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El Catoblepas, número 32, octubre 2004
  El Catoblepasnúmero 32 • octubre 2004 • página 16
Información & comunicación

Análisis Estructural de Segundo Orden,
de Berne; Anamnesis, de Bueno

Felicísimo Valbuena de la Fuente

El Análisis Transaccional de Eric Berne
desde el Materialismo Filosófico de Gustavo Bueno

Introducción

Siguiendo la serie de artículos que estoy publicando sobre Eric Berne y cómo podemos interpretarlo desde el Materialismo Filosófico y la Teoría del Cierre Categorial, me propongo abordar el Análisis Estructural de Segundo orden. Iré explicando cada uno de los segmentos o regiones de la personalidad, tal como las entiende Berne e ilustraré la concepción de Berne con el análisis de la película Seducida y abandonada, de Pietro Germi, porque el guión y la realización me parecen dos auténticas obras de arte. A pesar de que las películas italianas caen frecuentemente en la farsa, el guión de esta película es canónico. O dicho de otra forma, podría servir como modelo para enseñar a escribir guiones a los entusiastas del cine, porque el problema de muchas películas actuales sigue siendo, como siempre, que carecen de un buen guión.

1) Las estructuras más afinadas de la personalidad: El Adulto de Segundo Orden. 2) Berne y los tres tipos de argumentos retóricos artísticos de Aristóteles. 3) De Aristóteles y Berne a Bueno: Anámnesis y Prólepsis. 4) El Padre de Segundo Orden. 5) El Niño de Segundo Orden. 6) Un ejemplo de Berne. 7) El Análisis Estructural de Segundo Orden completo en Seducida y abandonada. Sinopsis de la película. 7.1) Padre en el Padre (1. La carta de amor y el sello con mensaje oculto. 2. El examen ginecológico. 3. El tribunal de la opinión pública). 7.2) Adulto en el Padre (1. Cómo lavar una ofensa de honor. 2. Un paseo arrogante. 3. Razones para un rapto). 7.3) Niño en el Padre (1. El sexo, según Vincenzo Ascalone). 7.4) Padre en el Adulto (1. La visita del párroco. 2. Las opiniones del sargento Potenza). 7.5) Adulto en el Adulto (1. Desactivado en Vincenzo y activado en el sargento Potenza). 7.6) Niño en el Adulto (1. Bufón, irónico, impostor y ridículo). 7.7) Padre en el Niño (1. Peppino se desdice). 7.8) Adulto en el Niño (1. Cómo escribir una carta con un mensaje de doble sentido. 2. Interpretación del futuro. 3. Un Sherlock Holmes femenino. 4. La perspicacia del Sargento Potenza). 7.9) Niño en el Niño (1. Agnese se resiste al rapto. 2. Agnese no quiere casarse). 8) Conclusión.

1. Las estructuras más afinadas de la personalidad: El Adulto de Segundo Orden

En mi artículo anterior, me ocupaba del Análisis Estructural de Primer Orden, Orden Primero o Primera Instancia. Puede resultar muy útil para tratar con las personas o analizar obras de cualquier tipo, aunque no con toda la profundidad posible o deseable. Berne notaba que había numerosos asuntos y detalles que no podían limitase al Análisis Estructural de Primer Orden (Berne, 1961:201).

Mientras conversaba con muchas y muy diversas personas, notaba que las relaciones Adulto-Padre y Adulto-Niño, no se limitaban a las Contaminaciones y Exclusiones. Se daba cuenta de que hay personas que muestran un encanto y simpatía que recuerda a los de los niños. A la vez, presentan ciertos sentimientos de responsabilidad hacia el resto de la humanidad qué podrían expresarse con los términos ternura y emoción. Finalmente, hay cualidades morales que todo el mundo espera de la gente que se toma responsabilidades de persona mayor: el coraje, la sinceridad, la lealtad y la honestidad, que no responden a perjuicios paternales, sino a normas de conducta universal. O dicho de otra manera, cualquiera que funcione como Adulto tendría, idealmente, que exhibir: a) atractivo personal y simpatía (elementos arqueopsíquicos= Niño), b) procesamiento de datos objetivo (neopsíquicos = Adulto), y c) responsabilidad ética y moral (elementos exteropsíquicos=Padre).

Valbuena / Eric Berne
Valbuena / Eric Berne

2. Berne y los tres tipos de argumentos retóricos artísticos de Aristóteles

En mi anterior artículo, ya adelantaba que el Análisis Estructural de Segundo Orden me recordaba a Aristóteles.

Aristóteles distinguió entre argumentos retóricos inartísticos y artísticos. Inartísticos son todos aquellos que encontramos porque preexisten y de los que nos servimos: los testigos, confesiones en tormento, documentos y los semejantes. Artísticos son aquellos disponemos empleando un método y que, por tanto, inventamos.

Aristóteles distingue tres especies de argumentos artísticos: unos residen en el carácter del que habla, otros en poner en cierta disposición del oyente, otros en el mismo discurso, por lo que demuestra o parece demostrar.

«Por el carácter, cuando el discurso se dice de tal manera que hace digno de fe al que lo dice, pues a las personas decentes las creemos más y antes, y sobre cualquier cuestión, en general, y en las que no hay seguridad sino duda también por completo. También esto es preciso que ocurra por el discurso, mas por no tener los oyentes prejuzgada la calidad del que habla; porque no hay, según algunos tratadistas señalan, que considerar en el arte la probidad del que habla como sin importancia para la persuasión, sino que casi puede decirse que el carácter lleva consigo la prueba principal. Por los oyentes, cuando son arrastrados a una pasión por el discurso, pues no concedemos igual nuestra opinión con pena que con alegría, ni con amor que con odio. Por los discursos creen cuando mostremos la verdad o lo que verdad parece según lo persuadible en cada caso particular» (Aristóteles, 1985: 10-11).

Si observamos la figura (b), podemos ver que Berne denominó Ethos y Pathos al Padre y al Niño de Segundo Orden. No habló del Logos, pero claramente podemos deducir a qué corresponde el A2.

Sobre Aristóteles, me llama la atención la poca atención que presta a los argumentos inartísticos, con la importancia que pueden llegar a tener. Por eso, hace ya tiempo me interesé por el asunto de las pruebas inartísticas. Heinrich Lausberg, autor de Elementos de Retórica Literaria, que se inspira en las Institutiones Oratoriae, de Quintiliano, presta atención a estas pruebas y nos indica un camino para relacionarlas. Efectivamente, la Retórica no crea las pruebas inartísticas, se las encuentra hechas; pero es incumbencia de la Retórica aprovechar dichas pruebas «summis eloquentiae viribus», en el sentido de la «utilitas» de la causa. Fuera del terreno jurídico tienen un interés especial los «prejudicia» y los «testes».

Los «prejudicia» son las sentencias judiciales recaídas ya sobre litigios parecidos, o sobre pleitos relacionados estrechamente con el asunto en cuestión, o sobre el mismo asunto. Se hallan cerca de las pruebas artísticas «exemplum» y «auctoritas».

Esto no es todo. Según el punto de vista de la causa (judicial) hay que acoger o rechazar las declaraciones de los «testes». Para ello, hay dos maneras de lucha: el discurso continuo y el juego de preguntas y respuestas (la «interrogatio», que en inglés se denomina «cross-examination»). Con el discurso continuo se desarrolla el valor de las declaraciones testificales; la «interrogatio» puede residir en la causa o fuera de la causa. La esfera «extra causam» comprende, por ejemplo, la vida anterior y el carácter de las personas interesadas. La esfera «in causa» entra en contacto marginal con la esfera «extra causam»; el arte del interrogatorio consiste en comenzar con objetos que al interrogado le parecen no tener nada que ver con la causa, pero que en realidad (gracias a la técnica interrogatoria empelada parcialmente) llevan lógicamente al meollo de la «causa». (Lausberg, 1975: 351-354). Este mismo autor dedica mucho más especio a las pruebas artísticas (355-426), pero la diferencia entre pruebas inartísticas y artísticas es tenue en muchas ocasiones.

3. De Aristóteles y Berne a Bueno: Anámnesis y Prólepsis

Si me he detenido en las pruebas inartísticas, es porque considero que tienen una gran importancia para explicar el sistema de Berne. Creo que la distinción de Aristóteles y la aplicación que Berne hace de él a su Análisis Estructural de Segundo Orden adquiere todo su sentido con los conceptos de Anámnesis y Prólepsis.

Mi artículo anterior finalizaba con los recorridos del Ego al pasar por sus diferentes Estados. Lo ilustraba con fragmentos de La Ilíada, Al Rojo Vivo y El Tercer Hombre. Veamos cómo podemos continuar este recorrido.

Anamnesis. El término (acuñado por Platón: anámnesis = recuerdo, en el contexto de «el saber como un recordar» o como «diálogo del alma consigo misma») se toma, por el materialismo filosófico, incorporando también el sentido epicúreo, correlativo a prólepsis («anticipación», «proyecto», «programa», «plan»). Anamnesis nos remite a la presencia de formas o modelos ya realizados (pretéritos, en este sentido) en la medida en que sólo a partir de ellos podemos entender la constitución de las prólepsis (planes o programas); lo que obliga a concebir el « futuro proyectado», no tanto como el acto creador o anticipador de una «fantasía mitopoiética», cuanto como un efecto de la anamnesis. Sólo retrospectivamente podrá decirse que los proyectos o planos propuestos por Herrera, Bergamasco, &c., a Felipe II, eran una «anticipación» de El Escorial, como si hubieran sido «copiados del futuro». Tales proyectos o planes no eran sino anamnesis transformadas de templos o palacios históricos, reales o míticos, transformados en una prólepsis que fue modificándose conforme los trabajos ya realizados avanzaban. Los proyectos o programas científicos tampoco pueden explicarse como fruto de la «fantasía creadora» o predictora de los genios científicos, sino sólo en función de la anámnesis (a veces muy antigua, caso de la presencia de Pappus en Descartes) y, por tanto, del «estado del mundo» precursor. Ninguna ciencia puede plantear sus prólepsis (proyectos, programas de investigación, &c.) «saltando más allá» de las anamnesis que su historia o el estado del mundo precursor o presente pueda proporcionarle. (Bueno, 1993: 159).

Lo que, a mi entender, hace Bueno en este párrafo es reivindicar todo el valor de las pruebas inartísticas. Quintiliano hablaba de «prejudicia», como útiles sentencias judiciales anteriores o preexistentes; Bueno, de proyectos o planos. Aristóteles prácticamente sólo considera la invención, la creatividad de las pruebas artísticas. Sin embargo, vemos que las anámnesis tienen mucha importancia, porque sólo recordando podemos proyectar.

Berne ofrece planos de la personalidad y los va complicando, según el nivel de profundidad al que queremos llegar. Es decir, según lo que estamos dispuestos a recordar. Y para ese trabajo de anámnesis, necesitamos muchas veces los escritos y testimonios de otras personas que no somos nosotros. De hecho, cuando ofrece en su última y más completa obra ofrece una Lista de comprobación del Guión (personal), trece apartados de preguntas muy pormenorizadas. Ya sabemos que, en la Retórica Clásica, la «»interrogatio» pertenecía a los argumentos inartísticos.

