Capítulo 8
La crisis ecológica en la región ixil
“Al otro lado de una barranca de la Finca La Perla está la aldea ixil de Sotzil. Sus viviendas se encuentran amontonadas una encima de la otra en una empinada ladera, produciendo un efecto estético cuando la niebla se levanta del río. “¿Quién llegó aquí primero?”, le pregunté al anciano que desempeñaba el cargo de alcalde auxiliar. “La gente de Sotzil vino primero”, contestó. “Pero no tenían título, no estaba asegurado, no estaba en el mapa de Guatemala. Entonces el patrón en Guatemala mira al mapa y manda ingenieros.” “Primero Lisandro [Gordillo] tomó una parte, luego Luis [Arenas] otra”, agregó el presidente del comité de desarrollo, dibujando con una varita sobre el suelo de tierra estas partes de Sotzil y separándolas hasta que solamente quedó una angosta cinta. La comunidad completa cuenta con 225 hectáreas para mil personas. “Ya está aumentando la gente y no caben”, me dijo el presidente. Cuando le pregunté a qué agencias había enviado propuestas de desarrollo, su respuesta fue una mirada perdida y anhelosa.” —Mi visita a Sotzil en 1989
Uno de los aspectos más engañosos de Nebaj era la prosperidad y el bullicio del pueblo. Los domingos miles de personas se aglomeraban en el mercado. Desde antes de la guerra, éste había crecido enormemente, al igual que la cantidad de ventas permanentes que estaban abiertas durante toda la semana, a pesar de que la mayoría de los Ixiles decía que su condición económica era peor que antes. Con frecuencia me preguntaba cómo era posible que los vendedores se multiplicaran, si los medios económicos de los compradores habían disminuido tanto. Una de las razones la constituían las nuevas fuentes de capital. Estas incluían al Banco Nacional del Servicio Agrícola, BANDESA, cuyos préstamos podrían ser mal empleados para instalar ventas en el mercado; mercaderes de los centros regionales, quienes daban mercancía en consignación a los distribuidores ixiles; y para las oportunidades misteriosas de la guerra. Había patrulleros civiles que se habían apropiado [270] del ganado de las aldeas destruidas, y también había refugiados de la montaña que decían haber traído consigo los ahorros, producto de sus negocios con la guerrilla.
El comercio también prosperaba debido a una mayor cantidad de compradores, tanto a nivel geográfico como social. A nivel geográfico, los ingenieros del ejército habían construido un camino impresionante veinticuatro kilómetros hacia Salquil Grande, uniendo a una serie de aldeas, con un total de doce mil personas, a una hora del pueblo en pickup y camiones de carga. A nivel social, el régimen contrainsurgente traía cientos de nuevos salarios al mercado de Nebaj. Los soldados constituían el grupo principal de nuevos compradores, aunque también había maestros de escuelas, coordinadores de programas y el personal de un extenso centro de salud. En 1989 conté veintitrés instituciones del gobierno que operaban en Nebaj, sin mencionar otras trece organizaciones voluntarias privadas. Pero la razón más importante que impulsó el desarrollo del mercado probablemente fue la creciente dependencia que experimentaban los Ixiles de la economía monetaria. Los ixiles se veían forzados a comprar más de sus alimentos como una continuación de las tendencias poblacionales y de recursos que se daban desde antes de la guerra.
Evidentemente, de esta situación resultaban tanto ganadores como perdedores. Las fuentes de mobilidad social en el área ixil se centraron en los pueblos, particularmente en Nebaj. Los medios de superación incluían el reclutamiento para las fincas, pilotear camiones fleteros y obtener plazas en el gobierno. Algunos de los mayores contratistas y negociantes estaban prosperando, junto con los constructores empleados por el gobierno, los directores locales de instituciones de ayuda y los maestros de mayor edad que se las habían arreglado para invertir sus ahorros en la agricultura. También parecía haber llegado cierto beneficio para la población urbana, cuando la escasez de trabajo agrícola alzó los salarios a US$1 o más por día, aproximadamente la cantidad que los Ixiles esperaban ganar en una finca de café.{1} En el cantón de Xemamatze, me sorprendió encontrar que, de cincuenta y cinco jefes de familia que trabajaron fuera del municipio durante el año anterior, solamente el 18 por ciento dijo que ahora migraba en busca de trabajo, más que antes de la violencia. Más jefes de familia (24 por ciento) dijeron que estaban haciendo menos migraciones de temporada que antes de la guerra (el 58 por ciento dijo que hacía lo mismo que antes). [271]
Desafortunadamente, no me fue posible encuestar en las aldeas, mucho menos establecer la cantidad de trabajadores temporales que migraban de Nebaj.{2} Pero los Ixiles que viven fuera del centro del pueblo casi siempre dicen que la migración de temporada había aumentado desde antes de la guerra, lo que atribuyen a la disminución en las cosechas de maíz y a la pérdida de animales domésticos. Para algunos campesinos, la disminución de las cosechas se debe a que les resulta difícil comprar fertilizantes químicos. Para otros, el vivir en aldeas concentradas les hace casi imposible o menos productivo cultivar los terrenos como lo hacían antes. Los aldeanos se veían forzados a firmar con contratistas laborales cuando se les terminaban las raciones de maíz. El trabajo en las fincas no era muy bien remunerado, con excepción del duro y peligroso trabajo de cortar caña, el cual se pagaba hasta a US$5-6 el día, pero que únicamente lo realizaban los hombres más determinados. Otra de las razones importantes para ir a la costa era la ración diaria de comida, ya que la mayoría de los trabajadores adultos esperaba traer a casa solamente US$30-40 al mes.
La fuerza de trabajo agrícola, junto con la producción de café, representaba la exportación más importante del área ixil.{3} Antes de la guerra, el Padre Javier y los organizadores de las cooperativas, trataron de oponerse a que los nebajeños fueran a la costa. La alternativa, decían, era crear nuevas fuentes de ingresos a nivel local, con la ayuda de agencias de desarrollo como el Proyecto Heifer y el Cuerpo de Paz. Basándonos en las tendencias más amplias que se daban en las tierras altas de occidente, según información de Carol Smith, las diferentes cooperativas podrían haber realmente ayudado a los Ixiles a invertir más de su trabajo en sus propias empresas, por lo menos hasta que la guerra impidiera que las cooperativas siguieran funcionando. Ahora que la violencia está disminuyendo, los Ixiles se enfrentan a las mismas presiones que los habían llevado a las fincas antes de la guerra.
¿Cómo caracterizan estas presiones? es una pregunta políticamente tendenciosa. La economía de Guatemala está dominada por las fincas y tiene el Indice Gini más alto de concentración de tierras en América Latina.{4} Mientras que los países del tercer mundo tienen un promedio de 67 en el Indice Gini, el de Guatemala incrementó de 82.42 en 1964 a 85.05 en 1979. En ese mismo año, el 88 por ciento de las fincas en Guatemala era demasiado pequeño para satisfacer las necesidades de una familia y, al incluirlas a todas, [272] ocupaban solamente el 16 por ciento de la tierra cultivable del país.{5} La razón más obvia que rige la desigualdad en la tenencia de tierras es que el negocio de la agricultura ha acaparado la tierra más productiva. Las planicies de la costa sur de Guatemala están ocupadas casi en su totalidad por ranchos ganaderos, y por fincas de azúcar y algodón.{6} Una gran parte de la costa sur estaba casi deshabitada hasta hace poco, ya que el terreno era muy pantanoso y había malaria, pero los finqueros también se apropiaron de las tierras indígenas que se ubicaban en zonas ecológicas cruciales, tales como las fincas de café que ascienden de la bocacosta hacia las regiones altas.
Las incursiones de los finqueros en el área ixil también son evidentes. No obstante, aunque se apropiaban de muchos de los mejores terrenos, la economía campesina continuaba prosperando.{7} Las familias campesinas producían sobrantes de maíz y criaban cerdos, ovejas y ganado. El área llegó a ser conocida por la exportación de estos animales. Los ixiles disfrutaban de un sobrante de tierra en comparación con sus vecinos del sur, lo que inducía a los mayas K’iche’s a emigrar hacia ciertas áreas ixiles poco habitadas. La disponibilidad de terrenos extensos para milpa y pastizales fue producto del colapso que sufrió la población después de la conquista (véase el Cuadro 2.5). La población recuperó el nivel demográfico que tenía antes de la conquista sólo hasta el año 1950 aproximadamente, según George Lovell,{8} pero desde entonces ha crecido más del doble. Por consiguiente, la presión más inmediata sobre la proporción persona/tierra la ejerce el crecimiento de la población y la subdivisión de herencias entre el creciente número de herederos.
La demografía no juega un papel prominente en la mayoría de los reportes de las tribulaciones del país, tal vez porque el sistema político de Guatemala es tan opresivo. Sin embargo, los geógrafos y antropólogos han señalado en repetidas oportunidades que éste es un factor básico en el empobrecimiento y el deterioro ecológico.{9} Las extensas tierras que ocupaban solamente unas cuantas familias en el siglo diecinueve forman ahora un conjunto de propiedades diminutas y fragmentadas. En Nebaj, el papel que juega el crecimiento de la población en llevar a los campesinos a vivir por debajo del nivel de subsistencia se manifiesta en la disminución del tamaño de las propiedades familiares que tuvo lugar entre 1964 y 1979, período en el cual la expropiación de fincas dejó de ser un factor importante. De acuerdo con el censo agrícola nacional (véase el Cuadro 8.1), hubo un aumento del 60 por ciento (de 1.856 a 3.043) [273] en la cantidad de propiedades familiares menores de cinco manzanas (3.5 hectáreas), registrando una duplicación de las propiedades menores de una manzana (0.7 hectáreas), mientras que las mayores de cinco manzanas disminuyeron precipitadamente en un 37 por ciento (de 1.737 a 1.099). De las 4.142 propiedades que se contaron en 1979, el censo clasificó a las 972 menores de una manzana como microfincas, las siguientes 2.674 como subfamiliares, con solamente 496 mayores de diez manzanas (7 hectáreas) como familiares en tamaño. En otras palabras, solamente el 11.97 por ciento de las propiedades llegaba al tamaño que se considera como suficiente para sostener a una familia.{10}
Cuadro 8.1
Fragmentación de parcelas en Nebaj de 1964 a 1979
Tamaño de la propiedad en manzanas¹ | Número en 1964 | Número en 1979 |
< 1,00 | 397 | 972 |
1,00 - 1,99 | 522 | 940 |
2,00 - 4,99 | 937 | 1.131 |
5,00 - 9,99 | 816 | 603 |
10,00 - 31,99 | 787 | 418 |
32,00 - 63,99 | 99 | 45 |
64,58 - 645,79 (1 - 9,99 caballerías) | 35 | 33 |
Total | 3.593 | 4.142 |
Fuente: Dirección General de Estadística, 1968:177-79; Dirección General de Estadística, 1982:255-56. | ||
1: Una manzana = 16 cuerdas = 1,736 acres = 0,703 hectáreas (véase la nota 27 del capítulo 2). Las cifras no incluyen 118 propiedades que eran de menos de una cuerda, es decir, inferiores a 0,0625 manzanas ó 0,0439 hectáreas. |
Las familias que estaban multiplicándose y la reducción de las herencias son factores tan importantes que contribuyen a la escasez de tierra entre los Ixiles que, al principio de mi trabajo, me preguntaba si la muerte y destrucción de la guerra aliviaría la presión al disminuir la proporción de personas/tierra. [274] Por esta razón, este capítulo explora el impacto de la violencia sobre la población y la tenencia de tierras. En mi opinión, a pesar de la enorme pérdida de vidas con la violencia, no se ha dado mucha diferencia en la cantidad de tierra disponible por persona. Por supuesto que la guerra ha tenido impacto en la tenencia de tierras, pero no a través de la expulsión masiva de campesinos de sus terrenos. En vez de esto, la violencia empujó a muchos finqueros a poner en venta sus tierras, lo que hizo posible para los campesinos recuperar parte de lo que anteriormente les perteneció. El Estado guatemalteco incluso llevó a cabo un modesto programa de parcelamiento de fincas para recuperar los impuestos en mora. Sin embargo, la entrega de estas parcelas a los campesinos ixiles no ha resuelto sus problemas a largo plazo, sino que más bien ha reforzado el patrón dominante de propiedades cada vez más pequeñas y debajo del nivel de subsistencia, conocidos como minifundios.
