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El Catoblepas, número 21, noviembre 2003
  El Catoblepasnúmero 21 • noviembre 2003 • página 11
Artículos

El cuerpo como argumento

Pelayo Pérez García

Comunicación al Congreso Filosofía y Cuerpo: debates sobre la filosofía de Gustavo Bueno (Murcia, 10 al 12 de septiembre de 2003)

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Ha sido la amistosa insistencia de Patricio Peñalver la causa de nuestra decisión, aunque no menor el deseo de manifestar públicamente nuestro reconocimiento y gratitud a Gustavo Bueno. Y precisamente esta doble condición signada por la amistad en ambos casos nos ha impulsado a la búsqueda de un argumento capaz de articular, aunque solo fuera como insinuación primera de una línea de trabajo a continuar, el discurso que en esta «comunicación» intentaremos llevar a buen fin.

Considerando, por lo demás, el título genérico de este congreso de Filosofía dedicado al 'materialismo filosófico' de Gustavo Bueno, «La Filosofía y el Cuerpo», creemos haber encontrado un punto de conexión capaz de recoger la exigencia que tal rótulo supone y la no menor de quienes hemos mencionado al inicio de este escrito. Así pues, hablaremos del «cuerpo». Pero lo haremos para disociarnos de la «vía» que, a nuestro entender, mantiene Peñalver, y que cifraremos concretamente en un autor que, en sus últimos artículos y trabajos, destaca no sin razón. Y lo destaca además a causa de una sola obra, pero de tal influencia que podemos rastrearla en otros autores que a Peñalver afectan con conocida intensidad y fertilidad: Derrida y Levinas. El autor al cual nos referimos es Franz Rosenzweig y su obra La Estrella de la Redención.{1}

Llamaremos la atención sobre una característica «existencial» de este autor que, en principio, no es el hecho de ser judío, sino que en todo caso el hecho de ser judío le hará vivir de determinada manera y no de otra. Nos referimos al dato que nos aporta, en su introducción el traductor y estudioso de «La Estrella de la Redención», Miguel García-Baró. En su introducción García-Baró nos informa que Rosenzweig había iniciado estudios de medicina, pero también que participó en la primera guerra mundial. Otro dato importante acaso sería su afición notoria por la música. Pero son los dos primeros aspectos los que queremos destacar en relación con los presupuestos que vamos a intentar mostrar: la negación del cuerpo que determinados autores han experimentado no ya en su finitud y mortalidad, sino en su desgarro y tensión, en su fractura y «nadificación». Es decir, en el anonadamiento del propio cuerpo. Ser médico y haber estado en las trincheras, en la lucha «cuerpo a cuerpo», nos parecen experiencias determinantes que, por otro lado, su inmersión en la filosofía hegeliana debió, si no «curar», sí dirigir hacia el espacio incorpóreo del Logos divino, de la Infinitud.

El aire, el pneuma, el ruah atraviesan los espacios «vacíos» de toda corporeidad hasta alcanzar su límite, el de su 'esfericidad', pues la figura de la Esfera es precisamente la condición de su posibilidad, como recientemente nos muestra desde otros presupuestos Peter Sloterdijk.{2} El límite de la Esfera: la Nada donde el Todo es ya eco de Sí. La doble negación hegeliana tendrá en este autor, que se forjó como filosofo en su tesis sobre Hegel, la signatura preciosa que afirmará a ese Sí Mismo que habla para sí mismo a través de lo Otro de Sí.