4. El Padre de Segundo Orden

Berne ilustró la estructura o plano del Padre de Segundo Orden con los casos de Mr. Troy y de Magnolia. Su progenitor, como otros seres humanos, exhibía los tres tipos de conducta: exteropsíquica, neopsiquica y arqueopsíquica, y el señor Troy en su estado usual Paternal imitaba esto. Como su padre, daba muestras de prejuicios violentos e irracionales, sobre todo con respecto a los niños. Junto con esto, denotaba una astucia superficial en su trato con «mujeres», en lo que también imitaba a su padre. Con ciertos tipos de mujeres se permitía una actitud sadística y juguetona del mismo tipo que hizo que la madre se divorciara de su progenitor.

Magnolia exhibía la misma intolerancia tradicional de su madre, los conocimientos superiores de ésta en cuanto a lenguaje y dicción, y su misma petulancia. Los otros miembros del grupo reaccionaban ante estas manifestaciones con bastante irritación, pues percibían claramente que no era Magnolia, sino su madre, quien estaba con ellos y la que, como lo expresaban, ponía un límite-a las actuaciones. No querían a ningún Padre en el grupo. Cuando la «verdadera Magnolia» (su Adulto y Niño), salieron a relucir, Magnolia cambió por completo y fue bien recibida. (Berne, 1985: 206).

Realmente, el Padre en el Padre contiene las normas éticas y morales recibidas, sin someterlas a discusión. Las sectas obedecen precisamente a ese Padre, sin someterlo a discusión. Lo mismo podemos decir de los dictadores y de los jefes de las mafias.

El Adulto en el Padre funciona con mensajes racionales recibidos de otras personas, pero sin someterlos a los controles del Adulto. En La costa de los mosquitos, novela de Paul Theroux, que Peter Weir llevó al cine en 1986, el hijo mayor admira, al principio, el saber-hacer técnico de su padre, pero luego se da cuenta de que todas sus destrezas están sometidas a un designio destructivo.

El Niño en el Padre incorpora los sentimientos irracionales de los padres o de quienes hicieron sus veces. La mayor dificultad de cambiar algunas actitudes de niños de familias musulmanas que se creen superiores a sus compañeras de clase y a sus profesoras estriba en que ellos ven que su padre actúa con el mismo sentimiento. Lo mismo ocurre con algunos hijos de machistas y maltratadores. Si los estudios confirman que muchos maltratadores repiten las conductas de sus padres, el AT puede ser muy útil para mostrarles el plano de su Padre.

En la figura c), Podemos ver la Estructura de Segundo Orden, pero con un detalle más: Berne segmenta horizontalmente el Padre en el Niño, Adulto y Padre2 y segmenta verticalmente, las influencias paterna y materna. Y podemos añadir más planos, según hasta dónde queramos llegar con la anámnesis, hasta dar con las influencias de los abuelos y más allá.

Valbuena / Eric Berne

Si Berne hubiera vivido más años, uno de los aspectos prioritarios de su trabajo hubiera sido estudiar cómo se trasmiten lo que él llama «psicopatías culturales»:

«El robo entre los gitanos, la caza de cabezas en el Amazonas, pirateria en la Costa Bárbara. delincuencia en la Mafia, y chismorreo malintencionado entre ciertas clases en los paises civilizados... todo esto tiene probablemente la misma estructura que la promiscuidad del señor Troy, según la evidencia que encontramos en los libros populares. Esto está resumido en el epigrama: «Para hacer una dama, empieza con la abuela» es decir, el padre del Padre.» (Berne, 1985: 213-214.)

En España tenemos un gran campo por explorar: cómo y por qué los españoles asimilamos e internalizamos muchos elementos de la Leyenda Negra o, como dice Gustavo Bueno, de la Metodología negra. Desde Julián Juderías, que creó esta expresión en 1914 (Juderías, 2003), hasta sus últimos estudiosos, nos han explicado cómo se formó. Lo que está muy poco explicado es: a) cómo hacer que un español caiga en la cuenta de que está bajo la influencia de elementos de la Leyenda Negra y viviendo bajo conceptos equivocados que formaron algunos personajes holandeses, ingleses y judíos por motivos políticos; y b) cómo quitarse de encima esa influencia.

Según Julián Marías, las dos únicas naciones que han tenido y tienen Leyenda Negra son España y Norteamérica. Ni siquiera, Alemania, con todo el Holocausto, relativamente reciente. Ya hay una literatura considerable sobre por qué los norteamericanos son tan rechazados, y tan visceralmente, en muchos países. Es decir, empiezan a cubrir el punto a). Falta casi enteramente el punto b).

Berne pone el ejemplo del canibalismo y la crueldad entre los aborígenes de las Islas Fiji como ejemplo que puede estudiarse bien, pues la historia de esas tierras está bien documentada.

«La crueldad de los caciques se transmitía de generación en generación porque no sólo no había una prohibición paternal contra ellos, sino que las actividades de los antecesores de los caciques incitaba con su ejemplo, esta exhibición del Niño inadaptado. Cuando los caciques se convirtieron al cristianismo, el Padre interior fue reemplazado por una autoridad Paternal externa. Al principio hubo estallidos esporádicos de crueldad, pero ahora, una generación más tarde, los fijianos se cuentan entre los pueblos más bondadosos y atentos de la tierra. El Padre interior de un joven fijiano contemporáneo incluye un Padre de segunda y aun de tercera instancia que prohíbe la crueldad, mientras que, hace cien años, antes de las conversiones religiosas, incluía un indefínido suborden de Niños que se solazaban con esas actividades. El tremendo trastorno físico que puede ocurrir cuando un Padre interior es reemplazado por una nueva influencia exteropsíquica lo describe maravillosamente bien Margaret Mead en su estudio sobre los Isleños de Manus. La comprensión de esos cambios culturales e históricos ayuda a comprender estructuralmente a la mujer que sigue los pasos de su madre chismosa y promiscua, y al asesino profesional cuya madre defiende agresivamente su conducta criminal cuando lo llevan ante el juez.» (Berne, 1985:214).

Con buen material genealógico, (con más y más planos, como dice Bueno), podemos descubrir estructuras finas del Padre, como las muñecas rusas, en que una contiene a la otra.

En el apartado 6) seguiremos con Míster Troy.

5. El Niño de Segundo Orden

El Niño comienza siendo un bebé, que funciona como un ser biológico, con emociones auténticas y sensaciones corporales. Esta parte inicial del Niño se llama el Niño en el Niño o Niño1 y es el primero en aparecer. Nos caen muy bien los niños muy pequeños cuando se manifiestan tal como son. Pero como lo característico de esos niños es querer las cosas y quererlas en ese momento, se convertirían en tiranos si accediésemos a todas sus caprichos. Más adelante, las personas manifiestan sus emociones más auténticas en algunas ocasiones. Convertir esta manifestación en una regla puede imposibilitar las relaciones sociales. Si fuéramos revelando cada una de las emociones, favorables o desfavorables, que nos van causando las personas que conocemos o a las que tratamos, nos tendríamos que enfrentar a muchos problemas. Borges decía que el trato social está basado en la hipocresía. Ponía como ejemplo la expresión «¡Encantando de conocerle!». A lo cual, replicaba: «¿Cómo va a estar encantado si me acaba de conocer?». Como salida ingeniosa, está bien, pero todos los rituales no están basados en la hipocresía. De manera que, cuando una persona a la que saludamos a diario, no responde a nuestro saludo, sospechamos que ha tenido que ocurrir algo desfavorable para que no responda a nuestro ritual. El saludo no tiene por qué ir cargado de emoción.

Cuando Berne expuso su Análisis del Guión, es decir, el cuarto y último estrato del Análisis Transaccional denominó «impulsos juguetones» o «demonio» a este segmento de la personalidad. Lo denominó también «bromista de la existencia humana». El «demonio» aparece por primera vez cuando el niño tira la comida al suelo con un alegre brillo en los ojos, esperando a ver qué harán sus padres. Si ellos se ríen, seguirá haciendo travesuras, y luego quizá bromas y chanzas.

El Niño en el Niño tiene esos impulsos juguetones que luchan contra todos los materiales que le suministran sus padres.

Valbuena / Eric Berne

Poco a poco en el niño surge un pensamiento basado en la intuición. Bueno dice que la intuición es un razonamiento que no necesita de término medio. Berne llegó a denominar Pequeño Profesor al Adulto en el Niño. Es un psicólogo extraordinario y un abogado que sabe cómo vencer en cualquier disputa. Sabe leer las emociones en los músculos de la cara e interpretar muy correctamente las expresiones de sus padres. El Adulto en el Niño sabe cuándo su madre está expresando alegría en las comisuras de su boca, pero tiene cargados los párpados superiores con el peso de la tristeza. Interpreta que su madre está triste, aunque quiere disimularlo delante de él. Sabe observar la cara de su padre e interpretar que el disgusto que observa en las dos caras se debe a algún choque que él no ha visto.

Berne admiraba esta perspicacia para aquilatar y manipular las relaciones personales. Lo que más perdura en los recuerdos de muchos padres eran las «salidas», los golpes de ingenio de sus hijos cuando eran pequeños. Ferenczi resaltó que gran parte de esas capacidades se pierden cuando los niños van a colegio y dejan de mirar a la cara de los demás. Quienes no pierden esa perspicacia, siguen teniendo ese sentido de la realidad, que sus compañeros de trabajo han perdido. Por ejemplo, en una negociación complicada, quienes siguen manteniendo vivo a su Pequeño Profesor, miran las expresiones de todas las caras y no emplean su tiempo tomando notas. Se dan cuenta de lo que pasa, del sistema de señales convenido, de los gestos de seguridad o inseguridad, de las emociones verdaderas y de las falsas.

En el Padre en el Niño, que es el último en surgir, están todas las prohibiciones que un niño escucha u observa. Unos son beneficiosos para sobrevivir. Otros, muy destructivos. Cuando me ocupe del Análisis del Guión, me extenderé sobre este plano.

En la Figura e) presentamos un Análisis Estructural de Segundo Orden completo. Quien se proponga conocerse a sí mismo, puede ir llenando con el material que extraiga de su experiencia cada segmento y entender lo que significa para él cada región de su personalidad.

Valbuena / Eric Berne

Berne encuentra de interés especial el segmento Niño en el Padre, y la parte Adulta del Niño.

6. Un ejemplo de Berne

Mr. Troy acudió a Berne cuando trabajaba por la noche como acomodador en un salón de bailes. Le agradaba su trabajo porque armonizaba con los tres aspectos de su personalidad y en esta situación estaba libre de conflictos. Como Aduulto, sabía manejar los problemas materiales, a su Niño le encantaba la atmósfera bulliciosa, y no había nada que pudiera provocar la desaprobación del Padre; más aún, el Niño en su Padre gustaba de aquella vida algo viciosa en que se desarrollaban las actividades de Troy.

Sin embargo, algunos clientes le gastaban bromas y entonces él pasaba del Estado de Adulto al de Niño. La rabia que le causaban las tomaduras de pelo le hacía ponerse pomposamente severo y decía a los clientes: «No tengo por qué escuchar esas tonterías infantiles. ¡Aléjense! ¡Aléjense!» Con estas palabras imitaba una actitud de censura de su padre, derivada de su abuelo.

Mr. Troy reaccionaba con desaprobación intransigente se dirigía en realidad contra su propio Niño, y provenía del aspecto Paternal de su Padre. A la vez, el Niño en su Padre exacerbaba el interés de su propio Niño en conquistar mujeres. Su padre le había dado lecciones sobre cómo ser promiscuo. Esas lecciones pueden ser en forma de conducta o de palabras.

