Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
El Catoblepas • número 14 • abril 2003 • página 12
Se intenta aplicar la Idea de Basura al Arte. La Idea de Basura tiende a ser ella misma basura. Para alcanzar cierta claridad y distinción se ha de ser capaz de exponer las coordenadas desde las cuales se juzga el Arte como basura. Desde las vanguardias la principal basura será el arte de masas. Pero desde la democracia de «consumidores responsables» las vanguardias son basura. Intentaremos analizar ese fenómeno calificado también de basura que llamaremos «neo-vanguardias»
Empezamos un nuevo ciclo en la sección de estética. Los cuatro artículos precedentes se han centrado en la expresión del valor en la obra de arte. Ese valor era, en las vanguardias, lo que hemos llamado «Vida poética». Este valor era lo que hacía elevadas, artísticas, sublimes a las obras de arte. A partir de este artículo centraremos nuestra atención hacia el disvalor, esto es, lo que hace bajas, degradadas, sucias a las obras de arte. Es obvio que los conceptos de valor y disvalor son abstractos, y así los mantengo con toda intención. Lo que sea valioso o no depende de las coordenadas desde las que se emita el juicio.
Una forma de precisar estas coordenadas es acudir a una teoría de arte. Recordemos que en el artículo anterior Del expresionismo sostuve una clasificación de las teorías del arte sacada de la combinatoria de las Ideas de Naturaleza y Cultura (y atravesada por la Idea de Hombre) Cuatro eran las teorías del arte resultantes, dependiendo de si el valor de la obra de arte era otorgado por la Naturaleza, por la Cultura, por ambas o por ninguna de ellas. Recordemos, brevemente, estas cuatro teorías:
I) reducción de la Cultura a la Naturaleza: sería la Naturaleza la que daría el valor a las obras de arte
II) reducción de la Naturaleza a la Cultura: sería esta vez la Cultura la que daría el valor a las obras de arte.
III) yuxtaposición entre Naturaleza y Cultura: el valor de las obras de arte procedería tanto de la Naturaleza como de la Cultura.
IV) retroalimentación circular entre Naturaleza y Cultura: es una negación directa de III por cuanto niega, como Ideas metafísicas (o mitológicas) la preexistencia de Naturaleza y Cultura en orden a la construcción y dotación de valor a la obra de arte.
Es obvio que estas cuatro teorías del valor de las obras de arte llevan consigo otras cuatro teorías del disvalor de las obras de arte, puesto que el disvalor es correlativo al valor.
I) reducción de la Cultura a la Naturaleza: sería la Cultura la fuente del disvalor de las obras de arte. Esta posición la defendería toda contracultura («la cultura es basura») Y también, como vimos, toda teoría de la mimesis. La cultura, según estas teorías, sería sinónimo de artificiosidad, de falsedad.
II) reducción de la Naturaleza a la Cultura: sería esta vez la Naturaleza la fuente del disvalor de las obras de arte. La Cultura sería vista como la fuente de todo lo que hay de valor y de lo que merece la pena. La Naturaleza, en cambio, sería algo inerte, imperfecto, brutal, ciego.
III) yuxtaposición entre Naturaleza y Cultura: el disvalor de las obras de arte procedería por la no-coordinación de Naturaleza y Cultura. El disvalor sería fruto de la no-adecuación entre los valores de la Naturaleza y la Cultura. El máximo disvalor en la obra de arte sería la ininteligibilidad. Esto se produce cuando no hay una sintonización entre los medios artísticos con aquello que se quiere expresar (sea la subjetividad, sean unos arquetipos)
IV) retroalimentación entre Naturaleza y Cultura: ni la Naturaleza ni la Cultura son fuente de disvalor de las obras de arte, por cuanto ideas metafísicas (mitológicas)
Esta cuarta teoría, que es la propiamente materialista, ya nos señala que este camino para determinar el disvalor es errado por metafísico. Centrarse en las coordenadas de la Naturaleza y la Cultura es ya dar por sentado su existencia sustantiva. No existe la Naturaleza, sino que existen átomos, planetas, minerales como el hierro, &c., ni existe la Cultura, sino que existen Estados, ciudades, música, &c. Apoyar el juicio acerca del valor o del disvalor de las obras de arte en tales Ideas metafísicas es hacer de estos juicios algo confuso y oscuro. Así, por ejemplo, en las teorías I se coloca el disvalor en la Cultura como fuente de toda artificiosidad (y de todo disvalor) sin caer en la cuenta de que el vestirse en el hombre es tan natural como en los gorilas hacerse lechos de hojas. O, en el caso de las teorías II, que colocan el disvalor en la Naturaleza por considerarla brutal, ciega y sin corazón, ¿no habría que aplicar estos mismos calificativos a un hecho tan cultural como la guerra o la especulación bursatil? Así pues, hacer depender el valor o el disvalor de la obra de arte en la sustantividad de la Naturaleza y la Cultura es condenarlo a ser un concepto basura. Habrá que descender, por tanto, a criterios más positivos.
