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El Catoblepas, número 30, agosto 2004
  El Catoblepasnúmero 30 • agosto 2004 • página 22
Libros

Dentro del umbral

Gustavo Bueno Sánchez

Sobre la reedición del libro de María del Carmen Tapia, Tras el umbral.
Una vida en el Opus Dei,
Ediciones B, Barcelona 2004, 569 págs.

María del Carmen Tapia, Tras el umbral. Una vida en el Opus Dei, Ediciones B, Barcelona 2004 Ediciones B reedita acertadamente el magnífico testimonio de María del Carmen Tapia, Tras el umbral. Una vida en el Opus Dei, publicado inicialmente en 1992, ampliamente reeditado en español, traducido y publicado incluso en otras lenguas, y hasta disponible en internet (sin el necesario complemento de los facsímiles documentales que enriquecen la edición impresa) en una de esas páginas que mantienen tenazmente antiguos miembros de esa Obra de Dios que no logran desprenderse de la sombra que les ha dejado marcados de forma indeleble.

La segunda edición española, en formato de bolsillo, ofrecía en portada el subtítulo «Un viaje al fanatismo», que no aparece en esta reedición de 2004, que, sin embargo, ofrece nuevos documentos y está puesta al día, pues, entre otras cosas, la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana ya cuenta, por fin, entre sus santos, a San Josemaría Escrivá de Balaguer, canonizado por Juan Pablo II con impresionante y multitudinaria ceremonia el 6 de octubre de 2002; con notable retraso, por cierto, respecto de la Santa Iglesia Católica Apostólica Palmariana, pues la cristiandad nunca podrá olvidar la impresionante, aunque menos multitudinaria, ceremonia del 24 de septiembre de 1978, en la que Gregorio XVII canonizó a San José María Escrivá de Balaguer, junto a San Francisco Franco Bahamonde, San José Antonio Primo de Rivera, San Luis Carrero Blanco y otros siervos del Señor.

De hecho la reedición en 2004 del libro de María del Carmen Tapia, tras la canonización de San Josemaría en 2002, prueba el fracaso de la campaña anticanonizadora protagonizada por la autora, parte importante de su interés por publicar el libro hace más de diez años. O dicho de otro modo, la grandeza de la santidad de monseñor Escrivá, capaz de resistir los tremendos testimonios adversos aducidos por quien le conoció bien, desde el trato cercano y doméstico, que el lector podrá saber con todo lujo de detalles por los documentos y relatos que se ofrecen en este libro. Los enemigos, si no son capaces de destruir las instituciones, las fortalecen, y el Opus Dei ha salido sin duda fortalecido tras testimonios como el de María del Carmen Tapia y similares, pues ha demostrado la inmensa potencia de su organización, la fuerza y capacidad de la que dispone para lograr el refrendo y reconocimiento de los católicos romanos todos, el papa reinante a su cabeza.

Y como el testimonio denuncia de María del Carmen Tapia (nacida en 1925, asociada numeraria al Opus Dei desde 1948 hasta 1966, colaboradora directa de San Josemaría desde 1952 en Roma, nombrada en 1953 por el fundador superiora de la Asesoría Central de la Sección Femenina del Opus Dei, destinada en 1956 por San Josemaría a Venezuela, como Directora Regional de la Sección de Mujeres del Opus Dei de Venezuela, llamada de nuevo a Roma por San Josemaría en 1965...) no se hace desde el ateísmo o el agnosticismo, ni María del Carmen Tapia se ha convertido en judía, sarracena o se ha entregado a otros credos, sino que todavía el 23 de diciembre de 2001 (página XII) reconoce la autora que «mi postura ante la Iglesia ha sido siempre de amor filial a todos y cada uno de sus representantes; siempre he sido y sigo siendo católica practicante» (entendemos que de la iglesia católica de Roma, y no de la iglesia católica del Palmar de Troya), tenemos que suponer su devoción actual, en tanto católica romana practicante y no como ex-numeraria del Opus Dei, a pesar del libro ahora reeditado, por San Josemaría, el fundador de la organización católica más importante surgida durante el siglo pasado (desde España, por supuesto).

