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El Catoblepas, número 43, septiembre 2005
  El Catoblepasnúmero 43 • septiembre 2005 • página 24
Libros

El Padre Fortea
y la fenomenología demoniaca

Iñigo Ongay

En torno al libro de José Antonio Fortea, Daemoniacum.
Tratado de Demonología,
Bellacqua, Barcelona 2002

«Para un espectador racionalista, aunque no sea psiquiatra, un film como El Exorcista de William Friedkin (que se basa en la novela de W. Peter Blaty) resultará ser una exposición tan ridícula e infantil, que difícilmente podrá reconocerle la más mínima 'calidad estética'. La decisión sobre la verdad cambia el sentido cinematográfico: el tema del exorcista podrá ser tratado desde otras 'perspectivas teóricas', en beneficio del arte cinematográfico. Pues no podemos prescindir de toda 'teoría': si nos desentendemos de una es para acogernos a otra.» (Gustavo Bueno{1})

José Antonio Fortea Cucurull

1

José Antonio Fortea Cucurull (Barbastro 1968) es el nombre de un sacerdote español formado en las universidades de Navarra (inserta como se sabe, en el entorno del Opus Dei) y Comillas (centro universitario jesuita, fundado originalmente en 1892 en gracia a los buenos oficios de los empresarios Antonio López López y Claudio López Bru), que en nuestros días compagina su labor como párroco de Nuestra Señora de Zulema, en Villalbilla (Madrid) y administrador parroquial de La Asunción de Nuestra Señora de los Hueros con una intensa actividad «investigadora» en los terrenos de la teología católica, y particularmente –ya desde su tesis de licenciatura, consagrada en 1998 al tema: «El exorcismo en la época actual»– en el campo de la demonología. Precisamente al maligno, están dedicadas muchas de las obras del presbítero Fortea que, por lo demás ha ejercido y ejerce como exorcista: nos referimos a títulos tales como puedan serlo Summa Daemoniaca, o Ecclesia Futura. Al margen de estos libros de contenido teológico, José Antonio Fortea ha venido últimamente sacando también a la luz diversas novelas de títulos bien curiosos, a saber: Historia de la Segunda Secesión de los Estados Unidos de América, La construcción del Jardín del Edén, Memorias del último Gran Maestre templario. Año del Señor de 2-211, Necronerópolis, Edipo vasco. ¿Qué haría la Iglesia si ETA plantease un pacto? Como nosotros no hemos podido –al menos de momento– leer ninguna de tales novelas, nos abstenemos de juzgar las destrezas literarias de su «creador».

José Antonio Fortea Cucurull

Sea de ello lo que fuera, para agosto de 2005, y quién sabe si como imprescindible complemento de su frenética labor editorial, el Padre Fortea dispone ya de una página web desde la que publicitar urbi et orbe –y nunca mejor dicho– los títulos de los libros, incluso venderlos, &c. Lo más curioso de semejante sitio web en cambio, que sale al paso del internauta bajo el sonoro título de «Biblioteca forteniana. Página oficial del reverendo José Antonio Fortea Cucurull. Una web para conocer la vida y obra de este sacerdote», nos parece que reside precisamente en su sección sermonarium , en la que aparecen disponibles en formato de «audio», las homilías dominicales emitidas por este clérigo en calidad de predicador de su parroquia.

Para información de los lectores de El Catoblepas, vamos a mencionar algunos de los inolvidables títulos de tales sermones: «Un sermón acerca de la igualdad acerca de un detalle machista del pueblo judío», «¿Por qué en la parábola del tesoro escondido, el tesoro vuelve a ser escondido», «Las medallas de la Virgen», «Sermón de una boda en la que aparece la suegra», «El matrimonio civil del Príncipe Carlos y la Duquesa de Cornualles», «El infierno está empedrado de buenas intenciones», «Mi posición es El Señor», «La sociedad de Jesús era una sociedad de creyentes», «Un sermón para aquellos que caen mucho en pecados de impureza», «Debemos tener cuidado con las novelas que leemos», «Un niño nos va a nacer y es su nombre Dios Guerrero», «¿Por qué no se deben usar los preservativos? », «Los mandamientos del Señor son más dulces que un panal de miel», «En nuestra época Dios nos ofrece muchos milagros para que tengamos fe», «En la sociedad Dios ha dispuesto la división de oficios», «¿Por qué existen contratiempos en la vida?», &c.