En este artículo trataré el concepto de Arte basura. De este modo se puede trazar un camino que se salga de la abstracción que supone hablar de valor y disvalor en términos de Naturaleza y Cultura. En primer lugar, veremos que el Arte basura difícilmente escapa de ser un concepto basura. Pero podemos señalar, desde nuestras coordenadas, una cierta precisión. En concreto, desde las vanguardias el Arte basura primordial será el arte de masas. Como analicé en mi artículo El fracaso de las vanguardias, éstas pretendieron escapar del mercado del arte para posicionarse ante el arte de masas. Pero desde las coordenadas de una democracia de libre mercado, precisamente se juzgará a las vanguardias como basura.
La Idea de Basura
El objetivo de este artículo es dilucidar la Idea de basura aplicada al Arte en lo que podemos llamar «Arte basura». No hace falta decir que para los análisis que vamos a realizar nos hemos inspirado en el estupendo libro de Gustavo Bueno, Telebasura y democracia. En el primer capítulo de este libro podemos encontrar la siguiente definición de Telebasura: «Un concepto clasificatorio mediante el cual segregamos o delimitamos, dentro del conjunto de todos los programas, un subconjunto de tales programas con la pretensión de formar un género con intención devaluativa». La definición de la Idea de Basura, aplicable al Arte, sería, pues, algo así: un concepto clasificatorio mediante el cual segregamos, dentro de un conjunto determinado, un subconjunto con la pretensión de formar un género con intención devaluativa.
Ésta es una definición bastante buena. Pero, teniendo en cuenta el material bibliográfico que he manejado y siguiendo un método dialéctico, podríamos especificar esta definición en tres momentos: basura como lo «extraño» o «anómalo», basura como «disvalor» y basura como lo «abyecto».
Basura como lo «extraño» o «anómalo»
Muchos acuden a la célebre perspectiva cognitivo-estructuralista de Mary Douglas. «Basura», según esta perspectiva, sería aquello que va en contra de la clasificación social, o simplemente escapa de ella. Basura serían unos zapatos encima de una mesa (independientemente de que estén sucios de barro o más limpios que la propia mesa), o basura sería el cerdo como animal de patas hendidas que no rumia. En definitiva, «basura» sería todo aquello que es «extraño», «anómalo», «el otro», &c.
Pero esta identificación de la «basura» con lo «extraño» es insuficiente. En primer lugar, porque no se especifica con suficiente claridad qué sea eso de «ir en contra de la clasificación social». Contra esa clasificación social podría ir tanto un híbrido, que cruza varias categorías establecidas socialmente, como un objeto dejado como incategorizable. En segundo lugar, tampoco se especifica el término «social». Porque cuando se emplea este término «social», se debe enmarcar con el grupo de referencia. La clasificación social, ¿es la clasificación vigente de un Estado, de una nación étnica, de una civilización como pueda ser occidente, de una cultura como la del «braguetazo»? Y es que la antropóloga Mary Douglas supone que existen unas culturas sustantivas, cada una de las cuales con su propia clasificación o categorización cognitiva.
La basura como «lo que va en contra de la clasificación social» es falso si se mantiene que esa clasificación social tiene como sujeto esas culturas sustantivas. Existen basuras que no parecen depender de clasificaciones sociales particulares. La sangre menstrual, el esperma, los excrementos y otras secreciones del cuerpo humano son «basura» en la mayoría (si no en todas) las culturas. Y tampoco se ve cómo los excrementos, la sangre menstrual o el esperma sean algo «extraño» o «anómalo». No se puede decir que estas cosas sean «basura» porque no encajen con el sistema clasificatorio vigente. Precisamente esas cosas son «basura» porque encajan muy bien en la parte inferior de la clasificación del grupo.
Así pues, no puede afirmarse que «basura» sea cualquier cosa intercategorial o anticategorial, esto es, aquello que participe de varias categorías o que no encaje en ninguna. Más bien la basura ha de entenderse como un concepto clasificatorio que delimita, dentro de un conjunto, otro subconjunto al que se considera inferior. Otra cosa es, como veremos, que este subconjunto trate de escapar de su delimitación y ser, por tanto, peligroso. Pero esto sólo va a significar que no todos los grupos comparten nuestra clasificación (peyorativa) sobre lo que es basura.
