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El Catoblepas, número 22, diciembre 2003
  El Catoblepasnúmero 22 • diciembre 2003 • página 9
polémica

Notas sobre la desestabilización
y golpe militar contra Allende en Chile

Eliseo Rabadán

A propósito del golpe militar del 11 de septiembre de 1973 y del artículo de Sigfrido Samet Letichevsky se recuerdan unas páginas de Gregorio Selser

AllendeKissingerPinochet

«La historia de Kissinger tiene poco que ver con América Latina, excepto por su papel director en la desestabilización del gobierno de Salvador Allende, una de las páginas más sombrías en nuestra relación con el Continente. Su resistencia a respetar los derechos humanos en la región, está bien documentada. En 1974, cuando nuestro embajador en Chile, David H. Popper, reprochó públicamente al régimen de Pinochet por torturar a los ciudadanos, Kissinger caligrafió esta aguda reprimenda: 'Que Popper cese en sus sermones de ciencia política'.» Mary Mc Grory, citada por Gregorio Selser{1}

La lectura en El Catoblepas (nº 21, página 19) del artículo de Sigfrido Samet Letichevsky, «A treinta años del golpe que depuso a Allende: hacia el socialismo», en el que se da prácticamente por hecho que conocemos los factores externos que causaron la caída de Allende y se dedica su autor a exponer lo que, a su modo de ver, son las causas internas de tal «caída», la cual por cierto tiene el nombre, en política, de golpe de Estado militar, si se nos permite hablar en términos un poco más estrictos, nos obliga a escribir estas breves notas, pues parece absolutamente necesario recordar mejor la circunstancias que rodearon el golpe militar del 11 de septiembre de 1973.

Desde las tesis de la filosofía política del materialismo filosófico nos parece que no se puede aceptar una simple división entre factores externos y factores internos, división que en el artículo de Samet Letichevsky incluye apartar en un momento dado ambos aspectos, como si no estuvieran implicados dialécticamente. Mostraremos, no tan extensa y exhaustivamente como quisiéramos, dada la complejidad y abundancia de datos a nuestro alcance, que hay suficientes documentos históricos como para dudar de que el artículo de Letichevsky pueda constituir un referente fiable para entender lo que sucedió en el Chile de Allende. No dejo de reconocer que para fines de tipo propagandístico o ideológico sea de alguna utilidad tal artículo, pero por ello es necesario aportar los documentos (al menos algunos de ellos) que no ofrece Letichevsky.

Me parece imprescindible dar a conocer a los lectores de El Catoblepas interesados en asuntos de ibero América, la obra de Gregorio Selser, autor al que ya, por cierto, nos hemos referido en otros textos de El Catoblepas. Para el asunto que nos ocupa hay que tener en cuenta dos libros suyos. Uno de ellos lo tomamos como base de estas notas, que consisten principalmente en ofrecer la transcripción de sus páginas 111 a 123, escritas por Selser. Estas páginas aportan datos históricos (una parte, como he dicho antes) sobre la intervención de lo que Letichevsky define como «factores externos» –aunque no están separados ni son disociables de los internos, como se ve en tales páginas–. El otro libro de Gregorio Selser, publicado en México por la UAM (Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco), Los días del presidente Allende, cronología-documentos (1991), aporta 238 páginas de documentos y datos donde se ve la perfecta armonización y coordinación entre el principal gestor del golpe, Henry Kissinger y Pinochet y demás «actores» de los «elementos internos» contra Allende.

Nadie niega que Allende haya cometido errores, pero eso no lo hace el único causante de la situación, ni mucho menos, y esto es lo que pretendemos acercar aquí a la consideración de los lectores de la revista El Catoblepas.

Sería interesante tomar en cuenta lo que plantean Belarmino Elgueta y Alejandro Chelén en el libro América Latina: historia de medio siglo,{2} en el sentido de que tanto los partidos democráticos de la oposición (al gobierno Allende y Unidad Popular) y los militares respetaron siempre en Chile el «orden institucional», menos cuando sus intereses se vieron afectados por los programas que alteraban «el orden capitalista».

