David Stoll · ¿Pescadores de hombres o fundadores de Imperio? El Instituto Lingüístico de Verano en América Latina
Mr. Townsend va a Washington
Durante la crisis del petróleo, Guillermo Townsend reunió a Lázaro Cárdenas con amigos del sur de California para un picnic de Buenos Vecinos. Alberto Rembao llamó a la labor del fundador “la lingüística como un vínculo interamericano”{66}. Al identificar su instituto lingüístico con las causas de nacionalistas mexicanos, Townsend ganó una reputación envidiable. Pero incluso antes de la Segunda Guerra Mundial, las visiones de Townsend estaban dando la vuelta al mundo. El Campamento Wycliffe entrenaría traductores para un millar de tribus sin Biblia. Desde México sus misioneros llevarían la Buena Nueva a los lugares más remotos de la tierra. En la medida en que las alianzas militares norteamericanas se extendieron alrededor del mundo, Wycliffe aprendió a confundir el cristianismo con un dominio norteamericano en expansión, y los obstáculos a la expansión norteamericana con amenazas al Reino de Cristo.
“Su tarea de oración por nosotros”, instruyó Traducción, el nuevo boletín de Wycliffe a los sostenedores estadounidenses en 1944, “debe ser debilitar al enemigo, posibilitándonos a nosotros tomar sus posiciones largamente preparadas y bien fortificadas… [Como fuego de artillería] sus rezos por nosotros deben ser tan fervientes, tan concentrados y [126] constantes que el enemigo sea dinamitado de las posiciones que estamos preparándonos a tomar: en todas las tribus de México, en el continente sudamericano y más allá”. Al tiempo que Wycliffe encargaba oraciones para los próximos avances, dirigió la mira hacia quince millones de indígenas tribales en China occidental. En el Tibet “los problemas particulares que hay que enfrentar son: vivir en las mayores altitudes habitables de la tierra, combatir el budismo, contactar a pueblos nómadas”. Las montañas de la Indochina francesa albergaban un millón y medio de aborígenes: “el mensaje de los dos únicos misioneros entre ellos es: 'el vasto imperio tribal de esta enorme tierra del interior permanece intocado'”. “LA VICTORIA DEBERÁ ENCONTRAR A LAS FUERZAS MISIONERAS LISTAS PARA EL AVANCE FINAL”, alertó Townsend a los sostenedores. “… REGIONES ANTERIORMENTE INACCESIBLES ESTARÁN A NUESTRAS PUERTAS. AHORA ES EL MOMENTO DE ENTRENAR PIONEROS”.
Algunas de estas metas eran por el momento retóricas, pero existen varias indicaciones de preparativos para entrar a la Unión Soviética. Tal vez fuera ésta la idea de Alberto Rembao de un logro extraordinario, una amistad entre Townsend y José Stalin que hiciera parecer el drama de Cárdenas como una función de ensayo. En 1944 Traducción pidió a los “jóvenes cristianos rusos de Estados Unidos y Canadá” asistir al Campamento Wycliffe” para asumir el desafío de estos veintisiete millones de personas del Asia soviética”. Townsend mencionó preparativos “para [ir a] Siberia” al mismo tiempo que comenzaba en Sudamérica. Si los funcionarios soviéticos veían que los traductores eran lingüistas capaces, podrían ser invitados… al país{67}.
Para consolidar las invitaciones al Perú y a México, Townsend buscó la ayuda de los embajadores norteamericanos. Josephus Daniels y el cabildeo por Cárdenas llamaron la atención del Departamento de Estado en Washington sobre Townsend. La razón de anticipar un avance a Siberia era la existencia de la alianza soviética-norteamericana durante la Segunda Guerra Mundial. Aquí y en otros lugares, la fortuna del ILV no sólo giraba alrededor de las relaciones entre un gobierno extranjero y el suyo: en la medida en que la traducción Bíblica vino a parecerse a una operación paramilitar, ningún gobierno la toleraría sin mantener estrechos vínculos con Washington, todo lo cual plantea la interrogante de cuáles han sido las relaciones del ILV con el gobierno norteamericano. La información disponible podía estar bastante incompleta ya que, mientras Townsend buscaba medios para llevar su instituto lingüístico a tierras lejanas, el gobierno [127] estadounidense organizaba un arma de espionaje permanente para el exterior. La llamada Oficina de Servicios Estratégicos durante la Segunda Guerra Mundial, fue estatuida como la Agencia Central de Inteligencia en 1947 y haría uso extensivo de misioneros. Pero aunque el Instituto Lingüístico ha sacado provecho del poder norteamericano, podría también haber tratado de mantenerse alejado de las actividades clandestinas por una razón de fuerza: el miedo.