Existe otra variante de la basura como lo «extraño»: sería la «basura como lo anormal». Basura sería aquello que no encaja con las representaciones normales y normativas de una sociedad. Se añade, con esto, un componente político-normativo a la teoría cognitiva de Douglas. Esta antropóloga se contenta con una explicación cognitiva de la basura, que sería aquello que incumple las taxonomías de una cultura (sustantiva). Pero a estas taxonomías se les puede asociar un carácter normativo, si se imponen como lo que debe ser, y si el sujeto que las incumple es sancionado.
Este tipo de teorías supone que, en cada cultura (sustantiva), existe una sola representación del mundo y que ésta es, además, absoluta. Pero más bien habría que decir que existen varias cosmovisiones, y no en coexistencia pacífica precisamente. De ahí la necesidad de normativizar estas cosmovisiones como instrumento de reducción de los otros grupos. También se puede hablar de una representación «mayoritaria», que se impondría a las otras. La basura, en este caso, serían las minorías que van en contra de las mayorías, o se sitúan en su periferia. Los homosexuales serían «basura» (y por tanto abyectos) frente a la mayoría heterosexual. En el terreno del Arte, las vanguardias serían Arte Basura frente a la superioridad del Arte oficial o académico.
Este último ejemplo nos hace ver lo falso que es este modo de definir la basura. Define la basura desde una posición absoluta (o que pretende ser absoluta, como en el caso de la mayoría), y da como resultado una basura absoluta. Por ello no puede dar cuenta de la frecuente relatividad de la basura. Así, mientras que, desde el punto de vista de los académicos, las vanguardias eran basura, éstas surgían precisamente posicionándose en contra de lo que ellas consideraban Arte basura: el arte de masas. Las vanguardias surgieron con la pretensión de ser un Arte limpio que acabara con la basura, al menos para las elites en vanguardia del mundo.
El problema de este modo de conceptualizar la basura es su evidente idealismo. Olvida que a las cosmovisiones se les puede aplicar una lógica darvinista. Un modo de pensar distinto del mayoritario (entiéndase esto como se entienda) puede ser aceptado si es beneficioso, esto es, si cumple alguna función, o simplemente si no entra en conflicto con alguna de las funciones que cumplen las cosmovisiones mayoritarias. Un esquema que defienda la existencia en las sociedades de una sola cosmovisión no puede dar cuenta del cambio social, que es fruto de una codeterminación de diferentes grupos y, por supuesto, de sus diferentes cosmovisiones.
Basura como disvalor
La basura, como hemos visto, es una clasificación. Dentro de un grupo, se clasifica a algo como valioso y a algo como no-valioso o poco valioso. Caben, en principio, dos clasificaciones o cualificaciones distintas. Desde una perspectiva que llamaremos «predicativa» clasificamos un subconjunto como valioso y a otro como no-valioso. Y desde una perspectiva que llamaremos «graduativa» clasificamos varios subconjuntos desde un máximo de excelencia (muy valioso) hasta un mínimo de excelencia (poco valioso) En la perspectiva graduativa nos atenemos más a los hechos, y podemos ser más sutiles en su tratamiento. En la perspectiva predicativa forzamos más los hechos y tenemos menos herramientas para tratarlos, pero en cambio se refuerza el momento «abyecto» de la Basura.
La clasificación, por sí sola, no es suficiente para determinar la Idea de Basura. Hace falta que sea una clasificación peyorativa. Una clasificación puede ser neutra, como cuando agrupamos los cuadros de un museo por el tamaño del lienzo. Esta clasificación no nos dice cuáles de estos cuadros son basura. Porque la Idea de basura implica cierta valoración negativa (disvalor) Decimos que algo es basura porque lo clasificamos dentro de un subconjunto valorado negativamente, como cuando se dice que Lulu de Alban Berg es basura porque la música dodecafónica es basura.
El disvalor, en el Arte, tiene, como hemos visto, cuatro posibilidades correspondientes a cuatro teorías del Arte, las tres primeras metafísicas. Pero caben también dos posibilidades límite, igualmente metafísicas. Se trata de aquellas posiciones que mantienen que «todo es valor» o bien que «todo es disvalor (o basura)». Se trata de posiciones metafísicas porque el Valor y el Disvalor no son conceptos absolutos, sino recíprocos. Además tales posiciones niegan la existencia misma del Arte (o su sentido) Por eso tales posiciones límite no se contemplan en las cuatro teorías del Arte. Estas teorías tienen como objetivo establecer la fuente del valor del Arte, un valor que aparece frente a otros disvalores (que serían arte basura) Una postura que defienda que «todo es basura» verá la actividad artística como inútil y superflua, porque las obras de arte serán tan basura como todo lo demás. Y la postura contraria, que «todo es valor», también verá inútil la actividad artística porque las obras de arte no añadirán nada a la esencial bondad del mundo.