Su padre también le había enseñado cómo ser irresponsable en cuestión de finanzas, pero aquí no tuvo éxito, porque el Padre de su madre le había enseñado cómo ser responsable. En lo que no intervenía su madre era en enseñarle cómo mantener una relación feliz con una mujer o en cómo no explotarlas ni hacerlas infelices. Se había hartado de su marido y le había dejado. También «dejaba hacer» a su hijo en estos asuntos. Es decir, había una «laguna». (Berne, 1985: 213).

Las figuras a) y b) representan lo que ocurría con Mr. Troy.

Valbuena / Eric Berne
Valbuena / Eric Berne

7. El Análisis Estructural de Segundo Orden completo en Seducida y abandonada

Para ilustrar el gran plano del Análisis Estructural de Segundo Orden completo, he elegido una película italiana, de 1963, Seducida y abandonada. Cuando se estrenó, su director, Pietro Germi, encadenó su segundo gran éxito, después de Matrimonio a la italiana (1961). Llevaba dieciocho años dirigiendo películas y sólo estas dos le consagraron en el mundo entero. Era una gran época del cine italiano, que se enfrentaba con sus propias normas morales. En concreto, con las que regían en Sicilia.

Poner al descubierto la influencia de la «psicopatía cultural» del honor, que rige en Sicilia, ha sido uno de los criterios por los que he escogido esta película. No ha sido el único. Muestra una gran penetración psicológica en diversos personajes y encierra mucho humor, precisamente porque los personajes no quieren hacerse graciosos. Ceo que esta película se ajusta muy bien para explicar las diferentes regiones de la personalidad de la protagonista, Agnese.

Sinopsis de la película

La familia Ascalone duerme la siesta en un pueblo de Sicilia, excepto Agnese, que está leyendo, y Peppino, el novio de su hermana Matilde. Después de unas rápidas escaramuzas, acaban haciendo el amor.

Ella se confiesa al día siguiente y el cura, Don Mariano, después de reprocharla que no se resistiese, la recomienda rezar y castigar su carne.

Vincenzo Ascalone lee en voz alta la carta que su hija Rosaura ha recibido de su novio, que está haciendo el servicio militar. Se ríe de las expresiones amorosas y entrega la carta a la hija, pero luego despega el sello, donde el novio ha puesto «Besos apasionados en la boca». Acaba llamando «cerdo» y «caradura» al novio.

Mantiene una actitud enteramente distinta hacia Peppino, al que alaba que se esté preparando unas oposiciones y para el que piensa cómo recomendarle cuando llegue el momento. Agnese se levanta de la mesa y Peppino tiene una extraña prisa por irse a estudiar.

Vincenzo Ascalone, que tan severo es con sus hijas, se encuentra con sus amigos de tertulia en un Hotel adonde llegan tres prostitutas. Entonces, él presume de proezas sexuales y se muestra muy atento con las mujeres.

Agnese empieza a dar muestras de comportamientos extraños: reza por las noches y no para de moverse; se encierra en el cuarto de baño, donde escribe una carta a Peppino. Pero cuando la madre quiere entrar para ver qué le pasa, ella rompe la carta y tira de la cisterna. Cuando sale, su madre, Francesca, entra a tiempo de recoger un fragmento de la carta, en el que puede leer: «...mi culpa, que fue la de ceder a la lujuria...».

A partir de ese momento, y como iré mostrando en diversos fragmentos, la familia acaba enterándose de que Agnese está embarazada y Vincenzo adopta varias decisiones: a) manda a Matilde que escriba una carta a Peppino declarando que rompe su compromiso; b) visita a los padres de Peppino para que éste se case con Agnese; c) logra convencer a un barón arruinado para que se comprometa con Matilde y d) se pasea con sus hijas y con el barón por el pueblo y convence a éste para que se arregle la dentadura, que Vicenzo pagará.

La madre de Peppino, Doña Amalia, no puede soportar que su hijo pase por cornudo delante del pueblo y le incita a éste, que responde no queriéndose casar con Agnese, porque no es virgen. Incluso, Doña Amalia logra que el cura visite a Vicenzo en la cantera para explicarle que Peppino no tiene obligación de casarse con Agnese.

Vincenzo acusa al padre de Peppino, Don Orlando, de no mantener su palabra de honor de que los dos jóvenes se iban a casar. A la vez, se entera de que Peppino se ha ido del pueblo. Entonces, y acompañado de su hijo Antonio, Vincenzo visitan en Regalbuto al abogado Ascalone, primo suyo. Éste les explica todas las consecuencias legales del caso y detalla que Antonio, si Peppino se resiste a casarse con Agnese, debe disparar a Peppino todo el cargador de la pistola.

Agnese, que al principio desea que Peppino muera, visita después al sargento Potenza en la comisaría y éste logra enterarse de todo lo que ha ocurrido y va a ocurrir. Después, va al pueblo donde Peppino se encuentra refugiado en la casa de su tío el párroco e impide que Antonio mate a Peppino.

Como resultado de estos hechos, hay una escena obligatoria en el juzgado, donde, a pesar de las intervenciones de padres y abogados, Agnese revela que fue violentada por Peppino y éste evoca cómo fue seducido por Agnese. Peppino queda detenido. Cuando salen, Vincenzo presume ante el pueblo de que ha sido Matilde quien ha dejado a Peppino. Luego, en casa, estalla en un ataque de furia contra Agnese y contra Antonio, porque no ha matado a Antonio.

El abogado Ciarpetta explica a los padres de Peppino y a éste las consecuencias legales de la situación en que se encuentra. Llegan al acuerdo de que lo mejor es que la pareja se case porque, con antecedentes penales, Peppino no podría presentarse a las oposiciones.

Los padres de Peppino abordan a Vicenzo por la calle para decirle que están dispuestos a que los jóvenes se casen, pero Vincenzo presume ante el pueblo y les dice que tienen que insistirle mucho para que acceda. Incluso, después de dejarlos, va al café para jactarse y criticarles. Cuando Peppino va a rondar a Agnese por la noche, Vicenzo dispara con una escopeta y asegura que nunca le entregará a su hija.

A pesar de este alboroto hacia el exterior, las familias han acordado que Peppino rapte a Agnese. El sargento Potenza le explica al guardia Bisigato esta costumbre que los niños aprenden en la escuela junto al catecismo: el matrimonio extingue la culpa. El rapto es necesario cuando un joven no quiere a una joven, porque de esta manera se ve obligado a casarse por la fuerza. Son cuestiones de honor las que mandan en estos hechos.

Peppino, con sus amigos, raptan a Agnese delante de testigos cuando ella va a misa con su madre y sus hermanas. La llevan a las afueras del pueblo y ella se resiste, pero, al final, accede y vuelve con ellos al pueblo. Delante de los asistentes a la procesión, Peppino pide perdón a Vincenzo y éste le abofetea y, luego, le da la mano para que se la bese.

Sólo queda casar a la pareja delante del juez, pero Agnese no da muestras de entusiasmo sino de sufrimiento ante la perspectiva de casarse con Peppino. Con lo cual, el juez procede a mantener los cargos de corrupción de menores y de rapto contra Peppino.

Al salir del juzgado, los pueblerinos persiguen a la familia Ascalone, insultando a Agnese, que cae enferma con delirios. Vincenzo muere por el disgusto. Por fin, la pareja se casa y lo último que vemos es el monumento funerario de Vincenzo con esta inscripción: «Honor y Familia».

7.1. Padre en el Padre

El ambiente en el que ha crecido Agnese es el de un gran rigor moral externo en cuestiones sexuales, que no deja lugar a la intimidad, como podemos ver en esta escena.

7.1.1. La carta de amor y el sello con mensaje oculto

«Una cara ancha, un par de ojos severos que brillan bajo unas pobladas cejas, una boca carnosa: son los rasgos principales de Vincenzo Ascalone que, sentado a la cabecera de la mesa, lee una carta que mantiene apoyada a un vaso.
VINCENZO (leyendo): «...y hoy también nos ha tocado hacer jornada intensiva, con instrucción en orden cerrado y montaje y desmontaje del fusil, en lo que me distinguí por capacidad y memoria. Luego rancho especial compuesto de unos macarrones en salsa de tomate que eran auténticamente fenomenales...»
Además de Vincenzo, se hallan sentados a la mesa: sus hijos Agnese, Rosaura, Matilde, Annina y Antonio; su esposa Francesca y el abuelo.
Vincenzo alarga la mano para escoger del frutero una nuez, que casca entre sus dedos, mientras clava sus ojos con mirada irónica... ...en su hija Rosaura que come sin levantar la vista del plato.
VINCENZO: Todo un literato ese novio tuyo...
Francesca mira con cierto temor a su hija Rosaura y a su marido Vincenzo, quien continúa:
VINCENZO: ...Un alma poética. Raras veces he tenido ocasión de leer estupideces tan absolutas como estas...
Al decir estas últimas palabras coge la carta, la vuelve a meter dentro del sobre y la tiende a su hija diciendo:
VINCENZO: Puedes leerla.
Pero lo piensa mejor:
...¡Un momento!
Coge el cuchillo y con la punta arranca el sello: tal y como sospechaba, debajo del sello aparecen, garrapateadas, unas palabras, que lee en voz alta mientras en su rostro se va formando la tormenta:
VINCENZO: Besos apasionados en la boca.
Se congestiona mirando a su hija que, con el rostro encendido, parece querer hacerse cada vez mas pequeña:
VINCENZO: ¡Oyeme bien, idiota! ¡Vas a decirle a ese sinvergüenza que ciertas porquerías se las escriba a su hermana! Y si viene a parar a mis manos cualquier otro subterfugio semejante al de hoy, puedes decirle que sus cartas irán a parar directamente al...
FRANCESCA (rápida): ;Vincenzo!
VINCENZO: ¡Un cerdo y un caradura! ¡Eso es lo que es!
Y viendo que Antonio ha cogido una nuez que pretende cascar con los dedos sin conseguirlo, le propina un manotazo que le aplasta las manos y casca la nuez al mismo tiempo:
VINCENZO: ...¡Manos de manteca!»

7.1.2. El examen ginecológico

«Cuando los padres sospechan que Agnese ha podido tener relaciones sexuales, envían a su hijo Antonio para que traiga una comadrona. Ésta examina a Agnese y, luego, Vincenzo hace que examine a las otras tres hijas.
VINCENZO: Bueno, ¿qué?
La señora Concetta le mira y dice:
SEÑORA CONCETTA: Bueno..., es hembra, y, por lo tanto, un día u otro, tenía que sucederte...
Vincenzo queda como fulminado por un rayo. Su mirada perdida busca la de su mujer, quien a su vez le mira con expresión débil y descorazonada. Vincenzo se precipita, como una tromba, en la habitación de Agnese.
La muchacha está sentada en la cama, con la cabeza inclinada, llorando.
Vincenzo intenta dominarse, sin conseguirlo.
VINCENZO (apretando los dientes): ¿Quién ha sido?
Agnese sigue sollozando con la cabeza baja.
AGNESE: ¡No es verdad! ¡No sé nada! ¡No he hecho nada!
Vincenzo se lanza contra su hija, abofeteándola duramente con las dos manos; la tira al suelo y empieza a darle de patadas.
VINCENZO: ¿Quién ha sido? ¿Quién? ¿Quién ha sido?
AGNESE: ¡Nadie! ¡No es verdad! ¡No he hecho nada! ¡Socorro!
Francesca consigue dominar a Vincenzo e inmovilizarlo. Acercando su rostro al de su marido, le dice:
FRANCESCA: ¡Cálmate, Vincenzo! ¡Quieto! ¡Puede estar encinta!
Vincenzo se pone más pálido aún. Mira fijamente a su mujer, quien añade con voz baja y vencida:
FRANCESCA: ...La comadrona no puede precisarlo... Es necesario un análisis de orina...
Vincenzo contempla a Agnese con los ojos fuera de las órbitas; luego, de repente, corre hacia el umbral...
Abajo, en la sala de estar, la señora Concetta está a punto de marcharse, escoltada por Antonio.
VINCENZO: ¡Quieta!
El dedo de Vincenzo apunta a... ...Annina, Matilde y Rosaura, que están volviendo tímidamente sus habitaciones.
VINCENZO: ¡Reconózcalas! ¡A las tres!».

