Capítulo 3
La violencia llega a la región ixil
“Nosotros éramos como las abejas y la guerra como la miel.” —Mario Payeras, Los días de la selva, 1979
Ellos llegaron a Nebaj temprano un domingo, día de mercado, era el 21 de enero de 1979. Primero tomaron puntos estratégicos como la oficina de telégrafos. Los guardias de hacienda se rindieron sin disparar un tiro, pero un par de agentes de la policía nacional resistió hasta que uno se rindió y el otro escapó. Sólo hubo una víctima, el finquero Enrique Brol. Tal vez porque uno de sus hermanos había sido asesinado por la guerrilla y otro liberado después de pagar un fuerte rescate, el ex-alcalde luchó con la mujer que lo tomaba prisionero y murió por la balacera resultante. Cada uno de los asaltos reunió a la gente del pueblo, que siguió a los prisioneros a la plaza del mercado para la concentración que la guerrilla había anunciado.
“Así que éste es el Ejército Guerrillero de los Pobres, han aparecido, finalmente”, decía la gente del pueblo con ansiedad y curiosidad. Pero hay un desacuerdo sobre quienes eran estos ciento y tanto guerrilleros vestidos de verde. Según una descripción, eran mayoritariamente indígenas, mientras que otra fuente asegura que en su mayoría eran estudiantes universitarios de la capital.{1} Una norteamericana detenida por la guerrilla durante pocas horas recuerda que la mayoría parecían jóvenes, inexpertos y nerviosos, ella piensa que no eran locales, ni mayormente ladinos ni simples campesinos. Si cada una de las percepciones mencionadas arriba es precisa, apuntan hacia un grupo muy especial que ha proveído los primeros reclutas para más de un movimiento guerrillero en los años recientes: jóvenes urbanizados y escolarizados, de procedencia indígena, que retornan al campo para hacer la revolución.
Unos cuantos guerrilleros llevaban puestos pasamontañas, aparentemente para evitar ser reconocidos como habitantes locales. Otros dos, sin máscaras, fueron reconocidos como jóvenes ixiles que habían [90] desaparecido y habían sido dados por muertos. El mejor conocido, anteriormente un activista demócrata cristiano, no había sido visto desde que su tío y su suegro habían sido secuestrados por un escuadrón de la muerte. Tres años más tarde, estaba haciendo un regreso triunfal con el uniforme del Ejército de los Pobres. “Los viejos saben cómo era el pueblo antes”, dijo a la multitud reunida en la plaza del mercado. “Nosotros teníamos tierra. La gente tenía comida cuando no había contratistas. Ustedes saben cómo nosotros hemos ido perdiendo todos los terrenos por familias poderosas, como la de don Enrique, que está aquí. Ustedes saben cómo vivimos, que a veces tenemos tortillas para comer, a veces ni tenemos tortilla. A veces, pasamos meses comiendo tortillas con chirmol mientras que otros, no por su trabajo sino por su fuerza de robar, viven y comen todo lo que quieren, y están gastando todo el dinero y cuando se hacen ricos se van del pueblo.”{2} Se dice que el público aplaudió pero qué sintieron realmente los nebajeños acerca de la toma del pueblo por el EGP es otro tema de desacuerdo. Algunos dicen que hubo una cálida recepción, debido a la cólera por una serie de crímenes cometidos por las fuerzas de seguridad, pero otros dicen que mucha de la gente estaba simplemente congraciándose frente a un despliegue de autoridad, cosa que los nebajeños hacen por costumbre. Los sentimientos era complicados, sin lugar a dudas. Después de lanzar advertencias a los contratistas, la guerrilla se surtió de mercancías en algunas tiendas y liberó a los prisioneros. “Nos vamos, pero no nos vamos”, dijeron cuando dejaban el pueblo. “El ejército dice que nosotros somos los ladrones del monte, que vivimos en el monte. No es cierto. Entre ustedes estamos. Sabemos lo que les pasa a ustedes.”{3}
El ejército le tomó la palabra a la guerrilla. Tres años después de la toma del EGP, en una mañana de diciembre de 1981 que no está registrada en ningún informe de derechos humanos, el ejército ordenó a todos los hombres del pueblo que se reunieran en el parque enfrente de la iglesia católica. Después cerró las salidas. Uno por uno, los nebajeños fueron obligados a entrar al salón comunal a la par de la iglesia, un lugar en donde ellos acostumbraban reunirse con el padre Javier. En lugar del párroco estaba sentada la atemorizante figura de un encapuchado, un presunto guerrillero que, probablemente bajo tortura, había accedido a identificar a sus camaradas. Este juez de vida y muerte nunca dijo una palabra, sólo movía su cabeza de lado a lado o de arriba a abajo cuando cada hombre pasaba delante de él. Rápidamente el salón comunal [91] estaba lleno de hombres, tirados en el suelo y atados como cerdos para la matanza, a quienes los soldados daban patadas feroces. Algunos eventualmente fueron dejados libres; a docenas de los otros nunca se les volvió a ver.
Nuestra comprensión de lo que provocó la violencia política masiva en el altiplano está todavía configurada por las terribles imágenes que salieron al mundo. En 1978, por ejemplo, el ejército disparó contra un grupo de q’eqchi’es que estaban pidiendo títulos de tierra en el parque de Panzós, Alta Verapaz. Más al norte estaba la “franja transversal”, un cinturón de selva tropical planificado para colonización, cría de ganado y exploración petrolera. Debido al ardiente interés de los oficiales del ejército por adquirir tierra en el este de la transversal, pronto se conoció como “la zona de los generales”. Cuando el Ejército Guerrillero de los Pobres emergió al oeste en la franja, la organización fue interpretada como una reacción popular contra el acaparamiento de tierra de los militares.{4} Luego fue la masacre de la embajada de España, en enero de 1980. Campesinos provenientes del norte del Quiché principalmente Uspantán –pero también los pueblos Ixiles– habían llegado a la capital para protestar por el secuestro de sus parientes. Para atraer atención sobre sus demandas, ocuparon la embajada de España. Las fuerzas de seguridad atacaron, a pesar de las protestas del embajador. Comenzó un misterioso incendio y murieron todos los campesinos, casi todo el personal de la embajada, un ex-vicepresidente y un ex-canciller del país.{5}
Mientras que las atrocidades hacían sus momentáneas apariciones en la prensa internacional, los periodistas y estudiosos rechazaron las justificaciones del ejército guatemalteco, incluyendo el reclamo que sólo estaba reaccionando en contra de ataques subversivos. En lugar de eso, se dirigieron a la Iglesia Católica y al movimiento revolucionario para obtener una descripción confiable de los eventos. Algunas de las personas que murieron en la embajada de España eran miembros de Acción Católica, catequistas que se habían vuelto militantes políticos. Otros catequistas jugaban un papel determinante en el Comité de Unidad Campesina (CUC), una organización semiclandestina que dirigía huelgas masivas en las plantaciones azucareras y algodoneras.{6} El CUC era el ala radical de un movimiento campesino más amplio que incluía muchas cooperativas organizadas por el clero católico. La idea de concientizar a los pobres, de motivar a los campesinos a que se organizaran [92] contra las estructuras sociales opresivas, se estaba diseminando dentro de la Iglesia Católica y empezaba a ser llamada “teología de la liberación”.{7}
En lo que se refiere a los gobernantes militares del país, parecían determinados a destruir cualquier intento que los campesinos mayas hicieran para mejorar sus vidas. La represión militar, concluyó el elocuente reporte Oxfam de 1982, Testigos de la violencia política en Guatemala, “era menos un intento de barrer con la insurgencia, que un esfuerzo para suprimir el movimiento de desarrollo rural”.{8} Un investigador hipotetizó una “razón subyacente” para la represión: la necesidad de apartar a los mayas de sus tierras para forzarlos otra vez al trabajo asalariado en las fincas.{9}
Las masacres del gobierno hicieron parecer evidente que la violencia se originaba en la intolerancia y brutalidad de los gobernantes del país. Esto es cierto en los términos que la izquierda llama “violencia estructural”, la larga historia de dominación que engendró las fallidas reformas de 1944-54 y entonces el movimiento guerrillero. Pero si nos centramos en la violencia militar en el norte del Quiché, nos daremos cuenta de que no se dio hasta que el Ejército Guerrillero de los Pobres hizo sus primeros ataques en 1975. De hecho, había poca presencia militar antes de la llegada del EGP: el altiplano estaba gobernado por un estado policíaco que no tenía razones para militarizar el área. Cuando los habitantes locales describen lo que pasó, sus lúgubres historias de violencia militar se refieren usualmente a las primeras acciones guerrilleras. Sin embargo, este simple hecho cronológico es oscurecido en la literatura, como si nuestra repulsión contra el ejército guatemalteco fuera tan grande que no hemos estado dispuestos a reconocer como la gente local habla sobre la violencia.
¿Qué, entonces, provocó la devastación del norte del departamento del Quiché? Afortunadamente, contamos con Los días de la selva, una descripción reveladora de los primeros años del Ejército Guerrillero de los Pobres. El autor, que escribió bajo el seudónimo de Mario Payeras, se educó en Guatemala y en universidades extranjeras, dirigió el avance del EGP en la selva del Ixcán bajo el alias de “comandante Benedicto”, sirvió en el alto mando del EGP, y encabezó un rompimiento de la organización en 1984. Los días de la selva puede ser acusada de triunfalismo, como lo puede ser el EGP, pero sobresale de los documentos dogmáticos y carentes de información que acostumbran publicar las organizaciones guerrilleras. [93] Payeras habla francamente sobre los reveses que sufrió el EGP en sus primeros años, y su poesía de la guerra es reveladora acerca de las implicaciones de comenzar un movimiento guerrillero. “Para que la gran máquina de guerra funcionara” escribe, “era indispensable montar en su interior el motor decisivo: la organización cladestina”.{10} En este capítulo sostengo que la violencia en la región ixil no fue el resultado de luchas sociales locales. En lugar de ello, fue el resultado de que la insurgencia escogiera un área atrasada en donde la autoridad del estado era débil. La reacción previsible de las fuerzas de seguridad podría ayudar a la guerrilla a montar su movimiento.