Por consiguiente, este capítulo argumenta que la amenaza más seria que enfrentan los Ixiles es la explosión demográfica de su propia población. En cualquier lugar en que el crecimiento demográfico supera a los recursos, surgen dudas básicas acerca de la causa y la respuesta más inteligente. Como respuesta a los llamados desesperados de las organizaciones de planificación familiar, muchos científicos sociales han señalado que los campesinos pobres tienen familias grandes porque éstas les ayudan a sobrevivir. Sin embargo, como Alain de Janvry señala, mientras “más pobreza significa la necesidad particular de más niños... también es cierto que más niños significa el costo social de más pobreza”. En pocas palabras, tener familias grandes es una estrategia de supervivencia que agrava la situación general.{11} En el caso de la actitud de los Ixiles en lo que respecta al tamaño de las familias, cuestionaré la suposición de que el tamaño de sus familias es el resultado de la racionalidad económica, sugiriendo, por otra parte, que una actitud de pasividad, sumada a la falta de métodos efectivos, produce familias más grandes de lo que muchos ixiles consideran económicamente prudentes para su situación. [275]
El impacto de la violencia en la población
“Se creyó que entre tres y cuatro mil personas de Nebaj estaban muertas.” —Investigación de campo 1985, Washington Office on Latin America
El área ixil se ha conocido por sus huérfanos y viudas desde lo peor de la violencia. Cuando llegué de visita a finales de 1982, un funcionario dijo que había 2.111 huérfanos en los tres pueblos y en los campamentos de los alrededores que estaban bajo el control del ejército. En Guatemala, se cuentan entre los huérfanos a los niños que han perdido solamente a uno de sus padres. Esto quiere decir que si alrededor de 25.000 personas estaban bajo el control del ejército en el área ixil a finales de 1982,{12} y si más o menos la mitad eran menores de dieciocho años,{13} entonces 1 de cada 6 niños había perdido a su madre, a su padre o a ambos. En 1989, el censo realizado por el gobierno registró 2.642 viudas y 4.186 huérfanos entre las personas sujetas al control del gobierno en los tres municipios.{14}
Cuando se volvió a ocupar el área ixil después de la peor época de violencia, los alcaldes de los tres pueblos reportaron que cerca de la mitad de su gente estaba desaparecida.{15} La población registró un descenso alarmante del censo de 1973 al de 1981, el 23% para todo el Triángulo ixil y el 33% solamente a Nebaj (véase el cuadro 8.2), aunque el recuento de 1973 no reflejaba en absoluto el número real de personas. Hubo discrepancias mucho mayores entre la proyección demográfica del gobierno nacional y el número de personas registrado por los centros de salud locales (véase el Cuadro 8.3). Para 1986-87, el 48 por ciento de la población del Triángulo ixil proyectado de 96.000, aparentemente estaba desaparecido. ¿Podrían haber muerto 46.000 personas? Estas cifras son tan alarmantes que primero debemos preguntarnos si son verdaderamente ciertas por medio de un examen de las proyecciones y los recuentos por persona en los que están basadas.
Elaborar un recuento de personas en un lugar como el norte de Quiché no es una tarea fácil. Las dificultades usuales de cuantificar un pueblo disperso, móvil e iletrado se complicaron con la guerra. Ya que los censos de 1973 y 1981 eran imprecisos, el Instituto Nacional de Estadística, INE, utilizó el censo de 1964, el cual fue relativamente bien hecho, [276] como la base de proyección. Al desglosar las proyecciones del INE en tres municipios, encontramos diferencias sorprendentes en la cantidad de personas desaparecidas en cada pueblo. [277] Mientras que el déficit correspondiente a Chajul se mantuvo en el 50 por ciento a finales de la década de 1980, el de Cotzal continuó declinando hasta el punto de desaparecer, mientras que Nebaj se mantuvo en medio de los dos. Estos contrastes son sorprendentes en vista de la similitud de experiencias de los tres pueblos.
Cuadro 8.2
Discrepancias entre los censos de 1973 y 1981 para la región ixil
Censo Nacional de 1973 | Censo Nacional de 1981 | Discrepancia (%) | |
Nebaj | 27.259 | 18.134 | 33,48 |
Chajul | 18.092 | 15.713 | 13,15 |
Cotzal | 12.698 | 10.944 | 13,81 |
Triángulo ixil | 58.049 | 44.791 | 22,84 |
Fuente: Dirección General de Estadística, 1973, 1981. |
Cuadro 8.3
Discrepancias demográficas para el triángulo ixil
Recuento del Censo Nacional | 1981 Población proyectada INE | Disc. % | Recuento del Centro de Salud Gubernamental | 1986-87 Población proyectada INE | Disc. % | Estimación corregida de Naciones Unidas² | 1989 Población proyectada INE | Disc. % | Crecimiento de la población anual según el INE (%) | |
Nebaj | 18.134 | 37.953 | 52 | 23.906 | 43.171 | 45 | 32.709 | 45.438 | 28 | 2,3-2,6 |
Chajul | 15.713 | 29.598 | 47 | 13.467 | 35.667 | 62 | 19.423 | 38.672 | 50 | 3,9-4,3 |
Cotzal | 10.944 | 16.742 | 35 | 12.246 | 17.135 | 29 | 17.940 | 17.669 | 1,1-1,6 | |
Triángulo ixil | 44.791 | 84.293 | 47 | 49.619 | 95.973 | 48 | 70.072 | 101.779 | 31 | 2,9-3,0 |
Fuente: Dirección General de Estadística, 1979:42-43. Dirección General de Estadística, 1988:24. Las cifras de 1986-87 son cortesía de los equipos de Salud Pública de los Centros de salud gubernamentales de Nebaj, Chajul y Cotzal. La estimación de Naciones Unidas de 1989 es cortesía de la oficina del Programa de Población Refugiados, Repatriados y Desplazados (PRODERE) del Programa de Desarrollo de Naciones Unidas. | ||||||||||
1. Los recuentos del Centro de Salud Gubernamental son desde 1986 a 1987, mientras que la proyección del Instituto Nacional de Estadística es para 1987. | ||||||||||
2. Las cifras obtenidas de la oficina local de Naciones Unidas en Nebaj incluían un número inflado de población urbano para Nebaj (21,650), que yo reduje a 9,296, de acuerdo con la cifra del Centro de Salud para 1989. He hecho también ajustes en aquellas aldeas que los recopiladores clasificaron en municipios erróneos. Sin embargo, no he ajustado los recuentos hechos en varias aldeas que parecían demasiado elevados pero que podrían explicarse por la migración laboral estacional. |
Al observar más detenidamente las proyecciones, resulta que el INE hizo diferentes estimaciones acerca de cuál sería la proporción anual de crecimiento de los tres pueblos. Mientras estima un crecimiento poblacional de entre 2.3 y 2.6 por ciento al año en Nebaj, calcula proporciones de crecimiento mucho más altas para Chajul, las cuales oscilan entre el 3.9 y el 4.3 por ciento al año, mientras que para Cotzal estima una proporción más bien baja, de entre 1.1 y 1.6 por ciento. Es interesante que la distribución de un supuesto crecimiento poblacional sea paralela a la distribución de una supuesta población desaparecida, siendo la de Chajul la más alta, la de Nebaj la mediana y la de Cotzal la más baja. Las discrepancias sorprendentes entre el porcentaje de la población desaparecida en cada pueblo podría ser, por lo tanto, una función de las suposiciones del INE acerca de la rapidez con la que cada una estaba creciendo antes de la guerra.
Ya que no conozco ninguna base sobre la cual se puedan asumir tales diferencias en la dinámica de la población entre los tres pueblos, simplemente consideremos que los casos, alto (Chajul) y bajo (Cotzal), están basados en proyecciones de crecimiento dudosas elaboradas por el INE y concentrémonos en el caso intermedio, Nebaj, para el cual tengo mayor cantidad de datos. Las proyecciones del INE fácilmente pudieron haber subestimado la alta proporción de mortalidad natural del área ixil, particularmente la infantil, lo cual aumentaría la población esperada. Sin embargo, para Nebaj, tenemos el recuento realizado en 1980 por un centro de salud (35.810) que estaba solamente 3.6 por ciento debajo de las proyecciones del INE para ese año (37.156, véase el Cuadro 8.4). Así que, por lo menos para el caso de Nebaj, supongamos que las proyecciones del INE no están muy infladas. En cuanto al Triángulo ixil como un todo, supongamos que las proyecciones, tanto altas como bajas, del INE respecto a Chajul y a Cotzal se cancelan mutuamente, dejando una estimación válida de cuál sería la población en toda el área si estuviera sujeta únicamente a la mortalidad natural y no a la guerra. Por consiguiente, como se muestra en el Cuadro 8.3, [279] aceptemos las proyecciones del INE de una población de 101.779 para 1989, en los municipios ixiles si la guerra no hubiera intervenido.
Cuadro 8.4
Discrepancias demográficas para Nebaj
Año | Fuente | Recuento | Proyecto del Censo Nacional | Discrepancia % |
1973 | Censo Nacional | 27.259 | 31.576¹ | 13,67 |
1980 | Centros de Salud | 35.810 | 37.156 | 3,62 |
1981 | Censo Nacional | 18.134 | 37.953 | 52,22 |
1984 | Centros de Salud | 15.188 | 40.394 | 62,40 |
1987 | Centros de Salud | 23.021 + 885 ajuste por aldeas no reportadas: (177 hogares x 5) = 23.906² | 43.171 | 44,62 |
1989 | Centros de Salud³ | 21.512 + 4.390 ajuste por aldeas no reportadas: (878 hogares x 5) = 25.902 | 45.438 | 42,99 |
1989 | Naciones Unidas (PRODERE/UNDP) | 46.383 | 45.438 | |
1989 | Naciones Unidas (PRODERE/UNDP) cifras corregidas | 32.709 | 45.438 | 28,01 |
1. He obtenido una población proyectada para 1973 tomando el multiplicador 1,024 para el incremento de población proyectada de 1974 a 1975 (Dirección General de Estadística, 1979:42-43) y proyectándolos hacia atrás en un año. | ||||
2. El multiplicador 5 para el tamaño familiar estimado de hogares procede de las estimaciones de los observadores locales, incluyendo a los inspectores de Salud Pública (quienes estiman entre 5 y 6) y de Helen Elliott del Instituto Lingüístico de Verano (quien lo estima en 5). He elegido la cifra más baja porque, cuando realicé mi trabajo de campo en Cantón Xemamatze en Nebaj, el tamaño medio de 97 hogares era de 5.2. Según un cuestionario administrado por el Ministerio de Desarrollo a 1.254 cabezas de familias desplazadas, el tamaño medio de los hogares que reportaron era de 4,46. | ||||
3. Aparentemente se trata de un cuidadoso recuento en las aldeas que cubre. Para las aldeas no incluidas, he reunido varios números estimados de hogares en cada una, he seleccionado la estimación mayor a menor que dispusiere de otro dato que contradijera a ésta, y la he multiplicado por cinco para obtener la población estimada. | ||||
4. Las cifras obtenidas de la oficina local de Naciones Unidas en Nebaj incluían un número obviamente inflado de población urbana para Nebaj (21.650), que yo reduje a 9.296, de acuerdo con la cifra del Centro de Salud para 1989. He hecho también ajustes en aquellas aldeas que recopiladores clasificaron en municipios erróneos. Sin embargo, no he ajustado los recuentos hechos en varias aldeas que parecían demasiado elevados pero que podrían explicarse por la migración laboral estacional. |
Ahora, ¿qué tal si contamos el número de personas que sobrevivieron a la guerra? Podríamos pensar que la contrainsurgencia incluiría la enumeración cuidadosa de las familias y hombres, quienes tras haber perdido sus viviendas querían llenar los requisitos para recibir algún tipo de ayuda social. Pero ninguna autoridad ha sido capaz de controlar el movimiento de la población. Una de las causas de estos movimientos la constituye el regreso de refugiados a las localidades anteriores o a la nueva aldea más cercana, aunado a la confusión de dónde está cada quien, especialmente porque unos no querían perder el uso también de las casas adquiridas y dentro de lo posible, evitar el servicio en las patrullas civiles. Otra de las causas del movimiento poblacional es la migración para realizar trabajos de temporada. De acuerdo con un empleado del centro de salud nacional de Nebaj, su campaña de vacunación podría no alcanzar hasta un 30 por ciento de la población, principalmente a las familias que migraban a la costa. Si agregamos un 30 por ciento al recuento del centro de Salud de Nebaj de 25.902 realizado en 1989, obtenemos un total de 33.672, el cual se aproxima a la estimación de las Naciones Unidas efectuada en 1989 (32.709),{16} una vez que su estimación extraña, correspondiente al pueblo, cuadre con la del centro de salud.
El déficit de la población para 1989 proyectada por el INE de 45.438 en Nebaj fluctúa entre el 26 y el 28 %. Esto corrobora la estimación usual de los alcaldes ixiles en la década de 1980, en la cual manifestaron que faltaba de un cuarto a un tercio de su población. También corrobora el faltante del 31 por ciento entre la población proyectada para 1989 por el INE en cuanto a los tres municipios ixiles (101.779) y la estimación de las Naciones Unidas efectuada en 1989 del número de personas bajo el control del gobierno en aquella región (70.072). Debido a la falta de mejores datos, consideremos que 70.000 de una población proyectada de 100.000 podrían estar bajo el control del gobierno.
¿Qué pasó entonces con las otras 30.000 personas? Cuando entrevisté a los refugiados, quedó claro que muchos de los desaparecidos no estaban muertos. En 1992, las comunidades en resistencia reportaron que 17.000 personas se encontraban en el extremo norte del área ixil, 12.000 de las cuales eran ixiles.{17} Después, tenemos a los refugiados de principios de la década de 1980 que se mudaron a otros lugares, [280] en una dispersión interna hacia la costa sur y la capital. Una gran cantidad de estas personas regresaron eventualmente al área ixil, pero otras no. A diferencia de los jornaleros asalariados que realizaban trabajos de temporada, éstos ya no residían en el área ixil donde podrían ser contados.