Por eso, aunque María del Carmen Tapia titule su libro Tras el umbral, es obra que se mueve en la dialéctica interna de los católicos. Está por tanto bien dentro del umbral: «Con el paso de los años he perdonado y no guardo rencor alguno. Aún en las obras que encarga Dios, las mujeres y los hombres cometen errores. Rezo por las personas que consciente o inconscientemente me trataron de aquella manera, sin duda pensando con error que así defendían a la Institución. Sólo Dios tiene capacidad de juzgar y a su juicio me remito.» Ha perdonado y no guarda rencor ni a San Josemaría, a pesar de lo sucedido el 27 de mayo de 1966:

«Esta vez, en la sala de reuniones de la asesoría central estaban reunidos monseñor Escrivá, Alvaro del Portillo, Javier Echevarría, Mercedes Morado y Marlies Kücking. Monseñor Escrivá me habló así:
—Carmen, no tienes más salida que la calle. Escoge: a la calle pidiendo tú la dimisión y diciéndome en una carta que has sido feliz, ¡porque lo has sido!, pero que desde hace una temporada vienes observando que no te encuentras con ánimo de cumplir con los compromisos que tienes con la Obra y quieres que se te dispensen, o, si no lo pides así, llevo todo a la Santa Sede con documentos, cartas, declaraciones juradas, nombres de unos y de otros, y será la deshonra para todos por tu culpa, y la tuya propia: tu nombre quedará marcado en la Santa Sede. Te doy a elegir de aquí a mañana a las doce del mediodía. –Con gran irritación agregó–: No me pongas en la carta "querido Padre", sino solamente "Padre".
Y siguió:
—Aún estás joven, y puedes encontrar por ahí un buen marido y desahogar por ahí todos tus instintos. –Al decir esto, recuerdo bien que hizo unos gestos con las manos como de quien manosea otro cuerpo–. No te faltará un buen hombre que quiera casarse contigo. Además, tú eres capaz de hacerte cargo de una oficina y sacarla adelante.
Y aquí, cambiando el tono, la forma y los modales, agregó gritando:
—Pero que conste en acta: tercera admonición: ¡¡A la calle!! ¡¡¡¡A LA CALLE!!!! ¡¡Nos dejas en paz!! O sea que ¡piénsatelo!: O pides tú la dimisión o la deshonra para todos y para ti la primera. Pero no hay más que una salida para ti: ¡¡la calle!!
Me fui al cuarto destrozada. Realmente no podía ni rezar. Tenía un profundo caos en mi mente. Por supuesto, seguía con la vigilancia dentro y fuera del cuarto.» (pág. 399)

o de la muestra prototípica de violencia de género que, una vez firmada por María del Carmen Tapia la carta de dimisión del Opus Dei, todavía habría ejercido San Josemaría sobre su recién dimitida pupila, el 31 de mayo de 1966:

«Entonces, monseñor Escrivá empezó a caminar de un lado para otro, muy agitado, muy irritado, rojo, furioso, mientras decía:
—Y no hables de la Obra ni de Roma con nadie. No nos indispongas con tus padres, porque ¡¡si yo me entero que hablas algo peyorativo de la Obra con alguien, yo, José María Escrivá de Balaguer, que tengo la prensa mundial en mis manos –y decía esto mientras con un gesto confirmaba con sus manos esta idea– te deshonraré públicamente, y tu nombre saldría en la primera página de todos los periódicos, porque de eso me encargaría yo personalmente y sería tu deshonra ante los hombres y ante tu propia familia!! ¡¡¡Ay de ti si intentas separar a tu familia del buen nombre de la Obra o decirle algo de esto!!!
Y siguió:
—¡¡¡Y no vuelvas a Venezuela ni se te ocurra escribir a nadie de allí!!! Porque si se te ocurriera ir a Venezuela, ¡¡¡yo me encargaría de decirle al cardenal quién eres tú. Y te deshonraría!!! Estuve pensándolo toda la noche si decírtelo o no –siguió monseñor Escrivá–, pero creo que es mejor que te lo diga. –Y mirándome de frente, con una ira espantosa, moviendo los brazos hacia mí como si fuera a pegarme, agregó gritándome–: Eres una mala mujer. ¡Una pérfida mujer! ¡La Magdalena era una pecadora!, pero ¿tú? ¡¡Tú eres una corruptora con tus inmoralidades e indecencias!! ¡¡¡Eres corruptora!!! Lo sé todo. ¡¡¡TODO!!! ¡¡HASTA LO DEL NEGRO VENEZOLANO!! ¡Eres terrible! ¡¡TE DA POR LOS NEGROS!!: Primero con el uno [se refería al hecho... narrado anteriormente respecto al doctor Panikkar] y luego con el otro. ¡¡¡DEJA EN PAZ A MIS CURAS!!! ¿¿LO OYES?? ¡¡¡DÉJALOS TRANQUILOS!!!, en paz. ¡No te metas con ellos! Eres mala, mala. Indecente. ¡Vamos, mira tú que lo del negro! ¡¡¡Y no me pidas la bendición porque no te la pienso dar!!!
Se fue yendo monseñor Escrivá hacia la capilla de reliquias y desde allí me gritó:
—¡¡Óyelo bien!! ¡¡¡PUTA!!! ¡¡¡PUERCA!!!
Me quedé inmóvil. Congelada. Vi y oí todo aquello como una auténtica pesadilla. Ni lloré. Ni pestañeé. Dentro de mí, mientras monseñor Escrivá gritaba aquellos insultos, solamente tuve dos pensamientos: uno el de que Cristo se silenció ante las acusaciones. El otro, de que Dios me había liberado.» (págs. 401-402)