El Ejército de los Pobres llega a la selva del Ixcán
“Dijeron ‘vamos a cambiar la ley. Somos el EGP. Ustedes ya no tienen que preocuparse por las necesidades porque vamos a quitar las fincas para darlas a la gente’. ‘Vamos a comenzar una guerra por los terrenos que no tenemos, los terrenos que nos robaron los patronos, y porque no nos pagan bien.’ Pensamos, ‘está bien, tal vez es cierto’. Todos conforme por la mentira que nos dijeron.” —Nebajeños describiendo cómo el EGP les habló alrededor de 1980
El 19 de junio de 1972, un pequeño grupo de guerrilleros llegó de México a los bosques tropicales del Ixcán. Eran los sobrevivientes de un anterior movimiento insurgente en el oriente del país, que fue suprimido por el ejército a un costo muy alto de vidas. Como otros sobrevivientes de esa debacle, dispersados en varias facciones, los fundadores del EGP estaban buscando un nuevo lugar para empezar una guerra de liberación nacional. En el Ixcán encontraron una de las regiones más remotas e intimidantes del país. La vegetación tropical que cubre su terreno accidentado es tan densa que, dos décadas más tarde, y después de docenas de rastreos contrainsurgentes, protege todavía a miles de refugiados situados a corta distancia de los destacamentos militares. El Ixcán estaba cerca de una frontera internacional, logísticamente crucial. También colindaba con la población que la guerrilla quería organizar, los campesinos mayas del altiplano, miles de los cuales estaban llegando al Ixcán para arrancarle tierra productiva a la selva. [94]
Ahora que la reforma agraria se había vuelto políticamente imposible, el Ixcán iba a proveer de tierra a los campesinos del sobrepoblado altiplano. La migración incluyó oleadas espontáneas de familias hambrientas por un pedazo de tierra, gente de la región ixil, el sur del Quiché, Alta Verapaz y Huehuetenango. Había también proyectos de la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID) y del Instituto Nacional de Transformación Agraria (INTA), una institución del gobierno. Pero los asentamientos más impresionantes en el Ixcán estaban patrocinados por la iglesia Católica, incluyendo a la orden norteamericana Mariknoll en Huehuetenango y a los sacerdotes españoles del Sagrado Corazón en Santa Cruz del Quiché. Fue porque las colonias católicas estaban tan bien organizadas que el EGP se sintió atraído hacia ellos en su búsqueda de una base popular.{11}
Aunque los pobladores del Ixcán sufrieron grandes privaciones durante los primeros años, la tierra produjo abundantemente tan pronto como fue limpiada. El maíz podía ser cosechado dos veces al año, no sólo una como en el altiplano, así como frutas, café y cardamomo, un producto de gran demanda en el Medio Oriente. A mediados de los años setenta el precio del cardamomo era alto y, a diferencia de otras exportaciones guatemaltecas, no estaba monopolizado por las fincas. Al contrario, algunas de las ganancias fueron a los pequeños propietarios. Los asentamientos mejor organizados estaban floreciendo, especialmente los católicos. Con subsidios de los misioneros, los colonos construyeron cooperativas bien equipadas. Tenían sus propias escuelas, iglesias y clínicas de salud, generadores eléctricos y radios transmisores; un sistema subsidiado de transporte/mercadeo que llegaba hasta la capital; y un título colectivo sobre la tierra que estaba siendo procesado por las autoridades.{12}
Ganarse la confianza de los colonos no era un problema pequeño para la guerrilla, compuesta por fuereños mayoritariamente ladinos. El lider guerrillero Mario Payeras describe una exitosa lucha cuesta arriba, pero las recepciones que relata eran más bien mixtas, incluyendo muchas de profunda desconfianza.{13} Aunque los pobladores del Ixcán comenzaban a aceptar a los extraños armados, Payeras está usualmente insatisfecho con su nivel de comprensión y compromiso. A pesar de que algunos colonos permitieron a la guerrilla ayudarlos a cultivar, y unos cuantos se unieron a la organización, sólo uno de sus reclutas en los dos primeros años se quedó en la organización.{14} [95]
Durante 1974-75, reporta Payeras, “a los núcleos locales afluía multitud de campesinos trayendo consigo sus apremios de siglos”. Pero cuando una columna armada marchó sobre la finca La Perla, las privaciones desanimaron tanto a los nuevos reclutas que todos regresaron a sus hogares antes del ataque.
Cualquiera que haya sido la relación entre una docena de revolucionarios y los pobladores del Ixcán, se volvió la base de una nueva etapa en el pensamiento revolucionario guatemalteco acerca de su deber. Los movimientos en el oriente del país habían sido inspirados por el ejemplo de Fidel Castro en Cuba. Según la teoría del foco, un puñado de militantes comprometidos podían volverse un catalizador para la revolución, sin la larga y concienzuda labor de organizar a la población local.{15} Envalentonados por esta doctrina romántica a todo lo largo de América Latina, intelectuales urbanos se marcharon desapercibidamente a Cuba, retornaron a sus países, se fueron a las montañas y proclamaron la revolución, sólo para ser arrollados por las fuerzas de seguridad equipadas por Estados Unidos. El más famoso exponente del foquismo, el Che Guevara, encontró su fin en Bolivia en 1967, en la misma época en que sus seguidores guatemaltecos eran destrozados con la ayuda de los boinas verdes norteamericanos.
En Guatemala, los campesinos mayas eran generalmente lentos para darles cálidas bienvenidas a los extraños armados que predicaban contra el gobierno. El movimiento revolucionario ha estado siempre dominado por ladinos, que tendieron a despreciar el potencial revolucionario de una población que tenía una doble desventaja, según el pensamiento ortodoxo marxista: ser indígenas y campesinos. Debido a que la mayoría de los ladinos no habla un idioma maya, los revolucionarios enfrentaron especiales dificultades para comunicarse con campesinos cuyo español era rudimentario. Con pocas excepciones, los indígenas no participaron en el movimiento guerrillero de los años sesenta, por el castigo que seguramente seguiría. Santa María Tzejá fue uno de los lugares del Ixcán en donde el naciente EGP encontró que no era bienvenido. Tiempo atrás una columna guerrillera había pasado por el área y comprado un cerdo, por lo cual el ejército colgó a varios hombres del lugar.{16}
Con el rostro del Che Guevara en su bandera el EGP nunca abandonó sus postulados foquistas, es decir, la idea que revolucionarios profesionales de fuera podían provocar una reacción en cadena [96] que llevara a la revolución.{17} Pero en el Ixcán, el EGP alcanzó el éxito integrando a parte de la población en su movimiento, primero como células y redes clandestinas, después aldeas enteras. La nueva estrategia requería paciencia. Al EGP le llevó más de tres años atacar su primer blanco, en 1975, y esperó cerca de cuatro años para entrar abiertamente en las aldeas ixiles del altiplano al sur. Esta sería una “guerra popular prolongada”, basada en preparativos de largo plazo y esfuerzos especiales para reclutar indígenas dentro de una organización comandada por ladinos. Después de la “implantación” en el Ixcán y otros municipios de los alrededores, habría “propaganda armada”, seguida por guerra de guerrillas, la creación de zonas liberadas, y la insurrección masiva. En debates que sostuvo con los otros grupos revolucionarios, el EGP argumentó que el campesinado indígena del altiplano podría proveer del apoyo masivo necesario para derrotar al ejército guatemalteco.{18}
Los cotzaleños que fueron a recibir al EGP
“La gente parece lo mismo pero quién sabe qué pláticas ha tenido.” —Alcalde de Cotzal, 1976-80
Los primeros ixiles en responder favorablemente a las propuestas del EGP no fueron los trabajadores migratorios empobrecidos, como sus estrategas parecen haber esperado. Fueron hombres prominentes de San Juan Cotzal, comerciantes y contratistas relativamente bien situados, que deseaban alistar a la guerrilla en los amargos feudos políticos de su pueblo. La gente de Cotzal es, como los nebajeños y chajules, conscientes de sí mismos como un grupo distinto: las mujeres no visten la famosa falda roja y su dialecto puede estar menos estrechamente relacionado que los otros dos dialectos del ixil. Según los dichos locales, los cotzaleños también se diferencian en personalidad: son más listos y pendencieros.
Los cotzaleños tienen además la menor cantidad de tierra per capita, y perdieron el porcentaje más grande de su municipio a manos de los ladinos (véanse los cuadros 2.1 y 2.6 en el capítulo anterior). Sobre todo, ellos perdieron el control del cálido y fértil valle que desciende a la finca San Francisco, la mayor propiedad cafetalera en la región ixil.{19} La finca San Francisco fue formada por Pedro Brol (1877-1942), un inmigrante italiano [97] que, según Lincoln, fue excepcional entre los ladinos por haber adquirido su tierra clara y honestamente.{20} Cincuenta años más tarde, los cotzaleños dicen que sus abuelos fueron forzados a conformarse “por miedo y la ley”. Es decir, Brol compró títulos a nivel del registro de la propiedad sin el conocimiento de los cotzaleños, quienes cultivaban tierra municipal que habían heredado de sus padres. Según dicen los cotzaleños, ellos dieron la bienvenida a familias ladinas como los Brol como si fueran nuevos vecinos; vendieron, canjearon o les rentaron tierra para sus necesidades, como era la costumbre entre los vecinos ixiles; después vieron a los Brol traer agrimensores, señalar límites, y expandirse inexorablemente sobre el paisaje. Lo que para los ladinos era una transacción legítima en la capital, la venta y transferencia de títulos propiamente certificados, para los Ixiles fue un robo.
Muchos cotzaleños se sintieron traicionados, no sólo por una ley distante en la capital, sino por sus propios líderes. El mismo sentimiento de traición se puede percibir en los otros pueblos Ixiles, pero parece más fuerte en Cotzal en donde es aplicado a una generación entera de principales que, como alcaldes en los años veinte y treinta, certificaron que la tierra municipal no estaba ocupada y podía ser vendida a ladinos.{21} De esos hombres, un expropietario de una pequeña finca recuerda: “Amaban las letras. Hubo muchos que ya supieron hacer escrituras públicas de compra venta de terrenos, igual que un notario pero siendo indígenas, no eran notarios. [Ellos] hacían compra venta de todo, sin necesidad de venir aquí a [Santa Cruz del] Quiché. No supieron en Nebaj cómo hacer esto, pero en Cotzal sí. Un tipo muy instruido”.
A esta clase de hombres se les conoce como “guisach” (intérpretes) y sirven de intermediarios con el sistema legal ladino. Así habló un cotzaleño de un guisach contemporáneo, “Él tiene un montón que hacer con los jueces. Le cobra a la gente mucho. Él mismo dice que la gente habla mal de él. Hace un montón de documentos legales, incluyendo algunos falsos, pero se las arregla para componerlos con algún abogado, y entonces se vuelven legales. Siempre va con gente al Quiché”. Los guisaches son frecuentemente el único recurso que tiene un campesino en apuros legales, y durante la reforma agraria ellos pudieron volverse agitadores. Pero inevitablemente, su actuación refleja las oportunidades disponibles para la recompensa, que es poca, y para la explotación, que es mucha. Como resultado, tienden a volverse una extensión de la estructura de poder. [98]
En los años que condujeron a la violencia, el guisach más importante de Cotzal era Gaspar Pérez Pérez. Siendo el hijo de un hombre acomodado, fue a la escuela en la capital y regresó para volverse un contratista. Al igual que otros ixiles de buena posición en Cotzal, adoptó muchas costumbres ladinas. Durante la reforma agraria de Arbenz, Pérez fue miembro del comité agrario de Cotzal, y se vio envuelto en la expropiación de cada finca del municipio. Cuando la invasión respaldada por Estados Unidos derrocó a Arbenz, fue uno de los líderes locales llevados a la cárcel de la cabecera departamental. Dos décadas más tarde, era el único alcalde que podía afirmar haber recuperado tierra municipal de la finca San Francisco, la que parceló para los Ixiles. Pero debido al paradójico papel de un guisach, en esa época sus muchos enemigos lo vituperaron como un aliado de la familia Brol, como su oponente.
La finca San Francisco se volvió el tema más divisivo en Cotzal. Amparados en la reforma agraria de 1952, cierta Unión Campesina de Cotzal y grupos rivales de colonos hicieron varias peticiones en su contra. Aún después de que el decreto de expropiación fuera sobreseído cuatro años más tarde,{22} varios políticos ixiles se acostumbraron a advertir a los Brol sobre amenazas contra su propiedad, como una manera de obtener apoyo financiero y el voto colono cautivo. De esta manera, la municipalidad se volvió dependiente de la finca. Después de 1968, los nuevos administradores de San Francisco provocaron problemas laborales: prohibieron a los quinceneros (quienes trabajaban la mitad del mes para la finca, y la otra mitad para ellos mismos) que plantaran café en las parcelas de la finca que ellos cultivaban por cuenta propia.{23} En 1972, los quinceneros que se negaron a vender sus cultivos a la finca fueron llevados a la cárcel. En coincidencia con la expulsión, una comisión del Gobierno llegó a investigar los abusos y un sindicato fue organizado, sólo para ser destruido cuando la finca expulsó a cientos más de trabajadores.