7.1.3. El tribunal de la opinión pública

El tribunal de la opinión pública no deja de observar los signos externos de lo que ha podido ocurrir entre las dos familias. Es un clima opresivo que está influyendo continuamente sobre los comportamientos. Después que su padre obliga a Matilde a romper con Peppino, los pueblerinos no se quedan indiferentes. Actúan.

Un grupo formado por tres de los muchachos que habíamos visto antes en el café les dirige un ceremonioso saludo.

MUCHACHOS: Buenas noches, don Orlando.
ORLANDO: Buenas noches, buenas noches...
MUCHACHO 1.º: ¿Qué se ha hecho de Peppino?
AMALIA (seca): Está enfermo.
Los Califano prosiguen su camino seguidos por un «Oh» de desencanto de los tres muchachos que, después de unos instantes, se miran unos a otros:
MUCHACHO 2.º: ¿Enfermo?
MUCHACHO 3.º: ¡Cornudo!
Y estallan en una carcajada, felices de haber nacido para poder gozar de un día semejante.»

Hay otras escenas, que parecen en la Sinopsis, en las que también podemos comprobar cómo el motor de esos comportamientos de las personas es la idea del honor, agrandada hasta aplastar a las personas.

7.2. Adulto en el Padre
7.2.1. Cómo lavar una ofensa de honor

Cuando Vincenzo se entera de que la familia Califano no está dispuesta a emparentar con la familia Aascalone, decide dar otra vuelta de tuerca. Las escenas de Vicenzo hablando con el abogado Ascalone en Regalbuto y las instrucciones que dan a Antonio sobre lo que tiene que hacer cuando encuentre a Peppino presentan la gran astucia de los personajes y su manejo del Código Penal al servicio del honor como gran idea.

«ABOGADO ASCALONE: Ah... ah... ¿Y a qué feliz circunstancia debo el honor...?
Pero su sonrisa se apaga porque, finalmente, se da cuenta de la expresión hosca y enfurruñada de Vincenzo, quien, con un profundo suspiro, saca del bolsillo el resultado del análisis y se lo tiende, en silencio, al abogado. El abogado examina concienzudamente el papel y luego clava su mirada en Vincenzo:
ABOGADO ASCALONE: ¿Es grave?
Vincenzo asiente, lúgubre:
VINCENZO: Sí.
El abogado, sugestionado, intenta interpretar el misterioso papel. Luego, dramático, como asustado de lo que va a decir, se atreve a preguntar:
ABOGADO ASCALONE: ¿Tumor...?
VINCENZO (trágico): ¡Honor!
ABOGADO ASCALONE: ¡Schsst!
Y se desploma en su butaca, abatido.
ABOGADO ASCALONE: ...A este Peppino se le puede mandar una carta certificada, con contestación pagada, diciéndole que, si no se deja ver antes de las veinticuatro horas, le denunciaremos de acuerdo con el artículo 530: corrupción de menores. Y en este caso, únicamente se puede salvar de ir a la cárcel si se casa con ella; artículo 544... ¡Pero él sabe muy bien que usted no hará nunca nada semejante! ¿Verdad, querido primo? Usted no quiere que su hija se case obligada por este articulo... y que todo el mundo sepa la verdad...
VINCENZO (decidido): ¡No, nunca!
ABOGADO ASCALONE: ¡Justo! Si yo estuviera en su lugar, haría exactamente lo mismo. (Pesimista.) Pero entonces...
Vincenzo, desesperado y escondiendo la cara entre sus manos:
VINCENZO: ¡Entonces..., entonces lo mato!
ABOGADO ASCALONE: ¡Y le corresponden por lo menos veinte años!... Mire, primo, si usted lo hubiese matado... en el momento en que descubrió el hecho, bajo el impulso de la ira, por la ofensa recibida en su honor..., la condena podría oscilar entre los tres y los siete años como máximo...
VINCENZO (considerando los hechos): De todas maneras...
ABOGADO ASCALONE (puntualizando): Dominado por la ira, o sea inmediatamente, en caliente... Ahora ya es tarde... La pelea con Orlando Califano es como un dedo que le apunta a usted y que le acusaría: Preme-di-ta-ción..., o sea, ¡veinte años!
Vincenzo se hunde en su sillón con la cabeza entre las manos. El abogado reflexiona en voz alta:
ABOGADO ASCALONE: A menos que...
Vincenzo se reanima y mira fijamente a su primo, quien continúa:
ABOGADO ASCALONE: ...la venganza no corriese a cargo de cualquier otro miembro de la familia que no hubiese proferido amenaza alguna... O sea, alguien que descubre de repente, ahora, la ofensa de honor... Corre hacia el seductor... ¡y lo mata en un impulso irresistible!...
ABOGADO
ASCALONE: Descartemos inmediatamente a tía Francesca y al abuelo... Descartemos también, desde luego, a Agnese (Sonríe.) Porque no me parece sostenible que ella descubra ahora, que ha sido deshonrada... A mí me parece que de esta lista sumaria salta a nuestros ojos, con toda evidencia, un solo nombre...
VINCENZO (estalla): ¡Antonio!
ABOGADO ASCALONE: Esto es la licencia de uso de armas, absolutamente indiscutible. Y acuérdate bien: tu llevas siempre la pistola encima, junto a la paga de los obreros, los pagos del día..., etcétera.
Antonio asiente de una manera mecánica, mientras el abogado continúa:
ABOGADO ASCALONE: ...Otra cosa fundamental: cuando te acerques a Peppino Califano, tu le presentarás un ultimátum: ¿te casarás con mi hermana? Si consiente, tanto mejor para todos, pero en caso contrario... (Suspira y finge disparar como si sus dedos fuesen una pistola.) ¡Dispararás!
VINCENZO (en off): ¿Lo has entendido?
ABOGADO ASCALONE (en off): Entonces..., decía: ¡dispararás todo el cargador..., pero ten en cuenta que por lo menos uno de los disparos debe ser mortal!
Francesca se siente angustiada.
Comedor-sala de estar.
ABOGADO ASCALONE: ...O sea, tú habrás disparado totalmente cegado por la ira, y ese tiro no habrá sido más que una trágica fatalidad. ¿Comprendes? Esta circunstancia me será muy útil ante el tribunal.
VINCENZO (tranquilizador): ¿Has entendido? Aquí, nuestro primo, te garantiza un máximo de siete años...
ANTONIO (quejumbroso): ¡Ah!... Entonces...
Por el rabillo del ojo ve pasar a Matilde, que desaparece escaleras arriba.
ABOGADO ASCALONE (consultando su reloj ): Será mejor que empecemos a irnos... No sea que el tren llegue a su hora...
VINCENZO: Sí... sí...
ANTONIO (tragando saliva): Papá, perdóname un momento..., en seguida estoy listo...
Se aleja y sube las escaleras:
VINCENZO: Vamos..., date prisa...

7.2.2. Un paseo arrogante

Agnese ha visto en muchas ocasiones cómo su familia es hábil para moverse en medio de esos prejuicios de los pueblerinos y lograr sus objetivos. La película entra «in medias res», pero ha habido un prólogo de más de quince años, puesto que Agnese está a punto de cumplir los dieciséis.

En la escena siguiente, Vincenzo sabe jugar a tres bandas: a) está manejando al arruinado barón, sin explicarle cuál es la verdadera razón de por qué le ha escogido a él como novio para su hija Matilde; b) amenaza veladamente al padre de Peppino sobre lo que le puede ocurrir si no cumple su palabra de honor; c) está exhibiendo delante del pueblo la superioridad de su hija Matilde frente a Peppino, cuando realmente él está en una situación desfavorable, si Peppino no quiere casarse con Agnese.

El Adulto en el Padre funciona al servicio del Padre en el Padre, es decir, de todas las normas morales que, sin someterlas al escrutinio de la razón, gobiernan las vidas de los habitantes de muchos pueblos.