Pero nuestro autor nos pone ante la senda que, por otra parte, Gustavo Bueno ha recorrido y recorre actualmente desde la clave de bóveda de su Ontología es decir, desde el despliegue de su Gnoseología como Teoría del Cierre Categorial.{3} En Rosenzweig, las «tres nadas» remiten a Kant, así pues y sin citarlo, a Wolf. Las tres Ideas Transcendentales kantianas: el Mundo, el Hombre y Dios, son puestas por el joven autor alemán como el punto de partida de su, por otra parte, rico e intenso recorrido. Esas tres Ideas son aquí, en la Introducción a su discurso, consideradas como las «tres Nadas». Rosenzweig, insistimos, parte del monismo hegeliano donde el Ser es la Nada, el más vacío de todos los conceptos. Pareciera que el joven judío al regresar hasta Kant va a tomar un impulso hacia el pluralismo que ese terceto le inspira, y en cierto modo lo hace, pero sólo así, como un modo necesario para su discurso encabalgado sobre la tríada cristiano-hegeliana: tenemos ahora la Nada, la No-Nada y el Sí que se afirma mediante estas negaciones que lo circunscriben. El argumento para acceder a la divinidad, a su afirmación, esta trenzado sobre estas «determinaciones» que, a diferencia de las panteísticas (sic) de Spinoza, aquí dejan ver el movimiento del Absoluto sin resto ni determinación última, pues en definitiva la «Nada es nada».

¿Pero que es lo que nos falta aquí? ¿Qué es lo que se ha evacuado de esta trama que, siguiendo los surcos de la Fenomenología del Espíritu{4} y la Historia de la Filosofía, recorre las figuras del Mismo, sus negaciones, sus proliferaciones, sus momentos, sus Rostros, como puedan serlo los de Spinoza, Kant, Hegel. Schopenhauer o Nietzsche, así como las cúspides de esa «historia» que tiene en el Taoismo o en el Budismo, en los dioses del Mito o en la verdad del Logos divino sus discursos, sus textos ideales? Nos falta el «cuerpo». Es decir, nos falta el análisis del «cuerpo», tanto como concepto cuanto como Idea.

Rosenzweig, hay que insistir en ello, no puede desconocer la realidad corpórea. No es sólo que él tiene «un cuerpo», es que este autor estudia medicina en los primeros años del siglo XX. Rosenzweig ha debido conocer ya la «teoría de la evolución», el darwinismo, pero también la física relativista, la termodinámica y cuando escribe este libro, durante Primera Gran Guerra, ha experimentado el desgarro, las heridas, las amputaciones y la muerte, pero también ha tenido que conocer las nuevas técnicas, el despliegue precisamente en Alemania de las teorías científicas de vanguardia, el auge del positivismo.

Esa estela nos puede llevar a Heidegger, el cual aunque no lo cite sin duda leyó a nuestro autor. Esa dualidad y esa posición ante «el ser» y la divinidad del Acto puro, la encontramos aquí con una pujanza literaria que nada tiene que envidiar a Heidegger. La Ciencia y la Técnica no son impuras en estos autores, tampoco lo será el Habla que habla en el Lenguaje. Pero este Verbo, del cual nos signará Rosenzweig «los signos» corresponde a la Idea pura del Sí mismo, así pues, no a los cuerpos vivientes que hablan-entre-sí, que se miran, se en-frentan, se diferencian y «afirman», en el caso del ser humano, como dialógicos, como «dialelo antropológico». Al evacuar el cuerpo vivo, bio-fisiológico, el Animal Divino ya no es «animal», es lo que Anima, es la Vida en sí misma, una vida que por lo demás no entronca, aunque se pretenda, con el vitalismo dionisíaco de Nietzsche o el ímpetus, la voluntad y el deseo de Spinoza y su «idea del cuerpo».{5} Es la metafísica de la Vida. No, el cuerpo aquí «no existe». Pues si existiera, si considerasemos al «cuerpo» como fenómeno dado entre otros fenómenos, en un campo fenoménico que lo determina, entonces esas relaciones entre la 'Totalidad y el Infinito',{6} a la manera de Levinas o Derrida, que beben en esta fuente que mana sin cesar, la del Verbo redentor de Rosenzweig, se secaría y habría que recorrer el «eje radial», en la terminología de Bueno, habría que desconstruir material y formalmente la «totalidad sistémica» del cuerpo viviente hasta sus últimos «elementos» biológicos y enfrentarse a otros campos fenoménicos y por ello a otros discursos científicos, como los bioquímicos, como los químicos, como los físicos y sus teorías y sus relaciones, ejecutando la desinencia misma de sus constructos.

