómenos socio-históricos a la investigación de cualquier orden y explicación del curso del proceso histórico en absoluto{15}.

Partiendo de la base de que la realidad concreta de los fenómenos que nosotros estudiamos radica en la unidad e interacción compleja con la totalidad de los fenómenos envolventes, cada parte de la investigación exhaustiva y valiosa requiere la consideración y penetración de todas las ramas contiguas de la ciencia y los métodos particulares de investigación que ellas suponen, y al mismo tiempo la subordinación de todas las ciencias a la única gnoseología y metodología del materialismo dialéctico.

Los numerosos intentos de revisar las concepciones del materialismo mecanicista –insatisfactorio para el naturalista actual, pero la única concepción con la que está familiarizado– sin caer en los brazos del vitalismo, están condenados de antemano al fracaso mientras el naturalista permanezca dentro de los límites de una metodología basada en la lógica formal y en la búsqueda metafísica por la esencia de las cosas, como absolutos aislados, sin consideración a su conexión e interacción con los fenómenos del entorno, y sin tener en cuenta aquellas variaciones, tales como el movimiento, que caracterizan el desarrollo dialéctico del mundo en su totalidad.

Al mismo tiempo, estas investigaciones atestiguan el hecho de que la ciencia natural moderna está sufriendo una crisis profunda, que impide su posterior desarrollo normal, y que el nivel general del conocimiento alcanzado está maduro para la aplicación consciente del método dialéctico.

Esta situación es aún más lamentable en la medida en que el naturalista actual, cuando estudia los problemas de la filosofía y de la historia de la ciencia natural, ignora que estos problemas, tanto el de la superación de las corrientes de pensamiento idealistas y vitalistas más reaccionarias, como el de las posiciones mecanicistas demasiado simplificadas del materialismo vulgar, no sólo se formularon sino que también se resolvieron en sus principios básicos y característicos hace más de setenta años, en las obras clásicas de los fundadores de la filosofía del materialismo dialéctico, Marx y Engels y, en nuestra propia época, en las profundas obras de Lenin.

Notas

{1} Como decíamos en nuestro ensayo preliminar «El Congreso de Londres de 1931», este era uno de los cuatro temas generales que configuraban el trabajo del congreso, junto con la enseñanza de la historia de la ciencia, la ciencia como parte integral de la historia general, y la interdependencia entre la ciencia pura y la ciencia aplicada.

{2} Carl Heinrich Becker (1876-1933). Ortega comenta su papel como primer ministro de instrucción en la república de Weimar, en su trabajo Misión de la Universidad. Sobre Becker, véase www.bautz.de

{3} Nótese la aproximación a la problemática que luego se llamaría de la sociobiología, que en este texto se apunta críticamente como una tendencia dentro del biologismo.

{4} Karl Wilhelm von Nägeli, (27 de marzo de 1817-10 de mayo de 1891). Botánico suizo conocido por su trabajo sobre las células de las plantas.

{5} Leo S. Berg (1876-1950), ictiólogo y zoogeógrafo ruso. En 1922 publicó su obra, Nomogenez ili na osnove zakonomernostei, traducida posteriormente al inglés.

{6} Biólogo y filósofo alemán (1834-1919), nacido en Potsdam. Considerado el padre de la ecología y el más destacado representante del monismo naturalista. A través de conferencias y escritos dio gran popularidad a la obra de Charles Darwin.

{7} Ludwig Plate (1862-1937)

{8} Hermann Joseph Muller, (1890-1967), genetista y Premio Nobel en 1946. Sobre la referencia, se trata del artículo, «The method of evolution». Leída en la Universidad de Tejas, en mayo de 1928. Publicado en Science Monthly, 19:481-505, 1929. Reimpreso y revisado en Heritable variations, their production by x-rays and their relation to evolution, Annual Report, Smithsonian Institution for 1929, 345-362, 1930. Véase sobre Muller.

{9} Se refiere a los rayos X, descubiertos por Wilhelm Conrad Röntgen (1845-1923).

{10} Genetista danés (1857-1927), acuñó el término gen, genotipo y fenotipo, en su obra Los elementos de la herencia publicada en 1905 y reeditada en 1909. Véase www.wjc.ku.dk

{11} William Bateson (1861-1926)

{12} Yuri Aleksandrovich Filipchenko, (1882-1930). Genetista soviético, amigo y mentor de Dobzhansky.

{13} Zavadovsky cita aquí este texto de Engels de esta manera: «Engels, Dialéctica de la naturaleza, pág. 25.» El texto, sin embargo, proviene de las «Notas y fragmentos» incluidos en la obra Dialéctica de la Naturaleza; sección «Ciencias naturales y Filosofía», penúltima nota, editorial Grijalbo, Madrid 1961; pág. 177.

{14} Se refiere al famoso juicio del mono «trial Monkey» que fue posteriormente convertido en una interesante película por Stanley Kramer en La herencia del viento, 1962.

{15} Zavadovsky niega aquí una línea de investigación gnoseológica de manera demasiado tajante, pero apunta claramente a esta posibilidad; la gnoseología materialista no dejará de explorarla. El materialismo gnoseológico de Gustavo Bueno ha seguido precisamente la vía del cierre categorial que plantea no ya la necesidad de establecer «cortes epistemológicos» de un fondo metafísico común al modo de Althusser, sino el hecho de que los diferentes ámbitos categoriales, lejos de ser coherentes entre sí, manifiestan contradicciones (que explican la inconmensurabilidad y la imposibilidad del reduccionismo mecanicista) que obligan a postular un pluralismo ontológico sin complejos. Zavadovsky ni estaba en condiciones de seguir por aquí, ni el peso ideológico del modelo gnoseológico de Engels seguido por la filosofía soviética le permitía otra opción. Nótese que admitir esta inconmensurabilidad requiere aceptar, entre otras cosas el «ignorabimus», bestia negra del marxismo, es decir, la necesidad de asumir que las ciencias no agotan la realidad, y que por lo tanto, nuestros conocimientos, aunque firmes, no pueden ser completos.

 

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