Gaspar Pérez Pérez se había convertido mientras tanto en un jefe político. Como un cacique del México rural, había salido de las luchas agrarias locales sólo para convertirse en un agente de estructruras de poder más amplias. Como Sebastián Guzmán en Nebaj, él combinaba el liderazgo en la jerarquía religiosa del pueblo con la contratación de trabajo y la mediación política. A diferencia de Guzmán, Pérez era adepto al ala militar de la política guatemalteca, el Partido Institucional Democrático (PID) y su aliado frecuente, el Movimiento de Liberación Nacional. [99] Sus oponentes del Partido Revolucionario (PR) lo acusaron de nunca haber ganado una elección limpiamente. Según ellos, donde hacían el fraude era en la finca San Francisco, donde los trabajadores votaban presionados por los administradores. Incluso estaban votando los muertos, dos veces con cada una de sus cédulas.
Ya que el Partido Revolucionario estaba en el poder a nivel nacional, sus filiales locales fueron capaces de ganar las elecciones municipales de Cotzal en 1968 y 1970. En los primeros meses de la administración del PR, en junio de 1969, el pueblo fue conmocionado por la muerte de un finquero, un hecho sin precedentes en la región ixil. Jorge Brol llevaba la planilla de salarios a la finca San Francisco cuando a él y a un asistente los detuvieron en la carretera y les dispararon. Se presumió que el motivo había sido el robo, con varias pistas señalando a ciertos miembros de la administración del PR. Uno de éstos –un contratista llamado Domingo Sajíc– fue secuestrado más tarde en una finca de la costa a donde estaba llevando trabajadores. Se dice que pagó por su involucramiento en el asesinato de Brol cuando lo metieron en el horno secador de café de la finca San Francisco.{24} La fuente de esta historia es Mario Payeras, quien revela que Sajíc había estado entre los cotzaleños que accedieron a venderles suministros a un grupo anterior de insurgentes –probablemente las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR)–, que trataron de abrir un nuevo frente en 1968-69.{25} Según Payeras, el asesinato de Jorge Brol fue producto de esa alianza.
Tres años más tarde, en 1972, el futuro EGP hizo su primer contacto con los Ixiles –comerciantes ambulantes de Cotzal que llegaron al Ixcán para la ocasión–. Los motivos precisos no son claros en Los días de la selva, pero pudieron haber incluido el hacer dinero (la guerrilla ya tenía una reputación de ser buena paga);{26} vengar la muerte de su compatriota Domingo Sajíc; y planear su regreso a la municipalidad de Cotzal, que había sido ganada por Gaspar Pérez en la última elección.{27} Uno de los primeros contactos del EGP fue Xan Cam, un veterano del ejército guatemalteco y miembro del Partido Revolucionario. Xan Cam escaló rápidamente posiciones en la organización del EGP; estaba en la capital en entrenamiento clandestino cuando, siempre listo para la acción, participó en un robo para obtener fondos y murió durante la huída.{28} [100]
El asesinato del “Tigre del Ixcán”
“Comprendieron los indígenas cuál era su fuerza y se hicieron de ella. Confirmaron que el poder local en Guatemala, los centenares y miles de pequeños centros de poder dispersos en el territorio, no estaban articulados entre sí ni articulados nacionalmente. No había un poder que los cohesionara. Los formaban el alcalde, el jefe de la policía, el terrateniente, los transportistas, antiguamente el cura y el comisionado militar. Un puñado de hombres. En cada zona, poderosos pero aislados. Cuando los indígenas se les enfrentaron de manera abierta, terminó una pesadilla y empezó una realidad… A la destrucción del poder local, donde se encuentre, siguieron los enfrentamientos con el ejército invasor.” —Representante del EGP en México, 1980
Para crear un movimiento revolucionario, la guerrilla sintió que necesitaba un símbolo de la opresión contra el cual dirigir la mescolanza de etnias y facciones que poblaban el norte del Quiché. Ya que el Ixcán consistía principalmente de pequeños propietarios, uno de los pocos finqueros al alcance era Luis Arenas, patrón y señor de la segunda finca cafetalera en el norte del departamento. Su finca, La Perla, estaba localizada en un rico y cálido valle entre las calurosas selvas del Ixcán y la alta y fría región ixil. Según Mario Payeras en Los días de la selva, era conocido como el “Tigre del Ixcán” debido al cruel tratamiento que daba a sus trabajadores. Asesinado en el casco de la finca mientras pagaba la planilla en junio de 1975, Arenas dejó este mundo acompañado por los gritos de sus mozos, según Payeras, quien añade que en la aldea ixil de Ilom hubo dos días de fiesta para celebrar su muerte.{29}
La carrera de Luis Arenas ilustra la relación íntima entre fincas y patronato político. Habiendo hecho el pago inicial por La Perla en 1941,{30} convenció al presidente Arévalo para construir una carretera es la zona. El proyecto se vino abajo, en parte por su actitud tiránica hacia los ingenieros. Fue acusado de participar en una conspiración contra Arévalo en 1949, y después organizó el Partido de Unificación Anticomunista (PUA). En 1953, un año antes de que Estados Unidos lograra el derrocamiento del presidente Arbenz, Arenas dijo a un diplomático norteamericano que, “de todos los exiliados… sólo él era el indicado para liderar una revuelta” –si le daban doscientos mil dólares–. Cuando la embajada lo rechazó, él amenazó con volar a Washington [101] para apelar al vice-presidente Richard Nixon, a quien se refirió como su amigo.{31} Después de perder la finca La Perla a manos de un banco en 1962, Arenas obtuvo el nombramiento de jefe de la agencia gubernamental Fomento y Desarrollo del Petén (FYDEP), cuyas ganancias se dice que le permitieron comprar de nuevo La Perla, cuatro años antes de su muerte.
Asesinando al Tigre, el EGP quería transmitir su causa a los campesinos del norte del Quiché, y el simbolismo de ese golpe ha resonado a través de la interpretación revolucionaria de los hechos desde entonces. Quince años más tarde, desafortunadamente, las consecuencias parecen ser un tanto diferentes de lo que era la intención, debido a una distinción que es familiar a todo aquel que haya estudiado conflictos de plantación. Dos diferentes clases de trabajadores estaban haciendo cola esperando su paga cuando el EGP mató a Arenas.{32} Los voluntarios son trabajadores temporales reclutados para la cosecha del café. Ellos provenían de las mismas aldeas cuya tierra había sido expropiada para crear la finca. Para Arenas, él estaba simplemente tomando posesión de la tierra que amparaba su título, pero éste había sido legalizado fraudulentamente antes de que él la comprara y, siendo el hombre que era, tomó posesión de ella con despliegue de fuerza. Es fácil creer en el reporte de la guerrilla que, después del asesinato, viejos indígenas “nos tomaban las manos y nos miraban largamente a los ojos, en señal de gratitud”.{33} En 1989, descubrí que preguntar por la suerte de don Luis podía todavía provocar una sonrisa en los ancianos ixiles cuyas tierras, él y su predecesor, les habían arrebatado. Él empieza a aparecer como la destacada figura de violencia y profanación pintada por Payeras en Los días de la selva. Pero contradiciendo a Payeras, él no era llamado “el Tigre” por los campesinos de la región, al menos no hasta que el EGP lo empezó a llamar así. El nombre fue creado por un periodista de la capital: cuando lo asesinaron, Arenas estaba llegando a los setenta y estaba tan minado por la gota que apenas podía caminar.
La otra categoría de trabajadores en La Perla eran los colonos, una población mixta de ladinos, ixiles y q’anjob’ales que, a diferencia de los voluntarios, dependen completamente de la finca para vivir. Ninguno de los cinco testigos del asesinato que entrevisté quiso admitir que ellos o cualquiera de los demás trabajadores vitorearan la muerte de su patrón.{34} Cualesquiera que hayan sido los sentimientos de los colonos de La Perla, no estuvieron muy contentos con la consecuente bancarrota [102]de la finca y la pérdida de su única fuente de salario. En contraste con los Ixiles de las aldeas vecinas, los colonos se inclinan a recordar a don Luis con nostalgia, acaso sólo porque en su tiempo ellos no vivían en el medio de una zona de conflicto y su poder de compra era mayor. En consecuencia, en lugar de unirse a la revolución, los colonos se volvieron el sostén principal de la contrainsurgencia. En 1982, patrulleros civiles de La Perla acompañaron al ejército a las aldeas vecinas y lo ayudaron a cometer la peor cadena de masacres en la región ixil. Cuando yo visité el lugar siete años después, el ejército confiaba tanto en la patrulla civil de La Perla que había retirado la última de sus tropas, en contraste con los fuertes destacamentos que mantenía al norte, al sur y al este.
La traición de Fonseca
“Por salvar la vida, dice que lo contó quiénes son sus compañeros aquí en Cotzal, quién está colaborando con ellos, quién estuvo trabajando junto con él en la guerrilla… Por medio de lista vinieron el ejército.” —La captura de Fonseca según un cotzaleño en 1987
Una vez que la guerrilla anunció su presencia en el asesinato de Luis Arenas, incluso el rumor de su presencia era suficiente para provocar reacciones de las fuerzas de seguridad. Si los jefes políticos locales estaban dispuestos, ahora podrían acusar a sus rivales de subversión, con la confianza de que el ejército daría pronta atención a su lista de enemigos. Aunque muchos inocentes murieron de este modo, se trataba de más que rumores. En febrero de 1976, el ejército capturó a quien Mario Payeras describe como el más precoz organizador del EGP en el altiplano. La piel clara de “Fonseca” sugiere que era descendiente de un finquero ladino, aunque él fue criado como ixil; su carrera revolucionaria terminó a la edad de dieciocho años, durante una tanda de tragos en Chajul.{35} En el cuarto día de interrogatorio y tortura, según Los días de la selva, Fonseca empezó a nombrar a la gente que él había organizado. Poco después, eran arrestados y asesinados, y sus vecinos y parientes considerados sospechosos. “Centenares de campesinos inocentes”, incluyendo familias completas con niños, fueron llevados a la zona militar de Santa Cruz del Quiché.{36} Su mala fortuna condujo a la primera denuncia de ixiles secuestrados por el ejército publicada en la [103]prensa nacional,{37} pero sin explicar las razones, gracias a la usual conspiración de silencio entre insurgentes y contrainsurgentes.
La traición de Fonseca fue hasta cierto punto un paso atrás para el EGP. De acuerdo con la lógica polarizada de la insurgencia, sin embargo, abrió Cotzal a las acciones guerrilleras como nunca antes. A pesar de que fue la confianza del EGP en un joven inmaduro la que había provocado las represalias contra cientos de cotzaleños, muchos no le echan la culpa a Fonseca o al EGP por la epidemia de secuestros y asesinatos. En lugar de ello, culpan a jefe político local del MLN/PID, Gaspar Pérez Pérez, de dar al ejército los nombres de sus enemigos políticos. Poco tiempo antes o después de la captura de Fonseca, Pérez invitó a los militares para que tomara por cuartel una de sus casas. Fue una de sus últimas decisiones políticas. Como la unidad del ejército usaba la casa para arrestar, interrogar y matar cotzaleños, la culpa le fue echada a Gaspar Pérez. “La gente se enojó porque traía al ejército”, explica un simpatizante. “La gente no sabía cuál era guerrillero, pero el ejército estaba llegando a Chichel y agarrando a la gente.No se entendía por qué.”
