Nódulo materialistaSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org


 

El Catoblepas, número 38, abril 2005
  El Catoblepasnúmero 38 • abril 2005 • página 23
Libros

Jovellanos, España
y el materialismo filosófico

Pelayo Pérez García

Sobre el libro de Silverio Sánchez Corredera, Jovellanos y el jovellanismo,
una perspectiva filosófica,
Pentalfa, Oviedo 2004, 860 págs

I

Silverio Sánchez Corredera, Jovellanos y el jovellanismo, una perspectiva filosófica, Pentalfa, Oviedo 2004 No hemos hecho caso de las recomendaciones que el autor de este magnífico y esforzado estudio emitió en la presentación del mismo en la Casa-Museo de Jovellanos de Gijón, en el sentido de que acaso fuera mejor no seguir las divisiones del voluminoso libro de manera sistemática, sino 'olvidarlas', dedicándose el lector únicamente a la exposición central que trata de la vida y de la obra de Melchor de Jovellanos, así como de las múltiples interpretaciones que sobre su figura se han llevado a cabo hasta el presente. Acaso las 805 páginas de apretada letra y sus 1434 notas a pie de página volvían a nuestro autor conmiserativo con los futuros lectores, pero el resultado no es, al contrario, desalentador, sino fructífero y a la altura de lo propuesto.

Nosotros hemos leído el Jovellanos y el jovellanismo, una perspectiva filosófica, de Silverio Sánchez Corredera{1}, desde la primera a la última página como corresponde a la exigencia misma del autor y a la perspectiva que anuncia su título. Y al hacerlo no sólo respondemos a una consideración de respeto para quien ha dedicado un esfuerzo tan notorio y con resultados extraordinarios, sino con quien representa además un ejercicio de teorización y puesta a punto, de aplicación, en este caso a la historia contemporánea de España representada por la figura emblemática y poliédrica de Jovellanos, de las vías y materiales abiertos y triturados por el materialismo filosófico, plataforma desde la cual nuestro autor se sitúa desde el principio y con cuyo sistema de ideas nos llevará a enfrentarnos al complejo entramado de las relaciones ético-morales y políticas en un ejercicio crítico-regresivo que alcanzará el plano onto-lógico necesario para desde él extender, en el progressus, la red analítica conceptual que ha ido extrayendo de las lecturas y enseñanzas que Gustavo Bueno y su obra han ejercido en nuestro autor. Así pues, no solamente no hicimos caso de los consejos del autor, sino que no podíamos hacerlo si queríamos ejercer por nuestra parte la obligada lectura sistemática que una obra de filosofía exige.

Pero si la presencia de El Sentido de la vida, Primer ensayo sobre las categorías de las 'ciencias políticas' o Symploke es determinante, no lo es menos El animal divino o alguna de las últimas obras de Bueno, como El mito de la Izquierda, las izquierdas y la derecha. Aunque se equivocaría quien viese en estas páginas exhaustivas y detalladas, ambiciosas y comprometidas, una reducción del «materialismo filosófico» a sus componentes éticos, morales y políticos, ya que estos no pueden ni siquiera postularse si no es desde presupuestos ontológicos que, en toda esta primera parte, están representados por el ejercicio expreso del autor. Es decir, la lectura de la primera parte del libro de Corredera corrobora el tránsito del autor por los Ensayos materialistas, pero también por los estudios gnoseológicos llevados a cabo por Gustavo Bueno durante décadas y recogidos destacadamente en los volúmenes de la Teoría del Cierre categorial, a la cual en más de una ocasión nuestro autor se remite.

No podría ser de otro modo, ya que la «implantación política de la filosofía» que es una de las conclusiones y exigencias de los ensayos ontológico materialistas de Bueno, tienen aquí una de sus expresiones más acabadas y muestran como un discípulo puede añadir, interpretar, matizar, enriquecer en suma la fundamental aportación del maestro.

