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El Catoblepas, número 34, diciembre 2004
  El Catoblepasnúmero 34 • diciembre 2004 • página 14
Documentos

Presentación de la
Asociación Universitaria José María Laso Prieto

Noticia e intervenciones de los estudiantes en el acto que se celebró
en la Universidad de Oviedo el 17 de noviembre de 2004

El pasado miércoles, día diecisiete de noviembre de 2004, tuvo lugar en el salón de actos del campus de humanidades un acto-asamblea de estudiantes de la Universidad de Oviedo, con la asistencia de alumnos de varias licenciaturas, en su mayoría de filosofía, así como del profesor Gustavo Bueno Sánchez y de don José María Laso Prieto. Los organizadores, representantes de los alumnos en la Junta de la Facultad de Filosofía, les agradecemos a todos ellos su presencia.

Esta asamblea tenía una doble finalidad: en primer lugar explicar el proceso que culminó con la elección de Santiago González Escudero (el lunes 15 de noviembre) como nuevo Decano de la Facultad de Filosofía, elección que trascendió el ámbito de la facultad por las circunstancias que la rodearon{1}; en segundo lugar presentar la Asociación Universitaria José María Laso Prieto, o al menos el proyecto de la misma, pues aún no han concluido los trámites para su constitución.

Ofrecemos a continuación las cuatro intervenciones que realizamos los estudiantes en esa ceremonia (la quinta fue la intervención del propio José María Laso Prieto, agradeciendo haber puesto su nombre a la nueva Asociación).

Intervención de
José Ovidio Álvarez Rozada

Renovación en el decanato de la Facultad de Filosofía de Oviedo

El lunes quince del noviembre de 2004, en una Junta de Facultad grotesca, donde se sorteó minutos antes la mesa electoral, y ocupando el decano saliente de forma ilegal la presidencia de la Junta electoral, el profesor de filosofía antigua y metafísica, Santiago González Escudero, resultaba elegido Decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Oviedo, frente a Cipriano Barrio, vicedecano saliente y profesor de filosofía natural. Escudero alcanzó la victoria por diecinueve votos, su oponente obtuvo trece, estando la Junta compuesta por treinta y cuatro miembros, entre los que hubo una abstención y un voto en blanco. Siete de los diecinueve votos que recibió Escudero pertenecían a los representantes de alumnos, que habíamos acordado votar conjuntamente al candidato que saliera vencedor de unas elecciones entre el alumnado, que fueron consideradas por la prensa como un referéndum en toda regla. El voto de los representantes fue por tanto decisivo, porque mantuvimos una unidad de acción duramente criticada por el candidato perdedor, a pesar de los esfuerzos malogrados de los miembros del antiguo equipo decanal para convencernos de lo contrario. Si a esos diecinueve votos se les quitan los siete de los representantes estudiantiles se hace patente que Cipriano Barrio era, aunque con una diferencia de un voto, el candidato preferido por los profesores.

El ya mencionado referéndum fue una promesa electoral de la lista que concurrió a las elecciones a representante de alumnos bajo el nombre de los Melandros, interesadamente ambiguo. Celebradas a finales de mayo de 2004, en estas elecciones se produjo uno de los índices de participación más elevados de la Universidad de Oviedo: cuarenta y ocho votantes. Tras el proceso electoral la otra lista que resultó electa, Guernika F.A.U., se sumó a la iniciativa y finalmente ambas listas se unificaron dando lugar a la actual coordinadora de representantes.

Mediante el referéndum, los representantes delegábamos en el alumnado nuestro voto en la Junta; el candidato a decano que obtuviera la confianza de la mayoría de los alumnos, recibiría en la Junta el apoyo de la totalidad de los representantes que secundábamos la iniciativa. Nos decantamos por este sistema de transmisión del voto del alumnado, en detrimento de otro que reflejase los porcentajes obtenidos por cada candidato, a fin de mantener nuestra capacidad decisoria, para lo cual era una condición sine qua non votar en bloque.

Barrio intentó, por razones evidentemente estratégicas, fracturar nuestra unidad de acción en la Junta: expuso una serie de supuestas objeciones éticas a los representantes, de palabra en las ocasiones en que fuimos a hablar con él a su despacho y en una nota difundida el día en que finalmente se celebró el referéndum, sustanciadas en la similitud de nuestro sistema electoral al estadounidense, que supone la negación de las minorías, en que este mecanismo de elección es contrario al espíritu y la letra de los estatutos de la Universidad de Oviedo y en que la extensión de este procedimiento al colectivo formado por el profesorado, el grupo mayoritario en la Junta, implicaría que la participación de alumnos y personal de administración en la elección del decano fuese meramente presencial.

