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El Catoblepas, número 30, agosto 2004
  El Catoblepasnúmero 30 • agosto 2004 • página 20
Artículos

Materialismo filosófico y socialismo

Antonio Muñoz Ballesta

A partir de un texto de Gustavo Bueno de 1972 se ensaya un análisis filosófico del Socialismo en la actualidad (2004), en que por un lado grandes potencias y Estados siguen reclamándose sus continuadores y, en cambio, Europa y EEUU se «autocalifican» de liberales

I

El Materialismo Filosófico no puede dejar de analizar el Socialismo, la Idea de Socialismo, porque el Socialismo es una realidad (aunque sea «aparente») de nuestro mundo. Todavía hay países en él que se reclaman «socialistas»: Cuba, Vietnam,... pero también la gran potencia militar y económica que es China se reclama heredera del Socialismo. Pero no solamente por esta razón el Materialismo Filosófico se debe ocupar del Socialismo, también, podríamos decir, que debe hacerlo por motivos más «teóricos», más «filosóficos»: triturar las visiones «gnósticas» de la implantación de la Filosofía. Y sobre esta segunda vía, la teórica, queremos retomar el análisis del Socialismo y la Filosofía.

Gustavo Bueno en Ensayo sobre las categorías de la economía política,{1} 1972, defiende la tesis de la interna unidad entre la conciencia filosófica y la práctica del socialismo pero con

«la tenaz voluntad de eliminar todo tipo de Axiomas de María (como cuando se establece, al modo de Feuerbach, la asociación de un socialismo del amor y una concepción materialista del mundo; o cuando con Engels repetimos que la Filosofía materialista es la base indispensable del socialismo porque nos instruye científicamente acerca de la naturaleza del mundo en el que el socialista tiene que vivir; o, por último, cuando, al modo de Otswaldt, dice alguien que el Materialismo científico constituye el primer criterio de la conducta moral, en cuanto el segundo principio de la Termodinámica nos impone el ahorro de transformaciones inútiles de una energía no recuperable).»

Para la filosofía materialista es rechazable, no solamente el Idealismo, sino también toda tesis metafísica. Pero, ¿por qué el Materialismo Filosófico se «enlaza» con el «Socialismo»? Por la sencilla razón de que toda verdadera Filosofía es un «proceso general que pasa también por la instauración de la República». Por ello Gustavo Bueno especifica que el enlace entre la Filosofía y el Socialismo es una «tesis absolutamente clásica». Y podríamos decir que no hay nada de extravagante tampoco en la Filosofía académica. El mismo Platón –fundador del método filosófico de la Symploké– así lo entendió.

Aunque la relación entre Filosofía y Socialismo se establece en el ensayo dedicado a exponer, por primera vez, la Filosofía de la Economía del Materialismo Filosófico; en cambio, cuando, en concreto, analiza dicha relación, se define el Socialismo en términos sociales o políticos, y no en términos económicos (por lo menos en su relación negativa con el mercado y el cálculo económico); es decir, no se define el «Socialismo» como el sistema productivo en el que los medios de producción son de propiedad pública, pero se pretende siempre «una aclaración de las representaciones racionales sobre el socialismo futuro (no místico)». En cambio la Filosofía se define en toda su extensión «práctica» –aunque también de forma indeterminada– que tiene como criterio fundamental el «aufhebung» de la «conciencia» individual corpórea:

«Ciertamente, el socialismo del que aquí podemos hablar, es un socialismo muy indeterminado; no designa un modelo concreto de socialismo, sino tan sólo el{2} concepto de una «sociedad sin clases» tal que permita hablar de dos fases (separadas o no por un kairos revolucionario) o de dos tipos de sociedades: sociedad de clases (en el sentido marxista) y sociedad sin clases. Así también la Filosofía de la que aquí hablo es muy indeterminada en cuanto a sus doctrinas académicas, pero en lo esencial es una filosofía que no es definida originariamente como una suerte de 'ciencia enciclopédica', sino sobre todo, como una 'sabiduría' práctica (a la vez mundana y académica) que consiste, originariamente en la acción misma dialéctica de la superación (conservación) de la propia conciencia individual corpórea (condición de la propia racionalidad crítica) como proceso en el que se consuma el hacerse de la sabiduría específica filosófica.»