Dejando en principio estas consideraciones aparte, puesto que no queremos rebasar las formas que una «reseña» marca, sí queremos dejar constancia de una característica que, a partir de la publicación de este libro monumental, no nos cabe ninguna duda será más que notoria y referencial: nos encontramos ante un estudio, y no sólo sobre o acerca de Jovellanos, que traza una línea imprescriptible, un antes y un después de la misma. Y decimos «no sólo acerca de Jovellanos», de su obra, de su influencia y de las interpretaciones que sobre su figura se han ido realizando, sino porque el análisis de S. Corredera transciende a la figura del ilustrado gijonés y muestra toda la potencia del ejercicio interpretativo-filosófico desplegado, que abarca así, como es el caso, a los mimbres que configuran la España contemporánea, y que tienen como un núcleo determinante y representativo a la figura del ilustrado Don Melchor Gaspar de Jovellanos. Lo cual, y no creemos exagerar ni caer en el partidismo, repercute en su fuente: el materialismo filosófico; pues son estos ejercicios, estas aplicaciones, las que muestran su potencia, su vivacidad, e incluso como es el caso, la «flexibilidad» interpretativa, la capacidad de corrección, de ampliación, de modulaciones internas poliédricas.

Si la primera parte, de las tres en las que se divide el texto, representa un ejercicio brillante y atinado del regressus necesario al cual nuestro autor someterá al corpus fenomenológico que tiene como figura al propio Gaspar de Jovellanos, a su obra, su influencia, su actividad política, así como a su propia existencia, su dimensión ética pues, pero también las interpretaciones y repercusiones que en los otros causara, ya sea en el presente inmediato o en el futuro hasta nuestros días, corpus que configura la segunda parte del estudio de Corredera, nos resulta difícil de imaginar cómo se puede adentrar, internar, atravesar realmente semejante diversidad y variaciones sobre el mismo tema que a lo largo de doscientos años se han ido sucediendo si tenemos en cuenta además el propio carácter «enciclopédico» del autor considerado. De hecho, será al final de esta segunda parte, cuando el aparato crítico de nuestro autor haya ejercido su función triturante y reordenadora, que asistiremos mediante la clasificación final a cómo y por qué, ante esta polifonía aludida, unos y otros intentan hacer sonar su propia melodía ideológica. Tras estas clasificaciones críticas, que sólo el aparato lógico transcendental que maneja el autor, es decir, las ideas en symploké que echa como una red sobre la pluralidad de voces, aspectos, colores, interpretaciones y posiciones que sobre Jovellanos, y la historia contemporánea de España, se han opuesto e intentado prevalecer unas sobre otras.

Pero S. Corredera enlaza esta segunda parte con la tercera, la clave de bóveda con la que cerrará su entramado, la «perspectiva filosófica» que anuncia su título y que, sin pretender ser científica y definitiva, absoluta, como el propio autor nos recuerda apelando al carácter de conocimiento de segundo grado de la Filosofía, no puede dejar de mostrar el efecto regulador, la fertilidad crítico organizativa de los fenómenos tratados –y no lo olvidemos, son 'todos' los que caen en el espacio axioantropológico, como así califica conceptualmente nuestro autor el campo que ha fundamentando en la primera parte y cuyos goznes roturará bajo los epígrafes de E(Etica)-M(Moral) y P(Política)–; fenómenos que desde posiciones categoriales y parciales, pero imprescindibles y necesarias, como las interpretaciones ya sean historicistas o filológicas, ya sociológicas o políticas o ya la religiosa, cuando no la literaria, recorren solamente cuanto su radio de acción permite y, aunque no siempre, excluyendo o no pudiendo por su misma función, conectar, estructurar, superar ese espacio acotado y así, en una unidad sintética que es la consecución precisamente de la posición filosófica, recoger todas estas radiaciones en una circunferencia totalizante que es, en conclusión, la que consigue trazar S. Corredera.