Dejando de lado estas posiciones metafísicas, podemos distinguir dos posturas, una pesimista y otra optimista, en relación al valor del Arte. Muchos artistas sienten que el «disvalor» es más fuerte que el «valor». Podríamos decir que una cucharadita de aguas residuales estropea un tonel de vino, pero una cucharadita de vino no hace nada en un tonel de aguas residuales. Este pesimismo no niega la existencia del valor en el Arte, puesto que de lo contrario negaría su mismo sentido. Simplemente afirma que el valor es muy inseguro, y tiene destellos breves y marginales. El mundo casi en su totalidad vive en la ceguera del disvalor, y el valor es continuamente perseguido, despreciado o ignorado.
La virtud del arte sería, según esto, la Fortaleza. El artista aspira a que su público sea una especie de sociedad de seguidores que se animen recíprocamente a mantener el camino hacia el Valor, huyendo de las continuas y fuertes tentaciones del disvalor encarnado en el Arte basura. Muchas veces el artista presenta la forma del tedium vitae, irá con la vestimenta del «asqueado de la vida». Hay que insistir en que este tedium vitae no entraña la afirmación «todo es basura», porque descansa en la convicción de la superioridad del Arte y del propio artista. El artista «asqueado de la vida» lo es, precisamente, porque se considera superior a un mundo ciego e insensible ante su Arte (y que, además, se atreve a ser feliz sin poseer su Valor)
La postura optimista vendría ejemplificada en las vanguardias clásicas. Se sostiene la idea de «progreso» del Valor. Los artistas «siembran» el Valor en el mundo, y éste germina, crece y llegará a florecer. Tienen, por tanto, confianza en una sociedad futura en la triunfará el Valor expresado en sus obras. Mondrian y Kandinsky son referencia obligada respecto de este optimismo. Esperan una sociedad futura en la que reine la Belleza, la Armonía y lo Espiritual.
Basura como lo abyecto
El disvalor podría ser una clasificación no peligrosa. Unas cosas podrían tener poco valor, o tener un valor negativo, y ya está. Unas poseen valor y otras disvalor. Pero la «basura» es peligrosa. Lo clasificado como inferior no se comporta como le corresponde, esto es, puede traspasar las fronteras de su clasificación y puede ser tenido como valioso. Y esto es lo que más temen artistas y críticos de arte (las elites del arte en general) Por eso convierten la basura en lo «abyecto», esto es, en lo rechazado, lo expulsado.
Si los ámbitos de la «limpieza» y la «basura» (el valor y el disvalor) estuvieran bien separados y diferenciados, no habría peligro y no haría falta eliminar la basura. Si todos los hombres se dirigieran al Valor y despreciaran el Disvalor, la existencia de éste no sería un problema. Pero los hombres toman el Arte limpio por Arte basura, y el Arte basura como Arte limpio. Éste es el peligro, y por eso hay que eliminar la basura, al menos para las elites.
Lo he expuesto en términos absolutos, y ello es incorrecto. Pero precisamente el lenguaje de la basura funciona así. El calificar «basura» a algo exige que aparezcan sentimientos y acciones de rechazo compartidos y ejecutados por toda la comunidad. Cuando un individuo califica de basura a una obra de arte, no expresa simplemente que para él solo esa obra es una basura, sino que supone que todos los demás coinciden con él en su juicio. Esto es así porque el calificativo «basura» conlleva la idea de que es indiscutible, apela a la pura obviedad. Contra la basura se instituye una especie de comunidad moral de guardianes del Valor (el decoro, la pureza, la belleza, &c.)
Pero, mientras se apele a una comunidad (en principio universal) frente a la basura, la Idea de basura no puede dejar de ser basura. No deja de ser basura si no se expone los criterios desde los que se clasifica y califica. Criterios que pertenecen a unos grupos frente a otros. Por ello, cuando se teme que el Arte basura llegue a ser Arte limpio o elevado, y de ahí su peligro, lo que se quiere evitar es que unos grupos de hombres no sigan los principios axiológicos de otros grupos de hombres. Y más en concreto, los artistas denuncian que la gente no siga sus dictados (estéticos, pero también sociales)
Así pues, la Idea de basura, por su propio uso, tiende a convertirse en Idea basura. Es ideología, si entendemos por esto la ocultación de ciertos procesos para favorecer a un grupo humano. La Idea de Basura funciona apelando a la obviedad de su calificación y a la unidad, por tanto, de todos los calificantes. Pero realmente lo que hace es poner en marcha una serie de criterios particulares (no individuales, sino de grupo) frente a otros criterios también particulares, defendidos por otros grupos.
