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El Catoblepas, número 25, marzo 2004
  El Catoblepasnúmero 25 • marzo 2004 • página 6
Desde mi atalaya

Siguen las manipulaciones informativas

José María Laso Prieto

Sigue sin encontrarse el menor indicio
de la supuesta existencia en Irak de armas de destrucción masiva

El ex-secretario del Tesoro de los EE UU, ha confirmado que su Gobierno tenía planificado el ataque y ocupación de Afganistán con bastante antelación a los macro-atentados terroristas del 11/S. Por lo tanto, la penetración de EE UU en este país asiático, más que causada por un móvil de venganza, por tan horrorosos atentados, se debió a la estrategia del Imperio, por su importancia estratégica y por su relevancia en las rutas del petróleo asiático. Por el territorio de Afganistán, está previsto que transcurran los oleoductos que transportarán el mencionado petróleo. En el caso de la agresión de EE UU contra Irak, la justificación para llevarla a cabo era todavía más compleja. El régimen Talibán de Afganistán, era tan impopular internacionalmente –por sus excesos fundamentalistas– que casi hubo unanimidad general en admitir su derrocamiento violento. Ello, a pesar de que tanto Pakistán como los EE UU le habían apoyado para combatir a los soviéticos cuando estos ocupaban Afganistán. Por eso, el ataque a Afganistán contó incluso con el apoyo de La ONU y de Rusia, Alemania Francia y China. EE UU no pudo conseguir la misma unanimidad en su pretensión de derrocar el régimen de Sadam Hussein, para controlar el relevante territorio estratégico, que constituye Mesopotamia, y hacerse con la segunda reserva petrolífera mundial.

Los dos argumentos fundamentales, que el equipo de extrema derecha del presidente Bush, utilizó para justificar su invasión de Irak, fueron que el Gobierno iraquí poseía una importante reserva de armas de destrucción masiva, que constituían una amenaza internacional, y la supuesta complicidad del Gobierno de Sadam Hussein con el Grupo terrorista Al Qaeda que encabezaba Osama Bin Laden. Esto último resultaba inverosímil, debido a que el régimen baasista de Sadam Hussein era un régimen laico, totalmente hostil al fundamentalismo islámico. Sí era cierto que tal régimen baasista se había distinguido por una dura represión de los kurdos, de los chiítas, por estar en contra del fundamentalismo islámico de este sector de los musulmanes mayoritario en Irak. Lo que no se ha destacado bastante es que Sadam Hussein, siguiendo la senda de su predecesor el General Kasen, siempre se distinguió por su feroz represión de los comunistas iraquíes. Ahora bien, los excesos dictatoriales del régimen baasista, no justifican la agresión contra el pueblo de Irak, ya que aplicando tal principio habría de agredir militarmente a las diversas dictaduras existentes a escala mundial. El presidente del Gobierno español, José María Aznar, que tanto ha utilizado este argumento contra Sadam Hussein, no sólo apoya la cruel dictadura de Obiang Nguema, en Guinea Ecuatorial, sino que no tiene inconveniente en recibir a tan feroz personaje en el Palacio de La Moncloa.

A pesar de la gran manipulación informativa, desarrollada para justificar la agresión contra el pueblo iraquí, no ha sido posible localizar las supuestas armas de destrucción masiva que poseía el Gobierno de Irak. No hay dudas de que las poseyó –y utilizó– durante la guerra irano-iraquí, ya que las facilitó el Ejército de los EE UU para que combatiese mejor a las fuerzas armadas de la Revolución Jomeinista. Sin embargo, tales armas de destrucción masiva, fueron destruidas después de la Primera Guerra del Golfo, por eso no ha sido posible encontrarlas. Recientemente, el cínico premier británico, Tony Blair, pretendió que se habían descubierto tales armas, y tuvo que rectificar cuando le desmintió el virrey norteamericano Paul Bremer. Posteriormente, se anunció que tropas danesas de ocupación en Irak, habían descubierto enterrados varios proyectiles de mortero capaces de transportar armas químicas. Aunque esa información, reconocía que tales proyectiles databan de hace más de diez años, y que, por lo tanto, habían sido utilizados en la guerra irano-iraquí, varios comentaristas pretendieron jubilosamente que se habían descubierto finalmente las famosas armas de destrucción masivas iraquíes. Sin embargo, tal júbilo ha durado poco, ya que, como registra el enviado especial del diario El País en Bagdad, Jorge Marirrodriga, «También en Bagdad, portavoces de la coalición intervencionista informaron de que, tras un segundo estudio, los restos de proyectiles de mortero encontrados por militares daneses, la semana pasada, y que en un primer momento se sospechó contenían restos de armas químicas, no contienen ninguna sustancia de este tipo.»

Así, a pesar de la continuación de las manipulaciones informativas, sigue sin encontrarse el menor indicio de la supuesta existencia en Irak de armas de destrucción masiva. Lo mismo sucede respecto a la no menos supuesta complicidad del régimen baasista iraquí con el Grupo terrorista «Al Qaeda» de Osama bin Laden. Así en una crónica de Washington que publica la edición de El País del 15 de enero de 2004, se dice textualmente «Sadam Hussein advirtió a sus seguidores contra los combatientes de otros países árabes que entraron en Irak para luchar contra las tropas estadounidenses, según un documento encontrado junto con el depuesto líder iraquí, cuando fue detenido en diciembre, según informaron ayer miembros de la Administración Bush. El documento parece una instrucción escrita después de haber perdido el poder, enviada por Sadam a los dirigentes de la Resistencia iraquí, aconsejándoles cautela a la hora de acercarse a los yihadistas islámicos y otros extranjeros árabes que se introdujeron en el Irak ocupado, de acuerdo con tales fuentes. Tal texto, constituye la segunda prueba que cuestiona el argumento de la Administración Bush sobre la existencia de una estrecha cooperación entre el Gobierno de Sadam y los terroristas de Al Qaeda. Los interrogadores de la CIA han averiguado, a través de los altos cargos de Al Qaeda que tienen detenidos, que, antes de la invasión estadounidense, Osama Bin Laden había rechazado sugerencias de algunos de sus colaboradores, de trabajar conjuntamente con Sadam. Los funcionarios estadounidenses, opinan que Sadam creía que los extranjeros árabes, deseosos de librar una guerra santa (yihad, en árabe) contra Occidente, tenían objetivos diferentes a la de los baasistas, cuyo fin debía de ser su propio regreso al poder en Bagdad. Como resultado, quería que sus seguidores, mantuvieran la cautela sobre posibles alianzas con los yihadistas, según quienes han visto el documento.» Mientras circulan tales manipulaciones informativas, y los correspondientes desmentidos que aportan los hechos, asciende casi a 300 los soldados norteamericanos muertos por la Resistencia iraquí, desde que el presidente Bush dio por finalizadas las operaciones militares. La tensión que ello crea en torno a los militares estadounidenses hace que ya ascienda a 21 el número de soldados suicidados.

 

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