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El Catoblepas
  El Catoblepasnúmero 8 • octubre 2002 • página 24
Libros

España no es diferente

Daniel Muñoz Crespo

Sobre el libro de Santiago González-Varas, España no es diferente,
prologado por Gustavo Bueno, Tecnos, Madrid 2002

Santiago González-Varas, España no es diferente Resulta sorprendente la escasa presencia mediática de este libro, ya pasados varios meses desde su edición, si tenemos en cuenta que a primera vista puede parecer un estudio «apologético» de la política europeísta que lleva a cabo el gobierno español actual.

Hagamos un recorrido a modo de recapitulación y comentario sobre este libro, que consideramos bien importante para el entendimiento del presente de España. Dedica Santiago González-Varas el capítulo primero de su obra al análisis de «La diferencia de España», a lo largo de seis epígrafes. Inicia su libro ofreciendo un repaso selectivo de la discusión sobre la idea de España en autores que se pueden considerar «indiscutibles» o «históricos»: Quevedo, Gracián, Feijoo, &c. Autores que se han planteado en alguna parte de sus obras el asunto ontológico, «¿Qué es España?». Santiago González-Varas va confrontando tesis variadas, a veces enfrentadas entre sí, y dotadas de una relevancia argumentativa suficiente. Relevancia que viene dada por el alto grado de difusión y de influencia real, que en cada uno de sus momentos cronológicos tuvieron dichas tesis.

A lo largo de su libro establece Santiago González-Varas la problemática de los nacionalismos que afectan a España confrontándolos con el modelo que opera en Alemania, referencia muchas veces en las argumentaciones ideológicas interesadas. A este propósito advierte la extrapolación que se habría hecho, en los años del genocidio, de asuntos artísticos o científicos a temas de índole más bien política, como, por ejemplo, el recurso pseudobiológico del III Reich a la superioridad de la raza aria. Así, afirma que:

«El quid, para entender el nacionalismo alemán, estaría en una extrapolación de conceptos de índole metapolítica a ámbitos esencialmente políticos tales como por ejemplo la propia acción de gobierno.» pág. 140
«...la traslación de lo metapolítico (p. ej., lo biológico o artístico) a los espacios políticos y jurídicos conduce a una huída de la realidad.» pág. 141
«En concreto, poco o nada tienen que ver con esta última [con la disciplina política] conceptos tales como los de pureza racial (la 'pureza racial' es un concepto propio de biólogos o veterinarios) o el famoso 'culto a la belleza' (más propio del mundo artístico), o la propia idea de 'totalitarismo' (ésta es, en el fondo, un sentimiento, un tema de poetas.).» pág. 141

Estas tesis, si se sacan del texto, podrían ser enfocadas en otros términos: la política sí debería hacerse cargo de los resultados de las ciencias. Se trata más bien del hecho de un uso indebido de las «verdades reales» que la Biología aporta en un «momento de su desarrollo». Así, no habría base biológica suficiente para afirmar «que unas razas humanas sean superiores a otras»: otra cosa es que algunos biólogos e ideólogos hayan invocado a la Biología para decir eso, pero esto ya es otra cuestión.

En el capítulo titulado «variantes intelectuales» Santiago González-Varas hace unas observaciones del uso corriente de las relaciones entre el «intelectual-artista» y la política activa, salpicadas con un gran sentido del humor, pues las apoya con lo que podrían pasar por fragmentos presocráticos

«...el artista debe eliminar de sí mismo cuidadosamente todas las cosas psíquicas que no pertenezcan al arte (...) todo artista que da a su arte un fin extraartístico es un infame, es además un degenerado en el peor de los sentidos que la palabra no tiene. La manera de que el artista colabore útilmente en la vida de la sociedad a la que pertenece es que no colabore. Así le ordenó la Naturaleza que hiciese cuando lo creó artista, y no político o comerciante (...).» pág. 155
«... el arte puede llegar a ser algo más que realidad...» pág. 142

Este modo de considerar el arte nos parece también algo indefinido --al igual que a Santiago González-Varas, que hace una dura crítica irónica-- pues el «Arte», «las artes», consideramos que habrían de dar lugar al capricho, la extravagancia o la irracionalidad, cuando no obedecen a las rigurosas reglas, leyes y preceptos que las hacen tan difíciles y selectivas. Nos vendrían dadas desde las épocas clásicas a través de lo que etic son las «obras de arte».