Vincenzo, al ver que alguien se está acercando a ellos, se vuelve de nuevo a Matilde:
VINCENZO: No tiene usted que preocuparse por nada... Ven Matilde...
Y retrocede, de manera que el barón y Matilde vuelvan a formar pareja...
...porque en dirección contraria a la seguida por los Ascalone se están acercando Orlando y Amalia Califano. Y mientras se cruzan con la pareja formada por Matilde y el barón (la muchacha baja los ojos fingiendo no haberlos visto), los Califano se sienten atravesados por la mirada triunfante de Vincenzo, que les dirige un leve saludo.
AMALIA: Mira. Los Ascalone.
VINCENZO (insinuante): Don Orlando, me permito recordarle aquel pequeño vencimiento...
Orlando asiente con la boca cerrada y Vincenzo prosigue su camino, casi majestuosamente, con todo su séquito.
AMALIA: ¿Has oído?
ORLANDO: Sí, lo he oído..., lo he oído...
AMALIA: Ahora nos toca a nosotros.
ORLANDO: No te preocupes...
Antonio se encuentra frente a una ventana entornada, mirando hacia fuera. Dice:
ANTONIO (muy contento): Los Califano, papá; ya llegan...
Se separa de la ventana.
ANTONIO: ...Ya llegan.
Vincenzo sale corriendo, en mangas de camisa y los tirantes que lleva colgando sobre los pantalones se le enganchan en el tirador de la puerta, inmovilizándolo...; se libera de ellos y corre a mirar por la ventana. Orlando y Amalia han aparecido por el fondo de la callejuela soleada... Llega Francesca, portadora de la chaqueta de Vincenzo:
VINCENZO: Tendrán que humillarse delante de todo el pueblo. ¡Y públicamente!
Se vuelve a Francesca.
VINCENZO: ...Dame la chaqueta. ¡Delante de todo el pueblo!
65. Calle de casa Ascalone y luego calle y plaza del pueblo. Exterior. Día.
Cuando Orlando y Amalia llegan delante de la puerta de los Ascalone, la mujer deja escapar un largo suspiro, como si estuviese a punto de atravesar la puerta del dentista.
AMALIA: ¡Qué satisfacción para ese infame chantajista!
ORLANDO: Calma ..., calma...
Pero antes de que Orlando haya tenido tiempo de acabar su frase, se abre la puerta y aparece Vincenzo, vestido de punta en blanco y con el sombrero puesto, encaminándose a buen paso por la calle.
ORLANDO: ¡Don Vincenzo!... ¡Don Vincenzo!..., quisiera rogarle una cosa...
VINCENZO: Ah, ¿venían ustedes a verme?
El matrimonio Califano se desconcierta.
ORLANDO: Sí.
VINCENZO: Pues ustedes me perdonarán, pero tengo mucho que hacer...
AMALIA: Hemos hablado largamente con Peppino...
Don Vincenzo empieza a andar, adelantándose algunos pasos. Los otros dos le siguen.
AMALIA: ...En fin, don Vincenzo, parece que está dispuesto...
VINCENZO (sin detenerse): ¿A qué?
Amalia da un codazo a su marido para que hable él.
ORLANDO: A aceptar.
Vincenzo se detiene. Los Califano se detienen también.
VINCENZO: ¿Aceptar qué?
AMALIA: Casarse con Agnese.
Orlando asiente, contento.
VINCENZO (después de una pausa): ¡Ah!... ¡Qué honor!
El matrimonio Califano se mira desconcertado Y Vincenzo añade:
VINCENZO: ...¡Demasiado cómodo! ¡Demasiado cómodo y demasiado fácil! ¡Demasiado cómodo, demasiado fácil y demasiado simple! Y así puedo continuar hasta el infinito.
Echa a andar de nuevo. Los Califano le siguen, apretando el paso.
AMALIA (con calor): Pero, don Vincenzo, ¿ por qué sale ahora con estas extravagancias?
ORLANDO: Sus resentimientos están ya fuera de lugar. ¡Estamos todos con el agua al cuello, don Vincenzo!
Vincenzo se para otra vez.
VINCENZO: ¿Que por qué salgo ahora con estas extravagancias? Vamos, quiero oír por qué debo dar mi hija Agnese a Peppino. ( Se inclina hacia ellos burlonamente, colocándose una mano en el oído, como para escuchar mejor lo que vayan a decir.) ¡Vamos!
AMALIA: Porque... porque...
ORLANDO: Bueno, porque...
AMALIA: Porque dentro de nueve meses, mejor dicho, dentro de ocho, le nacerá un hijo a su querida Agnese.
VINCENZO: ¡No, no! Porque, de ser así, su hijo iría a la cárcel. Y por eso, dado que sin que yo tenga nada que ver con ello, el asunto ha ido a parar a manos de la justicia, y que la perspectiva actual es la de celebrar un matrimonio en la cárcel: lo que sería tanto como decir un matrimonio entre un recluso y una ramera. Les digo que no. Porque ¡MI HIJA NO DEBE SER UNA RAMERA!
AMALIA (consternada): ¿Dice usted que no?
VINCENZO (interrumpiendo): Se lo voy a repetir para que lo entiendan bien: puesto que Agnese ya no se ve en la necesidad de tener que estipular un matrimonio semejante, puesto que su vir-gi-ni-dad está fuera de dudas... ¡yo rehuso!
Les da la espalda y echa a andar nuevamente. Los Califano se van trotando tras él. mientras Vincenzo sale a la...
Plaza.
ORLANDO: Don Vincenzo..., don Vincenzo...
AMALIA: Don Vincenzo..., don Vincenzo, reflexione..., espere...
Don Vincenzo condesciende.
VINCENZO: Por otra parte, ustedes tienen el derecho de insistir para hacerme cambiar de idea. Eso no se lo puedo prohibir... Por lo tanto...
AMALIA: Por lo tanto, ¿qué?
VINCENZO (sin volverse): Por lo tanto, insistan.
ORLANDO: ¡Ah! ¿Podemos insistir?
Vincenzo se detiene de nuevo, y cara a cara con los dos, delante del café, que en este momento está lleno de clientes, les dice:
VINCENZO (firmemente, pero a media voz): ¡Debéis hacerlo! ¡Y no solamente insistir, sino hacerlo intensamente y con fuerza! ¡Porque seré durísimo!... ¡Casi inconmovible!

7.2.3. Razones para un rapto

Una demostración del Adulto en el Padre de Agnese es el rapto que organizan las familias para salvar la cara ante el pueblo. El encargado de explicar este uso a los espectadores es el sargento Potenza, que revela las razones y responde a las dudas del guardia Bisigato.

«El jeep en el que viajan el sargento y Bisigato avanza rápidamente; nos encontramos fuera del pueblo y frente a un desvío el sargento, que hoy está de peor humor que de costumbre manda arrimar el vehículo a una cuneta, y baja.
SARGENTO: ¡Golfa del demonio!
Bisigato, descompuesto e intimidado, le sigue, disimulando sus dudas. El sargento se adentra en el prado que hay al lado de la carretera, serio como un demonio. Se sienta bajo un árbol. Bisigato se detiene a pocos pasos de él y le observa. El sargento dice al cabo de un rato:
SARGENTO (sin mirarle): ¿Qué haces? ¡No te quedes ahí parado!
BISIGATO: Pero... ¿no tenía que haber un rapto, mi sargento?
El sargento se quita un zapato.
SARGENTO: Si, sí..., un rapto..., un rapto.
BISIGATO: ¿Pero dónde? Yo no veo a nadie.
El sargento se quita el otro zapato.
SARGENTO: El rapto tendrá lugar en el pueblo. Bisigato siéntate, o mejor, échate.
Y él mismo se tiende también sobre la hierba. Bisigato, perplejo y reticente, se sienta frente a él. El sargento se cala la gorra sobre los ojos.
SARGENTO: ...¿En qué piensas?
BISIGATO: En nada. No pienso.
SARGENTO: No. Estás pensando. ¡Y tú no tienes que pensar!
Una larga pausa. Luego:
BISIGATO (por decir algo): Parece que se está nublando...
SARGENTO: ¡Ojalá lloviesen piedras! (Suspira profundamente y luego vuelve a hablar.) Vamos a ver, Bisigato..., alguien rapta a una muchacha hoy, ¿qué harías tu?
BISIGATO: ¡Arrestarlo, arrestarlo inmediatamente, mi sargento!
SARGENTO: ¡Ah, claro! ¡Muy bien!... Y así él se casa con ella al día siguiente y a ti no te queda más remedio que soltarlo por fuerza y quedas ante todo el mundo como un imbécil. Porque, métetelo bien en la cabeza, Bisigato, el matrimonio extingue la culpa: rapto, violencia carnal, seducción de enajenados mentales y corrupción de menores. Artículo 544. El matrimonio lo borra todo, Bisigato; es bastante mejor que una amnistía..., ¿lo sabías?
BISIGATO: No.
SARGENTO: No lo sabías... Aquí en Sicilia lo saben desde niños, lo aprenden en la escueta junto con el catecismo...
BISIGATO (reflexiona unos segundos): Pero..., ¿ por qué, entonces, no se casan sin rapto?
SARGENTO: Porque él no la quiere.
BISIGATO (que no entiende nada): Entonces, ¿por qué la rapta?
SARGENTO: Porque de esta manera tiene que casarse con ella por fuerza. (Confidencial.) Están todos de acuerdo, Bisigato...
BISIGATO (iluminándosele el semblante): ¡Pero él no!
SARGENTO: El también, Bisigato, él también...
BISIGATO (desesperanzado): No lo entiendo, mi sargento; con todos mis respetos, no he entendido nada...
SARGENTO: No lo puedes entender todo, Bisigato. Son cuestiones de honor. Siempre cuestiones de honor...
El sargento bosteza y concluye:
SARGENTO: ¡Deberían llover piedras y enterrarnos a todos! «.

7.3. Niño en el Padre
7.3.1. El sexo, según Vincenzo Ascalone

En la Sinopsis, ya ha aparecido la escena que ahora voy a presentar. Agnese ha tenido que ver comportamientos y oír conversaciones de su padre en el que éste mostraba lo atractivo que era el sexo y la promiscuidad. Por tanto, la influencia del Niño de su Padre ha sido permanente. Si, a la vez, su madre, Francesca, ha educado a sus hijas en la grandeza de ser madres, Agnese ha podido pensar que podía lograr, a la vez, placer y maternidad.

«11. Hotel. Interior. Día.
En el vestíbulo, don Vincenzo, el contable Porrino y otro notable del pueblo, están escuchando atentamente las afirmaciones del voluminoso abogado Ciarpetta, que van rítmicamente acompañadas del crujir de un sillón de mimbres en el que ha conseguido encajar su enorme humanidad.
ABOGADO CIARPETTA: ... Un ilustre médico sostiene que un hombre, a lo largo de toda su vida, dispone de unos tres mil cartuchos para disparar...
CONTABLE PORRINO (excitado): No está nada mal, ¿eh?
VINCENZO: Señor mío. ese ilustre médico... Se interrumpe al ver al portero acercarse a la puerta.
PORTERO: Bienvenidas...
Las tres butacas de mimbre crujen al unísono con el movimiento simultáneo de las tres cabezas que se vuelven de repente.
Al otro lado de los cristales se ve avanzar el carrito del mozo de estación y su vistoso séquito.
El mozo, con las maletas, y «Las tres Gracias» cruzan la puerta.
UNA DE LAS TRES: Hemos reservado tres habitaciones.
Mientras tanto, los tres prohombres las están justipreciando con mirada competente. Don Vincenzo se acerca a las chicas, garbosísimo.
DON VINCENZO: ¿Nos conceden el honor de poder ofrecerles algo de beber?
Tres bocas inmensas le sonríen inmediatamente.
RUBIA: Gracias, muy amable...
PROFESOR SICANO: Quizá prefieran refrescarse un poco antes que nada...
RUBIA: Hasta ahora mismito.
Los tres hombres se hacen a un lado para dejar paso franco a las chicas que siguen al mozo hacia la escalera. Luego vuelven a sentarse en sus sillones y continúan su interesante discusión:
VINCENZO: Le decía, abogado..., que su insigne doctor no es más que un imbécil de tomo y lomo..., porque un hombre que se precie un poco de serlo, dispara por lo menos una vez al día desde los dieciocho a los sesenta años; por lo tanto, si las matemáticas son una ciencia exacta, sesenta menos dieciocho son cuarenta y dos; y cuarenta ! dos, si se multiplica por trescientos sesenta y cinco...
Por la escalera comparecen, sonrientes, las tres mujeres, que va se han refrescado.
Los tres hombres se ponen en pie rápidamente:
PROFESOR SICANO: Siéntense..., siéntense, por favor... ¡Chico! ¡El champaña!
VINCENZO: ...¡Y las copas!
RUBIA: Yo me llamo Letizia, y ésta es mi amiga...»

7.4. Padre en el Adulto
7.4.1. La visita del párroco

Agnese también ha visto cómo, en muchas ocasiones, su padre sólo cumple con los ritos de la Iglesia, pero sin estar dispuesto a atenerse a sus exigencias. Si le vienen bien los preceptos, los acata; si no, lo deja a un lado. No es un «ethos» que puedan tomar como norma de conducta las personas en general. La familia sí es un gran valor para él, pero no la autonomía de las personas ni la libertad de elección.

Hay una escena en la que comprobamos este comportamiento. Es cuando el cura, Don Mariano, visita a Vincenzo en la cantera.