Los líderes del Partido Revolucionario y de la Democracia Cristiana sufrieron particularmente. En los años siguientes, como reacción a la ola de secuestros, los cotzaleños se volvieron los primeros ixiles en engrosar las filas del EGP y en hacer proselitismo en los otros dos municipios. Un hijo de Domingo Sajíc, del PR, asesinado antes en represalia por la muerte de un Brol, fue torturado por el ejército antes de ser puesto en libertad. Entró a la guerrilla y se convirtió en uno de sus líderes; en 1989, se dijo que comandaba una de las dos columnas del EGP que todavía operaban en la región ixil. Dos candidatos demócrata cristianos a la alcaldía, víctimas de fraude electoral según sus seguidores, también se unieron a la guerrilla. Quince años más tarde uno estaba muerto y del otro se decía que era un líder del EGP. Pérez fue asesinado al final del mismo año en que le dio la bienvenida al ejército en Cotzal, en diciembre de 1976, mientras hablaba con unos amigos en el campo. Cuando uno pregunta por él y su familia, la respuesta es una monótona letanía de “lo mataron”. Su hijo y un asistente fueron asesinados cuando viajaban en su camioneta hacia la finca San Francisco. Su primo José Pérez de la Cruz, otro ex-alcalde de la coalición MLN/PID, fue asesinado a tiros en 1980 después de ver a sus cuatro hijos ser asesinados uno a uno. En 1980, la guerrilla estaba tendiendo emboscadas al ejército en el propio pueblo. [104]
Los escuadrones de la muerte llegan a Nebaj
“Muy poco que pude hacer, realmente nada. Era difícil clarificar quién era quién. Se hablan muchas cosas pero no se comprueban. Hubo represalias personales, políticas, de cualquier índole, y realmente no supieron quién era quién.” —Alcalde de Nebaj, 1976-80
“Yo ví a los campesinos del área. La gente no corrió a unirse a la guerrilla. No tomaron la decisión a la ligera. La gente empezó gradualmente a hablar del CUC, del EGP, de los otros grupos guerrilleros, pero no mucho. Yo pude sentirlo, claramente, la gente iba y venía, pero todavía no sabían qué pensar. “No confiamos en nadie” es todo lo que querían decir. Hasta que se dieron cuenta de que este movimiento era por ellos. Entonces, de repente…” —“Padre Leonardo”, ex-párroco en la región ixil
Los primeros secuestros en Nebaj se dieron en marzo de 1976, poco tiempo después de que se diera la traición de Fonseca a quince kilómetros de distancia. Tal vez los nebajeños secuestrados estaban conectados con la red guerrillera de Cotzal, tal vez no. Aún si ellos no lo estaban, la excusa para los secuestros fue suministrada por la aparición del EGP en la región. Los políticos locales que se habían hecho indeseables en el puesto y habían sido derrotados en las elecciones podían denunciar ahora a sus oponentes al ejército. El candidato del partido militar a la alcaldía en 1974 fue Francisco López Villatoro, un ladino que había ayudado a dirigir el movimiento de reforma en Nebaj. Después de la contrarrevolución de 1954, él y su hermano Santiago estuvieron en la cárcel por una corta temporada, debido a sus simpatías por Arbenz. A través de los años, los hermanos se volvieron contratistas, prestamistas, y aumentaron la tierra que poseían. Santiago se volvió comisionado militar, lo que lo puso a cargo de la conscripción militar y lo convirtió en los ojos y los oídos del ejército. Cuando se desarrollaba algún conflicto en otra de sus actividades, Santiago tomaba ventaja de su inmunidad como comisionado militar.
Las acusaciones pesan fuertemente sobre la elecciones de 1974 que hicieron alcalde a Francisco: que los Ixiles de aldeas remotas fueron transportados en camiones “dominados por el miedo y pagándoles [105] veinticinco centavos por voto, les dijeron que los demócrata cristianos eran comunistas y los del Partido Revolucionario también”. Esta fue la elección en que, a nivel nacional, el ejército robó a los demócrata cristianos y a su candidato presidencial, un general reformista llamado Efraín Ríos Montt. El período de Francisco en la alcaldía es recordado como uno de corrupción e intimidación. Cuando las siguientes elecciones se acercaban, en 1976, los López Villatoro escogieron a su más cercano colaborador como el candidato a alcalde del MLN/PID. Su nombre era Catarino Urizar, inspector de salud del gobierno, que tenía reputación de usar su puesto para extorsionar dinero.
Los hermanos Villatoro y Urizar, como Gaspar Pérez en Cotzal, son acusados de traer a los secuestradores del Gobierno al pueblo y de señalar en una lista a sus oponentes, tanto ladinos como ixiles. En Nebaj, sus malos manejos despertaron el sentimiento necesario para que se juntaran los tradicionalistas del Partido Revolucionario y los catequistas de la Democracia Cristiana. Su candidato para las elecciones de 1976 era un ladino joven, el hijastro de un finquero que se había distinguido en un comité que construía escuelas con la ayuda de los comités de las aldeas, el padre Javier y la AID. El día de la elección, los Ixiles y ladinos de la coalición PR/DC descubrieron que el partido dominante estaba falsificando votos. Mientras los hermanos López y los Urízar celebraban su victoria, los contendientes estaban en camino a la ciudad de Guatemala, en donde la comisión electoral decidió a su favor.
Ya en su puesto, el nuevo alcalde antagonizó con Santiago López Villatoro y otros contratistas cuando se negó a encarcelar a sus deudores, una práctica ilegal a la que los contratistas se habían acostumbrado. Desafortunadamente, Santiago siguió como comisionado militar, gozando de estrechas relaciones con las fuerzas de seguridad –incluyendo la Policía Militar Ambulante (PMA), la sección de inteligencia del ejército G-2, y los judiciales de la Policía Nacional–. El interés de todos por el área ixil iba en aumento. Más víctimas fueron secuestradas; los ladinos que habían dirigido la victoria de la coalición DC/PR fueron los primeros en caer. Otra víctima fue un líder ixil de la aldea de Xoncá que había ganado un juicio contra Santiago López por un pedazo de tierra. Fue cuando Santiago visitaba su propiedad en Xoncá, en febrero de 1978, que el EGP lo mató a él y a su guardaespaldas. Francisco López dejó el pueblo y murió en la capital. Catarino Urizar fue asesinado por el EGP, no lejos de Xoncá, en junio de 1979, [106] mientras inauguraba un centro de salud. Un norteamericano que vivía en Nebaj por esa época recuerda “un regocijo disimulado” por su muerte. Aún así, Catarino y Santiago dejaron listas de sus enemigos políticos a las fuerzas de seguridad.
¿Qué podemos suponer a partir de la secuencia de hechos? El EGP parece que encontró más difícil reclutar nebajeños que cotzaleños. La guerrilla llegó a las aldeas del altiplano por primera vez en 1974{38} y dos años después estaban matando a colaboradores del ejército en Cotzal. En Nebaj, sin embargo, les tomó cuatro años darle a su primer blanco, el comisionado militar Santiago López. Sólo después de que activistas políticos jóvenes se refugiaran en la clandestinidad como consecuencia de los secuestros de 1976-78, se puede detectar a los primeros nebajeños en el EGP. Con más ixil-hablantes, en 1979 la guerrilla fue capaz de moverse hacia el siguiente paso de su estrategia, “la propaganda armada”, ejemplificada en la toma de Nebaj descrita al inicio de este capítulo.
En docenas de concentraciones en las aldeas, las columnas guerrilleras llegaban y reunían a la población. En uno de estos mítines, en Salquil Grande, la guerrilla estaba formada de mujeres y hombres K’iche’s de la finca San Francisco y también ixiles. Según un pastor evangélico, “hablaron sobre la pobreza de la gente, dijeron que no había más necesidad de un alcalde, y dijeron que cambiarían la ley para que todos comieran lo mismo. Los trabajadores no estaban recibiendo un salario justo por su trabajo: les pagaban tres quetzales y cincuenta centavos por recoger un quintal de café, que el patrón estaba vendiendo por quinientos y quedándose con la diferencia.‘Un rico no trabaja pero anda en camión, en avioneta,’ dijo la guerrilla. ‘Los pobres trabajan pero ellos no andan en carro, tienen que caminar. Olviden todas sus deudas y estén listos para matar a los patrones’ dijeron. Después tiraron abajo la cárcel en donde estaban encerrados los deudores.”{39}
La guerrilla ya había tratado de establecer redes campesinas de simpatizantes, con las ocupaciones de 1979-80 señalando el paso de la organización de células clandestinas a la de aldeas enteras. Pero la llegada con algunas docenas de combatientes y la convocación a un mitin no es, por sí mismo, un signo de apoyo masivo. Muchos ixiles admiten que fueron atraídos por el mensaje de la guerrilla, pero lo que los observadores de esa época enfatizaban era la importancia de la represión, como si los secuestros del Gobierno hubieran sido un tiro por la culata y aumentaran el apoyo para el EGP.{40} [107]
Según el sacerdote anónimo citado con anterioridad, “la guerrilla consistía mayormente en campesinos indígenas del área que unos pocos años atrás habían huido de la represión del ejército”. Él añade que, sólo después de agosto de 1979 (siete meses después de la ocupación de Nebaj), el EGP “deja de ser un grupo de extraños para los campesinos del área. Ya no es pequeño o grande. Se vuelve una fuerza popular y un núcleo de organización campesina debido a la masacre y a la ocupación militar que la gente soportó durante los tres años anteriores”. El final del año 1979 fue también el período cuando, según el mismo observador, “grupos pequeños, que crecen más cada día, incapaces de soportar la pobreza y la represión, han empezado a surgir en cada aldea. De estos grupos han nacido las primeras manifestaciones de resistencia campesina al ejército… Los aldeanos del área empiezan sus propias protestas dando la conflictiva situación, las primeras señales de un proceso revolucionario”.{41}
Enfrentando al ejército
“En estos años de lucha el pueblo indígena reconoció su rostro y recuperó su sangre. Había vivido en la resignación. Ya hacía historia. La hacían a su costa. Se decidió y no podrán someterlo. En la montaña los aldeanos empobrecidos se cuentan sus historias y se inflaman.” —“Julio”, miembro del Ejército Guerrillero de los Pobres, entrevista en México, 1980
“Por más de cuatrocientos años los naturales estamos buscando y probando caminos de vida para nuestro pueblo. Probamos por comisiones con el Presidente, por denuncias, por abogados, por partidos políticos, por religión, por levantamientos. Cada camino que abrimos, el rico, el gobierno, ataja con nosotros, siempre es igual. Sólo una puerta queda abierta, el camino de la guerra. Mas que no nos guste, no hay otro modo, por ahí vamos a caminar.” —“Pedro ixil”, en “Sebastián Guzmán: principal de principales”
El éxito de los cuadros del EGP se hizo obvio en las protestas que brotaron en los tres pueblos Ixiles entre octubre de 1979 y marzo de 1980. En Cotzal, una muchedumbre de hombres, mujeres y niños marchó [108] del parque hacia el destacamento, para demandar de los soldados el regreso de sus familiares secuestrados, y la retirada del ejército.{42} El mes siguiente, después de que el ejército intentó una campaña de acción cívica, otra muchedumbre de cotzaleños respondió de la misma manera –una manifestación en el parque con autoparlantes, y demandas de que el ejército se fuera–. Sin embargo, la opinión local estaba dividida. Según un evangélico que llegó a volverse un líder de la patrulla civil, pero que está horrorizado por las matanzas del ejército, los participantes en la marcha fueron instigados por la guerrilla. Él dice que eran de la aldea de Chisis, llevaban banderas y palos afilados, y pusieron a las mujeres y los niños adelante.
