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El Catoblepas, número 18, agosto 2003
  El Catoblepasnúmero 18 • agosto 2003 • página 7
La Buhardilla

De uno en uno (2)
juegos de palabras, palabras en juego

Fernando Rodríguez Genovés

Entre las muchas posibilidades que ofrece el estilo aforístico, una de ellas, acaso la más recreativa, sea la de dejarse subyugar y también arrastrar por la dulce cadencia verbal del juego de palabras, del retruécano, de la paronimia

1
Algunos préstamos, para empezar

«Los sabios siempre fueron mal sufridos, que quien añade ciencia añade impaciencia.»
Baltasar Gracián, Oráculo manual y arte de prudencia.

*

«Nada rumano le era ajeno a Ceaucescu hasta que tuvo que correr perseguido por los que creía incondicionales.»
Guillermo Cabrera Infante, Fábula de la zorra en el gallinero.

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«Sólo la muerte nos descuida por completo al cogernos por descuido.»
Fernando Savater, Mira por dónde. Autobiografía razonada.

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«A veces, ciertamente, no es posible evitar que los excursos se vuelvan excursiones.»
Rafael Sánchez Ferlosio, Los adverbiales tristes.

2
De la propia cosecha y agosto

Lo principal de un cuento no se halla en el comienzo, que ya prevemos: «Érase una vez...», sino en el final, que siempre desconocemos, ya que no lo tiene, puesto que toma como costumbre el acabar casi siempre del mismo modo: «Fin».

*

Saber acerca del tiempo significa ante todo tenerlo presente.

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Preterir el pretérito. Praeterire significa «pasar adelante». Mientras el futuro es aquello que necesariamente tenemos que dejar pasar, al ser una dimensión que nos sobrepasa y nos adelante siempre, lo mejor que puede hacerse con el pasado es dejarlo correr.

*

Presentir el presente. ¿Puede expresarse de manera más paradójica e inquietante la percepción de la realidad?

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Guardarse del futuro y no aguardarlo. La esperanza es vana, pues el futuro no espera ni se detiene a recoger a nadie.

*

Dicen que adoraba asistir a fiestas; máxime, si eran de disfraces. Para tales ocasiones, su disfraz favorito era el de Hombre Invisible. Si no lo encontraba, entonces elegía el de Don Nadie. Eso cuentan algunos, mas yo no puedo asegurarlo, pues nunca me crucé con él.

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Aquella mañana tuve un despertar de pesadilla.

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Meditando sobre la brevedad de la vida, se le pasan los días a más de uno. Algo semejante les ocurre a quienes se dejan la vida sintiéndose «ser para la muerte», pero sin lamentarlo, a veces incluso ensalzando el prodigio.

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El estado anímico de aquel que medita demasiado sobre la muerte cabría calificarlo de «moritabundo».

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Yo viajo por el mundo para extender mi vida.

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No sabe igual la sopa de rana que la sopa de sapo.

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Ya nos previno Ortega ante el exceso de estupor que acompaña la contemplación de la realidad: nos quedamos literalmente con la boca abierta, por donde se cuelan las moscas. Lo que no dijo, pero podría haber dicho perfectamente, es que el estupor continuado conduce a la estupefacción y la estupefacción prolongada, a la estupidez.

*

Es propósito necio exigir al mundo una explicación sobre lo que pasa y esperar una respuesta. Se olvida en estos casos que el mundo es sin remedio mudo.

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Divisa para una ética del presente y lo contingente: «La vida, sin ir más lejos.»

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La justicia debería justificarse lo menos posible, justamente lo justo.

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No es hombre sabio el que tiene ideas propias sino aquel que tiene propiamente ideas. O mejor, el que sabe apropiárselas sin hurto y sin violencias. Cuando uno se alboroza al presumir de una idea que exhibe y se muestra persuadido de que nadie antes de él la ha pensado, comete un error. Pues lo más probable es que se trate de una sandez. ¿De quién habré tomado yo esta cavilación?

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En una barbería es más probable que se produzca una carnicería que un acto de barbarie.

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Hay necesidades que no son más que necedades. En esto estaría pensando Oscar Wilde al indicarle al bobo urgido: «Quédese usted con las necesidades y déjeme a mí los lujos.»

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Cada día se ve más claro, mal que les pese a algunos, que Oriente se orienta hacia Occidente.

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Fuego en las ideas y juego en las palabras: así concibo el buen pensar. Gracias, Heráclito. Gracias, Groucho Marx. Gracias, Gracián.

3
Despedida (asimismo prestada)

«No cansar. Suele ser pesado el hombre de un negocio y el de un verbo. La brevedad es lisonjera y más negociante. Gana por lo cortés lo que pierde por lo corto...» [Lo que sigue a continuación es conocido de todos, de modo que abrevio y me despido yo también. FRG.]
Baltasar Gracián, Oráculo manual y arte de prudencia.

 

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