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El Catoblepas, número 31, septiembre 2004
  El Catoblepasnúmero 31 • septiembre 2004 • página 15
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«Hispanidad»:
historia y significación de la palabra

José María García de Tuñón Aza

Discusión sobre la antigüedad y extensión del término Hispanidad

Miguel de UnamunoZacarías de VizcarraRamiro de Maeztu

Próxima la celebración, un año más, de la «Fiesta de la Hispanidad», quiero referirme al origen del vocablo, porque continuamente uno se tropieza en diversos escritos que la palabra tiene su principio en el vasco Mons. Zacarías de Vizcarra. Por poner sólo un ejemplo, resumimos lo que hemos encontrado en una de las enciclopedias consultadas: «El profesor español López Ibor define la Hispanidad, término creado por Monseñor Vizcarra...»{1} Pero esto no es cierto, como vamos a ver, porque es el propio monseñor quien lo desmiente en un escrito que publica en un semanario dirigido entonces por Juan Aparicio, antiguo jonsista, y que dice:

Origen del nombre y Fiesta de la Hispanidad
En varias oportunidades y en diversas revistas he aclarado conceptos inexactos o confusamente expresados que corren por los libros y la Prensa acerca de los orígenes históricos del nombre, concepto y fiesta de la Hispanidad, por atribuírseme a mí equivocadamente la invención material de ese vocablo, al mismo tiempo que se pasan por alto circunstancias históricas que señalan el punto de arranque del hermoso movimiento que se distingue con dicho nombre.
Fue mi gran amigo D. Ramiro de Maeztu uno de los primeros que me atribuyeron la creación del vocablo «Hispanidad» en su libro Defensa de la Hispanidad publicado a principios de 1934. El ejemplar que me envió a mi residencia habitual de Buenos Aires lleva esta dedicatoria autógrafa: «Al Rev. P. Zacarías de Vizcarra, creador del vocablo 'Hispanidad' con la admiración y la amistad de Ramiro de Maeztu». Y en la página 19 de la Obra se lee: «La palabra se debe a un sacerdote español y patriota que en la Argentina reside, D. Zacarías de Vizcarra».{2} [...]
Basta hojear los viejos diccionarios castellanos para encontrar en ellos esta palabra, aunque con diversa significación de la que ha recibido actualmente y con la esquela mortuoria de 'anticuada'. Así, por ejemplo, la quinta edición del Diccionario de la Academia publicado en 1817 dice así: 'Hispanidad, s. f., ant.' [...]. Tan antigua es esta palabra en su sonido material, que la encontramos en el Tratado de ortografía y acentos del bachiller Alexo Vanegas impreso en Toledo sin paginación, el año 1531 y conservado como preciosidad bibliográfica en la Biblioteca de la Real Academia de la Lengua. «De los oradores [dice Vanegas] Marco Tulio y Quintiliano son caudillos de la elocuencia, aunque no les faltó un Polión que halla hispanidad en Quintiliano{3} (segunda parte Cap. V)».{4}

Por su parte, Gustavo Bueno expone: «La idea de una Hispanidad centrada en torno a la cultura cristiana más tradicional (Zacarías de Vizcarra, en 1926; Ramiro de Maeztu, en 1934) es considerada por la 'izquierda' como expresión de la 'derecha más reaccionaria'; sin embargo, el término 'hispanidad' fue acuñado por Unamuno en 1909.»{5} El filósofo sigue aquí sin duda las noticias que ofrecía Jorge Lombardero en su artículo «Maeztu y la Hispanidad» (publicado en 1999, en El Basilisco, revista de la Fundación Gustavo Bueno), quien a su vez toma esa fecha de 1909 de Ernesto Giménez Caballero (ver la nota 24 de su artículo). Y en la revista electrónica El Catoblepas, número 5, pág. 19, julio de 2002, que dirige y realiza Nódulo Materialista, insiste mi buen amigo Jorge Lombardero Alvarez en el asunto, repitiendo que Unamuno, en 1909, habría escrito:

Digo Hispanidad y no Españolidad para atenerme al viejo concepto histórico-geográfico de Hispania, que abarca a toda la península ibérica.
Digo Hispanidad y no españolidad para incluir a todos los linajes, a todas las razas espirituales, a las que ha hecho el alma terrena y a la vez celeste de Hispania, de Hesperia, de la península del Sol Poniente.
Y quiero decir con Hispanidad una categoría histórica, por lo tanto espiritual, que ha hecho, en unidad, el alma de un territorio, con sus contrastes y contradicciones interiores. Porque no hay unidad viva si no encierra contraposiciones íntimas, luchas intestinas.