Que la Idea de basura sea una Idea basura significa que es confusa y oscura. Y es oscura por la razón que hemos dicho, porque no se dan los parámetros desde los cuales se juzga tal cosa como basura. Pero también es confusa. El uso común del calificativo de «basura», con esa urgencia y obviedad, generalmente entiende que esa basura es absoluta (es el «mal radical») Pero hay que decir que la Idea de basura suele ser relativa al contexto. Lo que es negativo en ciertos contextos puede revalorizarse en otros. Del mismo modo que los excrementos se tornan valiosos como estiércol, el Hotel Glamour da pingües beneficios a su productora, lo mismo que las novelas basura de Javier Marías. La basura, por tanto, no suele ser una noción negativa absoluta, sino que es relativa por ser «reintegrable». Esta confusión se acentúa en el momento pragmático de la Idea de basura. Por ejemplo, si se entiende la basura como un disvalor absoluto, se pedirá la retirada de las obras de Arte basura. En cambio se puede admitir un cierto valor positivo (como opio del pueblo, por ejemplo), y entonces tan sólo pedir la retirada de esas obras de arte para un público determinado. O bien los estetas concedan que son buenas fuentes de dinero, y entonces se conformen con pedir la retirada de subvención pública a tales obras.
Llamemos «estetas» a la clase cualificada del Arte: artistas, críticos de Arte y consumidores de «Arte elevado» en general. Pues bien, lo que exaspera a estos estetas es que la Basura no genera en nosotros, con facilidad, sentimientos y acciones de rechazo. La gente acepta el Arte basura como si fuera Arte limpio o, en el mejor de los casos, aunque acepte un Arte limpio como superior a un Arte basura, sólo lo dice de boquilla y sigue consumiendo Arte basura. La indignación de los estetas es grande. El calificativo de «basura» (su calificativo) debiera darnos asco, indicar que estamos consternados, y no sólo de boquilla. Y esto por su pura obviedad.
Los estetas ven con auténtico pavor la eliminación de fronteras entre el Arte limpio y el Arte basura, el Arte elevado y el Arte bajo. Y ello debido a la facilidad con que hoy en día se publican libros, se graban discos, se distribuyen imágenes, &c. Todo ello multiplicado hasta lo insospechable gracias a este basurero que es Internet. Si antaño sólo se publicaba y editaba lo que se consideraba «elevado», dejando al Arte basura en su lugar periférico, hoy en día las grabaciones de las obras de Mozart se ven minusvaloradas (esto es, menos vendidas) frente a las grabaciones de pop, rock o bakalao. Antaño el Arte basura ocupaba el lugar que le correspondía, y por ello no presentaba peligro y no había urgencia de atacarlo. Hoy en día El Quijote guarda polvo en la estantería, mientras se leen los best-seller de Ken Follet o Pérez Reverte. Y en Internet cualquier majadero cuelga sus cuentos, sus poesías, sus imágenes arregladas con Photoshop, su música o cualquier otra secreción artística.
Uno de los criterios que los estetas emplean para distinguir el Arte basura del Arte limpio es el de «calidad técnica». Se dice que un concierto para piano de Mozart es superior técnicamente a cualquier grupo de pop. Pero esto es falso. El criterio principal tiene que ver con el mercado artístico, y el Arte basura será principalmente el Arte de masas. El concepto de «Arte basura» no puede ser un concepto técnico. En primer lugar porque el criterio de «calidad técnica» no está suficientemente especificado. Si Mozart es superior al grupo de rock por su variedad armónica, o por su uso de instrumentos de orquesta, esto no implica que sea superior en técnica. Porque el grupo de rock empleará ciertas técnicas (por ejemplo todas las proporcionadas por los equipos electrónicos modernos, como bases de ritmos, sintetizadores, sonidos digitalizados, &c.) que Mozart no pudo ni soñar emplear. Y el propio Mozart es inferior técnicamente a maestros medievales como Ockeghem, si por técnica entendemos «contrapunto». Elegir un tipo de técnica (el contrapunto, la instrumentación, el empleo de sonidos digitalizados, &c.) como la expresión de «calidad técnica» y del Arte elevado en general, es puramente arbitrario.
