David Stoll, ¿América Latina se vuelve protestante? Las políticas del crecimiento evangélico
←  nódulo 2002 • capítulo 2 • páginas 52-56  →

Los dilemas del clericalismo y del activismo

En cierto sentido, la renovación carismática y la teología de la liberación atrajeron al protestantismo hacia el interior de la Iglesia Católica, en donde una serie de dilemas continuaban llevando a los católicos hacia las iglesias evangélicas. Un problema era la cuestión de la autoridad bíblica versus la clerical. Si bien los católicos necesitaban más instrucción bíblica para profundizar su fe, ésta debía ser impartida por la Iglesia, me dijo el Padre Ernesto Bravo. «En una mano la Biblia, en la otra el catecismo.»{28} De otra manera, la lectura de la Biblia podría conducir a la bomba de tiempo de la libre interpretación y del sectarismo.

Un problema estrechamente relacionado con esto era cuánta autoridad se debía conceder a los líderes laicos. Algunos sacerdotes lograron estimular la iniciativa laica, de tal manera que las nuevas organizaciones que auspiciaron se independizaron y siguieron su propio camino sin mucho conflicto. Pero las quejas de la dominación clerical eran frecuentes, incluso en contra del sector de la iglesia que proclamaba la liberación. La utopía de los activistas católicos significaba que, [53] aún si criticaban al clericalismo, sus esfuerzos por organizar a los pobres podían fácilmente reproducirlo.{29} Cuando un líder laico chocaba con los límites impuestos por un sacerdote que insistía en sus prerrogativas, no era raro que el seglar desertara hacia un grupo evangélico más reconocedor de sus habilidades. No mucho después él mismo se convertiría en pastor. «Individuos que no pintaban nada entre nosotros», informó el Obispo José Mario Ruiz Navas de Ecuador «allí se vuelven dirigentes o predicadores, y ponen de manifiesto cualidades que entre nosotros nunca tuvieron ocasión de mostrar. A veces con una escasa preparación son lanzados al apostolado, mientras que nosotros no nos fiamos de ellos, sino para cosas elementales.»{30}

Esto no significa que las iglesias evangélicas sean, necesariamente, democráticas: las que crecían más rápidamente, como las Asambleas de Dios en Brasil, podían ser muy autoritarias. La cultura latina a menudo servía como explicación: los neófitos, especialmente aquellos de las clases bajas, supuestamente buscaban una autoridad paternalista, fuerte, para reemplazar el antiguo orden social dominado por el patrón. Pero el protestantismo evangélico abrió una nueva escala de posibilidades de liderazgo. Teóricamente, cualquier hombre podía alcanzar la cima, aún si estaba casado y no tenía una educación formal. Para los disidentes, siempre existía la posibilidad de unirse a otra iglesia evangélica, o de empezar la suya propia. Por el contrario, los disidentes católicos que se enfrentaban a un sacerdote local no tenían mayor opción dentro del sistema.

La renovación carismática fue otro frente importante en la contienda sobre la autoridad. ¿Quién era realmente el responsable? ¿Las figuras carismáticas que conducían la renovación? ¿O un obispo nombrado desde Roma, cuyos talentos eran fundamentalmente burocráticos?{31} La respuesta oficial era el obispo, por supuesto, y cuando la renovación era dirigida por sacerdotes con buenas relaciones con sus superiores, ésta afirmaba el respeto hacia la jerarquía.

En Costa Rica, los misioneros evangélicos me dijeron que el carismatismo se había convertido en la principal fuente de deserción hacia sus propias iglesias. Afirmaban que, después del auge del movimiento carismático, la jerarquía costarricense se había vuelto muy [54] represiva hacia finales de la década de 1970. «Repentinamente, grupos enteros de carismáticos vieron la contradicción entre la experiencia mística, la lectura de la Biblia para sí mismos, y la jerarquía [católica]», me explicó Paul Pretiz de la Misión Latinoamericana.{32} «Se dirigían en masa hacia el protestantismo. Por tanto, ahora la jerarquía pone a cargo a un sacerdote popular, quien tiene mucho cuidado de incluir oraciones a la Virgen y reforzar a la Santa Iglesia.»

Varias características de la renovación carismática atrajeron a los pescadores de hombres evangélicos. En primer lugar, los católicos renovados estaban ansiosos por aprender de los predicadores y curadores de fe evangélicos. Segundo, la posición de la renovación como un término medio entre el catolicismo y el protestantismo, se convirtió en un estado útil para cierta clase de neófitos. Especialmente para los católicos de las clases media y alta, renuentes a dañar su posición social al unirse a una religión minoritaria, un grupo carismático de oración ofrecía muchas de las ventajas del evangelismo, sin la necesidad de admitirlo.{*} Tercero, si un sacerdote intentaba gobernar a los carismáticos católicos, se sentaban las bases para una rápida salida hacia una iglesia evangélica. Como resultado, a menudo se decía que los católicos carismáticos estaban desertando hacia el protestantismo en masa. En cualquier caso, algunos evangélicos utilizaban al carismatismo para llenar sus carpas, lo cual fue una razón por la que las autoridades católicas se volvieron polémicas.{33}

Equilibrar al activismo político con las devociones tradicionales era otro predicamento al que se enfrentaba la Iglesia Católica. Algunos lo llamaron el problema de conducirse entre el «verticalismo» y el «horizontalismo» –esto es, evitar una preocupación excesiva con lo espiritual o lo material– cada uno de los cuales podía dejar esperanzas insatisfechas y un vacío religioso que podía ser ocupado por los evangélicos. Allan Figueroa Deck, un jesuita que trabajaba para preservar las lealtades católicas de los hispanos en California del Sur, observó que:

«Algunos quieren 'sacramentalizar' [los hispanos]; se sienten felices si es que el flujo de bautismos, primeras comuniones, confirmaciones y matrimonios es constante y copioso. Otros piden la 'liberación'; consideran que la [55] concientización, abrir los ojos de las personas hacia las causas de opresión socio-política y económica, es el objetivo por excelencia.