Aquí termina Jorge Lombardero la transcripción de lo escrito por Miguel de Unamuno, cuando lo cierto es que éste sigue diciendo:

La Hispanidad, ansiosa de justicia absoluta, se vertió allende de Océano, en busca de su destino, buscándose a sí mismo, y dio con otra alma de tierra, con otro cuerpo que era alma, con la Americanidad, que busca también su propio destino...

Sin embargo, este artículo de Unamuno que Jorge Lombardero manifiesta haber sido publicado en 1909, sin decirnos dónde, no apareció publicado hasta 1927 en una revista argentina{6}, recogido después en sus Obras Completas.{7} Lombardero dice asimismo que Mons. Zacarías de Vizcarra afirma que el descubrimiento no era suyo en un opúsculo editado por el Ayuntamiento de Zaragoza en 1946, pero ya hemos visto que antes así lo había reconocido en el semanario El Español, en octubre de 1944. De nuevo Lombardero en la revista El Catoblepas afirma también que el obispo Martínez Vigil ya habría utilizado ese vocablo en Covadonga en 1901. Sin embargo, el biógrafo de este obispo, el dominico P. José Barrado, nada comenta al respecto porque, según él, no encontró ningún indicio de que el prelado pronunciara nunca esa palabra que, por otra parte, el mismo Mons. Zacarías de Vizcarra ya nos indica que figura en la quinta edición del Diccionario de la Academia publicado en 1817.

Y volviendo a Miguel de Unamuno es muy posible que el ilustre vasco sea el primero que haya utilizado el vocablo «Hispanidad» en un sentido histórico y cultural «para quien designaba la unidad profunda del mundo hispánico, España y América del Sur. La base de aquella homogeneidad se encontraba, a juicio del pensador vasco, no en la raza, en la religión o en la realidad política, sino en la lengua castellana»{8}; en esa «lenguaje –dice Unamuno– de blancos, y de indios, y de negros, y de mestizos, y de mulatos; lenguaje de cristianos, y de ateos; lenguaje de hombres que viven bajo los más diversos regímenes políticos»{9}. De todas las maneras, hay quien también piensa que en ese mismo sentido el primero en utilizar el vocablo «Hispanidad» fue el portugués Antonio Sardinha{10} «precisamente, sí, un portugués, porque Portugal también es 'Hispania', aunque la idea de una comunidad hispánica de cultura se hala ya en autores como Rubén Darío, Santos Chocano o Menéndez Pidal».{11}

Decíamos también que Ramiro de Maeztu había escrito:

«'El 12 de octubre, mal titulado el Día de la Raza, deberá ser en lo sucesivo el Día de la Hispanidad'.{12} Con estas palabras encabezaba su extraordinario del 12 de octubre último un modesto semanario de Buenos Aires El Eco de España. La palabra se debe a un sacerdote español y patriota que en la Argentina reside, D. Zacarías de Vizcarra. Si el concepto de Cristiandad comprende y a la vez caracteriza a todos los pueblos cristianos, ¿por qué no ha de acuñarse otra palabra, como esta de la Hispanidad, que comprenda también y caracterice a la totalidad de los pueblos hispánicos?»