¿Por qué había de interesarnos entonces particularmente este libro? Pues en lo que tiene de testimonio curioso y útil en la construcción de la historia de la filosofía durante los primeros años de la España del franquismo.

María del Carmen Tapia era una joven burguesa madrileña, que tenía previsto casarse en 1948 con un Ingeniero de Montes recién licenciado, que había aceptado un primer contrato en Marruecos. En 1947 «para librarme del aburrimiento durante su ausencia y además porque me interesaba el lugar y clase de trabajo que me ofrecieron, acepté un puesto en la revista Arbor del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Mi puesto era trabajar con el vicedirector de Arbor, que resultó ser Raimundo Panikkar (entonces Pániker)» (pág. 30.).

Raimundo Pániker Alemany (hoy autodenominado Raimon Panikkar) nació en 1918, hijo de una arquetípica hija de la burguesía catalana, culta, amante de la música y cristiana católica, y de un padre indio e hindú, miembro de una alta casta malabar del sur de la India, que estudió ingeniería química en Inglaterra y en 1916 se desplazó a España representando a una empresa alemana fabricante de productos para la industria del cuero, donde se acabó estableciendo, a pesar de tener en la India un hijo y un matrimonio convenido. Raimundo Pániker era miembro del Opus Dei desde 1939 y fue ordenado presbítero católico en 1946.

A los pocos meses del encuentro de María del Carmen Tapia con Raimundo Pániker ya había sido captada por el Opus Dei, más atractivo sin duda que el lejano ingeniero que iniciaba en Marruecos su carrera profesional. Como hemos dicho María del Carmen Tapia formó parte de esa organización católica desde 1948 hasta 1966. También a mediados de los sesenta abandonó Raimundo Pániker el Opus Dei. María del Carmen Tapia mantuvo su colaboración con el que fuera su director espiritual, y así, por ejemplo, en el documento reproducido en la página 445, que data de abril de 1974, el destinatario es «Miss María del Carmen Tapia / Assistant to Professor Panikkar / Department of Religious Studies / University of California / Santa Barbara».

María del Carmen Tapia, alrededor de 1945, antes de entrar a trabajar en el Consejo, tenía del Opus Dei las primeras referencias negativas con las que la nueva organización, prácticamente desconocida, era percibida por los católicos españoles más enterados pero no implicados:

«Recuerdo que alguien me dijo de una manera muy sutil que el Opus Dei representaba un peligro para la Iglesia. Mucha gente lo llamaba "la masonería blanca", jugando con la abierta hostilidad española hacia los masones como miembros de una sociedad secreta. También llegó a mis oídos la idea de que el Opus Dei estaba envidioso de los dos movimientos católicos más fuertes en la España de aquella época: la Acción Católica y la Asociación Española Nacional de Propagandistas. Igualmente corría la voz de que los jóvenes del Opus Dei pretendían a muchachas jóvenes y cuando estaban casi enamoradas de ellos les explicaban que eran miembros del Opus Dei y que no podían casarse con ellas, pero las invitaban en cambio a que formaran parte del Opus Dei. Esta conducta me indignó sobremanera por su bajeza y falsedad.» (págs. 28-29.)