A continuación, las páginas del libro de Gregorio Selser a que nos referíamos, como material fundamental, a mi juicio, y de lectura imprescindible para juzgar sobre estos asuntos. Proceden del libro De cómo Nixinger desestabilizó a Chile, Hernández Editor, Buenos Aires 1975, páginas 111 a 123 del capítulo III (que no corresponden a la totalidad del capítulo):

Una síntesis evocadora
por Gregorio Selser

Pero antes de pasar a esas reproducciones, nos permitiremos una breve introducción, para una mejor ubicación de los documentos en el contexto de lo que había estado ocurriendo en Santiago de Chile y en Washington, no sólo en los días previos al acto electoral, sino en los posteriores, hasta meses después:

1) A principios de 1970, los más altos dirigentes de la ITT avizoraron la posibilidad de que el candidato de la Unidad Popular, Salvador Allende, resultara triunfante en las elecciones del 4 de septiembre. Uno de los más altos ejecutivos, el vicepresidente John A. Mc Cone, que en secreto continuaba siendo alto asesor de la CIA –de la que había sido titular entre 1961 y 1964–, discutió el problema con su antiguo subordinado, Richard M. Helms –entonces a cargo de la CIA– en varias oportunidades, y fue informado que de acuerdo con las estimaciones del organismo, el candidato Alessandri triunfaría con un 40 por ciento de los votos razón por la cual la Comisión Cuarenta dirigida por el asesor presidencial Henry A. Kissinger, había decidido no intervenir en el proceso electoral.

2) Ya avanzado el año, las estimaciones sufrieron un vuelco, hasta el punto de alarmar seriamente tanto a la ITT como al Comité Cuarenta. Entonces el más alto jefe de la ITT, Harold S. Geneen, pidió a Mc Cone que solicitara algún tipo de acción de la CIA para impedir el triunfo de Allende. Mc Cone volvió a entrevistarse con Helms y éste designó a William A. Broe, para analizar la «situación» con el propio Geneen.

3) El 16 de julio de 1970 se reunieron Broe y Geneen en el hotel Sheraton-Carlton, de Washington y el segundo ofreció reunir una suma sustancial de dinero en favor de la candidatura Alessandri, a condición de que ésta fuese canalizada y controlada por la CIA. Broe le respondió que la CIA no podía cumplir esa misión y aparentemente nada más ocurrió. En agosto hubo una nueva y prolongada entrevista entre el jefe de la CIA, Helms, y su antiguo superior McCone, a propósito de Chile. Por cuenta separada Broe seguía manteniendo «contactos» con otros funcionarios de la ITT.

4) En las elecciones del 4 de septiembre de 1970 triunfó Allende con un 36 por ciento de los votos, siguiéndole en ese orden Alessandri y el democristiano Radomiro Tomic; pero al no obtener mayoría absoluta y en virtud de disposiciones constitucionales, dependía de los órganos legislativos (Congreso Pleno, que iba a reunirse el 24 de octubre) para su ratificación, por simple mayoría de votos.

5) Los precedentes establecían la ratificación de candidato que mayor número de votos obtuviese en la elección general. El conservador Alessandri había anunciado públicamente, semanas antes de los comicios, que en caso de no ocupar el primer puesto, no se postularía en el Congreso Pleno. Sin embargo, a instancias del sector democristiano liderado por Eduardo Frei y la embajada estadounidense a cargo de Edward Korry, renegó de su compromiso y anunció que disputaría la designación a Allende.

6) Esta maniobra, que recibiría el nombre de «Fórmula Alessandri», se basaba en el hecho de que los partidos de la Unidad Popular, por sí solos, no reunían los votos indispensables para consagrar a Allende y necesitaban de algunas decenas de los democristianos. Para Frei representaba la oportunidad de volver a ser presidente a breve plazo –en caso de ser designado por el Congreso Pleno– renunciar pocos meses después para que se convocara a nuevas elecciones, en las que Frei se postularía de nuevo como candidato, esta vez como único opositor a los partidos de izquierda, con el apoyo de toda la derecha.