En contraste con los refugiados del departamento de Huehuetenango, muy pocas personas del área ixil llegaban a México, siendo de apenas unos cientos la estimación de los investigadores familiarizados con la población refugiada. También había unas cuantas colonias pequeñas de ixiles en la selva tropical del Ixcán y hacia el este en Alta Verapaz, pero éstas también alcanzaban cifras de cientos. El tamaño de la dispersión ixil está sujeta a conjeturas, pero lo modesto de las estimaciones de los observadores locales sugiere que no sobrepasa los 5.000. Si hubiera otros 12.000 ixiles en las montañas, la población existente se elevaría a un nivel de 87.000 en 1989. Aún es una incógnita el paradero del 15 por ciento de la población proyectada de 101.779 para el área ixil, 15.000 personas que, supuestamente, perecieron en masacres o murieron de hambre en las montañas.
Esta estimación está basada en muchas suposiciones, las que tendrán que ser modificadas a medida que se tenga acceso a más información. Pero si es cierto que 15.000 personas perecieron en el Triángulo ixil, ¿qué diferencia supondría esto en el crecimiento de la población ixil? Para responder a esta pregunta, tomaremos la supuesta población actual de 87.000{18} y la multiplicaremos por la proporción de crecimiento que los demógrafos gubernamentales propusieron para el área ixil desde 1986 hasta 1990, que es del 3 por ciento anual.{19} De esta manera, la población recobra para 1995 su cifra de 101.779 en sólo seis años. Si continuamos multiplicando por la misma proporción de 3 por ciento de crecimiento anual, la población del área ixil en 1989 se duplica a 174.000 en veinticuatro años.
El impacto de la violencia en la tenencia de tierra
“Magdalena era una mujer ixil, una de las muchas ya mayores de cuarenta años que nunca aparecía en público sin una faja trenzada en su cabello. En su falda de rojo brillante y su huipil de complicado diseño, personificaba la cultura ixil. Junto con su esposo Nicolás, vivía en una tienda donde los dos hacían sombreros; a veces me detenía para preguntar por [281] direcciones y charlábamos un rato. Parecían una pareja considerada y atenta. Magdalena se había recostado una noche, cuando alguien lanzó una granada que le voló la cabeza. El asesinato ocurrió en 1991, no en 1981, y varios ixiles mostraron cierta satisfacción. Yo ignoraba que Magdalena se había ganado una mala reputación trabajando como güisache con ciertos abogados en la cabecera departamental. Varios campesinos, la mayoría refugiados de la montaña, habían acudido a ella buscando ayuda para recuperar sus tierras; Magdalena los había llevado a Santa Cruz del Quiché, y, posteriormente, se había apropiado de las mismas.”
La violencia ha tenido un impacto definitivo en la tenencia de tierra en el área ixil, pero no de la forma que podríamos suponer, expulsando de sus tierras a un gran número de pequeños propietarios. La guerra civil a menudo concentra las propiedades en la medida en que los ganadores expropian a los perdedores. En otras partes de Guatemala, se dice que los oficiales del ejército se han aprovechado de la violencia para formar sus fincas. En el Ixcán hubo casos en que el ejército se apropió de las tierras de los refugiados que todavía estaban en México para cedérselas a los nuevos colonos que ellos habían escogido. En el área ixil, debido a que tantos huyeron de sus aldeas para refugiarse con la guerrilla, podríamos esperar un nivel muy alto de expropiación. De hecho, en Cotzal, el ejército se apoderó de la tierra de un padre y su hijo, que pertenecían a la guerrilla, para construir dos asentamientos. Pero cuando los refugiados regresaban de la montaña, el ejército y las autoridades del pueblo, por lo general, respetaban sus derechos. Las disputas sobre tierras que alcancé a conocer fueron las que se dieron, como la mayoría de las disputas de este tipo antes de la guerra, entre vecinos y familiares ixiles. Por ejemplo, los hermanos o medio hermanos que se apropiaban de una casa o un terreno abandonado, alegando haber perdido las escrituras, luego solicitaban nuevas a su nombre y se rehusaban a abandonarlos cuando el dueño anterior regresaba de las montañas. Los derechos reales de las propiedades a menudo son inciertos, quizás porque el padre tiene herederos con diferentes mujeres.
En principio, aunque no siempre en la práctica, los derechos de los pequeños propietarios en el área ixil se mantuvieron firmes y se trataba con simpatía a los refugiados que regresaban a sus propiedades anteriores. Esto se hizo por varias razones. Primero, la mayoría de los Ixiles había sufrido la misma experiencia. Segundo, la mayor parte del [282] territorio ixil tiene poco valor para otras personas ajenas, no así para los campesinos. Por último, aunque no menos importante es que si cualquier cosa despertara el apoyo ixil a la guerrilla, sería para violar su complejo tejido de propiedades. El riesgo de alterar la ideología local en lo que respecta a la posesión de la tierra está ilustrado en la reacción de los Ixiles a uno de los intentos del ejército de manipuleo social. Una vez establecidas las aldeas modelo, el ejército decidió darles a los nuevos habitantes los títulos de los terrenos cercanos. Los propietarios anteriores nunca los habían registrado con el gobierno, y durante las ofensivas recientes se desvanecieron misteriosamente. El conflicto llegó a un punto decisivo en la aldea modelo de Juil: finalmente hasta los militares estaban impresionados por la multitud silenciosa de chajuleños que se reunió para oponerse al plan.
Los funcionarios del pueblo y del CEAR dijeron que harían todo lo posible para devolverles sus propiedades a los refugiados. Pero se encontraban imposibilitados aunque el reclamante se tomara el trabajo de llevar su caso a la cabecera departamental. Cuando era imposible adjudicar los derechos entre familiares rivales debido a que el propietario estaba desaparecido o se encontraba en las montañas, la solución común era dividir la parcela que, por cierto, ya era pequeña. Por consiguiente, en lugar de consolidarse, las pequeñas propiedades continuaban achicándose a través de las herencias y los pleitos.
La violencia sacudió la tenencia de tierras en el sector finquero, donde numerosos propietarios ladinos pusieron sus propiedades a la venta (véase cuadros 8.5, 8.6 y 8.7). Las dos familias patronales más importantes en el área ixil no han intentado vender, pero sus propiedades se han protegido por otros medios. En 1983, la familia Arenas confió a un comité de trabajadores la administración diaria de la Finca La Perla, la cual estaba en bancarrota. Después, los Arenas anunciaron la venta del 40 por ciento de la finca a sus quinientos colonos como parte de la reorganización de ésta en una asociación solidarista, técnica para armonizar las relaciones entre propietario y trabajadores, que los empresarios guatemaltecos importaron de Costa Rica.{20} Desafortunadamente, la empresa estaba tan endeudada con los bancos que, para 1990 a los trabajadores todavía se les debían sus salarios, por lo que, lógicamente, no podían pagar sus cuotas. Además, al igual que muchas asociaciones solidarias, La Perla era manejada por los caporales, muchos de los cuales provenían de la misma familia ladina. [283] Los escépticos locales dudaban que la asociación realmente funcionara. Personalmente conocí a dos colonos de La Perla que decían no tener ningún conocimiento del nuevo arreglo. La asociación tampoco incluyó a los quinientos cortadores de café de las aldeas ixiles de los alrededores, quienes todavía consideraban la tierra de la finca como suya.
La familia Brol, propietaria de la otra finca grande de café en el área ixil, optó por separarse de media docena de fincas circundantes que se extendían hacia la zona Reina de Uspantán. De acuerdo con el administrador de la finca, cinco mil seiscientas de las seis mil ochocientas hectáreas de la familia –exceptuando los densos cafetales– estaban siendo transferidas a quinientas personas que dependían de la finca en parcelas de once hectáreas, como compensación por su trabajo. Los Brol volvieron a un estilo de administración más paternalista, echándole la culpa de los conflictos de 1970 a los administradores asignados por los bancos. Además de dividir en parcelas la periferia de su propiedad, proporcionaron plantillas de café a los propietarios pequeños; reemplazaron a los administradores de fuera por gente de la finca; construyeron casas para trabajadores retirados y, como una consagración de la nueva era de relaciones laborales, financiaron la construcción de un templo nuevo para la Iglesia de Dios del Evangelio Completo.
El noblesse oblige no es lo que el mundo ha esperado de los finqueros guatemaltecos. Ni tampoco los observadores de Guatemala esperan mucho del Instituto Nacional de Transformación Agraria, INTA, la institución gubernamental encargada de poner en marcha la reforma agraria. El INTA, con frecuencia considerado como una farsa burocrática, inició sus actividades en el área ixil a finales de la década de 1970, cuando el ejército trató de eliminar las células del EGP, y recibió nuevo estímulo de la administración de Ríos Montt (1982-83), cuyos consejeros evangélicos querían distribuir la tierra que no estaba ocupada entre los sobrevivientes traumatizados del programa de pacificación militar. Dada la reputación del INTA, me sorprendió saber que, al menos en el área ixil, tuviera éxito en el parcelamiento y distribución de varias fincas entre los colonos de esta región.
Todas estas fincas pertenecían a los Herrera Ibargüen, una de las familias con más propiedades en el país. Las propiedades de los Herrera no eran fincas de café lucrativas, aunque varias estaban ubicadas en el valle bajo de Cotzal, en el camino hacia la Finca San Francisco. Estas proporcionaban mano de obra por temporada para las vastas fincas de los Herrera en la costa sur. [284] A cambio de cortar caña cada año, los cotzaleños que vivían en las fincas recibían una porción de terreno en la que sembraban maíz para su consumo. No está claro cuál fue la razón que obligó a la familia Herrera a abandonar sus propiedades en el área ixil. Aparentemente, la decisión fue tomada a finales de la década de 1970, después de que el Ejército de los Pobres secuestró a uno de los Herrera que desempeñaba el cargo de Ministro de Gabinete y obtuvo un cuantioso rescate por su libertad. Desde el punto crítico de la violencia, aproximadamente 350 familias en tres aldeas modelo –San Felipe Chenlá, Bichibalá y Santa Avelina– han recibido escrituras individuales de tierras que anteriormente habían pertenecido a los Herrera, a cambio de una cuota legal de US$10-20 cada una. Los miembros de otras dos aldeas, Villa Hortencia I y Villa Hortencia II, estaban en el proceso de recibir escrituras de la tierra de los Herrera, la cual sumaba un total de 4.300 hectáreas.{21}
Si comparamos los tres municipios ixiles, observamos que el sector finquero ha sido afectado más drásticamente en Cotzal, hasta el punto de ser desmantelado, con excepción de la Finca San Francisco. Esto se debe en gran parte al INTA, quien supuestamente también influenció la decisión de los Brol de vender las fincas que tenían en los alrededores, aunque el efecto de la violencia también es evidente en la decisión de vender que tomaron varios pequeños agricultores ladinos (cuadro 8.7). El impacto de la guerra es menos obvio en Chajul (cuadro 8.6), área de la cual tengo pocos datos, y en Nebaj (cuadro 8.5), donde surge una tendencia compensatoria. En los alrededores de Sumal Chiquito, donde las bajas altitudes son apropiadas para el cultivo del café, la destrucción de la zona de refugio del EGP a finales de la década de 1980 estimuló una demanda de tierras desde fuera del área. Los nuevos inversionistas compraban tanto pequeñas fincas como pequeñas propiedades ixiles. Los maestros locales, otros empleados públicos, dos ex-alcaldes y un ex-jefe de la patrulla civil eran algunos de los nuevos propietarios, entre los que se contaban ixiles y también ladinos. Otros compradores fueron caficultores de Huehuetenango, que buscaban gangas lejos de su propio mercado de tierra sobrecotizado.
