Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas • número 41 • julio 2005 • página 16
Se aborda desde una perspectiva no ortodoxa un análisis actualizado de la izquierda latinoamericana y sus proyecciones teóricas y prácticas ante los desafíos del presente latinoamericano y por tanto se delimitan las distintas posturas del ser de izquierda en la actualidad y como cada una de estas tendencias asume el problema del poder eje central de la polémica en torno a los proyectos emancipatorias
Un análisis que se pretenda objetivo de la situación económica, política y social que existe en la actualidad latinoamericana, tiene que partir de que aún la contradicción fundamental que se manifiesta esta dada entre la apropiación privada y la explotación de la mano obra y por tanto el enfoque clasista de las luchas que hoy se dan en América Latina no puede ser soslayado, aunque no es el único modo en que se proyectan estas luchas en el contexto latinoamericano, por la propia complejidad de las contradicciones que se dan, que hacen emerger nuevos actores en los variados proyectos de lucha de las diversas fuerzas y tendencias de izquierda.
Las condiciones que impone el neoliberalismo y la globalización en la región ha traído por consecuencia determinada movilidad clasista que se da fundamentalmente en la esfera de los servicios, así como en la manifestación de la proletarización de muchos sectores de las clases medias y de los propios profesionales sometidos a las nuevos designios de la explotación capitalista de las transnacionales que han invadido todos los terrenos de la vida social, imponiendo la lógica del mercado. Por tanto esta sigue siendo la contradicción fundamental, pero no la única se dan otras contradicciones:
La que se manifiesta entre el sector marginal desclasado y la marginación a que se ven sometidos por los estados neoliberales y por la políticas excluyentes de los capitales nativos ligados a las transnacionales.
La lucha por mantener las identidades nacionales y la política de las transnacionales de barrer con la soberanía de las naciones periféricas y por imponer sus patrones culturales.
La que se expresa entre los elementos más dinámicos y progresistas de la sociedad civil y la incompetencia manifiesta de los estados nacionales de resolver los problemas cruciales de las mayorías latinoamericanas.
La que se da entre las fuerzas de izquierda y sus luchas por abrirse paso en la lid electoral y llevar a la práctica sus proyectos emancipatorios y la política de fraude electoral y de corrupción ejercida por los gobiernos neoliberales en la región para imponer barreras al ascenso de la izquierda.
La contradicción que se manifiesta entre el monopolio informativo que ejerce la derecha neoliberal, con el poder de distorsionar la verdad y la necesidad de la izquierda de abrirse paso con sus mensajes para dar a conocer su proyecto y que el mismo llegue a las más amplias capas de la población para llevar la verdad y denunciar los males y las contradicciones del capitalismo neoliberal eh la región .
La contradicción que se da entre las necesidades perentorias de la población y los problemas que se manifiestan en los sectores más marginados y explotados de la población latinoamericana y las proyecciones teóricas y prácticas de las fuerzas de izquierda para responder a ellas.
Las respuestas más adecuadas y las acciones prácticas encaminadas a resolverlas estará en dependencia de cómo las distintas fuerzas de izquierda en sus proyectos fundamenten en el orden teórico y práctico sus posturas ideológicas y la solución a las contradicciones. Por tanto hoy día el problema de los sujetos involucrados en las luchas emancipatorias en América Latina se corresponde objetivamente con un carácter plural.
A partir del derrumbe del socialismo en Europa del Este y en la ex URSS, en América Latina la idea y el accionar de la izquierda vinculada al marxismo y al socialismo sufrió un revés considerable que provocó el ahondamiento de la polaridad de las distintas fuerzas de ésta. Esta situación había comenzado a operarse ya a partir de la caída de las dictaduras militares en la década del ochenta, de las llamadas «aperturas democráticas» que hicieron que la opción civil y las luchas por los espacios electorales de la izquierda adquiriera cada vez mayor fuerza. No se puede olvidar el hecho cierto de que la vía armada a partir de este momento pierde la fuerza y el peso trascendente que tuvo en las décadas del sesenta y del setenta. A mediados de la década del ochenta hasta la actualidad el peso específico de estos frentes guerrilleros es cada vez menor, varios hechos lo prueban: la renegociación del desarme de las guerrillas en El Salvador, Guatemala, el descalabro del Frente Sandinista en Nicaragua y más actual es la situación explosiva en Colombia ante la amenaza real del imperialismo de invadir el país a través del Plan Colombia, un proyecto eminentemente injerencista.
El actual proceso de hegemonía del imperialismo norteamericano, así como la expansión ideológica del pensamiento único que fundamenta al modelo neoliberal han provocado que la tendencia marxista de la izquierda latinoamericana haya tenido que abrirse paso y profundizar en sus concepciones programáticas y teóricas, renovando todo el arsenal del marxismo y recontextualizándolo a tono con las propias concepciones del socialismo como paradigma emancipatorio; reconsiderando sus principios tácticos y estratégicos en función de la unidad, del poder y de las propias concepciones sobre la democracia.
En su ponencia «La política como el arte de construir una fuerza social antisistémica» presentada en el evento «La fase neoliberal del capitalismo y los movimientos populares»{1}
Marta Harnecker plantea que hoy día hay dos elementos que dificultan el perfil alternativo de la izquierda. El primero de ellos es el que la derecha se haya apropiado del lenguaje de la izquierda en sus formulaciones programático demagógicas dirigidas a confundir a las grandes masas y a hacerles perder la orientación de donde está el verdadero enemigo. El segundo de ellos está dado en las dificultades cada vez más generalizadas de la izquierda al adoptar una práctica política muy poco diferenciada de los partidos tradicionales, ya sean de derecha o de centro.
Estos dos factores planteados por la autora dificultan la proyección identitaria de la izquierda en relación con su proyecto emancipatorio político. Para salvar esta situación Marta Harnecker considera que si «la izquierda quiere ser tal, no puede instalarse en lo ya estatuido, como si las correlaciones de fuerzas y las reglas del juego fuesen inmodificables; no puede por lo tanto, concebir la política como el arte de lo posible. Todo su accionar debe ir justamente a cambiar esta situación»{2}
Por estas razones ya aducidas la izquierda debe hacer un diagnóstico acertado de la situación actual y determinar cuáles son las fortalezas que el movimiento popular debe potenciar para que se pueda construir una fuerza antisistema. El aspecto más importante en este orden está dado en que la izquierda haga un análisis acertado de su propia realidad actual y potencie la unidad de un frente común que haga posible la unión de variadas tendencias y fuerzas de izquierda bajo un programa de coordinación común. Para lograr esta unidad y una verdadera hegemonía es necesario construir un instrumento político que logre representar a todos los sectores sociales discriminados y excluidos económica, política, cultural y socialmente. Por eso Marta Harnecker plantea que debe abandonarse la concepción anterior que se tenía del partido como representante de una sola clase fundamental, debe echarse a un lado el reduccionismo clasista y construir un frente amplio antisistema. El marxismo clásico nunca argumentó que la contradicción entre trabajo-capital era la única presente en la sociedad. Ni Marx ni Engels afirmaron que la sociedad está totalmente, y sin excepción, dividida en clases; solamente recalcaron que la contradicción entre trabajo y capital era crucial y que sin tomarla en cuenta no podrían resolverse otros problemas y contradicciones.