«(Vincenzo) se esconde, esperando la explosión de la carga de dinamita de un momento a otro, pero... ...aparece por un recodo del camino alguien montando una motocicleta que levanta una nube de polvo: es el párroco don Mariano.
VINCENZO: ¿Qué vendrá a hacer el párroco por aquí?
Don Vincenzo sale de detrás de las rocas para correr a su encuentro:
VINCENZO: Don Mariano...
El cura desmonta la moto y avanza hacia él:
VINCENZO: ¡Eh! ¡Don Mariano! ¿Qué buen viento...?
Los dos hombres se saludan con cierta efusión.
DON MARIANO: ¿Qué tal, Ascalone? ¿Cómo le va?
VINCENZO: Ya ve usted. No me puedo quejar. Mucho gusto en verle.
Don Mariano dirige sus pasos hacia una sombra cercana y parece querer ir directamente al grano:
DON MARIANO: No estoy aquí por casualidad, sino para hablar con usted de algo que le interesa mucho.
VINCENZO (iluminándosele el semblante): ¡Ah!
DON MARIANO: ¿Se lo imagina?
Vincenzo avanza algunos pasos, seguido por el cura:
VINCENZO: Don Mariano, yo me lo puedo imaginar, pero usted debe decírmelo...
DON MARIANO: Vino a verme doña Amalia...
VINCENZO: ¡Ah!
DON MARIANO: Me lo contó todo.
VINCENZO: ¡Ah!
DON MARIANO (suspirando): Doña Amalia Califano es una mujer muy inteligente, simpática, muy religiosa y muy... muy prudente.
Alcanzan finalmente la zona de sombra y se sientan en una vagoneta en desuso.
VINCENZO (impaciente): Ciertamente... ciertamente... simpatiquísima y...
DON MARIANO: Mire usted, carísimo Ascalone, el matrimonio no es un medio para reparar una falta...
VINCENZO: Claro, claro...
DON MARIANO: Quiero decir: la falta existe, naturalmente. ¡Qué le vamos a hacer! Pero ello no justifica que para repararla deba cometerse otra mayor, como es la de celebrar un matrimonio que no ofrezca las suficientes garantías de unión, de solidez y de afecto «Eritis animae duae in corpore uno». No debemos nunca olvidarnos de eso.
VINCENZO (perplejo): Naturalmente..., naturalmente...
DON MARIANO: Y dígame usted, ¿qué garantías se pueden esperar en lo que respecta a la educación de los hijos, principal objetivo del matrimonio?
Vincenzo, cada vez más perplejo, asiente; pero el significado de las palabras del sacerdote se le escapa:
VINCENZO: ¡Ah! ¡Ah!
DON MARIANO: ¡En fin!... Peppino Califano es un solemnísimo sinvergüenza... Pero, según las reglas de la Iglesia, no tiene la obligación de casarse con Agnese.
VINCENZO (con la boca abierta): ¿No tiene la obligación?
DON MARIANO: No.
VINCENZO: ¿Según la Iglesia?
DON MARIANO: Precisamente.
VINCENZO (con esperanza): Pero, puesto que nosotros estamos todos de acuerdo...
DON MARIANO: No. Quería decir precisamente que ésta es la opinión de doña Amalia.
VINCENZO: ¿Cómo dice?
DON MARIANO: Que ésta es también la opinión de doña Amalia Califano y de su hijo Peppino.
Vincenzo, mudo y estupefacto, lo mira. Luego, la verdad y el desdén se van abriendo camino poco a poco en su pensamiento:
VINCENZO (después de una larga pausa): ¡Malditos canallas! ¡Asquerosos!
Y lleno de furor, echando chispas por los ojos, da la espalda a sacerdote y se dirige a su automóvil.
En este preciso momento, y para aumentar todavía más el pasmo de don Mariano, se produce con gran estruendo la explosión de la carga de dinamita.
EXPLOSIÓN CARGA DE DINAMITA.
Don Mariano, alarmado, persigue a don Vincenzo:
DON MARIANO: ¡Ascalone!
Vincenzo monta en el coche, introduce la llave en el contacto y embala el coche, saliendo a toda velocidad.
DON MARIANO (alarmado): Don Vincenzo..., cálmese.... don Vincenzo... ¿Dónde va?...
El «Fiat 1100» de don Vincenzo se aleja por la estrecha carretera, levantando una enorme polvareda».

7.4.2. Las opiniones del sargento Potenza

Quien actúa como Padre en el Adulto en la película, criticando los prejuicios del pueblo es el sargento Potenza, al que veremos actuar en un apartado posterior. De momento, nos vale cómo el director presenta al personaje.

48. Despacho del sargento. Interior. Día.
«El guardia Bisigato esta escribiendo a máquina. El sargento Potenza, de cara larga y triste, se halla en pie contemplando un mapa de Italia que aparece clavado en la pared con unas chinchetas. Levanta la mano y tapa la isla de Sicilia: considera el efecto de tal supresión durante unos instantes».
Pietro Germi fue libre, hace cuarenta años, para criticar, en este momento y en otros, las costumbres de Sicilia. Si él viviera y quisiera volver a realizar esta película, ¿le permitiría opinar así sobre Sicilia el ambiente de lo políticamente correcto? ¿O surgiría contra él un ambiente adverso, con pleitos incluidos?

7.5 Adulto en el Adulto
7.5.1. Desactivado en Vincenzo y activado en el sargento Potenza

Vincenzo tiene desactivado este segmento de su personalidad. Su «logos» no pone al día los prejuicios ni los sentimientos desbocados. Quien sí sabe poner los datos al día es el sargento Potenza, aunque su penetración de la psicología social es muy aguda y, por tanto, incluiré su manera de actuar en 7.8: El Adulto en el Niño

7.6 Niño en el Adulto
7.6.1. Bufón, irónico, impostor y ridículo

Las cuatro hijas y el hijo temen a Vincenzo, pero íntimamente, no le respetan. Más bien, le ven como un personaje que participa de los tres personajes humorísticos del Tractatus Coislinianus: bufón, irónico e impostor. No da importancia a lo que realmente la tiene o se la da a lo que realmente no la tiene. Le preocupa más la opinión del pueblo que la felicidad de sus hijas. Le resulta indiferente que su hija se case con alguien a quien no quiere o al que considera indigno. A la vez, no duda en ordenar a su hija Matilde que rompa su compromiso con Peppino y en buscar al barón como nuevo pretendiente, a pesar de que a su hija Matilde no le guste. Por tanto, tiene una deficiencia intelectual o moral y es culpable de sus acciones. Con lo cual, nos encontramos, también, ante un personaje «ridículo».

Estos personajes pueblan las comedias. Desde luego, nos reímos con las situaciones de la película, que contiene diversos tipos de humor. Pero, como ya decía Berne a propósito de Hamlet, «lo que es bueno para la literatura (o el cine) no tiene por qué ser bueno para la vida». ¿No hubiera sido mejor que Hamlet se hubiera casado con Ofelia y que ésta no se suicidase? ¿No sería mejor, para los sicilianos, que hubiese más personajes racionales, como el sargento Potenza?

7.7 Padre en el Niño

Es el Niño Adaptado, que acata lo que dice uno de sus padres, o los dos, y lo realiza, porque quiere parecerse a ellos. Además de Niño Adaptado, recibe más nombres: Electrodo, Buen Gigante, Hada Madrina o Bruja y Ogro. Lo llaman «electrodo» porque da una respuesta automática a los deseos de alguno de sus padres, o de los dos.

Me volveré a ocupar extensamente del Padre en el Niño cuando explique detalladamente la matriz del Guión de Eric Berne.

El Padre en el Niño de Pepino surge después que unos jóvenes se refieren a él como «cornudo» cuando van por la calle. El Padre en el Niño de Agnese surge de forma distinta, después de hacerlo su Niño en el Niño. Lo veremos en 7.9. De momento, digamos que ella acaba aceptando el rapto, planeado por sus padres, y el matrimonio con Pepino, aunque después de resistirse, porque mantiene una Niño Rebelde, cosa que no ocurre con Pepino, que obedece inmediatamente los deseos de su Madre.

7.7.1. Peppino se desdice

30. Complejo casa Califano. Interior. Noche. Día.
Recibidor. Escalera. Pasillo.

Apenas entran en casa, Amalia se lanza escaleras arriba, hecha una furia, seguida por su marido.
Llega al pasillo del piso superior y lo recorre furibunda hasta detenerse frente a la puerta de la habitación de Peppino; rabiosamente empieza a golpear la puerta, mientras gruñe:
AMALIA (venenosa): ¡Peppino!... ¿Les has visto?... ¿Estas contento?
Habitación de Peppino.
Peppino, que estaba tendido en la cama, se sienta en ella de un salto.
AMALIA (en off): ...¡Estás pasando por cornudo delante de todo el pueblo!
Pasillo.
AMALIA: ...¡Ahora ya puedes ir a la iglesia y encargar las amonestaciones!... ¡Es tu gran momento! ¡La golfa te esta esperando!
Habitación de Pepino.
Peppino se pasa las manos por la cara, descompuesto... ENCADENA CON...
Comedor.
Es por la mañana y Orlando Califano se encuentra repasando una partitura para clarinete. Amalia está desayunándose con una taza de café con leche.
Se abre la puerta y aparece Peppino, pálido y con gesto fúnebre. Orlando y Amalia le miran; se produce una breve pausa.
PEPPINO (con cierta solemnidad): Mamá... Papá... Yo no quiero casarme con Agnese.
Los dos cónyuges cambian una mirada de alarma.
ORLANDO: ¿Qué dices?
AMALIA: ¿Qué significa eso?
PEPPINO (con firmeza y pasión): Yo quiero que mi mujer sea virgen. Mamá, ¿por que se me debe negar este derecho precisamente a mí? ¿Por qué?
Orlando interviene, manipulando con el clarinete:
ORLANDO: ¡Oye, tú! ¿Te fijaste bien en la cara de don Vincenzo el otro día?
PEPPINO (a Orlando): Contésteme usted, papá, pero con toda sinceridad: ¿Se habría casado usted con mamá si ella se hubiese comportado tal y como Agnese Ascalone se comportó conmigo?
ORLANDO: Esta pregunta está fuera de lugar.
AMALIA: Pues no seria porque no lo intentaras...
ORLANDO: ¡Y eso que tiene que ver! El hombre tiene el derecho de pedir y la mujer el deber de negar.
PEPPINO (triunfante): ¡Precisamente! Por eso no la quiero. Agnese no se negó. Y yo no quiero una ramera por esposa, ¡ea!
Orlando parece algo conmovido por este lógico razonamiento pero intenta rebatirlo:
ORLANDO: Yo le di mi palabra a don Vincenzo...
AMALIA (interrumpiéndolo): Pero tú no has contestado a la pregunta de Peppino. Si yo hubiese accedido a lo que me pedías, ¿te habrías casado conmigo, sí o no?
ORLANDO (tiene que admitir): De ninguna manera.»

7.8. Adulto en el Niño
7.8.1. Cómo escribir una carta con un mensaje de doble sentido

Agnese demuestra que mantiene activo al Pequeño Profesor en varias ocasiones. Sabe cómo puede conectar con Peppino, de manera que las palabras digan una cosa y las huellas de las lágrimas, otra enteramente distinta.

Cuarto de baño.
Agnese está escribiendo, arrodillada junto a la taza de la letrina y apoyándose en la tapa:
GRAN PLANO DE LA CARTA.
O también:
VOZ DE AGNESE: «...y no quiero que Matilde sufra por mi causa. Por eso es mejor que vuelvas, y no temas nada, Peppino, yo sabré callar el secreto de mi culpa, que fue la de ceder a la lujuria. Adiós. Agnese.» P. D. «No tengas en cuenta si alguna lágrima ha mojado esta carta.»
Al terminar su escrito, Agnese, no contenta con la única lágrima que ha caído en la hoja de papel, moja su mano en el lavabo y salpica la carta.