A cambio de respaldo político, y a nivel del Departamento de Estado y de la Casa Blanca, Townsend ofreció servir a la política exterior de los Estados Unidos al promover la amistad interamericana, difundir el alfabetismo y combatir el comunismo. Sus propuestas tomaron la forma de grandes esquemas que, mientras aparentemente nada tenían que ver con la religión evangélica, tenían el real propósito de ganar influencia diplomática para Wycliffe. Una propuesta de este tipo data de septiembre de 1950. cuando el fundador visitó al chargé d'affaires de la embajada norteamericana en Lima. Según el memorandum de Williard Barber, Townsend propuso “una brigada interamericana de voluntarios” para las “operaciones militares en Corea”. Doce años antes, y para demostrar su preocupación durante la crisis mexicana del petróleo, Townsend había organizado una Brigada Interamericana conformada por media docena de alumnos del Campamento Wycliffe{68}. Ahora, por lo menos un centenar de voluntarios serían reclutados en cada capital latinoamericana. Después de un entrenamiento en Estados Unidos, serían enviados a Corea, con la “meta oficial… de mostrar al mundo que los pueblos de América Latina quieren tomar parte en la lucha contra el imperialismo comunista”{69}.
En 1956, Townsend comenzó a recurrir al Departamento de Estado y la Casa Blanca para apoyo ceremonial en un esquema de recaudación de fondos y publicidad, la Flota Interamericana de Amistad. Dado que la Flota de Amistad ilustra el consenso entre gobiernos e inversores, que ha protegido al ILV de sus enemigos, consideremos las implicaciones ideológicas de un esquema para financiar la infraestructura logística del grupo.
Menos de una década después de iniciar el Servicio Selvático de Aviación y Radio (SSAR) en el Perú, Townsend había disgustado a algunos de los empresarios fundamentalistas que financiaron las primeras avionetas. Para expandir SSAR, convenció a su directorio de aceptar una forma no [128] ortodoxa de recaudar fondos de fe que él ya había usado en el Perú: solicitudes a fuentes no evangélicas, específicamente a “empresas comerciales y posiblemente a fundaciones”{70}.
Comités locales de hombres de negocios, sus esposas y los alcaldes recaudaron el dinero apelando a la religión cívica y a la amistad interamericana, en lugar de la salvación de los que se hallan perdidos. Las avionetas eran bautizadas con el nombre de las localidades donde se había recaudado el dinero, no según las empresas que ocasionalmente contribuían una parte: así la “Amistad de Miami” que la Corporación Celanese ayudó a adquirir para Colombia en 1965, donde diez años más tarde una subsidiaria estaba negándose a pagar a una comunidad indígena por recompensas determinadas por el gobierno debido a daños de polución, alegando que el dinero sería usado para armar a guerrilleros{71}. Al persuadir a funcionarios norteamericanos de participar en las muchas ceremonias de inauguración, Townsend mostraba a los gobiernos extranjeros que el ILV tenía el respaldo del gobierno estadounidense y que era una organización de amplia base no sectaria. En el caso de la “Amistad de Miami”, la Casa Blanca declinó el pedido de Townsend de enviar un mensaje al Presidente Valencia de Colombia: el Departamento de Estado había aconsejado no hacerlo, ya que las actividades misioneras del ILV desagradaban al clero católico{72}.
