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← Quito 1985 · capítulo 6 · páginas 278-283 →

David Stoll · ¿Pescadores de hombres o fundadores de Imperio? El Instituto Lingüístico de Verano en América Latina

La Sierra Nevada

Otra guerra de los dioses se lleva a cabo en la Sierra Nevada de Santa Marta, un nudo montañoso que baja hacia El Caribe. Bajo asedio por siglos, los 15.000 Cogui, Arhuaco y Malayo se han retirado a valles remotos y alturas más inhóspitas. Ellos creen que, como la Sierra Nevada es el centro del universo, la interrupción de sus pagos rituales causará un desastre ecológico en todas partes. La violación de sitios sagrados por ladrones arqueológicos, promotores turísticos y montañistas (“¿Trepamos nosotros a los altares de sus catedrales?”) es hondamente sentida{107}. En la década del cuarenta, los Arhuaco organizaron una liga indígena para defender su tierra a través de canales legales; en los setenta, bloquearon a los caudillos locales con tanta habilidad que fue necesario el ejército para 'mantener el orden'. Los colonos desalojaron a los indígenas de sus tierras para cultivar la mejor marihuana de Colombia.

Los Cogui fueron tan reticentes a aceptar a una pareja del ILV que trataron de envenenar al primer informante, un hombre que rompió la ley del silencio del grupo a cambio de volar en un avión y conocer Bogotá. Eventualmente la medicina occidental le ganó al traductor una gorra y un manto Cogui como curandero. Pero después que los Stendal llevaron a jóvenes informantes a Lomalinda, y a uno a Estados Unidos, la negativa de estos jóvenes a mambear hojas de coca a su regreso perturbó a los padres. “No hacemos ningún intento de quitarles la coca”, me dijo Patricia Stendal. “Alfonso se da cuenta de que es una droga y no la usa; esto ha sido un gran estigma para él. Creemos que si el Señor les habla dejarán de usarla voluntariamente. Tratamos de convencer a los Cogui que no deben iniciar a los jóvenes en el uso de la coca por la fuerza, y hubo una gran conmoción por esto. [El estigma] recae sobre Valencia cada vez que regresa porque él es joven”.

Ya que tantas tradiciones indígenas giran en torno al consumo de coca, ha sido condenado hace tiempo por aquellos que atribuyen la miseria indígena a las costumbres indígenas{108}. El ILV ha encontrado amplias [279] razones para desaprobarla: Stendal creía que ocasionaba que los hombres descuidaran sus chacras y los hacía irascibles, dañando la vida familiar. La coca está también, como señaló otro miembro, asociada al simbolismo sexual. Es, en pocas palabras, pecaminosa.

“Respetamos su cultura”, explicó Stendal, “no queremos cambiarla ni a su distintividad como pueblo. Quisiéramos que tengan una elección. Su religión actual los ata a la coca, a estar pobres, enfermos, mal alimentados y desnutridos. La coca también los hace casarse muy temprano y con gente que no quieren. Las muchachas reciben un particularmente mal trato… Es un verdadero cautiverio, esta cultura y religión. Incluso desde un punto de vista antropológico, no podemos entender cómo alguien quisiera que ellos continuaran en esta miseria. Quisiéramos que conserven su cultura, salvo reemplazar sus espíritus con Dios, reemplazar la coca con el Espíritu Santo, y a los círculos de hombres que no hacen nada sino mambear coca y estar de mal genio con el calor de la fraternidad… Hemos hecho grandes avances en Mamarongo. Ahora están sembrando suficiente comida, les gusta escuchar historias de la Biblia y oír grabaciones… Tenemos fama en toda la tribu”{109}.

En febrero de 1975, líderes de los vecinos Arhuaco acusaron a los tres equipos del ILV en la Sierra Nevada de utilizar mercancías para imponer su religión, robar objetos sagrados de los lagos y esterilizar a mujeres{110}. Pocos años antes, según Wycliffe, indígenas Arhuaco habían pedido a su equipo que se fuera, una solicitud contestada con oración en lugar de cumplimiento{111}. Luego un congreso Arhuaco había demandado su salida, denunciando a los lingüistas como disfrazados misioneros protestantes que siembran discordia y desintegran la cultura{112}. “Se hacen amigos del indígena con regalos de radios y grabadoras”, los Arhuaco dijeron a Alternativa. “Después le pagan a varios, tres o cuatro pesos por hora, para que los informen sobre toda nuestra cultura y para que les sirvan de guías. También predican su religión y nosotros no la queremos porque es religión de dominio y quieren acabar con nuestra ciencia que tiene muchos siglos. En sus 'ratos libres' salen a ver todo lo que hay en la Sierra y preguntan por todo. Tienen aparatos de transmisión y telescopios y binóculos y [280] hacen mapas de todo. Preguntan por lo que piensa cada uno de los indígenas”{113}.