2

Pues bien, en 2002 tenía a bien la editorial barcelonesa Bellacqua dar a la imprenta el libro del Padre José Antonio Fortea que lleva por título Daemoniacum. Tratado de Demonología. Una obra ésta, cuyo alcance, por hacer uso de la terminología propia de la tradición escolástica que el mismo Fortea ha dado muestras de apreciar notablemente, podríamos calificar por nuestra parte de quodlibetal: efectivamente, en el «tratado» que nos ofrece este clérigo de Barbastro, se tematizan con mayor o menor morosidad, prácticamente todas las cuestiones relativas a «Satán» y al «satanismo» como podrá advertir el lector simplemente ojeando el índice de Daemoniacum.

En este sentido, el libro de Fortea desgrana una amplia panoplia de cuestiones que abarca desde el problema del «pecado de los demonios» hasta la naturaleza de los «maleficios», de la «magia negra» o de las «sectas satánicas», desde la «psicología» de los ángeles caídos hasta el desentrañamiento del «proceso que lleva a convertirse en un adorador del diablo», pasando por supuesto, por asuntos tales como «el pacto con el Diablo», la fenomenología de la posesión, las «instrucciones» más prudentes a la hora de arrostrar la ejecución de un exorcismo, o incluso, a modo de apéndice, una muy interesante exposición sobre el problema fundamental de la teodicea, la cuestión «del mal en abstracto».

Toda vez que, por lo demás, el libro atesora una gran variedad de jugosísimas anécdotas personales derivadas de la amplia «experiencia» de Fortea como exorcista y otras divertidas historietas sobre posesiones y obsesiones varias, podemos desde ahora reconocer al libro del Padre Fortea, por lo menos, una indiscutible habilidad a la hora de despertar, compitiendo con otros productos en condiciones de mercado pletórico bibliográfico, el interés de varios cientos de consumidores de libros aficionados a lo «misterioso». Nos referimos evidentemente al mismo tipo de «cuota de mercado» que acude a los consultorios de los videntes, que lee los libros de Carmen Porter{2}, que atiende cada semana a las dosis de «radio-basura» (vista desde coordenadas racionalistas) que suministra desde los micrófonos de la Sociedad Española de Radiodifusión (es decir, de la SER) el periodista e «investigador» Iker Jiménez o que queda «fascinado» o «inquietado» ante muestras de «cine religioso» –contraria sunt circa eadem– como puedan serlo La Semilla del Diablo de Romano Polanski (EUNA 1968), Pactar con el Diablo de Taylor Hackford (EUNA 1997), o, clásico entre los clásicos, El Exorcista de Guillermo Friedkin (EUNA 1973) basada –como suele decirse– en hechos reales. Precisamente sobre esta película de Friedkin, declara el Padre Fortea algo, a nuestro juicio, tan sorprendente como lo que sigue:

«La primera vez que yo vi la película me gustó mucho por ser la que más fidedignamente reproduce un exorcismo real. Sólo la cabeza dando una vuelta de 360º alrededor del cuello y los rasguños en su cuerpo formando palabras me parecieron pura imaginación del director. Sin embargo, bastante tiempo después supe que ambos fenómenos se han dado en exorcismos reales.» (pág. 204.)

Y si efectivamente calificamos de «sorprendente» semejante enjuiciamiento de los contenidos de El Exorcista por parte de nuestro presbítero, es sencillamente por que a su vez, suponemos, que tales fenómenos a los que el Padre Fortea se refiere –y otros muchos «pintados» en el filme que podríamos mencionar aquí– no han podido producirse nunca –es decir que nunca han «existido» más que «pintados» en la película–. En este sentido nos parece mucho más ajustada la valoración que realiza Gustavo Bueno acerca de este mismo filme en su artículo «¿Qué significa 'cine religioso'», en el párrafo que citamos en la cabecera de esta reseña. Ahora bien, la credulidad del buen José Antonio Fortea Cucurull, no se agota ni mucho menos en semejante enjuiciamiento, como podrá comprobarlo por sí mismo cualquiera que eche una ojeada a Daemoniacum. Para solaz del lector de El Catoblepas, extractamos a continuación algunos de los lugares más fenomenales por disparatados y surrealistas de este libro.