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Hemos trazado muy esquemáticamente el «marco» que nuestro autor nos prepara y frente al cual nos situamos nosotros. De Jonia a Jena, no es sólo una célebre expresión para ilustrar el camino entre Parménides y Hegel, el cual recorre peculiarmente Rosenzweig. En este tránsito, el Idealismo es sometido a la mirada escrutadora de este filosofo. Y lo es para, en sus palabras, colgar un cuadro en la pared, ahí donde el idealismo contempla 'un fresco'. Uno estaría tentado a creer que Rosenzweig es un pluralista encubierto, un extraño caso de materialismo, pues naturalmente ' colgar un cuadro en la pared' implica una diferencia 'entre' el cuadro-y-la-pared, diferencia que un clavo además debe subsanar. Es decir, 'un cuadro en la pared' implica al menos cuatro cosas: el cuadro, el clavo, la pared y el sujeto operatorio...Pero no, nuestro autor no es un materialista, ni siquiera cuando recorre esa vía en su camino hacia Jena. Nuestro autor es un «espiritualista» que, mediante el uso y el abuso del discurso metafórico, se desembaraza en ese recorrido tanto del cristianismo hegeliano cuanto de la teología pagana griega.

Parece ser, por lo demás, que a punto estuvo Franz Rosenzweig de convertirse al cristianismo. Pero tras la inmersión en Hegel, Rosenzweig debió asistir a la 'superación' de la Trinidad por el Absoluto hegeliano, absorbiendo eso sí, como mostrará Bueno respecto al idealismo alemán, el uso y abuso que de los filósofos-teólogos hispanos dio cuenta Alemania.{7} Esta operación del Espíritu dejaba, según damos en creer, expedito el camino para enfrentarse al Sistema hegeliano, y a Grecia en última instancia. Al hacerlo, como intentamos mostrar en esta comunicación, Rosenzweig volvía a sus orígenes y a su formación recorriendo el camino que va de Jena a Jerusalem.

Así pues, el marco de la fenomenología idealista, nos permite, por el desvío de la hermenéutica peculiar de nuestro autor, enfrentarnos a la cuestión del cuerpo como argumento. ¿Pero de qué es argumento el cuerpo? El cuerpo es al argumento de la Geometría.

Así pues, el 'cuerpo' es el argumento por excelencia del «materialismo filosófico» y, por ende, del ateísmo. Del ateísmo filosófico a su vez, a diferencia de otros supuestos ateísmos, como en otra ocasión hemos denunciado, y que responden a un positivismo, a un racionalismo necesario sin duda pero que choca contra 'esa pared' donde colgaríamos el cuadro o contemplaríamos la representación, el 'fresco' que recogería los fenómenos y figuras emanados del Espíritu. Sin destruir la pared, sin embargo, es imposible negar, o afirmar, lo que hay tras ella. Hay que triturarla, y ahí aparecen los cuerpos liberados de su reducción fenoménica, de su mera apariencia, y con ellos, los elementos, las relaciones y construcciones de la pared cavernaria que nos lleva a criticar tanto a ese materialismo vulgar, cientificista, positivista, cuanto a este idealismo y su desvío espiritualista.

Ahora bien, ya que hemos hecho mención indirecta a Los ensayos materialistas de Gustavo Bueno,{8} en referencia contrapuesta a las tres ilusiones trancendentales kantianas, las 'tres nadas' de Rosenzweig, apresurémonos a decir que este fundamental tratado de ontología materialista no pasaría de ser una espléndido ensayo 'formal', académico, si no se sometiera a la prueba material que su gnoseología le exige. Y es en las vigas, en el entramado que la «teoría del cierre categorial» ensambla, en su 'lógica material' que la arquitectónica de Bueno adquiere la consistencia de los mismos materiales tratados es decir, del tratamiento actualizado e incesante de los mismos y para lo cual incesantemente busca conceptos, soluciones, conexiones, forjados, etc.. como pueda serlo el de «holización».