7) Al principal sostenedor de la «Fórmula Alessandri», su cuñado Benjamín Matte, la ITT ofreció apoyo económico inmediato en forma de dinero y de «presiones influyentes», que incluían la compra de votos de legisladores democristianos. En este sector, quienes más se destacaban en favor de esa «solución», además del propio Frei, figuraban Patricio Aylwin, Edmundo Pérez Zujovic, Juan de Dios Carmona y Andrés Zaldívar. Este último, en su condición de ministro cometió un abominable acto de traición a su patria, al pronunciar un discurso difundido a todo el país, en el que presentaba el más tétrico de los cuadros económicos con el pretexto de mostrar un cuadro de situación realista: en verdad se proponía acentuar el clima de premeditada «desestabilización» desatado a partir del 4 de septiembre, con fuga de capitales al exterior, restricción en los créditos y psicosis de desastre .

8) El 9 de septiembre, en reunión mensual del directorio de la ITT, se consideró el «problema» Chile. Geneen nada informó sobre sus contacto con la CIA pero indicó a Mc Cone que trasmitiera a las esferas gubernamentales (CIA, Casa Blanca, Departamento de Estado), que estaba dispuesto a ofrecer «una suma de hasta siete cifras» para subvencionar cualquier plan tendiente a impedir el acceso de Allende al poder. El ex jefe de la CIA y por entonces su asesor, McCone, hizo la oferta abiertamente a Helms y a Henry A. Kissinger en su calidad de integrantes del organismo de máxima decisión operativa dentro de la órbita del Consejo de Seguridad Nacional: la Comisión Cuarenta o Forty Committee.

9) La misma oferta de una «suma de hasta siete cifras» con un similar propósito fue formulada casi simultáneamente por otro vicepresidente de la ITT, Jack D. Neal, al asesor latinoamericano de Kissinger, Viron Peter Vaky; al subsecretario de estado adjunto para asuntos interamericanos, Charles D. Meyer; y al procurador general de la Nación e íntimo del presidente Nixon, John D. Mitchell.

10) La desesperación de la ITT –y de las empresas cupreras y otras de carácter transnacional– provenía de los anuncios preelectorales de Allende y del Programa Básico de Gobierno de la Unidad Popular según los cuales se procedería a la expropiación y nacionalización de los sectores considerados claves para la liberación económica del país.

11) Esa desesperación se tornó en frenesí cuando Alessandri, al verificar que no contaría con los votos del sector progresista de la Democracia Cristiana, anunció que desistía de toda postulación y dejaba en libertad de acción a todos sus prosélitos. Recrudecieron entonces versiones sobre una «solución militar» y, como constará expresamente en los Hearings, será en el general retirado Roberto Viaux Marambi una de sus esperanzas, con conocimiento del embajador Korry.

12) El 16 de septiembre de 1970, al término de una reunión secreta del Consejo de Seguridad Nacional, Kissinger anuncia a determinados directores de diarios que si Allende asume el poder «habrá problemas» y que se está «examinando muy de cerca la situación».

13) Un día más tarde, los periodistas-espías de la ITT, Hal Hendrix y Robert Berrellez, esbozan para decisión de sus superiores un plan de acción destinado a suscitar en Chile un colapso económico como medio para inducir a los militares a tomar el poder. Circunstancias, hechos y probanzas posteriores mostrarán que hasta el propio presidente Frei prefería esta peculiar «salida» que hubiera implicado su derrocamiento en vísperas de la transferencia del mando. Personalmente Berrellez hizo saber al cuñado de Alessandri, Matte, que la ITT, «como siempre», estaba dispuesta a contribuir con lo necesario (el 22 de marzo de 1973, en Santiago, Matte admitió a la Associated Press que había recibido esa oferta, pero que la había rechazado).

