Nódulo materialistaSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas
  El Catoblepasnúmero 4 • junio 2002 • página 17
polémica

¿Por qué no cito a Bueno? indice de la polémica

Martín López Corredoira

Respuesta a Pelayo Pérez García

En el artículo «¿Materialismo o materialismo cuántico?» (El Catoblepas 3:11), Pelayo Pérez García dirige una crítica a mi artículo con David Pérez Chico en El Catoblepas 2:1. La base de la crítica es haberse atrevido a hablar de materialismo sin citar a Gustavo Bueno. Creo que ya se le ve el plumero a cada cual, pero por si acaso añado algunas notas que pueden ayudar a aclarar la cuestión.

Me parece estupendo que se haya creado una revista con el fin de entablar discusiones abiertas sobre diversos temas y en el que se puedan intercambiar puntos de vista civilizadamente. Yo no creo demasiado en el debate filosófico. Cada uno piensa como piensa, y las «razones» no son suficientes para convencer a nadie de una posición; sobre todo cuando, como es usual, cada cual parte del supuesto de tener la razón y de que su misión es convencer al otro. Sin embargo, me pareció atractiva la idea de la revista y decidí participar, motivado a hacerlo también por la cordial invitación de los organizadores de la revista y de un miembro de la Fundación Gustavo Bueno, que me comentó que se trataba de una nueva revista que estaban intentando poner en marcha.

Un artículo bien meditado no es algo que se improvise de repente, pero yo tenía en el cajón guardado un artículo sin publicar escrito hace 4 años con David Pérez Chico, el artículo «Sobre el libre albedrío...», y éste fue el que envié. Este artículo lo habíamos enviado a principios de 1998 a la revista El Basilisco, una revista de la Fundación Gustavo Bueno. Después de preguntar reiteradamente al editor qué pasaba con ese artículo, recibimos una respuesta un año más tarde, a principios de 1999, diciendo que el artículo no se publicaba. La misiva era tajante y sin detenerse a muchas explicaciones.

Simplemente decía en 3 o 4 líneas que el tema que yo trataba ya había sido discutido por Gustavo Bueno en el libro «El sentido de la vida» (Pentalfa, Oviedo 1996) y que deberíamos aprender de ese libro. A mí aquello me pareció indignante: un año para responder si se acepta un artículo o no, y al final se rechaza con la endeble excusa de que no me citas a mí y a los míos. ¡Qué vanidad tan descarada! Desde luego, yo conocía algún trabajo de Bueno, aunque no ése tan reciente. Me pareció bastante inapropiado que se rechazara un trabajo simplemente porque no se conoce un libro publicado dos años antes en la otra punta de España (yo de aquella vivía en Tenerife). El artículo no se volvió a enviar a ninguna otra revista y lo tuvimos guardado hasta ahora.

Por ello, me pareció idoneo, antes de dedicar más tiempo a escribir cosas para estas revistas, comprobar si la tónica editorial seguía siendo la misma. Envié el artículo que se aceptó sin rechistar y con un trabajo excelente de adaptacióndel texto a la página Web por parte de la editora María Santillana. Esto me pareció bastante positivo, no porque creyese que nuestro artículo no fuese criticable pero sí porque al menos no se me replica con que no leo autores de la casa. Me han convencido de que la revista El Catoblepas puede ser un buen lugar para publicar. Al texto sólo le hice alguna pequeña corrección. Había leído desde entonces varias obras de Gustavo Bueno, entre ellas El sentido de la vida, quizás la obra de Bueno con relación más directa con el tema de la libertad, y había tomado notas sobre ésta y otras obras de Bueno para mi tesis, con lo cual no me sería difícil añadir esta referencia u otras de Bueno al texto, un simple copiar + pegar en el ordenador. Entonces, como pregunta Pelayo Pérez García: ¿a que se debe este silencio, esta omisión? Las siguientes razones pueden tener que ver con la decisión:

1) Dado que la revista tiene asiduas colaboraciones de miembros de la Fundación, seguro que aparecerán muchos otros artículos de autores que conocen mucho mejor que yo la filosofía de Bueno. Cualquier intento mío de aportar algo sobre ello seguro que sería demasiado modesto al lado de las grandes autoridades en esa materia. De hecho, como se ve, no ha tardado en aparecer la réplica de Pelayo Pérez García, que dice mucho más sobre el asunto de lo que yo pudiera haber dicho.

