Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
El Catoblepas • número 37 • marzo 2005 • página 23
Reseña del libro de Felipe Giménez Pérez,
El materialismo filosófico de Gustavo Bueno, Pentalfa, Oviedo 2004
Acaba de salir a la venta el último trabajo de Felipe Giménez Pérez, asiduo colaborador y miembro del Consejo de Redacción de esta revista, El materialismo filosófico de Gustavo Bueno (Biblioteca Filosofía en español, Pentalfa, Oviedo 2004, 428 págs), cuyo argumento viene a ser una continuación del trabajo emprendido en otra obra anterior, La ontología materialista de Gustavo Bueno, publicada también en Pentalfa en 1994. En aquella ocasión, Felipe Giménez se centró en la problemática ontológica del materialismo filosófico, tal y como posteriormente sería expuesta en su tesis doctoral, El materialismo filosófico de Gustavo Bueno: Ontología y Gnoseología (1999), cuya publicación virtualmente completa ha tomado la forma del libro que aquí reseñamos.
Al margen de la propia doctrina expuesta en este libro, que resumiremos a continuación, destaca que esta obra sea encuadrable dentro de la perspectiva de la «segunda oleada» (en el sentido que a esta expresión le ha atribuido Sharon Calderón en su artículo del número 20 de esta revista) del materialismo filosófico, aquella que aún se mueve dentro de la perspectiva de la denominada «Escuela de Oviedo». El propio punto de vista emic del autor cuando asume en las páginas 15-23 que el materialismo es una filosofía históricamente con mala prensa y cuya labor ha de ser de zapa, así como del prologuista del libro, Pablo Huerga Melcón, tienden a confirmar este juicio cuando este último señala a propósito de Felipe Giménez que «se declara, en este sentido, un seguidor de la filosofía de Bueno, un discípulo de su obra», con la que adoptaría un «compromiso por mantenerla y divulgarla» (pág. 10).
Este compromiso se considera acertado a juicio de Huerga, pues «que unos y otros vean desbordada su obra por las nuevas ideas del maestro es sólo una prueba de la tremenda fecundidad de la filosofía materialista de Gustavo Bueno y del acierto en la elección de su maestro» (pág. 13). Tanto el prologuista como Felipe Giménez pertenecen a la segunda oleada del materialismo filosófico, con lo que utilizan sintagmas tales como «materialismo filosófico de Gustavo Bueno», «filosofía de Bueno», &c., tal y como podemos comprobar. Significativamente, la bibliografía de esta obra incluye sólo obras publicadas hasta el año 1996, época en la que comienza la «tercera oleada» del materialismo filosófico. Así, textos de la importancia de España frente a Europa o El mito de la izquierda, que constituyen verdaderos despliegues de la potencia de la Gnoseología del materialismo filosófico, no son incluidos en esta obra, que ha de juzgarse dentro de lo que es la segunda oleada ya citada.
El libro de Felipe Giménez se estructura, como decimos, siguiendo la clásica distinción entre Ontología y Gnoseología, guiándose la primera parte por los patrones del libro de 1994: análisis de las Ideas de Materia y Materialismo con su génesis y desarrollo histórico y con dos excursus: el materialismo atomista de la antigüedad y el materialismo dialéctico o Diamat, seguido de la exposición de Ensayos materialistas y Materia. Dentro de su exposición de la doctrina del materialismo filosófico, se sigue de forma estricta los patrones fundamentales establecidos en las citadas obras. Además de añadir las referencias a clásicos del materialismo de la antigüedad y de la filosofía moderna, se añaden las conocidas referencias etimológicas de materia proveniente del hyle griego, la materia usada por los autores de la llamada metafísica presocrática (págs. 31 y ss.) y criticada por Aristóteles en su doctrina del hilemorfismo, así como la definición de Engels de la materia como «una abstracción que realiza el pensamiento material que sirve para designar la totalidad de las cosas existentes» (pág. 111).
