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El Catoblepas, número 28, junio 2004
  El Catoblepasnúmero 28 • junio 2004 • página 24
cine

«La pasión de Cristo» de Mel Gibson

Javier Ignacio Cimadevilla Álvarez

Exposición de las discusiones habidas sobre esta película
en España y en otros sitios

«Toda iglesia que apele a Cristo debe recordar que Cristo no fue inmolado por un sacerdote sobre un altar y entre dos candelabros, sino que fue crucificado por el poder romano de ocupación sobre el Gólgota 'fuera de la ciudad' y entre dos combatientes judíos por la libertad.» J. B. Metz

«La adoración del poder aniquilador es la más consumada expresión de la blasfemia.» J. Moltmann

El fundamentalista cristiano Mel Gibson ha encontrado firmes apoyos católicos vaticanos para su película sobre la pasión de Cristo, nada ingenua en su ideología

1. Justificación

La película sobre la pasión de Cristo, dirigida por Mel Gibson, podría pasar tranquilamente por ser una versión más sobre un tema ya tratado por el cine, si no fuera por una doble circunstancia que la singulariza. En primer lugar, y de manera ya habitual para ciertas producciones, esa indecencia de dar como noticia destacada en los telediarios la buena nueva del proyecto, rodaje, montaje, preestreno... de esas ciertas películas, de modo que cuando en efecto se estrenan, a uno lo pillan a contrapié, pues, piensa que se trataba de una vieja película proyectada haría años. La segunda circunstancia viene dada por formar parte de la «propaganda» de la película refrendos vaticanos y halagos innumerables por parte de personalidades destacadas del clero católico español que, fuera esa la pretensión o no, conducen a otorgar, a aquélla, un plus valorativo, llegándola a transformar en una cuasi versión oficial, o en «la» película, en lugar de «una» película más.

2. Tesis

Naturalmente, no se discuten gustos privados, y no entraría en detalles si esta fuera la película favorita de fulanito o menganito. Tampoco abrigo intenciones de modificar una supuesta voluntad católica española por la consideración de esta película; cosa que sería una extravagancia por mi parte. La cuestión a la que se tratará de dar razón es si desde un punto de vista ajeno al partido católico se puede acoger esa misma valoración que parece ser le otorgan.

La tesis que aquí se sostiene es que se trata de una película más y no de «la» película. (El lector encontrará en El Catoblepas un interesante comentario sobre esta película en el artículo de Gustavo Perednik, «La escalada judeofóbica», nº 25, página 5, marzo 2004.)

Puestos en este brete, una vía posible para la valoración sería la de compararla con los precedentes existentes. De forma que examináramos si esta película es de inspiración mística a lo Dreyer; o más próxima al «espíritu evangélico» que la de Passolini; o que muestre mayor sensibilidad hacia la «humanidad» de Jesús, al modo de «La última tentación»; o más «fresca» que «Jesucristo Superstar»; o más graciosa que «La vida de Brian». Pero, no será este el camino que se siga aquí y ahora, sino que se intentará unos comentarios sueltos acerca de ciertos puntos que se consideran destacados por una u otra causa.

3. Elogio

Como «una» película sobre la pasión de Jesús de Nazaret merece, a no dudarlo, elogios por más de un aspecto. Dejando un margen a la soberanía de la subjetividad, diría que hay aspectos o momentos de la comentada película que me agradaron particularmente.

a) Poncio Pilato

Quizá el que más fue la interpretación del papel de Poncio Pilato. Desprenden, las escenas en que interviene este personaje, toda la fatalidad del capataz. Se puede imaginar una biografía en la que un muchacho sueña con servir a una gran causa, la más grande, Roma; y que, cuando llega a integrarse en el engranaje de esa máquina imperial descubre las limitaciones y vergüenzas de una realidad desbordante, más cruda, sin brillo; basada en la economía del crimen. Convertido «en la actualidad» en «Poncio Pilato», se asoma a la pantalla un funcionario que maneja eficazmente la balanza romana para sostener la presencia del imperio al mínimo coste; lo que implica la connivencia con las altas jerarquías de las colonias. Partiendo de esta premisa mayor, el eventual conflicto susceptible de suscitarse con cualquier elemento descontento se resolverá por el peso de su poder de hecho; sin atender a las buenas razones que pudiera alegar. Poncio Pilato puede que tenga conciencia pero, es un buen profesional y ante la tesitura llegará con su buena fe hasta donde la prudencia política determine, luego, se negará a oír, cortará por lo sano y perecerá el eslabón más débil. No se enorgullece.