14) El 22 de septiembre de 1970 y de acuerdo con sugerencias de Berrellez, el funcionario de la ITT-Washington, Bernie Goodrich, entrevistó a dirigentes ejecutivos del USIS (United States Information Service) para solicitarles que hicieran circular por todos sus circuitos informativos los editoriales del matutino santiaguino El Mercurio, diario al que, según carta de Goodrich a Merriam fechada en 23 de septiembre, la ITT ya estaba subvencionando con publicidad.

15) El 29 de septiembre y con pleno conocimiento de sus jefes –Helms y Karamessines– el jefe de Servicios Clandestinos de la CIA para el Hemisferio Occidental, William V. Broe, se entrevistó con otro vicepresidente ejecutivo de la ITT, Ned Gerrity, a quien esbozó lo que sería el plan de «desestabilización económica» de Chile: los bancos debían demorar la concesión de créditos; las empresas estadounidenses en Chile debían retardar cualquier nueva erogación, hacer oídos sordos a todo nuevo pedido de material y reducir al mínimo o suspender cualquier entrega de repuestos para maquinarias, equipos e instalaciones industriales; se presionaría a las instituciones crediticias y de ahorro y préstamo locales a cerrar sus puertas y se suspendería toda asistencia técnica. Como «contribución» de la CIA a esa campaña, Broe proveyó a Gerrity una nómina de las compañías estadounidenses que podían participar en ese plan «desestabilizador». Entre ]as empresas contactadas luego por Jack Guifoyle, otro ejecutivo de la ITT-New York, figuraron la IBM y la Anaconda Copper.

16) En nueva conversación con McCone, Geneen descartó el plan de la CIA como no viable e inoperante, y recomendó a Gerrity mayor discreción en los contactos de éste con el agente Broe. Broe, empero, mantuvo lazos con los ejecutivos de la ITT –siempre con conocimiento y autorización de sus jefes–, y el 6 de octubre aconsejó a otro ejecutivo, Ryan, que se continuara presionando sobre los bancos, porque subsistía «la probabilidad de que algo ocurrirá más tarde» y de que «los militares hicieran algo todavía».

17) El 8 de octubre, en almuerzo con el ejecutivo Merriam, Broe le notificó pesimistamente que no habían dado resultados ciertos esfuerzos por soliviantar a las fuerzas armadas chilenas y que algunas empresas norteamericanas se resistían a participar en el plan de «desestabilización»; pero que sabía que el gobierno de Nixon iba a adoptar «una línea muy dura» para con Allende, en el caso de que éste fuese ratificado por el Congreso Pleno.

18) El 21 de octubre el subsecretario de Estado, William Rogers, discutió el «problema chileno» con varios representantes de empresas, entre ellos Jack Guillfoyle y J. R. McNitt, de la ITT, a todos los cuales aseguró que de ninguna manera el gobierno de Nixon sería débil con el de Allende, pues la de aquél era «una administración empresaria, en favor de las empresas, y su misión es protegerlas» (Rogers había sido agasajado por la ITT con una fiesta en su honor el 13 de septiembre anterior, festejo al que asistieron, entre otros, el vicepresidente Agnew, el procurador Mitchell, el «Dios» Geneen y uno de los íntimos de Nixon, Peter Flanigan).

19) El 22 de octubre de 1970 se produce el intento de secuestro del comandante en jefe del Ejército chileno, general René Schneider Chereau. Al intentar éste resistirse, es herido de gravedad y fallecerá dos días más tarde.

20) El 24 de octubre el Congreso Pleno acordará constitucionalmente la presidencia al candidato Salvador Allende Gossens, con apoyo del sector progresista democristiano.

21) En conocimiento del texto de una carta que remitiera el ejecutivo Gerrity, de la ITT para los asuntos latinoamericanos, a R. R. Dillenbeck, quien se queja ante Howard Aibel, otro ejecutivo, por el hecho de que no se le haya mostrado previamente la carta. Sostiene que es falsa la aplicación de la dullesiana teoría del dominó para justificar cualquier intervención contra Allende, y rechaza la tesis de que Chile «infectará» al resto de América Latina.