Cuadro 8.5
Fincas y traspasos en Nebaj, 1980-1991¹
Nombre de la Finca | Localización | Tamaño en caballerías² | Uso principal de la tierra | Cambio étnico en la propiedad desde 1980 a 1991 | |
1. | Chemalá | La Pista / Cambalám | 1,5-2 | Ganado | Ladino a Ixiles a través del proyecto de desarrollo eclesiástico, para la aldea La Pista |
2. | s.d. | Bisan / La Pista | s.d. | Maíz | Ladino a ixiles y ladinos a través de la compra privada |
3. | Potreros Calderón | Above Xevitz | 1 | Ganado | Propiedad ladina, sin cambios |
4. | San Antonio | Acul | 3 | Vaquería | Propiedad ladina, sin cambios |
5. | Las Vigas | Xeo | 4 | Café | Ladino a ixiles a través del proyecto de desarrollo eclesiástico, para la aldea de Xeo |
6. | Sichel | Sichel | 3,5-4 | Café | Ladino a ladino, dentro de la familia |
7. | s.d. | Above Xoloché | 1 | Maíz | Propiedad ladina, sin cambios excepto su venta |
8. | s.d. | Bisan | 7 | Ganado | Ladino al ejército para una base militar |
9. | s.d. | Xoncá | 3 | Ganado | Propiedad ladina, sin cambios |
10. | s.d. | Xoncá | 2,4 | Ganado / Maíz | Ladino a ladino a través de la compra privada |
11. | s.d. | Suchun | 1 | Café | Café Ladino a ixil para saldar un préstamo |
12. | s.d. | Sumal Chiquito | 3,5 | Café | Propiedad ladina, sin cambios excepto su venta |
13. | El Cafetalito | Sumal Chiquito | 1 | Café | Ladino a ladino, compra privada dentro de la familia |
14. | s.d. | Sumal Chiquito | 1 | Café | Propiedad ladina, sin cambios |
15. | s.d. | Sumal Chiquito | 1 | Café | Aún propiedad aparentemente ladina |
16. | El Zapote | Sumal Chiquito | 1 | Café | Aún propiedad aparentemente ladina |
17. | s.d. | Sumal Chiquito | s.d. | Café | Ladino a ladino, compra privada |
18. | s.d. | Sumal Chiquito | 0,7 | Café | Ixil a ladino, compra privada |
19. | s.d. | Sumal Chiquito | 1,5 | Café | Ixil a ladino, compra privada |
20. | s.d. | Batzchocolá | 5-6 | Café | Ladino a ladino, compra privada |
21. | Buenavista | Batzchocolá | 6 | Café | Ladino a ladino, compra privada dentro de la familia |
22. | La Victoria | Sumal Chiquito / Xeucalvitz | 3-4 | Café | Ladino al Programa de Desarrollo de Naciones Unidas, para la aldea de Sumal Chiquito |
23. | La Soledad | Xeucalvitz | 2,5 | Café | Propiedad ladina, sin cambios |
24. | Las Delicias | Xeucalvitz | 0,5 | Café | Aún propiedad aparentemente ladina |
25. | El Imperio | Xeucalvitz | 2 | Café | Aún propiedad aparentemente ladina |
26. | La Quebrada | Xeucalvitz | 4 | Café | Aún propiedad aparentemente ladina |
27. | Las Pilas | Sector NO de Nebaj | 4 | Maíz | Título poseído por un ladino y disputado por los habitantes del sitio apoyados por el ayuntamiento de Nebaj |
28. | Las Américas | Sector NO de Nebaj | 4 | Ganado | Propiedad ladina, sin cambios |
29. | Las Amelias | Sector NO de Nebaj | 9 | Ganado | Propiedad ladina, sin cambios |
30. | Las Violetas | En las afueras del pueblo | 1 | Ganado | Ladino a la Iglesia católica, para la construcción de un reasentamiento |
1. Esta lista se basa en las informaciones que he logrado obtener en entrevistas y no en una investigación sobre la tenencia de la tierra. Se incluyen todas las propiedades más grandes y todas o casi todas las referidas en las publicaciones como “fincas”, pero no todas las propiedades de 1 caballería, incluyendo aquellas poseídas por ixiles y por ladinos. Dado que en la lista se recogen las propiedades más grandes, no se incluye una serie de ventas hechas por pequeños propietarios a ladinos en los alrededores de Sumal Chiquito. | |||||
2. Una caballería = 112,12 acres ó 45,374 hectáreas (véase la nota 27 del capítulo 2). |
Paradójicamente, los Ixiles le debían la buena fortuna de que el sector finquero se estuviera reduciendo al hecho de que su tierra no tenía mucho valor. Solamente los valles más bajos habían sido atractivos para los de afuera; por el momento valían menos debido a la guerra, [285] pero esta situación sólo duró mientras la presencia del EGP desanimó a los inversionistas. Entretanto, los traspasos de los finqueros a los campesinos estaban financiados por instituciones de ayuda con facilidades de pago, no por los Ixiles abriendose camino en el mercado privado. Para principios de la década de 1990, el INTA no estaba iniciando proyectos nuevos en el área ixil y las instituciones de desarrollo usualmente rechazaban las solicitudes para financiar la adquicisión de tierras. Como resultado, las aldeas y cooperativas ixiles tenían serias dificultades para realizar las transacciones que esperaban. Cuatro de las cinco compras fueron financiadas sólo con el apoyo de grupos eclesiásticos.{22} [286]
Cuadro 8.6
Fincas y traspasos en Chajul, 1980-1991
Nombre de la Finca | Localización | Tamaño en caballerías² | Uso principal de la tierra | Cambio étnico en la propiedad desde 1980 a 1991 | |
31. | La Perla, Santa Delfina y anexiones | Ilom/Sotzil | 80 | Café / Ganado | Reorganizado como asociación de solidarismo |
32. | Estrella Polar | Orilla oriental, R. Xalbal | 7 | Café | Ladino a ladino, compra privada |
33. | Covadonga y anexiones | Orilla oriental, R. Xalbal | 14 | Café | Propiedad ladinos sin cambios |
34. | Aldea Agros | Próximo al pueblo de Chajul | 2 | Vegetales | Ladino a Fundación Agros, para un pueblo modelo evangélico |
1. Una caballería = 112,12 acres ó 45,374 hectáreas (véase la nota 27 del capítulo 2). |
Cuadro 8.7
Fincas y traspasos en Cotzal, 1980-1991
Nombre de la Finca | Localización | Tamaño en caballerías² | Uso principal de la tierra | Cambio étnico en la propiedad desde 1980 a 1991 | |
35. | San Francisco y anexiones | Límite oriental del municipio | 111 | Café | 87 caballerías periféricas transferidas a colonos de la finca como parte de compensación por su trabajar |
36. | Finca Pacayal y anexiones | Santa Avelina y Bichibalá | 29 | Maíz / finca de mozos | Transferida a las aldeas de Bichibalá y Santa Avelina por el INTA |
37. | s.d. | San Felipe Chenlá | 22 | Maíz / finca de mozos | Transferida a la aldea de San Felipe Chenlá por el INTA |
38. | Chinamaquí | Villa Hortensia I | 29 | Maíz / finca de mozos | En proceso de transmisión a la aldea de Villa Hortensia I por el INTA |
39. | Chipol | Villa Hortensia II | 15 | Maíz / finca de mozos | En proceso de transmisión a la aldea de Villa Hortensia II por el INTA |
40. | Esmeralda | Entre Cotzal y Chajul | pequeña | Maíz / ganado | Ladino a 58 ixiles, compra privada |
41. | Monterrey | Santa Avelina | 1,5 | Café | Ladino a ladino, compra privada |
42. | Coalá | Camino a Nebaj | pequeña | Ganado | Ladino a ixil, compra privada |
43. | Los Angeles | Camino a Nebaj | 0,8 | Ganado a vegetales | Ladino a la Fundación Agros, para un pueblo modelo evangélico |
1. Una caballería = 112,12 acres ó 45,374 hectáreas (véase la nota 27 del capítulo 2). |
Los efectos del parcelamiento de fincas
“Antes, nuestros padres tenían como trescientas, cuatrocientas, hasta quinientas cuerdas. Ahora, el que más lote tiene, tiene cien, y el que menos tiene, tiene sus dos, tres o cinco cuerdas, mientras que tiene sus ocho familiares. [287] Los terrenos estamos haciendo pedacitos. A mí como síndico me da lástima hacer pedazos de los terrenos en lugar de agrandecerlos. Que fueran hechos de hule para agrandecerlos.” —Síndico de Nebaj, 1989
En una región minifundista, la recuperación de fincas proporciona una oportunidad excepcional para modernizar la agricultura. Pero mucho depende de la forma en que se distribuye la tierra. El hecho de respetar los deseos de los campesinos ixiles que cultivan maíz, quienes ya se encuentran bajo el nivel de subsistencia, significa reproducir el mismo patrón de minifundismo. En el caso de las haciendas de los Herrera, los colonos consideraban la tierra que ellos cultivaban como propia, mucho antes de la llegada del INTA. Los primeros hombres que se afiliaron a la finca recibieron hasta diez o quince hectáreas cada uno, los últimos en llegar recibieron solamente dos, transfiriendo las desigualdades resultantes a las siguientes generaciones. Bajo el antiguo régimen, los colonos que tenían necesidad de efectivo llegaron incluso a venderles sus derechos a otros colonos, por cantidades tan bajas como Q1,00 o Q0,50 por cuerda. Tanto se sentían dueños, que cuando el INTA repartió la finca acordó respetar los límites existentes a pesar de que éstos eran muy desiguales.
La viabilidad del resultado dependió de la generación. En la visita que hice en 1989 a las antiguas haciendas de los Herrera –San Felipe Chenlá, Santa Avelina y Bichibalá– hablé principalmente con hombres mayores, quienes como colonos de la finca, habían recibido trozos de tierra relativamente grandes a cambio de cuotas legales simbólicas. Ya no se veían obligados a ir a la costa y expresaron satisfacción respecto a sus nuevas escrituras de tierra. A mi regreso en 1990, las entrevistas que hice a los agricultores acerca del uso de la tierra y el tamaño de las familias reveló un cuadro más severo. Las personas que entrevisté eran hombres jóvenes de entre veinte y treinta años, quienes se habían visto forzados a dividir la tierra de su padre entre ellos y sus hermanos, y sus herencias eran bastante inadecuadas.
En Bichibalá conocí a un sastre que sembraba frijol negro para vender y obtenía mil quetzales por la cosecha, habiendo invertido solamente unos cuantos cientos. Decía ser el único en Bichibalá que se aventuraba de esta manera. Aun en Santa Avelina, cuyas latitudes bajas proporcionan más tierra para el cultivo del café, el espíritu empresarial [288] era bien limitado. En la época de finca anterior, los colonos tenían prohibido sembrar café. Esta política de administración evitaba que éstos establecieran una inversión a largo plazo que pudiera competir con los objetivos de la finca. En la aldea vecina de San Felipe Chenlá, según me dijo un viejo colono, un capataz de la finca lo había amenazado con enviarlo a la penitenciaría nacional por tratar de sembrar café. Más tarde, el capataz fue asesinado por la guerrilla y el colono pudo sembrar café durante la época de mayor violencia. Ya tenía un ingreso considerable que lo liberaba para poder realizarse en su vocación como pastor evángelico.
Una minoría de los habitantes de Santa Avelina sembraron café, se decía que los demás eran demasiado pobres, con propiedades tan pequeñas que no podían darse el lujo de utilizarlas para cultivos comerciales. Se rechazaba vigorosamente la idea de hacer préstamos del Banco Nacional para el Desarrollo, BANDESA, aunque en Nebaj hay una agencia que ofrece intereses relativamente bajos y, es importante resaltar, no ha demostrado ningún interés en embargar la tierra de los morosos. “La gente aquí hace como enseñan sus padres”, dijo el hombre que dice ser el único empresario agrícola en Bichibalá. “No son para prestar del banco”. “La gente de aquí sólo quiere trabajar sólo sin solicitar préstamos”, me dijo el alcalde auxiliar de Santa Avelina, “pero quieren su ayuda porque son pobres”. El tampoco quiso un préstamo, y no estaba criticando a sus vecinos: los colonos anteriores esperaban que alguien les ayudara a poder llegar a fin de mes sin tener en cuenta el tamaño de sus familias. “Los mas grandes tienen hasta cincuenta cuerdas, pero son ruinos. Ellos sólo quieren su ayuda. No quieren prestar”, repitió el alcalde auxiliar.
La gente de Santa Avelina y Bichibalá recuerda cuando gran parte de los alrededores todavía eran una zona boscosa; en la actualidad queda muy poco bosque, por lo que se necesitan entre dos y cuatro horas de ida y vuelta para llevar leña a casa. Muy pocos pueden comprar fertilizantes y todos catalogaron su tierra como “cansada”. En diciembre de 1990, las fuertes lluvias provocaron un gran deslave a lo largo de las pendientes laderas del valle del Río Cotzal que corre abajo de Santa Avelina. El deslave más grande arrasó cientos de metros de las cimas de los cerros deforestados hacia el río, mientras que otros hicieron perforaciones en las laderas de los cerros, formando zanjas dentelladas. Campos enteros de maíz quedaron erosionados. [289] “Los propietarios están llorando porque se chingaron todo su terreno”, dijo el alcalde auxiliar. “El derrumbe se llevó la milpa y el pobre se fue a la finca porque ¿qué va a comer?”
El primer parcelamiento que tuvo lugar en Nebaj siguió el mismo patrón de reforzamiento del minifundismo que tuvieron los proyectos del INTA en Cotzal. En este caso, las personas que tomaron la decisión fueron filántropos norteamericanos que compraron la Finca Chemalá, de dos caballerías, para entregarla al asentamiento de La Pista. Para lograr una mejor equidad, decidieron no dejar la propiedad en manos de una cooperativa naciente en La Pista, debido a que ésta no incluía a las familias más pobres. En vez de esto, dividieron la finca en 220 parcelas de cuatro cuerdas (menos de un quinto de hectárea). Una parcela para cada familia.