Es interesante en esta parte del libro la síntesis que hace de las relaciones «intelectual-artista/política activa» que se acaban de mencionar. Pero ahora, circunscritas a la sociedad norteamericana del siglo XX y divididas en etapas cronológicamente bien diferenciadas: una primera etapa, dada hacia los años treinta, en la que el intelectual-artista está comprometido en política desde posiciones izquierdistas; en la segunda (en la que llama la atención la exacta precisión temporal: 1935-1941) se da una «desmarxización de la inteligencia». Ahora el arte «debe permanecer independiente». La tercera y última etapa (cuya diferenciación de la segunda no nos parece que quede explicada lo suficiente) transcurre en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, y estaría caracterizada por la tendencia del intelectual-artista norteamericano a funcionar y avanzar orientándose hacia la propia «cultura norteamericana».

El capítulo sexto lleva por título «Literatura no es realidad». Breve pero también muy juicioso. Pues en él, hace una oportuna llamada a lo descabellado de muchas parrafadas dichas por literatos; que traen consigo infectado el virus, de llegar hasta nosotros avaladas por pertenecer a una obra de conjunto de alta calidad literaria: lo que les confiere autoridad y audiencia. Entre las siete que Santiago González-Varas escoge, destaca

«Afirma Baroja: 'los españoles hemos sido grandes en otra época amamantados por la guerra, el peligro y por la acción; hoy no lo somos; hay que atraer la guerra, el peligro, la acción, y llevarlos a la Cultura y a la vida moderna'.» págs. 136-137

Hace gala de un juicio recto, al denunciar la escasa capacidad política de nuestra nación para incorporar soluciones jurídicas concretas y eficaces, dadas en Estados europeos líderes:

«Durante las últimas décadas los investigadores hemos traído de Europa soluciones políticas y jurídicas de todo tipo. Nos hemos fijado hasta en aspectos ciertamente secundarios. Y sin embargo nadie parece fijarse en aquello que es más inmediato e importante, es decir la cohesión interna y la opinión general en contra de la existencia de regiones-nación con lenguas propias exclusivistas y culturas que se oponen al Estado.» pág. 132

Más adelante, en el capítulo octavo, explica algunas de estas Instituciones políticas a las que se refiere, dadas en Alemania, como son, los Centros gubernamentales para la Formación política:

«encargados de adoctrinar políticamente a los ciudadanos desde que toman su primer contacto con la escuela hasta que abandonan sus estudios, sin perjuicio de otras múltiples acciones de carácter general que se toman con este mismo propósito.», cuya finalidad primaria es, «difundir las instituciones democráticas, arraigar las estructuras políticas, definir el marco de opiniones legítimas (...) para prevenir o 'evitar riesgos' de cualquier procedencia, descartar toda opción (de cualquier índole) que pueda suponer una nueva pérdida de la noción de la realidad.» (página 147)

Otra Institución política que existe en Alemania, y no en España, para facilitar el gobierno cabal del Estado, según leemos en el ensayo, es el Servicio de Protección de la Constitución, el cual, dice Santiago González-Varas, puede traducirse en el CESID español aunque con una «configuración diferente». Ésta entidad está encargada de detectar, en la calle, cualquier posible trama terrorista o de perturbación del orden constitucional o democrático; así, cualquier ciudadano colaborador de la Institución, puede obtener valiosa información en el transcurso de su rutina diaria, informando y previniendo a la entidad de los peligros mencionados:

«La Ley reguladora del Servicio de Protección de la Constitución permite a éste controlar no sólo bandas terroristas sino también a cualquier partido político o ciudadano que sea sospechoso de perturbar el orden constitucional y democrático.» pág. 148

En el capítulo quinto, «El tema de España y los Géneros literarios», Santiago González-Varas hace gala una vez más de un refinado sentido del humor, al encabezarlo con una brillante cita de Valle-Inclán:

«No lograban mantener la pureza del caduco vínculo nacional los Ejércitos Nacionales, que con heroicas retiradas, al perder todas las guerras, hacían gloriosos todos los desastres.» pág. 127

Apuntando la facilidad que la literatura satírica tiene para instalarse en los idearios populares (este pasaje de Valle-Inclán se debería haber instalado en dichos idearios como una genial crítica a la pompa y circunstancia tan característica en algunos ideólogos de los nacionalismos). Señala, que «los objetos clásicos del género satírico (la Iglesia, p. ej.) no son ya hoy poderes reales (...)» [pág. 129], sino que «un ejemplo de poder real es actualmente el poder regional» (aunque esta tesis no se comprendería bien, si se tuviesen en cuenta los desastres demográficos y de miseria, que la Iglesia podría estar generando, al demonizar el uso de técnicas anticonceptivas eficaces, por parte de muchas parejas humanas, habitantes sobre todo en países del Tercer mundo).