Dejando al margen que estas objeciones son en todo caso morales o políticas en sentido metafórico, de ninguna manera éticas, pues no se menoscaba la firmeza de sujeto alguno, la comparación con el sistema norteamericano resulta inadecuada, pues aquí se trataba no de configurar una cámara de electores, sino de decidir el sentido del voto de un bloque minoritario, un veinticuatro por ciento en la junta de la facultad, como es el de los representantes de alumnos, que por razones coyunturales tiene una capacidad de decisión a la que sería absurdo renunciar. Por otro lado, con todas las críticas que puedan hacerse a su sistema político, Estados Unidos es una democracia, una democracia realmente existente. Con respecto a la segunda objeción simplemente decir que es absurda, pues los estatutos no prevén que los representantes deleguen su voto en el conjunto del alumnado, eso es una iniciativa nuestra, sino que permiten al representante hacer con su voto lo que considere oportuno. De la última objeción parece desprenderse que entre el profesorado no hay bloques que voten conjuntamente, es totalmente falso, lo que ocurre es que ninguno de esos bloques engloba a la totalidad del profesorado, aunque lo harían si fuera posible; esto nos da la medida de la diferencia entre alumnos y profesores, pues si bien los primeros no dejan de ser un grupo heterogéneo, los representantes también lo somos, tienen intereses comunes en un grado muy superior a los del profesorado, lo que hace de los representantes una suerte de partido de clase (evidentemente en sentido lato). Por otra parte a quienes les corresponde formular objeciones a un proceso totalmente oficioso, como es éste, del que han sido convenientemente informados, es a los alumnos. Es preciso decir que algunos alumnos nos manifestaron sus reticencias hacia el voto en bloque, concretamente tres, pero fue una postura minoritaria.

Como los representantes habíamos apoyado abiertamente a Escudero ante el carácter continuista del otro candidato, por su condición de vicedecano, con un modo de dirigir la facultad oscurantista y limitado a los aspectos puramente administrativos que descuidaba la promoción de actividades propiamente filosóficas, propusimos a ambos candidatos la celebración de un debate público, que finalmente no llegó a realizarse ante la negativa de Barrio, quien lo veía como un apéndice de todo este proceso electoral que juzgaba antiético, con objeto de que los alumnos dispusieran de información de primera mano, no mediada por las consideraciones de sus representantes, con la que formarse un juicio.

El referéndum se celebró finalmente el día diez de noviembre. Votaron nada menos que sesenta y ocho personas, podrían haber sido hasta ochenta, pero quienes lo organizamos no supimos disponer mecanismos adecuados para el voto no presencial y Rosa Cid, profesora de historia, que actuó con absoluto celo como observadora neutral, no dio de paso los votos a distancia; en todo caso es un porcentaje de participación inusitado.

El resultado del referéndum arrojó una holgada victoria para Escudero, la negativa de Barrio a participar en el debate y la difusión del escrito con las críticas al proceso el mismo día de la votación, no cayeron bien entre el alumnado.

Al día siguiente de hacerse públicos los resultados, coincidiendo con la sesión del departamento en que José Antonio Cerezo, profesor de filosofía de la ciencia, era elegido jefe del mismo frente a Valdés Villanueva, profesor de filosofía del lenguaje, también gracias al apoyo de los representantes de alumnos que suman dos votos en este órgano, apareció pegada en las puertas del edificio departamental una nota ignominiosa donde se tachaba de nazis a los representantes y, lo que es aún más inadmisible, a los que acudieron a votar; además responsabilizaba veladamente a Escudero del supuesto desconocimiento de Platón que afecta a los alumnos de la facultad. Esta misiva infame rezumaba un elitismo propio de Oxford y venía firmada por «colectivo de alumnos no representados por los representantes sive impresentables», una pedantería que dentro de lo malo nos permite repasar la equivalencia material, explicada muy por encima en la asignatura de lógica.

Este referéndum constituye un hito, no solo dentro de la Facultad de Filosofía, sino en el conjunto de la Universidad de Oviedo, que esperamos tenga inercia y sea imitado en otras facultades. Es una forma de involucrar al alumnado en la elección del decano, algo hasta ahora totalmente opaco para este colectivo, y concienciarlo del poder efectivo de la representación, al tiempo que se rompe su pasividad, en cierto modo fomentada por las esferas de poder de las facultades.

La participación estudiantil es de capital importancia, pues en los próximos años ha de acometerse la reforma de los planes de estudio universitarios, para homologarlos a los europeos.

Este es a grandes líneas el proceso histórico, si se quiere, que ha llevado a Escudero, aupado por el voto estudiantil, a ocupar el puesto de decano. ¡Nadie olvide que este apoyo circunstancial no es en absoluto un cheque en blanco!

Génesis de esta Asociación Universitaria

Paso ahora a presentar a la Asociación Universitaria José María Laso Prieto.