II

El Materialismo Filosófico es una Filosofía implantada políticamente, pero no puede ser partidista, ni una mera ideología que contribuya como una actuación política cualquiera. Así, pues, si el «Socialismo» (¿y por qué no decir también el «Liberalismo auténtico»?) tiene que advenir, advendrá por factores «reales» y, en cambio, la Filosofía tiene la función de comprender y comprenderse en el «curso de la realidad» –por lo menos mientras que ésta exista{3}–:

«Es, por otra parte, evidente que el advenimiento del socialismo depende de factores reales que obran al margen de las representaciones que aquí podamos forjarnos acerca de él (...) y sería ridículo que la Filosofía 'aconsejase' la conveniencia del socialismo, como si el papel de la Filosofía fuese «decir al mundo por dónde tiene que dirigirse», y no, más bien, comprenderse 'intercalada' en el propio curso real y necesario del Mundo en cuanto, a su vez, contiene a la propia acción filosófica como necesaria. (...)»

Por lo que la Filosofía, por lo menos tal como la entiende el Materialismo Filosófico, no tiene misión ideológica de imponer o «conquistar» ni el Socialismo ni el Liberalismo, pero no puede dejar de analizar ni el Socialismo ni el Liberalismo. Esa es la razón de que nunca lograremos saber la conexión entre ambos hasta llegar a esa situación ideal:

«Pero si verdaderamente la conciencia filosófica tuviese una conexión interna con el socialismo, entonces esta conexión se percibirá mejor 'después' de la Revolución –es decir, cuando el socialismo se supone ya instaurado– que «antes» de la Revolución, en la sociedad de clases, cuando la conexión entre la Filosofía y la realidad social no puede alcanzar su intensidad genuina. Y sin embargo, no deja de ser asombroso que cuando se plantea el tema de las relaciones entre la Filosofía y el Socialismo, se sobreentiendan generalmente las relaciones en el momento 'anterior' a la Revolución, aunque orientado a ella, cargando así (al menos implícitamente) sobre la Filosofía una parte de la responsabilidad de la transformación –y, cuando se comprende que esta parte es muy pequeña, descalificándola como superflua («muerte de la Filosofía»).»

Gustavo Bueno está analizando el tema de la «realización» de la Filosofía, y dicho tema requiere de una hipótesis: la hipótesis de la sociedad sin clases (una hipótesis utópica desde supuestos «no marxistas o no anarquistas»):

«Ahora bien, el tema de la realización (Verwirklichung) de la Filosofía cambia enteramente de sentido cuando nos mantenemos en la hipótesis de la Sociedad sin clases. Y es entonces cuando cobra sentido decir, con un alcance no utópico o ideológico, que el socialismo necesita de la Filosofía tanto como la Filosofía necesita del socialismo

La implicación mutua entre el Materialismo filosófico y Socialismo se realiza demostrando que el mismo «nexo metafísico» entre ambos es una «hipótesis inconsistente» o «utópica».

III

Como el Materialismo Filosófico rechaza partir de toda hipótesis utópica –como un caso más de la crítica de la implantación gnóstica del saber filosófico–, Gustavo Bueno tiene que definir el Socialismo (y el Liberalismo, ¿por qué no?) de la siguiente forma:

«una situación 'infinitesimalmente próxima' aun, en cuanto a sus componentes materiales, a la 'Sociedad de clases'. Una situación en la cual los ciudadanos, lejos de sentirse en el Paraíso (o acaso en un jardín epicúreo), desarrollan actividades por completo análogas a las que se desarrollan en la sociedad capitalista: martillean, atornillan, escriben, mastican, riñen, presencian partidos de fútbol... El 'hombre nuevo' no aparece repentinamente. Damos también por descontado que esta sociedad universal es esencialmente no recurrente, no establecida sobre la Tierra, porque incluso aceptando la ley de Le Say los recursos de nuestro planeta son finitos y, por tanto, es absolutamente preciso pensar, o en la desaparición catastrófica de la Humanidad –con lo que nos saldríamos del marco de nuestro discurso– o bien en su escisión o dispersión planetaria –con lo cual nuestro discurso se mantiene en su marco, aun cuando éste comience peligrosamente a incorporar temas de la sociología-ficción, de la 'futurología'.»

La estrategia que se desarrolla es la siguiente:

1) Filosofía y Socialismo son procesos que pueden ser pensados desarrollándose independientemente.