Además, ya las mismas vanguardias eliminaron la posibilidad de juzgar las obras de arte por medio de su «calidad técnica». Si antaño esa «calidad técnica» era requisito de las obras del Arte elevado - ya que con ello se realizaba la separación de una clase con buen gusto respecto de otra clase con mal gusto -, las vanguardias, que supieron ver la función social de los cánones artísticos, los destruyeron a fin de expresar su propia individualidad (más allá de los corsés de la Academia) o de expresar los arquetipos de belleza y armonía (que se manifestaban en formas muy sencillas) La mera «calidad técnica» dejó de servir para distinguir a la gente cultivada de la que no lo era. Los nuevos artes de masas, como la fotografía, hicieron inútiles todas las técnicas que los pintores habían adquirido en la Academia para poder representar el mundo con fidelidad, e incluso para poder disimular las propias pinceladas a fin de aparentar que la pintura no es realmente pintura. Las masas podían, sin excesiva dificultad, colgar sus fotografías en el salón con una calidad tan buena, o incluso mejor, que el retrato de una marquesa o una condesa.
El concepto de «Arte basura» no es, pues, un concepto técnico. Es más bien fruto de un sistema de valores de varios órdenes (no sólo estéticos, sino también políticos, morales, religiosos, &c.) Históricamente el concepto de «Arte basura» se ha asociado al Arte de masas, al Arte que se ha integrado en un mercado pletórico, y las consecuencias estéticas, políticas, morales, religiosas, etc que ello implica es lo que ha llevado a las vanguardias a juzgar ese arte como «basura».
Arte basura como Arte de masas
La vanguardia apareció enfrentándose al arte de masas. Para la vanguardia, por tanto, el arte basura es, sobre todo, el arte de masas. Arte de masas lo constituyen, simplemente, aquellas obras que pueden ser reproducidas fácilmente (de modo barato) sin diferencia entre copia y original, y con ello pueden ser consumidas por un gran número de personas. Las artes paradigmáticas de masas son la fotografía y el cine, y por supuesto también la literatura gracias al abaratamiento de sus costes. Con ello el arte entró en el mercado de consumo, se convirtió en un bien consumible. En el pasado las obras de arte no eran tanto objetos de consumo (aunque, ciertamente, se pagaban), sino más bien servían para marcar las diferencias a favor del Palacio y de la Iglesia. La música, la pintura, las obras de teatro, incluso la literatura, exponían, y a la vez realizaban, las diferencias entre clases. Con la llegada de la reproducción fácil y barata, esto es, del arte de masas, la función diferenciadora (otros dicen «ritual») se perdió, porque el Arte bajo (en forma de folletines, de revistas y operetas, de bailables, de películas del oeste, &c.) salió de su recinto y se apoderó del Arte elevado.
El arte pudo ser juzgado, por primera vez, por el número de electores y no por la calidad del público a que estaba destinado. Lo que exaspera a los estetas es que se valore más las novelas de Javier Marías que el Ulises de Joyce por el número de lectores. Esto tiene, por supuesto, una consecuencia práctica muy importante: las obras que no entren en el juego del mercado tendrán que malvivir de subvenciones.
Todo esto quiere decir que el arte de masas es un arte democrático. Para las vanguardias, por tanto, será el arte democrático lo que es basura. Por supuesto que no se trata de la democracia de unos hombres iguales y libres que encarnen todos los valores positivos pensables, sino la democracia de «consumidores responsables». Las vanguardias serían movimientos antidemocráticos no tanto porque vayan en contra de la igualdad de los hombres, sino en cuanto van en contra de la libertad de elección de los consumidores. Las vanguardias no son antidemocráticas porque defiendan la desigualdad de unas clases cualificadas frente a otras. Y no lo son porque las democracias (algunos añadirán el adjetivo de «reales») viven tranquilamente con (y de) la desigualdad. Según esto, no será la tolerancia el valor máximo de una democracia. Si la democracia fuera el «reino de los iguales», entonces todos tendríamos que tolerar la basura de los demás igual que toleran la nuestra. Esta postura es cercana a la postura metafísica de que «todo es bueno, positivo, limpio», puesto que la basura de los demás habrá de ser tolerada por proceder de alguien al menos tan positivo como yo. Pero, de hecho, en nuestras democracias los grupos no ven «lo positivo en los otros», sino que continuamente realizan juicios peyorativos con intención pragmática. Esto es, continuamente juzgan como basura a los demás. Por tanto unos grupos practicarán el desprecio, la indiferencia, si no la exclusión o aniquilación más agresiva, respecto a otros grupos.