Inicialmente, los representantes, junto con algunos compañeros de estudios, pensamos en constituir una asociación de estudiantes de filosofía con objeto de fomentar actividades de carácter eminentemente filosófico y dar así algo de vida a una facultad, la de filosofía, que debería ser un referente en lo que a agitación intelectual se refiere, totalmente inerte. Iba a llamarse simplemente AEFUO (Asociación de estudiantes de filosofía de la Universidad de Oviedo), nombre que daba una imagen de neutralidad ajustado a la naturaleza de una asociación concebida como totalmente neutra y abierta a todo aquel que quisiera participar.

Conforme se iban desarrollando los acontecimientos antes referidos, fuimos haciendo explícitas nuestras filias y posiciones filosófico-políticas, hasta un punto en que hablar de neutralidad podría ser visto como de mala fe por parte de quienes nos conocen, especialmente todas aquellas personas con las que tenemos trato habitual. Decidimos entonces dar un sesgo comprometido a la Asociación, poniéndola bajo la advocación de una personalidad que aúna el compromiso político y filosófico, y que además, es todo un gigante intelectual: José María Laso Prieto. Pero elegir el nombre de Laso Prieto, por todo lo que Laso representa, implica rebasar el marco de la Facultad de Filosofía, implica ocuparse no sólo de lo estrictamente filosófico sino también de cuestiones históricas, artísticas, divulgación científica... &c., y esto al margen de que difícilmente podría hacerse filosofía prescindiendo de todos esos materiales de primer grado de los cuales se nutre.

Una asociación es inseparable de quienes la fundan: quienes ponemos en marcha la asociación, mantenemos posiciones cercanas al marxismo y más concretamente al Materialismo filosófico, ello habrá de dejar su impronta. Ahora bien, el funcionamiento de una asociación legalmente constituida está regulado por una legislación, a la que no cabe sustraerse, que le impone a su núcleo directivo procedimientos democráticos para gobernarla.

Quedando todo dicho en cuanto a su génesis, doy paso a la declaración de principios de la Asociación José María Laso Prieto.

Intervención de
Belarmino Borja Menéndez Muñiz

Manifiesto de la Asociación Universitaria José María Laso Prieto

Puesto que hemos decidido tomar como referencia de la Asociación de estudiantes, que aquí y ahora presentamos, a la venerable figura de Don José María Laso Prieto, parece necesario justificar, siquiera mínimamente, ante el auditorio aquí presente, en el que esperamos se hallen personas dispuestas a sumarse a nuestra iniciativa, los motivos por los cuales hemos tomado tal partido, ofreciendo la presidencia honorífica de la asociación, hoy naciente, a nuestro respetadísimo Don José María, cuyo nombre por otra parte recibe ésta.

Los motivos son los que siguen: partimos del supuesto generalísimo de que no hay modo digno, serio y respetable de enfrentarse críticamente al presente práctico que nos ha tocado vivir, que no pase, necesariamente, por la tradición marxista-leninista.

Ahora bien, hace ya ochenta años que la segunda de las inmensas figuras que dan nombre a tal tradición, ciento veinte en el caso de la primera, disfruta del merecido descanso del guerrero, tras una vida que mírese como se mire, califíquese como se califique, fue cualquier cosa menos cobarde e inactiva.

Por esto, a nuestro juicio, si hoy día se quiere ser coherentemente marxista-leninista, si efectivamente se es consciente de que la filosofía es función del presente y pues nuestro presente dista tanto del presente fundacional de dicha doctrina, no hay más remedio que poner al día sus contenidos: tal puesta al día, al menos en lo referido a los primeros principios, y sin perjuicio de las posibilidades abiertas a la polémica en lo referido a los segundos principios, nos parece se encuentra, sin duda alguna, en el Materialismo Filosófico que el profesor Gustavo Bueno, junto con otros muchos valiosísimos coartífices suyos, han venido desarrollando durante los últimos treinta años.

Es decir: a nuestro entender, ser coherentemente Marxista-Leninista hoy pasa por, cuando menos, las proximidades del Materialismo Filosófico. Es en este sentido en el que nuestros intereses y posiciones nos llevan a la elección de Don José María como figura de referencia de nuestra Asociación, a la cual damos, en homenaje, su nombre, pues nos parece que su biografía da buena cuenta de qué significa «ir manteniéndose» a la altura de los tiempos que, como todo el mundo sabe, «corren que es un primor», así como qué consecuencias éticas, morales, políticas y filosóficas tiene ello, constituyéndole en ejemplo perenne, aunque, por su misma magnitud, inalcanzable para cualquiera de nosotros, de qué clase de planes y proyectos individuales, personales y colectivos merecen, en su despliegue, el completo vertido de nuestras fuerzas. Sepa pues nuestro distinguido y selecto auditorio que será ese, y no otro, el sentido en que dirijamos nuestras iniciativas.

Intervención de
Juan Ponte

Laso histórico

«... recoger las grandes obras creadas por la actividad humana para que no caigan en el inexorable proceso del olvido...» Heródoto, Historia, Libro I.