El financiamiento de aviones se convirtió en una excusa para montar espectáculos diplomáticos que, idealmente, procedieron de las ciudades donantes a Washington, y de ahí a la capital del país anfitrión, ritualizando el vínculo del ILV con los dos gobiernos, la empresa privada y otras causas por el estilo. Los 30,000 dólares para el 'Espíritu de Kansas City', enviado al Ecuador en 1958, provenía de un filántropo anónimo de Nueva York y del Comité Femenino de Kansas City para las Relaciones y Comercio Internacionales. Como otros auspiciadores de la Flota de Amistad, el Comité Femenino esperaba fomentar el comercio con los países anfitriones del ILV. El vicepresidente Nixon declinó una invitación, pero las ceremonias contaron con el ex presidente Harry Truman; el embajador ecuatoriano en Estados Unidos, José Chiriboga; y el ex presidente del Ecuador Galo Plaza. 'La amistad es nuestra mejor defensa” era el lema de [129] Townsend. El Embajador Chiriboga señaló que América Latina tenía la buena suerte de poseer el setenta por ciento de los productos considerados esenciales para la seguridad nacional de los Estados Unidos y que Rusia y sus satélites estaban esforzándose por ganar a las masas pobres e ignorantes de la región. La avioneta era parte de una ofensiva de paz que salvaría a América Latina para la democracia. Galo Plaza llamó al aeroplano una forma de poner en práctica el programa de Cuatro Puntos de Truman desde el sector privado, un método para combatir la agresión comunista de doctrina y propaganda{73}.
La Alianza para el Progreso de John Kennedy parecía una oportunidad diplomática particularmente fértil. A principios de octubre de 1961, Townsend y su Coordinador Interamericano, Robert Schneider, discutieron la “solidaridad hemisférica” con el Sub-Secretario de Estado para Asuntos Interamericanos, Robert Woodward. No habiendo podido recapturar la Cuba castrista algunos meses antes, Estados Unidos estaba haciendo todo lo posible por solidificar el hemisferio contra nuevos reveses. Dado que la oficina del ILV en Washington fue establecida sólo algunos años después, Schneider trabajaba desde Filadelfia. La semana siguiente, éste envió al Sub-Secretario una propuesta “para asegurar la buena disposición de los pueblos de Latinoamérica al tiempo de ayudarlos culturalmente. Estos grupos, que a menudo viven en áreas aisladas, son blancos favoritos del comunismo. Este proyecto, entonces, desalentaría al comunismo al preparar a la gente para leer y escribir y al proveerlos de literatura del mundo libre”. Para promover el esfuerzo, Jaqueline Kennedy podría presidir un comité de primeras damas de todo el hemisferio. El ILV estaría encantado de proporcionar consultores.
Vale la pena señalar dos coincidencias. En primer lugar, ese mismo mes Townsend abrió la puerta de Colombia, tras una década de fracaso y de manera milagrosa, como será descrito en el Capítulo VI. En segundo lugar, Schneider esperaba presentar el plan a Arthur Schlesinger, Jr. en la Casa Blanca, “mediante la cortesía de un amigo mutuo, el Coronel William R. Kintner”{74}. Ese mismo año, el Coronel Kintner dejó su cargo como jefe de planificación a largo plazo en el Estado Mayor del Ejército Estadounidense. De 1950 a 1952 había sido un funcionario clave de la Oficina de [130] Coordinación de Políticas de la CIA, el brazo de la acción encubierta o 'trucos sucios'; como especialista en planificación de actividades paramilitares. De ahí pasó a la junta de planificación del Consejo Nacional de Seguridad, luego a la Casa Blanca de Eisenhower como consejero de Nelson Rockefeller sobre operaciones de la Guerra Fría, y después al Estado Mayor del Ejército de 1959 a 1961. El frente está en todas partes (1950), uno de los libros de Kintner sobre la Guerra Fría, se convirtió en lectura obligatoria en su sección de la CIA{75}. En La nueva frontera de la guerra: lucha política presente y futuro (1962), Kintner argumenta que las organizaciones privadas norteamericanas, incluyendo las misiones religiosas, deberían ser alistadas para la causa{76}.
Contactado veinte años después, Kintner recordó haber discutido sobre el ILV con Arthur Schlesinger, Jr., pero no el resultado o su particular interés en el ILV. Cualquiera fuera ese interés, tarde o temprano se les tenía que ocurrir a los planificadores militares que los traductores de la Biblia podrían resolver una deficiencia crónica en la preparación para la guerra psicológica. Esta requería especialistas en idiomas y costumbres locales, especialistas que eran francamente raros en sociedades indígenas maduras para la subversión, y he aquí un instituto lingüístico que no sólo trataba de cultivar clientelas evangélicas y anticomunistas: tenía aviones, radios, contratos con gobiernos extranjeros y dos mil lenguas por delante.