2) La conexión entre Filosofía y Socialismo es un lugar de encuentro.

3) Filosofía y Socialismo no se superponen en todos sus puntos.

4) Filosofía y Socialismo interconexionan en un punto que es verdaderamente central en ambos procesos «sin perjuicio de que estos, en su desarrollo, puedan, alejándose de este centro, alejarse entre sí.»

5) La relación entre Socialismo y Filosofía tienen su origen desde el Socialismo, pero también desde la Filosofía hacia el Socialismo{4}:

«Desde el Socialismo se ha apelado muchas veces, es cierto, a la Filosofía y a la Filosofía materialista. Sin embargo, también es verdad que desde posiciones que se autorreclaman no menos radicalmente socialistas, se recusa también al materialismo como concepción del mundo incompatible con la práctica del socialismo. Tal es el caso, para citar ejemplos de importancia mundial, del socialismo cristiano, musulmán o budista. La recusación recorre, en realidad, los mismos argumentos que en el siglo XVIII se dirigían contra el materialismo ateo: la imposibilidad (o incoherencia) de que un ateo desarrollase una vida moral (...) –y menos aún, por su egoísmo, una moral socialista. Y, en gran medida, esta recusación tenía una gran parte de razón. El materialismo ateo clásico no puede racionalmente ofrecer una concepción coherente con la práctica del socialismo. El motivo es claro: este materialismo se apoya en la evidencia del 'Ego esférico', como ámbito de la realidad racional práctica originaria. En consecuencia, tan sólo puede razonar la vida moral en tanto que la ordenación de las relaciones con los otros Egos –con los otros ciudadanos– forma parte de mi propio interés y es de incumbencia de mi propia 'prudencia monástica' (...). Ahora bien: es evidente que los nexos racionales entre el 'materialismo esférico' (epicúreo) y la moral ciudadana son capaces de formar una malla bastante extensa y tupida, pero también es cierto que el nexo con el socialismo no se justifica en modo alguno. Es así perfectamente explicable que, desde situaciones (cristianas, musulmanas o budistas) en las cuales el socialismo como forma de vida, alcanza una realidad práctica más o menos efectiva, se considere al materialismo de tipo epicúreo como incompatible con la posibilidad misma de la vida socialista.
Desde la Filosofía se ha apelado al Socialismo como la forma política más afín a la vida filosófica (Platón). Sin embargo, también es evidente que direcciones filosóficas de la más alta significación han recusado al Socialismo y han encontrado en otros tipos de organización social el lugar óptimo para la vida filosófica. Y ello desde Aristóteles hasta Hegel, que vio en el Estado Prusiano la condición ideal para el florecimiento de la conciencia filosófica ('Reconocer la razón por la cual la rosa está presente en la cruz del sufrimiento...'). En general, siempre que la vida filosófica se sobreentiende como el proceso de una vida subjetiva individual{5} (...) la apelación al Socialismo será gratuita o, en todo caso, extrafilosófica, expresión de un buen deseo. Examinemos el caso de Espinosa. En su Reforma del Entendimiento, Espinosa llega a conocer la necesidad de una variación de las condiciones políticas que conduzcan hacia una sociedad tal en la que el mayor número de ciudadanos pueda participar de la vida filosófica (...)
Ahora bien: esta necesidad (...) no puede justificarse nunca a partir de la vida subjetiva, del mismo modo que, a partir de la 'prudencia esférica' no cabe deducir racionalmente la práctica de la programación secular que, sin embargo, es una realidad moral de primer orden 'dada' en todo Estado moderno poderoso. (...) En efecto: 'dado' el individuo Plotino –o cualquier subjetividad que se viva interiormente al modo plotiniano– y 'progresando' a partir de este dato (de esta subjetividad) ¿cómo podría llegarse racionalmente al interés por las otras vidas aunque sean contempladas como vidas filosóficas, como subjetividades de la 'República de los filósofos'? Semejante interés sería sólo un deseo privado sobreañadido siempre exteriormente a la propia conciencia filosófica. A partir de esta conciencia, resulta mucho más coherente la posición de Malebranche, por sorprendente que pueda parecer, cuando declara que publica su libro, no tanto para causar algún efecto en los lectores, sino para su propio entendimiento. Ahora bien: lo que ocurre es que cuando Espinosa pide que se forme una sociedad en la cual la mayor cantidad posible de ciudadanos pueda participar de la vida filosófica, está hablando, no tanto en nombre de la vida filosófica subjetiva suya, individual, cuanto en nombre de la vida divina que en él alienta. Aunque el interés tome la forma de un interés por la vida filosófica ajena –como si fuese posterior a su propia reflexión individual– en realidad el interés mismo por otras personas está presupuesto (regresivamente) en su propia vida filosófica reflexiva y lo que se trata de reformar es la 'subjetividad' de su propio entendimiento.»