[La tercera intervención en la ceremonia de presentación de la Asociación de estudiantes José María Laso Prieto, tuvo por objeto] dar cuenta del material proporcionado a los asistentes en el momento de iniciarse el acto: un extracto del Prólogo que Gustavo Bueno Martínez escribiera para el reciente libro de memorias que Don José María, presidente honorífico de nuestra Asociación, redactó a petición de diversas amistades, incluida la del prologuista, que no podían dejar pasar la urgente pertinencia de su publicación. Y ello, principalmente, por dos motivos: de un lado, el hecho de que los setenta y ocho años vividos ejemplarmente por Laso se aproximen, en palabras suyas, a la «expectativa de vida media en España»; del otro, la necesidad de que los ciudadanos, y concretamente los españoles, «tomen conciencia» de los acontecimientos sucedidos durante la dictadura franquista (acontecimientos entre los cuales han de ocupar un destacado lugar las detenciones y varias torturas que nuestro autor resistió con fortaleza, firmeza y generosidad espinosianas: pues no sólo se trataba de salvaguardar, en la medida de lo posible, la propia integridad física sino de procurar también que la existencia de los demás no corriera peligro, algo que conseguía al no delatar a sus compañeros del Partido).

José María Laso Prieto, De Bilbao a Oviedo pasando por el penal de Burgos, Pentalfa, Oviedo 2002, 331 páginas El libro al que aquí nos referimos lleva como título De Bilbao a Oviedo pasando por el penal de Burgos. Publicado por la editorial Pentalfa, vio la luz en el año 2002, contando con una buena acogida por parte de los infatigables lectores. No podemos negar, como es obvio, el apoyo y la decisiva labor que el Partido Comunista de Asturias, la Fundación Horacio Fernández Inguanzo, la Fundación Gustavo Bueno, el Ayuntamiento de Gijón y el Ayuntamiento de Oviedo tuvieron a la hora de fomentar su difusión.

José María Laso ha reivindicado en numerosas ocasiones la función aleccionadora de la Historia. Desde el enfoque del Materialismo Filosófico, orientado al análisis gnoseológico de las ciencias históricas, sólo a partir de la presencia de personas que poseen experiencias propias y que relatan hechos pretéritos a las clases de edad más jóvenes, puede empezar a construirse el concepto de Historia (es decir, a partir de la estructura del llamado «presente anómalo»). La importancia del estudio de la Historia no reside en el interés subjetivo por el pasado, más o menos ocioso, que algunas personas (formando élite ilustrada) puedan tener, sino que es la previa presencia de los escalones de las clases de edades «más entradas en años» y en la medida en que mantengan, sobre todo lingüísticamente, relaciones «simétricas, transitivas y reflexivas» con las clases de edades más jóvenes, lo que se nos muestra como condición necesaria para que la Historia adquiera posteriormente un interés objetivo. Resulta comprensible, entonces, el entusiasmo mostrado por los miembros de la asociación estudiantil en el momento de su constitución: contamos con la presencia de José María Laso, hombre bueno y entrañable, portador de un maletín, sin fondo, lleno de erudición y datos históricos para compartir.

De sobra es sabido por todos que la ideología de Laso es solidaria del Materialismo Histórico. Desde las coordenadas del Marxismo-Leninismo los hechos históricos se concatenan unos con otros determinando el futuro; en todo caso, desde nuestra perspectiva, la determinación del futuro fisicalista denota exclusivamente el conjunto de reliquias aún desconocido. Asumiendo tan arraigada tesis y teniendo conocimiento de las vivencias de José María Laso, poder trabajar con él resulta un honor (aunque se empecine en considerar que el honor es suyo). Partiendo del presente y con la vista siempre clavada en él (¿podría ser de otra forma?) los integrantes de la Asociación pretendemos desarrollar nuestras actividades.

A la hora de recomendar las Memorias de Laso no se trata tanto de recuperar la memoria histórica, composición de términos harto metafísica, pues la memoria se asienta en los cerebros particulares de los individuos, mientras que la Historia tiene que ver fundamentalmente con el entendimiento, como de animar a las personas interesadas a la lectura de un libro donde se vierte una visión, obviamente partidista, de los hechos ocurridos durante el régimen franquista. El lector que visite las páginas del libro podrá disfrutar de interesantes anécdotas descritas por el autor. Y no por su mera condición de anécdotas dejan de arrojar luz. Así, por ejemplo, cuando el Coronel Eymar, juez instructor del Tribunal Militar Especial, observa la reacción de Laso al fijarse en el sello de un auto de procesamiento, que llevaba la inscripción del Tribunal de Espionaje y Comunismo, el Coronel le comenta:

«A algunos anarquistas, al ser procesados por este Tribunal no les hacía mucha gracia el nombre de Comunismo. Es curioso, lo rechazaban más que por la palabra Espionaje.»

¿Quién podría negar la importancia de la anécdota cuando, hoy día, se intenta caracterizar a la izquierda como una unidad mítica?