II

La primera parte del estudio que comentamos nos muestra, repetimos, las consecuencias de un regressus efectuado con toda su pertinencia, y tal que los fenómenos quedan triturados, analizados, como posteriormente se comprobará por la resultancia misma de su progressus. Realizado el trámite minuciosamente llevado a cabo, nuestro autor nos presenta un tríptico con el cual articulará una imprescindible reestructuración de los fenómenos que ha dejado «entre paréntesis». Todos los aspectos existenciales, cuanto esenciales, de la figura de Jovellanos, van a ser tratados según esta 'estructura', la cual ya desde las primeras páginas califica de «e-m-p». La diferenciación llevada a cabo por Bueno entre ética y moral, culmina en el aspecto político, que gira entorno de la categoría fundamental de la eutaxia. A lo largo de más de cien páginas, exhaustivamente, Corredera recorrerá los «términos, las operaciones y relaciones» que estas diferencias comportan. El modelo conceptual no se presenta así pues gratuitamente, calcado diríamos, sino que al leer esta primera parte asistimos a una reexposición ejercitada por el autor y que además muestra sus propios recorridos, desde Espinosa a Hobbes o Kant, que tanta influencia tendrá, con Rousseau, tanto en Jovellanos como en Corredera. Quizás los nexos, que establece en unas tablas sintéticas –véase la página 86, o la importante clasificación de la página 102, donde a los términos, operaciones y relaciones, hace corresponder, claro está, los ejes sintáctico, semántico y pragmático– cuya operatividad es incuestionable, pero en cuyos desarrollos echamos en falta un mayor y detenido recorrido por la Filosofía del Derecho, por las Leyes, aunque sin cesar se citan y prescriben como enlaces entre la moral y la política, por supuesto, pero que no parecen alcanzar el rango que nosotros consideraríamos, aunque es una opinión, dado que en las páginas 68 y ss., queda resaltado este enlace y a lo largo de la obra reaparece el ámbito judicial en múltiples ocasiones como es el caso. Quizá sea esta una mirada posthegeliana, por nuestra parte, o la sombra alargada y excesiva del kantismo que tanto conoce y transita nuestro autor.

Estas páginas configuran, como dijimos más arriba, el campo que Corredera denominará axioantropología. Y será entonces, desde sus resultados, desde el entretejimiento de ideas que lo fundamentan, que podamos abordar la segunda y extensa parte de la obra.

En esta segunda parte Corredera vuelve a los fenómenos, se mete de lleno en la «caverna» y va a intentar salvarlos, iluminándolos y recuperándolos con creces en tanto en cuanto los engarzará además en un hilo conductor sumamente fértil que, según tenemos entendido, en conversaciones varias con su director de tesis, le hizo ver tras los comentarios y cambios de impresiones de tan ingente proyecto: se trataba de seguir las «interpretaciones al hilo precisamente de las ediciones» de la obra de Jovellanos. Es decir, cómo ya en vida del autor unos grupos u otros se iban apropiando de su figura e interpretándolo con mayor o menor acierto, según los movimientos y transformaciones ideológico-políticas del momento. Ya hemos mencionado este aspecto en nuestra primera parte. Sin embargo, no se trata de un recorrido de «bibliófilo», de hermenéutica editorialista, o sea, sociológica ni tampoco filológica. Este hilo permite conectar y desconectar, atravesar precisamente el maremagnum de tan extensa como intensa biografía que, a la altura de la Historia, extendió su sombra por la política, la literatura, la religión, la moral, la filosofía, la economía, &c., como ejemplar vivo del perfecto ilustrado enciclopedista. Lo que surgirá de este engarce es lo que su estudioso calificará de «filosofía jovinista» frente a los estudios habituales considerados «jovellanistas». Y esta filosofía ejercitada y diluida en sus más de 200 escritos, la considera Corredera como una verdadera «filosofía moral».

Son muy jugosos los análisis que Marx hace acerca de Jovellanos en sus crónicas sobre España y la consideración que, como él, otros muchos ilustres pensadores le tuvieron.