“Un extraño personaje se moviliza por las carreteras del Llano”, retrato así un colombiano a uno de los informantes de los Stendal en Lomalinda. “Su túnica y sus mantas ondulan alargándose en el aire por la velocidad que imprime a su motoneta. Las gafas oscuras y la forma de mascar chicle dirían que se trata de un turista gringo, de un excéntrico. Sólo que su piel es cobriza y revela su ancestro indígena. Se trata de un conejillo de laboratorio que los norteamericanos utilizan en el Instituto Lingüístico de Verano para su penetración a las comunidades indígenas. Es un 'informante'… [y] viene de los Estados Unidos. Allá aprendió las nuevas costumbres que trata de implantar en su comunidad…{114}.

El traductor al Malayo, Robert Hoppe, culpó de las acusaciones a la Unión de Misioneros Seglares (USEMI), un grupo católico organizado por Mons. Gerardo Valencia Cano. USEMI estaba tratando de forzar a los indígenas a rechazar a los de afuera, dijo Hoppe. Uno de sus propios informantes había confesado haber dado falso testimonio contra él: por ejemplo, que en el camino a Lomalinda, objetos sagrados que estaban en una caja habían clamado y tratado de escapar. Pero el hombre había sido recompensado por su testimonio y se defendió. '“El problema contigo es que eres blanco'”, dijo a Hoppe, '“que tú vas a ser una entrada para más blancos y que nosotros no queremos blancos en nuestras montañas'”.

El año anterior los Malayo le habían dicho a Stephen Corry de Survival International que Hoppe y su mujer eran “muy buenos”, aparentemente porque habían aprendido el idioma y administraban medicinas baratas. Incorporado al grupo como un mame o curandero, Hoppe dijo que su vida había sido amenazada por tratar de ayudar a los Malayo a proteger sus tierras contra los colonos. “Yo no he hecho esas cosas”, me dijo con cierta angustia. “Yo llevo ropa indígena, vivo en casas indígenas, llevo el pelo largo, trabajo en las chacras con ellos. Ellos tejen sombreros, yo tejo sombreros… Están tratando de decir que cultural y religioso es lo mismo, y eso es ridículo. Yo tengo que empezar por mi propio credo personal, mi convicción de que he encontrado una fe que puede ayudarme a superar ciertos problemas… Yo siento que tengo una relación con una persona, Jesucristo, una razón para vivir y una razón para morir… En las Escrituras Dios nos [281] dice que el hombre no es un ser finito, y que todo el mundo tiene el derecho de saber”{115}.

Las acusaciones contra los tres equipos del ILV vinieron pocos meses después de la formación del Consejo Arhuaco. La presión de una misión capuchina, políticos/terratenientes y colonos pobres ha faccionado al grupo en lo que Stephen Corry califica de “marionetas”, que promueven el turismo y son fachada para los caudillos; “tradicionalistas duros”; y “progresistas”, que aceptan valores Arhuaco y dirigen la lucha por la tierra. Los progresistas encontraron un aliado en la División de Asuntos Indígenas, que contrapesaba el poder de la misión capuchina y ayudó a organizar cooperativas. Las cooperativas amenazaron los intereses de la familia Castro, el principal poder político y terrateniente del área. Después que los Castro hicieron purgar a un par de funcionarios conscientes de Asuntos Indígenas, alegando que estaban incitando a los Arhuaco a la guerra de guerrillas, los progresistas y tradicionalistas Arhuaco organizaron su consejo. Subsecuentemente, católicos de USEMI y del Instituto de Antropología ayudaron a los Arhuaco a organizar escuelas bilingües, complementando la capacitación por parte de USEMI de promotores de salud.

