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El Catoblepas, número 13, marzo 2003
  El Catoblepasnúmero 13 • marzo 2003 • página 4
Desde Ultima Thule

La táctica del entrometido

Fernando Flores Morador

Se discuten las estrategias que buscan la conquista de la iniciativa en la comunicación, tomando como ejemplo la relación entre Torrijos y Reagan, en relación con el 15 de febrero de 2003

Hace unos días, el 15 de febrero de 2003 y ante la guerra inminente, se producen en el mundo entero las manifestaciones populares pacifistas más importantes desde los tiempos de la guerra de Vietnam. Manifestación masiva de carácter espontáneo, apenas organizada por un frente político muy amplio. El denominador común entre hechos tan dispares es el del «imperialismo» norteamericano. La misma soberbia política de otrora, aflora una vez más. Por lo demás, Iraq no tiene mucho en común con Vietnam y jamás logrará conquistar las mismas simpatías.

Al igual que en aquellos tiempos, se invoca la seguridad internacional y la paz mundial para defender la lógica de la guerra. A pesar de que los políticos del establishment realizan su retórica de espalda a las grandes masas, una vez más se entrometen las multitudes silenciosas para comunicar lo que piensan. Permítasenos una reflexión acerca de las formas de este entremetimiento.

En 1976, durante las elecciones internas del partido Republicano de los EEUU, se enfrentan Ronald Reagan y Gerald Ford. El punto central de la plataforma de Reagan era el de rechazar las pretensiones nacionalistas que el gobierno de Panamá, personificado en la figura de Torrijos, levantaba sobre el futuro del Canal. Durante esas elecciones internas, Reagan actúa en términos muy duros, creando una ola de polarización en torno al tema dentro y fuera de su país. La situación de Torrijos no era fácil, en tanto no se trataba de la plataforma oficial de un gobierno, sino de la plataforma política de un partido en sus elecciones internas.

¿Que hacer?

La situación descrita, ejemplifica claramente a lo que hemos dado el nombre de paradigma histórico. A pesar de ser una situación extremadamente compleja, puede ser tratada como simple, si se la entiende como ejemplo ideal o modelo epistemológico. Este paradigma, consiste en dos partes que de alguna manera se hallan confrontadas. Este es el paradigma del periférico o paradigma del dialogo entre el poderoso y el débil o entre David y Goliat.

El paradigma se caracteriza por que las dos partes confrontadas –Reagan y Ford contra Torrijos o el caso actual, de EEUU contra Irak–. En el caso de Panamá, decimos que Torrijos llega tarde a una mesa de discusión en donde los papeles del drama fueron decididos con anterioridad en la política interna de EEUU. Torrijos es el último en entrar en la discusión, representando intereses nacionalistas. Los derechos norteamericanos sobre el canal fueron conseguidos en el siglo XIX, como consecuencia de la ola expansiva de la economía norteamericana en los años de la fiebre del oro en California. La apertura del canal de Panamá fue esperada y promovida por toda la comunidad internacional «civilizada», entre ellos los propios Marx y Engels{1}.

La situación es altamente pedagógica, en tanto muestra claramente los problemas con los que se enfrenta aquel que se lanza a cambiar el estado de las cosas, que otros han decidido sin su participación. En calidad de paradigma histórico, se trata de la iniciativa histórica o también, del acento histórico, es decir del ritmo del suceder de los hechos.

Bien aplicado, el paradigma permite la conquista de la iniciativa en la comunicación. En el caso arriba mencionado, Torrijos nos enseña como hacer. En un giro sorpresivo, decide entregar a Reagan una condecoración de honor, por sus servicios prestados a Panamá y a la cuestión del Canal. El mérito de Reagan visto con los ojos de Torrijos, radica en haber logrado la difusión del tema dentro y fuera de EEUU. Digamos brevemente que la condecoración de Reagan invierte las condiciones de la confrontación, contribuyendo decididamente al triunfo de Ford en las elecciones internas del partido Republicano –Ford perdería luego las elecciones nacionales con el demócrata Jimmy Carter–.

La técnica seguida por Torrijos fue la de encontrar la manera de entrometerse. En este caso sustituyendo a Ford en el debate, asumiendo para hacerlo «el punto de vista de su oponente (Reagan)», es decir a través de reconocer irónicamente algo «positivo» en el accionar del enemigo.

La solución al paradigma encontrada por Torrijos, nos muestra una variante a una situación más general, estudiada por primera vez por Marcel Mauss. Se trata de la ofrenda –obsequio, regalo– y de su lugar central en la vida social de los hombres de todas las épocas. El acto de entregar una condecoración supone el reconocimiento a una supuesta prestación anterior por parte de Reagan, con relación a la cual Panamá debe sentirse en deuda. La efectividad de las ofrendas como generadoras de iniciativa depende del hecho de que son actos supuestamente desinteresados, de los cuales no se espera ninguna ventaja. Se puede rechazar una ofrenda, pero el precio es el de la renuncia a la iniciativa. Las ofrendas pueden también, corriendo el mismo riesgo, ser ignoradas. Torrijos transforma la actitud agresiva de Reagan en una ofrenda inesperada que obligaba al reconocimiento. Por supuesto Reagan no se somete a este reconocimiento y termina perdiendo la incitativa y con ella las elecciones internas de su partido.