Pero, para terminar este apartado, dejemos toda esta riqueza para que los lectores la extraigan, y hagamos notoria semblanza de las consecuencias del progressus llevado a cabo a través de 500 páginas memorables, del corpus de la obra que reseñamos y que se intitula: «La España contemporánea a través de Jovellanos (recepción y proyección desde el siglo XVIII hasta nuestros días)». En este sólo título ya queda claro que Jovellanos ha sido rebasado, transcendido en su calidad de «hombre, de político, de escritor, &c.», y que vamos a encarar a la «persona» como centro de múltiples relaciones, de múltiples centros a su vez, y de irradiaciones que aún nos alcanzan. Así, en el capítulo final de esta segunda parte, páginas 627 y ss., se nos muestra un apretado resumen de las síntesis que ha ido construyendo Silverio en las páginas anteriores y que presentan un sorprendente resultado. Pues éste no es otro que el haber encontrado «seis etapas» jovellanistas y tales que estas, como recogen las páginas mentadas, se conjugan perfectamente con las «seis modulaciones sobre la izquierda» que Bueno había conceptualizado en su libro El mito de la izquierda.

Pero es necesario destacar lo siguiente: el hecho, que calificamos de sorprendente, y así lo expresa el propio autor, no está en la «coincidencia» para un lector a posteriori, cualquiera de nosotros hoy. La sorpresa se la llevó el autor al leer, aún en galeradas, pues todavía no se había publicado el libro citado de Bueno, las «seis modulaciones» sobre la izquierda y, con las correcciones y matizaciones pertinentes, la coincidencia con sus «seis etapas» tras el análisis de la vida, obra, recepción e interpretación hasta hoy del «fenómeno Jovellanos». Corredera leyó a posteriori el libro de Bueno, pero alcanzó las mismas clasificaciones.

La sorpresa se reduce cuando, eso sí, leído desde el materialismo filosófico y hoy, nosotros comprobamos que el «núcleo» de partida de ambos libros es el mismo: la Revolución francesa y las transformaciones políticas y morales, y también éticas, que causara. La Idea de la Nación-Estado y la generación de las «izquierdas» irán configurando estas caras del mismo poliedro. Por otro lado, es muy pertinente el concepto de «derecha» que, creemos está en Corredera más precisado, matizado y definido, por cuanto su estudio en tanto que es una aplicación a materiales que exigen esa diferenciación que precisamente la trayectoria del «curso» histórico tenderá a confundir; perentoria aclaración para entender como, posteriormente, la izquierda socialdemócrata, pero también los liberales de derechas, por ejemplo, fueron surgiendo de esta génesis ilustrada-revolucionaria frente al Antiguo Régimen, y cómo en cada apropiación-transformación, la figura de Jovellanos es tomada como propia por unos u otros. Y es que nuestro autor al ir 'progresando' hasta el presente, encontró seis etapas, como decimos, que se corresponden con las «formas políticas» que se iban desplegando en España de resultas de su industrialización, de las influencias ilustradas, del seísmo revolucionario, del desarrollo de las técnicas y de las ciencias, &c., que transformaban a su vez el tejido social y las relaciones de poder.

Etapas y formas políticas con una «correlación fuerte» en el siglo XIX y que en el siglo XX muestran una correspondencia «débil», pero resulta que el contexto histórico-social y las «etapas jovellanistas» se entienden recíprocamente. Así, Corredera encontró un «jovellanos socialista», pero también el Jovellanos liberal o neocatólico, al tiempo que surge, eso sí, extremando la correlación mentada, un 'sorprendente' Jovellanos maoísta avant la lettre de sus estudios sobre la cuestión agraria, &c. Para terminar con este apartado, únicamente señalar que esta 'coincidencia' no lo es a nuestro juicio, puesto que lo que se demuestra en ellas es la utilización perfecta por parte de Corredera del materialismo filosófico y la aplicación del mismo a un «cuerpo material» que se corresponden uno con otro, aunque claro diverjan en el enfoque y el espacio iluminado, ya sea en los fenómenos en derredor del jovinismo, ya sea en las categorías políticas que de estos mismos fenómenos surgirán, como es el caso de las izquierdas, pero que envuelve y coincide históricamente con aquel. En definitiva, la coincidencia no podría no darse, pues en sí misma lo que muestra con rotundidad es la potencia generadora del materialismo filosófico.