La Finca Chemalá todavía era boscosa cuando se la compraron a uno de los propietarios de tierra más grandes, con un claro que servía como pastizal para el ganado. Como una condición para reescriturar la finca a favor del asentamiento de La Pista, el gobierno insistió en que las partes más empinadas de los cerros formaran lo que vagamente se definió como una reserva forestal. Durante el largo proceso de reconocimiento, los administradores locales (un comité de pastores evangélicos) empezaron a vender los derechos sobre la leña para poder pagar los gastos, lo que incitó protestas encarnizadas por parte de La Pista. Los patrulleros civiles, bajo las órdenes del ejército, extrajeron cantidades adicionales de leña, por la cual no se recibió ningún pago. Una vez en posesión, los propietarios de la Pista cortaron los árboles que quedaban en sus parcelas tan rápidamente que se dice que ellos eran los responsables de una baja en el precio local de la leña. Finalmente, seguro de que a ninguno le iba a importar realmente, el comité de La Pista, a cargo de la propiedad, dividió la reserva forestal en otros cuantos cientos de parcelas, esta vez de dos cuerdas (una décima de hectárea) cada una, de donde también empezaron a extraer leña los nuevos dueños.
El deterioro de la economía de subsistencia de milpa
“La gente dice que están superando. El gobierno da casas, escuelas, puentes y carreteras. En este sentido, la gente está abundando. Pero la carretera tiene como dos cuerdas de ancho, cuando consideramos los daños [290] y las piedras, y tiene kilómetros de largo. Se pierde mucho terreno para cultivos. Hay familias que ya tienen cuatro, seis, ocho miembros y que han perdido su terreno. En La Pista hay ocho Iglesias evangélicas en lugar de una Iglesia grande. Ya han perdido ocho lotes para cultivos. Antes eran como dieciséis aldeas. Ahora hay como treinta y tres, y cada una quiere tener su campo de fútbol. Por un lado pensamos que estamos superando, pero por el otro estamos perdiendo terrenos.” —Síndico de Nebaj, 1989
La escasez de recursos naturales en Santa Avelina, Bichibalá y la Finca Chemalá eran evidentes en cualquiera de los sitios que visitara en el área ixil. Según los ecólogos Paul y Anne Ehrlich, el impacto humano en el ambiente se puede ver en función del número de personas, el consumo promedio de recursos, y el costo ambiental de la tecnología que utilizan. O, como lo exponen los Ehrlichs, Impacto = Población x Afluencia x Tecnología.{23} En el caso del área ixil, la tecnología ha cambiado poco durante el último siglo, con excepción del incremento del transporte motorizado y, más recientemente, las motosierras para cortar árboles. Los niveles de consumo tampoco han cambiado mucho. La variable que continúa siendo la de crecimiento más rápido la constituye la población.
Los ixiles se encuentran localizados en la periferia del sistema mercantil del altiplano, por lo que continúan dependiendo en gran medida del cultivo del maíz, incluso con normas mayas. No han diversificado sus productos agrícolas para incluir otros cultivos comerciales como lo han hecho sus vecinos del sur, los K’iche’s. Muchos ni siquiera cultivan el otro producto principal en la dieta tradicional mesoamericana, el frijol negro, debido a condiciones poco favorables. De acuerdo a los datos históricos, esta entrega extraordinaria al cultivo del maíz refleja la abundancia de tierras que los Ixiles gozaban anteriormente. La abundancia permitía que nuevas familias se mudaran a áreas que no habían sido explotadas y así obtener las cosechas que necesitaban para mantener la autosuficiencia en el maíz. Pero esos días pertenecen al pasado. En 1966, cuando Colby y van den Berghe realizaban su trabajo de campo en Nebaj, el área ya estaba importando maíz.{24}
De la misma manera que la cantidad de tierra por cabeza disminuye, ésta se trabaja con mayor intensidad, reduciendo a nada los períodos de descanso que se deben dar a la tierra. [291] Las enormes franjas de chipe que se encuentran en los alrededores de muchos reasentamientos son indicadoras de que ya no vale la pena cultivar estos terrenos. Invariablemente, los Ixiles dicen que su tierra está “cansada” o que “la tierra ya no dá”, y han llegado a acostumbrarse a tener producciones más bien bajas. Como promedio general, la producción máxima es de dos quintales (doscientas libras) por cuerda con fertilizante y, sin él, un quintal o menos, con algunos campesinos que persisten aun cuando la producción disminuye a la quinta parte de un quintal (veinte libras) por cuerda.{25} En la recién parcelada Finca Chemalá, ninguno de los seis agricultores reportó más de un quintal por cuerda, ni siquiera en los terrenos planos.
La deforestación en las laderas empinadas es otra señal del deterioro ecológico en el área ixil. El crecimiento de una población que depende de la agricultura de subsistencia no es la causa exclusiva: cuando el ejército retomó el área a principios de la década de 1980, ordenó una tala sistemática de los árboles a lo largo de las carreteras y alrededor de los reasentamientos para protegerse de cualquier emboscada. El ejército también construyó caminos nuevos que comunicaban con las aldeas de los alrededores, tal como lo hizo el gobierno civil a finales de la década de 1980. Se están construyendo o planificando nuevas carreteras para principios de la década de 1990: hacia las regiones altas de Huehuetenango al oeste, hacia La Perla y Barillas al norte y hacia Uspantán al sureste. Por lo general, las nuevas rutas pasan a lo largo de las montañas y a través de barrancas en donde todavía sobrevivien viejos bosques, lo que facilita a los operadores de motosierras y a los camioneros la extracción de madera. Pero si los acontecimientos recientes han acelerado la deforestación, el patrón de uso de la tierra indica que la mayor parte de la superficie boscosa ya había desaparecido antes de la violencia. Cuando el INTA realizó la inspección agrícola de seis fincas y aldeas a principios de la década de 1980, reportó que cerca del 40 por ciento de la tierra era apropiada para la agricultura y la mayor parte de este porcentaje era adecuado solamente para ciertas siembras perennes. Aún así, gran parte de la tierra ya había sido deforestada para el cultivo del maíz, dejando atrás campos escarpados y llenos de chipe.
Las fincas que abarcaron el mejor terreno de los valles son en parte responsables de la destrucción al obligar a los Ixiles a cultivar en las laderas. La extracción de la madera no tenía un fin comercial hasta el reciente advenimiento de la motosierra. [292] Los campesinos derribaban los árboles utilizando hachas y casi siempre estaban muy lejos del camino para poder vender los troncos. Si bien, solamente se extraía la madera más valiosa, dejando el resto para que fuera quemado, quedando como resultado laderas desnudas que se extendían por millas. Aún hoy en día, los cadáveres carbonizados de los gigantes del bosque entrecruzan los campos de donde brotan escasas y débiles matas de maíz. Al principio, creí que la presencia de la guerrilla serviría para proteger ciertas áreas de la deforestación. Esta teoría no tomaba en cuenta las decenas de miles de refugiados que, mientras vivieron bajo la administración del EGP, cortaron los pinos y bosques remotos para poder sembrar maíz y no morirse de hambre. La tala más extensa que pude apreciar se encuentra en una hondonada profunda camino a la Finca La Perla, en donde miles de Ixiles solían protegerse de la furia del ejército. La mayor parte del bosque que sobrevive cerca de los tres pueblos parece estar protegida dentro de propiedades más grandes, algunas pertenecientes a ladinos y otras a Ixiles adinerados, pero que probablemente no sobreviviría si se subdividiera entre los campesinos ixiles.
El hecho de que los viajes para conseguir leña son cada vez más largos es indicador de la preocupante situación ecológica. Hace veinte años, los Ixiles caminaban más o menos medio kilómetro para conseguir leña, pero ahora tienen que recorrer cinco, seis o más kilómetros. “Antes, la leña se encontraba mucho más cercana, sin la necesidad de comprarla,” me dijo el síndico de Nebaj. “La gente solamente la recogía donde la encontraba. A los ladinos y algunos dueños indígenas les importaba, a otros no. Ahora se quejan con el Juez y quitan la multa.” En el pueblo, el costo de la leña que se usa en un mes ha sobrepasado el precio de una botella de gas,{26} aunque el costo de instalar una estufa impide hacer el cambio. Algunas personas compran árboles aún en pie en las aldeas circundantes donde la leña es menos escasa que en el pueblo, y tienen que hacer viajes de hasta tres horas ida y vuelta desde sus casas para recoger la madera.
Aun con la terrible pérdida de vidas en la guerra, el área que habitan los Ixiles todavía se encuentra demasiado hacinada como para poder subsistir del cultivo del maíz. Cuando hice una encuesta entre los líderes y jefes de familia en el pueblo de Nebaj, éstos reportaron ser dueños de un promedio de menos de dos hectáreas cada uno (véase el Cuadro 2.7). A la edad promedio de cuarenta años, también reportaron un promedio de cuatro hijos vivos. [293] Aunque las familias ixiles tienden a restringir la herencia de sus tierras a los hombres, el heredero promedio en estas familias recibirá menos de una hectárea –muy por debajo de las 6 hectáreas de tierra arable por miembro de la familia que necesitan los campesinos mayas para ser autosuficientes en el maíz–.{27} Además, el costo de no tener tierra es alto: cuando el salario en los alrededores de Nebaj era de Q.5 (cerca de US$1) al día a finales de 1990, cien libras de maíz costaban Q40. Si esta cantidad de maíz mantenía a una familia joven de cinco con alimento por diez días, de acuerdo a un estimado local,{28} se necesitarían ocho días de salario laboral solamente para comprar maíz, con una pequeña cantidad para cubrir el costo del frijol negro, la principal fuente de proteína, así como también otras necesidades como ropa, medicinas y útiles para la escuela. De manera que las propiedades de la población se redujeron a franjas de tierras agotadas, la población también se vio reducida a la pobreza aun dentro de las normas tradicionales, y mucho peor si se la evaluaba de acuerdo a los modelos de desarrollo.
El dilema suscita una pregunta obvia. Si el crecimiento demográfico está generando empobrecimiento en el área ixil, ¿cómo perciben esta situación los Ixiles? ¿Consideran el número de hijos que tienen como una estrategia para sobrevivir, según lo manifiesta mucha de la literatura de las ciencias sociales, o quisieran limitar su fertilidad?
La actitud de los ixiles sobre el tamaño familiar
“A los treinta y ocho años de edad, Pedro tiene seis hijos y es propietario de dos tercios de hectárea, razón por la cual extrae madera y viaja a la costa para ganarse allá la vida. Él niega que tiene hijos para que le produzcan ingresos, pero está de acuerdo que son un apoyo importante cuando llega a la vejez. Si él tendrá más hijos es “según Dios”, por consiguiente no está interesado en planificar la familia. Cuando le pregunto cómo se las van a arreglar sus seis hijos con solamente dieciséis cuerdas de tierra, su respuesta es la exclamación típica campesina ‘¡Saber!’”
“Diego tiene veinticinco años, tiene tres hijos y posee casi una hectárea de tierra. En lugar de ir a la costa como muchos de sus vecinos, Pablo le compro madera a los aserradores locales y renta camiones para venderla en la ciudad de Guatemala. Ya que es prohibido exportar madera a la capital, es necesario efectuar negociaciones costosas con las autoridades. Pablo también espera poder compar dos vacas por medio de un préstamo en [294] el Banco Agrícola Nacional. Cuando uno de sus hijos tuvo que ser hospitalizado recientemente en la ciudad de Guatemala, la clínica persuadió a su esposa para que tomara píldoras anticonceptivas. Supuestamente, la pareja debe ir a la capital cada mes con el objeto de hacerse examen, pero no tienen los recursos para hacer el viaje, por lo que las píldoras se les han terminado. Pero Pablo dice quiere esperar seis años para tener el próximo niño, y quedarse con cuatro hijos a los que puede proporcionar cuidados médicos y educación, en lugar de tener diez hijos a los que no podrá sostener.” —Entrevista con dos evangélicos en la Finca Chemalá, 1990
Hasta ahora, la población guatemalteca muestra muy poca inclinación hacia los niveles “modernos” de fertilidad, es decir, la transición demográfica de proporciones descendentes, asociada con la industrialización en Europa y Estados Unidos.{29} A pesar del acelerado proceso de urbanización, a finales de la década de 1980 el crecimiento de la población estaba ascendiendo a 3.2 por ciento anual.{30} Si las mujeres guatemaltecas continúan teniendo un promedio de 6.4 hijos, según datos del Consejo Nacional de Planificación Familiar, la población de 1990 de 9.2 millones se cuadriplicaría a 34.3 millones en el primer cuarto del próximo siglo. Aún en el caso de que se diera una disminución de la fertilidad a un promedio de 2.52 hijos por mujer, según los cálculos del Consejo, la población de Guatemala se duplicará a 19 millones en el año 2.025.{31}
Es complicado calcular el promedio de natalidad en Nebaj debido a que no contamos con una base demográfica firme, pero probablemente es más alto que el promedio nacional, de conformidad con la tendencia de la mujer rural, indígena y analfabeta de tener más hijos que su contraparte urbana, ladina y mejor educada. Normalmente, la cifra de nacimientos se obtiene del Registro Civil. Esta es una fuente que los optimistas consideran acertada, excepto para los infantes que tuvieron una corta vida.{32} Aunque éste sea el caso, los cálculos del Registro Civil en el área ixil se han complicado con la guerra, particularmente el registro tardío de los niños que nacieron en la montaña.