Según un informe más favorable, de un sacerdote, “las mujeres y los niños pidieron a los soldados que les regresaran sus parientes, o al menos sus restos. El teniente respondió que él no era un asesino y que los comunistas habían instigado la marcha. La gente contestó, ‘Nosotros no sabemos qué es un comunista, pero sabemos el daño que el ejército ha causado a nuestra comunidad.’ Un mes más tarde, según el sacerdote, la guerrilla mató a un teniente en el parque. Después los soldados gritaron “Cotzaleños, guerrilleros, catequistas, guerrillas, iremos a las montañas, nos comeremos a la guerrilla” y condujeron una búsqueda de casa en casa, arrastrando prisioneros al destacamento en donde fueron interrogados y golpeados.{43}
Chajul parece haber sido el pueblo que le resultó al EGP más difícil de organizar. A pesar de que los chajules se resistieron tercamente a la pérdida de la finca La Perla, ellos no enfrentaban una escasez de tierra para el cultivo del maíz en el municipio como un todo, y dependen muy poco del trabajo en las fincas, excepto los que viven en los alrededores de La Perla. Si los cálculos del EGP hubieran sido correctos, el asesinato de Luis Arenas los hubiera ayudado a organizar el municipio. Y si Acción Católica hubiera sido el núcleo preexistente para la movilización revolucionaria, en lo que concuerdan las interpretaciones del ejército y de las organizaciones de solidaridad, entonces los chajules debieron estar a la vanguardia porque contaban con la más grande organización de Acción Católica en la región ixil.{44} Sin embargo, Chajul estuvo sorprendentemente tranquilo durante los siguientes cuatro años. Al fin, la guerrilla se ganó a los chajules ejecutando a ladrones de ganado –es decir, apelando a ellos más como a pequeños propietarios que como a semiproletarios–. [109]
Antes de la violencia, algunos chajules aumentaron su ganado vacuno con la ayuda de una cooperativa católica y el Proyecto Heifer de los Estados Unidos. Su prosperidad venció los escrúpulos de algunos de sus vecinos más pobres, que, se dice, organizaron una banda. Debido tal vez a que una cooperativa de la iglesia estaba involucrada, los dueños demostraron la reserva suficiente para organizar un comité y enviar una petición al Gobierno, pero sin ningún resultado. La guerrilla estuvo más que satisfecha de poder ofrecer sus servicios. Es incierto a cuántos ladrones de ganado se les administró la justicia revolucionaria; aunque un estimado llegó a las veinte o treinta ejecuciones, parece que algunos de los cuatreros lograron escapar a la costa, y yo sólo pude confirmar dos muertes. En 1979 una turba atacó a un hombre acusado de ser cuatrero mientras estaba cargando leña. Lo golpearon y lo mataron, mientras lo arrastraban al cementerio; la misma suerte corrió otro el mismo día.{45}
En realidad, los chajules tienen su propia tradición de linchar ladrones de ganado; durante mi trabajo de campo, el alcalde dijo a una multitud que él no podía dejar que sacaran a un ladrón de ganado de la cárcel porque, si lo hacían, las altas autoridades lo culparían a él. Esto trae la cuestión de que, si los propietarios de ganado chajules podían linchar a los ladrones por su cuenta, ¿por qué iban a pedir ayuda a la guerrilla? Tal vez ellos están simplemente culpando a supuestos extraños por homicidios que, al menos en dos casos documentados, fueron llevados a cabo por la gente del pueblo.
El sacerdote citado arriba también asoció las dos muertes con el conflicto ejército-guerrilla, aunque por diferentes razones. Dos días antes del linchamiento, según su informe, el EGP ocupó Chajul y tuvo un mitin en el parque. Al día siguiente, la guerrilla mató a tres soldados en el camino a Juil, llevó sus armas manchadas de sangre al pueblo para mostrarlas a la gente, y les advirtió que se organizaran, porque el ejército seguramente iba a tomar represalia contra ellos.
El tercer día, según el sacerdote: “Una patrulla del ejército ocupó Chajul y empezó una búsqueda sistemática, golpeando y abusando de la gente. Cuando el grito tradicional de los chajules comenzó, hombres, mujeres, jóvenes, niños y viejos salieron de sus casas armados con piedras, palos y machetes, y todo el pueblo enfrentó al ejército en el parque central. Los cuerpos de los tres soldados muertos por la guerrilla estaban entre los dos grupos. Un helicóptero del ejército empezó a volar sobre el grupo mientras ellos hablaban. [110] La gente demandaba que el ejército se retirara, y si no lo hacían, ellos estaban preparados para atacarlos. La gente dijo que ellos podrían matar más que lo que podría el ejército. Un ciudadano mostró los golpes que le habían dado los soldados. El teniente al mando pidió un garrote y empezó a golpear al soldado responsable, dejándolo casi muerto. La gente pidió otra vez que el ejército se fuera y empezaron a empujar a los soldados hasta que éstos dejaron el pueblo. Indignados por la situación que habían soportado…, decidieron linchar a Pedro Pacheco y Melchor Xinic, colaboradores e informantes del ejército”.{46}
Cualquiera que haya sido el papel del robo de ganado, los eventos de Chajul sugieren cómo el EGP estaba colocando a la población para ser objeto de represalias. Es una cuestión de interpretación calcular cuán intencional fue esto. Considérese una masacre en el parque de Nebaj ampliamente difundida. Durante un domingo de mercado de marzo de 1980, la Policía Militar Ambulante ordenó a todos los hombres que formaran largas líneas afuera del cuartel del ejército para recibir documentos de identificación. El segundo día, se esparcieron rumores de que los hombres estaban siendo torturados adentro; cientos de mujeres provenientes de varias aldeas marcharon al pueblo, gritaban consignas y exigían el retorno de sus maridos. Cuando los soldados dispararon al aire para dispersar a la multitud, según una versión, una bala cortó un cable eléctrico que echó chispas, asustando a la tropa que empezó a disparar a los manifestantes, matando cuando menos a quince.{47} En los informes de derechos humanos, el incidente es otra masacre no provocada.{48} Según varias personas que estaban en el pueblo ese día, ellos vieron manifestantes muertos o en retirada que resultaron ser hombres vestidos de mujeres. Ellos afirman que los manifestantes fueron organizados por la guerrilla y consideran la masacre como una provocación del EGP.
Los civiles como sustitutos
“La táctica del EGP, que más tarde hizo suya el ejército, era crear un clima en el cual la neutralidad fuera imposible.” —Joel Simon, respecto al Ixcán
El Ejército Guerrillero de los Pobres [111] esperaba trascender los errores del foquismo mediante la incorporación de la población local en su lucha. Al menos en un aspecto crítico, desgraciadamente, los avances del EGP en teoría y práctica revolucionaria se parecían mucho a la etapa previa. Que la represión del ejército sería indiscriminada, fue clara desde su actuación en el este de Guatemala en 1966-67. Para luchar en contra de no más de quinientos combatientes guerrilleros, de los que logró matar cuarenta o cincuenta, el ejército mató a dos o tres mil civiles.{49} Desafortunadamente, “la guerra popular prolongada” agravó el problema más serio de los focos guerrilleros desde un punto de vista humanitario: el ejército culparía a los civiles cercanos por las emboscadas y los trataría de la forma esperada.
Esta es la razón por la que los Ixiles explican a menudo las matanzas del ejército como reacciones emocionales a los ataques de la guerrilla: “Algunos grupos del ejército llegan como amigos, otros bravos porque hubo emboscada”. No todas las masacres pueden ser explicadas en estos términos. Las olas de secuestros en 1976-78 fueron operaciones cuidadosamente planeadas, basadas en listas de muerte. Tampoco el calor del momento explica la subsecuente política del ejército de quemar un asentamiento tras otro. Sin embargo, los nebajeños recuerdan muchos ejemplos de cuando el ejército los golpeaba inmediatamente después de que la guerrilla mataba soldados. “¿Qué esperabas?” le preguntó un oficial del ejército a una viuda cuyo esposo e hijo acababan de ser ejecutados por los soldados. “Ellos mataron a mis muchachos. Mis muchachos tenían razón de estar enojados. Muchos de ellos murieron hoy, y tu gente los mató.”{50} “Castigo” es la palabra con que los nebajeños describen esta clase de retribución, basada en las afirmaciones del EGP de que representaba al pueblo y en la suposición del ejército de que así era.
Los misioneros evangélicos estaban convencidos de que la guerrilla estaba contando con la “represión provocada” para traer indígenas a su movimiento.{51} James Morrissey, el antropólogo y sacerdote católico que estudiaba los proyectos de colonización Maryknoll en el Ixcán, llama a tales cálculos “la piedra angular de su metodología revolucionaria”.{52} La provocación calculada también ha sido parte de otros proyectos insurrecionales, incluida la guerra de la administración Reagan en contra de los sandinistas de Nicaragua,{53} pero esta clase de razonamiento [112] no es explícito en los pocos documentos del EGP que tengo a mi alcance. Payeras sólo habla de planificar “la actividad militar en magnitudes limitadas, de tal manera que la reacción enemiga no fuera a resultar desproporcionada al grado de comprensión popular y a nuestra capacidad local para defender la organización. El viento que desatáramos no debía ser tanto que dejara sin flor el árbol de la vida”.{54}
Lo que el EGP esperaba que la población local aguantara fue demasiado, desafortunadamente. James Morrissey ilustra el problema con un incidente no reportado en Los días de la selva. Muy poco tiempo antes del asesinato de Luis Arenas, el EGP organizó a los miembros de una cooperativa cercana al río Xalbal, luego los animó a enfocar su resentimiento en un propietario ladino local y a matarlo. Después de que la guerrilla desapareció en la selva, el ejército fue capaz de identificar a los hombres que eran los responsables, apresó a más de treinta, y los llevó a la zona militar de Santa Cruz del Quiché para los ritos usuales de eliminación.{55}
Según las historias que oyó Morrissey, el EGP se había impuesto por la fuerza en el pequeño asentamiento indígena. Pero aun si los pobladores de Xalbal estaban dispuestos a colaborar, el punto de Morressey es una cita valiosa.
“Un ejército necesita reclutas, así que la guerrilla adoptó la estrategia de atraerlos haciendo a la gente participantes de facto en las actividades guerrilleras. Esto los pondría automáticamente en oposicipón a los militares, que en su momento, los pondrían a ellos del lado de la guerrilla. [La guerrilla] probó esta estrategia en Xalbal, coaccionando a los mayas a actuar como sus sustitutos en un asesinato. Ellos tuvieron éxito haciéndolos sustitutos operacionales, sustitutos también para sufrir las represalias del ejército, mientras ellos escapaban ilesos. No tuvieron éxito en hacer que los mayas se creyeran sus aliados, mucho menos sus colegas. Sin embargo, fue inevitable que mientras un creciente número de mayas llegó a compartir la suerte de la guerrilla, como blanco de las represalias militares, un creciente porcentaje de ellos decidiera unirse a sus columnas.”