b) La Piedad

Otros momentos de la película pueden resultar atractivos, por su sintonía estética, para quienes como nosotros, los españoles, estamos acostumbrados a la iconografía católica. Así, por ejemplo, esos «pasos de semana santa» que por haberlos visto por nuestras calles, iglesias y museos se nos han hecho tan familiares como los discos que alcanzan el número uno en las listas de ventas. Y de entre esos «pasos» yo me quedaría con los fotogramas de «la Piedad» por entender que en ellos se sintetiza todo el drama que contemplamos, al centrarse en el testimonio «público» del hijo y el dolor «privado» de la madre. Pues, a fin de cuentas, lo que se está representando podemos describirlo, siguiendo al profesor Gustavo Bueno, como un conflicto (en términos generales, y dejando para otra ocasión ciertas matizaciones que serían convenientes) entre la ética de Jesús y la moral de Judea. Una renovación del tema de Antígona, al que superará por la trascendencia ulteriormente alcanzada al convertirse, aquélla ética (supuestamente), en la moral del imperio romano, cuatro siglos después de los acontecimientos que «ahora» presenciamos.

4. La Polémica

Ahora bien, dada la justificación ofrecida para este artículo y la tesis que se ha adelantado, será mejor entrar en materia y exponer las razones de porqué esta película no creo que merezca el lugar en el que algunos la han querido situar.

a) Confesión de un prejuicio

En primer lugar, confieso el prejuicio que albergo al ver que la película está dirigida por una superestrella del cine de «acción». Uno no puede dejar de pensar que, ciertas estrellas de Hollywood se levantan un día por la mañana con la intranquilizadora idea de convertirse en eso que por ahí llaman «cineastas». Para alcanzar tal galardón, existen temas chollo, siempre que estén, por supuesto, «correctamente orientados» tales como los nazis o la biblia.

La orientación ortodoxa de la Pasión comienza por un buen porcentaje de solemnidad. Como ya Spielberg rodó a los nazis recientemente en blanco y negro, como ya existen precedentes de la pasión en ese cromatismo, y como protagonista de la película es la sangre, procedía que fuera en color. La novedad que se aporta es estar, los diálogos, grabados en lenguas muertas, con lo que oportunamente se demuestra que, las resurrecciones no son algo tan extraño como inadvertidamente podría pensarse de primeras.

Sé que el prejuicio es infundado pero no lo puedo evitar.

b) Ámbito de la polémica

De entre lo que se puede leer y oír sobre esta película hay, aparentemente, tres temas que se presentan reiteradamente y que vienen como a delimitar el ámbito de la posible polémica. Estos tres temas son: el antijudaismo, la violencia, y lo verídica que sea.

Si se observa más cuidadosamente, como en muchas ocasiones lo verídico aparece ligado al tratamiento que se da a la violencia en la película, este aspecto puede entenderse embebido en aquél otro. Análogamente, como los ataques por el presunto antijudaismo han pretendido ser contradichos en atención a la realidad de lo ocurrido, nos encontramos, por tanto, con un solo tema, cual es, el del apego a la verdad, o dicho de otro modo, la fidelidad de la película a la historia de Jesús de Nazaret.