Para abrir fuego, creemos que merece la pena detenerse en el modo como, según da por bueno el Padre Fortea, terminó el caso real en el que está basado el filme de Friedkin así como la novela de Blaty. Veamos:

«En un momento dado del exorcismo, el sacerdote le mandó que dijera 'Quiero recibirte' (a Jesús, se da a entender) en la santa comunión. Cuando logró que lo dijera, el muchacho cayó en la cama exhausto, y la voz dijo a través de él 'Un diablo está fuera. Robert debe hacer nueve comuniones y después me marcharé'. Pero el Demonio es mentiroso y nunca hay que fiarse de él: también dijo que se marcharía a las once de aquella noche, y también eso era mentira. La posesión acabó de la siguiente manera. En un momento del exorcismo San Miguel habló a través del muchacho y dijo: » (pág. 203.)

Y ¿qué es lo que dijo según el Padre Fortea, el arcángel a través de la glotis del muchacho? Pues nada más y nada menos que lo siguiente:

«¡Satanás! ¡Satanás! Soy San Miguel, y te ordeno, Satanás y a los otros espíritus malignos que abandonéis el cuerpo en nombre de Dominus. Inmediatamente. ¡Ahora! ¡AHORA! ¡AHORA!» (cit. por Fortea, pág 203.)

En otro momento de su impagable narración, puede el Padre Fortea mostrar el modo en el que desde las premisas demonológicas se hace posible dar cuenta del llamado fenómeno de Poltergeist, de la actividad de las casas encantadas, &c

«La palabra poltergeist es una palabra alemana que significa fantasma ruidoso. Se dice que se produce un fenómeno poltergeist cuando se dan movimientos de objetos, cosas que cambian solas de lugar, aperturas de ventanas, cajones que se abren y se cierran solos ante la vista atónita de los inquilinos y ruidos, todo tipo de ruidos: golpes, chirridos, sonido tamborileante. Usualmente el poltergeist suele estar causado por una persona que haya practicado el espiritismo o ritos satánicos en aquel lugar, aunque tal persona haya abandonado aquella casa hace mucho tiempo. Sin embargo, no quiere decir que si se realiza espiritismo una vez automáticamente un espíritu poseerá esa casa. Un fenómeno poltergeist suele estar producido por una infestación de ese lugar, es lo que se denomina como una posesión local, es decir, cuando un Demonio posee un lugar. La posesión local es un tipo de posesión que no implica la más mínima posesión por parte de los que habitan en la casa. Sin embargo, las posesiones personales suelen ser descubiertas por la familia en un primer momento porque comienzan a producirse algún tipo de fenómeno poltergeist.» (235-236.)

E incluso los actuales delirios sobre viajes astrales, &c., alcanzan su explicación última en las asechanzas del maligno. Como señala el Padre Fortea en la página 147 de su completísima obra:

«En el caso de los viajes astrales, el alma sigue en el cuerpo de la persona, y lo que sucede es que el Demonio le infunde en su mente especies inteligibles. Algunos afirman haber realizado ritos en los que el alma pasaba a un animal, a un gato por ejemplo, y que el alma de la persona humana podía moverse y ver a través del cuerpo de este. Creo que en ese caso sucede lo mismo que en el caso de los viajes astrales, el Demonio infunde esas especies inteligibles en el entendimiento, pero el alma sigue en el cuerpo, porque el cuerpo no puede estar sin alma y no morir.»

Lo mismo sucede con el espiritismo, cuya eficacia, la atribuye, el presbítero Fortea Cucurull al demonio:

«Es necesario advertir que en las sesiones espiritistas cualquier mensaje que se produzca tendrá su causa en el Demonio. Las almas de los difuntos están en el cielo, en el purgatorio, o en el infierno. La comunicación de las almas de difuntos se ha producido rarísimas veces y por una especial permisión de Dios. El espiritismo es un pecado, de ahí que tal permisión divina no se otorgue. Los Demonios sí que pueden actuar.»

Y, cabría preguntar, ¿se circunscribirán acaso las tragaderas del Padre Fortea a la fenomenología demoníaca a la que se ha enfrentado tantas y tantas veces en su calidad de experimentado exorcista? En modo alguno puesto que, como es propio en general del «clero ignorante», nuestro autor se siente proclive a creer en «dones parapsicológicos», «telepatía», «telequinesia», «fantasmas» y lo que haga falta.