22) El 4 de noviembre de 1970 asume la presidencia de su patria don Salvador Allende. Poco más tarde, de las primeras investigaciones del fiscal militar, surgirán las pruebas de que el crimen contra el general Schneider contó con la complicidad de altos jefes y oficiales en actividad y en retiro, y que miembros del gobierno de Frei estaban en conocimiento del plan de secuestro y nada hicieron por impedirlo.

23) El gobierno de Nixon no oculta al de Allende su antipatía. Nixon se abstendrá de felicitarle, como lo estipula el protocolo, y más tarde cancelará una visita a Valparaíso del portaaviones nuclear Enterprise. Por cuenta separada la ITT prosigue su hostigamiento y planea nuevas medidas de «desestabilización», ahora en combinación con las empresas cupreras Anaconda y Kennecott, y otras con intereses en Chile.

24) En reunión realizada el 9 de febrero de 1971, Merrian notifica a sus colegas de otras corporaciones transnacionales que el «problema chileno» lo manejan la CIA y la «oficina de Henry Kissinger» (Forty Committee) y que el Departamento de Estado está marginado del caso. Anuncia que el asesor de Kissinger, Viron P. Vaky, ha sido reemplazado por Arnold Nachmanoff, quien le ha asegurado que Estados Unidos alentará a otros países a no efectuar inversiones en Chile. En la reunión se resuelve estimular a los legisladores «amigos» a hostilizar en sus discursos en el Congreso a Allende, y presionar a las agencias de crédito internacionales a no prestar dinero a Chile

25) Pero procediendo con total doblez la ITT procura algún acuerdo con Allende prescindiendo de otras corporaciones transnacionales a las que estaba «enganchando» a su carro de hostigamiento; y así, en carta del 11 de febrero, Gerrity sugiere a Geneen conectarse franca y directamente con Allende y proponerle un «trato justo» en cuanto a la posible nacionalización de los intereses ITT.

26) En cumplimiento de la nueva táctica, a principios de marzo de 1971 una delegación de ejecutivos de la ITT, entre ellos Dunleavy y Guilfoyle, entrevistan al presidente de Chile y para su sorpresa lo encuentran cordial y hasta se analiza la posibilidad de transformar a la Chilean Telephone Company (CHILTELCO) en empresa mixta del Estado con la ITT.

27) Aunque en mayo se anuncia que la ITT será nacionalizada en los meses venideros, la ITT continúa negociando los términos de la compensación respectiva, en un clima de cordialidad, que se mantiene por lo menos hasta agosto, cuando ya las transnacionales cupreras habían sido nacionalizadas sin indemnización alguna. El 29 de septiembre, cuando las conversaciones se estancan por intransigencia de la ITT, Allende designa un «interventor» en la empresa telefónica, pero sin disponer la expropiación.

28) Dos semanas antes de la intervención de CHILTELCO, Geneen había almorzado en la Casa Blanca con Peter G. Peterson –asesor de Nixon para Asuntos Económicos Internacionales– y con el delegado de Kissinger, general de división Alexander Haig, a quienes advirtió sobre la inminente expropiación de la empresa en Chile. En la oportunidad ofreció hacer llegar a ambos un plan para parar (to stop en el original) a Allende.

29) El plan será en efecto remitido a Peterson el 1º de octubre de 1971 por Merriam, y en líneas generales repetirá el del año anterior sobre la «desestabilización económica» del gobierno de la Unidad Popular; pero esta vez será «durísimo»: en 18 puntos muy explícitos y que ya hemos reproducido se traza el programa para derrocar al presidente constitucional de Chile: «todo debe efectuarse silenciosa pero eficazmente, a fin de que Allende no logre pasar los próximos seis meses cruciales».

