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El Catoblepas
  El Catoblepasnúmero 8 • octubre 2002 • página 22
Libros

La Comunidad Hispánica
según Julio Ycaza Tigerino

Felipe Giménez Pérez

A propósito del libro de Julio Ycaza Tigerino,
La cultura hispánica y la crisis de Occidente (1980)

Julio Ycaza Tigerino 1919-2001 Julio Ycaza Tigerino sostiene la necesidad histórica, política y axiológica de la constitución de lo que él denomina como «Comunidad Hispánica de Naciones», destinada a tener un gran peso en los asuntos mundiales. Esto está planteado desde una óptica idealista y espiritualista, concretamente católica. Por lo demás Julio Ycaza Tigerino (1919-2001) es conservador y tradicionalista, diríase fascista, amigo de PAC, Pablo Antonio Cuadra Cardenal (1912-2002). Integrados ambos en un movimiento ideológico fascista o tradicionalista panhispanoamericano de afirmación y exaltación política de la Hispanidad que surgió en Nicaragua en las primeras décadas del siglo XX. Contrariamente a lo que afirma Víctor Raúl Haya de la Torre, se habla aquí explícitamente y sin complejos de «Hispanoamérica». Lo curioso de aquí es la coincidencia en las conclusiones y en determinadas tesis sueltas con el profesor Gustavo Bueno, con lo que afirma en España frente a Europa. Un católico, espiritualista, idealista coincide en buena parte del análisis con un ateo, impío, católico, materialista como es Gustavo Bueno. Partiendo de premisas falsas se llega a conclusiones verdaderas y partiendo de premisas verdaderas se llega a conclusiones falsas y se coincide en la conclusión.

La primera tesis del libro es la que parte del hecho tan manido sobre todo por Oswald Spengler de la decadencia de Occidente. El Occidente, impío, laico, secularizado, dominado por la razón instrumental y el desencantamiento del mundo, ha llegado por eso, al nihilismo. El individualismo liberal, protestante, irracionalista ha acabado por mostrar y desplegar completamente sus potencialidades destructoras y nihilistas y ha mostrado por eso a la postre su fracaso histórico. El capitalistmo liberal, calvinista, protestante, ha jugado ya precisamente sus cartas, su baza y ello con las consecuencias desastrosas que están a la vista de todos y ahora es el turno de los países católicos hispánicos, el analogado principal del catolicismo. Es el turno de la Hispanidad. «El imperio Español, observa Gaos, es el antagonista de la Modernidad, y por eso los países de lengua española no comparten la crisis actual de Occidente como protagonistas de la Modernidad.»{1}

Así lo interesante para Tigerino es lo antimoderno de los pueblos hispánicos debido a su religión católica contrarreformista y antiprotestante. El Imperio Español, al incorporar a los pueblos bárbaros precolombinos a su propia esfera, al integrarlos produce, como observa Ortega y Gasset, «el hombre americano desde luego, deja de ser sin más el hombre español, y es desde los primeros años un modo nuevo del español. Los conquistadores mismos son ya los primeros americanos».{2}

La segunda tesis del libro de Tigerino afirma que ha llegado el momento histórico oportuno, el turno de la comunidad hispánica de naciones pues «es evidente que todas estas demandas y exigencias de la Historia actual sólo pueden ser satisfechas por la afirmación y proyección de los valores ínsitos del cristianismo original que dio alma y vida a la Cultura Occidental»,{3} «pero para que estos valores tengan fuerza fecundadora deben estar presentes y vivientes, de alguna forma, en una porción concreta de la Cristiandad histórica.»{4} Sólo los restos del Imperio Español reúnen estas propiedades: «Esta porción de la Cristiandad no es otra que la Comunidad de los pueblos hispánicos, tanto por su extensión euroamericana como por su tradicional vocación histórica de universalismo, de crisol étnico y de puente cultural, y también, evidentemente, por inserción en el árbol de la Cultura de Occidente, de cuya herencia participa por filiación directa.»{5} Tiene lugar así un radical rechazo del internacionalismo cosmopolita marxista. La solidaridad de clase no existe. La historia no es el resultado de la lucha de clases, sino la de los Estados, o la de las civilizaciones o culturas según Tigerino. «Resulta evidente, a la luz de los mismos hechos históricos que la solidaridad ideológica o de clase no es más fuerte que el sentimiento nacionalista. La conciencia histórica de nacionalidad está por encima de la conciencia de clase.»{6} «Es preciso, pues, concebir a la Humanidad, sociedad Universal, no como una Sociedad de Naciones, sino como una Sociedad de Culturas.»{7} Cree en el mito de la cultura Tigerino. Necesidad de la convivencia de las culturas. Se olvida de que las culturas están en una especie de lucha darwiniana por la existencia. Se anticipa así Tigerino a lo que formulará unos años después Samuel P. Huntington en El choque de civilizaciones. Los Estados se van a agrupar en bloques culturales y no ideológicos al desaparecer el socialismo real.