«En cualquier caso, el mundo verdaderamente parapsicológico debería encontrarse entre el mundo físico y el demoníaco, sin pertenecer a ninguno de los dos. Es decir, lo compondrían aquellos fenómenos que no tienen explicación ni por causas físicas, ni por causas demoníacas, ni por supuesto sobrenaturales. Los fenómenos místicos y los milagros no son parapsicología. Lo estrictamente parapsicológico quedaría reducido a muy pocos fenómenos (telepatía, premoniciones, conocimiento de cosas ocultas...) y en todos estos fenómenos nunca debe hallarse perdida la conciencia para ser poseído por otra presencia (se le llame energía, espíritus-guías o de cualquier otro modo.)» (pág. 146.)

Para rematar, vamos a comprobar lo que nos cuenta nuestro autor sobre los fantasmas, en la página 236 de su obra. Dice Fortea, de modo verdaderamente increíble, lo siguiente:

«Otra cosa muy distinta son los numerosísimos relatos de apariciones de fantasmas, en especial allí donde alguien se ha suicidado o se ha producido un asesinato. Se trata de apariciones brevísimas en forma visual y que a veces no vuelven a repetirse. Este tipo de apariciones no van acompañadas de la serie de fenómenos de los que hablábamos en la posesión local. Además lo que estas personas ven no es un Demonio, ni una forma indeterminada, sino una persona humana, si bien siempre de aspecto terrorífico. Se aparecen bajo el aspecto de una persona normal, sin hacer nada, sólo mirando, pero infundiendo pavor al que es testigo de ese fenómeno. Después, desaparecen. Este tipo de apariciones son almas que se manifiestan para pedir oraciones porque todavía no han salido del purgatorio. Con oraciones y Misas por ellos desaparecerán las manifestaciones.»

Pues bien, así las cosas, podemos plantear la siguiente cuestión: ¿qué responde Fortea a aquellos «espíritus fuertes» que, atrincherándose impíamente en su incredulidad, se nieguen a asentir inmediatamente ante la «evidencia» de semejante fenomenología demoníaca. Pues sencillamente, que lo que tales individuos no comprenden es que:

«(...) los escépticos que han reducido la posesión a una patología no han estado nunca en un exorcismo. Hablan del exorcismo como de algo oído. En toda la literatura que he leído rechazando la existencia de la posesión, nunca me he encontrado un solo caso de exorcismo presenciado por quienes niegan la existencia de la posesión. Esta situación, de oposición plena y radical a la mera posibilidad de la existencia de algo preternatural, niega a priori un fenómeno que, por aro y complejo que sea, no debería dejar de ser objeto de investigación.» (págs. 177-178.)

Ahora bien, sea cual sea la actitud del «escéptico» al respecto, lo que nosotros debemos comenzar por negar de plano, desde nuestras propias posiciones más bien «dogmáticas» (es decir, en absoluto «escépticas» en este punto, nada, por así decir, a-gnósticas), es precisamente que estos fenómenos puedan siquiera establecerse como tales fenómenos. Lo que ahora estaremos por lo tanto recusando es la posibilidad misma de que la fenomenología demoníaca que tan profusamente ilustra el Padre Fortea en su libro figure como tal, en el plano fenoménico{3}.

Y ello dado justamente que para que fuera posible reconocer como fenoménicos los contenidos mismos de una tal fenomenología diabólica, sería en todo caso preciso admitir los contenidos doctrinales mismos desde los que Fortea pretende contemplar esta pretendida fenomenología, una doctrina en todo caso, a la que sin duda podemos calificar de «espiritualista»{4} (en cuanto que admite desde luego la existencia de «vivientes incorpóreos») y de «metafísica» (por decirlo suavemente).

Es decir que lo que habría que comenzar reconociendo es, por ejemplo, que «Dios» o que el «diablo» existen o al menos, que «pueden existir». Empero, lo que nosotros empezamos por rechazar es justamente que tal cosa pueda admitirse en modo alguno; y no ya porque neguemos la existencia de Dios (que también), sino principalmente porque lo que negamos es precisamente la esencia del Dios terciario, su idea, según una particular reversión (una puesta del revés para decirlo con Marx) del argumento ontológico de San Anselmo. Como lo acierta a señalar Gustavo Bueno:

«Es lo mismo que ocurre en los debates teológicos acerca de si Dios existe o si no existe: no cabe discutir esto, si Dios existe o si Dios no existe, porque de lo que hay que discutir es si existe o no existe la Idea de Dios.»