Por eso, aunque se sorprendió al descubrir la penetración de la Obra en al Consejo, pudo más aquella fascinación filosófico elitista, y acabó durmiendo durante décadas en las camas de tablones que, junto con los cilicios, había prescrito San Josemaría para su sección femenina.

«Absorta en mis pensamientos, regresé a mi despacho. Para entonces, dos de mis compañeras habían ya llegado y empezaron a tomarme el pelo con la típica ironía española: no hiriente, pero sí burlona y aguda, sobre cómo me había ido en la visita y si me habían ascendido.
—¿Ascendido? –pregunté–. Sí, sí... Lo que hice fue escribir una carta al autor de Camino.
—¡Claro! –me respondieron–. Ya que Albareda, como miembro del Opus Dei ha de informar a su fundador...
—¿Qué? –pregunté asombrada–. ¿Que Escrivá, el autor de Camino, es el fundador del Opus Dei y que Albareda es uno de ellos?
—¿Pero tú no sabes –siguieron– que Florentino Pérez Embid, el secretario de Arbor, es también del Opus Dei, lo mismo que Rafael Calvo Serer?
—No. No tenía ni la menor idea –les respondí.
—¡Cómo! ¿Y tampoco sabes que el doctor Panikkar es un sacerdote del Opus Dei?
—¿Pero están ustedes seguras de que el doctor Panikkar es un sacerdote de ese grupo?
—¡Totalmente! –me respondieron–. Y también lo es Sánchez de Muniain.
—Pero si Sánchez de Muniain es casado –les dije.
—¿Y eso qué importa? Él es también uno de ellos. Punto. Aunque él pertenece a los casados.
Yo estaba enfurecida, porque mi concepto sobre el doctor Panikkar era muy positivo y aquello me lo echaba todo a rodar. Yo no podía creer que él perteneciera a un grupo tan dudoso.
—Pero bueno, ¿quieren ustedes decirme qué pasa aquí? ¿Dónde estoy metida? –les pregunté–. ¿Es que todo el mundo pertenece aquí al Opus Dei? ¿Son ustedes también miembros?
—¡No, qué va! Nosotras no somos –me dijeron a carcajadas–. Pero sí es verdad –agregaron– que casi todo el mundo del Consejo de Investigaciones Científicas pertenece al Opus Dei, al menos los que mandan –agregaron.
Me quedé totalmente anonadada de pensar que el autor de Camino, el libro que tanta gente joven leía entonces, fuera precisamente el fundador del dichoso grupo tan poco claro. Y por lo que veía, estaban usando el Consejo de Investigaciones Científicas como un instrumento para sus propios planes de infiltración en el mundo intelectual. Y más aún: que el doctor Panikkar fuera un sacerdote del Opus Dei.» (págs. 31-32.)

En enero de 1948 Pániker invitó a María del Carmen Tapia a colaborar con él en las actividades del Congreso Internacional de Filosofía que se celebró en Barcelona del 4 al 10 de octubre de ese año con motivo de los centenarios de Francisco Suárez y Jaime Balmes:

«Compartía muy de veras la idea del doctor Panikkar de que este Congreso Internacional de Filosofía sería la reunión intelectual más importante en España después de la guerra civil. El doctor don Juan Zaragüeta, como director del Instituto "Luis Vives" de Filosofía, era el presidente del congreso. El doctor Panikkar era el secretario general y yo estaba encargada de los problemas administrativos inherentes al congreso y de las relaciones públicas del mismo. Terminado el congreso, tuve a mi cargo la edición de los tres volúmenes de las Actas. El padre José Todolí, O. P., sin ser oficialmente miembro de la junta directiva del congreso, al ser secretario del Instituto "Luis Vives" de Filosofía, siempre estaba dispuesto a echar una mano en lo que fuera.
En aquella época se fundó también la primera Sociedad Española de Filosofía y eligieron a Panikkar como su primer secretario. Todo ello implicó, como lógica consecuencia, aumento de trabajo para mí; pero no me importaba porque todo ese conjunto de actividades me gustaba, especialmente lo relativo a la preparación del Congreso Internacional de Filosofía.» (pág. 36.)

Podrá calibrar el lector que la lectura de Tras el umbral, escrito desde dentro del umbral, es bien interesante incluso para quienes desde fuera se limitan a observar lo que sucede por esos umbrales.

 

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