La tercera tesis de Tigerino afirma que ante la crisis de la Civilización Occidental, sólo queda como alternativa, recambio y solución la alternativa de la constitución de una Comunidad Hispánica de Naciones. Esta comunidad hispánica de naciones estará constituida bajo la égida del catolicismo. En eso consiste la palingenesia de la cultura occidental. Esto supone una vuelta al cristianismo. Los países católicos occidentales (Hispanoamérica) de espaldas al proceso de desencantamiento del mundo moderno técnico son los más adecuados para hegemonizar el proceso de reconstrucción de la Civilización Occidental. Se entraría así en un proceso histórico de superación del nacionalismo imperialista y agresivo al tender a la paz. Conclusión provisional: Se impone la necesidad de avanzar en el camino de la integración de nuestra Comunidad Hispánica de Naciones. En cierta manera, el fin de la historia, con relaciones entre las naciones, si no amistosas, sí al menos pacíficas sería gracias a lo hispánico. La constitución de un bloque político de naciones hispánicas libremente asociadas en un plano de igualdad supone el comienzo de una nueva era en la historia de la Humanidad gracias a los valores ínsitos en la Hispanidad. «Y ese organismo, pensamos, no puede ser otro que la Comunidad de pueblos unidos bajo el signo de la Cultura Hispánica».{8}

La guerra de independencia de la América española es una protesta contra la deshispanización del Imperio español durante el siglo XVIII. La independencia no fue contra lo español sino a favor de lo español. Fueron más españoles que los españoles de España por decirlo de alguna manera. Es la reivindicación del Imperio católico lo que mueve el proceso de independencia de la América española con respecto a España por haber traicionado esta última tales principios. «El carácter original de la guerra de independencia fue el de una rebelión de la América española contra la España antiespañola, en trance de europeización, de los Borbones, la rebelión de los criollos descendientes de los conquistadores con su arraigado espíritu feudal contra los gachupines o chapetones representantes del nuevo Estado Moderno, centralista y colonialista.»{9} Es una rebelión contra la modernidad protestante e individualista a decir de Tigerino. La independencia supuso una reafirmación de los valores hispánicos católicos, una reivindicación de lo español desde América en contra de una España que habría según esta tesis, traicionado lo español, su propia esencia.

El sueño político de una unidad entre Estados Iberoamericanos fue concebido ya por Simón Bolívar. Eso fracasó. Los EE.UU. y Gran Bretaña se cuidaron bien de evitarlo y de desactivar cuantas iniciativas surgieron. El imperialismo anglosajón frustró la unidad hispánica.

«El hispanoamericanismo de inspiración bolivariana que busca la integración de la Comunidad de nuestros pueblos quedó así marginado históricamente y sólo ha resurgido, de cuando en cuando, en el seno del Panamericanismo dominante como rebeldías ocasionales y como lucha permanente para estructurar instrumentos jurídicos contra el intervencionismo monroísta, tanto militar como político y económico en nuestras naciones. Sólo en las últimas décadas, después de la segunda guerra mundial, el sentimiento hispanoamericanista comienza a surgir de nuevo y a tomar cuerpo a través de un primer paso de integracionismo regional que puede llevarnos, por exigencias mismas de la Historia y de la crisis de Occidente, a la integración de la Gran Comunidad Hispánica de Naciones.»{10}