1. El proceso de recomposición de la izquierda latinoamericana en la actualidad
1.1. El fundamento de la legitimidad de la izquierda en la actualidad
En la actualidad, el fundamento de la legitimidad de la izquierda latinoamericana es un proceso de búsqueda, de autocrítica, de reanálisis y de interpretación de la realidad cambiante. Son nuevos los sentidos en que se perfilan las identidades de la izquierda y los intelectuales en sus precisiones conceptuales van a reflejar esa pluralidad que está presente en los modos variados de asumir la realidad y de acercarse con una mayor, menor o ninguna objetividad a la realidad dramática, contradictoria y problémica del mundo globalizado de la imperialización.
Muchos son los desafíos que se levantan para materializar estos programas. El principal radica en que no existe un diagnóstico adecuado de la realidad a subvertir, qué lograr, no se tiene precisión de cómo lograr los programas políticos. El problema de los métodos y de la combinación acertada de las formas de lucha, deviene hoy en uno de los mayores obstáculos de estas tendencias de izquierda, así como de las políticas tendientes a la unidad, a crear un frente común para dar la batalla frontal al neoliberalismo y lograr un adecuado equilibrio entre reforma y revolución, que conduzca al cambio revolucionario de transformación a fondo de todo el sistema socioeconómico y sociopolítico capitalista contemporáneo, teniendo bien determinado que el capitalismo y sus sistemas de relaciones contradictorias, expoliadoras y disolventes de la esencia humana no son la solución. En tal sentido compartimos los criterios del destacado filósofo cubano Joaquín Santana cuando afirma que:
Si bien la izquierda no ha logrado aun sacudirse del todo la polvareda levantada por la caída del muro de Berlín, su propio desarrollo le impone repensar la teoría y ponerla a tono con el mundo de hoy. Este ejercicio teórico requiere también de la investigación seria y concienzuda del ayer, precisa del reencuentro con el marxismo clásico y del estudio de todo el pensamiento social, sobre todo de aquel que desde una postura revolucionaria se mostró original y creativo, a fin de que el análisis contribuyan a la necesaria recomposición de la teoría en esta paradójica era de globalización y modernidad posmoderna.{3}
Por tanto si la izquierda revolucionaria en América Latina quiere triunfar y tener un alto poder de convocatoria y de movilidad social, debe poner el énfasis en la socialización no sólo de la economía en el nuevo proyecto emancipatorio, sino en la política y en todos los ámbitos de la movilidad social e individual de las personas, es la aspiración a lograr la libertad real y más amplia. De lo que se trata es de materializar la realización plena de la democracia.
La reconsideración de la democracia es de vital importancia en el análisis del proyecto socialista y marxista de la izquierda latinoamericana como eje central de su paradigma emancipatorio y como proyección teórica y práctica en torno al poder. Para este empeño cobran vigencia las ideas de Gramsci y Mariátegui sobre la democracia y el socialismo, las que no están intencionalmente desarrolladas a la manera de la intelectualización de los conceptos, pero sí en las esencias con que abordan trascendentales problemas, tales como: la sociedad civil y sus relaciones con el Estado, hegemonía y bloque histórico, la democratización orgánica del partido, el papel de la intelectualidad en la revolución y de la cultura en el proceso democratizador de la sociedad socialista.
Del pensamiento mariateguista cobran actualidad los problemas agudos y polémicos sobre la naturaleza de las entidades colectivas, la crítica al dogmatismo y al inmovilismo, la valoración de la crisis del marxismo y sus consecuencias para el pensamiento marxista latinoamericano, así como el problema de la necesaria democratización en las filas del partido.
Estas ideas resultan esenciales por la trascendencia que tienen en el tratamiento de la polémica en torno a la democracia por parte de la izquierda latinoamericana y cómo son asumidas en el redimensionamiento de las concepciones de la sociedad civil y sus relaciones con el poder, así como en la propia reestructuración orgánica de los partidos de izquierda, sus cambios profundos en la democratización interna y en las proyecciones de la unidad a lo ancho y a lo profundo.
El análisis, desde las posiciones del marxismo, de los problemas que enfrenta el pensamiento de la izquierda en nuestra región, sus desafíos y las perspectivas de viabilidad del proyecto emancipatorio hacen necesario una consideración teórica sobre qué entender por izquierda, fundamentalmente con posterioridad al derrumbe del socialismo eurosoviético, por cuanto se precisa determinar los indicadores{4} que delimiten que estamos ante una posición teórica de izquierda o frente a posturas de derecha. Un análisis a fondo de la problemática que encierra en la actualidad la identidad de la izquierda latinoamericana nos conduce a determinar su carácter diferenciado y plural.
Un análisis metodológico que define la presencia de un pensamiento de izquierda en la actualidad precisa partir de tres pilares básicos: en primer lugar 'el sentido ideológico que ella entraña como postura', en segundo lugar 'la identidad epistemológica del ser de izquierda', en tercer lugar 'el carácter del proyecto que ella asume y sus alcances'.
El sentido ideológico que ella entraña la define como una postura política contra la injusticia, la explotación, la manifestación de coerción de las libertades y derechos del hombre a su libre desenvolvimiento en lo social como en lo individual, contra todo poder despótico que implique la tiranía, contra todas aquellas políticas que se dirigen a socavar la soberanía y el derecho de las naciones a su autodeterminación, así como aquellas posturas que en lo cultural tienden a minar las identidades culturales de nuestros pueblos.
En el sentido ideológico las posiciones de izquierda defienden las justas causas de los oprimidos y de los que luchan por sus reivindicaciones y derechos de todo tipo, frente al sistema neoliberal imperante. Asumir una postura de izquierda hoy en Latinoamérica implica una posición de enfrentamiento al neoliberalismo y al imperialismo norteamericano en su política hegemónica y de sometimiento económico, político, espiritual y cultural. Pueden ser más o menos acertadas las propuestas alternativas, pero estas son las coordenadas de principio que en lo ideológico definen en la actualidad latinoamericana una postura de izquierda.
En el sentido epistemológico ser de izquierda se refiere al contenido esencial de las proyecciones que en lo teórico se adoptan. Un pensamiento de izquierda tiene que ser contestatario a toda dominación, tiene que proyectarse por ofrecer una alternativa que garantice el progreso y la libertad más plena, la más alta expresión conceptual de ser de izquierda es el pensamiento teórico revolucionario que se fundamenta en el humanismo, en las tradiciones de luchas patrióticas de nuestros pueblos, en las más altas expresiones creativas del marxismo latinoamericano y en su ideal socialista que se propone la transformación socioeconómica, sociopolítica, sociocultural y técnico científica de nuestras sociedades.