Una comunicación como la presente no puede ni pretender siquiera recorrer los contenidos que «este marco» insinúa y propone. No puede extraer los conceptos e ideas, las categorías y sus relaciones dialécticas que nos permitan, mediante el regressus y el progressus de su circularidad dinámica, aprehender siquiera la Idea 'geométrica' del Cosmos que los textos aludidos de Bueno implican e imponen, y ello tanto frente al Idealismo y el Espiritualismo mentados aquí, como frente al Nihilismo del cual ambos por «elevación» pretenden zafarse. Zafarse de esa Nada que con razón crítica Rosenzweig y pone como piedra de toque de su discurso ontoteológico que nos redimiría de esa nihilización del Mundo, del Hombre y de Dios al cual nos condena el hegelianismo cuanto el vitalismo dionisiaco, desesperado, del rebelde Nietzsche. La idea geométrica del Cosmos, decimos, es una construcción que se hace en medio de un Mundo no clausurado, sino en constante trans-formación, destrucción y cambio, cosa que hoy resulta ser nuestra experiencia común, globalizante. Es una Idea que implica la pluralidad de términos, de cosas, de fenómenos y de sujetos. Y una actividad incesante y dia-léctica de la racionalidad implicada en la propia idea de Cosmos.

De esta actividad sí podemos dar cuenta en la obra de Bueno más reciente, y donde utiliza el concepto de «holización» como expresión de esta relación entre las partes y el proceso mismo de la racionalización material constructiva de los productos sintéticos generados por las relaciones entre las partes y el todo. Si en las sesiones de los lunes de la Fundación Gustavo Bueno hemos asistido a la exposición desmenuzada de este concepto aplicado a diversos 'campos fenoménicos' y a sus teorías científicas correspondientes: la celular, la química, por ejemplo...también fuimos partícipes del desarrollo de este importante concepto de la teoría del cierre categorial, en su aplicación a los fenómenos políticos y a sus categorías teóricas, como la Nación o «las izquierdas», que se exponen en su último e importante libro: El mito de la Izquierda.{9} Ahí asistimos al desmenuzamiento, a la trituración de los componentes del cuerpo político, del propio 'cuerpo' político concebido como Nación, y al hacerlo no regresamos hasta la «nada», sino hasta los 'individuos' y sus relaciones sociopolíticas anteriores a la Nación. Es decir, en el caso ejemplar analizado y revolucionario por su mismo carácter de 'novedad' histórica, regresamos hasta el Antiguo Régimen francés, a la época pre-revolucionaria, donde podemos comprobar el estatuto de los individuos, los cambios socioeconómicos y también técnicos, científicos, así como las relaciones con otros reinos e imperios –español, inglés– o la pluralidad de lenguas en el territorio francés, sus «localismos nacionalistas», etc..todo lo cual es arrasado, 'destruido' por la Revolución y, a partir de aquí, re-construído como un nuevo cuerpo político, el cual alcanza así una 'nueva forma', una nueva 'totalidad'hasta entonces inexistente: la Nación de los ciudadanos de Francia...Así pues, en este ensayo se intenta probar la validez de este fértil concepto que tiene en el imprescindible libro anterior, Televisión: Apariencia y Verdad,{10} su fragua de Vulcano.

El materialismo filosófico somete así pues no sólo estas otras figuras de la Filosofía ya mentadas, como el Nihilismo y el Idealismo, a su enfrentamiento dialéctico necesario, sino también, como es lógico, al positivismo y su cohorte metafísica y reductora hoy día dominante: el cientificismo como encubridor del psicologismo, forma peculiar de reducción (alienación), dominación y explotación de los sujetos operatorios corpóreos.

Así pues, frente a las Ideas metafísicas y formalistas del Todo y de la Infinitud, del Ser y de la Nada, frente a sus derivas espiritualistas, el materialismo filosófico de Bueno nos muestra el camino más arduo, el más esforzado, el más crítico por tanto: el de una ontología-gnoseología material, pluralista y constructivista.