Ciframos, por tanto, la democracia en la libertad, y en concreto en la libertad de elección (de bienes dentro de un mercado, sean estos tostadoras o presidentes de gobierno) Y son las vanguardias las que, precisamente, tratan de limitar esta libertad de elección en el consumo de las obras de arte. Quieren limitar ese consumo a unas pocas obras de arte que se consideran elevadas y limpias. En principio el consumo de estas obras puede extenderse a todos los individuos de una sociedad. Por eso las vanguardias son compatibles con la igualdad de los hombres. Pero destruirán el mercado de las obras de arte al reducir al mínimo la elección. El Estado, por medio del ministerio de Educación, todavía propone ciertas obras llamadas «clásicas» a fin de educar a sus ciudadanos en sus valores presuntamente positivos. Pero este esquema de imponer unos libros para leer, una música para escuchar, unos cuadros para ver, etc, ya no funciona en una sociedad democrática donde los ciudadanos pueden apagar sus radios y bajar música desde el inmenso basurero de Internet. El valor de las obras de arte en una democracia ya no vendrá impuesto «desde arriba» (como los criterios de calidad, autenticidad, profundidad), sino «desde abajo», según el número de elecciones de los consumidores.
Con todo, hay que anotar el fracaso de estas vanguardias en el intento de salir del mercado del Arte. Intentaron salir de este mercado negando la institución Museo (sustituto de las instituciones Palacio e Iglesia) donde se exponían sus obras para ser valoradas (y vendidas cuando eran galerías de arte) Pero todos sus intentos han fracasado porque las vanguardias no pueden existir sin este mercado: existir es ser vendido (y correlativamente, ser comprado)
Vanguardias y «neo-vanguardias»
Vamos a llamar «neovanguardias» a ciertos movimientos artísticos de última generación (tales como Body art, Necro art, performances con el cuerpo, &c.) que intentan cambiar de estrategia respecto al arte de masas después del fracaso de las vanguardias. Esta estrategia ha consistido, esencialmente, en rebajar la exquisitez del Arte a fin de luchar con el enemigo en su propia arena. Este tipo de arte, no hace falta decirlo, será considerado «basura» por los estetas más ortodoxos.
Se trata de un arte de «estado de excepción». Por tanto, es un arte efímero y pasajero, que ha dejado de lado el ideal artístico de convertirse en clásico, y pasar de este modo a generaciones futuras. La idea general es muy simple: si el arte de masas ha invadido las tierras del Gran Arte, éste responde infiltrándose a su vez en el territorio del arte de masas. El fin, señalémoslo, sigue siendo el mismo que en las vanguardias (la Vida poética, como valor supremo). Simplemente ha cambiado de estrategia. El Arte, como excepción, debe degradarse y ensuciarse si quiere tratar con la basura.
Esta estrategia la podemos entender como basura desvelada, si bien hay que hacer ciertos matices. En muchos casos no se trata propiamente de basura desvelada, sino de basura fabricada, porque se acude a ficciones fabricadas. Pero la distinción entre realidad y ficción no se consigue con los pares de Ideas ser/nada, objetivo/subjetivo, ya sea por separado ya sea conjuntamente (como cuando se equipara la subjetividad con la nada), puesto que estas dicotomías parecen olvidar que la ficción es ser y es objetiva (como en el caso de las ficciones jurídicas) Aún más, la ficción es una realidad, sobre todo si tenemos en cuenta que «cosa» está vinculada con «causa», y que las ficciones interactúan causalmente. Habría que decir, más bien, que la ficción es un tipo de realidad frente a otros tipos de realidad, y que ambos interactúan entre sí. Por ello muchas ficciones fabricadas desvelan realidades.
Pongamos un ejemplo. En la exposición Physical Self se exponían hombres dentro de cabinas. Estos hombres estaban desnudos, y como estaban todo el día (al menos el tiempo visitable) encerrados, también hacían sus excrementos allí mismo. Los expositores quisieron desvelar el cuerpo humano. El arte de masas es pródigo en enseñar cuerpos. Y no hace falta acudir al extremo de la pornografía. Los anuncios de moda (incluida la moda de ropa interior), de colonias o recientemente un anuncio de Lacoste, nos muestran cuerpos semi-desnudos. Pero son cuerpos perfectos, que no defecan, ni se rascan, ni tienen granos, &c. Por esta razón las neo-vanguardias vendrán a mostrar obsesivamente cuerpos desnudos, preferentemente deformes o, al menos, no perfectos. En esta exposición los cuerpos aparecían dentro de las cabinas. Con ello se tomaban formas basura de masas, imitando las cabinas o escaparates en que se muestran putas como mercancías, pero también los modelos que muestran su ropa como mercancía a través de sí mismos. De este modo las neo-vanguardias desvelan la realidad de los cuerpos humanos, que no siempre (más bien casi nunca) cumplen los cánones de belleza. El asco que produce el cuerpo, las funciones orgánicas que realiza... son cosas que la moda, y el arte de masas en general, oculta sistemáticamente.