Para 1976 el Instituto Lingüístico ya no funcionaba en la Sierra Nevada. Los Stendal se fueron para iniciar una labor independiente en los llanos orientales. Para cuando Robert Hoppe se recuperó del mal de Chagas, los Malayo se habían vuelto contra él. En cuanto a los traductores al Arhuaco, otros miembros creían que bien podrían no regresar nunca. Los Tracy habían enfrentado problema tras problema desde el comienzo, incluso el idioma mismo. Para fines de 1974, cuando el Consejo Arhuaco fue organizado, ellos sintieron que los responsables de sus problemas eran foráneos. Cuatro años después Hugh Tracy contó, a En Otras Palabras de Wycliffe, cómo él y su esposa habían regresado a Sabanas del Jordán después de una ausencia de dos años. Era difícil encontrar ayuda para el idioma. Todo el mundo parecía volverles la espalda.

“Nos vimos forzados a concluir que no éramos realmente aceptados por los líderes religiosos, los líderes políticos o la comunidad [Arhuaco]… Nos sentíamos bajo fuerte presión porque no había respuestas simples y fáciles. Todo lo que podíamos hacer era pedir al Señor que nos mostrara los pasos prácticos necesarios: ¿involucrar a los nacionales? ¿alfabetización? ¿medidas para aprender el idioma? ¿o qué? [282]

“Estoy seguro de que la causa básica de todos esos problemas era, y es, un intenso conflicto espiritual. Los poderes de las tinieblas están decididos a no dejar que Dios y su obra ganen una entrada en los corazones del pueblo [Arhuaco].

“Bajo estas tensiones nos hemos sentido quebrados ante el Señor y hemos hecho un compromiso personal con El tan hondo como sabemos… El nos ha llevado a agradecerle por nuestra situación…

“Reconocemos que El es más poderoso que nuestras desalentadoras circunstancias y que El puede llenarnos con fuerza espiritual interior; darnos dirección clara; quebrar los reductos del enemigo; y recibir alabanza, honor y gloria del pueblo [Arhuaco]. 'Aunque llevamos una vida material normal, la batalla que estamos librando es a nivel espiritual. Las armas mismas que nosotros usamos no son las de la guerra material pero sí poderosas en la guerra de Dios por la destrucción del reducto enemigo' (II Cor. 103-4)”{116}.

Algunos traductores, al parecer, estaban empezando a darse cuenta de que los 'agitadores de afuera' no eran siquiera la mitad del problema. Mientras en 1974 Hugh Tracy culpaba a los foráneos, cuatro años más tarde ya no lo hacía. No estando sobrecargados por la misión de fe y contratos gubernamentales, los rivales estaban empezando a ofrecer a los indígenas términos más atractivos. Pero Wycliffe sólo podía pensar en rezos en una mano y mejor técnica en la otra: “pasos prácticos”, el desesperado “involucrar a los nacionales? ¿alfabetización? ¿medidas para aprender el idioma? ¿o qué?” El respeto por otras tradiciones religiosas estaba fuera de discusión.

Sin embargo, el Instituto Lingüístico no estaba acabado en la Sierra Nevada. En medio de las confrontaciones entre Arhuaco y colonos, y las amenazas a la vida del personal del Instituto de Antropología, el gobernador del departamento, Pepe Castro, acusó a los antropólogos y a USEMI (que ha recibido fondos de la Fundación Interamericana del gobierno estadounidense) de ser comunistas{117}. En la medida en que las Fuerzas Armadas militarizaron la zona, los Arhuaco decidieron cerrar las siete escuelas bilingües bajo su control. Pronto informaron los Tracy de una receptividad entre éstos, una que tenía que ver con leer y escribir en su propio idioma. Aunque los Hoppe enfrentaban ahora una severa amenaza de los [283] Malayo por pasar información –la muerte– ellos estaban volviendo a acercarse al grupo. Un nuevo equipo Cogui estaba tan abrumado por demandas de atención médica que ya no había tiempo para estudiar el idioma.

Notas

{107} Esta sección debe mucho a Stephen Corry (1976:29-35).

{108} Antonil 1978:23-6.

{109} Entrevista del autor, San Martín, Meta, 3 de octubre 1975.

{110} p. 8 Unidad Indígena abril 1975.

{111} Translation marzo/abril 1973.

{112} p. 2 y suplemento, Unidad Indígena enero 1975.

{113} p. 6 Alternativa 14 de julio 1975.

{114} p. 954 Anales del Congreso 15 de Octubre 1975

{115} Entrevista del autor, Lomalinda, 1 de octubre 1975.

{116} p. 5 In Other Words febrero 1979.

{117} p. 22 Annual Report 1980, Inter-American Foundation (Rosslyn, Virginia).

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