Con las conclusiones apuntadas cierra espléndidamente Corredera su segunda parte donde quedan apuntadas ya las líneas maestras de la tercera y definitiva, la perspectiva filosófica alcanzada.

III

Ni que decir tiene que hasta alcanzar esta tercera parte Corredera ha recorrido los avatares de Jovellanos desde su formación universitaria, sus relaciones con Asturias o con sus amigos, su periodo como ministro, las tensiones con la Iglesia, su pertenencia al llamado «jansenismo español» y lo que éste fuera en realidad, la fase napoleónica, el encierro en Bellver, los Diarios y escritos más conocidos o su bibliomanía, así como los encajes ideológicos ya comentados desde Nocedal hasta Caso, pasando por los hispanistas o los menendezpelayistas, &c. Toda esta densidad del personaje, de sus lineamientos históricos-sociales, su componente ético-religioso, su centrum moral y su proyección política, configuran el grueso del análisis de S. Corredera hasta nuestros días, y no es propio de una recensión como esta detenerse en más detalles o comentarios, pero tras este recorrido imprescindible y al que extiende repetimos el aparataje construido en la primera parte desde los instrumentales del «materialismo filosófico», Corredera afronta la parte gnoseológica de su obra, la que intitula «Filosofía en Jovellanos», y que abarca desde la página 643 en adelante.

Tras la imprescindible «clasificación positiva» anterior, histórico-filológicamente establecida, nuestro autor afrontará la tarea de extraer de todo ello una «clasificación sintética», tal que le permita concluir cuál pueda ser el sistema de ideas «jovinista», es decir, la filosofía latente y actuante en el ilustrado gijonés. El calificativo de 'jovinismo' lo utilizará ahora Corredera para distinguirlo del 'jovellanismo' precisamente en atención a su finalidad gnoseológica. Encuentra once marcos de ideas ejercitados por el asturiano y que serán clasificados según los contenidos hallados y sus relaciones, así las Etico-Morales-Políticas-Sociales-Pedagógicas, &c., y que se van rastreando a lo largo de toda la obra del autor estudiado, desde El curso de Humanidades castellanas (1794-1802), hasta El Tratado teórico-práctico (1801-1802), por ejemplo, sin olvidar sus cartas, diarios o el muy influyente Informe en el Expediente de la Ley agraria (1794) o la Memoria en defensa de la Junta Central (1810).

Corredera postula que, contra la opinión extendida de que «Jovellanos no es filósofo (académico), porque sus textos no tendrían este carácter (más que subsidiariamente). Nosotros diremos que sí es filósofo(...) y si se tiene en cuenta que su pensamiento resulta ser sistemático (articulado en su pensamiento político-moral) y que su temática abarca el saber de su tiempo y el aluvión histórico que llegó hasta él y que, justamente, no se especializa por estar interesado en todo, pero no como el diletante o el curioso sino dentro de un pensamiento organizado metodológicamente que se vale de una perspectiva genética o histórica y que propende siempre a una teleología (el objetivo moral como fin último) ¿habremos de negar en esto una verdadera filosofía académica (aunque no dimane de cátedra alguna ni de ningún nexo escolástico)? La filosofía se encuentra en Jovellanos como la sal en el mar, inviste todo su pensamiento de un modo peculiar» (página 661).

Esta es la tesis que Corredera ha defendido acerca de Jovellanos y que culmina positivamente a lo largo de las doscientas últimas páginas de este libro imprescindible. A partir del párrafo citado, Corredera no sólo seguirá los rastros e influencias que operaron en Jovellanos, como Platón, Aristóteles o Cicerón destacadamente, además de los estoicos, sino aquellos que cómo Espinosa o Holbach representan un ateísmo que no puede compartir, pese a su tendencia al deísmo, a la recepción sublime de la Naturaleza. Locke y muy destacadamente Adam Smith marcarán sus pasos, pero también Newton o Buffon al que admiraba, lo que nos muestra al enciclopédico e ilustrado Jovellanos centrado por un interés extremo por el progreso de las técnicas y de las ciencias, lo que sustenta además su sentido «transformativo», evolucionista de la vida y de la sociedad frente al revolucionarismo experimentado en la figura aciaga de Robespierre.