¿Y el Espíritu, el Sujeto que hace y conoce, que habla y lee, que trabaja, que transmite leyes y normas, que vive, se reproduce y muere, el sujeto corpóreo en fin, qué lugar tiene aquí si es que tiene alguno más allá del rótulo Ego Transcendental que parece succionarlo como el gran Atractor universal cuando no negarlo?

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Rosenzweig agota la primera parte de su fascinante libro en el intento de exponer el sistema hegeliano como culminación de la filosofía griega. Puestos ante los Elementa, aledaños de la Nada, «de la Nada del saber» al menos, este autor nos invita a dar un «Paso», un giro que supere la conclusión del Sistema, el Dios ha muerto. Por tanto, el imposible pensamiento de la Totalidad.

El giro al que ahora nos insta radica en 'el milagro', puerta por donde arribamos a la Filosofía de la Religión, que esta antropo-biografía filosófica, de tanta influencia schelleriana, desembarazado del Sistema cuya metodología sin embargo utiliza, puede así, regresando a Tubinga, recoger las enseñanzas del joven Hegel en «Fe y Saber».{11} Pero sin sistema no hay cuerpo, aunque sin cuerpo el espíritu se redime de la muerte y de su 'viernes santo especulativo', y así puede especular libre y gloriosamente. Dejaremos pues a Rosenzweig en las orillas del río heracliteano de los Elementa, donde él cree encontrar la Nada que, con razón, a nada nos lleva. Nosotros creemos que esos elementos necesarios para la re-construcción de todo cuerpo, tras el recorrido analítico al que lo sometemos, no nos exige, como comentaba Bueno en las sesiones sobre la holización mencionadas, arrancarnos los ojos a la manera de Demócrito para así «ver realmente» los átomos metafísicos, los cuales precisamente nos impedirían «ver» los átomos 'reales'. Nos mantendremos con los ojos carnales bien abiertos, reconociendo que los fenómenos son tales, apariencias, pero no por ello inmateriales, metafísicos. Y abiertos así los ojos, los desviaremos de la contemplación de esa estrella solar que Rosenzweig nos propone como camino de redención, la estrella de David, el Sol de Israel.

Volvemos así pues al Mundo y a los fenómenos, a los cuerpos vivientes, con sus diferencias, su 'conectividad' y su 're-flexividad', con sus relaciones polémicas, con sus lucha por la supervivencia, con su «cara-a-cara». Cuerpos con pezuñas y con garras, cuerpos reptantes y cuerpos alados, cuerpos acuáticos y cuerpos subterráneos, cuerpos diminutos y cuerpos enormes. Y también cuerpos verticales, cuerpos con manos, cuerpos que en esta proliferación combativa provienen de un salto evolutivo: (hacia) el cerebro.

En esta topología morfogenética, en esta red evolutiva, en sus operaciones vitales, en su misma dialéctica, inscribe Gustavo Bueno El Animal Divino,{12} como ya indicamos en nuestras referencias. Es decir, aquí la Filosofía de la Religión, y su correlato, la Antropología filosófica, descienden a la Tierra y muestran «el paso» del homínido al ser humano, de la Tierra al Mundo, mediante el trabajo, las relaciones circulares, dialógicas, entretejedoras de módulos y redes sociales, productoras de utensilios, generadoras de técnicas, cuya 'presión práctica' producen a su vez normas, 'novedades' –hasta entonces inexistentes– que el lenguaje conecta, permite transmitir y ejercer la re-flexión rememorante. Signos que remiten a los 'significantes humanos' y que en su sintaxis material, los cerebros, van llenando con su pragmática de contenidos semánticos, 'bio-gráficos', culturales, históricos.

