David Stoll, ¿América Latina se vuelve protestante? Las políticas del crecimiento evangélico
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El movimiento misionero evangélico

«Una de las primeras cosas que se aprenden en el trabajo misionero es que cuando arrojas tu pan al agua, éste regresa a ti en forma de solicitudes de dinero. Muchas veces, las cartas llegan a casa antes de tu retorno... La mayoría de gente a la que yo ministro alrededor del mundo sigue en contacto a través de una carta solicitando dinero.»
—Monte Wilson{1}

El sur de California podría parecer un centro poco probable para la salvación del mundo. Sin embargo, esta Babilonia de los últimos tiempos fue la casa central de un mayor número de misiones cristianas que cualquier otra parte del globo.{2} Mucho antes de que el sur de California se convirtiera en una metrópoli, su clima primaveral atrajo a los buscadores de salvación, así como de buena salud y fortuna. Entre los hombres que se enriquecían en los auges y quiebras de la zona, algunos se hallaban preocupados por el pronto retorno del Señor. Dos de ellos, los fundadores del Union Oil Company, Lyman y Milton Stewart auspiciaron los libros The Fundamentals, los mismos que, a principios del siglo veinte, dieron su nombre al fundamentalismo.{3} Lyman era también un colaborador financiero del Instituto Bíblico de Los Angeles. Por su Iglesia de la Puerta Abierta, cerca de la Biblioteca Pública de Los Angeles, pasaron los fundadores de dos grupos, los Traductores Wycliffe de la Biblia, y La Misión Nuevas Tribus, cuyos nueve mil misioneros han trabajado en más de 1.100 idiomas alrededor del mundo.

El sur de California les brindó a muchos la oportunidad de empezar nuevas formas de organizaciones religiosas. Al ser la capital de la industria cinematográfica, dio a los evangelistas nuevas técnicas para [90] atraer al público. A través de la radio o de películas, podían atraer a contribuyentes de todo el país. Debido a que millones de inmigrantes llegaban al sur de California, aquellos que tenían el hábito de ir a la iglesia ya no se sentían obligados a asistir a la misma denominación a la que asistía su familia en su lugar natal. Esto permitió a los pastores ansiosos de publicidad atraer a grandes congregaciones a su alrededor, creando las llamadas «super iglesias».

El sur de California no era un lugar especialmente piadoso. Un estudio de 1984 demostró que, en una mañana de domingo, dos de cada tres personas en el Condado de Orange preferían estar en otro lugar que no sea el templo. La asistencia al culto estaba por debajo el promedio nacional.{4} Pero aquellos que sí iban a la iglesia mantenían al sur de California como un semillero de experimentación religiosa, y su entusiasmo se encaminaba hacia muchas direcciones.

Una de ellas era idear nuevas estrategias para evangelizar al planeta. Esta fue la principal actividad de la Escuela Fuller de Misión Mundial, el Centro de Investigaciones Avanzadas de Misiones, de Visión Mundial, y el Centro Estadounidense para Misión Mundial, las cuales convirtieron al sur de California en la capital de la investigación misionera evangélica. Otra pasión era la lucha en contra del comunismo. Demagogos que se remontaban a la era de McCarthy, como el Dr. Fred Schwarz de la Cruzada Cristiana Anticomunista; contrabandistas de Biblias como el refugiado rumano Richard Wurmbrand; incluso una organización llamada Ministerios de Alto Riesgo («High Adventure Ministries»), que dirigía una estación de radio para el Mayor Saad Haddad, un líder cristiano en la guerra civil de Líbano.

Durante los años setenta, el mundo al que los evangélicos de California querían salvar comenzó a dirigirse hacia ellos. Millones de inmigrantes extranjeros que hablaban más de cien idiomas inundaron la región.{5} Muchos eran refugiados de las guerras asiáticas y centroamericanas dirigidas por dos políticos de California que contaron con el voto de muchos evangélicos para entrar en la Casa Blanca, Richard Nixon y Ronald Reagan. Pero la inmigración masiva únicamente parecía intensificar la determinación de evangelizar a todos [91] los pueblos y naciones. Fascinados por la llegada del año 2000, los evangélicos estaban determinados a acercarse a cada persona sobre la tierra con el ofrecimiento de la salvación. Desde sus iglesias, escuelas bíblicas y agencias misioneras, se estaban alistando para una evangelización sin precedentes, el de explicar la salvación en cada calle, comunidad y banda de radio del mundo.

La mayoría de hombres y mujeres que salían al extranjero eran especialistas –pilotos, sembradores de iglesias, lingüistas, profesores, radiodifusores. Traducían la Biblia, producían discos, cintas y programas de televisión en el idioma nativo, fundaban institutos bíblicos y estaciones de radio, administraban cursos por correspondencia, organizaban innumerables conferencias mundiales y trataban de saturar a países enteros con su mensaje. Existían misiones médicas, misiones para las universidades, incluso barcos cargados con cientos de jóvenes misioneros arando en los mares –el Doulos y Logos de la Operación Movilización, el Anastasia y Good Samaritan de la Juventud con una Misión. En montañas y selvas remotas, empresas aéreas como Alas de Socorro (Missionary Aviation Fellowship) mantenía líneas de abastecimiento, evacuaba a pacientes médicos y proporcionaba ayuda en los desastres. Apoyándolos se encontraban las organizaciones de ayuda y desarrollo –World Vision (Visión Mundial), World Relief (Auxilio Mundial), World Concern (Preocupación Mundial), World Neighbors (Vecinos Mundiales).{6}

Esto no era únicamente un esfuerzo norteamericano. También se obtenían fondos y voluntarios de Europa Occidental y del Tercer Mundo. Pero más de la mitad de los misioneros evangélicos del mundo venían de los templos de una próspera república, la cual iba a la cabeza del mundo en riqueza, poder, exportación de armas y de religión. Sin embargo, en medio de la arrogancia de esta nueva Roma, algunos evangélicos formulaban preguntas profundas sobre sus misiones. A pesar de la obsesión con los números y las tasas de crecimiento, los desacuerdos estaban en el aire.

En efecto, este capítulo examina los debates evangélicos sobre el trabajo misionero, empezando con un encuentro en 1974 conocido como el Congreso de Lausana. Proclamado como el amanecer de una nueva [92] era en misiones, Lausana agudizó las diferencias entre los neo-evangélicos y los fundamentalistas. Mientras que algunos de los primeros trataban de «contextualizar» el evangelio en términos locales, los últimos continuaban insistiendo en una sola interpretación correcta. Basándose en ese mismo movimiento de contextualización, los disidentes evangélicos criticaron al papel misionero en América Latina. A medida que las agencias norteamericanas más exitosas crecían hasta convertirse en «multinacionales misioneras», los críticos las acusaban de colocar a las iglesias latinoamericanas en un nuevo sistema de dependencia.

Notas

{1} Fishers and Builders (Tallahassee, Florida), noviembre de 1986.

{2} Stafford 1984: 16.

{3} Sandeen 1970: 188-191.

{4} Santa Ana Register, 24 de diciembre de 1984.

{5} Don Bjork, «Foreign Missions: Next Door and Down the Street», Christianity Today, 12 de julio de 1985, pp. 17-21.

{6} Johnstone 1982: 40-7.

 

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