3

Y el hecho de que el Padre Fortea haga uso y abuso del lexicón técnico propio de la tradición escolástica a lo largo y ancho de su obra, sólo debe conducirnos a una conclusión a la que también pudo llegar el Padre Benito Jerónimo Feijoo en su momento: «Hay vulgo que sabe latín.»

Y precisamente en el decidido racionalismo feijoniano podría encontrar un modelo adecuado (en razón de su teísmo terciario) el mismo Padre Fortea ante el trámite de su necesario «desengaño». A tal efecto, y a modo de colofón de nuestra reseña, vamos a ofrecerle a nuestro buen clérigo un párrafo entresacado del Discurso Sexto del Tomo Octavo del Teatro Crítico Universal, precisamente aquel discurso que lleva por título «Demoníacos»:

«El vulgo (en cuya clase comprehendo una gran multitud de Sacerdotes indiscretos) casi generalmente acepta por verdaderos Energúmenos cuantos hacen la representación de tales. Los hombres de más advertencia reconocen, que son muchos los fingidos; pero quedando en la persuasión de que no son muy pocos los verdaderos. Pero mi sentir es, que el número de éstos es tan estrecho, tan limitado, que apenas, por lo común, entre quinientos, que hacen papel de Energúmenos, se hallarán veinte, o treinta, que verdaderamente lo sean.
6. Dije, y repito, que el desengaño sobre este asunto es de gravísima importancia. A muchos, o a los más, y aun a casi todos, no se propondrá otro inconveniente en el error de admitir por verdaderos Energúmenos a todos los que fingen serlo, sino los que hay en la tolerancia de una gente ociosa, y vagabunda, que ocupa inútilmente a algunos Sacerdotes, usurpa limosnas mal empleadas, y turba con vanos terrores a domésticos, y vecinos. Y verdaderamente estos, por sí solos, ministran suficientísimo motivo para velar sobre estos embusteros, apurar, y castigar la impostura. Pero yo a otro perjuicio, superior a todos estos, levanto la mira.
7. Considérese, que un Energúmeno fingido, el cual persuade al Pueblo, que realmente lo es, es un sujeto, que sin riesgo suyo goza una amplísima libertad para cometer cuantos delitos le dicte su antojo. Puede matar, quitar honras, cometer hurtos, incendiar Pueblos, y mieses; en fin, arrojarse a cuantas violencias quisiere, indemne de que por ello le toquen en el pelo de la ropa, porque para todo va cubierto con la imaginación [77] de que el Diablo lo hizo todo, sirviéndose, como de instrumento involuntario, de aquella mísera criatura. ¿Puede haber especie de gente más perniciosa en el Mundo? En verdad, que ni los Príncipes Soberanos pueden arrogarse tanta libertad, sin gran peligro suyo; pues lo más, y aun casi todos los que quisieron tomársela, perdieron por ello, no sólo la Corona, pero la vida.»
(Benito Jerónimo Feijoo, Teatro Crítico Universal, Tomo Octavo, Discurso Sexto).

Notas

{1} Gustavo Bueno, «¿Qué significa 'cine religioso'», El Basilisco, nº 15 (2ª época), pág 28.

{2} Por ejemplo, Misterios de la Iglesia, Edaf, Madrid 2002, en el que Porter pasa revista, sin solución de continuidad, a exorcismos, apariciones marianas, incorrupciones de santos, estigmas, hemorragias de estatutaria diversa, sanaciones, milagros, levitaciones, y en general toda clase de «fenómenos extraños». Si el lector de El Catoblepas acepta mi recomendación, diré que realmente merece la pena leer este libro.

{3} Para la argumentación que sigue, véase Gustavo Bueno, El mito de la Felicidad, Ediciones B, Barcelona 2005, págs. 155 y ss.

{4} Merece la pena leer el artículo de Alfonso Tresguerres, «Satán. La otra historia de Dios», publicado en El Catoblepas, nº 31, en el que se diagnostica las posturas de Fortea como insertas entre las explicaciones «espiritualistas y angulares» de la brujería y del satanismo.

 

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