Podrían hilvanarse miles de anécdotas protagonizadas por este hombre singular y sin duda, alguna de las mismas envuelven «la mayor cantidad de gracia posible»:

«...el profesor Bueno nos leía un enfoque nuevo de diversos temas filosóficos o científicos. Me llamaba la atención que las notas, que para ello utilizaba, las traía escritas a mano al dorso de facturas, recibos y otros impresos. Así Gustavo Bueno utilizaba al máximo el papel, siendo, en ese sentido, precursor de la perspectiva ecologista de ahorrar papel, para evitar la destrucción innecesaria de bosques.»

No puede predicarse del hacer, buen hacer de Laso, aquello que Lenin dijera del oportunismo socialdemócrata, que situándose bajo la exitosa égida del abuso del término libertad (no olvidemos que «...bajo la bandera de la libertad de industria se han hecho las guerras más expoliadoras (...) y se ha despojado a los trabajadores») acababa por ser como el tonel vacío de la fábula de Krylov: al rodar vacío, como vacías están las soflamas de tantos reputados «intelectuales», levantaba un ruido ensordecedor.

Concluyendo, José María Laso Prieto: luchador comunista, polemista sólo tóxico para sectarios, Gramsciano sin intermitencias, filósofo... Laso histórico.

Intervención de
Roberto Ruiz García

José María Laso Prieto

Hay personas que de tanto comprometerse con los hombres y las cosas de la tierra acaban siendo celestiales. Viven a nuestro lado, para recordarnos la inalienable necesidad del pan y la palabra, para denunciar las opresiones, y que clamando por la dignidad y el respeto de los hombres, se mantienen firmes como contrafuertes de los inefables edificios de la cultura en su sentido más amplio.

Desde que le escuché hablar por primera vez, supe que José Mari sabía de lo que hablaba. Jamás expresó algo vacuo o sin sentido, y eso que es una ametralladora hablante.

Hijo adoptivo de Oviedo, Bilbao fue el turbio regazo de su niñez (como ya dijera José Carlos Fernández Rojas). Un Bilbao republicano en el que un niño comenzó a modelar una fuerte personalidad. Si la rotunda división de clases y las marcadas diferencias sociales de la época conducían inexorablemente a tomar una posición, el entorno infantil del niño Laso le situó en una zona intermedia que más tarde le obligaría a tomar partido y a colocarse en la única perspectiva adecuada: la perspectiva de una conciencia filosófica políticamente implantada

Sus compañeros de colegio lo recuerdan como un niño retraído y más amigo de la lectura en los recreos que del frontón en la pared del destartalado edificio donde comenzó una tarea de formación intelectual que no abandonaría nunca al hilo de la máxima «nada humano me es ajeno». Un dato curioso en este sentido es que aprendió a leer y a efectuar las operaciones geométricas más elementales a la edad de cinco años. Ya en esos el pequeño José María anunciaba el carácter de la personalidad que le caracterizaría durante toda su vida: ante un castigo ejemplar que quiso imponer el maestro a la totalidad de la clase por la ruptura de un tintero con pluma de ave que tenía en su mesa, Laso, sabedor del culpable, se colocó al lado de sus compañeros y no sólo sufrió estoicamente el castigo, sino que lideró un movimiento opositor, lo que constituyó su primer acto de resistencia.

Rodeado Bilbao por las tropas franquistas, la defección de los gudaris y la más voluntarista que eficaz colaboración bélica de los mineros asturianos, que acudieron con generosa solidaridad a reforzar aquel denominado «cinturón de hierro», Laso fue exiliado con muchos niños vascos a la vecina Francia. Una muy usada maleta de cartón contenía la ropa que primorosamente le había colocado su madre. Y una vez allí, destacó de nuevo en la escuela auspiciada por el Frente Popular galo. El ansia de noticias que se apoderó de él en aquel precoz exilio le seguiría durante toda su vida. Posteriormente regresó a Bilbao, un Bilbao muy distinto al que él había dejado, un Bilbao húmedo de llanto y ahumado de curas. En aquel Bilbao franquista hubo Laso de abandonar la escuela y comenzar a trabajar, pues el peculio familiar tras la guerra había mermado y era necesario alimentar a cinco hijos.

Una formación republicana, una conciencia social y una guerra contra el fascismo no podían conducir a otra opción ideológica. La mayoría de edad encontró a un Laso involucrado en la primera manifestación antifranquista que se registró en la España Nacional: la huelga de la Naval.

Ingresó en la Universidad entre los mayores de 25 años y sale flamante licenciado en Derecho a principios de los 70. Instituyó entonces las llamadas «Cenas del Fontán». Al final de la cena uno de los comensales leía una ponencia que luego se debatía hasta altas horas de la noche. Esas cenas resultaron un campo de reclutamiento de donde luego surgirían varios de los componentes de la denominada «Junta Democrática» que se constituiría con la llegada de la transición.