IV

La conexión entre Filosofía y Socialismo se encuentra en el «regressus» desde la conciencia corpórea (Ego corpóreo) hacia la materia transcendental (M. T.):

«No es en el progressus, a partir del Ego corpóreo que, sin embargo, hay que presuponer necesariamente como realidad (apariencial), sobre la que se ha de constituir dialécticamente la propia racionalidad crítica, como podríamos encontrar la conexión entre la conciencia filosófica y el socialismo, sino en el regressus crítico de esta conciencia corpórea hacia la materialidad transcendental (M. T.) en tanto que, a su vez, se determina en los diferentes géneros de materialidad (...). Se trata de un movimiento ontológico –y no sólo de un curso mental de representaciones– que afecta a la realidad misma de la conciencia, en cuanto conciencia determinada socialmente. Por este motivo aceptamos la tesis de Fichte según la cual, la clase de Filosofía que se tiene depende de la clase de hombre que se es. No se trata sólo de 'reformar' los pensamientos, las teorías o las opiniones que ha podido concebir un entendimiento sino de 'la reforma del entendimiento mismo como subjetividad'. Tal es el punto de partida del concepto de realización (Verwirklichtung) de la Filosofía.»

El proceso social produce la constitución del «Ego corpóreo», que no se considera como una «sustancia individual», y dicha constitución es fundamental para la razón crítica materialista:

«la sabiduría filosófica materialista comienza precisamente cuando el Ego corpóreo deja de ser una sustancia individual para ser superado mediante la identificación dialéctica (que no le suprime) en realidades que lo 'envuelven', mediante la identificación con el Logos universal, en la fórmula de los estoicos. En esta identificación, que constituye el camino mismo de la sabiduría filosófica (...) la subjetividad corpórea no queda desvanecida o borrada metafísicamente, sino que permanece como una realidad a 'mi' alcance(el cuerpo como 'instrumento crítico'). Sólo en virtud de que el Ego no es sustancia, sólo en virtud de que en sus componentes están los demás Egos (como el propio Epicuro debió reconocer) tiene sentido racional interesarse auténticamente (por 'mi mismo') por los asuntos ajenos, por ejemplo, por las generaciones futuras que determinan, en la programación secular de las economías políticas actuales, las inversiones a veces más cuantiosas. No me intereso por los demás en virtud de una benevolencia (o amor) hacia ellos, entendido como una pasión o una virtud que se sobreañade al Ego ya constituido, porque este añadido, por amable que fuese, sería siempre irracional (en términos esféricos). Me intereso por los demás –y no sólo como realidad psicológica, sino como realidad política, en cuanto envuelto en un sistema social que, por ejemplo, programa sus inversiones a escala secular– en la medida en que Yo estoy inmerso en estructuras suprasubjetivas, a pesar de las apariencias. (...) Se diría que, más que reformar la subjetividad de su entendimiento, reforman el entendimiento de su subjetividad. La conciencia filosófica, el materialismo filosófico, es entendido aquí esencialmente, desde un punto de vista crítico metodológico, como la crítica al Ego como Espíritu (representado o ejercido) o como sustancia (representada o ejercida), y la instauración del Ego como fenómeno. Esta crítica es un proceso dialéctico que supone, por ejemplo, la destrucción de las representaciones «egológicas» a través de las cuales, sin embargo, pudo constituirse la razón crítica. Al mismo tiempo, la destrucción del Ego como sustancia, cuando no es mística (cuando no recae, por ejemplo, en la creencia de la inmersión en un Entendimiento Agente Universal entendido a su vez como sustancia) exige el progressus incesante hacia la apariencia de mi Ego fenoménico –porque es en este progressus donde se configura mi libertad.»