Y por lo que puedo ver en el resto de los artículos de la revista, casi la mitad tienen que ver con el materialismo filosófico y las escrituras de Bueno.

2) Quería experimentar, quería ver cuál era la reacción al artículo. Tiene razón Pérez García de que tenía las referencias, pero no recuerdo que recoger esas referencias haya sido la causa de mi viaje a Oviedo. La causa de que fuera a Oviedo es que me invitaron amablemente a dar una charla. Se me dijo que estaban interesados en el trabajo que estaba realizando sobre filosofía y que querían «dialogar» conmigo sobre ello. Puede que no fuese así, puede que el interés de la fundación no fuese «escuchar» sino hablar ellos y tratar de captar a un adepto para una secta; esa idea también se me pasó por la cabeza cuando me ví de vuelta en casa con más de una docena de libros de Bueno y cia. Sin embargo, a pesar del pesimismo hobbessiano en mi modo de ver las relaciones humanas, quiero pensar que me invitaron a Oviedo para algo más que darme propaganda. Quiero pensar que también alguien escucha (a veces lo dudo cuando veo que Pelayo Pérez García dice que el tema del artículo es similar al de mi charla de Oviedo, cuando lo cierto es que no hablé allí sobre el tema del libre albedrío sino de física clásica y determinismo). Así pues, quería experimentar: quería saber hasta qué punto se puede hablar de algo sin alabar a Bueno en una revista aparentemente afín al materialismo filosófico. Pelayo Pérez García me ha dado la respuesta, no muy lejos de lo que yo me imaginaba. Tenía mis sospechas de que la revista había sido creada por y para la propaganda de Bueno y seguidores, y efectivamente he visto que así es, independientemente de que la asociación «Nodulo materialista» se considere independiente administrativamente. Con todo, mantengo mi interés por la revista porque al menos no se censura de buenas a primeras (a ver si es cierto, y no me censuran este mismo texto).

Puede que a alguien no le parezcan interesantes este tipo de experimentos, pero yo creo que sí lo son. Creo que se aprende más del mundo y de las personas (lo cual es una parte muy importante del "saber") de este modo que intentando entender el regressus/progressus o cosas por el estilo. Creo que a los lectores les puede resultar también muy instructivas estas observaciones sobre filosofía de la vida.

3) Citar a Bueno o no citar a Bueno es igual en lo que a mi punto de vista respecta. Es uno más de muchos filósofos que dan unas ciertas conjeturas sobre el mundo. No creo que sea una referencia esencial para hablar del libre albedrío, aunque creo que dice cosas muy razonables sobre el mismo: deniega la posibilidad del libre albedrío. Habla de otra libertad, sí, cosas de D. Gustavo, pero no creo que su personal interpretación sea algo ineludible. Podía en tres o cuatro líneas decir por qué su punto de vista no encaja con el mío, pero no creo que merezca la pena la disputa. El materialismo no es algo que inventara este señor, y su particular interpretación no es la más extendida fuera de los círculos asturianos. Creo que hay decenas de personajes históricos relevantes que tampoco he citado y que tienen aportaciones peculiares interesantes. Sin embargo, yo me intereso por una perspectiva general y no por las peculiaridades de una escuela. Dicho de otra forma: considero que mi materialismo puede ser algo obsoleto y tosco, no contempla los avances ultramodernos de la filosofía de los últimos tiempos, pero concuerda bastante bien con la tradición de los grandes símbolos del materialismo (por ejemplo, la tradición del materialismo francés del siglo XVIII). Nadie habla aquí de un «materialismo cuántico» ni demás filigranas; si acaso cito a algunos autores que mencionan la teoría cuántica para referirse al estado actual de los conocimientos científicos sobre la materia, pero no hay ninguna nueva propuesta de materialismo (aquellos que saltan con un indeterminismo que salva el libre albedrío ya no son materialistas sino dualistas). Además, en el texto «Sobre el libre albedrío:..» no se defiende ninguna posición concreta, sólo se citan ejemplos notorios de ideas en torno al tema del libre albedrío. De hecho, nuestro texto abunda más en la filosofía no relacionada con la ciencia que en la que sí lo está.