«Los fundamentalistas han visto en esta confusión una oportunidad para realizar logros entre los hispanos. Los sacerdotes, hermanas y legos bien intencionados, progresistas y de mente liberal, algunas veces se trasladan demasiado rápido. Parecen estar vendiendo un Catolicismo 'de este mundo', con el que muchos hispanos no se pueden realmente identificar. Por otro lado, una parte del clero parece adherirse a un enfoque mecánico y sacramentalista, que da la impresión de que el último concilio ecuménico fue el de Trento y no el Vaticano II.

«Los hispanos sienten que la vida en el mundo real requiere de cambio, adaptación inteligente, y confrontación creativa con los problemas actuales. El antiguo enfoque sacramentalista parece estar fuera de lugar; el nuevo liberacionista parece ser excesivamente 'mundano'. Durante los años recientes, el conflicto dentro de la Iglesia Católica sobre los objetivos pastorales... y sobre los asuntos políticos han confundido a muchos hispanos. Sin querer hacerlo, se está preparando el terreno para el proselitismo fundamentalista.

«Los inmigrantes hispanos... necesitan estabilidad y moderación, no más inseguridad y extremismos. Las sectas proporcionan una combinación peculiar de un conservadorismo religioso tradicional (doctrinas seguras, una moral simple o incluso simplista...) con una especie de americanización... Las sectas fundamentalistas ofrecen a los hispanos un paquete atractivo, coherente.»{34}{**}

La teología de la liberación antagonizaba, ciertamente, con los católicos conservadores de las clases media y alta, los pilares de la iglesia en las épocas pasadas, y especialmente con los oficiales militares. Disgustados por los activistas sociales, estas elites anteriormente impenetrables se mostraban con frecuencia agradecidas por el consuelo y el apoyo moral de un evangelista conservador. [56] «Consideran a la Iglesia [Católica] como su enemiga debido a su defensa por los derechos humanos», afirmaba un obispo y antiguo capellán de la policía sobre su desilusionado rebaño. «En contraste, las iglesias evangélicas son silenciosas –una posición más aceptable para ellos.»{35}

La teología de la liberación también brindaba oportunidades a los evangélicos cuando los regímenes militares mostraban el mayor desenfado al masacrar a sus oponentes. Los ejemplos más claros estaban en Guatemala y en El Salvador, en donde la represión gubernamental llevó a los activistas católicos hacia movimientos revolucionarios. Luego, las fuerzas de seguridad se desmandaron contra familias y vecinos indefensos. Sin importar cuánto deseaba la Iglesia Católica recuperar las masas a través del activismo social, tal compromiso podría conllevar un precio demasiado alto para la mayoría de gente.{36}

Paradójicamente, mientras la Iglesia Católica trataba de abarcar la causa del pobre, podría socavar su función de protectora. Esto se debía a que, cuando la religión aparece como el «opio del pueblo», bien puede estar funcionando como un «refugio de las masas», como lo llama Christian Lalive D'Epinay. Esto es, bajo condiciones de severa opresión, las formas aparentemente alienantes de la religión pueden proporcionar un cierto espacio en el que los oprimidos pueden expresarse, precisamente porque no amenazan al orden establecido. Pero la concientización y otras formas de activismo socavaron aquel santuario. A medida que el conflicto se agudizaba, aquellos cristianos que sobrevivieron a las represalias del gobierno fueron forzados a elegir entre tomar las armas, aceptar la partida hacia un campo de refugiados, o ir al exilio –ninguna elección de éstas atraería más seguidores. Alternativamente, los católicos reprimidos podrían unirse a una iglesia evangélica.

Notas

{*} Un grupo que llevaba la efervescencia carismática de las clases media y alta hacia la congregación evangélica fue la Iglesia del Verbo en Guatemala, a la que pertenecía el Presidente Efraín Ríos Montt.

{**} Desde mediados de la década de 1970 hasta mediados de los 80, el porcentaje protestante de la población hispana en los Estados Unidos había incrementado de 16 a 23 por ciento (estimación según Andrew M. Greeley, America, 30 de julio de 1988, pp. 61-62).

{28} Entrevista del autor, Residencia de Jesuitas, Quito, Ecuador, 24 de mayo de 1985.

{29} Para una crítica a la izquierda radical católica en el Perú y su reproducción del clericalismo, véase Pásara 1986.

{30} Ruiz Navas 1984: 10.

{31} Hollenweger 1986: 9.

{32} Entrevista del autor, San José, Costa Rica, 9 de julio de 1985.

{33} Nelson 1983: 334.

{34} Allan Figueroa Deck, «Fundamentalism and the Hispanic Catholic.»

{35} Arturo Chacón y Humberto Lagos, La Religion en las Fuerzas Armadas y de Orden, patrocinado por Lutheran World Relief y Church World Service, citado en Latinamerica Press, 6 de marzo de 1986, p. 7.

{36} Simons 1982: 47.

 

←  David Stoll¿América Latina se vuelve protestante?  →

© 1990-2002 David Stoll • © 2002 nodulo.org