La parte más importante del ensayo es la que trata de «el mito de la pluralidad lingüística». Santiago González-Varas le dedica una extensión considerablemente mayor que al resto de los capítulos. Aquí formula con palabras precisas la tesis central del libro:

«Es fácil comprender que el quid de la "España es diferente" está hoy en buena medida en el tema lingüístico. Entre nosotros está muy arraigado el dato de la diversidad lingüística como justificación del argumento de la existencia de regiones esencialmente diferentes entre sí. Pero veremos cómo dicha diversidad lingüística es lo normal en Europa y cómo dicha diversidad no lleva en Europa a un régimen de cooficialidad lingüística. De ahí que afirmemos que España no es diferente y, sin embargo, lo está siendo.» pág. 85

Donde hace un detallado análisis del estado actual de las lenguas en España, a escala jurídica, y aportando contundentes documentos de esa índole, acerca del estado del problema en Alemania e Italia. Por lo que respecta a España, detalla las pruebas jurídicas en torno a: la Administración local, la Justicia, la «selección de personal y exigencias lingüísticas», y también en torno a la enseñanza. Pone aquí de manifiesto la evidencia de la pluralidad lingüística en Estados europeos equiparables a España, como por ejemplo Alemania:

«Empezando por el Estado alemán puede decirse que prácticamente cada Comunidad Autónoma tiene al menos una lengua propia. Como en el caso español, estas lenguas no proceden tampoco en Alemania de la lengua oficial (...).» pág. 105
«Aun hoy cualquiera que hable bien alemán y español puede darse cuenta de que la diferencia entre el alemán y la mayor parte de los 'dialectos' alemanes es muy superior a aquella que pueda existir entre el 'castellano' y el gallego, el catalán o el valenciano. Por otra parte, quienes hablan 'dialecto' alemán no han tenido que aprenderlo, ni se les ha obligado a ello, ya que más bien lo han hablado desde siempre.» pág. 106 (subrayados nuestros)

Hay que insistir, que en estas páginas, Santiago González-Varas proporciona abundante documentación, imprescindible para quien quiera hacerse cargo del estado jurídico del problema. Nos vamos a limitar a subrayar una observación que el autor hace, acerca de la aplicación en España, de la Carta europea de las Lenguas regionales o minoritarias:

«...Sería planteable hasta qué punto la 'minoría' que necesita protección es la de los hablantes del catalán, o si esta 'minoría' digna de protección la representan más bien los castellanohablantes en Cataluña.» pág. 118

Un hecho que se podría tener en cuenta aquí, a la hora de argumentar en torno a la pluralidad de las lenguas regionales, es el hecho de la imposibilidad de traducir el español, en todo su matiz, a los lenguajes regionales normalizados.

Santiago González-Varas recurre mucho, en los capítulos medios y finales de su ensayo, a la idea de «realidad». Unas de las tesis centrales del libro es que la política, se ha de considerar como una actividad eminentemente real, frente a otras disciplinas que pueden no serlo, como el arte o la filosofía: la degeneración y corrupción de la política consiste, así pues, en un alejamiento de la realidad. Hecho que se da en los nacionalismos regionalistas secesionistas. En el capítulo que titula «El riesgo de la irrealidad. Una explicación del nacionalismo político», Santiago González-Varas vuelve a tomar como eje de sus argumentaciones el caso concreto del nacionalsocialismo alemán, si bien advierte que el lector, puede aplicar las explicaciones dadas al nacionalismo que le quede más cercano. Dice Santiago González-Varas en este capítulo

«Es importante tener en cuenta todo esto y evitar la confusión de niveles de realidad no equiparables entre sí: poéticos, filosóficos, periodísticos, políticos, etc.» pág. 139

Un argumento que Santiago González-Varas da para llevar adelante la tesis del título, es que, personajes como Hitler, así como también algunos otros, actuaban de un modo irracional, artístico e irreal. Modo que asumían ellos mismos: Hitler se tenía, más que por político, por artista.