La CIA se había acercado a su jerarquía misional “en muchas ocasiones” durante los cursos de verano, explicó el representante del ILV en Washington en 1976, pero ésta siempre se negó a cooperar{77}. Clarence Church se refirió a acusaciones contrarias a esto como “probablemente uno de los trucos más astutos que hayan salido del sombrero del Maligno en los últimos años”{78}. La razón por la cual el Instituto Lingüístico pudiera haberse negado a colaborar con la CIA, o haber aprendido a rehusar a través de la dura experiencia, o por lo menos haber tratado de hacerlo, es ilustrada por las consultas entre un funcionario del ILV y la embajada de [131] Estados Unidos en Bogotá en febrero de 1979, dos años antes del secuestro de Chester Bitterman. Por algún tiempo, el contrato del ILV con el gobierno colombiano parecía colgando de un hilo. Apenas unos meses antes, tres ministros del gabinete habían dado por segura prematuramente la expulsión del ILV. Como si esto no fuera suficiente, los traductores de la Biblia se encontraron en medio de plantaciones ilegales de marihuana. Los guardias amenazaban su bienestar físico. Peor aún, después de una limpieza anti-guerrillera por el ejército, nueve hombres asaltaron a dos misioneras del ILV y las obligaron a dejar su puesto entre los Coreguaje bajo amenaza de muerte. Los llanos orientales de Colombia estaban tan infestados de “bandidos, marihuaneros y guerrilleros” que hasta la base de Lornalinda podía resultar insegura.
“Si se quedan donde están y en silencio”, informó el Cónsul Irving Kanter, “se exponen a las consecuencias de ser extranjeros en un ambiente hostil y sin ley, sin una adecuada protección policial; desprotegidos. Si informan a las autoridades colombianas lo que saben, podrían ser objeto de represalias. Si informan a los funcionarios estadounidenses (por no confiar en las autoridades colombianas), podían exponerse a ser acusados de ser agentes norteamericanos –puestos por sus enemigos políticos. Si no hacen nada, con cualquier acontecimiento contrario a los intereses criminales, el ILV arriesga todavía su cabeza”. Los traductores de la Biblia estaban por eso tratando de ocuparse de sus propios asuntos: el funcionario del ILV “declaró que hasta ahora la política del Instituto era no ofrecer información a las autoridades colombianas en relación a actividades ilegales (sean revolucionarias o de narcotráfico) en el área de sus operaciones”.
El Cónsul General Richard Morefield era menos compasivo: una política de no-sé-nada probablemente disgustaría a las autoridades colombianas. Aunque el funcionario del ILV creía que el gobierno se abstendría de hacer indagaciones de inteligencia a organizaciones como la suya, Morefield no conocía tal política. Si el gobierno preguntara, afirmó Morefield, el ILV “no tendría más remedio que dar la información solicitada”. Y si el ILV pensaba que el gobierno no podía garantizar la seguridad de sus miembros, “tendrían que reconsiderar su programa de actividades en Colombia”. “… Negarse a cooperar”, advirtió Morefield, “sólo llevaría a grandes dificultades”{79}.
El riesgo de ser considerado estratégico es subrayado por el caso de un proveedor del ILV, la Compañía Helio-Courier. De esta empresa el [132] SSAR obtenía sus avionetas de Corto Despegue y Aterrizaje (STOL), que podían usar cortas pistas de aterrizaje de selva o montaña y que formaban la mayor parte de la Flota de Amistad. A cambio de ventas al costo, el ILV ayudó a la compañía a vender otros aviones en nuevos mercados como el Perú{80}. Otro de los clientes notables de Helio-Courier era la CIA, la que como el ILV empezó a comprar los aeroplanos en cuanto salieron al mercado a mediados de los cincuenta. Mientras el ILV introducía el avión en la Amazonía, la CIA lo usó para abastecer a sus ejércitos Montagnard en el Sudeste Asiático. Según un litigio de la Compañía Helio Courier en 1977, en 1962 la CIA exigió que se le pasara los planos y herramientas necesarios para fabricar las avionetas. Cuando la compañía se negó, acusaba el expediente, la CIA colocó a un “agente secreto” en las oficinas de la Helio-Courier en Washington y robó lo que quería, fabricó ilegalmente el avión, saboteó las ventas de la compañía y destruyó el negocio, al convertir a Helio Courier en sinónimo de “actividades ilegales e inmorales”. Según la compañía, estaba siendo castigada por negarse a convertirse en una de las muchas subsidiarias de la CIA{81}.