En este «dialelo antropológico», el todo y las partes que hacen Mundo, muestran a su vez el núcleo esencial de este hacer, la voluntad y el entendimiento, lo numinoso que estos seres que miran de frente, por ello mismo, des-cubrirán en lo(s) otro(s) de Sí, el animal que se distancia angular/anamórficamente a medida que el homínido se humaniza y configura mediante sus operaciones circulares, grupales, distintivas.{13} El hombre primitivo «ve y experimenta» en los otros animales no a fenómenos que reflejarían su proyectivo «ánimo», como si aquellos fueran una pared pulida, especular, sino a fenómenos realmente animados, otros cuerpos vivientes, que se mueven, que amenazan, que matan, que mueren, que se reproducen, que giran la cabeza y tienen ojos escrutadores enfrentados a la mirada asombrada del hombre, y que gruñen, emiten sonidos y son como él, el hombre, partes ontológicas que configuran la totalidad del Sujeto Universal «del» Mundo.

Los plurales seres vivos, los plurales númenes, los plurales dioses...Los «elementos» fisicalistas, y los elementos etopsicológicos; las partes sociológicas, políticas, los signos y los números, las fórmulas lógicas...ahí y así actuando: Los tres géneros de materialidad y su negatividad, que no su Nada, son sus determinantes extremos esférico-parabólicos: Materia. Ahí «el río de los elementos», el río de la infinitud, acaso alcance la espesura de las mil mesetas deleuzianas, la espesura que el Ego atraviesa, trasciende en su verticalidad giroscópica que lo sitúa siempre in medias res. Atravesando el plural e infinito hojaldrado de la materia y girando sobre «sí mismo», a la manera del cuerpo y su cerebro enhiesto. No hay trascendencia sino se dan estos anclajes, esta topología , estos fenómenos que aparecen como tales al abrirse la Tierra al Mundo.

Rosenzweig es la prueba de cuento decimos, es la prueba de un espiritualismo que recorre la teología y la filosofía idealista del Absoluto para alcanzar el límite de la materia abstracta, del tercer género de materialidad, pero que justo porque lo hace, y es un ser humano histórico, un judío alemán, que ha podido aprender hebreo, leer a Hegel y a Kant, a Lutero y a Agustín, a Platón y Leucipo, a Lao Tsé y a Confucio, y puede sobre todos ellos, leer «el Libro», volver la mirada hacía el Dios de Israel, niega con su mismo hacer la verdad de su punto de fuga, el límite material alcanzado y que tiene en la temporalidad su escala, la que lo iza hasta la rarefacción de los fenómenos materiales, de su movimiento y transformación, de su entretejimiento, no viendo que lo que niega es afirmado por ese mismo límite determinante, ahí en la tensión extrema de su parabólica. Y puede hacerlo porque ha explanado la Esfera cósmica y ante las Rectas de la Infinitud no la reconstruido, sino que con ellas ha vuelto para dibujar la Estrella de David. La Estrella de David es la exaltación del ateísmo teológico, la huída hacia el Desierto donde la Voz incorpórea se confunde con lo que en verdad es: el Eco de la historia sagrada de un pueblo sin historia.

Rosenzweig escribe desde los Balcanes, en tarjetas enviadas a su madre durante la Gran Guerra, este libro que se pretende una respuesta 'redentora' ante la experiencia de la destrucción y aniquilamiento de la República de Weimar, de la gran Alemania de su admirado Goethe. Y de Hegel, la cumbre de la Filosofía, tras de la cual nuestro autor no encuentra sino los intentos desesperados del Romanticismo, de Sochepenhauer a Kierkegaard, y que agota su genio en la aforística nihilista de Nietzsche. Desembarazándose del trinitario monismo hegeliano, Rosenzweig asciende libre hacia el Espíritu. Nada de Marx, nada acerca del nuevo mundo industrializado, científico-técnico. Y nada de Husserl, de Freud. Nada acerca de los hombres comunes, del trabajo. O tal vez sí, la melancolía, el subjetivismo, la añoranza de un Dios, de un Padre, de una Tierra Prometida, redentora.