Para ilustrar el problema, una encuesta de salud realizada por el gobierno muestra que el promedio de natalidad en Nebaj oscila entre un mínimo de 34 nacimientos por millar en 1981 (cuando el reporte podría haber dado un resultado bajo debido al éxodo de los refugiados) [295] a 75 por millar en 1984 (cuando se estaban registrando las personas que habían tardado en regresar de las montañas).{33} Para 1988, los 1.555 nacimientos registrados a tiempo{34} sugieren un promedio alto de natalidad, cuyo nivel preciso depende de nuestra estimación de población bajo el control del gobierno. Si suponemos que únicamente veinticinco mil nebajeños estaban bajo el control del gobierno en 1988 (véase el Cuadro 8.8), el resultado es de 62.2 nacimientos por millar de mujeres. Una suposición intermedia de veintinueve mil da como resultado 53.6 nacimientos por millar de mujeres, mientras que treinta y tres mil nebajeños bajo el control del gobierno da un promedio de natalidad de 47.1 –todavía arriba de los promedios nacionales altos que oscilan entre 41 y 43–.
Cuadro 8.8
Tasas de fertilidad por 1.000 mujeres en Nebaj
Población base | Tasa de nacimiento para 1.000 mujeres |
25.000 | 62,2 |
27.000 | 57,6 |
29.000 | 53,6 |
31.000 | 50,2 |
33.000 | 47,1 |
Fuente: Cálculo del autor basándose en los datos recogidos en la Oficina de Registro Civil. |
Quizás porque los observadores de la clase media muchas veces critican a los pobres por engendrar demasiados hijos, los científicos sociales se han tomado la molestia de explicar el porqué de las grandes familias campesinas. “La gente no es pobre porque tenga familias grandes”, concluyó Mahmood Mamdani basado en su estudio sobre los programas de control de la natalidad financiados por Estados Unidos en la India. “Por el contrario: tienen familias numerosas porque son pobres.”{35} Es decir, los campesinos tienen familias numerosas porque cada niño produce eventualmente más ingresos (o ventajas de supervivencia) de lo que él o ella haya costado. [296] “Por muy primitivas que sean las condiciones en las que viven,” resume Alain de Janvry, la mayoría de las parejas “tienen un razonamiento individual para ajustar el número de hijos que tienen a las condiciones económicas, políticas, jurídicas e ideológicas de sus vidas.”{36} En Guatemala, los estudios realizados por John Early y James Loucky sobre las familias maya Tz’utujiles del Lago de Atitlán también señalan la utilidad de tener muchos niños o la “lógica de la alta fertilidad”.{37}
Debido a que la maximización todavía es la explicación que prevalece para justificar la elevada fertilidad campesina, yo esperaba que los ixiles reconocieran que tenían tantos hijos para que más adelante contribuyeran con la producción. Los niños ixiles, en efecto, trabajan desde la edad de siete u ocho años, especialmente atendiendo a los animales y acarreando pesadas cargas de leña. Pero los padres niegan que tienen familias numerosas por razones económicas, al menos en los alrededores del pueblo donde hice la mayor parte de mis entrevistas. No, dijeron las mujeres ixiles: los niños son solamente algo que sucede. Muchas se refieren a la voluntad de Dios, pero también se quejan de que las familias con muchos niños se mantienen pobres. En cuanto a los hombres, ellos frecuentemente dicen que quieren menos hijos, mencionando la dificultad de proporcionar los alimentos, y están bastante conscientes de las consecuencias de la herencia de la tierra.{38} Los hombres casi siempre niegan que las familias numerosas estén destinadas a aumentar los ingresos familiares, señalando que el maíz no recompensa el esfuerzo adicional con una producción más alta. Los sueldos tan bajos y las enfermedades de las tierras bajas convierten la posibilidad de llevar a una familia numerosa a la costa en una inversión poco convincente. En cambio, los hombres me dijeron que ellos tenían familias numerosas “por no pensar.”
Los ixiles no identifican espontáneamente el tamaño de sus familias como un problema de la misma manera que reconocen la necesidad de ayuda para la reconstrucción.{39} No fue hasta que mencioné el asunto que los Ixiles lo reconocieron, aunque en el momento lo hayan hecho con elocuencia y convicción. “Por no tener orientación, nos dedicamos a fabricar niños”, se lamentaba un sastre y padre de seis. “Cuando sólo éramos dos, y un hijo, la vida era mejor. Hubo centavos en el bolsillo. Ahora la vida es una lucha. Me he arrepentido de tener tantos hijos”. Esta actitud casi impotente nos hace preguntarnos si, según la teoría de maximización, las parejas ixiles dejan de tener hijos [297] cuando perciben que los costos son mayores que los beneficios. Quizás los Ixiles se avergüencen al admitir que la cantidad de hijos que tienen es el resultado del cálculo. Pero si creemos en lo que dicen –niegan el cálculo, junto con las quejas de la carga que representa tener una familia numerosa y la explicación del tamaño en términos de la voluntad de Dios o la falta de visión al pensar en el futuro– sugiere una interpretación de no-maximización de la fertilidad elevada.
En un estudio del norte de México, Debra Ann Schumann encontró que, por el contrario de lo que afirma Mamdani, el contexto social de la toma de decisiones limita la elección y bloquea la modificación de los patrones naturales de fertilidad. Entre los mayas Tzeltales que emigraron a los bosques de las tierras bajas de Chiapas, Schumann no encontró ningún efecto que se pudiera demostrar de las decisiones reproductivas en el asunto de la fertilidad, ni que la demanda de trabajo era la variable más importante que la afectaba. Era más importante la ideología religiosa, la opinión pública y la disponibilidad de métodos para la planificación familiar, que emana de la esfera “preatente” para la toma de este tipo de decisiones.{40} Al parecer, en el área ixil actúan los mismos factores con las monjas que interponen su opinión al respecto. Pero aunque ellas no lo hicieran, muchas mujeres todavía considerarían un embarazo después del otro como algo que Dios les mandaba. La mayoría de la población no tiene acceso a los métodos modernos para el control de la natalidad, y los que sí lo tienen, tienden a encontrar que las técnicas disponibles –píldoras, dispositivos intrauterinos, profilácticos, ritmo– no son muy aceptables o prácticos. Generalmente, los Ixiles expresan temor a estos métodos, haciendo referencia a experiencias negativas (por lo regular las de otra persona) que tuvieron con el centro de salud que los provee.
Obviamente, si las familias numerosas son económicamente razonables para los ixiles, lo más probable es que no reduzcan su fertilidad. Por lo que tampoco hay oportunidad de reducir el crecimiento de la población, especialmente si este crecimiento mantiene a las parejas tan pobres que no tienen más remedio que maximizar la cantidad de hijos, quienes luego pueden salir a conseguir ingresos adicionales. Pero si las familias numerosas no son económicamente razonables –si éstas son más bien el resultado de “no pensar” (y de no tener una alternativa aceptable)– entonces los Ixiles podrían responder a los métodos nuevos y perfeccionados de planificación familiar. [298] Bajo las circunstancias actuales, el interés de los Ixiles por las familias numerosas probablemente está divergiendo como nunca antes había sucedido. Puede que el ser padres de numerosos niños todavía sea el deseo de las parejas que viven en las aldeas de los alrededores y que consideran tener suficiente tierra. Las mujeres que me dijeron que querían tener una familia más pequeña por lo general tenían un poco más de instrucción y participaban en actividades comerciales. Los ixiles más jóvenes tienden a interesarse más en limitar el tamaño de sus familias que los de mayor edad, aparentemente porque ellos están recibiendo menos tierra de sus padres, lo cual los forza a enfrentar problemas más serios de subsistencia.{41}
Escapando de la crisis
“¿Cuánto se paga por trabajar en los Estados Unidos?” —Pregunta muy popular en Nebaj
Al comienzo de mi estudio, pensé que, en último caso, la violencia podría beneficiar a los campesinos ixiles en (1) ayudarles a recuperar la tierra de sus abuelos, de los finqueros que se marchaban, y (2) mejorar la proporción persona/tierra a través del funesto proceso de reducción de la población. Es verdad que a la población indígena se le ha devuelto una parte significativa de la tierra que pertenecía a los ladinos.{42} También es cierto que la disminución de la población ha aumentado la cantidad de tierra por cabeza (véase el Cuadro 8.9). Pero dudo que los campesinos ixiles obtengan de esto un beneficio duradero, por dos razones. Primera, como mencionamos anteriormente, su elevada fertilidad, al parecer, recobrará las pérdidas que dejó la guerra en la década de 1990 y duplicará la población para la década del 2010. Segundo, el resultado del parcelamiento de fincas hasta la fecha sugiere que, aunque se devolvieran todas las propiedades de los ladinos a los minifundistas ixiles, el uso que éstos harían de la tierra pronto la agotaría. [299]
Cuadro 8.9
Incremento en tierra por persona como resultado de la violencia
Área (km²) | Tierra proyectada per cápita para 1989 sin la guerra. Población del censo proyectada¹ | Hectáreas / persona | Tierra actual estimada per cápita en 1989. Población actual estimada | Hectáreas / persona | |
Nebaj | 608 | 45.438 | 1,34 | 32.709 | 1,86 |
Chajul | 1.524 | 38.672 | 3,94 | 19.423 | 7,85² |
Cotzal | 182 | 17.669 | 1,03 | 17.940 | 1,01 |
Triángulo ixil | 2.314 | 101.779 | 2,27 | 70.072 | 3,30 |
1. Población del censo proyectada en 1989: Instituto Nacional de Estadística, 1988:24. Población actual estimada en 1989: basado en las cifras del Programa de Desarrollo de Naciones Unidas (UNDP) / Programa de Personas Refugiados, Repatriados y Desplazados (PRODERE), corregidas por el autor (véase notas del cuadro 8.4). | |||||
2. Para la previa discusión en el capítulo 8, el aumento del ratio hectárea/persona en Chajul puede atribuirse a la forma en que los encargados de las estadísticas del gobierno calcularon el aumento poblacional, como lo demuestra el hecho de que el ratio hectárea/persona de Cotzal no aumentara. La cifra global del Triángulo ixil constituye el mejor ejemplo. |
Como observamos en los casos de Bichibalá, Santa Avelina y Chemalá, muchos Ixiles carecen de los recursos para darle a su tierra otro uso que no sea el de hacerla producir reducidas cosechas de maíz. No tienen suficiente tierra como para darle su respectivo período de descanso, y el tamaño promedio de la familia obliga a continuar con las particiones a través de las herencias hasta el punto en que se quedan sin nada. Peor aún, ya que gran parte del sector finquero está inundado con los terrenos de subsistencia de los colonos, el hecho de registrar la tierra a su nombre no incrementa lo que está disponible para subsistencia.
Ya que la tierra no se puede estirar como si fuera de hule, según lo expresó el síndico de Nebaj, una manera en que los Ixiles podrían cambiar su respuesta a la escasez es reduciendo el tamaño de sus familias. Como lo indica la sección anterior, los Ixiles se están interesando más en esta opción, aunque el éxito que han tenido hasta la fecha haya sido limitado. La otra manera en que los Ixiles pueden cambiar su respuesta a la escasez es la forma en que se ganan la vida. Como se puede ver, son los únicos pueblos del altiplano occidental que se resisten al empobrecimiento y que ya no dependen de la agricultura de subsistencia tradicional. En cambio, se han dedicado al comercio, al cultivo del café en pequeña escala y a otras cosechas comerciales que dejan ganancias.{43} [300]
A este respecto, al menos, los Ixiles están avanzando mejor que en la planificación familiar. Nadie es partidario de abandonar el cultivo del maíz, pero cada vez más Ixiles se aúnan con los promotores agrícolas al censurarlo como una estrategia económica sin futuro. “¡Todo lo que usted ve por aquí es maíz, maíz, maíz!” manifiesta un promotor bilingüe. “¡Un quintal por cuerda no sirve para nada! Vivimos como coches. Lo que se necesita en su lugar son huertos de frutas, manzanas producidas por una cooperativa al estilo israelí”. Afortunadamente, los modelos están más al alcance de la mano que en Israel. Los mayas K’iche’s al sur ya han diversificado su agricultura para el consumo del hogar y del mercado. El interés de los Ixiles por ocupaciones no agrícolas también sigue un patrón K’iche’ que fue establecido hace siglos, cuando el crecimiento demográfico y el deterioro ecológico forzaron la diversificación, dando lugar a la industria artesanal y al comercio. Un factor crítico, según Thomas Veblen, fue la degeneración de una amplia franja en Totonicapán y en el sur del Quiché ocasionada por el pastoreo de ovejas.{44} El área ixil todavía no se ha convertido en desierto al igual que el paisaje seco y erosionado del sur, pero sus habitantes ya están buscando modelos alternativos. La reforma religiosa incluye un esfuerzo obvio de cambiar la forma en que se invierten los recursos, desde los rituales comunales, hasta la superación personal, de la familia y de las congregaciones que reafirman las nuevas prioridades.{45}
Aunque muchos ixiles aprenden el discurso de la salvación, apenas unos pocos han aprendido el de la ecología, es decir, el lenguaje que expresa la preocupación por los recursos que los observadores occidentales muchas veces le achacan a los pueblos indígenas. El resultado de mis investigaciones sobre este asunto no fue muy alentador: la palabra en ixil para árbol, tze’, se traduce literalmente como palo, y fue difícil encontrar a alguien que se declarara a favor de los árboles salvo como leña, material de construcción o una fuente rápida de efectivo. Los rituales de apropiación que aún practican algunos Ixiles, tales como quemar incienso antes de cortar un árbol, no previnieron que los bosques fueran arrasados.{46} La mayoría de la población estaba tan presionada que no tuvo otra alternativa sino la de deforestar hasta el tipo de ladera de la cual se puede caer fácilmente un campesino y romperse el cuello. De acuerdo con los técnicos que están iniciando proyectos de reforestación, la conservación del suelo no era el argumento más eficaz que podían utilizar con los campesinos ixiles, mucho menos los conceptos de la ecosfera. [301] Más bien se recurrió a su necesidad de leña. Como resultado, los programas de reforestación promovieron la siembra principalmente de árboles no nativos y de crecimiento rápido que atrajeran a los campesinos, ya que podrían ser cosechados en pocos años. Ya que la restauración ecológica era un sueño imposible, la única esperanza para la parte que quedaba de viejos bosques era que las nuevas fincas de árboles para leña aliviaran un poco la presión.