Si quiere mi opinión personal le diré que hablar hoy de lo que es la materia sin tener en cuenta lo que se conoce de mecánica cuántica es como hablar sobre el origen del hombre sin tener en cuenta la teoría de la evolución.

¿Acaso no es Bueno el más grande filósofo del materialismo actual? Bien, eso no lo voy a responder yo porque obviamente la superioridad de Bueno sobre la mía propia no hace apropiado que yo pueda juzgar su obra. Probablemente sea un gran filósofo (en mi opinión, me parece de lo más encomiable comparado con la media de los filósofos actuales), pero es muy pronto para saberlo. Dejemos que pase esa fiebre de los buenistas, dejemos que pasen 30 o 40 años desde su muerte, cuando los intereses creados se diluyan, y si para entonces es recordado como un gran pensador probablemente haya que pensar que es una lectura obligada. Para entonces quizás se pueda exigir leer y citar a Bueno, como quien exige leer a Kant si se quiere hablar del idealismo alemán.

Por lo demás no voy a hacer ninguna contracrítica detallada sobre los argumentos dados por Pelayo Pérez García. Pelayo juega en casa, rodeado y amparado por buenistas que seguramente le han dado cuerda e informado de mi relación con el grupo, porque yo no recuerdo que hayamos sido presentados ni recuerdo que él haya estado presente cuando me entregaron la mercancia. Alguien ha debido contárselo y puede que ese alguien sea quien le haya animado a escribir su crítica. Simplemente recordaré lo que decía Schiller a los científicos y filósofos de su época: «La enemistad reine entre vosotros, es demasiado pronto para un pacto.» Probablemente, aun transcurridos dos siglos desde los tiempos de Schiller, sea demasiado pronto para que la mayoría de los filósofos y científicos se entiendan. Se me dirá que el materialismo filosófico está al tanto de todo lo que a novedades científicas se refiere y que conoce mejor lo que es una ciencia que los propios científicos que trabajan en la misma (el cierre categorial). Vale, vale, todo lo que quieran, parece que hay un cierto coqueteo por parte de algunos filósofos con el mundo de las ciencias, pero cuando leo cosas como que «la biología molecular no se puede reducir a la microfísica del mundo cuántico» me da la impresión de que están hablando de la ciencia de otro planeta. Quizás sea yo el que está en otro planeta, y también el biólogo y premio nobel de medicina Jacques Monod cuando dice:

«Según estas escuelas (organicistas u holistas) que, como el fénix, renacen en cada generación, la actitud analítica, calificada de reduccionista, sería completamente estéril, como pretendiendo recoger pura y simplemente las propiedades de una organización muy compleja en la suma de sus partes. Es una querella estúpida, que atestigua solamente, en los holistas, un profundo desconocimiento del método científico y del papel esencial que en él juega el análisis.(...) Si hay un dominio de la biología molecular que ilustre más que otros la esterilidad de las tesis organicistas por oposición al poderío del método científico, es desde luego el estudio de esta cibernética microscópica» (El azar y la necesidad, 1970, cap. 4).