Un proyecto de izquierda consecuente y radical hoy en nuestro ámbito debe de tener un carácter revolucionario, entiéndase como tal aquella postura conceptual y accionar práctico que se ajusta a nuestras realidades y que en sus proyecciones teóricas y prácticas responden a un momento complejo para las fuerzas de izquierda en el Continente. Como estrategia de largo alcance no debe renunciar al proyecto del poder en todas sus dimensiones: trátese del poder desde arriba es decir del institucional del Estado y del poder que se construye desde abajo por las propias organizaciones y movimientos de izquierda con la participación democrática y activa de los sujetos involucrados en las luchas emancipatorias, esto implica el adecuado y dialéctico reciclaje de ambas dimensiones del poder, no debe renunciar al proyecto socialista, sin que ello implique asumir a la revolución plena y al socialismo como metas inmediatas, pero sí tiene que concebirlos como programa de futuro y todas sus proyecciones teóricas y prácticas deben potenciar estos ideales.
1.2. Los diferentes núcleos conceptuales por los que ha pasado la izquierda y la actualidad del problema
En América Latina la definición conceptual de la izquierda ha pasado por diferentes momentos históricos. Esto ha tenido que ver con la correlación de fuerzas del movimiento revolucionario a nivel internacional y con la manera con que se interpretó el programa emancipatorio atendiendo a las influencias recibidas por la desaparecida Unión Soviética desde la época de la Tercera Internacional Comunista hasta el derrumbe del socialismo eurosoviético. La etapa posterior al derrumbe ha significado una época de reconsideración, por parte de la izquierda, de su propio ser o de su propia identidad y también ha entrañado toda una reconstrucción conceptual del programa emancipatorio con toda la trascendencia del accionar político que ello ha conllevado, ante los desafíos contemporáneos del modelo neoliberal, la globalización capitalista contemporánea y el rol de liderazgo que desempeña Estados Unidos de Norteamérica a nivel planetario.{5}
Establecidos los indicadores y las limitaciones en la concepción de qué entender por izquierda latinoamericana, estamos en condiciones de reflejar cómo se da la polémica por los pensadores de izquierda en torno al concepto de izquierda.
Fernando Martínez Heredia oponiéndose a todas estas interpretaciones reduccionistas y dogmáticas de analizar la izquierda expone que
«El problema principal al que se refiere la izquierda es el de las identificaciones de los dominados y de sus luchas contra la dominación. Los comportamientos e ideas tendientes a la rebelión que pudieran ser de izquierda, forman parte de la construcción de realidades sociales de grandes grupos humanos.»{6}
Determinar el contenido de los enfoques de izquierda entraña, de igual modo, ubicar los actores sociales que la representan en un momento histórico concreto dado, por tanto el enfoque clasista no debe ser excluido, ya que el contenido ideático de las posiciones tomadas depende mucho de las clases, grupos y sectores y su lugar en la sociedad. No obstante el reconocimiento de este aspecto no debe ser absolutizado por cuanto en muchos movimientos sociales aparecen sectores y grupos de actores no vinculados a ninguna clase, ya que no tienen nexos con la base económica que impera, y son sometidos de igual modo a la exclusión y a la explotación capitalista. Esto marca los intereses diversos que se mueven hoy en los llamados procesos unitarios de la izquierda , cuyos programas tienen que responder en lo ancho a todos estos reclamos diversos y esto influye inexorablemente en la profundidad de los proyectos emancipatorios de estos frentes.
En este sentido para Isabel Rauber
«la izquierda son las fuerzas, o movimientos, o los actores cada vez más amplios de la vida política latinoamericana, que chocan con la brutal política de las clases dominantes y pugnan por construir una alternativa a favor del desarrollo y de los sectores populares en cada país, por rescatar la cultura de nuestros pueblos y por defender a elegir libremente el camino a seguir.»{7}
Esta concepción de izquierda comporta los elementos de la unidad de la izquierda latinoamericana en la actualidad, su proyección no precisa el carácter del programa ni el sentido de la ruptura que las proyecciones teóricas y la práctica política de la izquierda en la actualidad latinoamericana demandan y el problema del socialismo como ideal futuro de sociedad como alternativa necesaria al capitalismo en la región no está planteado como aspiración a conquistar por la izquierda y por tanto el problema de la revolución resulta soslayado.
Por su parte Adolfo Sánchez Vázquez{8} en su trabajo «¿Izquierda y derecha en la política y en la moral?, refiriéndose a las ideas expuestas por Norberto Bobbio en su ensayo «Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción posible», comparte sus criterios en cuanto a que esta distinción de izquierda y derecha se halla lejos de haber llegado a su fin y que mantiene la vitalidad de su significado, ya que Bobbio asume que en la esencia de esta delimitación política e ideoética está el ideal de igualdad, que es la estrella polar de la izquierda.
Sánchez Vázquez{9} señala que a esta distinción le faltan elementos por precisar y necesita ser completada con el concepto de libertad y de otros criterios importantes como son: las relaciones Estado-sociedad civil, las de propiedad, las del hombre y la naturaleza, las de la iglesia y el Estado, las reivindicaciones de las minorías étnicas y que se ponderen políticas dirigidas al bienestar social, político laboral, científico, educativo, y artístico entre otras.
Este destacado intelectual de izquierda, plantea que el contenido de la distinción ha de ser abierto, plural y su amplitud, como la prioridad de unos referentes sobre otros, dependen siempre de las condiciones que varían históricamente.
Sánchez Vázquez{10} determina que con respecto a los criterios básicos de libertad e igualdad, la derecha ha tendido históricamente a limitar el área de las libertades reales para las mayorías de la población y frenar los avances de la igualdad social reclamados por las clases más desprotegidas. La izquierda, por el contrario, ha tendido a superar esos frenos y a ampliar la esfera de las libertades reales y de la igualdad social.{11}
Ser de izquierda para Sánchez Vázquez significa asumir un contenido concreto: dignidad humana, igualdad, libertad, democracia, solidaridad, y derechos humanos. Ello sólo es posible a través de la realización plena del proyecto socialista.
Aunque compartimos las precisiones conceptuales de Sánchez Vázquez y la crítica que le hace a Norberto Bobbio en relación con las vaguedades terminológicas en función de los proyectos de justicia social y libertad, consideramos que este intelectual atribuye el concepto de los problemas relativos a la solidaridad, la dignidad humana y los derechos humanos, la igualdad, la libertad y la democracia solamente al proyecto socialista; sin embargo muchas de las tendencias de izquierda asumen estos problemas desde sus perspectivas con aciertos y desaciertos, e incluso la tendencia marxista tiene dificultades en sus precisiones emancipatorias referidas a la concepción de la unidad, a cómo llevar a cabo una estrategia y táctica acertadas para asumir el poder, así como en la viabilidad de las propuestas ante los nuevos escenarios económico, político y cultural del acontecer latinoamericano.
Las absolutizaciones son hoy muy costosas, pues no contribuyen a la necesaria unidad de todas las fuerzas de izquierda en un frente común alternativo al neoliberalismo con una proyección antiimperialista. Es necesario delimitar cuáles son las esencias determinativas que defendemos de estos problemas planteados por Sánchez Vázquez, porque la derecha también se declara portadora de la asunción de estos problemas y por estas razones hay que precisar dónde están los sentidos interpretativos de las postura de izquierda y sus contenidos esenciales que se diferencian radicalmente en sus alcances de las posiciones de la derecha.