Otro discurso que los Ixiles estaban aprendiendo más rápido que el de la ecología era el de la emigración –de las aldeas hacia la cabecera municipal, a la Ciudad de Guatemala y, en sus sueños, a Estados Unidos–. No debemos confundir este fenómeno con la migración de temporada a las fincas, patrón que se originó del reclutamiento forzoso de mano de obra que se trata en el Capítulo 2, que luego se convirtió en “voluntario”, de manera que los Ixiles perdieron la autosuficiencia en el maíz, y que todavía era la forma más importante de migración económica en el área ixil. La nueva migración era, en cambio, la urgencia de mudarse a un lugar más grande y resplandeciente. Esto significó romper con la ecología campesina de los asentamientos dispersos, la cual, paradójicamente, se mantuvo gracias a la migración temporal a las fincas. Desde el punto de vista del cultivo del maíz como medio de subsistencia, la respuesta que mejor se adaptaba a la escasez era mudarse de las cabeceras sobrepobladas a los terrenos de los alrededores, de ahí los asentamientos de Sumal al norte de Nebaj desde principios de siglo y los de Amajchel en las regiones cálidas al norte de Chajul desde la década de 1960. Esta fue la razón por la cual los refugiados con más bocas que alimentar eran los más ansiosos por regresar a sus terrenos, aun bajo los términos del ejército, ya que la disponibilidad de tierras y de leña era mayor en estos lugares.
Ahora por primera vez, miles de Ixiles volvieron la espalda a la milpa para hacer otra clase de vida. Algunos virtualmente no tenían tierras; otros todavía eran propietarios, pero ya no querían enfrentarse a tantas presiones. De ahí el hecho de que los Ixiles de los alrededores de Sumal Chiquito empezaran a vender tierras aptas para la siembra de café a los ladinos y a los Ixiles acomodados, a precios bajos. En una ocasión, un maestro de escuela compró 110 cuerdas a la increíble suma de Q10 cada una, es decir, cinco hectáreas de valiosa tierra por US$300. El vendedor estaba harto de verse forzado a vivir amontonado con sus vecinos en asentamientos concentrados y a servir en las patrullas civiles. [302] A pesar de que apenas sabía como escribir su nombre, decidió irse a la capital para reunirse con un hijo que vivía allá.
En los alrededores de los centros urbanos de adobe y teja de Nebaj, Chajul y Cotzal surgían nuevos círculos de viviendas de refugiados, del color de la madera fresca, ubicados en las partes altas de las laderas en las que antes había bosques, o abajo en las hondonadas que antes eran pastizales. A pesar de la seria escasez de leña y tierra para cultivar, la vida en los pueblos atrajo a miles de refugiados ya que era mejor que en las aldeas modelos. Una de las razones consistía en las demandas más pesadas de las patrullas civiles en las aldeas. La patrulla civil del pueblo solamente exigía hacer vigilancia una vez cada quincena, explicó un leñador de Pulay, en lugar de andar por las montañas persiguiendo a la guerrilla. Los nuevamente urbanizados también hablaban de la gran vida y movimiento que los atraía: el pueblo era más alegre. Empujados por las condiciones inseguras en las aldeas, estas personas estaban escogiendo el agua de un grifo, la luz eléctrica y la proximidad a un camino por encima del viejo ideal de la proximidad a sus milpas, aunque esto significara una mayor dependencia de un salario para vivir.
Incluso los Ixiles que regresaban a sus aldeas preferían, si era posible, quedarse en las viviendas para refugiados en el pueblo. Las instituciones de ayuda trataban de prevenir esta situación, pues no querían financiar dos hogares para cada familia. Pero tener dos residencias es un antiguo patrón en la vida maya: la casa en el pueblo se utiliza mientras se presta servicio en la jerarquía civil-religiosa, con la otra en la aldea para cultivar maíz y criar animales. En Las Violetas, el campo de refugiados en Nebaj que se había transformado en un nuevo cantón, se estaba reafirmando esta tradición. A los refugiados que regresaban a sus aldeas se les exigió que pusieran sus casas a la venta. Pero lo extenso de los lazos familiares hizo difícil saber exactamente quién estaba viviendo en dónde y el comité de vecinos lo veía de otra manera, permitiéndoles a muchas familias hacer realidad el viejo ideal de tener una casa en el pueblo y otra en la aldea, aunque éste fuera en la forma de chozas de madera. Las Violetas estaba lleno de Ixiles provenientes de aldeas quienes estaban experimentando con nuevas ocupaciones urbanas y, a pesar de sus penosas circunstancias, tenían la esperanza de superarse.
Los nebajeños que se iban a la ciudad de Guatemala tendían a ser muy jóvenes y sin familia, particularmente mujeres jóvenes que se empleaban como sirvientas domésticas. [303] Cuando éstas regresaban para las fiestas del pueblo, eran una categoría sospechosa, marcadas por el encanto y el estigma de la experiencia urbana. Las atracciones de la vida urbana, incluyendo el liberarse de sus familiares Ixiles, significó que un número significante de estas mujeres se instalara allá. En la capital y centros regionales también había un gran número de estudiantes y profesionales que no lograban encontrar en sus pueblos de origen un trabajo que se acomodara a sus ambiciones. Un grupo había emigrado durante la violencia, por lo regular familiares de personas que habían sido acusadas de colaborar con la guerrilla, algunos de los cuales todavía tienen miedo de regresar.
Sin embargo, la capital no era el destino final en la mente de los nebajeños. Este estaba reservado para Estados Unidos, un estándar exigente de modernidad y comodidad para todo el país. Para principios de la década de 1990, los guatemaltecos que se establecían en los Estados Unidos tendían a ser ladinos con antecedentes urbanos. Los nebajeños que se encontraban allá consistían en ladinos, unos cuantos Kiche’s y una sola ixil que se casó con un norteamericano durante la peor época de la violencia, y que luego fue llevada al norte de Minnesota y se traumatizó de tal manera por la soledad y el aislamiento que regresó a Guatemala. Pero el rumor había corrido, de modo que los hombres que vivían en las condiciones más rústicas podrían contarse para formular la pregunta: “¿Hay chance en los Estados Unidos?” Los refugiados que acababan de regresar de las montañas, con un español muy limitado, me preguntaron si me los podía llevar a Estados Unidos para trabajar. Las sudaderas tenían impresos lemas como “Los Angeles, California” y “U.S.A. - I’m gonna win!” (¡Soy ganador!).
Los Ixiles contaban historias acerca de gringos que llegaron en aviones ofreciendo trabajo en el gran país del norte. Según una versión, los Ixiles perdieron su oportunidad cuando ninguno quiso ir. Según cuenta otra, el gringo voló para obtener la papelería necesaria pero nunca regresó. Los ixiles que más se acercaron a hacer el intento de viajar a través de México eran bilingües y bien educados, habían estudiado fuera de Nebaj o trabajaban como contratistas. Como la mayoría de emigrantes centroamericanos a Estados Unidos, no eran víctimas de persecución política. En cambio eran emigrantes con intereses económicos atraídos por la imagen de consumo norteamericana. Si los Ixiles se establecieran en Estados Unidos, serían únicamente una de las innumerables corrientes migratorias que provienen de localidades ecológicamente [304] degradadas en el Tercer Mundo que buscan el progreso mudándose al centro del sistema mundial.{47}
Notas
{1} El mercado de trabajo local aún no estaba en condiciones de absorber a todos los Ixiles en busca de trabajo durante las temporadas ociosas del ciclo agrícola, de aquí la constante presión para viajar a la Costa Sur o Alta Verapaz.
{2} Puesto que la municipalidad no ha logrado aplicar a los contratistas un impuesto por cada persona contratada, ningún tipo de autoridad cuenta el número de individuos que van a trabajar a las fincas por jornales. Las estimaciones de los contratistas fueron tan parciales y contradictorias que renuncié al intento. En 1966, cuando el control de la contratación de mano de obra recaía sobre un reducido grupo de individuos, Colby y van den Berghe lograron encontrar a alguien que les mereció la suficiente confianza para estimar que, de una población de 45.000 personas, aproximadamente 2.000 dejaban la región cada mes contratados como cuadrilleros. Si aplicamos el mismo porcentaje a una supuesta población de 70.000 en 1989, el resultado es de 3.111 personas que dejan la región mensualmente o 37.332 contratos anuales. Si la migración estacional se ha incrementado, como afirman los pobladores, la cifra real podría ser más alta.
{3} El café representa la única competencia posible para la exportación de mano de obra. Si la Finca San Francisco (dieciocho mil quintales en 1989), la Finca La Perla (seis mil quintales en 1988), otras fincas y los pequeños agricultores produjeron treinta mil quintales de café en grano en un buen año, un precio favorable en el mercado mundial, de cien dólares por quintal, produciría un ingreso de tres millones de dólares. Sin embargo, gran parte de este ingreso jamás llega a la región ixil porque se destina al pago de préstamos, comisiones, insumos y a las ganancias de los dueños en la capital. Sobre la base de las estimaciones de los contratistas, Colby y van den Berghe (1969: 131) calculan que en 1966 dos mil jornaleros agrícolas, en su mayoría hombres jóvenes, dejan mensualmente la región ixil y un número similar retorna, cifra que representa el 4.44 por ciento de la población. Si asumimos que en 1989 el 4.44 por ciento de una población de 70.000 abandonaba cada mes la región, estaríamos hablando de 3.111 jornaleros por mes, para un total de 37.332 meses de trabajo anuales. Si cada jornalero trae a casa un promedio de US $35 mensuales, esto representaría un total de US $1.306.620 por año. Dado el daño que sufrió el sector cafetalero durante la violencia, es posible que la exportación de mano de obra traiga más ingresos a la región ixil que el café.
{4} El Índice Gini es una medida que se basa en el tamaño de la propiedad y la cantidad total de tierra, según la cual cero representa una igualdad absoluta y cien una concentración completa.
{5} Hough, et al. 1982: 1-2,7.
{6} Melville y Melville, 1971b; Jonas, 1991; Frank y Wheaton, 1984.
{7} Lincoln, 1945.
{8} Lovell, 1990: 10 y 1992: 1.
{9} Horst, 1967; Davis, 1970; Smith, 1977; Veblen, 1978. Para el caso comparativo del altiplano maya de Chiapas, consúltese Collier 1975.
{10} Dirección General de Estadística, 1968: 177-79; Dirección General de Estadística, 1982: 255-56.
{11} De Janvry, 1982: 91.
{12} El conteo de salud para 1983-84 es de 27.078, excluyendo unas cuantas aldeas en los alrededores de Cotzal y Chajul. Si consideramos la fecha anterior de finales de 1982 y los refugiados que aún tenían que volver, 25.000 representa una estimación razonable para la población bajo control gubernamental.
{13} Los datos del centro de salud local de 1983 muestran que para Cotzal bastante más de la mitad de la población (3.000+ de 5.530) tenía menos de 20 años.
{14} “Viudas y Huérfanos, Departamento de El Quiché”, listado obtenido por cortesía del Programa de Asistencia a Viudas y Huérfanos Menores, Víctimas de la Violencia (PAVYH), Secretaría Específica de Asuntos Políticos, Presidencia de la República. Cuando mostré este desglose a los individuos que realizaban la encuesta de salud local en Nebaj, objetaron que la cuenta les parecía excesiva. En efecto incluía algunas viudas “naturales” atraídas por la asistencia destinada exclusivamente a viudas de guerra. Los administradores locales de la asistencia proporcionan cifras aún más altas, como las 1.200 viudas y 4.000 huérfanos que un pastor evangélico calculó para Cotzal (en contraste con las 590 viudas y 1.005 huérfanos reportados por el PAVYH). En Chajul un funcionario gubernamental afirmó que existían 645 viudas y 1,425 huérfanos (en contraste con las 502 viudas y 783 huérfanos que contó el PAVYH).