Los dos excursus sobre el materialismo atomista y el materialismo dialéctico sirven como paso previo para realizar la exposición del materialismo filosófico, en tanto que enfrentado a estos dos grandes bloques doctrinales, caracterizados por su monismo metafísico. Así, la tesis fundamental del materialismo filosófico es considerar el materialismo como pluralismo, y este pluralismo está significado en la doctrina de los Tres Géneros de Materialidad, siendo el Primer Género de Materialidad (M1) el que designa a los contenidos de la materia corpórea (donde se incluiría el materialismo corporeísta conocido por todos), el Segundo Género de Materialidad (M2) los contenidos referidos a la «interioridad» o las relaciones intersubjetivas, es decir, todo lo que implique la presencia de sujetos operatorios corpóreos (en un materialismo estricto no puede haber vivientes no corpóreos), y el Tercer Género de Materialidad (M3), los contenidos abstractos tales como los teoremas científicos. Precisamente el Diamat se caracterizó por un dualismo Materia/Conciencia donde estos contenidos terciogenéricos quedaban reducidos bien a M1, bien a M2, una suerte de formalismo bigenérico de los que aparecen enumerados por Felipe Giménez siguiendo las coordenadas de Ensayos materialistas. Dualismo que se transforma en un formalismo primogenérico en el caso del materialismo atomista, reductor de todos los contenidos de la Ontología especial a la materia primogenérica (M1).
Así, tras su larga exposición de las obras fundamentales de la Ontología materialista, concluye Felipe Giménez sobre la Ontología del materialismo filosófico:
«La Filosofía de Gustavo Bueno, esto es, el Materialismo Filosófico y dentro de él la Ontología, se nos aparece como una remodelación radical de la temática, metodología, contenidos y criterios del Materialismo Dialéctica, añadiéndole una perspectiva crítica, trascendental, gnoseológica, de la que carecía haciéndose de tal manera por tal razón, partícipe e incluido dentro del epígrafe "metafísica monista, esto es, siendo una metafísica monista en ontología general. Gustavo Bueno se ha tomado en serio las objeciones hechas al materialismo dialéctico y ha acometido enérgicamente la tarea de dotar al materialismo de un instrumental crítico y dialéctico que lo convierten en una filosofía radicalmente pluralista y no monista y por tanto ha luchado denodadamente contra el viejo prejuicio de raigambre espiritualista e idealista que sostenía que el materialismo es un monismo» (pág. 293)
Sin embargo, la novedad principal de la Ontología expuesta por Felipe Giménez se encuentra en el añadido de dos Apéndices: la polémica del materialismo mantenida por Ulises Moulines en 1977 frente a otros autores, y la doctrina de los Tres Mundos de Popper y su crítica por parte de Mario Bunge y Gustavo Bueno.
Respecto al primer apéndice, la tesis fundamental defendida por Ulises Moulines en su artículo «¿Por qué no soy materialista?» es que definir el materialismo como la doctrina que defiende que sólo existe la materia es confuso, pues nadie sabe lo que es la materia. Moulines la define como un enunciado lógico del tipo «x es P». Sin embargo, como bien señala Felipe Giménez, «Moulines es un filósofo adecuacionista fisicalista y cientificista que entiende la materia como lo sólido, lo corpóreo, lo mensurable y que sólo la física tiene autoridad intelectual para decidir qué es la materia y cómo es» (pág. 267). Así, quien afirma que no sabe lo que es la materia, en realidad está ejerciendo una tesis sobre la materia concebida como corporeísmo.
Varios autores replicaron a las tesis de Moulines; entre ellos se encontraba Enrique Villanueva, quien criticó que sea la física la autoridad que decida lo que es la materia, lo que llevaría a identificar, dentro del materialismo filosófico, las tesis de Moulines con un simple mundanismo, consistente en reducir la Filosofía a un resumen de las ciencias o disciplinas no académicas (en el sentido filosófico marcado por Kant), en este caso a un resumen de la Física. Otros autores como Mario Otero afirman que tales argumentos son inconsistentes o simplemente no afectan al materialismo filosófico, aunque defendiendo éste desde la posición de los programas de investigación de Lakatos: el materialismo, siendo un programa de investigación, nunca estaría completo, en tanto que implica un núcleo doctrinal que está protegido de la falsación; Ferrater Mora también interviene en esta polémica, señalando que es imposible dar una definición unívoca de materia, precisamente lo exigido por Moulines entre sus objeciones; el neotomista Beuchot defiende la materia como algo incognoscible, en la línea de Aristóteles, &c.