Otra de las valoraciones teóricas interesantes la ofrece Emir Sader,{12} estudioso de la izquierda latinoamericana, el cual entiende a ésta en nuestro ámbito como parte componente de las fuerzas anticapitalistas a escala mundial, y por ello no debe excluirse a ningún movimiento, fuerza o partido que se afilie en el proyecto antineoliberal. Él es portavoz de la idea de que la verdadera izquierda debe de reivindicar un programa socialista que sea a su vez alternativo del socialismo eurosoviético, enraizado en los valores culturales latinoamericanos y cuyo objetivo primordial sea el de resolver los problemas económicos, sociales, de enajenación social e individual y de modos de concebir y construir la política que hoy existe en la región.
Esta postura de entender la izquierda latinoamericana se ajusta más a nuestro realidad y permite tomar en cuenta a todos aquellas fuerzas progresistas que se proyectan contra el neoliberalismo, a favor de la democracia más plena, libre de autoritarismos extremos y de gobiernos dictatoriales, que claman por un nivel de vida más justo para las grandes mayorías latinoamericanas empobrecidas, marginadas y sometidas a condiciones de vida infrahumana. Por ello compartimos con este autor la idea de que la lucha de la izquierda no puede dirigirse sólo a la gran meta de alcanzar el poder y todo el esfuerzo gigantesco que ello implica, sino que en el ámbito de la política que deben trazarse, debe ser cuidadosamente sopesado el problema de la correlación de lo social y lo personológico, porque es necesario abrir espacios para el trabajo en la base que involucre a todos los sujetos populares en la realización personal del proyecto emancipatorio por lo que esto puede tributarle como enriquecimiento humano, contribución impostergable y necesaria que la izquierda tiene que lograr en su lucha contra la enajenación, que es el virus más maligno que el neoliberalismo ha logrado inocular en los marginados que el mismo sistema ha generado.
El concepto de izquierda que nos aporta Narciso Isa Conde se ajusta más a nuestras realidades de hoy ante el proceso de recomposición del capitalismo neoliberal en América Latina. Así señala que:
La izquierda transformadora que reclama la crisis y el mundo capitalista de hoy no puede ser la simple reproducción de la izquierda clásica del largo ciclo de la civilización industrial, mucho menos la izquierda dogmatizada por las influencias del fracasado proceso de tránsito revolucionario anticapitalista bajo el impacto del estatismo burocrático. Tampoco puede ser la izquierda reformista, posibilista que haga suya la nostalgia socialdemócrata, que se deja permear de las ideas liberales y se adapta el nuevo orden capitalista.{13}
Una izquierda revolucionaria que se enfrente a desafíos del presente y brinde alternativas para dar vía al nuevo socialismo que debe ser construido en América Latina debe ser confrontativa, innovadora, abierta, con una capacidad de acción en todos los escenarios de lucha, que tome en cuenta todas las formas en que se manifiesta la rebeldía contra el neoliberalismo, todo lo que coadyuve a que el pueblo sea poder.
El enfoque conceptual de la izquierda revolucionaria coincide objetivamente con la situación de la izquierda mundial y en particular la latinoamericana, su proyección aspira a romper con todos los esquematismos y reduccionismos anteriores y su programa entraña la unidad de todas las fuerzas que se enfrentan hoy al neoliberalismo y al imperialismo.
La posición reformista de izquierda tiene como fundamento de su posición, la renuncia a la toma del poder político y su concepción sólo lo asume a partir de la construcción muy particular y concreta del espacio de movilidad social de las propias organizaciones y movimientos sociales de izquierda en la base. Esto limita las acciones tácticas y estratégicas que demanda la actual realidad latinoamericana, en función de los cambios estructurales que en el orden socioeconómico y sociopolítico son necesarios. Por tanto estas proyecciones al renunciar al poder estatal están limitando sus acciones en el orden de los cambios de la totalidad de los diferentes países donde se perfilan sus demandas, quedándose al nivel de las reformas que tienen un carácter muy específico, demandas de mejoramiento laboral, entrega de tierras, respeto a las identidades culturales , respeto a las libertades públicas y al espacio privado y no se plantean por tanto la ruptura con el sistema capitalista imperante en Latinoamérica, &c.
No obstante a lo planteado anteriormente no resulta táctico marginar a estos sectores de la izquierda de los programas unitarios, hay que tomarlos en cuenta y trabajar porque radicalizen sus concepciones en el fragor de las batallas civiles contra la derecha neoliberal.
Si bien es esencial la lucha por el nuevo socialismo{14} no se puede condicionar la esencia de la izquierda y la unidad de sus fuerzas disímiles a la aceptación del proyecto socialista, esta es una tarea de largo alcance que las fuerzas de izquierda deberán ganar a largo plazo. Las tareas priorizadas ahora son otras, entre ellas podemos señalar la construcción de un frente alternativo al neoliberalismo capaz, desde el poder en todas sus dimensiones y reciclaje dialéctico, de llevar a cabo las transformaciones revolucionarias más inmediatas que demanda el presente.
En la actual coyuntura sociopolítica mundial y latinoamericana en la que el imperialismo y su globalización neoliberal dominan los medios masivos de información, controlan casi absolutamente las redes informáticas, prepondera el pensamiento único que trata de hacer capitular todas las ideas de progresismo social, la izquierda que se proyecta y lleva a cabo el poder en algunos países, expresa una naturaleza antineoliberal y de defensa de los intereses de la mayoría en función de resolver problemas cardinales Esa proyección de izquierda es revolucionaria, aunque lo que intente en un primer plano, ya tomado el poder sea todo un conjunto de reformas, necesariamente estas se irán radicalizando para un establecimiento mediato de un socialismo auténtico que tenga como eje principal a la democracia.
Esto lleva a la izquierda a actualizar sus posiciones teóricas en relación con la cuestión del Estado y de las relaciones de éste con los partidos y las diversas fuerzas y agrupaciones izquierdistas, en cuanto a las formas en que se asegurará la democracia política y la política económica que debe trazarse para ponderar las áreas que se mantendrán bajo control del Estado y aquellas que quedarán en manos privadas. En esencia el problema del poder, no sólo entendido como el asalto al gobierno, está puesto al orden del día.
Hoy se toma conciencia de que el problema es más complejo porque significa llevar a vías de efecto un proyecto que transforme en lo económico, lo político, lo social, lo cultural, lo educacional, lo científico, lo ético, y lo jurídico la situación reinante. Esto implica el enfrentamiento con el capital latino, con las transnacionales extranjeras, con los medios de comunicación, con todo el aparato militar y policial, con las instituciones paramilitares y la propia mafia que está vinculada a los intereses del capital latino. Todo esto son fuertes escollos a enfrentar; sortearlos, controlarlos, frenar sus planes y consolidar las posiciones de la izquierda en el gobierno y al nivel del trabajo más concreto de las organizaciones , partidos y movimientos de izquierda en un frente común, es lo que asegura paso a paso la consolidación del verdadero poder de la izquierda. Por esta razón hacer viable el proyecto de transformación de los problemas que afectan concretamente a las grandes mayorías, es la prioridad esencial que debe enfrentar la izquierda si quiere el apoyo de las masas y con ello la consolidación de sus posiciones políticas.