Es uno de los fundadores de Tribuna Ciudadana, a principios de los 80. Con un entusiasmo que no ha desfallecido desde el momento de su fundación, Laso ha velado por la esencia de esta sociedad: «Difusión de la cultura en todas sus manifestaciones», y lo ha hecho de manera ejemplar. Con la entrega y dedicación que pone en todo cuanto inicia, ha sido un puntal imprescindible para el desarrollo y la implantación de Tribuna Ciudadana en la ciudad. A Laso se debe la noche más luminosa de Tribuna Ciudadana, aquélla que muchos recuerdan con nostalgia, en que todos en pie recibieron a Rafael Alberti, en una Casa Parroquial de San Juan completamente atiborrada de gente. Tuvieron que cruzar Oviedo a modo de manifestación ante la imposibilidad de albergar a tan numeroso público en la sala de la Caja de Ahorros contratada inicialmente.

Amante del debate, siempre brillante en la polémica, comprometido con su tiempo, su filosofía es la de las ideas puestas al servicio de la acción social. Conversador, afable, laborioso, conciliador, bibliófilo, erudito, entrañable, bueno e imprescindible; a su lado (y lo digo por experiencia) uno recibe de seguido clases magistrales. Cuando él se arroja al ruedo de la disputa dialéctica, el público asiste a uno de los espectáculos más nobles de entre todos. Cuando acude a una conferencia, Laso es capaz de polemizar con el propio conferenciante y rebatirle en su propio terreno.

Hay muchos Lasos: el lector de Gramsci, forjado como él en la cárcel, el teórico, el viajante, el escritor de artículos, el polemista en enfrentamientos dialécticos en Bilbao, el preso, el contertulio sabio e inagotable, el fundador de Tribuna Ciudadana, uno de los mayores eruditos a nivel nacional, el personaje imprescindible del Oviedo cultural, el portador de la cartera sin fondo en la que guarda obras de Gramsci y otros libros y papeles, el ironista, el sabio con aspecto distraído pero que después está en todo, el hombre del traje gris y, sobre todo, el marxista.

Gustavo Bueno le conoció en la presentación de su libro El papel de la filosofía en el conjunto del saber (1970), donde rebatía las tesis de Manuel Sacristán. En su intervención, Laso trató de equilibrar las posiciones de ambos filósofos. La brillantez de su exposición sorprendió a Bueno, que expresó su deseo de conocerle después del acto. Creyó que era un catedrático de filosofía de instituto, cuando en realidad iniciaba sus estudios en la Facultad de Derecho, y Laso tuvo que aclararle que era un representante de Chocolates Zahor. Lector infatigable de todo cuanto merece ser leído, ha donado su exhaustiva biblioteca (en la que tengo la suerte de colaborar personalmente con él y pasar horas entre sus libros, anécdotas y lecciones magistrales) a la Fundación Isidoro Acevedo, que él mismo preside. 15.000 libros son muchos libros, se dice que cuando un hombre reúne tantos libros no los lee, los habita. Si de lo que siente el corazón habla la boca, sus amigos y conocidos podemos deducir por sus palabras que, aparte de los grandes filósofos del marxismo y demás sistemas fundamentales, incluido Gustavo Bueno, por quien siente total admiración, sus escritores favoritos son Gramsci y Jack London.

Si disfruta como pocos del placer de la lectura, su afán pedagógico hace que la conversación sea otra de sus grandes pasiones. Siempre destacan en él su ejemplar compañerismo y su gran oficio de viajero, no en vano, deben de quedarle muy pocos sitios de la Tierra por explorar, basta comprobar la distancia que existe entre La Habana y Vladivostok, pasando por Oviedo: Extremo Oriente, la Rusia soviética y, por supuesto, Cuba. Es un hombre que viaja para ver, todo lo contrario que el turista, que (según Nietzsche) viaja para que lo vean. Viajero más que turista, no me le imagino armado de una cámara en sus viajes; pero tampoco sin su cartera. En La Habana o en Vladivostok, Laso es tan Laso como cuando está en Oviedo. Sin corbata en La Habana, con gorro de pieles en Vladivostok, pero con cartera, y en la cartera libros. Una cartera que abraza contra su pecho como si fuera un hijo al que advirtiera de los peligros del mundo. De esos peligros que él conoció en carne propia, hace ya muchos años, cuando queriendo decir al pan pan y al vino vino (como dice el refrán), se vio obligado a vivir con la palabra amordazada. Incapaz de concebir la vida sin libros y periódicos, los traslada a donde quiera que vaya y los usa donde quiera que esté.