Por auto-conservación, entonces, el ILV evidentemente habría tratado de mantener su distancia de las demandas de inteligencia y de la violencia oficial. Después de todo, las misiones religiosas suelen estar entre los primeros caídos en las luchas armadas: uno u otro bando sospecha que la misión está aliada al adversario y pronto acaba con ella. Para sobrevivir suficiente tiempo para producir todos aquellos Nuevos Testamentos, el ILV debe conservar la apariencia de neutralidad. Dado que las lealtades son inciertas y que las consecuencias de proporcionar información suelen recaer pronto en alguien, tal vez en carne propia, la mejor manera de conservar esa apariencia es comportarse como si uno fuera realmente neutral. Hasta en Vietnam del Sur, donde los miembros del ILV pasaron buena parte de la guerra en fortificaciones norteamericanas, parecen haberlo intentado. Según un misionero menonita pacifista, en 1966 un “antropólogo” empezó a quedarse con dos misioneras del ILV apostadas entre el pueblo Bru cerca a Khe Sanh. Cuando la oficina de la filial vio necesario investigar los movimientos del “antropólogo”, descubrió que también vivía en la “casa de la embajada” (centro de la CIA) en Hue y ordenó a las traductoras dejar de darle alojamiento{82}. [133]
La facilidad con la que el “antropólogo” ganó la confianza de las misioneras del ILV sugiere que la afirmación de Clarence Church a los sostenedores norteamericanos no es plausible: “ningún miembro de la organización… en más de cuarenta años…. ha participado en recolección de inteligencia para ningún propósito”{83}. Cuando un gobierno plantea una exigencia de seguridad nacional, como lo señaló el diplomático estadounidense Morefield, el ILV no tiene más remedio que cumplir. Si los miembros confían que el Señor los rescate de tales dilemas, ¿cómo debe definir sus obligaciones un hombre como Lawrence Montgomery, el primer supervisor de SSAR? Habiendo sido reclutado de la misión militar norteamericana en Lima, Montgomery siguió como oficial de reserva de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos. Cuando el fundador hizo los arreglos para hacer de SSAR una subsidiaria de las Fuerzas Aéreas del Perú, se puede suponer que Montgomery adquiriera también responsabilidades hacia esa institución. En 1961 tomó una licencia que se hizo permanente, para trabajar para la Compañía Helio-Courier en varias localidades, incluyendo el Sudeste Asiático. Como sugiere la carrera de Montgomery, las estructuras institucionales locales en las que el ILV ha prosperado son parte de una estructura mayor. En una noticia de las Filipinas de 1969 –“Un proyecto especial de alfabetización será llevado a cabo por la Universidad del Estado de Mindanao y el Comité Presidencial de Apoyo al Desarrollo Comunal. La publicación [una cartilla del ILV en Maranao] estaba financiada por la Fundación Asia” –dos de las tres instituciones colaboradoras, la Fundación Asia y el Comité Presidencial, tenían sus orígenes como frentes de la CIA a fines de los cuarenta y principios de los cincuenta, respectivamente{84}.
Si Townsend pidió ayuda al gobierno norteamericano para obtener y proteger ciertos contratos extranjeros, pudiera haber tratado de evitar obligaciones a largo plazo que pudieran restringir el campo de maniobra del ILV, poner en peligro a los trabajadores de campo y, de ser descubiertos, acabar con sus planes a largo plazo. Pero lucir los encantos del ILV ante los gobiernos garantizaba que, en caso de emergencia, se le solicitaría cumplir con sus compromisos contractuales de proporcionar intérpretes, servicio aéreo y radial, y por supuesto, información a los funcionarios nacionales que la pidieran. Cuando a veces al fundador se le fue la mano y perdió el control de una situación, es posible que haya recurrido a su gobierno, así como recientemente ciertos funcionarios del ILV han consultado con embajadas norteamericanas para salvar a sus filiales. Al interior de un [134] cuerpo de miembros grande y autónomo, tales expedientes serían cosa conocida probablemente sólo por error.