Recapitulemos: «España es precisamente la nación europea que se opone a la Modernidad antropocéntrica y racionalista, que lucha en todos los terrenos, político, militar y religioso, por mantener la unidad de la Cristiandad medieval. Por eso la empresa americana de España reviste, como hemos visto, el carácter medieval de una cruzada, de una gesta de caballería cristiana, y mantiene durante casi esos dos siglos la concepción jurídica y política del viejo Imperio romano-cristiano.»{11}

En cuarto lugar, Tigerino ve clara la conexión entre misioneros protestantes de EE.UU. e imperialismo de los EE.UU. «Durante mucho tiempo el imperialismo económico y la propaganda religiosa protestante en Hispanoamérica marcharon unidos y se complementaban y ayudaban».{12} La obra misionera protestante en Hispanoamérica estaba sincronizada con la penetración económica y política a decir de Tigerino. Se trata entonces de hacer aparecer ante los hispanoamericanos el protestantismo como algo desligado del imperialismo de los EE.UU. para así facilitar su rápida penetración. Por lo demás, señala Tigerino que en los EE.UU. tanto judíos como católicos o protestantes están imbuidos de los valores capitalistas del «american way of life». Entonces «comienza la Iglesia Católica norteamericana a hacerse presente con su influencia en Hispanoamérica, como portavoz también del «american way of life» ante nuestros pueblos.»{13}

Sin embargo, paradójicamente, súbitamente, Tigerino da un giro de 180º y propone aprender de los EE.UU. El Ideal norteamericano despojado de su imperialismo supone una nueva cristiandad. «Creemos... que existen entre las dos Américas, la hispana y la sajona, valores telúricos espirituales comunes y fundamentos geopolíticos de unidad, así como la posibilidad real de un intercambio de valores, influencias y experiencias vitales en los campos de la política, de la economía y de la cultura. Mucho tenemos que aprender de los norteamericanos y ellos de nosotros y hay ideales de libertad, de justicia e incluso de democracia que podemos y debemos compartir.»{14} Para reforzar y apoyar su posición, cita a Ramiro de Maeztu que ya en su tiempo predicó la concepción del «sentido reverencial del dinero». Una forma de introducir protestantismo en el catolicismo.

Finalmente, Tigerino se muestra optimista por la expansión numérica del español incluso en los EE.UU. Sigue insistiendo en que para salvar la civilización occidental se necesita una fuerza regeneradora que se halla en la Hispanidad. El camino de superación de la crisis espiritual de Occidente es el traslado a América del centro de esa civilización. En esta vinculación con Europa España es un elemento conector decisivo y fundamental. «La lengua nos une a España y nos separa de los Estados Unidos.»{15}

Así encontramos en Tigerino un proyecto político de unidad hispanoamericana, una Comunidad Hispánica de naciones unidas por la lengua y por el catolicismo y ello desde una perspectiva tradicionalista e idealista totalmente opuesta a la posición del profesor Gustavo Bueno de constituir una Comunidad Hispánica de Naciones desde el racionalismo católico y desde el materialismo. Esta reivindicación de la Comunidad Hispánica de Naciones en dos autores tan divergentes nos da que pensar acerca de la verdad de tal Comunidad Hispánica de Naciones. Como dice Bueno, el Imperio Católico desapareció pero sus elementos, las 22 naciones resultantes permanecen ahí esperando a que llegue su kairós, su momento oportuno histórico en el que puedan juntas ejercer una acción histórica efectiva.

Notas

{1} Julio Ycaza Tigerino, La cultura hispánica y la crisis de Occidente, Ministerio de Cultura, Secretaría General Técnica, Madrid 1980, pág. 27.

{2} Julio Ycaza Tigerino, Op. cit., pág. 32.

{3} Julio Ycaza Tigerino, Op. cit., pág. 33.

{4} Julio Ycaza Tigerino, Op. cit., pág. 33.

{5} Op. cit., pág. 33.

{6} Op. cit., págs. 37-38.

{7} Op. cit., pág. 38.

{8} Op. cit., pág. 40.

{9} Op. cit., pág. 46.

{10} Op. cit., pág. 78.

{11} Op. cit., pág. 79.

{12} Op. cit., pág. 164.

{13} Op. cit., pág. 168.

{14} Op. cit., pág. 170.

{15} Op. cit., pág. 175.

 

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