Lo que dice Monod sobre los holistas es aplicable a cualquier antirreduccionista (epistemologías y métodos de la ciencia aparte; ya sabemos que cada ciencia tiene sus métodos y no todo es cuestión de resolver la ecuación de Schrödinger para las funciones de onda; pero eso es una trivialidad que no merece la pena ni mencionarla). Y lo que dice Monod lo diría cualquier bioquímico con dos dedos de frente. Si creen que no, tráiganme algún investigador profesional de biología molecular que diga que los compuestos que forman la materia viva no son reducibles a conjuntos de moléculas en interacción (objetos de estudio de la química) y por ende a los objetos de estudio de la física, y empezamos a discutir. Mientras, me importa bien poco la «opinión» del mismo Bueno, como si lo dice el papa: cada cual reza para sí. No es que crea que la ciencia tenga la última palabra, pero todavía tiene más valor que una simple opinión o creencia, por aquello de que se contrasta con datos empíricos, y por ahora la formulación de la bioquímica en términos químicos, y la formulación de la química en términos físicos funciona. Se me dirá también: «¡Ah!, es que Monod malinterpreta su propia ciencia, y la gran mayoría de los biólogos también, y los físicos tampoco saben de lo que hablan...» Hay quien, a pesar de llamarse dialéctico, tiene un discurso bastante monologante. Entonces, habrá que darle la razón a Schiller, cada uno a defender sus cabezonerías: que los filósofos sigan tachando de ignorantes a los científicos, como tantas veces he oído en las facultades de filosofía (no entiendo, entonces, ese interés por las ciencias por parte de quienes consideran su sabiduría condenable); y que los científicos sigan considerando a los filósofos que hablan de la ciencia como un cero a la izquierda. No es mi caso, considero la filosofía algo muy serio e importante y por eso intento acercarme del mejor modo que sé a la misma, partiendo de mi formación como científico. Sin embargo, no hago más que encontrarme con autoproclamadas autoridades de la materia que dicen que para ser filósofo de verdad tengo que olvidarme de mis propias ideas y tengo que amoldarme a lo que ellos dicen: unos me dicen que debo seguir el materialismo filosófico, otros la tradición compatibilista y la filosofía analítica, otros que debo profundizar en el estudio histórico de la ciencia en una determinada época, otros que debo leer sus libros y los de sus amigos, que lo demás es basura; con cada filósofo que me encuentro, recibo distintas nociones de lo que es ser un verdadero filósofo. No hay mucha dialéctica en el mundo de la admininistración de la filosofía por lo que puedo observar, sólo escucho distintas versiones del mismo discurso: «no nos interesa lo que diga la ciencia salvo cuando confirme nuestros discursos; si quieres entablar alguna relación con la filosofía seria debes seguir nuestra línea.» Mi esperanza es poder hallar algún maestro con más nobles enseñanzas, pero por ahora no lo he encontrado, al menos entre los vivos.

«¡Ah, pero es que tú tampoco tienes por qué poseer la voz de la ciencia sino tus propias interpretaciones subjetivas», se me dirá. Puede ser. Como decía, tráiganme a un bioquímico que diga lo contrario que Monod al respecto y hablamos. Consejo: si se acerca a alguna facultad de biología para buscar a alguien, procure evitar términos como regressus/progressus o similares; si se va a hablar de resultados de la ciencia hay que hablar con el lenguaje de la ciencia y no inventarse nuevas palabras o traer a colación arcaísmos de uso poco común, por no decir privado, y con significado poco claro. Y el que no quiera vérselas con ellos que no hable de tales; creo que la filosofía tiene otras misiones más grandes que la de reinterpretar los resultados científicos.

¿Por qué no cito a Bueno? Quizás porque no me gusta que me digan a quien tengo que leer y a quien tengo que citar. No me gusta que me mangoneen. Parece paradójico que quien cree en la libertad y otros cuentos chinos (con perdón para los chinos y las milenarias sabidurias orientales alejadas de la tradición judeo-cristiana, pues éstas ni siquiera tienen en sus diccionarios palabras sin sentido como «libertad» en tanto libre albedrío) haya asimilado lo que le han contado en Oviedo, de donde parece no haber salido para darse cuenta de que hay más mundo, creyendo que allí le han vendido la piedra filosofal que resuelve todos los problemas (¿de verdad cree Pelayo que lo que no han conseguido los más grandes filósofos de todos los tiempos lo ha resuelto la formulación actual asturiana del materialismo filosófico?); y, sin embargo, otros ilusos, considerados a sí mismos fatalistas, soñamos con ser «librepensadores». Paradojas de la filosofía. Goethe decía: «ninguno es más esclavo sin esperanzas que aquél que erróneamente se cree libre».

Basilea (Suiza), 10 de Mayo de 2002

 

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