Estas condiciones determinan el alcance del proyecto emancipatorio con su correspondiente estrategia para la toma del poder y efectuar las transformaciones plenas que revelen su profunda esencia democrática y humanista, manifestada en su proyección por profundos cambios socioeconómicos, que impliquen la elevación del nivel de bienestar del pueblo. El proyecto no es solamente económico, sino también político de profunda participación democrática, que potencie la participación activa en la toma de decisiones, el pedir cuentas de la gestión a los representantes del poder del pueblo, la capacidad de demover a los que no respeten los intereses populares, el tener información amplia y precisa acerca de la gestión económica del empleo de los recursos y de la participación efectiva en los programas económicos, así como también la proyección popular de la política cultural y la más amplia democracia con la participación real y efectiva de todas las clases y sectores sociales, sin ningún tipo de discriminación.
Trascendental importancia reviste lo planteado por Frei Betto{15} cuando afirma que las diversas tendencias de izquierda latinoamericana han padecido del mal de una actitud positivista ante las utopías que han defendido y por las cuales han luchado. Se han creído portadoras de la verdad absoluta, por tanto las masas populares deben de acogerse a sus programas por ser ellos los más representativos de la verdad, olvidándose que el programa es nulo si no tiene poder de convocatoria. La subjetividad desempeña un papel de vital importancia y él plantea que esto obliga a rediseñar las políticas, es decir, la estrategia y la táctica para lograr hacer consciente a las masas populares de los programas de izquierda y hacer que la derecha neoliberal pierda terreno y credibilidad, esto es trascendental y un paso esencial para lograr hacer viable el programa emancipatorio de la izquierda.
2. La problemática del poder en las concepciones teóricas de la izquierda latinoamericana en la actualidad
2.1. La asunción del problema del poder por la izquierda en la actualidad latinoamericana
El problema del poder{16} es uno de los aspectos medulares a tener en cuenta en el análisis de las posiciones teóricas y prácticas, que con respecto al proyecto democrático popular se ha debatido permanentemente por parte del pensamiento de izquierda latinoamericano.
El poder es una realidad propia del ámbito de las relaciones humanas que, de una u otra manera, siempre son sociales y políticas. No existe, no es, igual que los sujetos. Se hace, se construye de la misma manera en que se construyen los sujetos. Éstos, para crearse, empeñan una lucha a muerte por el reconocimiento. Esta lucha genera poder. Generarse como sujeto es generar poder.
Sin una toma de partido hacia el poder sería imposible llevar a vías de hecho el contenido de los programas emancipatorios que por su trascendencia requieren de toma de decisiones de estas fuerzas en las estrategias de cómo tomarlo, como mantenerlo y como construirlo en la base del movimiento popular.
Asumir el poder no es sólo acceder al gobierno, sino que es un acto más profundo: significa lograr cumplimentar las transformaciones económicas, políticas y sociales que se prevean en los programas emancipatorios. Y un aspecto central a tener en cuenta es la preparación consciente de las masas en el proyecto liberador, es ponerla en función de actuar y de decidir sobre todos los asuntos del movimiento, y por tanto la dirigencia se entiende como colectiva, dejándose atrás la visión de los liderazgos centralistas que no permiten el real desarrollo de la democracia más plena dentro de los movimientos, frentes o partidos que luchan por la libertad y la justicia más plena.
Por eso es tan importante no sólo acceder al mismo, sino mantenerse. Esto implica la necesidad insoslayable de un programa escalonado por etapas para la toma del poder. En primer lugar, acumular fuerzas; en segundo lugar, promover el proyecto entre las masas, es decir, hacerlo creíble y lograr un arraigo popular; en tercer lugar, ganar la batalla electoral con toda la carga organizativa que trae consigo; en cuarto lugar, mantener y defender el poder que solo es posible si se logra un frente amplio de todas las fuerzas, aunque tomando en cuenta que la fuerza principal han de ser los trabajadores para que el proyecto tenga un carácter de profundidad política y hondura en los necesarios cambios de estructura económica, política y social y en quinto lugar, cumplir el programa según las circunstancias que se presenten.
En tal sentido el destacado pensador marxista argentino Patricio Echegaray nos señala:
Creo que no se puede construir una alternativa de gobierno y de poder, actuando solamente o invirtiendo lo principal del esfuerzo político en el terreno electoral. Por este camino hay experiencias: o se llega al gobierno y la izquierda es coptada por políticas de la derecha produciendo enormes frustraciones y decepciones; o se llega al gobierno sin un adecuado andamiaje de poder popular y se intenta producir transformaciones que terminan con derrocamientos por la vía de la fuerza{17}
Un análisis conceptual metodológico de este problema nos lleva a dejar establecido que el problema de erigirse en alternativa ante los gobiernos neoliberales, no puede ser sólo entendido como programa económico o político de promesas de transformaciones económico sociales que no llegan a cumplirse, el problema va más allá en sus profundidades tácticas y estratégicas. La alternativa tiene que ser un proyecto de acumulación de fuerzas para constituir el sujeto social, el pueblo, en un sujeto político, en un nuevo bloque histórico de poder para producir las transformaciones necesarias.{18}
Un aspecto trascendente en las posturas metodológicas del tema del poder para la izquierda latinoamericana tiene que partir de la consideración de que el verdadero poder para estas fuerzas, estará dado cuando logre la ruptura profunda de todo el orden establecido para que sean reales los cambios, si no todo cae en el terreno de las buenas intenciones y de las especulaciones estériles, ya que con una economía totalmente en manos del capitalismo transnacional, con un ejército al servicio de esos intereses, con instituciones represivas que los respaldan, con un ejército de funcionarios venales y corruptos, con las grandes triquiñuelas de los procesos electorales y sus enormes fraudes los cambios a los que se aspira realizar constituye uno de los desafíos más grandes que encara hoy día la izquierda latinoamericana.
El problema de las reformas es uno de los temas cruciales cuando se enfoca el problema del poder y ello está dado en como se comprende el carácter y profundidad de las reformas y como tocan de un modo esencial el problema de las estructuras socioeconómicas y sociopolíticas; es decir lo que se está dirimiendo es si el enfoque de las reformas tienen un sentido de cambio contra el sistema capitalista imperante en América Latina o significan sólo cambios que sólo tratan de paliar los efectos de la crisis estructural que vive hoy la sociedad latinoamericana; por eso aunque ambos enfoques sobre el poder se enfrenten a las políticas neoliberales y critiquen sus métodos y los problemas generados el problema está dado en como se asume la alternativa.
En los tiempos actuales los procesos de izquierda que han tomado el gobierno central y otros gobiernos locales municipales y provinciales o estaduales han llevado a cabo todo un conjunto de reformas que por su objetividad se corresponde con las circunstancias histórico concretas en que se debate la izquierda latinoamericana hoy, pero esto a su vez constituye su mayor desafío, ya que la cuestión de fondo es que si los procesos se quedan al nivel las reformas en los marcos del sistema entonces la revolución no se hará posible en toda la línea de los cambios profundos que en el orden estructural son necesarios para dar real viabilidad a un proyecto emancipatorio realmente revolucionario y esto en esencia es lo que distingue a una concepción reformista de la realmente revolucionaria sobre el asunto del poder y de la naturaleza del proyecto que lo sustenta
En tal sentido un aspecto de trascendental importancia está dado en valorar varios ejes o dimensiones por los que pasan las discusiones actuales de la izquierda sobre el poder: el problema del poder desde arriba y desde abajo, es decir los que conciben la necesidad de la toma del poder político, del Estado para la viabilidad del programa emancipatorio a corto y mediano plazos y los que no conciben así la toma del poder y sólo se constriñen al poder entendido como el accionar desde abajo de las organizaciones y movimientos sociales de izquierda. Esto compromete la profundidad del proyecto que se pretende llevar a cabo.