7.8.2. Interpretación del futuro

Cuando Vincenzo decide buscar un nuevo pretendiente para su hija Matilde, Agnese sabe penetrar en las consecuencias que puede tener ese hecho para su vida.

AGNESE: Entonces..., si Matilde se casa con el barón...
Consolata, que no puede comprender, se vuelve cuando está saliendo y cuchichea:
CONSOLATA: ¿Qué?
AGNESE: Nada... nada...
Y Consolata se marcha cerrando la puerta.
Agnese, de un salto, se arrodilla sobre la cama: descuelga la imagen religiosa de la cabecera y saca una fotografía colocada detrás del cartón que sirve de soporte al grabado. Es la fotografía de Peppino cuya desaparición había lamentado tanto Matilde.
Agnese besa la fotografía, apasionada, infantilmente, mientras murmura:
AGNESE: ¡Guapo! iGuapo! ¡Guapo!».

7.8.3. Un Sherlock Holmes femenino

En casa ha aprendido de su madre cómo averiguar lo que hay en el fondo de los hechos. Francesca no es una mujer cultivada, pero tiene algunas cosas muy claras: Actúa como Padre Protector de sus hijas y de su hijo ante su marido y sabe cuándo ocurren en su casa los hechos importantes de la vida que ella tiene que descubrir; en este caso, que Agnese está embarazada. No duda en actuar exactamente igual que Sjerlock Holmes en Cara de Plata, cuando rastrea la tierra como si fuera un perro.

«VOZ DE FRANCESCA (en Off) ¡Agnese! ¿Qué haces? Agnese se sobresalta.
Pasillo.
Francesca, inclinándose ante el ojo de la cerradura, exclama:
FRANCESCA: ¡Hace una hora que estás dentro!
Cuarto de baño.
AGNESE: ¡Voy!... ¡Voy!...
Agnese duda unos instantes; luego, para que no descubran lo que ha estado haciendo, rompe la carta y la arroja en la letrina; tira de la cadena y sale.
Pasillo. Francesca, junto a la puerta, pregunta:
FRANCESCA (examinándola atentamente): ¿Qué estabas haciendo?
AGNESE: Nada, mamá... Un ligero trastorno interno... Pasa delante de ella y se aleja.
Francesca la sigue con una mirada cargada de sospechas; luego entra en el...
Cuarto de baño.
...y como un perro trufero olfatea a su alrededor. Luego se inclina sobre la taza de la letrina y pesca un trozo de carta.
FRANCESCA (descifrando): ...mi culpa, que fue la de ceder a la lujuria...
GRAN PLANO DEL FRAGMENTO DE LA CARTA.
Mientras Francesca lee estas palabras con la boca abierta por el estupor, se oye el motor del coche de Vincenzo. Francesca alarmada, va hacia la ventana y echa una ojeada a la calle. Acto seguido, se mete el trozo de papel por el escote y sale al...
Pasillo.
...en donde la alcanza la...
VOZ DE VINCENZO: ¡Francesca!
13. Complejo casa Ascalone. Interior. Noche.
Comedor-sala de estar.

Una ridícula figura, envuelta en una bata de tejido muy grueso, se mueve cautamente en la penumbra...
GRAN PLANO de la hoja de un calendario. Un dedo va recorriendo las fechas.
El dedo pertenece a Francesca, que dice en voz baja:
FRANCESCA: Rosaura el veinte... Matilde el veinticinco... Agnese el veintisiete...
La pobre mujer se mueve por la habitación, temerosa y preocupada:
FRANCESCA: ...Pero ¿a cuántos estamos hoy?
Cocina.
Un estante de la alacena en el que se amontonan los periódicos. Francesca toma el que está encima de todos: «Il Giornale di Sicilia», lee:
FRANCESCA (pensativa): Jueves, treinta y uno.
Luego se concentra como si estuviera calculando.
VOZ DE CONSOLATA: ¿Señora?
La cabeza despeinada de Consolata aparece al otro lado de la mesa de mármol; la chica duerme en una cama colocada en aquel rincón de la cocina, frente a la alacena.
CONSOLATA: ...¿Necesita algo?
FRANCESCA: ¡Schsst!
Pero doña Francesca ha salido ya de la cocina...
Cuarto de baño.
...y esta abriendo el cesto de la ropa sucia; busca frenéticamente por entre las camisas de Vincenzo y Antonio y los calzoncillos del abuelo...
Consolata aparece en el umbral de la puerta, en camisa de dormir:
CONSOLATA: Señora, ¿puedo servirla en algo?
FRANCESCA: Consolata..., ¿dónde está la ropa interior de las niñas?
CONSOLATA: La lavé ayer. ¿Por qué? ¿Falta algo?
FRANCESCA: No, no, nada... Vete... vete a dormir.
Dormitorio de Vincenzo y Francesca.
Vincenzo está roncando, hundido en la inmensa cama de matrimonio.
Francesca enciende la lámpara de la mesita de noche y zarandea su marido para despertarlo.
FRANCESCA: Vincenzo.
Pero su marido continúa roncando. Francesca lo zarandea de nuevo.
FRANCESCA: ¡Vincenzo!
VINCENZO (despertándose, pero no por completo): ¿Eh?
FRANCESCA: ¿Tú sabes qué significa lujuria?...
VINCENZO: ¿Qué?
FRANCESCA: Ceder a la lujuria...
Vincenzo se vuelve a medias hacia su mujer, que se ha inclinado sobre él, y la mira fijamente, mientras su mujer insiste. Vincenzo la escruta por unos momentos; luego, enfadadísimo, da media vuelta, dándole la espalda:
VINCENZO: ¡A estas horas...!
Pero su mujer vuelve a zarandearlo con brutalidad.
FRANCESCA: No, Vincenzo..., son unas palabras que ha escrito Agnese en una carta.
VINCENZO (despertándose de improviso): ¿A quién?
Francesca se saca el trozo de carta del escote:
FRANCESCA: No lo sé, Vincenzo, estoy preocupada.
VINCENZO: ¿Eh?
FRANCESCA: Por esta chica...
Vincenzo le arranca el trozo de papel de los dedos, lo lee con los ojos fuera de las órbitas... y salta de la cama en calzoncillos.
Pasillo.
Un ruido confuso, la caída de una silla..., y Vincenzo aparece en el pasillo con el rostro desencajado por una furibunda sospecha. Recorre el pasillo a grandes pasos, seguido siempre de cerca por su mujer.
Habitación de Agnese y Annina.
Un rayo de luz cae sobre el rostro dormido de Agnese. Entre la luz y la muchacha se interpone la sombra de Vincenzo...
...que, con un gesto imperioso indica a su mujer que no haga el menor ruido...
Agnese duerme tranquila, pero mantiene el rosario apretado entre sus dedos. La sábana la cubre sólo parcialmente, y los ojos enfebrecidos de Vincenzo descubren algo entre la sábana y la rodilla de la muchacha.
Vincenzo aparta la sábana completamente; y la cama, bajo el cuerpo de Agnese y alrededor de ella, aparece hinchada por una infinidad de bultitos. Vincenzo mete la mano bajo la segunda sábana y coge uno de esos bultos: es un guijarro. Agnese duerme sobre piedras.
Vincenzo no dice nada; su expresión es tremenda.

7.8.4. La perspicacia del Sargento Potenza

Agnese, cuando se le pasa la rabia por la huida de Peppino y, al caer en la cuenta del peligro que éste corre, acude a la Comisaría. Sabe que el sargento Potenza es una persona muy perspicaz, que sabe captar los significados que subyacen en las palabras y en los hechos aparentemente contradictorios.

Esta escena está entre mis favoritas para mostrar cómo actúa el Pequeño Profesor de las personas.

«El sargento va hasta la ventana y se asoma.
Agnese, azoradísima, se encuentra justamente debajo:
SARGENTO: ¿Qué haces aquí?
AGNESE (dudando): ¿Yo?... Nada..., ¿qué voy a hacer?
Mientras tanto no deja de mirar a su alrededor, con la preocupación de que alguien pueda verla, lo cual no escapa a la perspicacia del sargento.
SARGENTO: No te ve nadie, entra.
Agnese duda todavía unos instantes; luego penetra en el pequeño portal.
SARGENTO: Bisigato, abre.
El sargento se aparta de la ventana y hace una seña con la mano a Bisigato, que lo mira interrogativamente mientras abre la puerta. Se aparta para dejar entrar a Agnese.
BISIGATO: Pase...
El sargento está ahora frente a la puerta del despacho.
SARGENTO (tranquilo, casi aburrido): Entra; ¿qué querías decirme?
La chica mira a Bisigato, dudando todavía.
AGNESE: Nada, sargento. ¿Por qué habría de querer decirle algo?
El sargento la mira con paciencia:
SARGENTO: Tú eres hija de don Vincenzo Ascalone, ¿no?
AGNESE: Sí.
SARGENTO: ¿Annina?
AGNESE: Agnese.
SARGENTO: ¡Ah!
El sargento se da cuenta de que Bisigato mira a la muchacha con un profundo interés.
SARGENTO (dirigiéndose a Bisigato): ¿Qué estás mirando? Siéntate. (Se vuelve ahora hacia Agnese.) Vamos, vamos, siéntate tu también...
Bisigato se sienta ante la máquina de escribir.
SARGENTO: ...Bueno, Vamos a ver..., ¿qué ocurre?
AGNESE: Hay alguien... alguien... que quiere matar a otro.
El sargento la mira fijamente.
SARGENTO: Vamos a ser un poco más precisos... ¿Quieres...?
AGNESE (arrepentida va): No puedo...
El sargento suspira y luego dice:
SARGENTO: Bisigato, ¿quieres ir a avisar a su padre?
AGNESE (desesperada): ¡No! ¡No lo quiera Dios!
El sargento detiene con un gesto a Bisigato, que se disponía a obedecer la orden recibida.
SARGENTO: ¡Entonces, desembucha!
AGNESE (agitada): Mi hermano Antonio quiere matar a Peppino Califano.
El sargento mayor hace una señal a Bisigato, quien empieza de nuevo a escribir a máquina; luego:
SARGENTO: Cuidado... cuidado..., matar.., ¿dónde?
AGNESE: Está escondido; se ha ido a esconder en el convento de San Giuliano, en Regalbuto. Antonio se ha marchado hace cinco minutos.
SARGENTO: Se ha marchado... ¿cómo?
AGNESE: En el tren.
El sargento se relaja y se sienta.
SARGENTO: ¡Ah! Entonces hay tiempo... Pero ¿por qué le quiere matar tu hermano?
Agnese baja la mirada y calla.
SARGENTO: Peppino era el novio de tu hermana mayor, ¿ verdad ?
Agnese asiente.
SARGENTO: Y fue ella quien le dejó, ¿no?
Agnese vuelve a asentir con la cabeza:
SARGENTO: Por lo tanto, si alguien debe darse por ofendido es Peppino... Entonces, ¿querrás hacerme el favor de decirme por qué Antonio quiere cargárselo?
AGNESE (en un estallido): ¡Porque es un cobarde asqueroso!
El sargento está enfadado:
SARGENTO: Oye, niña, tú me vas a decir cómo es que le quieres salvar la vida a Peppino y luego me dices que es un cobarde asqueroso: nada, nada... ¿Ha habido algo entre vosotros dos?
AGNESE: ¡No!
También esta vez Bisigato escribe a máquina la contestación de la chica; el sargento le mira con disgusto.
SARGENTO: Bisigato, ¿qué haces? ¿Ella dice que no y tu escribes que no?
Bisigato, desorientado, mira al sargento, que continua diciendo:
SARGENTO: ¿Es que crees que estás en Treviso? Aquí estamos en Sicilia: ha dicho que no y a lo mejor quiere decir que sí. (Dirigiéndose a Agnese.) Yo te contaré lo que ha pasado entre tú y Peppino Califano...
AGNESE (previniéndole): ¡No! ¡Por los clavos de Cristo!
El sargento resopla, mueve la cabeza:
SARGENTO (a Bisigato): Anda. Vete a avisar a su padre de un salto.
Agnese estalla en sollozos y junta las manos.
AGNESE: ¡Oh, no! ¡No! Por favor..., se lo ruego... Pasó tal y como usted dijo...
SARGENTO: Como iba a decir... (Se dirige de nuevo a Bisigato.) Ahora ya puedes escribir.
Agnese baja la cabeza con gesto de asentimiento, y Bisigato empieza a escribir.
SARGENTO: Dime..., ¿cuántos años tienes?
AGNESE (con un hilo de voz): Casi dieciséis
SARGENTO (impresionado): Ah.., menor de edad... Tendrás que ponerme una firmita aquí...
El sargento se dirige a Bisigato, que parece haber seguido, siempre a la máquina, todo el interrogatorio...
SARGENTO: Bisigato, ¿en dónde estamos?
Pero Bisigato no ha sido muy rápido escribiendo a máquina, y lee con cierta dificultad todo cuanto ha escrito hasta el momento ...
BISIGATO: ¿Tú eres Annina? A la pregunta contesta la interrogada: no, soy Agnese...
Completa la frase con un punto.
BISIGATO: ...¡Punto!
El sargento le aparta de la máquina de escribir de una forma algo brusca.
SARGENTO: ¡Quítate de en medio!