Escribir es otra de sus grandes dedicaciones. Sus obras completas (esperemos) serán algún día editadas y en ellas aparecerán recogidas sus ideas y creencias a través de ensayos filosóficos, políticos, literarios y de actualidad, sin olvidar su libro de viajes que esperamos poder poner pronto en la calle. Nada de lo convencional le desvía. Sincero, sin dobleces, seguro de sí mismo, su educación es la de los bien nacidos y forjados en la lucha diaria y no la que se aprende en los manuales de la cortesía establecida.

Es una persona labrada por él mismo a lo largo de muchas décadas. Una vida abundante en saberes y actividades que han sido todas ellas elevadas desde la contingencia cotidiana hasta la necesidad global de una biografía, la de José María Laso, la biografía de un hombre verdadero, de un hombre libre. Pero no en virtud de una libertad caprichosa y sin rumbo, sino de una libertad que él mismo ha convertido en una vida necesaria

Estamos ante la figura de un gran hombre moldeado según el más puro y estricto canon estoico, aquél que sabe que la libertad es propiamente la conciencia de la necesidad, aquel que sabe que todo lo que ha hecho era necesario, como un deber, para la edificación de su propio ser, de su propia vida con sentido. Una vida firme, inmutable, en una incesante agitación, pero orientada por un destino proyectado como fin personal y mantenido tanto en tiempo de calma como en tiempo de tempestad. Una vida impulsada desde sus primeros años por un omnívoro apetito de saber. Una vida sabia, pero no unilateral, con la mera sabiduría del especialista, una vida que, a la vez que explora, selecciona sobre la marcha, en función de sus propios proyectos, los conocimientos irrelevantes de los que tienen el aspecto de indicios para nuevos hallazgos. Y ésta es también una vida prudente que logra, en la medida de lo posible, de lo compatible con su libertad, sortear las dificultades y acechanzas, sin caer en la temeridad, pero tampoco sin huir de la lucha.

Las dificultades para mantener este equilibrio las conoce, mejor que nadie, José María Laso: llegó la tortura, la cárcel y (sarcasmos de la vida) la fase de su formación integral. Burgos fue el destino último de un largo y dramático camino. La angustia de la familia, las estancias en siniestras comisarías, las torturas morales y físicas, la obsesión por no delatar a los compañeros y comportarse dignamente, fueron sentimientos que obsesionaron muchos meses a José María Laso. Y una tortura mucho mayor: la de observar en sus traslados de la cárcel a la Comisaría o a los Juzgados a la gente paseando en plena primavera ajena absolutamente a su causa y a su lucha. Fue encarcelado en su lucha contra sus enemigos políticos e ideológicos, entonces más poderosos; pero no consumió los largos años de su prisión, ocho en total, en lamentos, sino que los transformó en una empresa de acción y de conocimiento colectivo, estudiando, debatiendo, organizando una biblioteca con libros prohibidos pero activos bajo cubiertas fingidas o programando sesiones cinematográficas seguidas de análisis. Es muy extensa la lista de compañeros que adquirieron bajo la autoridad moral de Laso una formación filosófica políticamente implantada a lo largo de estos años. Escuchando su relato desde fuera, una entrevistadora de La Nueva España creyó poder traducir la actitud de Laso diciendo que en las cárceles franquistas había más libertad para ver cine que en la calle: era la propia libertad de José María Laso. Todo esto contribuyó a que el penal de Burgos, donde fue encarcelado, fuera llamado por muchos la Universidad de Burgos, gracias al inestimable esfuerzo de nuestro homenajeado. Dicen que el hombre que ha estado en la cárcel sale de la cárcel cada vez que proclama en voz alta lo que siente, lo que piensa. Y cuando le oigo hablar tengo la impresión de que se siente como recién salido de la cárcel ese momento en el que estás a solas con tu propia libertad.

Todo el mundo le atribuye una memoria prodigiosa y con razón. Pero no como una propiedad particular, como pueda serlo el buen oído musical; la memoria prodigiosa de Laso es sólo la manifestación de la perfecta posesión que de su persona tiene una persona libre que no se arrepiente de nada de lo que ha hecho. Su memoria es mucho más que una capacidad mecánica para recordar sucesos, porque es la capacidad de analizar, reconstruir y hacer presentes las realidades que siguen actuando en su personalidad.

José María Laso es un ejemplo entre todos aquellos que han vivido la libertad en el ámbito de la disciplina estoica, actuando reflexivamente, debatiendo sin perder las riendas, viajando por todo el mundo sin derramarse en minucias turísticas intrascendentes. Cuando la memoria recupera con cierta melancolía aquellos años de la posguerra, advierte que los actos más sencillos podían convertirse, aún sin pretenderlo, en heroicos ejercicios de resistencia contra la dictadura. Creo no exagerar cuando afirmo que pertenece al grupo de hombres y mujeres a quienes la sociedad debe el haber progresado y que, por ello, Oviedo es una ciudad afortunada por haber sido la elegida por este bilbaíno de nacimiento para quedarse y echar raíces en ella. Y digo esto desde la convicción de que las libertades de las que hoy nosotros disfrutamos no vinieron llovidas del cielo, sino que fueron conquistadas día a día, palmo a palmo, a lo largo de casi cuarenta años, por gentes como José María. Gentes que, en vez de lamentarse en la oscuridad de la noche franquista se plantearon mantener encendida la llama de la esperanza, reconstruyendo la razón popular, y empeñando en ello la propia vida. Sí, hubo un tiempo no muy lejano en que la democracia era algo a conquistar y por la que bastantes españoles se jugaron la vida y siempre la libertad, una libertad que habitaba, valga la paradoja, varias veces entre rejas. Y hoy, a sus 78 años y esta biografía a sus espaldas, nunca cansado, está siempre dispuesto a seguir haciendo girar las ruedas de la historia.