A partir de estas proyecciones se debate el problema de la revolución o el reformismo en la naturaleza de cómo concebir el proyecto como antisistémico o moviéndose en las fronteras propias del sistema sin plantearse el problema de la ruptura con el sistema capitalista y la proyección hacia el socialismo. Y cuando se aborda el problema del socialismo como proyecto a seguir se debaten otros ejes temáticos de discusiones: el problema del modelo autoritario que ya demostró su inviabilidad o asumir profundamente la concepción democrática en la proyección de la construcción de una sociedad socialista de nuevo tipo.
Precisamente a partir de esta concepción esencialmente democrática del socialismo el problema de la gobernabilidad es otra de las dimensiones a tomar en cuenta, es decir el problema de la eficacia del gobierno y la gestión socialista, lo que compromete el análisis de un problema que debe encarar el socialismo con una nueva perspectiva : el problema de la burocracia y de la corrupción.
Correspondientemente coincidimos con Enrique Ayala y Rafael Quintero cuando señalan:
Las bases generales sobre las que se asienta el reformismo son varias. Se plantea en primer lugar, como «alternativa de cambio» a los proyectos de la izquierda revolucionaria, cuya plataforma política se considera «superada». En un discurso muy radical y crítico, a veces utilizando ciertas categorías marxistas, se postula la readecuación del sistema prevaleciente sin que sus elementos esenciales varíen, es decir manteniendo la vigencia del régimen económico y político del capitalismo dependiente{19}
El necesario reciclaje entre el gobierno y los diversos movimientos y agrupaciones políticas de izquierda, debe posibilitar la movilización rápida y efectiva de las mismas para frenar las tácticas contrarrevolucionarias de las fuerzas de la derecha; la construcción de alternativas para los diversos actores sociales que participan en el proceso revolucionario de forma que se vean representados sus intereses materiales y la promoción de sus identidades culturales, con la consecución de una política de desarrollo educacional y cultural que no se decide desde arriba, sino que brota de las necesidades de expresión multivariada de los sujetos que intervienen en el proceso lo que garantiza su implementación objetiva y democrática.
El diseño de un proyecto a corto, mediano y largo alcance permite de forma aproximada y basada en los métodos científicos del diagnóstico tener aseguradas las medidas a tomar en cada caso, garantizando de este modo no sólo el qué hacer, sino el cómo hacerlo de la forma más racional y participativa; Lo planteado con anterioridad equivale a la necesaria radicalización de estos procesos emancipatorios de izquierda en el poder que garanticen de forma gradual la consecución de la revolución y de los cambios profundos que en el orden económico, político y social permitan en un momento dado, cuando las circunstancias lo permitan, llegar a la realización teórica y práctica del socialismo renovado con la aplicación creadora del marxismo.
Por tales razones determinados sectores de la izquierda revolucionaria en la actualidad en sus diferentes versiones y proyecciones se plantean como proyecto el desarrollar la lucha electoral como vía, no como fin. Para ellos la vía es precisamente tomar el poder por la vía electoral y el fin iniciar cambios profundos en el orden socioeconómico que garanticen resolver los problemas de las mayorías, planteándose primero, la revolución democrático popular y luego como una alternativa de más alcance, la construcción de la sociedad socialista en la que la democracia debe primar como el eje central. Otros siguen manteniendo la vía armada como camino y también existen los que desestiman la toma del poder político , como poder centralizado , pero en todas estas variantes de formas de lucha el problema de la democracia es un tema central en lo que respecta a la propia asunción de la actividad creadora y consciente de los sujetos en lucha y en el diseño de una sociedad más libre abierta y participativas , con acceso a todos del desarrollo que se logre en lo económico y lo sociocultural.
Pablo González Casanova{20} valora en este sentido que la democracia no puede dejar de entenderse separada de la historia de nuestros pueblos y de sus luchas contra las estructuras de poder, de dominación y de explotación. Cuando pensamos globalmente en ella, estamos tomando partido por recuperar y reinterpretar la historia, sellando un compromiso para eliminar todo vestigio de represión, de autoritarismo dictatorial que mutile los derechos de los ciudadanos y por defender la utopía de los pobres que luchan incansablemente por satisfacer sus necesidades inmediatas. Para este autor la democracia no es solo una forma de gobierno, sino una continua lucha por eliminar la explotación, por ampliar la participación popular, por garantizar el respeto y la autodeterminación de las personas y por construir una sociedad más justa y plural comprometida con el desarrollo efectivo de las mayorías.
Las esencias de la democracia en los proyectos de la izquierda revolucionaria tienen como sello el constituirse en una proyección social a favor de las mayorías, por eso sus principales objetivos tienen que ser la superación de la pobreza, una profunda y extensa reforma de la educación que posibilite su eficacia productiva y la administración eficiente de las empresas, el conocimiento científico unido a la investigación, lograr la integración de la mujer y el desarrollo de la identidad nacional basado en el cultivo de la memoria histórica. La nueva alternativa es inconcebible a nivel mundial sin una cultura universal de la tolerancia del respeto al pluralismo religioso, ideológico, cultural así como a las distintas razas, a los géneros, a las preferencias sexuales, a los espacios laicos, a los pensamientos críticos, a la equidad y la justicia social y a las variadas formas de la autonomía y la soberanía de las naciones y los pueblos.{21}
Marta Harnecker{22} señala con acierto que La viabilidad de tales ideas se torna compleja si tomamos en cuenta los desafíos actuales en América Latina, como son la política hegemónica del imperialismo, la globalización de la economía, las tendencias cada vez más fuertes de erosionar la soberanía y la autodeterminación de las naciones, así como la propia falta de unidad estratégica de la izquierda.
La izquierda, que tiene entre sus objetivos implantar una democracia con justicia social, tiene ante sí la exigencia de lograr el poder para llevar a efecto las transformaciones revolucionarias. Sin embargo hoy existe el consenso de que la toma del poder no es el asalto en un momento dado, sino un proceso más complicado que requiere el reagrupamiento de fuerzas dispersas y dar la batalla en el frente electoral con un programa creíble en el que se vean representados todos los sectores, sin exclusiones ni sectarismos.