Ahora bien, si el sustento de la película es la fidelidad a la historia, me parece que ha fracasado

c) Licencias poéticas

De entrada no cumple ese presupuesto una película que presenta a Jesús cazando serpientes al desdén, como si fuera una especie de cocodrilo Dundee; que aparece atravesada por un engendro mezcla del maestro de ceremonias de «Cabaret» y de uno de esos sujetos caracterizados por la «introspección mórbida» del expresionismo alemán; y que, finaliza con una fuga a lo increíble Houdini, y con una resurreción chapucera, pues aparece, en pantalla, una mano derecha agujereada, lo que nos sitúa ante el dilema de entender que, o bien, pese a que los Padres de la Iglesia nos informaron de que la resurrección de la carne era posible para la voluntad divina aunque el cadáver hubiera sido quemado y esparcidas las cenizas, o aunque hubiera perecido devorado por las fieras, aún marinas, estamos en que, pese a ello, las lesiones producidas por látigos o jabalinas son reparables pero, existe el límite de los clavos de hierro, cosa, por tanto, que debería evitar todo aquel que desee ver resucitar enteramente su carne; o bien, era necesario dejar algún tipo de señal para que el espectador pudiera identificar al resucitado como Jesucristo, lo que nos llevaría a pensar que, eso de resucitar sería un vicio extendido entre los judíos de aquellos tiempos. Obviamente, nada de todo esto puede aspirar a tener visos de verídico.

Se nos dice que éstos son ejemplos de licencias poéticas y que lo verídico está en el resto. Sin embargo, el resto, sigue fundamentalmente, las noticias contenidas en los evangelios y algún episodio recogido por la tradición. Pero, es lugar común afirmar hogaño que, los evangelios no son históricos, sino que son teológicos. En consecuencia por esta vía tampoco podemos llegar muy lejos a la hora de sustentar el apego a la verdad histórica de la película, y a lo más que se podría llegar es a afirmar que la película trata de reflejar con verosimilitud cinematográfica la mitología cristiana. A lo cual ya sería más dificil poner reparos puesto que, se delimitaría el producto como de consumo interno. Y en esto, allá cada cual con su dieta.

d) Trascendencia de la película

No obstante, lo cierto es que la película no iba destinada a videoclubs privados, sino que, por el contrario, transciende al ámbito público. Ya se ha hecho referencia a su publicidad, quizá gratuita, en las televisiones, y de las protestas provenientes del ámbito judío. A ello habría que sumar la presencia activa en la vida política española de las filas católicas, y no olvidar que la confesión católica es la única mencionada expresamente en nuestra vigente constitución. A su vez, y dado que la contemplación de la película parece generar un cierto riesgo de incrementar los episodios de teleseries del estilo de «Urgencias», la salud pública aconseja una interpretación que no caiga en lo que podría llamarse «falacia sobrenatural», esto es, ese tipo de argumentos que partiendo del «como se ve en la película...» concluyen en el «Dios hizo o dijo tal cosa», lo cual semeja un poco excesivo, pues, no se aprecia con claridad cómo desde la pantalla se llega a tales alturas; más lógico sería detenerse dentro del marco de la proyección.

5. Crítica

Con los mimbres traídos hasta el momento a colación, se procederá ahora a plantear ciertas exigencias de realidad que la película debería de satisfacer.

a) El aspecto físico de Jesús

Un tema ya muy tratado es el del mismo aspecto físico del protagonista. Los textos de que se dispone, parece ser que, ofrecen muy poca información al respecto. Por ello, se requiere efectuar ciertas deducciones de sentido común. En principio, habría que descartar lo que cabría considerar como rasgos negativos en el personaje histórico; tales como que fuera cojo, manco o tuerto; puesto que, de presentar tal apariencia es pensable que fuera destacado por los notarios de su tiempo. Del mismo modo habría que excluir unos rasgos desacostumbrados, póngase por caso, por influencia genética de un progenitor que fuera un soldado extranjero. También habría que descartar otros rasgos usualmente considerados positivos, tales como la belleza, o la altura, o la fuerza física, porque su presencia daría opción a los fieles de destacarlos y, si no se ha hecho así, las reglas de experiencia conducen a la conclusión de que no era el caso. Por consiguiente el aspecto físico del personaje debería ser el de un tipo corriente y moliente, en media baja, dentro de la Palestina de su tiempo. Por otra parte no debería olvidarse que, la película que se comenta, es una producción anglosajona y, en ese ámbito cultural la llamada teología negra norteamericana ha puesto en evidencia que, como para los «wasp» sólo caben dos razas, a saber: los blancos, sonrosaditos como cerditos, y los negros, implicaría, al no pertenecer Jesús a la primera categoría, la conclusión de que era negro. En consecuencia, las exigencias de veracidad imponen que, el actor que interprete a Jesús de Nazaret no parezca sacado de un cursi cartel de surfistas de California fans de los Beach Boys, sino un tipo algo más... judío.