Verdaderamente, José María Laso es un filósofo; y no sólo porque ha analizado sutilmente los pensamientos de filósofos clásicos ya consagrados como puedan serlo Kant, Marx o Gramsci, sino, sobre todo, porque toda su vida es, en realidad, una vida filosófica que no ha querido nunca perder la fidelidad a la tierra. Y fue en el Congreso de Filósofos Jóvenes en 1975, del que fue presidente, cuando tuvo lugar su consagración como filósofo.

Filósofo, escritor, abogado, promotor de asociaciones culturales, viajero incombustible, cronista de viajes, presidente de Congresos de Filósofos, intelectual orgánico, martillo de conferenciantes y conferenciante él mismo, polemista en la prensa regional, animador de actividades culturales, fundador y Vicepresidente de Tribuna Ciudadana, presidente de la Fundación Isidoro Acevedo, vocal permanente de la Sociedad Asturiana de Filosofía, archivo viviente de datos y contactos, Profesor Visitante en la cubana Universidad de las Villas, en Santa Clara, amigo de sus amigos, autor de libros, miembro del consejo de redacción de varias revistas, disciplinado oyente de discursos ajenos... éste es José María Laso. Muchos han intentado definirle:

Gabino de Lorenzo, alcalde de Oviedo, dijo que Laso es un hombre bueno que desde su impresionante cultura enciclopédica resulta, sobre todo, entrañable; Juan Benito Argüelles le llamó «humanista de la acción»; Lola Fernández Lucio habló de José María Laso, «el hombre bueno de la vida laica» y afirmó que haberle conocido fue para ella un lance trascendental de esos que en la vida de una persona marcan un antes y un después; José Galán Arias le nombró «un hombre justo»; José Ignacio Gracia Noriega «el viajero»; Manuel Herrero Montoto «un hombre conciliador»; Armando López Salinas le definió como «un tribuno de la plebe»; Antonio Masip, le denominó «comunista y bueno»; José Luis Merino «un hombre puro»; Vidal de Nicolás «el amigo»; Carlos París habló de su ejemplaridad; David Ruiz de un intelectual vizcaíno en Oviedo; Roberto Sánchez Ramos, le llamó «camello de libertad», y Manuel Vázquez Montalbán intentó, de forma simpática, explicar por qué habla tan alto en los lugares públicos

Pero quien mejor le definió, y sin pretenderlo, fue sin duda Bertolt Brecht cuando dijo que

«Hay hombres que luchan un día y son buenos,
Hay quienes luchan muchos días y son mejores
Hay hombres que luchan años y son muy buenos
Pero están los que luchan toda la vida;
   ésos son los imprescindibles.»

Éste es José María Laso, un luchador, un auténtico militante de la vida. Por todo esto decidimos poner a esta asociación el nombre de José María Laso Prieto. Cuando le comenté la idea me dijo que lo consideraba todo un gran honor. Creo hablar en nombre de mis compañeros cuando digo que el honor es todo nuestro.

Simplemente añadir, personalmente, que, además de todo esto, José María, Chema, José Mari, pero siempre Laso, es un amigo, un compañero y, en el sentido más clásico del término, todo un maestro.

Asociación Cultural José María Laso Prieto
http://www.lasoprieto.org

Nota

{1} El periódico La Voz de Asturias, de Oviedo, en su edición de martes 16 de noviembre de 2004, página 10, publicaba el siguiente suelto: «El sector 'buenista' toma las riendas en Filosofía tras las elecciones. La facultad de Filosofía cerró ayer el proceso electoral en la Universidad. Como resultado, el sector buenista (seguidores de Gustavo Bueno) toma las riendas del decanato y del departamento de Filosofía. Santiago Escudero es desde ayer el nuevo decano por 19 votos frente a los 13 de su contrincante, Cipriano Barrio. Los siete representantes de alumnos, que votaron en bloque, fueron decisivos. Los estudiantes celebraron el viernes un referéndum previo, en el que Escudero obtuvo 66 votos y Barrio ninguno. En el departamento de Filosofía, resultó elegido el viernes José Antonio López Cerezo por 15 votos, frente a los 13 de Luis Valdés.»

 

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