Pero Maeztu no nos aclara en qué año escribió Zacarías de Vizcarra el artículo al que hace referencia. Sin embargo fue el 17 de marzo de 1926 –año que ya apuntaba Gustavo Bueno– cuando lo escribe y cuando Vizcarra considera el vocablo en una doble acepción, una geográfica como conjunto de todos los pueblos hispánicos; y otra histórica y ética, que denominaba al conjunto de las cualidades a dichos pueblos. «En la primera acepción la Hispanidad abarca España y Portugal, de cuya acción evangelizadora surgió una comunidad de veinte naciones americanas configuradas en un mismo sentido social, político y religioso. La Hispanidad, en la segunda acepción, era producto del catolicismo.»{13}

Efectivamente, cuando Mons. Vizcarra habla de «mal titulado Día de la Raza», es porque en el mundo hispanoparlante son infinitas las razas que habitan en él, por lo que parece, más bien, una denominación incongruente. «Sólo podría aceptarse –dice Ramiro de Maeztu– en el sentido de evidenciar que los españoles no damos importancia a la sangre, ni al color de la piel, porque lo que llamamos raza no está constituido por aquellas características que pueden transmitirse al través de las obscuridades protoplásmicas, sino por aquellas otras que son luz del espíritu, como el habla y el credo. La Hispanidad está compuesta de hombres de las razas blanca, negra, india y malaya, y sus combinaciones, y sería absurdo buscar sus características por los métodos de la etnografía.»{14}

Por su parte, José Antonio Calderón-Quijano opina de esta manera: «No debemos en modo alguno hacer de la raza hispana un factor de superioridad en América. Nada más inadecuado que la denominación de 'Día de la Raza' a la fecha del 12 de octubre que lo es del Descubrimiento de América. La exaltación racial, y el concepto de supremacía racista en cuanto a América, resultaría altamente equivocado y no responde a la realidad.»{15}

Maeztu rechazó cualquier idea de carácter imperialista que viniera de la idea de Hispanidad. Para él el Imperio español era una Monarquía misionera, que el mundo designaba propiamente con el título de Monarquía católica. Otros, como Jaime Suárez{16}, en pleno ardor juvenil, «definió una vez la Hispanidad como la Revolución Nacional Sindicalista»{17}. Sin embargo, nada que se parezca a Imperialismo había en esta definición. El Imperialismo es otra cosa: es la actitud y doctrina de quienes propugnan o practican la extensión del dominio de un país sobre otro u otros por medio de la fuerza militar, económica o política.

Aclarado el origen del vocablo «Hispanidad» veremos ahora quién fue el creador del «Día de la Raza», también conocida como «Fiesta de la Raza». Fue el asturiano, José María González, que firmaba con el seudónimo de «Columbia», quien nos cuenta que estando en Cuba en 1909 leyó en el Diario de la Marina de La Habana que el Estado de Illinois de los EE. UU. hacía festivo el 12 de Octubre como aniversario del Descubrimiento del Nuevo Mundo. En ese momento pensó que con más razón debieran hacerlo los cubanos y también «nuestra España». En este sentido se dirigió a Wifredo Fernández director de otro periódico de La Habana El Comercio, a quien conocía y a quien le expuso la idea. Idea que recogió el mismo periódico en un artículo que escribió el propio «Columbia», a la vez que se dirigía al periodista español Mariano de Cavia, colaborador del periódico madrileño El Imparcial, para que defendiera su idea, pero que al parecer no le atendió.

En 1911 se celebró en Asturias el centenario de la muerte del ilustre Jovellanos a cuya conmemoración vinieron desde Cuba muchos asturianos; los hermosos actos astur-americanos celebrados le recordaron a «Columbia» el artículo que dos años antes había publicado en La Habana y enamorado del ideal de unión hispano-amaricano le dolía que llegara a perderse la vibración de esa conmemoración por lo que decidió trabajar sobre una idea que tuviera carácter permanente. La ocasión la tuvo al año siguiente con motivo de celebrarse el Centenario de las Cortes de Cádiz. Allí acudió «Columbia» quien formuló su propuesta a través del Diario de Cádiz «que la publicó patrióticamente como artículo de fondo el 6 de octubre, en el número que reseñaba la velada parlamentaria conmemorativa del Centenario de las Cortes. Y así nació la 'Fiesta de la Raza'»{18}. Sin embargo, la fiesta cívica del 12 de Octubre recibió diversas denominaciones: los Estados Unidos instituyeron la fiesta con el nombre de «Día de Colón», también «Día del Desembarco»; el general Primo de Rivera, recogiendo una idea del embajador de la República Argentina, propuso que se llamara «Fiesta del Idioma», pero ese intento quedó sin efecto debido a que la Academia de la Lengua informó que no procedía cambiar la denominación porque la «Fiesta de la Raza» había sido ya consagrada con este título en «la legislación oficial de muchos países americanos y también porque al hablar solamente del idioma, quedarían excluidos Portugal y el Brasil, con los cuales se deseó siempre contar para asociarlos a la mencionada fiesta».{19}