b) Antijudaismo

La cuestión judía es más compleja. Se ha dicho que la película no puede ser antijudía porque el mismo Jesús era judío. Pero, el problema no está en que Jesús fuera judío, sino en que lo parezca en la película. No en vano sabemos que fue un cumplidor de la ley mosaica, que acudía al templo y respetaba las prescripciones religiosas, lo cual no fue óbice para que predicara sus novedades. Por otra parte, siendo así, es decir, que todos fueran judíos, carecería de sentido tal dato, pues, no identificaría a nadie, ya que sería algo absurdo que se llamaran judíos unos a otros. La trampa que utiliza la película es la «sinécdoque farisaica» que consiste en tomar el todo judío por la parte farisea, y luego, caracterizar a ésta conforme a los intereses propagandísticos cristianos; de donde resulta que, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Otra cosa es tener presente que, el cristianismo, nacido como secta judía se transformó en religión romana; apropiándose de los textos sagrados de los judíos que, a través de la traducción griega llamada de los setenta, llegó a Orígenes, y hasta a Jerónimo, aceptándose como «cristiano» el canon judío en lo que se refiere al Antiguo Testamento; y aprovechándose igualmente del desprecio romano hacia los judíos; y, de la masacre que éstos hubieron de sufrir poco después de la muerte del galileo. Es precisamente ese origen judío del cristianismo el que plantea el problema de la «identidad» de la nueva religión y el que conduce a los primeros cristianos a poner tierra de por medio respecto de los judíos, como se observa en las prácticas religiosas y en los primitivos escritos cristianos (día festivo, días de ayuno; Epístola de Bernabé, &c.) Naturalmente, una vez relegado el partido projudío del propio cristianismo, encabezado por Santiago, el hermano mayor de Jesús; a favor del centrista de Pedro y, especialmente, la facción gentil de Pablo. Con todo, esta dinámica interna del cristianismo explicaría la aversión generada hacia los judíos, tendencia a la que podría esperarse, se hubiera puesto fin con la reciente petición de disculpas del pontífice romano al pueblo judío; pero, no justifica el deficiente tratamiento dado por la película de Mel «a los judíos», a sus autoridades político-religiosas, que son presentados como un coro de opera bufa. Un mínimo de afecto por lo verídico exige una cierta contextualización. Probablemente esa contextualización requiriera, más que fugaces retrospectivas para enterados, la presentación de Jesús como «galileo», es decir, sospechoso de heterodoxia y de sedición; a los oligarcas judíos, los saduceos, en sintonía con Roma y, tal vez, un poco de misericordia con la «clase media», los fariseos, ya que cabe la posibilidad de que creyeran realmente en su religión. Hasta el mismísimo Jesús tenía buenos amigos entre ellos. Lo problemático, en última instancia, no está en la parcialidad acá o acullá, sino en que, por un efecto sinérgico, el resultado final sea tan vil como hostil.