Pero donde Corredera afinará sus análisis es al compararlo con un contemporáneo insigne, «el Filósofo» de la Ilustración precisamente, Emmanuel Kant. Las diferencias sistemático-teoréticas son notorias, pero la filosofía pragmática, el sujeto mundano jovinista frente al sujeto puro kantiano atemperan las diferencias que en principio podrían sorprender y aparecer como insalvables. No menor es la relación ambigua con Rousseau, de la cual nos da sobrada y muy fina noticia Corredera. Y es así, en estos recorridos de influencias, confluencias y divergencias con el pensamiento filosófico y científico de su época que Silverio Corredera va extrayendo con pertinencia y claridad la figura del «filósofo moral» que sin duda fue Jovellanos.

La lógica material que Corredera ha venido ejercitando va proporcionando las «formas» adecuadas que cristalizan en la figura de la persona polimorfa que representó Melchor de Jovellanos y precisamente este polimorfismo alcanza a converger sintéticamente en su «filosofía práctico-moral y política», trascendiendo así las formas inconexas o asociadas aditivamente, desconectadas en fin de su genética estructural antroposociohistórica. Precisamente la contraposición entre la filosofía kantiana y la supuesta de Jovellanos, su jovinismo, van mostrando el cierre perfecto que Corredera dio a su estudio, que no es otro creemos que el «sujeto transcendental», pero tal que es desde las perspectivas práctico-materiales del gijonés y de su interprete que ese «sujeto» cobra su sentido filosófico material, puesto que es a través de los delineamientos del hombre Jovellanos, de su existencia, de su eticidad, de los conflictos con la religión al alcanzar el terreno moral y político, así como de las conexiones que su búsqueda del conocimiento, sus relaciones y operaciones pragmáticas, sus escritos, su incardinación en fin en el movimiento ilustrado desde su posición española y católico-cristiana, &c., que podemos por medio del «sujeto transcendental» recorrer el núcleo y el curso de tales líneas y figuras, hasta desbordarlas y continuarlas en su influjo, en sus desviaciones, en sus transformaciones e interpretaciones hasta el día mismo de hoy.

El hombre que naciera en Gijón, que morirá en Puerto de Vega, que será ministro, que se enfrentará a Godoy y a Napoleón, el escritor, el estudioso, el misógino, el detestado y encarcelado, el europeo, el pedagogo, el economista, el ético, el moral y el político en fin, ese hombre se convertirá en una síntesis personal que transciende su existencia y su mismo tiempo histórico, siendo por ello, por caso, motivo de una tesis doctoral y de un estudio como el que comentamos entre otros muchos cientos más, conclusiones expuestas, por lo demás, por Corredera ya en el final de su libro como es lógico.

Para terminar, citaremos unas líneas que S. Corredera escribe ya hacia el final de su estudio, en la página 777: «...La actitud de Jovellanos ante la filosofía recuerda a la XI Tesis sobre Feuerbach de Marx al decir 'Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de cambiarlo'.»

Decir algo más sería impertinente, decir menos imperdonable. Esperemos sea suficiente cuanto hemos escrito para animar a la lectura de un libro que sin duda marca un hito en los estudios historiográficos, pero también en el análisis político y moral de una época y de sus personajes más destacados.

Nota

{1} Silverio Sánchez Corredera, Jovellanos y el jovellanismo, una perspectiva filosófica (estudio histórico y filosófico sobre Jovellanos, en la perspectiva del materialismo filosófico, desde la ética, la política y la moral), Biblioteca Filosofía en español, Pentalfa Ediciones, Oviedo 2004, 860 págs. Remitimos a la bibliografía exhaustiva del autor al final de la obra. El director de la tesis doctoral en la que se basa el texto que comentamos fue Gustavo Bueno Sánchez.

 

El Catoblepas
© 2005 nodulo.org