Coincidimos con los criterios de Ruben Drí cuando nos señala que:
Todo cambio, toda transformación, toda revolución que se proponga siempre tiene en su centro el tema del poder que significa quien y cómo será reconocido... Ese poder no puede empezar a construirse una vez «que se le ha tomado», por que en realidad lo que se ha hecho es ocupar el lugar que antes tenían «los otros».{23}
Las experiencias de poder que la izquierda ha mostrado en las diferentes etapas de su desarrollo desde el triunfo de la Revolución Cubana hasta la actualidad ha demostrado como lección que crear un poder popular significa crear nuevas relaciones humanas, nuevas relaciones sociales y nuevas relaciones políticas. Estas no pueden comenzar cuando se tome el aparato del Estado, estas relaciones nuevas hay que fortalecerlas antes de la toma del poder político, creando relaciones de participación real y efectiva dentro de las organizaciones de izquierda que luchan por la instauración de un proyecto emancipatorio, si esto no se logra las masas serán concebidas como meros soldados que sólo tienen el deber de obedecer órdenes y de aceptar como receptores pasivos las indicaciones emanadas del aparato dirigente de estas organizaciones de izquierda, tales concepciones no han conducido al establecimiento real de un poder efectivamente democrático de las fuerzas de izquierda para hacer firme y viables las propuestas de cambio en todos los órdenes que reclaman sus programas.
Uno de los desafíos mayores que tienen los frentes de izquierda que han accedido o accedan al poder lo constituye el poner en práctica una concepción integral, coherente y viable del paradigma de democracia popular en las actuales condiciones y contextos históricos, para propiciar en la práctica el desarrollo de la revolución social y la dialéctica correspondiente entre los factores socioeconómicos, políticos, sociales y socioculturales que la misma demanda en el contexto de las complejas contradicciones y de la búsqueda de solución en la sociedad latinoamericana actual.{24}
Se trata de una democracia de nuevo tipo que otorgue la libertad al pueblo trabajador; no se trata de dar al pueblo una democracia de minorías, sino de una democracia nueva, de contenido popular, caracterizada por su carácter participativo y no sólo representativo. cuyo proyecto tenga un carácter abierto que permita al pueblo trabajador el acceso a la toma de decisiones sobre las líneas estratégicas y sobre la solución de los problemas cotidianos de las personas, asegurando la participación de las mismas en la ejecución y control de las decisiones, en el diseño y la puesta en práctica del proyecto y en el trabajo menudo y grande para alcanzarlo; que desarrolle cauces para que las personas y los pequeños colectivos puedan resolver con creatividad un sinnúmero de problemas que jamás serán resueltos por la administración central del Estado.
Lo esencial es que se logre la integración del individuo a los intereses de las colectividades a través del debate abierto de los problemas sin ningún tipo de censura. Necesidad del pluralismo ideológico a fin de lograr la unidad a través de lo diverso con programas amplios que respondan a los intereses de cada una de las fuentes representadas, manteniéndose la legitimidad política.
Estos rasgos, en la consecución de este modelo, constituyen la base para que el proyecto sea adoptado plenamente por la gente porque se ven en él representados y asegura, por tanto, la participación voluntaria y activa de los actores populares en la transformación y desarrollo de los respectivos países.
2.2. Las proyecciones de la izquierda latinoamericana que no se plantean la toma del poder y el problema del reformismo
Una de las proyecciones teóricas y prácticas del pensamiento de izquierda latinoamericano que se perfila en la actualidad es la que no se plantea la toma del poder político, sino que lo que inspira sus luchas son las reivindicaciones socioeconómicas y los derechos a la participación más activa de todos los ciudadanos en los asuntos políticos, en el seno de una sociedad que respete la pluralidad y garantice la más abierta democracia.
Estos movimientos{25} enfrentan al Estado neoliberal como a su interlocutor directo, ya que está obligado a proporcionar seguridad social para toda la sociedad y hacia ese objetivo hay que obligarlo a cumplimentar su misión. Pero al mismo tiempo este tipo de Estado se considera un adversario al cual hay que ofrecer resistencia y dar un frente amplio de reclamos. Se proponen construir un tejido social activo que actúe en los barrios, en las comunidades, en las fábricas tratando de crear un fondo común para dar ayuda social a los más necesitados, llevar un enfoque de la cultura más democrático y abierto que permita el alejamiento de las políticas culturales enajenantes que hoy superviven como manifestación de la penetración cultural de los centros de poder.
La necesidad que ellos plantean es crear una alternativa de posibilidades para enfrentar al Estado y crear una corriente de resistencia que provoque una toma de conciencia por parte del mismo para que permita las reformas institucionales correspondientes.
La interrogante que se abre es si estos cambios sociales que se proponen conseguir estas fuerzas de izquierda en la región son posibles teniendo como plataforma política a estos gobiernos neoliberales, que ya han demostrado su incapacidad para resolver los problemas sociales de las mayorías, privilegiando en sus políticas los intereses de los capitalistas transnacionales latinos y extranjeros, recortando hasta lo indecible los presupuestos públicos destinados a gastos sociales, con vista a reducir la deuda del Estado y en parte pagar los intereses de la deuda externa que como un cáncer corroe a estos países.
En torno a esto se abren hoy día muchas discusiones en torno al papel de los sujetos de los proyectos emancipatorios y su real participación en las estructuras tradicionales de poder y entonces el acento se pone en la construcción de subjetividades que le permitan a los actores desarrollar una real participación en el poder visto en su dimensión más concreta, como el espacio donde actúan estos sujetos en la sociedad y no visto en su concepción de entes pasivo en la construcción y en los destinos de la nueva sociedad.
Para estos pensadores de izquierda que no conciben la toma del poder en su integralidad como poder básicamente tomado y desarrollado desde arriba, con su consecuente reciclaje desde abajo, el asalto al poder significó violencia armada y política de un bando y otro que dejó fracturas en las conciencias de los pueblos generando como consecuencia más violencia y nuevos sistemas de dominación, de estratos sociales en el poder y de dominación de determinados partidos políticos por encima de otras organizaciones participantes que perdieron de hecho todo protagonismo, Tales posturas plantean además que ante la debilidad del llamado «Estado-Nación» hoy día cada vez se hace más imposible la toma por asalto del poder porque este se encuentra cada vez más en manos de las transnacionales y de sus políticas hegemónicas. El pensador de izquierda argentino Ricardo Vicente López nos señala en torno a esta problemática:
Así, bajo el influjo de un marxismo leído en clave leninista, el asalto al poder se convirtió en el único camino a transitar. Ese asalto imponía las reglas de la violencia armada. Al poder armado se lo enfrentaba con otro poder armado. Sin alcanzar a comprender, entonces, que la violencia de las armas mata antes a las conciencias que a las vidas, y cualquiera fuese el resultado, dejaría siempre una fractura social que exigiría más violencia posterior. Durante esa misma época se iba produciendo en el mundo, bajo el influjo de la Crisis del Petróleo, una transformación de la política, subordinada cada vez más a la economía, que iba convirtiendo los aparatos estatales nacionales en cáscaras vacías. Hoy la toma del poder carece de significación, además de ser una imposibilidad histórica, pero ello no impide pensar una liberación que transite otros senderos.{26}
Estos argumentos más arriba expresados no son enteramente válidos porque no toman en cuenta que toda revolución es un proceso que sacude los cimientos socioecómicos y sociopolíticos de las sociedades explotadoras y su proyección de progreso social de libertad y de justicia enrola a variados sujetos que se encuentran sometidos de un modo u otro a la situación de avasallamiento del régimen y por tanto sobre estos se ejerce violencia y no se puede esperar como respuesta una actitud de pacificación, toda revolución genera lucha y enfrentamientos radicales contra el adversario político ya sea en el campo armado que no es la única vía, puede ser también en el campo de lo electoral , pero lo es también y tiene esto mucho peso hoy día en las batallas civiles de los sujetos que luchan con todo denuedo contra el poder neoliberal y las transnacionales.