En efecto, «aunque la palabra 'Hispanoamérica' no excluya la América portuguesa, es decir, Brasil, se suele utilizar cuando se quiere incluir de manera inequívoca a ésta el término Iberoamérica»{20}. Sin embargo, muchos cursis en España y fuera de ella suelen utilizar la expresión Latinoamérica o América Latina. A menudo lo vemos también en los titulares de algunos periódicos. Cuando escribo estas líneas, por ejemplo, uno de los diarios de mayor circulación en España al referirse a los presidentes de Méjico, Perú, Chile, Ecuador y Honduras los cita como presidentes de Latinoamérica. Este nuevo concepto aparece, según algunas opiniones, con objetivos político-culturales, en textos del colombiano José María Torres Caicedo y del chileno Francisco Bilbao, que escribían desde París. «Y aunque estos términos empiezan siendo utilizados como equivalentes o sinónimos de los entonces vigentes América Hispana o Hispanoamérica, lo cierto es que estos últimos dejan de emplearse poco a poco, a impulsos de un movimiento indigenista de raíz antiespañola, encabezado por Vasconcelos{21}, quien lo abandona para confesar, poco antes de morir, que 'parias del alma nos quedamos al renegar de lo español que había en nosotros'»{22}. Otros dicen que sin llegar a emplear la misma expresión, fue el economista y senador francés Michel Chevalier –que había viajado a los EE.UU., Méjico y Cuba– quien acuñó el vocablo «Europa Latina». Posteriormente su empleo «se empezó a prodigar entre 1861 y 1868 por seis autores franceses y dos hispanoamericanos residentes en Francia. Uno de ellos, l'abbé Domenech, la primera vez que empleó el término 'l'Amerique Latine' hubo de aclarar c'est á dire, le Mexique, l'Amérique Centrale et l'Amérique du Sud».{23}

Por su parte, Guillermo Cabrera Infante dice que es una aberración llamar latinoamericanos a los hispanoamericanos, y tiene toda la razón porque éstos no heredaron el latín como España, heredaron el español: «¿Desde cuándo está la Roma antigua en México? ¿Y en Buenos Aires? ¿Quién germinó esa aberración?», pregunta el escritor cubano. Para Cabrera quien introdujo el término latino fue un ministro de Napoleón III para justificar de alguna manera su intervención en Méjico: «Al pobre emperador Maximiliano, que pretendía ser Rey de México, lo fusilaron y su esposa Carlota murió absolutamente loca en Bélgica, cantando habaneras». Y Cabrera seguía haciendo preguntas y decía que en Paraguay los indígenas ofician el guaraní, pero «¿desde cuándo o desde dónde hablan esos indígenas el latín? O los indígenas de los dominios del enmascarado: ¿hablan los lacandones –que surgieron después de los mayas– el latín?»{24}

Así pues, algunos se las han arreglado para inventar eso de «América Latina» so pretexto, por ejemplo, de que en Haití se habla francés: Pero esto con ser malo no es lo peor, lo peor es que, como decía antes, algunos cursis dentro de España lo están utilizando y las Indias formaron siempre parte de la Corona de Castilla. Se integraron a ella como se unirían otras tierras a lo que más tarde llamaríamos España y que junto con aquellos países que hablan nuestro propio idioma llamamos sin más: Hispanoamérica que junto con España forman la Hispanidad.