Para utilizar a un ILV poco dispuesto para sus propósitos, la CIA podría tomar distintos caminos. Podía encontrar a miembros que simpatizaran dispuestos a engañar a sus socios. O podía colocar a un empleado evangélico corno recluta de Wycliffe, uno con las habilidades requeridas, a quien el ILV premiara con un rápido ascenso hacia una posición de supervisión. O podía sacar provecho de donaciones de la Agencia para el Desarrollo Internacional (AID). Cuando esta institución otorga dinero a organizaciones privadas, la información –reportes de trabajo, problemas– fluye en sentido opuesto. Filántropos que quieren evitar ser reclutados por redes de inteligencia se hacen, sin embargo, responsables ante inspectores y consultores. “En un momento, muchas oficinas de campo de la AID estaban infiltradas de arriba hasta abajo de gente de la CIA”, declaró el director de la agencia durante el gobierno de Carter. “… La idea era esconder operativos en todo tipo de actividades que tuviéramos en el extranjero, gubernamentales, voluntarias, religiosas, de todo tipo”{85}.
Incluso si no estamos dispuestos a aceptar las pretensiones de inocencia del ILV, bien podrían ser sinceras. “Ni siquiera sabemos lo que es la CIA”, se desesperaba un miembro en México cuando su filial era acusada de ser un frente de la CIA. El peligro que su organización encarna no es en primer lugar el ser una 'fachada' para otra cosa. Aunque el Instituto Lingüístico fue organizado como una intriga, se trata claramente de una intriga evangélica con sus propios objetivos celosamente guardados. El problema más hondo es la ingenuidad del grupo, su capacidad de cerrar los ojos y servir a dictaduras si ello sirve a la Gran Comisión, su susceptibilidad a la extorsión contractual y a la propaganda derechista, de modo que los miembros puedan creer fácilmente que la trampa en que se han metido es el plan divino. Sobre esto no hay mejor ejemplo que la traducción Bíblica en Vietnam.
Notas
{66} Rembao 1942: 10.
{67} Translation 1944 (pp. 8, 11, 13) y otoño 1945 (p. 4).
{68} Hefleys 1974: 106-8.
{69} Willard F. Barber, Memorandum of Conversation with Mr. W. C. Townsend, 22 de setiembre 1950, entregado al autor bajo el Freedom of Information Act (FOIA, Ley de Información Pública).
{70} Hefleys 1974: 192.
{71} Una carta del 3 de enero 1966 de Bill Moyers a Townsend (Lyndon B. Johnson Library, Austin, Texas) menciona a Celanese. Antonil 1978: 256, 262.
{72} Memorandum for Mr. McGeorge Bundy, 20 de diciembre 1965, Departament of State. C.F. ME4-3/ S*, Johnson Library, desclasificado al pedido del autor.
{73} Helleys 1974: 196 y treintaitrés páginas de la Serie Nº 320, Nixon vice-presidential papers, Laguna Niguel Federal Archive, archivado bajo Summer Institute of Linguistics.
{74} Carta del 10 de octubre 1961, con proyecto “An Idea for Inter-American Friendship”, de Robert G. Schneider a Robert F. Woodward, entregado al autor bajo el FOIA.
{75} Smith 1976: 87.
{76} Kintner 1962: 287.
{77} Willougbby 1976.
{78} p. 8 In Other Words octubre 1976.
{79} Mernoranda, “Limited Official Use”, por Irving M. Kantner (9 de marzo 1979) y Richard M. Morefield (12 de Marzo 1979), entregado al autor bajo el FOIA.
{80} Helleys 1974: 192.
{81} p. 3 The Real Paper (Boston) 14 de enero 1978 y Robbins 1979: 301
{82} Hostetter 1973: 8.
{83} p. 8 In Other Words octubre 1976.
{84} “World News”, Translation enero/marzo 1969 y Smith 1976: 164, 252-3.
{85} Cotter 1981: 321.
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