Por tanto una vez tomado el poder estas clases, grupos y sectores que son sujetos revolucionarios del cambio van ejercer su poder en detrimento de los intereses de las clases explotadoras y esto traerá consigo un nuevo tipo de dominación la de la mayoría sobre la minoría, Desde luego el desafío estará en el tipo de Estado Revolucionario que se institucionalice y como encara profundamente el problema de una democracia realmente participativa y ejecutiva que no sea excluyente de ninguno de los sujetos involucrados en la lucha.
Realmente nuestra concepción metodológica en el análisis del problema del poder desde una perspectiva revolucionaria es que hay tomar en cuenta la dialéctica necesaria entre dos momentos inseparables el de la construcción del poder desde abajo, fruto de la participación consciente de las sujetos en el proyecto de liberación y el otro momento necesario e importante de la toma del poder político como megapoder que permita llevar a cabo las transformaciones a un nivel macro y posibilite los cambios trascendentales contenido en los proyectos emancipatorios, pero al mismo tiempo dimensionando la sociedad civil como un espacio insustituible de la necesaria hegemonía del poder proletario , lo que permite la construcción democrática de la revolución y la verdadera consolidación de esta como proceso.
Notas
{1} Marta Harnecker. «La política como el arte de construir una fuerza social antisistémica», en América Libre no 16, abril del 2000, p.137 - 138.
{2} Op. cit., págs. 138-139.
{3} Joaquín Santana: Mariátegui y el marxismo creador en:
http://www.filosofia.cu/contemp/index.htm#joaquin
{4} Tomando en cuenta el análisis histórico concreto de los procesos revolucionarios en
{5} Véase a Samir Amín en «Hacia un foro mundial crítico. La alternativa al pensamiento
{6} Fernando Martínez Heredia: «Balance y recreación del socialismo» en América Libre, nº 10, Enero 1997, pág. 110.
{7} Isabel Rauber, «Crisis y desafíos de la izquierda», en Una izquierda que se renueva, Marta Harnecker e Isabel Rauber, Editorial Biblioteca Popular. Agosto de 1991, pág. 52.
{8} Adolfo Sánchez Vázquez, «Izquierda y derecha ¿en la política y en la moral?», en revista Casa de Las Américas, nº 192, 1997, pág. 25.
{9} Op. cit., pág. 27
{10} Op. cit., pág. 28
{11} Op. cit., pág. 30
{12} Emir Sader, «Los desafíos de la izquierda», en América Libre, nº 8, noviembre de 1995, pág. 50
{13} Isa Conde, Narciso: «América Latina y el Caribe ante la crisis de fin de siglo», en América Libre, nº 12, 1997, pág. 170.
{14} Véase José Antonio Soto Rodríguez, «Desafíos de la izquierda latinoamericana en los umbrales del Tercer milenio», capítulo 2, epígrafe 2.1, Ediciones Santiago, Santiago de Cuba, Cuba 2002.
{15} Frei Betto, «¿Crisis de las utopías? El papel de la subjetividad en la lucha liberadora», en América Libre, nº 8, noviembre de 1995, págs. 38-39.
{16} Véase sobre este análisis el trabajo de Patricio Echegaray, «Construir un nuevo enfoque popular sobre el poder» en América Libre, nº 8, noviembre de 1995, págs. 62-65.
{17} Patricio Echegaray, «Construir un nuevo enfoque popular sobre el poder», en América Libre, nº 8, noviembre de 1995, pág. 64.
{18} Los espacios políticos civiles constituyen la única alternativa posible para que las fuerzas de izquierda puedan a través de lo que hoy se llama la «Revolución Civil» dar la batalla por el acceso al gobierno para las grandes mayorías, primer paso para la conquista del poder político. Sin embargo estas formas en que han de moverse las fuerzas de izquierda abre incógnitas insospechadas, ya que tienen que moverse en un terreno que ha sido hasta hace poco privativo de lo partidos tradicionales burgueses y donde la derecha ha tenido siempre el pleno dominio, con su poder coacciona, lleva a cabo el chantaje y a través de las falsas promesas compromete al electorado a sus programas.
La izquierda latinoamericana se ve precisada hoy a un aprendizaje político rápido que garantice su movilidad efectiva en estos espacios, lo que sólo será posible si logra trabajar de forma eficiente con las comunidades, puestos de trabajo, los grupos marginales, trabajadores por cuenta propia y el sector intelectual que tiene un peso importante por su preparación política superior, pero además tiene que captar al estudiantado que hoy se encuentra dividido y fragmentadas sus organizaciones dado el carácter de la privatización de la enseñanza que ha impuesto el neoliberalismo y la enseñanza pragmática que está dirigida a formar un ciudadano que responda al ideal del neoliberalismo y su fetiche de individualismo y de espíritu competitivo de libre empresa, que asegura que sólo se mire el bienestar personal y no los intereses colectivos. Por tanto las luchas políticas a emprender son fuertes, para convencer y captar para las luchas sociales de la izquierda, y sobre todo hacer creíble sus programas. Sólo de este modo y logrando un fuerte frente común es que pueden lograrse los triunfos efectivos en las batallas electorales y en la toma del poder político para hacer realidad los programas de estas fuerzas.
{19} Enrique Ayala y Rafael Quintero: «Teorías e ideologías sobre el Estado en Ecuador», en El Estado en América Latina. Teoría y práctica (Pablo González Casanova coordinador), Editores Siglo XXI y Universidad de las Naciones Unidas, México 1990, pág. 400.
{20} Véase a Pablo González Casanova: «La crisis del Estado y la lucha por la democracia», en La Democracia en América Latina. Actualidad y perspectivas (Pablo González Casanova y Marcos Roitman coordinadores), Ediciones La Jornada, México 1995.
{21} Ver de José Antonio Soto Rodríguez, Desafíos de la izquierda latinoamericana en los umbrales del tercer milenio, capítulo 3, epígrafe 3.1, Ediciones Santiago, Santiago de Cuba, Cuba 2002.
{22} Véase el ensayo de Marta Harnecker, La izquierda en el umbral del siglo XXI, Editorial Desde abajo-difundir, Colombia, julio de 1998.
{23} Ruben Dri Retruco, «Debate sobre el poder en el movimiento popular», en Rebelión, La izquierda a debate, http://www.rebelion.org/izquierda.htm
{24} Ver a Juana, Rosales, «Movimientos sociales y democracia en América Latina», en Democracia, Derecho y Sociedad Civil, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 2000.
{25} En este sentido es interesante ver los trabajos de Carlos M. Vilas, «La izquierda latinoamericana: búsquedas y desafíos», en Revista del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, UNAM, México 2001; el de Daniel Campione, «Disquisiciones sobre el capitalismo, neoliberalismo y alianzas (inspiradas por diálogos nacionales y frentes productivos)» en http://www.rebelion.org/izquierda.campione250202.htm
{26} Ricardo Vicente López, «América, el poder y la liberación», en Revista de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional del Sur, Argentina 2003.