Notas

{1} Gran Enciclopedia del Mundo, Durvan de Ediciones, Bilbao 1963, tomo 10, pág. 375.

{2} El texto completo que escribió Ramiro de Maeztu dice literalmente: «'El 12 de octubre, mal titulado Día de la Raza, deberá ser en lo sucesivo el Día de la Hispanidad'. Con estas palabras encabezaba su extraordinario del 12 de octubre último un modesto semanario de Buenos Aires, El Eco de España. La palabra se debe...», Defensa de la Hispanidad, Ramiro de Maeztu, 4ª edición, Madrid 1941, pág. 33. Prólogo de Eugenio Vegas Latapie.

{3} Marco Fabio Quintiliano, nacido en Calagurris –la actual Calahorra, en La Rioja– hacia el año 35 d. de J. C. Vivió en Roma desde muy joven donde llegará a adquirir fama como profesor de retórica. Su obra principal, que aún se conserva, fue un tratado completo de retórica en 12 libros titulado Institutiones oratoriae, donde aparece por primera vez el vocablo «Hispanitas».

{4} Semanario El Español, de Madrid, nº 102, 1º octubre 1944, pág. 1.

{5} Gustavo Bueno, España frente a Europa, Alba Editorial, Barcelona 1999, pág. 388.

{6} Revista Síntesis, Buenos Aires, nº 6, noviembre 1927.

{7} Ed. Escelicer, vol. IV, pág. 1081.

{8} Andrés de Blas Guerrero (dir.), Enciclopedia del nacionalismo, Alianza Editorial, Madrid 1999, págs. 315-316.

{9} Ibid., pág. 316.

{10} Sardinha nació en Monforte do Alemtejo (Portugal) el 9 de septiembre de 1888 y falleció el 10 de junio de 1925. Estuvo exiliado en España y aunque en un principio defendió la personalidad propia de Portugal, después de conocer el exilio defendió el establecimiento de una estrecha alianza entre los dos países ibéricos.

{11} José Javier Esparza, «Hispanidad y globalización», revista Hespérides, volumen III, nº 18, invierno 1998-1999, pág. 1058.

{12} En España y varios países Hispanoamericanos no se adoptaría el nombre «Día de Hispanidad» hasta 1942, después de que la Real Academia Hispanoamericana de Cádiz pidiera en 1939 que se cambiara sin que el gobierno español hiciera mucho caso. Incluso había quien creía que ese nombre se debía a José Mª González (Columbia) –de quien hablaremos después–, porque el entonces ministro español de Asuntos Exteriores general conde de Jordana felicitó a éste «por la creación de la Fiesta de la Hispanidad». Ver La Nueva España, de Oviedo, 13 octubre 1942, pág. 7.

{13} Andrés de Blas Guerrero, op. cit., pág. 317.

{14} Ramiro de Maeztu, op. cit., pág. 34.

{15} Revista Razón Española, nº 40, marzo-abril 1990, pág. 149.

{16} Secretario General de Plataforma 2003.

{17} Diario La Nueva España ,de Oviedo, 12.10.55, pág. 14.

{18} José María González (Columbia), El día de Colón y de la Hispanidad, 3ª edición, Oviedo 1955, pág. 9.

{19} Ibid., pág. 116.

{20} Jorge Lombardero Alvarez, «Maeztu y la Hispanidad», revista El Basilisco, 2ª Época, nº 25, enero-marzo 1999, pág. 55.

{21} José Vasconcelos Calderón (1882-1959), político mejicano, rector de la Universidad Nacional de México, propuso en 1920 el lema «Por mi raza hablará el espíritu», que todavía mantiene la UNAM.

{22} Emilio Durán Corsanego, «¿Latinoamérica o Hispanoamérica?», revista Razón Española, nº 96, julio-agosto 1999, págs. 61 y 62.

{23} José Antonio Calderón Quijano, «Hispanoamérica», revista Razón Española, nº 40, marzo-abril 1990, pág. 159.

{24} Diario ABC, de Madrid, 18 de octubre de 2001, pág. 53.

 

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