Otro ejemplo sería la artista de performance que se hace llamar Orlan. Esta artista hace retransmitir sus operaciones de cirugía estética en las que intenta asimilarse a un icono femenino que ella misma ha creado por ordenador basándose en obras clásicas de pintura. De este modo, está en proceso de adquirir la barbilla de la Venus de Botticelli, la nariz de Diana, la frente de la Mona Lisa, la boca de Europa de Boucher, los ojos de Psiquis de Gerome.
La vanguardia clásica temía el impacto del Arte basura en la vida real. Las imágenes de sexo y violencia podrían llegar a hacer imposible el reino de la Vida poética. Pero las neo-vanguardias aceptan estas imágenes para convertirlas en armas arrojadizas al intentar hacer ver las «ideologías» que las mueven. Y esto es así porque aceptan que las imágenes de la Cultura basura han abrumado la vida real como un mercado pletórico. Las vanguardias han fracasado por competir en el mismo mercado que el arte de masas. Su éxito dependía de la posibilidad de salir de ese mercado, pero es su misma existencia la que depende de ese mercado. Por tanto, las neo-vanguardias han visto que la lucha con el arte de masas ha de jugarse dentro del mismo mercado, y para ello utilizan las mismas imágenes que circulan por el mercado. Pero, eso sí, con una intención desveladora que intenta ser desmitificadora.
Con ello podemos entender estas neo-vanguardias como una operación de barrer en sentido inverso, una especie de «barrer para dentro», mientras que las vanguardias procedían a «barrer para fuera». La creación del artista consiste ahora, más bien, en una operación de barrer para adentro la basura para así desvelarla. El Arte Povera, por ejemplo, hará sus obras con deshechos industriales para desvelar las consecuencias (negativas) de la industrialización. El principio que está a la base de todo esto es que el arte de masas es basura, sí, pero que no se desvela a sí misma. Más bien tiende a ocultar ciertos aspectos que no interesan. En cierto modo, el arte de masas será basura fabricada para el consumo de los electores, con toda la carga conspiracionista que esto conlleva.
Como hemos visto, aunque las estrategias de las vanguardias y de lo que hemos llamado «neo-vanguadias» sean distintas, los objetivos son los mismos. Éstos son evitar la degradación de la Vida gracias al Arte. La exposición Physical Self pretendía quitar importancia a la belleza exterior, a fin quizá de aceptarse a uno mismo como es, o bien para hacer un llamamiento a una presunta belleza interior. Una exposición de este tipo, con la obscenidad de sus cuerpos, podría perseguir perfectamente fines espiritualistas. El desengaño de la belleza exterior siempre ha entrañado una retirada del mundo y de sus vanidades. Las performances de Orlan parecen ser una crítica al icono de belleza femenina y ser un llamamiento a ser (y a hacerse) uno mismo, signifique esto lo que signifique. Y las obras de Arte povera parecen criticar las consecuencias de basura y contaminación (y su simbolismo espiritual) que conlleva la industrialización. Con todo, es cierto que estas manifestaciones artísticas se mantienen en un plano mucho más irónico que las vanguardias. Porque pueden muy bien entenderse como meros desvelamientos: de la fealdad de los cuerpos, del dominio de los cánones de belleza femeninos, de la contaminación generada por nuestra sociedad. Desvelamiento sin juicio condenatorio claro. Es el precio que las neo-vanguardias tienen que pagar en la lucha contra el arte de masas: se han tenido que convertir en cloaca o sumidero que recoge la basura para poder así desvelarla.
Sigue estando en pie si consiguen la destrucción de ese mercado pletórico o, más bien, viven de él. En cuanto intento de destrucción del mercado, podríamos calificar a las vanguardias (y a las neovanguardias) como Arte basura ellas mismas, dentro de criterios democráticos. Las neo-vanguardias ven el mercado como fuente de basura fabricada que oculta por interés ciertas realidades y así poder alimentar el propio mercado. Parecen proponer, reventando irónicamente las imágenes del arte en el mercado, modos de vida más auténticos que se salgan de las leyes del mercado. Estos modos de vida parecen apoyarse en una Vida (muchas veces interior) más auténtica y más limpia. Sin embargo no se ve, dentro de nuestras democracias, una alternativa sostenible en el Arte que no sea el mercado (de museos y galerías de arte).