7.9. El Niño en el Niño
7.9.1. Agnese se resiste al rapto

Antes he adelantado que Peppino y Agnese se distinguen en sus respuestas ante los planes de sus padres. Peppino capta inmediatamente el deseo de su madre de que no se case con Agnese y él sabe cómo cumplir ese deseo de su madre. Agnese, por el contrario, tiene a sus padres decididos a que se case con Pepino –a pesar de las manifestaciones histriónicas del padre ante el pueblo–, pero ella se rebela en los momentos decisivos. Al final, acaba doblegándose, se convierte en un Niño Adaptado, pero antes quiere pelear.

«PEPPINO: ¡Quieta!
AGNESE:¡Dejadme!
El coche deja atrás las últimas casas del pueblo. En el auto, Agnese continúa debatiéndose.
VOCES: ¡Socorro! –¡Calla! –¡Despacio, despacio, para! –¡Dejadme! ¡Dejadme! ¡Quiero bajar!
Agnese da un golpe con la mano cerrada sobre el rostro de Peppino, en el que deja una señal sanguinolenta; Peppino se lleva la mano a la cara, y viendo en ella un poco de sangre, pierde completamente el control de si mismo y le da dos bofetadas, gritando:
PEPPINO: ¡Pasquale, para!
Profumo detiene el coche. Agnese, con un tremendo zumbido en la cabeza, se queda inmóvil y mira a Peppino asustada.
Peppino abre la portezuela:
PEPPINO: ...¡Vuélvete al pueblo..., vuelve! ¡Yo iré cárcel, vamos! ¡Vete! ¡Asquerosa!...
Empuja a Agnese con violencia fuera del coche.
Agnese se tambalea por el empujón. Consigue mantener el equilibrio, y con la cabeza baja, como dudando, empieza a andar en dirección al pueblo.
Peppino, agotado, jadeante, se apoya de nuevo en el asiento, y mira a sus cómplices, que se han vuelto para seguir con la mirada a Agnese. En el rostro de Peppino podemos leer la expresión del mal jugador que se ha lanzado a un «bluff» del que se arrepiente:
PEPPINO (con voz ronca): ¿Qué hace?... ¿Se ha parado?
PROFUMO: No. Vuelve al pueblo.
PEPPINO (alarmado): Pero..., pero ¿cómo? ¡Deshonrada delante de todos!... No es posible...
PROFUMO: Te digo que se va; está clarísimo.
Peppino, descompuesto, salta al suelo. Agnese, ensimismada, camina hacia el pueblo. Peppino, sacando fuerzas de flaqueza, se yergue y le grita:
PEPPINO: ¡Desgraciada! ¡Vuélvete al pueblo! ¡Te esperan todos en la plaza, incluso los perros! ¡Enséñales a todos la barriga! ¡Corre, no les hagas esperar! ¡Corre!
Agnese se detiene, como fulminada por estas palabras.
Peppino contiene la respiración: teme estropearlo todo si añade algo más y espera en suspenso...
...Agnese echa a andar de nuevo...
...A Peppino se le demuda el semblante...
...Pero Agnese ha dado aquellos pocos pasos sólo para alcanzar un poyo, en el que se sienta sin ni tan siquiera volverse para mirar a Peppino. Y allí se queda con la mirada baja.
Peppino exhala un suspiro de alivio y mira a sus cómplices, también más tranquilizados, quienes le responden con un signo de connivencia.
Agnese está sentada en un poyo, vencida. Por el rabillo del ojo se atreve a echar una mirada al coche...
Agnese vuelve a bajar la mirada.
Peppino está a punto de volver a subir al coche. En este momento se oye, procedente del pueblo, un gran ruido de petardos y alegres y rápidos redobles de campanas. Profumo habla, reanimado:
PROFUMO: Ya está. Ya sale la procesión.
PEPPINO (en dirección a Profumo): ¡Vuelve para atrás!
Peppino, que no pierde de vista a Agnese a través del cristal posterior del coche, hace una señal a Profumo de poner el coche en marcha.
PROFUMO: «¡Oh cielo! ¡Oh tierra! Dime cómo tengo que hacerlo... ».
Profumo canturrea al hacer la maniobra para dar la vuelta al coche y ponerlo en dirección al pueblo.
El coche retrocede. Cuando llega a la altura de Agnese, se detiene; Peppino abre la portezuela en silencio.
Agnese, sin levantar la vista, se pone en pie y sube al coche junto a Peppino.
El coche vuelve a ponerse en marcha.

7.9.2. Agnese no quiere casarse

Cuando las dos familias están felices porque la pareja va a casarse, es Agnese la que destroza los planes. La última rebeldía del Niño en el Niño de Agnese acaba ocasionando la muerte de su padre, Vincenzo.

JUEZ (a Agnese, con cierta dureza): Señorita, ¿quiere casarse con Giuseppe Califano?
La chica sigue callada.
Todos los presentes tienen el ánimo en suspenso y la sonrisa petrificada en la boca.
VINCENZO: ¡Agnesuzza, Agnesuzza!..., contesta al señor juez... ¡Vamos, bonita!...
Agnese calla. La incomodidad de los presentes aumenta.
JUEZ: Agnese, contesta: ¿sí o no?
Todavía unos momentos de tensión; luego, Agnese levanta la mirada hacia el juez, luchando con las lágrimas y con la voz empañada por el llanto.
AGNESE: ¡Sííí! (Estalla en desconsolados sollozos, repitiendo histéricamente, desesperada.) ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!...
Hay un momento de perplejidad en la mirada del juez, y Vincenzo intenta recuperar el control de la situación:
VINCENZO (precipitadamente): Señor juez, llora de alegría; son lágrimas de felicidad..., ¿verdad palomita mía?
Agnese continúa sollozando desesperadamente. Peppino, alarmado, se acerca a ella y le dice:
PEPPINO: ¿Pero, Agnese, por qué...?
El juez, cada vez más perplejo, pasea su mirada sobre todos los presentes, mientras Agnese continúa llorando.
ABOGADO CIARPETTA (intentando quitar importancia a la situación): Una turbación muy comprensible... a causa de la emoción...
VINCENZO: Pero ha dicho que si... ¿Usted también lo ha oído, verdad señor juez?
Peppino extiende la mano e, imprudentemente, acaricia a Agnese mientras dice:
PEPPINO: Agnese, no querrás que el señor juez vaya a pensar...
Agnese le muerde la mano.
PEPPINO: ¡Ay!
JUEZ (mirándoles con rabia): ¡Basta! ¡Fuera de aquí todo el mundo!
VINCENZO: Pero... ¿cómo?... ¡Te destrozo! ¡Te mato!...
Y se lanza sobre Agnese, arrastrando consigo a los dos abogados que intentan detenerle:
AGNESE: ¡Papa!
VINCENZO (fuera de sí): ¡Asquerosa!... ¡Di que estás contenta o te estrangulo!
DON MARIANO: Calma... calma...
JUEZ (durísimo): ¡Ascalone!, usted no estrangula a nadie... Le acuso por amenazas, malos tratos y coacción de menores. ¡Escriba usted, señor secretario!
Vincenzo, aniquilado, se deja arrastrar por su primo y su hijo, quienes se lo llevan.
VINCENZO: Pero... ¿cómo es...?
ABOGADO ASCALONE: Señor juez..., yo quisiera presentar formalmente mis excusas...
JUEZ: Denegadas...
Siempre conteniendo a Vincenzo:
ABOGADO ASCALONE: Vámonos..., vámonos...
El juez señala a Peppino con el dedo:
JUEZ: ¡En cuanto a usted, Giuseppe Califano, permanece bajo la acusación del anterior delito de corrupción de menores, y ahora, además, por el de rapto, según se indica en el articulo 522 del código penal!

8. Conclusión

Después de este recorrido por las diferentes regiones de la personalidad y por algunas escenas de Seducida y abandonada, espero haber mostrado la importancia de la Anamnesis para entendernos y entender a los demás. He apuntado algunas implicaciones de las Anamnesis para las «psicopatías culturales». Sería muy interesante examinar también, como lo acabo de hacer con esta película, los grandes dramas sobre el honor, de Calderón de la Barca: A secreto agravio, secreta venganza; El médico de su honra; El pintor de su deshonra.

En este artículo no me he ocupado de las Prólepsis, es decir, de los proyectos, programas y planes vitales. Proyectar es recordar. Será el campo de estudio del último artículo de esta serie, cuando explique la Teoría del Guión vital, de Berne. De momento, dedicaré el próximo a las Transacciones.

Bibliografía:

Anónimo: «Tractatus Coislinianus», en Cuadernos de Información y Comunicación, 7, 2002: 31-36.

Aristóteles: Retórica, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid 1985 (3ª edición; la primera es de 1953).

Berne, Eric: Transacional Analysis in Psychotherapy, Random House, Nueva York 1961. Traducción española: Análisis Transaccional en Psicoterapia, Editorial Psique, Buenos Aires 1985.

Bueno, Gustavo: Teoría del cierre categorial (Tomo 5), Pentalfa Ediciones, Oviedo 1993.

Germi, Pietro: Seducida y abandonada, Aymá, Barcelona 1963.

Lausberg, Heinrich: Elementos de Retórica Literaria, Gredos, Madrid 1975.

 

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