El ejército guatemalteco también adoptó una estrategia compatible de convertir a los civiles en sustitutos, continúa Morrissey. “La represalia masiva que seguía a cada actividad guerrillera fue, deliberadamente dirigida, no a la guerrilla, sino a la población civil cercana a cualquier lugar en donde la guerrilla hubiera operado… La intención clara era, [113] no sólo hacer que la gente rechazara cualquier relación con la guerrilla, sino hacer que las consecuencias de las acciones guerrilleras fueran tan repugnantes que la misma guerrilla se abstuviera de actuar antes que hacer correr a la gente el riesgo de sufrir tanto barbarismo. La guerrilla… y el ejército… habían desarrollado una estrategia de guerra que fue considerablemente más segura y probablemente tan efectiva como enfrentarse directamente en el conflicto armado.”{56}
Las explicaciones de solidaridad sobre la violencia
“En 1975 llegan destacamentos del ejército nacional a Nebaj, departamento del Quiché, y posteriormente soldados somocistas, con el pretexto de ir a mantener el orden. Pero la verdad es que esta región entra en lo que se conoce como la Transversal del Norte, área rica en minerales.”
Ya que hemos examinado la cronología de cómo la violencia política apareció en la región ixil, vamos a hacer una reseña de la explicación que los movimientos de solidaridad dan acerca de su origen. En vista del consenso general acerca de que los mayas se unieron a la revolución sólo después de la indiscriminada represión del ejército, surge la siguiente pregunta: ¿qué motivó al ejército a comportarse como lo hizo? Tres explicaciones complementarias aparecieron en las publicaciones revolucionarias, en los informes de derechos humanos y en las interpretaciones de los investigadores. Primero, los oficiales del ejército estaban apropiándose de la tierra en la Franja Transversal del Norte o “zona de los generales”. Segundo, los oficiales del ejército y sus aliados finqueros, querían liberar la mano de obra maya para que trabajara en sus propiedades. Tercero, la misma élite estaba reaccionando contra cualquier forma de organización indígena y concientización, con el propósito de proteger su suministro de mano de obra barata. En cada caso, las fuerzas de seguridad de Guatemala dispararon el primer tiro, por decirlo de alguna manera, y la guerrilla asumió el papel de una reacción defensiva.
Jeffrey Paige nos proporciona un resumen muy útil sobre el punto de vista de los movimientos de solidaridad. “La matanza… que los generales hacen en aldeas enteras en Chajul, Cotzal, Nebaj… y Panzós en esa región combina una lógica austera, tanto económica como política. [114] Eliminando a la población se eliminará a la guerrilla y además se dejará la tierra libre para su desarrollo. La parásita relación entre la hacienda y la aldea de indígenas está siendo destruida por militares agroexportadores cuya crueldad aparentemente no conoce límites. Si ellos sobreviven a las matanzas de los generales, la última conexión de los campesinos con la tierra se verá cortada y ellos serán completamente dependientes del salario de su trabajo en la agroexportación.”{57}
Al igual que muchos observadores en los primeros años de los ochenta (yo incluido), Paige tomó como verdaderas las afirmaciones del EGP acerca de que los oficiales del ejército estaban sistemáticamente expulsando a los indígenas fuera de sus tierras. Es cierto que los oficiales de alto rango, incluido el presidente Romeo Lucas García, adquirieron propiedades al este de la Franja Transversal del Norte, en el departamento de Petén. En la misma área, y probablemente en otras también, los pequeños propietarios arruinados eran una fuente de reclutamiento para la guerrilla, aunque la destrucción ecológica y las fuerzas del mercado pueden haber sido más responsables por sacarlos de sus tierras que la presión de terratenientes.{58} Finalmente, es cierto que los indígenas pierden frecuentemente disputas sobre títulos de propiedad de la tierra, y la guerrilla trató de convencer a los pobladores del Ixcán de que ellos estaban a punto de perder la suya.
Aún así, los terratenientes no se estaban expandiendo en las áreas que servían de escenario al EGP, es decir, el Ixcán y la región ixil, antes de la violencia. En el Ixcán, la mayoría de los conflictos por la tierra eran entre oleadas sucesivas de pequeños propietarios apoyados por el Gobierno y grupos rivales de la iglesia Católica.{59} En el altiplano, la mayoría de la tierra que aún está en manos mayas no es de interés para los finqueros: es demasiado escalonada, erosionada, alta y fría para la agricultura de exportación. En la región ixil la explicación pierde completamente su validez. Además de no estar localizada en la Franja Transversal del Norte, los oficiales del ejército no se mostraban codiciosos allí. A excepción de las dos grandes fincas que ya estaban en manos de propietarios ladinos, la tierra que rodea a los pueblos Ixiles se apreciaba tan poco que uno de los primeros pasos contrainsurgentes del gobierno fue investigar la posibilidad de su redistribución.{60} La extensa propiedad de un dueño ausente –la familia Herrera Ibargüen– fue repartida en la bruma de la represión, lo que en consecuencia no fue motivado por el deseo de crear nuevas propiedades. [115]
Pero, ¿qué se puede decir sobre el argumento de que el ejército estaba tratando de dejar suelta más mano de obra maya para las fincas, lo que Carol Smith llama la “reorganización económica” de una economía maya regional que se estaba volviendo demasiado autosuficiente para las necesidades de la agroexportación? En estudios del sistema económico regional, Smith comprobó que las comunidades del altiplano se volvieron menos dependientes de la migración estacional a las fincas en los setenta. En lugar de eso, y gracias a las innovaciones como el uso de fertilizantes químicos y la organización de cooperativas, ellos fueron capaces de invertir más de su propio trabajo en empresas personales como comercio al por menor, café, y otros cultivos, así como también un cultivo del maíz más productivo –de ahí el interés del ejército en aplastar los esquemas mayas de autosuperación–. Pero si éste fue un motivo para la represión, el ejército tuvo que haber atacado, lógicamente, las regiones más desarrolladas del altiplano, alrededor de Totonicapán, en donde los empresarios mayas habían tenido un gran éxito en terminar con la dependencia de las fincas. En lugar de eso, como nota Smith, esta fue la parte del altiplano menos afectada por la represión.{61}
La tercera explicación de los movimientos de solidaridad es que el ejército quería destruir las nuevas organizaciones de base, a través de las cuales los indígenas estaban enfrentando sus problemas. Es cierto que los oficiales del ejército adquieren frecuentemente tierra en el curso de su carrera militar, de ahí el interés compartido con los finqueros por suprimir las organizaciones de trabajadores. Los ladinos dueños de almacenes no estaban muy bien dispuestos hacia las nuevas cooperativas que vendían a precios más bajos, tampoco los contratistas apreciaban a los catequistas que sermoneaban contra tomar anticipos de salario.
Un caso que ilustra estas cuestiones es el de La Estancia en el sur del Quiché. Siendo una aldea de Santa Cruz del Quiché, la cabecera departamental, sus habitantes estaban más involucrados en las innovaciones agrícolas y en el comercio que la mayoría de los Ixiles, en consecuencia se volvieron menos dependientes del trabajo en las fincas. Esto los colocó en un curso de colisión con los intereses comerciales locales. La Estancia, además, debido a su localización, estaba más cercana a los conflictos iglesia-estado que la región ixil. Acción Católica era especialmente fuerte, como lo era el movimiento cooperativo y la Democracia Cristiana. [116] En consecuencia, la aldea se vio implicada en un largo conflicto entre los sacerdotes españoles de la diócesis del Quiché y los señores ladinos de Santa Cruz.
Después de que el ejército robó las elecciones en 1974, la sucursal de Acción Católica en La Estancia ayudó a organizar el Comité de Unidad Campesina. En este evento pivotal también estaban participando algunos estudiantes de Santa Cruz y un grupo pastoral independiente de sacerdotes jesuitas. Los últimos entendieron su trabajo en términos de “concientización” y estaban evidentemente estableciendo lazos con el EGP (véase el capítulo 6). En los primeros años de los ochenta, los asesinos del ejército tenían como blanco La Estancia y algunos de sus jóvenes se estaban yendo al norte a unirse al EGP. Siguieron masacres más grandes, y la aldea fue pronto abandonada.{62}
Lo accesible de La Estancia la hizo un caso bien conocido sobre cómo la represión contra las organizaciones de base creó apoyo para la guerrilla. Pero La Estancia no puede ser considerada una aldea típica. Puede ser que muchos de los activistas de La Estancia no hayan estado enterados de los lazos de sus asociados con la guerrilla, pero la sospecha era común, de ahí la referencia a “espías”. El ejército también sospechaba conexión con el EGP, lo que propició el holocausto de supuestos cuadros en 1980. Una vez que traemos las realidades de la organización clandestina a cuenta, La Estancia no ilustra como el ejército inició la violencia con la supresión de cooperativas pacíficas y programas educacionales. En su lugar, demuestra como las estrategias de guerra clandestina de la izquierda guatemalteca y de la derecha lograron penetrar y destruir una comunidad indígena.
Significativamente, la represión no se concentró en áreas donde las organizaciones indígenas eran fuertes pero la guerrilla tenía poca presencia, como en los alrededores de Totonicapán y Quezaltenango.{63} En lugar de ello, se concentró en donde la guerrilla estaba tratando de organizarse. Las cuatro áreas en donde la violencia del gobierno fue mayor –el norte del Quiché y de Huehuetenango, el sur de Quiché y de Chimaltenango–{64} siguieron los avances del EGP mientras este se movía al sur para cortar la carretera Panamericana.
Es cierto que el ejército tomó como blanco a los catequistas católicos, a los activistas demócrata-cristianos y a los líderes cooperativistas. También es cierto que la represión fue dirigida frecuentemente por las élites locales. Pero esta no es solamente una reacción a los proyectos de autosuperación y a políticos reformistas, como lo ponen los movimientos de solidaridad, por dos razones. [117] Primero, los jefes locales que daban listas negras al ejército estaban reaccionando a la llegada de la guerrilla. Segundo, el ala radical de la iglesia Católica se unió a la insurgencia en los últimos años de los setenta y jugó un papel importante en la ampliación de su base.{65} Los jesuitas que trabajaban en la educación y la organización popular estaban involucrados, como lo estaba una parte de Acción Católica y tal vez uno que otro miembro de la orden del Sagrado Corazón. Su logro más conocido fue el Comité de Unidad Campesina, pero los católicos radicales también se vieron envueltos en el “trabajo de masas” del EGP y su incorporación de activistas del CUC.{66}
La alianza no se ubicaba en la región ixil sino al sur, en los alrededores de Santa Cruz del Quiché. El componente clave, aparentemente, no eran los trabajadores estacionales o los campesinos luchando por su tierra, sino estudiantes, catequistas y promotores mayas que tendían a ser de familias de mejores condiciones económicas. Uno que otro ixil estaba involucrado en redes católicas radicales, pero parecen haber sido estudiantes cuyas carreras los habían alejado de la región ixil.{67}
Sin lugar a dudas, hay una historia de organización clandestina en la región ixil que todavía tiene que ser contada, pero no es la misma historia que la de la población ixil en general como sugeriría su reacción contra la violencia. Debido a que un movimiento clandestino estaba tratando de tomar ventaja de una organización católica popular, la gente que estaba siendo organizada pudo haber tenido muy poca noción de que algunos de los mismos catequistas y promotores eran parte de una red revolucionaria. Lo que algunos autores han llamado “comunidades cristianas de base”, en los alrededores de Nebaj no eran llamadas así, aparentemente, por los catequistas, quienes no reconocen el término.{68} Significativamente, el CUC no se estableció en la región ixil, a pesar de que su campaña para elevar los salarios en las fincas pudo haber atraído a decenas de miles de ixiles que descendían a la costa cada año. Aún los secuestros gubernamentales de cuadros reales o imaginarios del EGP en 1976-78, no conmocionaron visiblemente a un gran número de ixiles.{69} Sólo después de que aparecieron las unidades militares del EGP, emboscaron soldados y provocaron represalias más amplias contra la población, miles de ixiles se unieron al movimiento revolucionario, para protegerse del ejército. [118]
Despojando al árbol de sus retoños
“La guerrilla dijo que era más fuerte que el ejército. Dijeron que iban a traer armas para el pueblo. Cuba y Nicaragua nos ayudarían. En Vietnam el pueblo había triunfado, y en El Salvador estaba a punto de hacerlo.”