Sin embargo, quizás los argumentos más interesantes sean los defendidos por los autores de raigambre marxista, tales como Carlos Pereyra, quien con buen criterio señala que la argumentación de Moulines es irrelevante para el marxismo y el materialismo filosófico, en tanto que la definición que da la física de materia no es la del marxismo, y por lo tanto es un adversario construido ad hoc para criticarlo. Moulines volverá a escribir en 1979, defendiendo y aclarando sus tesis de dos años atrás y haciendo hincapie en el monismo universal que él intenta criticar, precisamente esa versión que queda impugnada en el materialismo filosófico (págs. 267-278).
El segundo apéndice se refiere a la doctrina de los Tres Mundos de Popper, que podríamos entender coordinables con los tres géneros de materialidad del materialismo filosófico, aunque sus postulados son de raigambre claramente metafísica, pues se suponen desligados los Tres Mundos unos de los otros. Así, Popper, en su intento de evitar el subjetivismo y el psicologismo en epistemología, recae sin embargo en el idealismo, pues el llamado Mundo 3, aun siendo un «producto natural humano» tiene autonomía propia, en tanto que se «autodesenvuelve» al margen de quien lo haya creado. Tal tesis hace que Popper se mantenga dentro de la perspectiva del idealismo objetivo tan habitual en la filosofía clásica alemana. A este respecto, Mario Bunge criticará las tesis de Popper señalando la inexistencia del Mundo 2, lo psicológico, perfectamente reductible al Mundo 1, lo físico (o lo fisiológico, en este caso); y, en definitiva, la mente, en tanto que inexistente, tampoco puede crear un Mundo 3 (págs. 279-292).
La segunda parte del libro de Felipe Giménez, la gnoseológica, se presenta como la continuación desde la ontología a la gnoseología por medio de la Teoría del Cierre Categorial. Señala Felipe Giménez: «Podemos considerar la gnoseología como un desarrollo o prolongación de la ontología, pues temas ontológico-especiales aparecen recurrentemente entre los contenidos de la gnoseología materialista filosófica del cierre categorial» (pág. 301). Asimismo, se incluyen en este estudio presuntas anomalias detectadas por algunos críticos en la Gnoseología, incluidas todas ellas en el volumen publicado en el año 1989, en forma de homenaje a Gustavo Bueno, La filosofía de Gustavo Bueno (Editorial Complutense, Madrid 1992), es decir, las actas del Congreso sobre la filosofía de Gustavo Bueno organizado por la revista Meta en enero de 1989, en la Universidad Complutense. Así, la parte dedicada a la Gnoseología no sólo se limita a la exposición de la Teoría del Cierre Categorial, sino también se incluyen en ella las polémicas habidas dentro del círculo de la «Escuela de Oviedo» y de otros autores girando en torno a la figura del maestro ovetense. Es decir, que se analizan las críticas realizadas desde las posiciones de la primera y segunda oleadas del materialismo filosófico.
La exposición de Felipe Giménez insiste sobre todo en la impugnación que la Teoría del Cierre Categorial realiza del enfoque positivista lógico, centrado sólo en el análisis de los enunciados proposicionales de la ciencia. Como crítica, se señala que el positivismo lógico, tanto en su versión del Círculo de Viena como en la popperiana, se convierte en un análisis meramente externo de las ciencias: las ciencias no pueden ser consideradas como lenguaje, pues tal análisis es genérico a la ciencia respecto a otras realidades. Y asimismo, las teorías neopositivistas no permiten demarcar con precisión la verdad científica, basándose en criterios empíricos insuficientes o puramente negativos, como el falsacionismo de Popper.