Todo eso que niega Rosenzweig a la Filosofía, la cual clausuraría su andadura con Hegel, lo hemos recuperado críticamente en el materialismo filosófico de Bueno, que sí atraviesa los espacios que el suelo marxista explanó. El materialismo filosófico incorpora a las técnicas y a las ciencias, recuperando las 'categorías' como emsamblajes entre las percepciones y los conceptos para alcanzar las síntesis que las Ideas mientan. Gustavo Bueno ha reincorporado la Trinidad a su sitio originario: a Grecia. El numen, el nous patetikos, vuelto así a la carne, recupera su lugar, y con el suelo ganado, su voz.

En la actualidad, el 'materialismo filosófico' de Gustavo Bueno, del mismo modo que ocurriera con Marx respecto a Hegel, al poner los pies sobre el suelo, nos devuelve el cuerpo y nos pone ante el Cuerpo (M1, M2 y M3) trinitario que somete a las ilusiones transcendentales kantianas a la dialéctica de su materialidad , la que el pluralismo nos muestra como condición de una Materia(M) in-determinada que se construye, se destruye y se reconstruye, trans-formandose, en y por esta su condición plural, en (Mi): el Mundo, determinado y corpóreo.

Notas

{1} Franz Rosenzweig, La Estrella de la Redención, Sígueme, Salamanca 1997. Patricio Peñalver ha escrito una reseña en Saber Leer, nº 132, de Febrero del 2000, donde expone la vida y obra de este autor con clara y exhaustiva finura.

{2} Peter Sloterdijk, Esferas, volumen I, Siruela, Madrid 2003.

{3} Gustavo Bueno, Teoría del Cierre Categorial, 5 tomos publicados, Pentalfa.

{4} Respecto a Hegel no sólo está presente en nuestro autor la Fenomenología del Espíritu, sino su Estética, la Filosofía del Derecho, &c. Con lo cual dejamos constancia sin cita concreta de la referencia múltiple a la obra de Hegel, que tiene en el «materialismo filosófico» su contrafigura por lo demás.

{5} Benito Espinosa, Etica, parte III, Alianza Editorial, Madrid 1987. Traducción, introducción y notas Vidal Peña.

{6} Emmanuel Levinas, Totalidad e Infinito, Sígueme, Salamanca 1977. Las relaciones entre la finitud y la infinitud, las partes y el todo, son una constante en este autor, como también críticamente en Bueno. La referencia a Levinas y Derrida no tiene que ver solamente con la filiación judía de los mismos con Rosenzweig. Respecto a Derrida, remitimos a La Voix et le Fenoméne (Presses Universitaires de France, París 1967), como un 'paso' fundamental en su relación polémica con Merleau-Ponty, precisamente por la cuestión del cuerpo, que éste había tratado en su fenomenología y había llevado al límite en su ensayo Le visible et l'invisible en Gallimard, París 1964. También en esta editorial, se publica el mismo año un texto importante al respecto: L'Oeil et l'esprit.

{7} Gustavo Bueno, El mito de la Cultura, Prensa Ibérica, Barcelona 1996.

{8} Gustavo Bueno, Ensayos materialistas, Taurus, Madrid 1972.

{9} Gustavo Bueno, El mito de la Izquierda, Ediciones B, Barcelona 2003.

{10} Gustavo Bueno, Televisión: apariencia y verdad, Gedisa, Barcelona 2000.

{11} F.W. Hegel, Fe y Saber, ed. Biblioteca Nueva, Madrid 2000.

{12} Gustavo Bueno, El animal divino, 2ª edición, Pentalfa, Oviedo 1996.

{13} Sobre la polémica, muy intensa y determinante en los años de eclosión del estructuralismo y, por tanto, de la configuración del pensamiento de Gustavo Bueno, mediada la década de 1960, creemos importante por su fidelidad marxista, la obra de Lucién Séve sobre esta problemática de la «humanización». Veáse al respecto, L. Séve, Marxisme et Personalité, Ed. Sociales, París 1976.

 

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