¿Por qué, entonces, se volvió popular argumentar que la violencia fue provocada por el ejército, deseoso de quedarse con tierras indígenas, aumentar la mano de obra y aplastar los esfuerzos reformistas de los indígenas para mejorar su situación? Obviamente, aun si esto no explica qué inició la violencia, representa un esfuerzo para llegar al contexto estructural de la monopolización de la tierra, la explotación del trabajo, y la represión necesitada para cualquier análisis de la violencia política en Guatemala. Además, en regiones como la costa sur en donde los finqueros usaron la violencia para controlar a sus trabajadores, los escuadrones de la muerte tal vez no hayan sido una respuesta a la organización guerrillera como lo fueron en el norte del Quiché. Sólo que las explicaciones de solidaridad se vengan abajo en un área clave, no significa que no tengan validez en ningún otro lugar.
Sin embargo, las explicaciones de solidaridad han jugado una función apologética para el movimiento revolucionario, mistificando lo que pasó en al menos dos formas. Primero, han minimizado la brecha entre la política revolucionaria a nivel nacional y la política en el altiplano, es decir, entre la izquierda dominada por los ladinos y la población maya. Segundo, las explicaciones de solidaridad han minimizado la responsabilidad del movimiento guerrillero en la escalada de la violencia militar en los últimos años de los setenta.
Hay un linaje claro de política revolucionaria en Guatemala, pero usualmente los mayas han representado solamente roles menores en él.{70} No es que carezcan de una tradición de revuelta armada: los mayas se levantaron contra las reformas liberales en varias ocasiones en la primera parte del siglo XIX, pero no respondieron de la misma manera a las expropiaciones de tierra que siguieron a la revolución liberal (1871), sólo porque el balance de fuerzas se había volteado contra ellos. A pesar de las esperanzas y los miedos de los fuereños,{71} el “tumulto” indígena tradicional ha estado en desuso por más de un siglo.{72} Las revoluciones de 1920 y 1944 fueron asuntos de ladinos, y los campesinos mayas no se levantaron en defensa de la reforma agraria de Arbenz [119] en el crítico mes de junio de 1954.{73} En términos generales, como señala Carol Smith, la resistencia maya no ha tomado la forma supralocal y coordinada en la que la izquierda entiende la política revolucionaria.{74} Cuando los intelectuales mayas se politizaron en los setenta, muchos lo hicieron siguiendo lineamientos indigenistas más que marxistas.{75} Ellos definieron la opresión de su pueblo más en términos étnicos que en términos de clase, cuestionaron el control ladino de la Izquierda, y fueron opuestos a colaborar con los grupos revolucionarios.
El desinterés maya por la política insurreccional es lo que ha hecho de la concientización una parte importante en la explicación de solidaridad sobre la violencia en el altiplano. La mera existencia de tal modelo sugiere una distancia entre los campesinos y quienquiera que piense que ellos necesitan ser concientizados. La concientización, interpretada por los simpatizantes revolucionarios, conecta el reformismo típico de los campesinos indígenas con las esperanzas mucho más ambiciosas de la izquierda para la transformación revolucionaria. Por último, pero no por eso menos importante, conecta los esfuerzos pastorales de las organizaciones eclesiásticas con los planes insurreccionales de las organizaciones guerrilleras –una conexión que probablemente fue tenue en muchas áreas, pero que, tanto el ejército como la guerrilla, deseaban hacer, con letales consecuencias para los feligreses católicos.
Si tomamos la tesis de la concientización por lo que parece, los catequistas católicos en la región ixil podrían haber apoyado al movimiento guerrillero en una fecha muy temprana, digamos después de los primeros secuestros en 1976. Pero hay pocas señales de que ellos lo hicieran. En lugar de ello, el ejército parece haber atacado a los catequistas por razones menos concretas, como su participación en la política demócrata-cristiana local (como fue transmitido al cuartel general del ejército por los políticos locales del MLN/PID), el rol nacional de la iglesia Católica desafiando los abusos del ejército, y tal vez los lazos políticos de unos cuantos estudiantes ixiles que regresaban a su hogar a organizar sus comunidades. En cualquier caso, los catequistas sobrevivientes, los fundadores de la Democracia Cristiana y los líderes cooperativistas niegan vehementemente que sus asociados muertos tuvieran alguna relación especial con la guerrilla.
Lo que las explicaciones de solidaridad también representan es el reclamo de inocencia muy común en debates de este tipo –un intento de pasar la carga de la responsabilidad por haber iniciado la violencia [120] de los hombros de la guerrilla a los del ejército–. Primero viene la estrategia del ejército de acaparar tierra, forzando a los indígenas a una mayor dependencia de las fincas y aplastando esquemas reformistas de autosuperación. Sólo entonces los campesinos víctimas se levantan en rebelión, y el Ejército de los Pobres hace su aparición. Lo que la explicación de solidaridad elude sistemáticamente es el papel provocador de la guerrilla. A pesar de los factores estructurales que trabajaban a favor de la violencia política, la cronología de eventos demuestra que la represión del ejército empezó en reacción a las acciones guerrilleras. El punto puede parecer tan obvio que no necesita ser señalado, pero el movimiento revolucionario ha evitado reconocerlo, para oscurecer su propia responsabilidad en el surgimiento de la violencia.{76} Dar el énfasis apropiado a este hecho hará más fácil de entender por qué el apoyo al movimiento guerrillero se evaporó tan rápidamente.
Notas
{1} “La Toma de Nebaj” 1982:39 versus Fox 1982:660.
{2} “La Toma de Nebaj” 1982:40.
{3} “La Toma de Nebaj” 1982:40.
{4} International Work Group on Indigenous Affairs 1978; Chernow 1979.
{5} Frente democrático contra la represión 1980.
{6} Fernández Fernández 1988.
{7} Para la influencia de la concientización y de la teología de la liberación, véase Lernoux 1980 y Berryman 1984.
{8} Davis y Hodson 1982:35.
{9} Smith 1984a:219-20; Smith 1987a:1.
{10} Payeras 1983:68. Para otra descripción útil sobre la prehistoria del EGP, véase Debray 1975.
{11} Melville 1983:25.
{12} Sobre las colonias católicas, véase Simon 1989:39, 65-71, y Manz 1988a y 1988b. Sobre los proyectos de colonización del gobierno, véase Dennis et al. 1988. Para la más completa descripción de la destrucción de las colonias del Ixcán, véase Falla 1992.
{13} La penumbra de rumor y miedo que rodeaba la llegada del EGP ha sido descrita por un ex-misionero Maryknoll que escribió una disertación sobre los proyectos del Ixcán. “El concepto de guerrilla era muy enigmático para los mayas”, escribe James Morrissey. “Para algunos, era una figura mítica indistinguible de otros seres que poblaban el mundo fantástico de los ancianos más tradicionales. Otros entendieron que un guerrillero era un guerrero subrepticio, poco convencional, pero sus orígenes, su afiliación, lugar y causa eran desconocidos. Eran presumiblemente malos, y el pensamiento de que uno podía encontrárselos inspiraba miedo. Años atrás, en 1969, los rumores se habían filtrado en el Ixcán Grande. Decían que ellos habían robado comida y otras pertenencias de las aisladas familias pobres alrededor de San Luis Ixcán. El hecho de que el ejército los combatiera en dondequiera que aparecieran, reforzaba la noción de que eran ‘el enemigo’. Los mayas del Ixcán no querían nada que ver con ellos. Los pocos que hablaban de ellos lo hacían con un aire de preocupación que sugería que ellos sabían algo de lo cual preferían no hablar. Durante tres años fueron un tema semi-oculto en el Ixcán, haciendo que la gente se pusiera un tanto nerviosa pero no lo suficiente como para que les evitara seguir con sus asuntos” (Morrissey 1987:14-15).
{14} Payeras 1983:51. El testimonio del único recluta fiel, un poblador ladino, se publicó en el Informador Guerrillero del EGP, no. 10 (16 de junio de 1982).
{15} Handy 1984:234.
{16} Payeras 1983:36. A juzgar por Black 1984:79, esta columna era de las Fuerzas Armadas Rebeldes, que trató de abrir un frente en la misma área en la que el EGP tendría más éxito.
{17} Gillespie 1983:493.
{18} Black 1984:85-87.
{19} Esta no es la misma finca San Francisco, en Nentón, Huehuetenango, donde el ejército guatemalteco mató 302 hombres, mujeres y niños el 17 de julio de 1982 (Falla 1983b).
{20} Lincoln 1945:66.
{21} Titular tierra comunitaria, especialmente cuando los indígenas se oponían, era lo suficientemente “complicado y caro” (McCreery, de próxima publicación) que la cantidad que Cotzal perdió a manos de los finqueros hace pensar en la complicidad de los líderes del pueblo.
{22} Elliott 1989:12.
{23} El cambio en la política fue, según un miembro de la familia Brol, motivado por la facilidad con que los quinceneros podían complementar clandestinamente su propia cosecha con la de la finca.
{24} Payeras (1883:62) da como fecha del secuestro de Sajíc el año de 1972.
{25} Black 1984:79.
{26} Compárese con Payeras (1983:67-68), quien hace poca referencia a las finanzas de la guerrilla, pero describe cómo cometieron el error de financiar “con demasiada frecuencia las necesidades reales o supuestas de diferentes compañeros, generando en la población amiga el interés material”.
{27} Payeras (1983:90-91) fecha el suceso en octubre de 1978.
{28} Payeras (1983:90-91) fecha el suceso en octubre de 1978.
{29} Payeras 1983:72-76.
{30} Elliott 1989:11.
{31} Schlesinger y Kinzer 1982:127.
{32} Este punto es oscurecido por el énfasis de Payeras en el peonaje, una técnica para procurar trabajadores que Arenas pudo haber usado para reclutar trabajadores q’eqchi’es para otra aventura un poco al norte, la finca San Luis Ixcán. Las descripciones más terribles del trato que Arenas daba a sus trabajadores parecen originarse en las condiciones mucho más difíciles de San Luis Ixcán, no en La Perla. Para una descripción más favorable de Arenas, véase Daniels 1990:176-210.
{33} Payeras 1983:76.