Frente a estas posiciones, el materialismo filosófico defiende que la ciencia no es simplemente lenguaje, sino una realidad compleja que supera los fenómenos empíricos y que constituye teoremas, cuya entidad ontológica es la propia de los elementos del Tercer Género de Materialidad (M3). Así, uno de sus principales intereses es señalar la confusión habida entre los enfoques epistemológico y gnoseológico, para algunos autores sinónimos, a pesar de que el primero implica considerar a la ciencia como conocimiento, como relación entre Sujeto y Objeto puramente psicológica, sin tener en cuenta la verdad o falsedad de esta relación:
«Algunos no siguen la convención de Gustavo Bueno, usando indistintamente "epistemológico" y "gnoseológico" o usándolos de forma inversa a como lo hace Gustavo Bueno. Quien así obra lo hace en virtud de su confusión teórica, su eclecticismo o en virtud incluso de una concepción de la ciencia que la identifica con el conocimiento, posición opuesta a la que defiende Bueno, que se podría calificar de constructivista operatoria. Resulta que la Teoría del conocimiento gira en torno a la Idea de conocimiento, de un Sujeto cognoscente y un objeto conocido. Tal idea viene así determinada por las ideas de sujeto y de objeto. La Teoría de la ciencia gira en torno de la idea de ciencia en cambio, idea ésta determinada por las ideas de materia y forma» (pág. 320).
Asimismo, el denominado cierre categorial tiene que ver con el cierre operatorio de las matemáticas, en tanto que las operaciones entre unidades numéricas siempre dan como resultado nuevas entidades numéricas de la misma naturaleza. Extendiendo este cierre al resto de disciplinas, podría decirse lo mismo de la Biología («Toda célula proviene de células», como señalaba Virchow) o de la Química («La materia ni se crea ni se destruye, sólo se transforma», señalaba Lavoisier), y en cualquier caso, esta posición operatoria implica impugnar de lleno el enfoque lógico formal (págs. 321-322).
Además, el denominar a tal cierre como categorial implica el posicionarse frente a las doctrinas de las categorías de Kant y Aristóteles (págs. 325 y ss.), señalando que no existe una tabla establecida de categorías, sino que éstas dependen de las ciencias. Podría decirse que las ciencias, en tanto que realidades que se distinguen unas de otras, son las auténticas categorías (págs. 337 y ss.). Todo ello supone también transformar la Idea de Verdad de las ciencias y entenderla como identidad sintética. Descartados las llamados por Kant juicios analíticos y los sintéticos a priori, cualquier tipo de identidad, en tanto que implica relaciones simétricas y transitivas previas, supone la confluencia de identidades esquemáticas previas (una circunferencia en tanto que lugar geométrico cuyos puntos equidistan del centro, por ejemplo). Estas identidades sintéticas son lo que se denominan como teoremas científicos, que desde la perspectiva del cierre categorial son principios de cierre de cada categoría científica.
La parte final de este compendio de la Gnoseología materialista la dedica Felipe Giménez a exponer presuntas anomalías encontradas por algunos autores en ella: «Este grandioso edificio gnoseológico edificado por Gustavo Bueno durante más de 25 años no ha podido evitar que algunos perspicaces observadores procedentes del propio campo del materialismo filosófico detectaran algunas grietas en lo que respecta a las ciencias β-operatorias, tal vez las ciencias menos ciencias a decir del propio Gustavo Bueno. David Alvargonzález y Juan Bautista Fuentes Ortega han planteado algunas dudas que no siempre han sido respondidas por Gustavo Bueno de forma satisfactoria» (pág. 403).
Así, siendo las ciencias físico-naturales (α-operatorias) aquellas caracterizadas por las relaciones denominadas paratéticas, es decir, de causalidad mecánica, mientras que las ciencias humanas (β-operatorias) se caracterizan por incluir relaciones apotéticas y por lo tanto relaciones «a distancia» en las que no es posible eliminar al sujeto gnoseológico de la construcción, David Alvargonzález objeta que en las disciplinas denominadas como β-1 II, tales como la teoría de juegos, es imposible la construcción de identidades sintéticas, y que en las β-1 en general sería imposible determinar unas esencias que expliquen los fenómenos de referencia; por ejemplo, la praxis humana quedaría exenta de cualquier teoría, algo absurdo (no hay práctica sin teoría previa, sin planes y programas dados a nivel histórico), por lo que es imposible, o cuando menos problemático y no exento de contradicción, el postular la existencia de ciencias β-operatorias, ya sean β-1 o β-1 II.