30) Sin necesidad de esas puntualizaciones, de todas maneras, el proceso de aislamiento y bloqueo económico de Chile ya estaba en pleno desarrollo, no obstante lo cual, de nuevo con total duplicidad, Geneen despachó en febrero de 1972 a Santiago Jack Guilfoyle, para que procurara alguna nueva fórmula de avenimiento. Allí estaba Guilfoyle cuando a fines de marzo y principios de abril el periodista Jack Anderson publicó en el Washington Post y unos 700 diarios más de Estados Unidos la serie de documentos reservados de la ITT correspondientes al período septiembre-noviembre de 1970, que se refería a Chile. Tal documentación se había salvado de la máquina de trizar papeles que la ITT estaba haciendo trabajar a toda velocidad desde que el mismo Anderson revelara la actuación de esa corporación dentro de los propios Estados Unidos. La documentación de Anderson, que revelaba la magnitud de las intervenciones de la ITT y la CIA en los asuntos internos de Chile, determinaron al presidente Allende a romper las negociaciones y a solicitar del Congreso la nacionalización de los bienes de la ITT sin compensación alguna.

31) A raíz de la publicación y conocimiento de los «Documentos Anderson», el senador Frank Church dispuso la preparación de una exhaustiva investigación, sobre la base de que la ITT estaba exigiendo del Gobierno una indemnización de 92 millones de dólares como pago del seguro OPIC (Overseas Private Investment Corporation) por la incautación de sus bienes en Chile, y por hallarse en tela de juicio otra agencia gubernamental, la CIA. La investigación, que se desarrolló durante buena parte del año 1972 y principios de 1973, estuvo a cargo de un hábil y apasionado asesor, Jerome Levinson, que había trabajado años atrás para la Alianza para el Progreso y que escribió sobre ésta, junto con el periodista Juan de Onís, un libro muy ácido (The Alliance Who Lost Its Way). A la Comisión Church le fueron autorizadas facultades para citar a personas privadas (ITT y otras corporaciones) y a funcionarios, así como a recabar nuevos documentos «abiertos» o top secret de las empresas.

32) Completada la labor preparatoria, las audiencias se iniciaron el 20 de marzo de 1973 y finalizaron el 2 de abril siguiente. Como había transcurrido un año desde las revelaciones Anderson, los escándalos de la ITT parecían haberse desvanecido de la memoria pública, pero en los primeros días de marzo la Comisión de Comercio de la Cámara de Representantes, presidida por Harley Staggers, reveló parte del contenido de treinta y cuatro misteriosas cajas de documentos de la ITT guardadas hasta ese momento bajo llave en el Departamento de Justicia. Sin haberse puesto, pues, de acuerdo, dos comisiones legislativas tenían como objeto de escrutinio a la más audaz y bucanera de las corporaciones transnacionales.

33) La versión taquigráfica de tales audiencias fue posteriormente difundida en una publicación oficial con el título de Multinational Corporations and United States Foreign Policy. Hearings Before the Sub-committee on Multinational Corporations of the Committee on Foreign Relations, en dos tomos con un total de 1092 páginas de apretada tipografía. Significativamente una nota aclara, en la primera página de esa publicación, de la Imprenta Oficial del Gobierno de los Estados Unidos, que «a pedido de la Agencia Central de Inteligencia, se han borrado (deleted) algunas partes de estas audiencias». Con lo cual se reconoce haber retocado al conocimiento de la opinión pública local e internacional aspectos esenciales de esa investigación.

34) Los dos tomos constituyen, con sus limitaciones y supresiones, una de las pruebas históricas más ilevantables de que organismos gubernamentales de Estados Unidos se coludieron con corporaciones transnacionales –fundamentalmente la ITT–, primero para impedir el acceso a la presidencia de Chile del candidato electo Salvador Allende, y segundo para derrocarlo luego de que éste se hizo cargo de su mando. La colusión, llevada a la práctica, se expresó en un programa tendiente a provocar el colapso económico de Chile, que recibiría la designación técnica de «desestabilización», según lo expresara con ese vocablo nada menos que el jefe actual de la CIA, William E. Colby, a raíz de las revelaciones que el 8 de septiembre de 1974 comenzó a hacer el representante demócrata por Massachusetts, Michael J. Harrington.