{34} Pudo haber sido difícil para la guerrilla dirigirse a los trabajadores “en lengua” (Payeras 1983:76) porque se hablaban al menos tres idiomas –ixil, Q’anjob’al y español– en el último de los cuales los visitantes hablaron a aquellos trabajadores que no huyeron al oír los disparos. Según la versión bastante diferente que recabó James Morrissey (1987:16-17), la guerrilla “tuvo reuniones clandestinas con la gente que trabajaba en la finca. Ellos trataron, sin éxito, de que la misma gente acordara matar a Arenas. Los trabajadores estaban aterrorizados al pensar en las repercusiones de una acción como esa, aunque estaban también aterrorizados con la presencia de la guerrilla. Ellos estuvieron de acuerdo en no revelar la presencia de la guerrilla si ellos se mezclaban con los trabajadores y trataban de realizar la acción por su cuenta”.
{35} Según Payeras (1983:85), Fonseca fue señalado por un informante. Según una versión recogida en Nebaj, fue arrestado después de enseñar un arma. Según otra versión, se metió en una pelea con otro joven, lo que condujo al descubrimiento de la granada y de la pistola que llevaba.
{36} Payeras 1983:84-87.
{37} Falla 1978.
{38} Payeras 1983:65-66.
{39} Entrevista en el campo de refugiados de la pista aérea de Nebaj, 21 de noviembre de 1982.
{40} Esta observación está hecha en un informe Oxfam (Davis y Hodson 1982), que dice que los indígenas se unieron a la guerrilla no como fruto de un compromiso ideológico sino para protegerse.
{41} “Informe sobre la violencia en el norte del Quiché” 1980:1-2.
{42} “Informe sobre la violencia en el norte del Quiché” 1980:3.
{43} “Informe sobre la violencia en el norte del Quiché” 1980:3,5.
{44} En 1966, les fue dicho a Colby y van den Berghe (1969:82) que Acción Católica tenía cerca de mil miembros en Chajul, ochocientos en Cotzal y trescientos en Nebaj. En 1973, le fue dicho a Nichtigall (1978:332) que Acción Católica tenía cerca de mil quinientos miembros en Chajul, y mil en Cotzal y Nebaj.
{45} Entrevistas locales, 1988-89. “Informe sobre la violencia en el norte del Quiché”, 1980:4.
{46} “Informe sobre la violencia en el norte del Quiché”, 1980:4.
{47} “Otra masacre en Guatemala: Un informe de un testigo de lo que pasó en Nebaj, Quiché, el 3 de marzo de 1980”, documento mecanografiado de una página. También, “Testimonio de los campesinos de Nebaj para la Federación de Trabajadores de Guatemala, ciudad de Guatemala”, documento de tres páginas mecanografiadas firmado por el Comité de Campesinos de Nebaj.
{48} Davis y Hodson 1982:49. Contrario al testimonio local que yo reuní, el ejército adujo haber respondido al fuego proveniente de la multitud (“Seis muertos y 8 heridos en Nebaj, Quiché”, Diario El Gráfico, 4 de marzo de 1980).
{49} Dos mil o tres mil son los estimados del ejército y la guerrilla respectivamente, citados por Wickham-Crowley (1990:208).
{50} Coffin 1981:16.
{51} Entrevistas del autor, noviembre de 1982.
{52} Morrisey 1987:17.
{53} Un manual de la Agencia Central de Inteligencia para la guerra en Nicaragua (Tayacán 1984:33) aconseja cómo crear mártires políticos “llevando a los manifestantes a una confrontación con las autoridades, con el propósito de provocar revueltas o disparos, que causarán la muerte de una o más personas, quienes se convertirán en los mártires, situación de la que se puede hacer uso inmediatamente contra el régimen, para crear conflictos más grandes”.
{54} Payeras 1983:71.
{55} Morrissey 1978:663-667. El “don Guillermo” de Morrissey es probablemente el Guillermo Monzón que El informador guerrillero (nº 10 [16 de junio de 1982]) describe como el “jefe de los comisionados militares de la zona”, que fue ejecutado el 28 de mayo de 1975. Los miembros de la cooperativa fueron capturados en julio (Davis y Hodson 1982:47).
{56} Morrisey 1987:17.
{57} Paige 1983:733.
{58} Schwartz (1990:277-278) proporciona un informe balanceado sobre la concentración de la tierra en Petén, en una corrección necesaria a la recurrencia excesiva de los puntos de vista del movimiento de solidaridad. Un ejemplo de lo último es la confusión de Timothy Wickham-Crowley (1992:223, 236) del Triángulo ixil con la Franja Transversal del Norte.
{59} James Morrissey (1978) describe los intensos conflictos entre los sacerdotes Maryknoll sobre cuántos pequeños propietarios podía la misión permitir en sus proyectos del Ixcán, con clientes de un director de proyecto asumiendo una actitud defensiva contra los clientes del siguiente.
{60} La redistribución de la tierra se recomienda en un documento de planificación del ejército de 1980-81 (Cifuentes H. 1982:45, 49) en tiempos del régimen de Lucas García, a pesar de que el INTA había empezado a adquirir y distribuir algunas fincas en Cotzal, en los ultimos años de los setenta (véase capítulo 8). Un caso comparativo de distribución de la tierra en plena contrainsurgencia es el proyecto de colonización del INTA en Playa Grande, Ixcán. Empezó en 1979, fue interrumpido por una ofensiva guerrillera en 1981 y masacres del ejército en 1982, pero ha seguido creciendo bajo estricto control del ejército (Dennis et al. 1988; también Mantz 1988a, 1988b; Simon 1989; e Iglesia Guatemalteca en el Exilio 1989a).
{61} Smith 1984:219; Smith 1990b.
{62} Mi resumen de los eventos de La Estancia se debe a la reconstrucción de Robert Carmack (1988:46-55). Otra fuente valiosa es la Iglesia Guatemalteca en el Exilio 1982:40-50, con Arias 1990 proveyendo una descripción útil del contexto político.
{63} Compárese con Smith 1987b:269 y Smith 1990b:15-16.
{64} Smith 1990a:228.
{65} Arias 1990.
{66} Para la trayectoria de un joven K’iche’ de Acción Católica al CUC y al EGP, véase Simon 1987:128.
{67} Véanse las actas del Tribunal Russell (Jonas et al. 1984) para el testimonio de Pablo Ceto, un estudiante de Nebaj cuyas actividades parecen haber estado centradas en el sur del Quiché más que en la región ixil.
{68} Los autores que aplican el término “comunidades de base” a Nebaj (Frank y Wheaton 1984:41-43; Arias 1990:247) se basan en un documento fascinante (“Sebastián Guzmán: principal de principales” s.f.), que justifica una de las ejecuciones del EGP más controversiales en Nebaj. El documento de diez páginas escritas a máquina ha sido atribuido al Padre Javier, el cura párroco que se unió al movimiento revolucionario después de que su orden fuera forzada a salir del Quiché en 1980. El documento acusa al principal más importante del pueblo –es decir, el anciano más poderoso en la jerarquía religiosa tradicional– de dar al ejército listas negras de catequistas y cooperativistas que estaban amenazando su negocio como contratista. Si la acusación es cierta, la violencia en Nebaj creció directamente del conflicto entre tradicionalistas y catequistas, cuando los últimos se vieron identificados con los esfuerzos de concientización de la iglesia Católica. El conflicto religioso pudo asumir matices de clase cuando el cabecilla de las cofradías, que es también un contratista y agente de poder, tomó represalias contra los catequistas que luchaban por finalizar la dependencia de la comunidad de los finqueros explotadores. Según el documento, traicionado por su líder tradicional, el pueblo fue en tropel con el Ejército Guerrillero de los Pobres y pidió su ajusticiamiento.
No es difícil ver por qué el EGP consideraba un enemigo a Sebastián Guzmán. Sus enemigos podían haber incluido las aldeas de Xoloché y Tzalbal, contra quienes él ganó una disputa sobre tierras; catequistas que habían chocado con él en política; y deudores que habían tomado sus anticipos de salario, no se presentaron al trabajo y sufrieron medidas punitivas. Cuando pregunté a los nebajeños sobre él en 1988-89, su reputación era ambigua, como la de cualquier otro principal importante. Pero ninguno lo clasificó junto a otros políticos locales que dieron al ejército listas de muerte. Por qué la guerrilla lo asesinó durante una procesión religiosa continúa siendo un misterio para los nebajeños. Algunos se refieren a un hijo pródigo que se unió a la guerrilla; otros señalan su trabajo de contratista y el hecho de que muchos ixiles le debían dinero. Sin saber del manifiesto del EGP en el que se atribuía la responsabilidad, algunos nebajeños creen que fue asesinado por el ejército.
Significativamente, la acusación en contra de Guzmán encubre la constelación de fuerzas políticas en Nebaj antes de la violencia. Cuando los reformistas ganaron las elecciones municipales en 1976, su coalición incluía a ladinos reformistas, los tradicionalistas de Sebastián Guzmán y catequistas demócrata-cristianos quienes –si le creemos al manifiesto– estaban siendo simultáneamente traicionados por Guzmán. La alianza se quebró antes de las elecciones de 1980, pero l s listas de los primeros secuestros incluyeron por lo menos a dos miembros prominentes del partido político de Guzmán, a quien el ejército también reprimía en el vecino Cotzal. La referencia del documento a su gran enemigo como “comunidades cristianas de base” es sin lugar a dudas una referencia a Acción Católica y a sus sucursales en las aldeas, a los que las ixiles se refieren como “centros”.
{69} En lugar de esto, algunos ixiles excusaban estos secuestros aduciendo que eran errores de las víctimas. La implicación es que las víctimas eran culpables de ayudar a la guerrilla, a quien la mayoría de los Ixiles miraba como extranjera y peligrosa. Jean-Marie Simon (1987:107) cita varias declaraciones que ilustran la desconfianza y el no involucramiento prevalecientes.
{70} Smith 1990:265; Handy 1989:192.
{71} Cualquier discusión sobre rebeliones indígenas requiere una atención cuidadosa de cómo el objeto ha sido “construido” por nuestras fuentes predominantemente no indígenas (Handy 1989; Adams 1990). En un estudio comparativo de revueltas mayas del lado de México, Victoria Bricker (1981) encontró que éstas tendían a empezar en la imaginación de ansiosos colonizadores ladinos, cuyas reacciones desmedidas a movimientos religiosos fueron las que iniciaron la violencia. Las rebeliones mayas también han sido exageradas por intelectuales que buscan precedentes para la guerra de guerrillas contemporánea. Un ejemplo lo constituye el premio Nobel de literatura Miguel Angel Asturias, cuya novela Hombres de maíz (1949) empieza con un insurrecto indígena llamado Gaspar Ilom, aparentemente por el nombre de una aldea de Chajul, y posiblemente por un chajuleño que dirigió la lucha para retomar las tierras anexadas por la finca La Perla. El Gaspar Ilom histórico fue un luchador en las cortes y en las dependencias del estado, no un rebelde armado, pero cuando el hijo del novelista, Rodrigo Asturias, instituyó la Organización del Pueblo en Armas (ORPA) en los años setenta, escogió a Gaspar Ilom como su nombre de guerra.
{72} McCreery 1990.
{73} Wasserstrom 1975.
{74} Smith 1992.
{75} Falla 1978.
{76} Como una excepción, un autor de solidaridad demuestra el punto claramente en “La toma de Nebaj” (1982), un informe detallado de la ocupación de Nebaj por el EGP el 21 de enero de 1979, publicado en París. Aunque con un tono triunfalista, el autor especifica la naturaleza “ojo por ojo” de la respuesta del ejército a las acciones del EGP desde el asesinato de Luis Arenas.
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