Por lo que respecta al prólogo, hay una tesis interesante para destacar, que propone Gustavo Bueno. Según ella, la génesis de las nacionalidades fraccionarias soberanistas no puede entenderse como si se tratase de un proceso instantáneo, como una «toma de conciencia», por parte de los sujetos nacionalistas, de una realidad que llevaba dada mucho tiempo (una «elucidación» o «alumbramiento», que funcionaría a pleno rendimiento en los lavados de cerebro a que son sometidas ciertas juventudes). En cambio, la génesis y desarrollo de estos nacionalismos secesionistas, es un proceso dilatado en el tiempo (un mínimo de cuatro o cinco generaciones), complejo y determinado por la confluencia de tres tipos de componentes: A) la presencia de un componente nuclear nacionalista de índole étnica (que contiene una cultura o folclore, instituciones, tejido social, y sobre todo, una lengua); B) un componente contextual interno, determinado por el propio Estado en el que actúa ese núcleo (regiones, otros núcleos étnicos); C) componentes contextuales externos (inter-nacionales) constituidos por el conjunto de Estados que «envuelven» al Estado nacional en cuyo seno germinan los nacionalismos étnicos:

«Contando con estos tres tipos de componentes podríamos, ante todo, [explica Gustavo Bueno] clasificar las teorías posibles orientadas a explicar el 'fenómeno de los nacionalismos fraccionarios' en función del peso relativo que ellas den a cada uno de esos factores o componentes. Distinguiríamos, de este modo, tres tipos de teorías extremas ('monofactoriales'), a saber, las que consideran la necesidad de atenerse a un factor principal como motor del proceso (las ideologías, o teorías ideológicas, de los propios nacionalistas tenderán a poner, como germen de su nacionalismo secesionista, a su componente nuclear, considerándolo, desde luego, como término actual de una nacionalidad histórica cuya identidad habría estado eclipsada o sofocada por los intereses del Estado central; en cambio, las ideologías antinacionalistas más radicales tenderán a explicar el fenómeno de los nacionalismos por la acción de ciertas Potencias extranjeras, enemigas del Estado de referencia, y practicantes del método del 'divide y vencerás'). Habrá también tres tipos de 'teorías bifactoriales' (según que cuenten, como factores fundamentales, o bien a la interacción de AB, o la de BC, o a la de AC) y habrá, por último, un sólo tipo de teorías trifactoriales (que, sin embargo podrán ser diferenciadas según el 'peso relativo' que atribuyan, en cada caso, al 'juego' de los factores fundamentales).» págs. 24-25

Dado este interesante esquema para comprender los nacionalismos regionalistas españoles, Gustavo Bueno afirma la idoneidad de teorías de índole trifactorial para tratar dichos nacionalismos, ya que sí se adaptan a la casuística histórica-empírica de los nacionalismos realmente existentes, así como también a la de los proyectos de llevarlos adelante. Así, se puede distinguir el proceso de formación del nacionalismo soberanista vasco y el proceso de formación de los nacionalismos soberanistas catalán o gallego: en el nacionalismo vasco, por ejemplo, el factor contextual interno (peninsular) tiene más peso que en el catalán (en el que pesan más los componentes nucleares). Insistiendo en que, cada factor, por sí mismo, carece de todo poder causal efectivo: los tres factores funcionan en cada nacionalismo o proyecto de nacionalismo. Esto a pesar de que, desde posiciones nacionalistas-secesionistas, se tienda a plantear el debate en términos de un solo factor, sobre todo del nuclear: «identidad propia», raíces prehistóricas, genes especiales, &c.

Finalmente, llamar la atención acerca del peso conclusivo que Santiago González-Varas hace recaer sobre una distinción filosófica clásica, que expone como un modo dicotómico de actitud en el intelectual: la errada tendencia que éste tendría, de operar, más en las «formas», que en las «esencias». Una distinción filosófica prístina, clásica, muy oportuna para concluir el ensayo, dada ya en Platón, en Aristóteles, así como en la tradición escolástica que llega casi hasta nuestros días.

 

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