c) El Proceso

Desde esta perspectiva de la realidad, cabría considerar, asimismo, como deficiente el proceso contra el nazareno. Parece estar latente, en la película, esa tradición del cine judicial estadounidense que se basa en la regla simple de la impotencia del aparato del estado y de la «verdad» frente a las argucias técnico-jurídicas del abogado listo que conduce inexorablemente a la absolución de los culpables, o a la condena de los inocentes. Tradición ésta, lamentablemente más común que el perdido cine católico de Hitchcock, en el que la persecución del inocente, inducía a éste a sospechar que tenía que expiar una falta ignorada por no derivar de un defecto personal, sino de su condición de hombre. Que es lo que, desde Agustín de Hipona, conocemos como pecado original, Aunque, desde Pelagio, se sospecha que éste es un concepto muy difícil para los anglosajones. Lo cierto, es que posiblemente fuera más verídico aceptar el hecho de que, para las concepciones de la época, Jesús fuera un blasfemo y un revoltoso. No estaría de más recordar aquí que, el «mensaje» de Jesús era su propia persona: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto» (Jn 14, 6-7), unido a la exigencia de seguirle a él o estar contra él. Para apreciar el posible efecto de estas frases sobre sus contemporáneos bastaría con imaginar, en nuestros días, a alguien diciendo algo parecido Tampoco cabe menospreciar el que tuviera dificultades incluso dentro de su propia familia. Queda planteado, en consecuencia, el conflicto entre el ëthos (hqoV) de Jesús y la moral judía imperante. Precisamente, por esto no se podría hablar de crimen, del «asesinato» de Jesús, como en ocasiones se hace porque, si las cosas ocurrieron de este modo, estaríamos ante un proceso legal y una ejecución justa. Entendiendo por «justa» la justicia legal. Me atrevería a decir que, es desde esta perspectiva de la justicia de la ejecución, desde la que se puede afirmar la hondura y enjundia de la vocación y enseñanza del galileo. Ahí estaría la grandeza del relato, en que a pesar de las apariencias, la ejecución pudo ser al tiempo justa e indebida, y es esta justicia injusta la que deja pendiente un resto que impide cerrar la historia.

d) La Ejecución

Jesús de Nazaret fue torturado y ejecutado, como un esclavo. Nos dice la leyenda que fue crucificado entre dos ladrones. Desgraciadamente, la película que se comenta, desaprovecha la ocasión de evitar lo grotesco al mostrar un cuervo que, venga de allanpoelandia o no, picotea, sin miramientos pero con saña, el rostro del pobre ladrón malo; como si el desgraciado no tuviera ya bastante con la crucifixión y necesiatara de la mala leche de la divinidad para adornar la labor de los verdugos; de donde se infiere que, además de ladrón y malo, hubo de ser gafe.

e) El día después

A la muerte del galileo, un respeto por lo verídico, no nos llevaría al jolgorio de la resurrección, sino a la constatación del fracaso. Jesús murió como un fracasado y, su muerte, inesperada y sorpresiva supuso, para su círculo de acólitos, confusión y desconcierto.

El proceso por el cual esa secta judía se llegaría a convertir en la religión del imperio romano pueden considerarlo, los creyentes, como milagroso, o explicarse sociológicamente pero, eso ya sería otra historia.

f) La Violencia

Del repaso efectuado a ciertos aspectos relevantes de la película no se puede concluir que la misma sea precisamente verídica. Resta que nos centremos en la sucesión de imágenes que muestran las torturas a las que se supone fue sometido el nazareno y que constituyen el grueso de la película. Aquí sí que puede pasar por verosímil y hasta por verídica pues, nadie duda de que a cualquiera que se le someta a ese trato acabará hecho un cristo. Ahora bien, con el sumatorio de deficiencias apreciadas ¿qué valor tiene esto? Fuera de la pasión predispuesta de los fervientes creyentes, no es más que el episodio piloto de la serie «arma letal» en el que las pistolas automáticas se truecan por el látigo de repetición. La película desnutrida de veracidad, no admite más comunión que con lo más rancio y reaccionario de la cristiandad, sin otra finalidad que conmover, mediante la artimaña fácil de lo gore, a seducidas víctimas de la pistis a los meros efectos de su encuadramiento eclesiástico. Este de la sangre, repulsivo para la gente normal, no es «el tema» por más que lo pretendan Mel y amigos, pues, por desgracia, no es un suceso singular, sino demasiado frecuente, incluso con maneras ilegales y abiertamente injustas, de donde cualquier película realista que reflejase una sucesión de tormentos podría ocupar el lugar de ésta, incluso superarla fácilmente, y hasta dotarla de modernidad otorgando un papel más activo a las mujeres, como por ejemplo una película «verídica» sobre el descuartizamiento de Hypatia por los cristianos.