En el caso de Juan Bautista Fuentes Ortega, éste dirige sus objeciones hacia el lugar de la Psicología dentro de la Gnoseología; a su juicio, «la teoría del cierre categorial, por su enfoque gnoseológico y no epistemológico, evita de entrada, deliberadamente, el definir lo humano previamente y al margen de la teoría del cierre categorial» (pág. 407). Así, lo humano quedaría restringido a una determinación gnoseológica. Ahora bien, si las ciencias necesitan de sujetos gnoseológicos, pero para constituirse en su forma «pura», α-operatoria, necesitan eliminar el sujeto gnoseológico, no tiene sentido acudir a un momento β-operatorio: hablar de ciencias β-operatorias sería una contradictio in terminis (pág. 408), pues la ciencia en sentido estricto implica la eliminación de estos pasajes. De este modo, la Psicología no sería ciencia, sino técnica de control social, a juicio de Fuentes.
Asimismo, Felipe Giménez cumple también el trámite de exponer la réplica de Gustavo Bueno a sus críticos, señalando que sólo respondió a David Alvargonzález y olvidó a Fuentes Ortega:
«Gustavo Bueno sólo contestó a David Alvargonzález. Misteriosa e inexplicablemente, no contamos con ningún artículo o exposición de ninguna respuesta escrita a las agudas objeciones y observaciones formuladas por Juan Bautista Fuentes Ortega, de modo que nada podemos decir acerca de cuál sea la respuesta de Bueno a Fuentes Ortega» (pág. 413).
La respuesta de Bueno a Alvargonzález se basa fundamentalmente en impugnar que la distinción entre disciplinas α y β-operatorias sea una distinción dicotómica, y que los ejemplos para cada tramo de las explicaciones sobre las disciplinas gnoseológicas sean puramente enterizos. Es decir, que no existen disciplinas α o β-operatorias, sino que todas las disciplinas pasan por cada uno de los momentos enumerados, independientemente de que segreguen al sujeto gnoseológico de su construcción o no. En palabras de Felipe Giménez:
«De esta manera, el concepto de β1, no significa que se esté hablando de una ciencia entera, tomada como unidad gnoseológica enteriza, como un todo de referencia. Si así se hiciera, entonces β1 sería una clase vacía. Parece entonces que hay que interpretar las cosas de otra forma. Los estados β1-I están incluidos como momentos o fases en la construcción de otras ciencias que no son β1». [...] Así β1 no son más que momentos en la construcción de otras ciencias que no son β1» (pág. 414).
No obstante, Felipe Giménez utiliza del libro La filosofía de Gustavo Bueno para señalar que Bueno, de algún modo, sí respondió a las objeciones de Fuentes, aunque fuera por la vía del ejercicio, lo que supondría una pequeña rectificación sobre la tesis inicial de este capítulo, a saber, que Bueno no respondió a Fuentes:
«[...] Bueno intenta esbozar una contestación a la objeción formulada por el profesor J. B. Fuentes aunque sin mencionarlo, en el sentido de que aunque el skinnerismo fuera una tecnología β2, ello no excluiría el tránsito necesario de los cursos operatorios de β2 a α2 o a la inversa por el lugar intermedio β1. La objeción de Juan Bautista Fuentes de que β1 no existía sería así rechazada diciéndose que es una situación intermedia por la que necesariamente tienen que pasar los cursos operatorios constitutivos de las ciencias humanas» (pág. 417).
Y así, tras exponer estas presuntas anomalías de la Gnoseología del materialismo filosófico, Felipe Giménez concluye que, frente al positivismo imperante en la Universidad española, la Teoría del Cierre Categorial es sin duda la más potente de entre las existentes.
Finalmente, y como juicio acerca de los aspectos formales que presenta este libro, quizás haya que lamentar, dentro de la propia composición de la obra, las numerosas y farragosas citas de autores alemanes en su lengua materna, el alemán, lo que las hace difícilmente comprensibles para el público no germánico. Es además paradójico que esto suceda en un libro publicado en la serie de Pentalfa titulada Biblioteca Filosofía en español, con lo que menos aprovechan aún las citas, salvo para quienes, como es natural, estén más imbuidos en el germanismo o piensan que, en el fondo, sólo se puede pensar en alemán, como decía Heidegger.