35) Aunque las audiencias de la Comisión Church pusieron de relieve con total desnudez la actuación y métodos de las corporaciones transnacionales, fueron no menos claras en cuanto a lazos y vínculos que unen a éstas con sus aliados naturales, las burguesías locales de las naciones en donde operan, sin cuya complicidad y anuencia aquéllas no tendrían las facilidades operativas de que habitualmente disfrutan.

36) Las mentiras, contradicciones, evasivas y encubrimientos de que están henchidas la mayor parte de las declaraciones de los funcionarios de la ITT ante la Comisión Church, son indicadores del total desprecio por toda otra noción que no sea la del lucro, y también de su deseo de salir de su engorrosa situación de la manera más airosa posible (sus acciones habían bajado 5 puntos), objetivo en el que fracasó. En determinado momento, el senador Church, furioso por el juego inmoral del que era testigo, llegó a declarar ante el funcionario Charles D. Meyer: «Es evidente que alguien miente; y deberemos tomar seriamente en consideración el perjurio bajo juramento.» Y el cinismo de Geeen alcanzará su clímax en la queja de que «fue la publicación de los documentos sobre Chile, y no el haberlos escrito, lo que ha perjudicado a las empresas multinacionales», y con la sugerencia de que la investigación Church «está ayudando a los enemigos de Estados Unidos».

37) La consecuencia inmediata (y desoladora para Geneen) fue que el 9 de abril de 1973 Bradford Mills, presidente de la OPIC, anunció que la reclamación de la ITT por un monto de 92 millones de dólares como pago del seguro por la expropiación de sus bienes en Chile sería rechazada, con el fundamento de haber aquélla ocultado importantes documentación e información, acrecentado así «el riesgo de pérdida para la OPIC al no preservar las soluciones administrativas» (el gobierno de Gerald Ford anunció después la revocación de la decisión de la OPIC y, por consiguiente, el «reintegro» a la ITT de esa cifra millonaria que, obviamente, deberá luego pagar Chile a Estados Unidos).

38) El 11 de septiembre de 1973, escasos meses después de haber sido la ITT puesta en la picota pública, el objetivo básico de todo su accionar, el derrocamiento de Allende, se cumplía por obra de la CIA, la DIA, la Casa Blanca (Nixon), el Consejo de Seguridad Nacional y el Forty Committee, con la máxima responsabilidad atribuible sin duda al presidente Nixon y a su secretario de Estado, Kissinger.

39) No deseamos poner fin a esta síntesis evocadora de uno de los pivotes sobre los cuales gira hoy la tragedia de Chile, sin llamar otra vez la atención sobre un hecho al que nos hemos referido páginas más atrás: en el tomo II, página 607, de los Hearings de la Comisión Church, figura la declaración de que en algún momento de septiembre-octubre de 1970, la ITT estuvo preparando un Libro Blanco para su utilización contra Chile en el caso de que así lo requiriera el curso de los acontecimientos. La gravedad de esta revelación reside en que su autor expresa que tal Libro Blanco será «similar al que nosotros preparamos sobre Cuba». Quiere esto decir que, a trece años de distancia, se posee la prueba y admisión, por escrito, de que el texto que el Departamento de Estado lanzó bajo la presidencia de John F. Kennedy en vísperas de la invasión de Bahía de Cochinos –abril de 1961– como uno de los elementos de acción psicológica destinados a justificarla ante el mundo, fue preparado no por un organismo gubernamental estadounidense, sino por la corporación transnacional ITT.

Notas

{1} Gregorio Selser, «Informe Kissinger contra Centroamérica», publicado por El Día libros, México 1984, citando a Mary Mc Grory, autora del artículo publicado en The Washington Post de 19 de julio de 1983: «Choice of Kissinger Tells Latin Neighbors: 'You better watch out'.» («La elección de Kissinger [para asuntos de Centroamérica, por parte del presidente Reagan] avisa a los vecinos latinos: 'Más les vale tener cuidado'.»)

{1} Editado en México en Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM y la editorial Siglo XXI, 8ª ed., 1991, vol. I.

 

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