6. Oportunidad perdida

Con todo, Mel, perdió una buena oportunidad de pasar como «autor» con solo añadir una banderita de los EE.UU. en el brazo de la soldadesca y un rótulo que, al comienzo de la película nos informara de que la acción tiene lugar en «Irak, en la actualidad».

7. Conclusión

La película se realizó con esmero desde el punto de vista técnico (fotografía, vestuario, decoración... es todo «de calidad»). Desde una perspectiva «cristiana» quizá se pudiera considerar deficiente, o al menos discutible, al imponer que la brutalidad de la explícita tortura tiene más valor que el sentido mismo de la actividad pública del ejecutado (el cual había manifestado, se supone, aquello de: Nadie toma mi vida, sino que yo la entrego.). Históricamente, es deficiente. En consecuencia, debería quedar englobada dentro de la categoría de las películas «muy personales».

8. Reacciones católicas

La extraordinaria acogida que ha merecido la pelicula de Mel entre la jerarquía católica española [por ejemplo, ver La Nueva España de 18 de abril de 2004, que publica un reportaje bajo el título: «Aclamación católica»] quizá incline a hacer sospechosa, a ésta, de poseer un sentido pastoral tirando a lo taurino, en el que lo importante sería la «Fiesta» con independencia de que la víctima fuera irracional, racional o divina.

Ese entusiasmo no se ha visto respaldado por otras iglesias nacionales de nuestro entorno.

En Francia, la Conferencia de obispos elaboró un comunicado de toma de posición sobre la película, así como una Nota Doctrinal publicada por el P. Phillippe Vallin, c.o., como secretario de la Comisión Doctrinal de la Conferencia de los obispos de Francia, que, desde una óptica racional y ponderada, puede servir de instrucción para muchos. El comunicado finaliza preguntándose si no es paradójico que un film sobre Jesús no pueda ser mostrado a los niños [en Francia la película ha sido prohibida para los menores de doce años], olvidando que, aquello de «dejar que los niños se acerquen a mí», precisamente por las circunstancias de los tiempos que corren, como se recuerda en la nota doctrinal, hagan que, al leerlo Mel, estuviera, probablemente, pensando en Tiberio en su villa de Capri. [www.cef.fr]

En Alemania, a los católicos, directamente les entró el susto en el cuerpo por el tema del antisemitismo, y se elaboró una declaración conjunta de la Iglesia Católica, la Iglesia Evangélica y el Consejo Central Judío con fecha de 18 de marzo de 2004. [La cual puede verse en Internet, por ejemplo, en la página de: «Relaciones Judeo-Cristianas»; www.jcrelations.net En donde también se puede leer un interesante artículo de Jean-Miguel Garrigues, «'La Pasión de Cristo', según Mel Gibson».]

En Hispanoamérica, Leonardo Boff ha hecho una crítica demoledora [que se puede leer en la página de Koinonía: www.servicioskoinonia.org] en su Carta Semanal del 9 de abril de 2004 titulada: La Pasión de Cristo] que comienza del siguiente modo: «La película La Paión de Cristo de Mel Gibson no es la Pasión de Cristo. Es la pasión de Mel Gibson por la sangre, el látigo, la tortura y la cruz, a propósito de la crucifixión de Jesús.». Aunque, con toda probabilidad, no servirá para desanimar a esos pobres muchachos mejicanos a los que no se les deja ver la película, por menores de la edad requerida, y que reclaman su derecho en el sitio oficial de la película.

 

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