La técnica de invertir el ritmo de los acontecimientos de forma tal que este se adapte a los intereses propios, es conocida e intensamente practicada ya por las sociedades arcaicas. Paul Radin{2} nos cuenta que un joven winnebago se enamora de una chica perteneciente a un clan en el cual le estaba prohibido buscar esposa. Ninguna de las razones que sus padres y otras personas mayores le dan en contra de ese matrimonio, modifican la actitud del joven. Esta dispuesto a casarse con la chica, a pesar de las regulaciones del clan. Desesperado, el padre del joven lleva a cabo el siguiente plan. Entre los winnebago existe la costumbre que prohibe pedir agua a los miembros de cualquier otro clan, en la habitación del clan del Oso. La violación de esta regla esta considerada una imperdonable falta de buenos modales. En caso de que alguien llegara a pedir agua, ésta le sería negada, pero cualquier otra demanda le sería concedida. El padre del caso que nos ocupa comete deliberadamente la afrenta, y cuando al negársele el agua se le exhorta a formular otra solicitud, pide la mano de la hija del dueño de la casa, porque al hacerlo, los miembros del clan del Oso podrán ser elegidos como pareja para su hijo.

Este segundo ejemplo arroja un poco más de luz sobre el funcionamiento del paradigma histórico. La situación nos muestra como dos acciones prohibidas pueden anularse mutuamente. Este paradigma surge cuando alguien se decide a actuar en contra de las normas vigentes. El joven se niega a aceptar el derecho de la sociedad a decidir su vida privada y toma la iniciativa de manos de la sociedad. Esta acción consiste en realidad en un acto político, en tanto esta dirigida a la modificación de cierto estado de cosas. La sociedad en su momento también se ve obligada a actuar en términos políticos respondiendo a la desobediencia con la amenaza del castigo. El padre del joven comprende que la verdadera solución del problema no puede ser política sino histórica y ofrece su honor a cambio de la exoneración del hijo. La sociedad deberá conformarse con la humillación del padre como prueba que la acción del hijo no es una amenaza a la convivencia. Una serie de actos violentos ha sido neutralizada mediante una cierto grado de autoflagelación. El papel de «insurgente» asumido por el hijo, ha sido neutralizado, al asumir el padre, el papel de «ofrenda». El padre parecería decir: «La agresión de mi hijo, no está dirigida a la sociedad, sino a mi persona.»

El paradigma histórico es la unidad mínima del tiempo entendido como «tiempo histórico», es decir tiempo fundido en el accionar del hombre, distinto del tiempo cronológico, del tiempo geológico, del tiempo biológico, &c. El tiempo histórico debe ser especialmente distinguido del tiempo biológico, punto de partida de las diferencias entre historia y naturaleza. El paradigma histórico surge y desaparece después de un número finito de procesos comunicativos entre las personas, cuya cima es el consenso o coincidencia intersubjetiva. Enfrentado a las alternativas de un paradigma, el sujeto actúa de acuerdo a reglas que si bien están estructuralmente definidas, admiten un número abierto de combinaciones concretas. El sujeto del paradigma puede siempre encontrar soluciones nuevas, dentro de un mismo modelo formal. El sujeto no puede evitar participar en el paradigma, pero puede elegir entre tratar de tomar la iniciativa, o renunciar a hacerlo. El paradigma histórico condena al hombre a un dualismo eterno de creencia y escepticismo, consecuencia inmediata de la necesidad del hombre de actuar y discriminar en el mundo circundante. En tanto que el creer en lo que se representa favorece su accionar, la actitud escéptica favorece la pasividad y la contemplación. El tomar y retener la iniciativa es la regla de juego numero uno. Si la iniciativa no puede ser conseguida, el participante pasivo, es condenado a asumir como propios los puntos de vista del participante activo. El paradigma histórico no debe ser confundido con la confrontación política. La esfera de las acciones políticas produce cambios en el plano físico de la sociedad, mientras que la esfera de las acciones históricas, afecta exclusivamente el ritmo de estos acontecimientos.

El paradigma histórico puede reconocerse en la acción del 15 de febrero de 2003 a través de dos características fundamentales: por una parte el carácter original y sorpresivo de la acción y por la otra el carácter masivo de la misma, aspecto que trasunta la fuerza coagulante del consenso inconsciente y colectivo. Mientras el mercado político profesional da las espaldas a las grandes masas, privándolas de los mecanismos de acción política disponibles, éstas se hacen dueñas de la dialéctica de la comunicación, entrometiéndose.

Notas

{1} Revue der Neuen Rheinischen Zeitung, febrero de 1850. Véase Cuadernos de Marcha, número 14, junio 1968.

{2} «A young man fell in love with a girl belonging to a clan into which he was not permitted to marry. Nothing that his parents or the older people said seemed to have any influence upon him. Marry the girl he would in defiance of all clan regulations. In desperation the father resorted to the following very subtle plan. Among the Winnebago there exists a very curious and interesting custom which forbids a member of any other clan to ask for water in the lodge of a member of the bear clan. To do so is considered an unpardonable affront and an unforgivable breach of good manners. Should any one, however, presume to ask for water it is refused, but every other demand is granted. The father in this case deliberately committed this affront and when the water was refused and he was asked to make some other request, he asked for the hand of the daughter of the owner of this house, it so happening that members of the bear clan were eligible as mates for his son.» Paul Radin (1927), The Primitive Man as Philosopher, London, págs. 44-45.

 

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