V

La conciencia materialista resulta ser un proceso recurrente esencialmente práctico. Y el Socialismo es

«precisamente la forma efectiva histórico-universal mediante la cual el proceso de regresión-progresión se realiza de un modo necesario, y no de un modo contingente e individual. Es únicamente aquí donde el socialismo se nos revela como un 'socialismo' filosófico, racional y no místico, fundado en evidencias muy respetables – cristianas, musulmanas, budistas– pero suprarracionales (...).»

porque el Socialismo, sigue afirmando Gustavo Bueno,

«empieza a ser ahora una de las maneras más genuinas del desarrollo de la propia sabiduría filosófica, en tanto que sabiduría práctica (mundana y académica) que pone en duda el propio Ego como sustancia y que, por ello, puede distanciarse del oleaje de pasiones y representaciones que se agitan en el interior de los cráneos sin olvidarse de ellos en la evasión mística o científica. (...). El Socialismo representa para la conciencia filosófica materialista la condición para la demostración práctica de sus evidencias más genuinas, por tanto, la condición de su realización. Y por ello mismo, el Socialismo no constituye la cancelación de la Filosofía, sino precisamente su verdadero principio. En tanto la dialéctica de la razón debe siempre pasar –regressus y progressus– por el episodio del Ego corpóreo (como sujeto de responsabilidad, módulo económico, unidad de consumo y de producción) será siempre necesaria la disciplina filosófica como instrumento mismo de la moral socialista.»

La Filosofía, entonces, y en este sentido, tiene la función de instaurar «el juicio personal crítico, sin el cual es completamente imposible una sociedad democrática». Juicio personal crítico necesario, incluso, para una vez «instaurado el Socialismo»:

«Es completamente gratuito suponer que, instaurado el socialismo, se genere una suerte de 'estado estacionario', en el que las consciencias (como si fueran ferritas del gran ordenador) estén ya aseguradas en su desarrollo. En una sociedad sin clases, las Ideologías –los mitos, la ciencia ficción, el delirio de representaciones y conceptos– se reproducirán y cobrarán un fuerza renovada (dependiente del mayor nivel cultural de los ciudadanos).»

La Filosofía se configura en su verdadera esencia como una necesidad práctica (económica):

«En resolución, y en el supuesto de una sociedad socialista dada, es decir, indeducible, la Filosofía se nos configura en su verdadera esencia, a saber, como una necesidad práctica (económica) y no como una frívola curiosidad por el conocimiento de la 'totalidad de las cosas'.»

El Materialismo filosófico surgió de una sabiduría crítica y será «precisamente en una sociedad en la que las bases del Socialismo han sido bien cimentadas donde la formación filosófica resulta ser indispensable –para decirlo con Hegel (aunque con un contenido por completo no hegeliano)– no como ocupación arbitraria de unos hombres privilegiados, sino como obligación del Estado, como parte integrante de la Educación Civil. Es cierto, que en tal sociedad, la Filosofía Académica –los profesores de Filosofía– se convertirán paulatinamente en algo así como funcionarios del Estado.»

Pero, entonces, Sócrates sería un «funcionario del Estado», ¿y si es un Estado «explotador»? Gustavo Bueno responde:

«Pero si es ridículo que Sócrates sea un funcionario de un Estado explotador, es necesario que una sociedad socialista, posea como funcionario, no ya a un Sócrates único, irrepetible, individual, sino a centenares de Sócrates que constituirán el núcleo del verdadero 'poder espiritual' de la Sociedad socialista.»

Notas

{1} Gustavo Bueno, Ensayo sobre las categorías de la economía política, La Gaya ciencia, Barcelona 1972.

{2} Corrección mía pues en el original era «en».

{3} Es metafísico pensar, como el Diamat hacía, en «una Humanidad imperecedera a consecuencia de su propia actividad cooperante con las leyes generales del movimiento».

{4} De igual forma el Materialismo Filosófico lleva a cabo tal relación entre Materialismo Filosófico y Liberalismo clásico y liberalismo de la Escuela Austríaca –con el que denomino MFLA–

{5} Aquí se distingue, entonces, entre la «vida subjetiva individual» esférica y la «vida subjetiva divina, sustancial», que como en el caso de las filosofía de Espinosa y Hegel en los que dichas vidas divinas son vividas desde el sujeto, como realización de la sustancia.

 

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