{15} Véase Washington Office on Latin America, 1988; y Perera, 1993.
{16} Correcciones del autor (véase el Cuadro 8.3, n.2).
{17} Entrevista del autor con la delegación de las CPR en la capital, 13 de julio, 1992.
{18} Incluyendo las setenta mil personas bajo control gubernamental y las diecisiete mil en las CPR de la Sierra, pero no los cinco mil Ixiles que supuestamente se encontraban en diáspora.
{19} Calculado en base a datos del Instituto Nacional de Estadística, 1988:24.
{20} Rossdeutscher, 1991; Levitsky y Lapp, 1992. En Costa Rica las asociaciones solidaristas representan en la actualidad a más trabajadores que los sindicatos.
{21} Un funcionario del INTA atribuyó la expropiación a un impuesto sobre tierras ociosas que pronto alcanza niveles confiscatorios. Ninguna de las propiedades ixiles, intensamente cultivadas, había estado en realidad ociosa de acuerdo a la definición legal, afirmó. En su lugar, los Herrera las entregaron para conservar propiedades mas valiosas ubicadas en otra parte.
{22} Las cinco son: Finca Chemalá (Nebaj), financiada por evangélicos Presbiterianos de Estados Unidos para la aldea La Pista; Finca Las Vigas (Nebaj), financiada por la Misión Emmanuel, con base en Guatemala, para la aldea Xeo; Agro Aldea (Chajul), financiada por la Fundación Agros (evangélica) para la Iglesia Jesús Salva y Sana; Finca Los Angeles (Cotzal), financiada por la Fundación Agros para evangélicos; y Finca La Victoria, financiada por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo para la aldea de Sumal Chiquito. La diócesis católica del Quiché ha financiado una sexta compra de tierras, para Las Violetas en los alrededores de Nebaj, pero con propósitos de albergue a refugiados más que para usos agrícolas.
{23} Ehrlich y Ehrlich, 1990: 58-59.
{24} Colby y van den Berghe, 1969: 31.
{25} Un quinto de quintal por cuerda equivale a 3.3 bushels por acre o 7.9 bushels por hectárea. El rendimiento promedio del maíz en los Estados Unidos es cerca de veinticinco veces superior (calculado en base a Nachtigall, 1978: 102-4 y Stadelman, 1940: 133).
{26} En 1989 una tarea de leña costaba 25 quetzales (cerca de US $8) y podía abastecer un hogar durante un mes. Una botella de gas costaba Q 8.50, probablemente duraba aún más, pero debía comprarse en la cabecera departamental.
{27} Stadelman, 1940: 104. Se trata de un estudio sobre el cultivo del maíz en pueblos de ecología similar de departamentos colindantes con Huehuetenango. Si bien pertenece a la época anterior a la era de los fertilizantes químicos, la mayoría de los agricultores ixiles se las arreglan aún sin tales insumos, cuya contribución al aumento de la productividad en el largo plazo deja un margen para la duda.
{28} La fuente, un promotor de cooperativas, estimó que en promedio cada miembro de una familia ixil consume dos libras de maíz diarias. Dos generaciones antes, Stadelman (1940: 93) reportó que el consumo adulto de maíz en Huehuetenango era de dos libras al día.
{29} Para una bibliografía del amplio espectro de los estudios sobre población en Guatemala, véase Arias de Blois, 1978 y 1983.
{30} Jorge Arias de Blois, citado en Crónica, 6 de octubre, 1989, p. 15.
{31} Arias de Blois, 1986: 19-21. John Early (1982a: 65) calcula que, a la tasa actual de crecimiento anual, del 3.2 por ciento, la población del país se duplicará cada 21.5 años.
{32} Entre los pesimistas se cuentan una doctora francesa trabajando para Niños Refugiados del Mundo en Nebaj, que estimó que no se registraba el 23 por ciento de los nacimientos. En la medida en que no se registran los nacimientos, el efecto real sobre el crecimiento poblacional podría verse anulado por la alta tasa de mortalidad infantil.
{33} Diagnóstico de Salud, Centro de Salud de Nebaj, noviembre de 1984.
{34} Para 1988 los 1.939 registros en la municipalidad de Nebaj incluían 384 niños que habían nacido antes de 1987, dejando 1.555 nacidos entre 1987 y 1988. Para considerar que los 1.555 registros representan el número total de nacimientos en 1988, debemos asumir también que la misma proporción de nacimientos en 1987 y no reportados hasta 1988 puede mantenerse para los nacimientos en 1988 y reportados en 1989.
{35} Mamdani, 1972.
{36} De Janvry, 1982: 89.
{37} Early, 1982b: 179-80; Loucky, 1988:321-51. Loucky (1978) detectó familias mayores en un pueblo Tz’utujil donde los niños trabajaban en la confección de lazos, sugiriendo que los padres estaban teniendo más hijos para incrementar el ingreso familiar. Examinando los costos y beneficios de una alta fertilidad en términos del ciclo de vida, los costos se concentran con mayor intensidad en los años de crianza de los niños y los beneficios más tarde en el ciclo, cuando los niños pasan a ser productores. Así, los argumentos de maximización a favor de una “lógica de la alta fertilidad” merecen escrutinio para localizar posibles sesgos en favor de los mayores, es decir, la suposición de que los intereses de los mismos son normativos para el conjunto de la sociedad.
{38} En mi encuesta, 238 jefes de hogares ixiles reportaron un promedio de 5.36 hijos, de los cuales habían sobrevivido hasta la fecha las tres cuartas partes, dejando un promedio de 4.02 hijos por hogar. Si bien los años reproductivos de muchos de los padres encuestados no habían terminado, y había más hijos en camino, los hijos varones ya estaban destinados a heredar solo la mitad de las tierras paternas.
{39} Como en el pueblo maya K’iche’ de San Antonio Ilotenango, donde Ricardo Falla (1980: 23-25) encontró que los habitantes consideraban que el conflicto religioso representaba un problema de mayor importancia que el crecimiento poblacional que pensaba estudiar. No obstante, pocos años más tarde, un estudio de fertilidad en un municipio Kaqchikel de Chimaltenango encontró que la mayoría de indígenas consideraban que su aldea y su grupo étnico crecían con demasiada rapidez (Glittenberg, 1976, citado por Early, 1982a:72).
{40} Schumann, 1982; cortesía de James Loucky para copias de sus notas.
{41} No he reportado los resultados de mi encuesta porque no estaba diseñada para estimar correctamente las actitudes de los Ixiles hacia la fertilidad, pero sugiere la existencia de una asociación entre una mayor escolaridad entre los Ixiles y el deseo de tener “pocos” hijos, en tanto que existe una mayor probabilidad de que los Ixiles no escolarizados respondan que tendrán todos los hijos que Dios les mande. Los Ixiles que quieren tener pocos hijos también reportan que más de tres cuartas partes de sus hijos (.77) en edad escolar asisten a la escuela, en tanto que los Ixiles que aceptan la “voluntad de Dios” afirman que poco más de la mitad (.52) de sus hijos de edades similares asisten a la escuela. Existe además una asociación entre la juventud de los padres y el deseo de “pocos” hijos: la edad promedio de los que así respondieron en mi muestra era de 36.23 años, la de los que aceptan la voluntad de Dios es de 40.46 años y la de los que desean “muchos hijos”, de 53 años.
En la encuesta se preguntaba: “Según el pensamiento de usted, ¿es mejor que un hombre y su mujer tengan muchos hijos o es mejor tener pocos?”. Desafortunadamente, la encuesta no pedía a los encuestados especificar cuántos hijos eran “muchos” o “pocos”. Sin embargo, cuando mi colega Sarah Gates agregó esta pregunta, las cifras reportadas para cuatro respuestas de “muchos” alcanzó un promedio de 7.8 hijos y para once “pocos”, un promedio de 4.18.
{42} Cualquier estimación de cuánta tierra vuelve a los pequeños propietarios estaría sujeta a demasiados criterios. En su lugar, resumo aquí la columna de “cambio étnico en la tenencia” de los Cuadros 8.5, 8.6 y 8.7 como sigue:
— en cuatro casos, el INTA administró la transferencia de fincas propiedad de ladinos (95 caballerías) a aldeas, dos de las cuales (Villa Hortensia I y II) incluyen muchos Kiche’s además de Ixiles;
— en un caso, una finca vendió tierras periféricas (87 caballerías, la mayor parte en el vecino Uspantán y no en la región ixil) a sus trabajadores permanentes, multiétnicos;
— en cinco casos, Iglesias donantes financiaron la compra de fincas propiedad de ladinos para agricultores ixiles (10 caballerías), en un caso principalmente con propósitos de residencia más que de agricultura;
— en un caso, una agencia de las Naciones Unidas adquirió una finca de propiedad ladina para agricultores ixiles (3-4 caballerías);
— en dos casos, grupos de Ixiles (uno de los cuales incluía ladinos) compraron parcelas individuales a pequeñas fincas de propiedad ladina;
— en dos casos, Ixiles individuales compraron pequeñas fincas a ladinos, en un caso por medio del mismo mecanismo de deuda que algunos ladinos usaron para despojar a los Ixiles de sus tierras;
— dos casos en los que Ixiles vendieron tierras cafetaleras (un total de 2.2 caballerías) a ladinos, fenómeno que no se reporta en su totalidad en el Cuadro 8.5 porque éste incluye solamente propiedades grandes, si bien cierto número de pequeños propietarios ixiles ha estado vendiendo también terrenos cafetaleros a ladinos;
— un conflicto de tierra (más de 4 caballerías) entre una familia ladina y una aldea, esta última habitada por q’anjob’ales y no Ixiles, en la que la municipalidad de Nebaj ha estado apoyando a los aldeanos;
— nueve ventas entre ladinos (26 caballerías o más), en tres de las cuales (4.5 caballerías o más) los compradores son hijos o parientes por afinidad;
— dieciséis propiedades (50.5 caballerías) que no han cambiado de manos, tres de las cuales (7.5 caballerías) estaban a la venta en 1991-92;
— una propiedad (80 caballerías) que no ha cambiado de manos pero en la que los trabajadores permanentes comprarán supuestamente el 40 por ciento; y una propiedad (7 caballerías) vendida al ejército para una base militar.
{43} Por ejemplo, Aguacatán (Brintnall, 1979a), Santiago Chimaltenango (Watanabe, 1984: 23-25) y San Pedro La Laguna (Paul, 1988). Para la diferenciación económica entre pueblos que se convierten en centros comerciales y otros que pasan a la periferia empobrecida, véase W. Smith, 1977.
{44} Veblen, 1978: 430.
{45} El análisis neo-Weberiano más sofisticado del protestantismo en América Latina hasta la fecha pertenece a Martin, 1990, si bien Annis, 1987, proporciona un estudio de caso para el altiplano guatemalteco.
{46} Para una descripción del saqb’ichil (ceremonias del amanecer) para que la tierra permita la extracción de plantas y árboles, véase Colby y Colby, 1986: 53-56, que proporcionan una historia de los orígenes relatada por el baalbastiix Shas Ko’w: “Aparecieron los árboles, aparecimos nosotros, apareció nuestra tortilla, apareció nuestro atole, aparecieron nuestros frijoles, apareció nuestra calabaza, apareció nuestro chayote. Todo esto apareció en el mundo. Pero sólo la santa Tierra nos lo dió. Por eso, hay una obligación. Por eso decimos plegarias, por nuestra milpa. Por tal razón hacemos ofrendas, porque la Tierra nos da alimento. Tal es el beneficio de la vela. Tal es el beneficio del incienso”. Las ceremonias las realizan familias, cofradías, y aún el consejo municipal, pero hacia 1989 se habían vuelto menos frecuentes.
En relación con su propia tala de bosque, el anciano Shas Ko’w (1895-1976) dijo a los Colby (1981: 123): “Yo hago una cuerda de trabajo, desmontando alegremente la tierra, y digo: ‘Todo eso es mi trabajo’. Bueno, esas son muchas almas; es una cuerda de almas la que he matado porque he cortado los árboles. Quizás hubiera un animalito. Quizas había una pequeña víbora. Quizás había un pajarito. Señor, ten piedad, quizás era su lugar para andar. Quizás era su nido y yo lo quité. Corté el tronco, el árbol desapareció, el que desapareció porque voló, no se quedó ya en el árbol. Todo por el delito de mi estómago. Pero para eso es el pom. Para eso es la vela. De esto nos dejó instruidos Nuestro Padre. Honro a Dios. Riego mi pom, coloco mi vela en el suelo ante la Tierra. Eso es lo único que está en mi poder; eso es todo lo que puedo hacer”. Comparado con la imagen esencialista de la cultura indígena, pudiera ser que Shas Ko’w y su ética sacerdotal no representaran a la sociedad ixil, así como tampoco la Madre Teresa no representa la nuestra.
{47} Para una descripción de los mayas Q’anjob’ales de Huehuetenango que han emigrado en gran número a Estados Unidos, véase Burns, 1989.
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